vicente-ramirez-brunet.jpgCazarabet conversa con...   Manuel Almisas Albéndiz, autor de “Vicente Ramírez Brunet, el primer maestro laico” (El Boletín)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vicente Ramírez Brunet, el primer maestro laico

Por Manuel Almisas Albéndiz

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Cuando el laicismo parece que está perdiendo la batalla en el ámbito de la educación, y de la sociedad en general, es conveniente volver la vista atrás y recuperar las figuras del magisterio laico de finales del siglo XIX y primeros del siglo XX que educaron a una buena parte de la generación que hizo posible la proclamación de la Segunda República española. A estas mujeres y hombres de elevados ideales, que optaron por construir un mundo mejor desde la educación de los más pequeños, niñas y niños, en condiciones casi siempre penosas y deplorables, se les debería hacer un sentido homenaje.

¿Se imaginan un colegio con gimnasio, con grupo de teatro infantil, con periódico propio, con ajedrez en los recreos, con canciones para aprender la geografía, con formación básica ocupacional, y encima un colegio laico o neutral, dejando en manos de las familias cualquier tipo de educación religiosa? ¡Pues existió hace 145 años! Lo fundó y dirigió Vicente Ramírez Brunet y estuvo situado en la Plaza Viudas de Cádiz.

Entre sus coetáneos, y entre sus alumnos posteriores, Ramírez Brunet fue considerado, además de la figura más relevante después de Fermín Salvochea, como el «primer maestro laico» y como el primero que había sostenido una «escuela laica» en Cádiz, que se convertiría en el Colegio Pestalozziano a partir de 1878. Y la investigación posterior así lo ha confirmado: a Vicente Ramírez Brunet le corresponde el honor de haber sido el primer maestro laico del estado español.

Al proclamarse la Segunda República en Cádiz, e incluso unos años antes, fue Ignacio Chilía Giráldez (1883-1953), probablemente un antiguo alumno suyo, quien se encargó de restablecer su memoria y reconocer sus méritos. Chilía, director de El Noticiero Gaditano, escribió sobre Ramírez Brunet en noviembre de 19261, con ocasión de la próxima celebración del Centenario de la muerte del pedagogo suizo Pestalozzi en febrero de 1827. Allí reconocía su importante labor y reclamaba más atención a este maestro innovador de los métodos pedagógicos en el Congreso científico que se iba a celebrar.

También fue Chilía quien, a las dos semanas de proclamada la República, volvía a escribir en su diario2 para recordar a Ramírez Brunet como concejal y procurador síndico del Ayuntamiento de Cádiz durante la Primera República (1873), y como «el precursor de la pedagogía científica» en España, y fundador en Cádiz de la primera escuela laica. Gracias a él, la plaza del barrio obrero de Puntales de Cádiz, se denominó «Plaza Vicente Ramírez Brunet» durante la Segunda República. Todo un reconocimiento y un honor que hoy día debería renacer.

Esta es una breve reseña biográfica:

Vicente Ramírez Brunet nació en Churriana (Málaga) el 3 de enero de 1843. Fue el hijo mayor de un matrimonio formado por la portuense Claudia Brunet Beltrán, hija de un capitán de los Voluntarios de Extramuros de Cádiz, laureado por las hazañas que protagonizaron durante la defensa de Cádiz en 1812, y por el malagueño Vicente Ramírez Rodríguez, médico-cirujano formado en la Facultad de Medicina de Cádiz, ciudad donde ambos se conocieron y se casaron.

Criado en Málaga, al poco de morir su padre se trasladó solo a Cádiz con 10 años, viviendo con su tía Mª Luisa Brunet. Allí cursó los estudios de primaria, y en 1859 la familia completa, su madre Claudia junto a sus hermanos Diego y Claudia, se reunificó ocupando la casa n º 11 de la calle Amargura de Cádiz. Vicente comenzó estudios superiores en la Escuela de Industria y Comercio, que no terminó y pronto le atraerá la docencia impartiendo clases particulares de Matemáticas. Vicente Ramírez Brunet vivió la Revolución Gloriosa de 1868 en Cádiz y en 1873 se presentó a las elecciones municipales con la candidatura de los republicanos «intransigentes». Salió elegido concejal por su barrio del Hércules y formó parte del primer ayuntamiento republicano de Cádiz, cuyo alcalde fue Fermín Salvochea. En aquellos momentos convulsos aún no había terminado tampoco sus estudios de Bachillerato que inició en el Instituto Provincial en 1869.

Aunque no se integró en la Comisión de Instrucción, Vicente demostró pronto sus deseos de que la «ilustración del pueblo» fuera «la primera piedra sobre la que se afirme nuestra gran doctrina» y el 28 de marzo de 1873 presentaba en el pleno municipal un escrito con el fin de reformar la instrucción primaria. Ramírez Brunet terminaba su propuesta con su deseo de «que la escuela se parezca a un pueblo microscópico de pequeños habitantes en donde se aprenda todo lo bueno que el hombre tiene necesidad de practicar y saber al tratar con sus semejantes en la vida de la sociedad».

Ya en este momento Vicente dirigía la escuela «libre» de niños del Círculo Republicano «Guillén Martínez»3, a quien el Ayuntamiento le cedió uno de los locales de la antigua escuela pública de Santiago (ahora denominada «La Razón) situada en la calle de las Escuelas (actual Obispo Urquinaona). Esta fue la primera escuela laica de la que se tiene constancia en España, y la Comisión de Instrucción decía estar al tanto «de los adelantos realizados» por dicha escuela de Ramírez Brunet.

Terminó la efímera experiencia de la Primera República, el frustrado Cantón de Cádiz, y con ello la primera escuela laica del Circulo «Guillén Martínez», que las nuevas autoridades monárquicas cerraron y cuyas llaves devolvió Vicente en enero de 1875.

En vista de la nueva situación política, con la Restauración borbónica consolidada y Cánovas del Castillo liderando un gobierno conservador, pero con el vivo deseo de continuar dirigiendo su propio colegio de niños, Ramírez Brunet se matriculó en la Escuela Normal de Maestros de Cádiz en septiembre de dicho año. En segundo año de Magisterio, y en pleno auge de la Masonería gaditana, como mecanismo de refugio y rechazo a la Restauración, Vicente se inició en la Logia «Pirámides 88» en enero de 1877 y adoptó el nombre simbólico de Pestalozzi.

A finales de 1877 Vicente Ramírez Brunet consiguió el título de Maestro e inmediatamente abrió su primera Escuela Elemental de niños en su casa de la calle San José n 46. Y al curso siguiente, se trasladó a una casa más grande en la Plaza de Viudas n 9 para abrir el ya denominado «Colegio Pestalozziano» de Cádiz, experiencia única en la enseñanza laica en el estado español. El Colegio estaba en la planta baja, y él y su madre Claudia ocupaban el primer piso.

En 1881 se matriculó de nuevo en la Escuela Normal para obtener ahora el título de Maestro Superior, cosa que consiguió, con lo que en el Colegio Pestalozziano también se pudieron preparar a los alumnos para el examen de ingreso en el Instituto Provincial de Bachillerato.

En 1883 falleció su madre Claudia Brunet y Vicente se quedó solo para atender a las tareas cotidianas de la escuela «laica y libre» que dirigía. Tenía 40 años y de esta época recordaba su amiga Amalia Carvia: «Cuando sus pequeños discípulos salían de la escuela, él cogía la escoba, barría, fregaba el suelo, hacía todo lo que aconsejaba la higiene para que su pobre establecimiento estuviese en buenas condiciones; él guisaba su comida, él lavaba su ropa y era de ver cómo aquel hombrachón, con su negra y espesa barba, hacía todos los menesteres de una criada por no poderla pagar…»4.

Y a pesar de ello no desatendía su preocupación social y su compromiso político. Así, a inicios de 1884 ayudó a fundar un nuevo Círculo Librepensador, junto a otros notables republicanos de Cádiz, y colaboró con el diario El Libre Pensamiento.

Antes de acabar el año 1884, con 41 años de edad, Vicente contrajo matrimonio con la maestra Rita Ángel Seguí, la hija mayor de su correligionario Isidoro Ángel Portela, que compartieron como concejales la Corporación municipal del primer ayuntamiento republicano y varios Círculos Librepensadores posteriormente.

Su trayectoria en la masonería no había decaído, y a finales del año 1885, Vicente Ramírez Brunet, director del Colegio Pestalozziano de Cádiz, casado y padre de una niña, Gloria, ocupó el máximo cargo en la Logia «Pirámides» de Cádiz, siendo elegido por sus hermanos como Venerable Maestro.

El Círculo Librepensador fue prohibido y el rey Alfonso XII falleció en noviembre de 1885. Con motivo de la Regencia de María Cristina de Hamburgo-Lorena fue decretado un indulto y Fermín Salvochea pudo regresar a Cádiz. Con su llegada también se reactivaron los círculos republicanos y en torno a su figura se fundó otro Círculo librepensador que se llamó «Guillen Martínez» como el que existió durante la Primera República, y cuyo presidente honorario fue Salvochea. A este nuevo Círculo también se incorporó Ramírez Brunet.

En el curso 1886-1887 la escuela pestalozziana acogió también a alumnado femenino, de cuya docencia se encargó su mujer Rita, siendo la primera maestra laica de Cádiz, de la que se tiene constancia documental. En la «Guía Rosetty» de Cádiz para los años 1887, 1888 y 1889, aparecía «Rita Ángel de Ramírez, Colegio de y 2ª Enseñanza de Niñas: Fernando García de Arboleya5 9, bajo».

Para comprender mejor la importancia y el prestigio del maestro Vicente Ramírez Brunet y su escuela laica, es preciso saber que en el Primer Congreso de Amigos de la Enseñanza laica, celebrado en Barcelona en septiembre de 1888, de las 17 escuelas laicas adheridas al mismo, donde la mayoría eran de Barcelona o Cataluña, solo una pertenecía a Andalucía, y era la de Cádiz. También el propio Ramírez Brunet se adhirió a título personal6.

En 1889, cuando ya era padre de dos hijas y de un hijo, Amado, y cuando dejó el cargo de Venerable Maestro de su logia, pasando a ser «Miembro Honorario», Ramírez Brunet abrumado por la situación económica y la persecución de su escuela por elementos neocatólicos, tuvo que trasladarse a un nuevo local más modesto en la calle del Marzal (actual Vea Murguía). Por el mismo motivo, cerraron la escuela de niñas y abrieron la de párvulos, siendo Rita la que se encargó ahora de los pequeños.

A partir de este momento, comenzará una especie de peregrinación por distintos domicilios de Cádiz, siempre huyendo de la penuria y de las difamaciones. Porque Vicente seguía siendo un activo republicano, y en enero de 1890, cuando se reunieron en Cádiz los republicanos seguidores de Manuel Ruiz Zorrilla para elegir el Comité local de «Coalición Republicana», no solo formó parte del mismo, sino que también fue elegido para formar parte de su Comité Provincial.

En un artículo aparecido en noviembre de 1891, solo se citaban a tres escuelas laicas en toda Andalucía, dos sostenidas por Logias masonas de Sevilla y de Jerez, y la escuela de Ramírez Brunet, única escuela laica de la ciudad de Cádiz, que en aquel momento tenía 160 alumnos que cursaban estudios de primera y de segunda enseñanza7.

En octubre de 1892 se celebró en Madrid un «Congreso Universal de Librepensadores» que tuvo lugar en el teatro Príncipe Alfonso. Entre las adhesiones más numerosas estaba el nuevo Círculo Librepensador de Cádiz, que presidía el periodista y diputado republicano José Marenco Gualter, al que le seguía la firma de Vicente Ramírez Brunet y de 200 personas más.

El domingo 28 de enero de 1893 el Círculo Republicano de Cádiz inauguró su nueva sede en la calle Bilbao (actual Nicaragua), y la sesión estuvo presidida por Ramírez Brunet, cargo que repetiría en cada una de las reuniones que tuvo lugar en los meses sucesivos hasta su prohibición gubernativa.

Todavía tenía Vicente fuerzas y ganas de seguir aumentando su currículum, y para ello se matriculó en el Instituto Provincial de Cádiz para terminar sus estudios de Bachillerato que había dejado inconclusos. En diciembre de 1894, con 51 años, recibió el Título del Grado de Bachiller, habiendo obtenido un Sobresaliente en cada uno de los dos exámenes del Grado.

Después de ver morir a su hija Victoria, primero, y a su hijito Amado después, y enterrarlos juntos en una ceremonia civil en el Cementerio de San José de Cádiz, Vicente no tardó en seguirlos. Una obstrucción intestinal se llevó a la tumba al primer maestro laico. Fue el 4 de agosto de 1899, y sus funerales constituyeron todo un acontecimiento social en Cádiz. Los diarios republicanos de Cádiz, La Lucha y El Pueblo, abrieron sus ediciones con la crónica de la defunción de Vicente Ramírez Brunet, y destacaban que más de 2.000 personas habían constituido el cortejo fúnebre por las calles de Cádiz, y que 800 «almas» acompañaron el féretro hasta el patio civil del Cementerio, entre las que se encontraban la «distinguida escritora librepensadora» Amalia Carvia, que leyó unos versos en memoria de su amigo. También escribió un largo panegírico sobre su figura en el que incluyó estas palabras:

¡Oh, qué vació tan profundo deja en Cádiz la muerte del apóstol del laicismo!

El sostenimiento de este Colegio [Pestalozziano] fue para su fundador una verdadera odisea. Mas, ¿qué importan los días sin pan, las noches sin descanso, las horas todas amargadas hasta por el vacío de la familia, si aquello que llena nuestro pensamiento y nuestra alma se puede mantener en pie?

Cuando se escuchan las cosas que Ramírez Brunet hizo para sostener su querido colegio, asoman lágrimas a los asombrados ojos y del corazón sale este grito: «un altar para este hombre».

Pocos, muy pocos serán los que ostentar puedan los timbres de gloria otorgados al admirable hombre de quienes todos dicen que jamás buscó las curvas de la vida. La recta, que trazole su elevado pensamiento, fue seguida por él hasta el postrer instante; ni los bruscos desengaños recibidos continuamente, ni la falta de apoyo entre sus congéneres, ni el rudo golpe del fanatismo sobre su bendita obra, quebrantó la pujanza de su espíritu ni aminorar pudo la grandeza de su fe.

¡Loor a su memoria amada!»8.

Fuente de la imagen: Grupo escultórico de Pestalozzi en Yverdon (Suiza). Fotografía de Roland Zumbuehl.

NOTA: Basado en el libro «Vicente Ramírez Brunet, el primer maestro laico», de Manuel Almisas Albéndiz, Editorial El Boletín-El Puerto (Cádiz), Mayo de 2019.

 

1«El Centenario de Pestalozzi y el Colegio Pestalozziano de Cádiz», en El Noticiero Gaditano, de 25 de noviembre de 1926.

2«Entre los concejales gaditanos de la anterior República, figura el precursor de la pedagogía científica en España», en El Noticiero Gaditano, de 25 de abril de 1931.

3Rafael Guillén Martínez, compañero de Salvochea en la insurrección republicana de la Sierra de Cádiz, que resultaría muerto en combate el 15 de octubre de 1869 en el término de Benaoján (Málaga).

4«El maestro laico», en El Pueblo (Valencia) del 22 de enero de 1933 y en La Voz de Menorca del 26 de enero del mismo año.

5Nombre antiguo de la actual Plaza Viudas.

6En Las Dominicales del Libre Pensamiento, de 7 de octubre de 1888.

7En Las Baleares (Palma de Mallorca) de 5 de noviembre de 1891.

8«Ramírez Brunet», en El Pueblo (Cádiz) de 11 de agosto de 1899.

 

 

Cazarabet conversa con Manuel Almisas:

image003.jpg-Manuel, amigo, esta vez qué es o qué fue lo que te llevó a acercarte al primer maestro laico, Vicente Ramírez…

-Nosotros, los que, como yo, nos consideramos personas conscientes que queremos transformar el mundo, muchas veces adolecemos de un desconcertante desconocimiento de la Historia, que en alguna ocasión me ha abochornado, lo confieso. Así lo he comprobado a través de los libros que he escrito en los últimos años. Y si la laguna es grande en lo relativo a la Segunda República, la revolución del 36-39, la lucha guerrillera a partir de 1939, etc., para qué te digo si nos referimos a la Primera República y al ambiente librepensador, republicano y laico de las primeras décadas de la Restauración borbónica.

Así me pasó con la biografía de Amalia Carvia Bernal donde descubrí las figuras de las maestras y maestros laicos, algo desconocido para mí hasta entonces. Del magisterio y de las maestras durante la Segunda República se ha escrito mucho e incluso se han hecho películas, pero ¿y de los maestros laicos? Gracias a la labor investigadora de los últimos años he aprendido mucho de personajes tan cercanos a Amalia Carvia como Vicente Ramírez Brunet, una figura contemporánea de Fermín Salvochea, no tan activo, mediático y radical en sus planteamientos, es cierto, pero igualmente de una gran entrega por la causa del pueblo.  Amalia fue amiga y admiradora de Vicente, del que dijo que había sido el primer maestro laico, y ese dato le otorgó un mayor valor a mis ojos. Así que en cuanto terminé la obra de Amalia Carvia, y en espera de su publicación, me dediqué a comprobar si ese dato era correcto y a ponerlo en valor.

-¿En aquellos años en los que la influencia de la Iglesia en todos los ámbitos era tan fuerte…qué significaba?

-Es imposible que hoy día sintamos y comprendamos el ambiente asfixiante (y delirante) que sufría la sociedad en aquellas décadas finales del siglo XIX. Sin llegar a los extremos de Cayetano Ripoll, el maestro valenciano que se convirtió en el último ajusticiado por herejía en julio de 1826, oponerse a los privilegios de la Iglesia católica, cuestionar su hegemonía en la vida social, y sobre todo, combatir y ofrecer una alternativa a su presencia en la enseñanza, implicaba una campaña de descrédito importante, de impedimentos y acosos laborales y una presión social muy difícil de soportar. Y no digamos en ciudades pequeñas o de provincias como Cádiz. Fíjate lo que otra paisana mía, la maestra laica María Marín contaba a principios de 1905: escribía que una «Reverendísima Madre de cierta orden religiosa» de San Fernando (Cádiz) había dicho que «La terrible María Marín, secretaria de Lucifer, venida a esta población con el solo propósito de aumentar la vecindad en las calderas de Luzbel, es una criminal en toda regla, y debieran sin más averiguaciones, desterrarla allá, a cualquier isla desierta, donde nadie la escuchase , ni la atendiese más que las fieras que allí habiten...». Las campañas de desprestigio, el vacío que hacían a su alrededor, y la miseria en la que vivían las maestras y los maestros laicos era inimaginable… Eso era constancia y fe en la causa librepensadora y laica. Para mí son totalmente dignos de admiración y de reconocimiento.

2006-Yverdon-Pestalozzi-Roland-Zumbuehl.jpg-Vicente Ramírez, ¿quién era como persona y ser humano?

-De Vicente Ramírez Brunet se sabe muy poco. No he podido saber si escribía artículos en la prensa ni si le gustaba difundir sus ideas y sus vivencias. Sí se conoce que era un asiduo participante en los Círculos librepensadores y republicanos de su época, y un maestro influyente y reputado en el Cádiz de finales de siglo XIX.                                                                                             

Su trayectoria política lo avalaba. El hecho de haber pertenecido al primer ayuntamiento republicano de Cádiz en 1873, en el que fue elegido alcalde el héroe de la insurrección federalista en 1869, Fermín Salvochea, le daba un prestigio indudable. También era de admirar su constancia y su fe en la necesaria y urgente educación del pueblo ya desde esos primeros meses, cuando se ocupó de la escuela laica del Círculo Republicano «Guillén Martínez» (compañero de armas de Salvochea en las sierras de Cádiz y Málaga, que murió en combate), hecho por el que ya puede considerarse como el primer maestro laico.

Yo me imagino a Vicente como una persona grandullona y un barbudo bonachón, cuyo único anhelo en la vida era alcanzar la República a través de la imprescindible enseñanza laica de los niños y niñas. Y cuidar a su anciana madre Claudia Brunet, claro, con la que convivió muchos años antes de que decidiera casarse a una edad ya avanzada.                                                                  

-A partir de ahí su dimensión corre como maestro, ¿no?

-Por supuesto, las escuelas laicas no podían funcionar si los maestros laicos que la dirigían no demostraban antes su férrea fe en los ideales y una inmensa capacidad de amor a la infancia, demostrando un ansia continua de saber y de progreso en lo personal y en lo profesional.  El futuro de una escuela laica estaba asegurado si los maestros y maestras eran personas entrañables y queridas por los niños y niñas, siendo referentes vitales para ellos.

Vicente no se conformó con sus conocimientos más que suficientes para impartir la docencia laica, sino que se propuso acabar la carrera de magisterio, terminar el bachillerato y convertirse posteriormente en un Maestro Superior para poder impartir clases de enseñanza secundaria.

La genuina experiencia del Colegio pestalozziano para niños que fundó en Cádiz solo puede deberse a un ser especial y único en su grado de conciencia y en su sensibilidad.   

-Su pensamiento laico iba más allá, trascendiendo más allá de las aulas, ¿verdad?

ramirezbrunet.jpg-Eso era así siempre. Los maestros laicos eran, ante todo, laicos, y después eran maestros. Los casinos republicanos o centros obreros que querían abrir una escuela laica, buscaban en primer lugar un correligionario de sobradas solvencia y firmeza, y después, si habían estudiado en la Normal  y se habían graduado como maestros o maestras, pues mejor. Eran maestros militantes, se podría decir, y solo por esa razón podían afrontar una vida llena de privaciones materiales, rayando a veces en la más absoluta miseria. Amalia Carvia recordaba en uno de sus escritos a un maestro barbudo y grandullón (que bien podría ser Brunet), que ante la absoluta falta de ingresos, después de una larga y agotadora jornada escolar, se tenía que dedicar él mismo a barrer, fregar el suelo y ordenar los humildes enseres para tener lista la escuela para el día siguiente...No podía pagarle un jornal a ninguna limpiadora, cuando él mismo se acostaba muchas noches sin cenar…

Además del laicismo en la enseñanza, en aquella época tenían una batalla entablada contra la Iglesia y las instituciones monárquicas para que los nacimientos, los matrimonios y las defunciones se pudieran realizar sin la participación de las parroquias y los curas. Los registros civiles y los cementerios civiles fueron una reivindicación que consiguieron solo a duras penas, y no de forma permanente. Vicente Ramírez Brunet, además de casarse por lo civil, tuvo la desgracia de visitar el patio civil del Cementerio de San José de Cádiz, al enterrar a dos hijitos pequeños, Victoria y Amado que fallecieron muy tempranamente víctimas de enfermedades, quizá evitables con mayores recursos económicos. Y finalmente, al año de fallecer Amado, su cuerpo ocupó la misma tumba donde yacían los restos de sus dos hijos. Su sepelio laico constituyó un gran acontecimiento social en Cádiz, pues su prestigio iba más allá de sus convicciones republicanas y librepensadoras.   

-Y, de paso a los artículos de Amalia Carvia.

-Debido a la total invisibilidad de la figura de Vicente Ramírez Brunet, únicamente disponía, para completar la parcial y fría historia de los archivos, la palabra cálida y emotiva de Amalia Carvia a través de sus artículos y discursos en los que habló de él y de su escuela pestalozziana de Cádiz. Puede parecer algo forzado, pero de verdad que nadie más ha escrito sobre Vicente y sobre su legado, y para mí era el complemento perfecto, además de ofrecer el testimonio de alguien, como Amalia,  que ejerció de maestra laica durante más de treinta años de su vida. 

Para comprender la memorable obra educativa de Vicente y para conocer un poco a Enrique Pestalozzi, el pedagogo que le inspiró y le convenció,  hay que leer a Amalia Carvia, quien, por cierto, también decidió aplicar las enseñanzas del genial pedagogo suizo, algo totalmente insólito,  en su escuelita de la calle Villena de Valencia.

Creo que ese apéndice con los artículos de Amalia Carvia sobre Brunet, sobre los maestros laicos, sobre Pestalozzi y sobre la escuela moderna de Ferrer i Guardia, con quien mantuvo correspondencia, es el complemento ideal a este pequeño librito sobre un tema tan grande y tan desconocido, que merece la pena divulgar y dar a conocer, por lo que agradezco vivamente al equipo de Cazarabet esta oportunidad que me brinda de difundir no solo este personaje, sino esta especial clase de personas hechos de otra pasta, los maestros laicos, que finalmente vieron reconocido su inapreciable labor y asumidos legalmente todos sus méritos en 1937, durante la Segunda República y en plena guerra, época tan poco propicia a la enseñanza...                                                                                                                             

 

 

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