Cazarabet conversa con... Manuel Almisas Albéndiz, autor de “El increíble José
Navarrete Vela-Hidalgo” (Suroeste)
El increíble José Navarrete
Vela-Hidalgo.
Manuel Almisas
Albéndiz escribe, desde Ediciones Suroeste, un primer
tomo intenso y desvelador.
Este estudioso y divulgador ya ha
estado más veces con nosotros:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/pasoalamujer.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/anitacarrillo.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/anitacarrillo2.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/danielortega.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/doloreszea.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/rendon.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/mariamarinlabrador.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ramirezbrunet.htm
Cazarabet
conversa con Manuel Almisas Albéndiz:
-Amigo Manuel, ¿por qué le dedicas un libro a
José Navarrete?, al que, además, calificas de “el increíble”… ¿qué te llamó la
atención de este militar, político y escritor?
-Este personaje se puede enmarcar en
la irresistible atracción que sufro últimamente por el periodo del Sexenio
Democrático (1868-1874) y los primeros republicanos y librepensadores.
Atracción que ya sentí durante el estudio de la figura de Amalia Carvia y las
demás librepensadoras andaluzas. Precisamente
en el prólogo de mi libro cuento cómo Amalia me llevó hasta José Navarrete
(1836-1901). Pero es que, además, los puntos de encuentro entre ambos van más
allá, pues los dos pertenecieron a la Sociedad Protectora de Animales y Plantas
de Cádiz, la pionera del estado español, y por tanto combatieron la llamada
«fiesta nacional» o salvajada nacional, como la llamaba José Navarrete;
ambos abrazaron el espiritismo, creencia muy extendida entre los primeros
republicanos y librepensadores de la segunda mitad del siglo XIX; ambos fueron
pacifistas y lucharon contra las guerras, las quintas, la esclavitud o la pena
de muerte; y por último, tanto Amalia como José Navarrete, como coherentes
republicanos y librepensadores, fueron anticlericales hasta la médula.
En estos temas que he citado se encuentran
los aspectos que más me llamaron la atención del primer diputado republicano de
la historia por el distrito de El Puerto de Santa María, que incluía la villa
de Rota, mi pueblo y el suyo adoptivo. Vecindad ésta que también ha influido en
que me acerque con más sinceridad y empatía a la figura del artillero poeta
José Navarrete Vela-Hidalgo.
-Preséntanos, un
poco la figura y al hombre que fue José Navarrete Vela-Hidalgo….
-José Navarrete, o Pepe Navarrete como
le decía sus allegados, constituye el vivo ejemplo de un hombre de su época, el
periodo convulso y apasionante del final del reinado de Isabel II y el inicio
de las ideas revolucionarias, demócratas y republicanas del Sexenio
Democrático.
Navarrete pertenecía a la élite
ilustrada del ejército español, al arma de Artillería, donde su formación
racional y científica en la Academia del Alcázar de Segovia le hizo abrir los
ojos ante la enseñanza oscurantista de las distintas órdenes eclesiásticas que
dominaban la educación infantil de la época. Desde entonces, Navarrete será el
enamorado de las matemáticas y de las ciencias aplicadas, «de las parábolas y
las asíntotas», de la tecnología al servicio del bienestar humano, y enemigo
acérrimo de las lenguas muertas, el latín y el griego, y de la enseñanza
memorística que «mataba» la creatividad infantil. Desde la tribuna de oradores de las Cortes de
Amadeo I y hasta sus últimos artículos, Navarrete siempre abogará por la
necesidad imperiosa de una educación infantil obligatoria, pública y laica.
Sin embargo, el hecho trascendental en
su vida de joven oficial artillero de ideas ilustradas y liberales llegó de la
mano de dos figuras impresionantes que cambiaron a Navarrete para siempre:
Antonio María de Segovia (El Estudiante) (1808-1874) y el primer
krausista español, Julián Sanz del Río (1814-1869). Ambos eran profundamente
espiritistas, sin militar ni acudir a ningún tipo de círculo o sociedad, pero
con un espiritismo progresista y científico que atrapó hasta lo más hondo al
joven Navarrete, viviendo y sufriendo una gran transformación espiritual.
-Siempre te
pregunto lo mismo porque en esta casa nos interesa sobremanera la dimensión
humana, ¿cómo era, cómo fue como ser humano, José Navarrete Vela-Hidalgo?
-Precisamente, esta profunda creencia
y espiritualidad marcó su personalidad, convirtiéndolo en una persona sensible,
bondadosa, caritativa, rasgos que hasta sus adversarios políticos siempre
reconocieron. Navarrete nunca tuvo
enemigos personales, y huía de los debates que no se basaran solo en
argumentos, sin caer en personalismos. Por eso, muchos de sus artículos más
polémicos los firmó con un seudónimo; no para esconderse, sino para centrar el
debate en las ideas y no en las personas.
Cuando falleció en Niza en marzo de
1901 se escribieron numerosas reseñas necrológicas que retratan muy bien a
Navarrete como ser humano. Sirvan de ejemplo estas tres citas. En El Nervión
(Bilbao), por ejemplo, decían: «La pena que nos ha causado guarda relación
con el intenso cariño que le profesábamos. ¿Quién, que le conociera, no quería
a don José Navarrete? Sus ternuras sinceras y delicadas se derramaban sobre sus
semejantes como rocío benéfico y su trato cultísimo y ameno era el encanto de
cuantos le trataban».
Eusebio Blasco en El Imparcial (Madrid)
escribía que Navarrete era: «Militar, artillero, republicano, espiritista.
Todo en una pieza y todo digno de mucho respeto. Alma noble y generosa, abierta
a todos los entusiasmos y a todos los amores. (…) Su persona, tan simpática
como sus libros, le ha conquistado muchos y muy buenos amigos. No ha conocido
la envidia y esto es peculiar de las almas grandes (…) Todo lo que ha creído
Navarrete lo ha creído de buena fe. Es hombre sin vicios antes que «virtuoso»…
no tuvo nunca enemigos. Militar, creo que ha sido el único que no ha aspirado a
general; poeta y novelista, no ha hecho un tomito de versos malos para ir de
cabeza a la Academia. Ciudadano, ha pasado la vida pensando en un ideal que no
llega...; en una palabra, un hombre completo, un andaluz de cuerpo entero, un
poeta de veras.
Y José Nakens escribía en El Motín (Madrid):
Ha muerto en Niza el queridísimo amigo José Navarrete.
Militar ilustrado y valiente, poeta de altos vuelos, novelista notable,
simpático cual pocos y noble cual ninguno, todo eso fue Navarrete, amén de
diputado republicano, enemigo irreconciliable de las corridas de toros e
irreductible anticlerical. (…) Reciba su señora viuda mi pésame más sentido, y
envanézcase de haber vivido al lado de un hombre de tanto valer, como nos honramos
de haber sido amigos suyo todos los que tuvimos esa dicha».
Con
estas palabras creo que sobra que yo diga nada más...
-¿Cómo fue como
político, recordando que fue Diputado en Cortes durante el Sexenio Democrático?
-Después de lo ya contado, puede suponerse
que su paso por el Congreso de Diputados no pasó desapercibido. En su primera
legislatura, la de agosto de 1872, demostró ser un genial y punzante orador.
Sus intervenciones pueden leerse en el Diario de Sesiones de las Cortes.
Desde el principio dejó claro que él era solo un representante de los
republicanos federales del distrito de El Puerto, y a ellos se debía y solo a ellos rendía
cuentas. Sus preguntas a los distintos ministros sobre la situación socio-económica
de sus vecinos y conciudadanos fueron constantes, y por ello recibió
felicitaciones que se publicaron en los periódicos republicanos de Madrid. Con
ocasión de la proclamación de la Primera República en febrero de 1873, los
ayuntamientos de El Puerto de Santa María y de Rota acordaron rotular una calle
principal en honor a su querido y apreciado diputado. Después de muchos
avatares políticos, al fallecer Navarrete en 1901, con otros ayuntamientos de
ideas muy distintas, de nuevo se volvió a rotular sendas calles con su nombre.
Es una prueba más de las simpatías y respeto que concitaba el personaje de José
Navarrete Vela-Hidalgo entre amplias capas de la población.
-Un republicano
convencido, ¿hacia dónde viajaban sus ideales?
-Navarrete vivió la misma
transformación política que muchos gaditanos de esa época. De «progresista
avanzado» durante la Revolución de Septiembre de 1868, apoyando al general Juan
Prim, pasó en pocas semanas a «demócrata» y desde
principios de 1869, tras la traición de los demócratas «cimbrios»
y su deriva monárquica, se convirtió en convencido «republicano demócrata
federal».
En las Cortes se unió al grupo de
«federales intransigentes», perteneciendo a una «minoría de izquierdas» dentro
del hemiciclo. Se declaraba como «socialista» frente a los llamados «individualistas»,
y formó un grupo de gran simpatía y empatía ideológica con su paisano de Jerez,
Ramón de Cala, y con Fernando Garrido, de gran relación con la tierra gaditana.
De hecho, fue uno de los redactores del diario fundado por éste en diciembre de
1871, La Revolución Social (Madrid), descrito a veces como «periódico
socialista» y otras como «periódico republicano intransigente».
Durante la época cantonal, que comenzó
en julio de 1873, al mes de proclamarse la República Democrática Federal en
España, Navarrete no formó parte del numeroso grupo de diputados que marcharon
a sus distritos para sumarse al movimiento rebelde. Como ya he dicho, Navarrete
se tomaba muy en serio que sus vecinos no lo habían elegido para esa labor
guerrera; de hecho, ni El Puerto de Santa María ni Rota se rebelaron contra el
poder central de la República y no siguieron a Salvochea,
presidente del Cantón de Cádiz. Pero Navarrete nunca condenó a los
participantes en dicha «rebelión», como tampoco condenó a la Comuna de París en
1871. Antes bien, los comprendió y justificó,
pues como expresó en las Cortes en noviembre de 1872 interrumpiendo una
intervención del Presidente del Gobierno, «nunca he condenado las
revoluciones». Las revoluciones solo
eran la expresión de las injustas condiciones socioeconómicas de los pueblos, y
si no se querían, se debía haber trabajado para cambiarlas y transformarlas,
fin último de la política.
-En aquellos
años, todos eran católicos, pero él era crítico, coméntanos por favor…
-Claro, todos católicos desde niños.
En aquella época más, si cabe, que en los años del franquismo. El catolicismo
era la religión del Estado, y la educación infantil estaba completamente en su
área de influencia. Esa misma contradicción y posterior transformación la había
comprobado anteriormente en el caso de Amalia Carvia. Como niña, y más aún si
cabe, se había educado en el ferviente catolicismo, por eso fue el espiritismo
el que trocó su profunda espiritualidad irracional en una creencia más acorde
con los tiempos modernos y el progreso de la humanidad. El terrible
oscurantismo «frailuno y clerical» les hizo ver con más claridad la luz de un
«espiritismo redentor».
Navarrete escribió en 1868 un opúsculo
titulado La fe del siglo XX, que no se ha conservado, pero que sí fue reseñado en su época e
incluso por Menéndez Pidal con posterioridad. En dicha obra ya desarrollaba
tempranamente su teoría espiritista, creencia que no dejará de predicar,
llamándola «revolución religiosa» que debía imponerse a las religiones
positivas. El espiritismo, o ciencia del espíritu, como la llamaba Navarrete, «es
tan clara, tan exacta, tan demostrable, como la geometría analítica y la
dinámica de gases… El espiritismo es el ideal más perfecto de la organización
social. Es la más grande revolución que han presenciado las generaciones
terrenas. (…)
Es la sustitución de la fe
tradicional por la fe racional.
Es la verdadera esperanza.
Es el amor sin mancha de egoísmo».
Esta forma de relacionar el
racionalismo científico y el progreso y la democracia con el espiritismo se
corresponde con todos los lemas que las revistas espiritistas de la época
pregonaban.
Hoy día es difícil de entender, pero
el espiritismo supuso en la segunda mitad del siglo XIX un importante freno a
la expansión y hegemonía del ultracatolicismo
dominante, convirtiéndose en una espiritualidad progresista.
No es casualidad que Navarrete fuera
un buen amigo del astrónomo espiritista Camile Flammarion.
Ambos pensaban de la misma manera sobre el Infinito y una espiritualidad
superior que consideraban la única esperanza para una Humanidad camino del
desastre tras la crisis del 98 y los albores de la primer Guerra Mundial.
-En su faceta de
poeta ¿cómo lo definirías?; ¿qué le hace, crees, desarrollar esta faceta?
-Navarrete comenzó siendo poeta. Era
lo normal como alma inquieta y rebelde. Estamos en una época post-romántica.
Navarrete había conocido la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer cuando vivió en
Sevilla entre 1855 y 1861. Sus «pinitos» en la literatura fueron colaboraciones
poéticas en dos revistas semiclandestinas de la
Academia de Artillería de Segovia, no conservadas, «El Ole» y «El Fotogénico».
Y de ahí pasó al teatro, que se escribía en verso en aquellos años.
Su poesía es una poesía de juventud,
festiva y amorosa en su conjunto, que dejó de cultivarla como única
manifestación de su arte después de la Revolución Septembrina y su
iniciación en el espiritismo. Sin embargo, siempre se le consideró por sus
contemporáneos como un buen poeta. La recopilación
de su obra poética, que he titulado De tejas arriba (Ed. El Boletín,
2021), presentada al mismo tiempo que su biografía, es una buena forma de
confirmar esta aseveración y de conocer al tan desconocido Navarrete poeta.
El prestigioso historiador y polígrafo
Juan Pérez de Guzmán, en su obra «La rosa: manojo de la poesía castellana
formado con las mejores producciones líricas consagradas a la reina de las
flores- Tomo II» (Madrid, 1892), donde recogía el soneto de Navarrete «La
rosa inmortal», aun siendo radicalmente opuesto a sus ideas políticas republicanas, escribía: «Los admiradores de Navarrete
esperamos el libro de sus versos: ese será el que imprima a la posteridad el
sello permanente de su privilegiado ingenio». Pero Navarrete nunca publicaría
ningún poemario.
-En este primer
tomo tratas mucho su faceta política, más que otra, ¿por qué?
-Al ser una biografía y tener un
discurso cronológico, lo normal es que en esos primeros años, de 1836 a 1877,
me detenga con cierto detenimiento en su faceta política. Navarrete
Vela-Hidalgo vivió con 33 años en primera persona un periodo fascinante de la
historia, el Sexenio Democrático, y especialmente fue diputado republicano
federal por su distrito de El Puerto de Santa María en las legislaturas de agosto
de 1872 y de mayo de 1873.
Como político vivió la Revolución de
Septiembre de 1868 en Cádiz, siendo enviado por Prim,
Topete y Serrano a su pueblo adoptivo, Rota, a establecer la Junta Local
Revolucionaria. A iniciativa suya, allí se aprobó por unanimidad un Programa de
gobierno que contenía puntos tan originales como estos:
1. Proteger la
seguridad de los ministros de la Iglesia, evitando al propio tiempo que,
traspasando los límites de los deberes religiosos, ejerciesen la más leve
influencia en la esfera de los asuntos sociales y políticos.
2. Deponer los
rencores que habían encendido las luchas políticas pasadas, consagrando todos
los esfuerzos a conseguir el libre ejercicio de todos los derechos del hombre.
3. Mantener en
sus destinos a todos los empleados de la anterior administración.
4. Velar por la
moral pública, haciendo obligatoria la educación de la juventud y dando ejemplo
en el cumplimiento de los deberes morales en todas las esferas, tanto religiosa
como social y política.
5. Activar por todos
los medios a su alcance el ejercicio de la santa caridad.
6. Atender con
sumo cuidado a la mejora del hospital y de la cárcel, a fin de que los enfermos
del cuerpo y del espíritu encontrasen el mayor consuelo en la curación de sus
dolencias.
7. Oponerse a que
el pueblo pagase ningún género de contribución indirecta.
8. Ir borrando
del pueblo la afición a las corridas de toros y riñas de gallos, como
diversiones que tendían al embrutecimiento humano, procurándoles otras que
condujesen al adelanto del alma.
9. Proteger el
teatro, dando el auxilio que fuese posible a los actores, en atención a la
altísima importancia que tenía para la moral pública.
¿Curioso Programa, verdad? Navarrete
ya demostraba ser un espiritista, animalista, defensor de la educación
obligatoria, y amante del teatro por su alto valor social, entre otras cosas,
en septiembre de 1868.
Tras la batalla de Alcolea, en la que
participó, y cuando seguía en Cádiz como artillero republicano, se volcó en la
política activa, inaugurando su faceta de candidato federal a diputado a Cortes
en las elecciones parciales de enero de 1870 que se celebró en Cádiz para
sustituir al diputado asesinado en la insurrección federal Rafael Guillén
Martínez, y al diputado insurrecto Fermín Salvochea,
que se encontraba entonces en el exilio.
A pesar de ello, los federales de Cádiz prefirieron dar sus votos a Salvochea, también candidato por el distrito, antes que a
Navarrete, que en aquellos primeros momentos no dejaba de ser un auténtico
desconocido y no tenía nada que hacer frente al héroe de las barricadas
de Cádiz y segundo comandante de los Voluntarios de la Libertad.
-¿Nos puedes
avanzar un poco de qué tratará el segundo tomo?---por lo que voy leyendo me
parece que en este primer tomo está su vida narrada---
-El segundo tomo está concebido pura y
llanamente como la continuación cronológica del primero. Comenzará en 1878, en
el punto donde lo dejé en el primero, e iré relatando su vida hasta su
fallecimiento en Niza en marzo de 1901. Allí descubriremos al Navarrete
anticlerical, que llamaba «tibio» a su amigo José Nakens, director del famoso
diario satírico anticlerical El Motín, y sobre todo al Navarrete antitaurino. Esta última faceta es particularmente
interesante y desconocida.
A José Navarrete Vela-Hidalgo lo
considero el mayor protagonista de la lucha antitaurina
en el estado español. Escribió primero en 1886 un libro titulado División de
plaza-Las fiestas de toros impugnadas por José Navarrete, que tuvo una gran
difusión y se repartió ampliamente entre las sociedades obreras y de Protección
de Animales y Plantas. Con motivo de
esta obra Navarrete debatió en la prensa con todos los revisteros de toros de
Madrid y provincias, sobre todo con Sobaquillo (Mariano de Cavia), Sentimientos
(Eduardo de Palacio) o Don Modesto (José de la Loma Milego),
siendo todos ellos grandes amigos suyos. Navarrete
pensaba que si no vivieran de escribir crónicas de toros en los periódicos,
muchos de esos críticos se sumarían a su campaña antitaurina,
pues no dudaba que dirían:
que, sí señor, el vulgo es un borrico;
pero el vulgo es quien paga el perro chico.
Sin embargo, tras un paréntesis de
tres años, Navarrete volvió a la carga con su Campaña a través del diario El
Correo (Madrid) con el objetivo de crear en España una Sociedad Abolicionista de las corridas de toros. Para
ello publicó, en forma de cartas al director José Ferreras, famoso antitaurino también, varios artículos de una enorme
resonancia y trascendencia. El primero fue «La diversión más salvaje» que vio
la luz el 17 de agosto de 1900. Le siguió «La vergüenza nacional» el 10 de
septiembre y terminó con «La fiesta de los mondongos» el 22 de septiembre.
Para no extenderme más, solo decir que
el diario madrileño recibió cientos de adhesiones particulares y miles de adhesiones
de centros y sociedades, entre ellos los obreros socialistas de Gijón, Valencia
o Bilbao, por ejemplo, a la propuesta de Navarrete. Y que su idea fructificó en Barcelona con la
fundación de la «Sociedad Abolicionista de corridas de toros, novillos y vacas»
en los últimos meses de 1900, llegando Navarrete a declinar la presidencia de
la Comisión organizadora de dicha Sociedad que le habían ofrecido.
Con
esta interesante polémica termina el Segundo Tomo de su biografía pues falleció
cuando estaba plenamente inmerso en esta lucha tan poco reconocida o
sencillamente desconocida, y preparaba en París un libro que nunca vio la luz, Toros,
bonetes y cañas, donde criticaría y desvelaría la relación de la inculta España taurina, la jesuítica y
frailuna y la de pandereta.
-¿Por qué se
desengaña de la política…cuáles son los principales motivos?
-Los motivos fueron los mismos que los
numerosos diputados republicanos federales que, después del final de la Primera
República y con la Restauración Borbónica, pensaron que los líderes del Partido
Republicano los habían defraudado (Figueras, Salmerón, Pi y Margall,
etc.) y que debían adaptarse a la nueva situación política. Debe considerarse
que en mayo de 1873 se constituyó un parlamento ¡con 346 diputados federales!
Nada menos que el 90% de la cámara. Y que en junio se había proclamado la
República Federal. ¿Cómo es posible que no se aprovechara esa situación tan
ventajosa, nunca más vista en la historia del estado español? Las asonadas de
los generales Pavía y Martínez Campos supusieron un duro revés y una enorme
impotencia para los republicanos federales. Por eso muchos abandonaron la
política y optaron por la literatura y el periodismo, como el aragonés Luis Blanc Navarro o el madrileño Joaquín Martín de Olías, por
poner solo dos ejemplos. No digamos los casos de su desaparición de la escena
pública como el jerezano Ramón de Cala, o el paso a las filas anarquistas como
el gaditano Fermín Salvochea. Navarrete siguió esta
estela de invisibilidad, unido a que, como a todo militar, se le tenía
prohibido su participación en actos o manifestaciones políticas.
Teniendo en cuenta esta circunstancia,
y sabiendo sus inquietudes literarias desde jovencito y su necesidad de transmitir
y difundir sus creencias espirituales, es lógico que se volcara en lo que mejor
sabía hacer, escribir.
-Háblanos un poco
de su obra, por favor…
-Navarrete Vela-Hidalgo comenzó su
vida literaria como poeta y poco después como dramaturgo, escribiendo algunas
comedias en verso en Cádiz, aunque solo se representara una, Cuantas veo,
tantas quiero, en 1867. Poco después, al convertirse al espiritismo,
escribirá su obra filosófica La fe del siglo XX (1868) y desde 1869 se
dedicará a la política.
Será a partir de 1876, cuando los
pronunciamientos del general Pavía primero, y el de Martínez Campos en Sagunto
después, acabaron con las ilusiones de una España republicana, el momento del Navarrete novelista,
alcanzando una indudable fama. Primero con su obra Desde Vad-Ras
a Sevilla, donde relataba su experiencia como teniente artillero en la
guerra de África (1859-1860) y en 1879 con En los Montes de la Mancha,
que contenía una «Crónica de caza» y el «Drama de Valle-Alegre», precedido de
una carta-prólogo de Pedro A. de Alarcón, con el que mantuvo una estrecha
amistad desde su primera novela.
Sin embargo, entre todas sus obras,
los contemporáneos de Navarrete le recordaban por su obra María de los
Ángeles (1883), un drama ambientado en Rota (Cádiz) con el que consiguió el
rotundo favor del público y de la crítica, comparándola con las mejores novelas
de Valera o Galdós.
Su último libro lo publicó en París en
1898, titulado Niza y Rota, donde recogía una colección de sus últimos
artículos políticos y relatos literarios aparecidos en diferentes periódicos de
Madrid, Bilbao o Cádiz.
Es de destacar que Navarrete, sin
conocerse el motivo, dejó sin publicar una enorme cantidad de libros que fueron
muy comentados, incluso por él mismo, y que se
advertía de aparición inminente. De libros como La señora de Rodríguez,
donde defendía el divorcio, o Sobre lo infinito, de contenido
espiritista, solo se conocen algún capítulo suelto que publicó en la prensa y
nada más. Como al morir estaba empeñado en una colosal campaña antitaurina, otro libro que se quedó sin publicar era el
titulado Toros, bonetes y cañas, uno de cuyos capítulos lo publicó El
Motín de José Nakens pocos días después de fallecer, titulado Toros y
frailes.
-No te he
preguntado por su faceta como militar artillero…
-Navarrete, desde niño, quería ser
artillero. Su padre deseaba que ejerciera la profesión de clérigo y meterlo en
un seminario, pero él se rebelaba contra ese destino que aborrecía y terminó ingresando
con 15 años en la Academia de Artillería de Segovia, gracias a la influencia de
los primos de su madre Pedro y Álvaro Burriel Lynch, que lo acogieron en Madrid
donde hizo un curso preparatorio en las Escuelas Pías de San Antón. Gracias a
ellos, según sus palabras, pudo escapar de «las telas de las arañas negras»,
haciendo alusión a los frailes y jesuitas.
Al acabar como subteniente en Segovia
en 1855, ingresó en la Escuela de Aplicación Práctica en Sevilla donde alcanzó
el grado de teniente de artillería en 1857.
Con esos galones participó en la guerra de África con una compañía de
cohetes, interviniendo en las célebres batallas de Tetuán y de Vad-Ras, siendo condecorado y consiguiendo además el grado
de capitán de infantería. Ya en Cádiz fue ascendido a capitán de artillería y
encargado del Parque de Artillería de la ciudad.
Durante el reinado de Amadeo I
abandonó el ejército y ya en la Primera República, cuando decidió reingresar,
lo hizo en el arma de Caballería como Comandante, al haberse disuelto el de
Artillería en 1872 durante la conocida como «cuestión de los artilleros». Su
carrera militar ya continuó en Caballería aunque Navarrete siempre se sentirá
Artillero, pues en ese arma había descubierto algo
fundamental en su personalidad, las ciencias y la racionalidad, y sobre todo
las matemáticas.
En 1894, poco antes de jubilarse y
abandonar el ejército, Navarrete fue ascendido por antigüedad a Teniente
Coronel de Caballería. Es de destacar que desde 1884 fue Oficial primero de la
Secretaría del Ministerio de la Guerra y enviado en Comisión al extranjero para
el estudio de temas militares en países europeos como Francia, Italia, Suiza o
Bélgica. Por ese motivo residió en ciudades como Marsella, París o Roma, pero
sobre todo, y en los últimos años, en Niza, en la frontera francesa con Italia.
-¿Por qué te
atraen tanto, amigo, las persona que, de entrada, son “como desconocidas”?,
seguro que tiene “algo de especial” que no tienen las que son “como más
conocidas”, ¿no?
-Es cierto que, desde que comencé con
obras de memoria histórica o memoria democrática, como se le llama hoy día, no
he parado de rescatar del olvido a otros personajes que no fueron represaliados
por el franquismo, pero que sí han sido olvidados injustamente por su género
y/o por su ideología. Ese fue el caso del primer maestro laico, Vicente Ramírez
Brunet, o de Dolores Zea Urbano, la vicepresidenta de
la «Sociedad Progresiva Femenina» de Barcelona en los inicios del feminismo
organizado. Todas ellas, muy cercanas para mí por su naturaleza gaditana o
andaluza, me han generado una enorme curiosidad y una necesidad imperiosa de
saldar una deuda con esos personajes y con sus familias, desconocedoras muchas
veces de la valía social de esas figuras. Este es el caso de José Navarrete Vela-Hidalgo,
portuense y roteño de adopción, que tiene méritos
suficientes para que los demócratas, republicanos y animalistas de hoy día le
recuerden con cariño y simpatía.
-Tu editor
Eduardo Albaladejo Manzanares, aunque editándote
tantos libros y demás se presume que debéis albergar una muy notable
relación…pero, aún así, está empeñado en que escribas novela…me da un poco de
risa porque la biografía es una de los géneros más difíciles de cultivar y él
debería estar contentísimo---seguro lo está--- de tener a un investigador tan
minucioso que rescata de la historia y de la memoria a personas, normales y
corrientes y que las devuelve a la vida…
-Supongo que tiene que ver con los
gustos personales de Eduardo, director de las editoriales «El Boletín» y
«Suroeste», pero claro que está contentísimo con tener en su «nómina» de
escritores/as a un autor como yo, que modestamente está realizando esta labor
de rescate de personas que merecen estar muy presentes en la historia de
nuestros pueblos.
-Y si lo dice tu
editor no puedo evitar de preguntártelo, ¿te dará alguna vez por la novela, ficcionada o no?
- Es muy probable, pero por ahora no
veo el momento. Cuando era joven ya
cultivé la ficción y mis relatos, muchos inconclusos, están guardados en una
caja de cartón. Cuando en esta segunda etapa de mi vida he comenzado a escribir
y a investigar sobre vidas de carne y hueso, me he dado cuenta de que esas
breves obras biográficas son más interesantes y ricas que las que pudiera
imaginar. Además, está el deber que me he impuesto de devolver a la historia a
estas personas que han quedado en el olvido, y esta labor me está resultando
ineludible e impostergable. Han pasado muchos años en el anonimato y no pueden
esperar más. Y menos a que yo me entretenga en escribir novelas. Sencillamente,
ahora no es el momento o no es «mi» momento.
-Recuerdas la
importante labor de los biblioterari@s,archivist@s...
que tanto te facilitan la importante, y también ingente, tarea de documentación,
¿verdad?
-Siempre suelo comenzar mis libros
agradeciendo a varias archiveras/os su labor imprescindible en la obra que
presento. Es cierto que es su profesión, y se dedican a eso, pero mi
experiencia me ha hecho ver que existen profesionales que, además, ponen
corazón en su trabajo y muestran empatía por la labor investigadora. Muchas
veces esas archiveras o encargadas de hemerotecas y bibliotecas han puesto en
acción mucho más que su profesionalidad, facilitándome mi trabajo, y por eso
las considero co-autoras de una buena parte de mi obra.
-Amigo,¿ en qué andas trabajando en la actualidad?
-Como siempre, una investigación me
lleva a otra, y en el transcurso de ésta me apasionó el episodio de «Las
barricadas de Cádiz» en diciembre de 1868, que José Navarrete vivió como
capitán del Parque de Artillería en esos días tan trágicos aunque nunca los
mencionó porque tuvieron que ser una fuente de intensas contradicciones y un
shock emocional muy traumático. La férrea e ineludible disciplina militar le hizo
enfrentarse a los Voluntarios de la Libertad de Cádiz y al heroico
pueblo gaditano. Su conciencia no se lo perdonaría jamás, seguramente.
Pues bien, estos
sucesos los he estudiado en profundidad y los he contextualizado para
comprenderlos mejor, señalándolo como la experiencia revolucionaria más
importante del siglo XIX en España, una especie de pionera «Comuna de Cádiz»
que por falta de información apenas se ha podido estudiar. En esa tarea me he
ayudado de una obra de gran valor histórico escrita por Luis Mejías Escassy en 1869, y no suficientemente conocida ni leída.
Cuando la tenía casi terminada, la vida me ha regalado conocer a Chema,
responsable de la editorial «Dirección Única» de Barcelona, con el que he
acordado hacer una edición actual de «Las barricadas de Cádiz», de Escassy, para la que he escrito una interesante
introducción así como un estudio biográfico de Escassy,
totalmente inédito. ¡Espero que se haga realidad el
proyecto y os llegue el libro antes de final de año, querida Cazarabet
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Cazarabet
c/ Santa Lucía, 53
44564 - Mas de las Matas (Teruel)
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