Cazarabet conversa con... Manuel Almisas Albéndiz, autor de “¡Paso
a la mujer!. Biografía de Amalia Carvia” (Suroeste)
Manuel Almisas,
amigo de esta casa, escribe y nos acerca a la biografía de Amalia Carvia con un
libro que, como nos tiene acostumbrados va mucho más allá de la biografía de
Amalia Carvia… estudia, analiza y documenta el tiempo de esta mujer valiente
que marcó caminó y abrió no pocas brechas.
Activismo y dignidad son dos adjetivos
que acompañan tanto a la historia que desgranó Amalia como a su vida
personal…Todo llevado y conllevado desde la integridad y una proporción casi
perfecta…y decimos lo de casi por el perfeccionismo abocaría a la debacle
humana, seguramente Amalia lo sabía…
Almisas ha estado con nosotros en otros Conversas
con:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/anitacarrillo.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/danielortega.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/rendon.htm
Amalia Carvia:
http://www.todoslosnombres.org/content/biografias/amalia-carvia-bernal
Cazarabet conversa con Manuel Almisas
Albéndiz:
-Manuel,
amigo, te has especializado en escribir sobre mujeres que marcan paso dentro de
la historia y de manera muy, muy diferente ¿por qué?... ¿qué es lo que te ha
hecho acercarte a este mundo semienterrado y silenciado?.
¿Qué es lo que te llama la atención?
-Como ya
sabéis, mi labor más seria de divulgador histórico y escritor comenzó con un
hecho fortuito: mi traslado de domicilio a El Puerto (Cádiz) y mi participación
en los orígenes del Colectivo Social Portuense «Rosa Luxemburgo». Este
colectivo surgió al calor de querer confeccionar, con fines didácticos, un
recorrido histórico por la ciudad «visibilizando» a mujeres luchadoras, y así
es cómo encontramos la figura de Luisa Rendón Martell semienterrada en el
imaginario colectivo y sin contextualizarla como dirigente sindical de las
mujeres de El Puerto durante la República.
Y nuestro objetivo inmediato fue reivindicarla a través de varios
medios: placa conmemorativa en la antigua Casa del Pueblo, libro biográfico y
un documental; y los tres se cumplieron. Es decir, que el libro coral que
publicamos formaba parte de algo más ciudadano y reivindicativo, y no tanto literario. Mi sensibilidad
feminista me llevó a fijarme en otra figura semienterrada, Anita Carrillo, y
surgió el mismo compromiso, aunque solo se quedó en un libro y en la promesa
aún no cumplida de recordarla en una calle de su pueblo natal, Cortes de la
Frontera (Málaga). Pero es que Anita, como miliciana y capitana republicana me
llevó nuevamente a otra figura de mujer: buceando en el origen de las
milicianas en los primeros días de la guerra revolucionaria, me encontré en la
portada de El Pueblo (Valencia) del 18 de julio de 1936 un artículo de
Amalia Carvia rabiosamente sugerente y clarividente: «Reforcemos el
movimiento pacifista». ¿Quién era esta mujer? Ese fue el inicio…Así que puede decirse que
en el origen de esta historia estuvo el azar, unido a mi sensibilidad feminista
y a una especie de conexión difícil de adjetivar, pues Amalia Carvia también
estuvo en Cortes de la Frontera, donde su hermano fue médico del pueblo durante
varias décadas, y los escasos parientes lejanos que tiene Amalia son de allí.
Amalia y Anita tienen ese vínculo, increíble, ¿no? Y quizás se conocieron, pues Anita estuvo en
Cortes en esos primeros años republicanos y Amalia visitaba a su hermano cada
verano.
-Qué diferencias y diferenciantes hay entre el escribir o
acercarte a las vidas de mujeres que marcan paso en la historia respecto a los
hombres…
-Os recuerdo,
porque lo sabéis, que también he escrito
dos libros sobre el médico comunista Daniel Ortega Martínez, pero lo cierto y
verdad es que mi mirada, o mis «gafas», como se dice ahora, se ha teñido de
violeta y descubro con más facilidad mujeres olvidadas con toda una vida por
investigar y descubrir. Aunque mi última
investigación es sobre otro hombre, como ya comentaré, así que en realidad no
sigo ningún plan previamente fijado. Más bien solo atiendo a mi sensibilidad, a
mi humanidad y a mis ideales, sin más diferencias que las vidas ejemplares que
le tocaron vivir a fuerza de tesón, sacrificio y coherencia.
-¿Cómo y de qué manera te acercas a estos perfiles? ¿Por qué
Amalia Carvia?
-En parte ya he contestado a estos condicionantes previos. Solo
añadir que la figura de Amalia ha tenido un aspecto intrigante a la que una
mente investigadora como la mía no podía renunciar. ¿Cómo se sabía tan poco de una
persona como ella, que yo deducía tan importante? ¿Y cómo se confundían algunos aspectos de su vida o se renunciaba a
contextualizar su contribución a la Historia con mayúsculas? Y por supuesto, un
hecho facilitador indudable que influyó en el devenir de la investigación y en
adoptarla definitivamente como propia fue que Amalia era gaditana, como yo.
¿Algo de chovinismo? Puede ser, pues los gaditanos somos «muy de Cádiz». Pero
sobre todo porque los archivos que debía visitar para comenzar a descubrir la
historia de su vida estaban en Cádiz y eso facilitaba mucho mi labor.
-¿Quién ha sido Amalia Carvia para la historia? ¿Qué aportó y cómo
lo aportó?
- A tenor de lo
que la gente sabe de ella, Amalia no ha sido nadie para la historia, claro
está...Otra cosa es lo que fue para sus contemporáneos y el prestigio que
alcanzó, que es lo que quiero poner de manifiesto con su biografía. Quiero
recuperar a Amalia Carvia para la historia o Historia. Eso digo en mis charlas
en Cádiz y pueblos de Cádiz: «Amalia Carvia fue la mujer más importante del
Cádiz de fin de siglo XIX, y eso debe venir recogido en los libros de Historia
de la ciudad».
Amalia aportó ser una mujer activa, independiente, con criterio,
en un mundo de hombres, que gritó alto y fuerte que la mujer debía tener un
espacio en la sociedad como parte integrante de la misma y con mucho que decir
y que aportar. Ya se lo dijo bien clarito a los prohombres del Círculo del
Librepensamiento «Guillén Martínez», fundado por Fermín Salvochea
en Cádiz en 1887, cuando dio su primer discurso en dicho Círculo en el mes de
septiembre: ¿dónde están vuestras esposas, vuestras hermanas, hijas o madres si
creéis que aquí se transmiten mensajes de redención para la humanidad, de la
que la mujer es la mitad de la misma?
Siempre tiró de las orejas a los librepensadores y republicanos de su
época. ¡Menuda era Amalia! Teresa Mañé, la madre de
Federica Montseny, la llamó «la enérgica señorita
Amalia de Carvia»...
Resumiendo un poco, Amalia aportó que las mujeres podían y debían
«empoderarse», participando en la vida política y social junto a los hombres, y
poco después enseñó -y se empeñó en ello- que debían autoorganizarse
y luchar por el apoyo mutuo y por sus derechos, incluida la educación.
-¿Qué
pasos inquebrantables y diferentes anduvo con mayor determinación Amalia
Carvia?
-Amalia fue de las pocas mujeres de
finales de siglo XIX que se llamó feminista, y así seguía considerándose
todavía en agosto de 1931 en una carta de felicitación a «la querida compañera
de lucha» Clara Campoamor. Considero que sin lugar a dudas hay que considerarla
como una de las pioneras del feminismo y del sufragismo en el estado
español. Su feminismo pasó por diferentes
fases, desde uno inicial con un carácter librepensador y anticlerical, hasta un
postrero feminismo republicano, pasando por un feminismo pacifista muy propio
de la época guerrera que le tocó vivir.
Y por supuesto es de destacar su labor propagadora del laicismo desde el
nivel fundamental de la escuela, que siempre defendió y ejerció, llegando a
tener en Valencia un prestigio sin parangón como maestra laica. Es de destacar
sus amargos recuerdos de la terrible represión que sufrieron las escuelas
laicas tras el fusilamiento de Ferrer i Guardia en 1909. Amalia escribía que
tuvo que quemar su correspondencia con el fundador de la Escuela Moderna y todo
aquello que le pudiera comprometer, en unos días de terror esperando a ser
detenida.
-Dejó huella diferente y diferencial, marcando andares en los
diferentes escenarios en los que se vio en escena, empezando por Cádiz, ¿cómo
le fue allí?
-En Cádiz comenzó su aparición pública participando muy activamente
en el Círculo del Librepensamiento «Guillén Martínez» a principios de 1887, si
bien ya se adhirió a la figura de Rosario de Acuña en Las Dominicales del
Librepensamiento (Madrid) en 1885, comenzando a escribir en dicha revista y
defendiendo públicamente el «librepensamiento», siendo muy reconocida por
ello. Se desconoce qué fue de ella en
esos dos años, entre 1885 y 1887, pues la falta de información es asombrosa,
pero es más que probable que frecuentara algunos círculos republicanos y
librepensadores en esa etapa. Cuando
falleció el veterano revolucionario Ramón de Cala, socialista «fourierista» y republicano, natural de Jerez de la
Frontera, que frecuentó el Círculo «Guillén Martínez», Amalia escribió un
artículo donde recordaba un episodio con Ramón, a quien evidentemente conoció.
Amalia estaba en Jerez con Ramón y con un grupo de jornaleros jerezanos. Ramón
le pidió a Amalia que les hablara y ella así lo hizo. No dejó pista alguna
sobre el año en que tuvo lugar este hecho, pero estas líneas son valiosas
porque nos habla de sus relaciones y de su protagonismo. De forma paralela,
Amalia iniciará su andadura en la masonería gaditana, siendo iniciada en mayo
de 1887 en la Logia mixta «Regeneración», y alcanzado en pocos meses el grado
3, o «maestro masón» y ostentando el importante cargo de «orador adjunto».
Además, Amalia comenzó a escribir también en distintos diarios republicanos y
obreros de Cádiz, sin esconder su librepensamiento y anticlericalismo, por lo
que tuvo que «señalarse» y con seguridad ganarse las antipatías y enemistad de
los estamentos fanatizados de la ciudad. De hecho, perdió amistades, como ella
recogió en uno de sus artículos, y parece ser, según se escribió años después, que el ambiente enrarecido y hostil hacia su
persona le hizo abandonar la ciudad en dos ocasiones, primero en 1891 y
posteriormente en 1900, cuando definitivamente se afincó en Valencia. Además de lo dicho, téngase en
cuenta que Amalia fundó en 1895 la única Logia femenina de Cádiz, «Las Hijas de
la Regeneración», de la que fue su Venerable Maestra desde el primer momento y
hasta su disolución. Por este motivo entró a formar parte del Consejo
provincial de la Masonería gaditana, algo insólito en una mujer, y donde alcanzó
importantes cargos. Y cuando abandonó la masonería fundó en Cádiz la Asociación
Femenina «Concepción Arenal» y perteneció a la directiva de otro Círculo
Librepensador en 1896, siendo ella la que leyó el Discurso Inaugural, que se
publicó íntegramente en Las Dominicales del Librepensamiento. Si a todo
esto se le suma su viaje de proselitismo a Huelva, donde fundó otra Asociación
de mujeres, la «Unión Femenina» (1897), y a Sevilla, donde dijo en varias
ocasiones que también trabajó para organizar a las mujeres (pero de lo que no
he podido tener constancias documentales), y la fama entre los obreros por ser
redactora de La Conciencia Libre de Belén Sárraga, invitada a dar dos charlas a petición de los
mineros de Riotinto y Zafra, y de los obreros de
Sevilla, nos da una idea cabal de qué clase de mujer era Amalia Carvia en ese
final de siglo XIX en Cádiz.
-Después pasa a Valencia, ciudad muy dinámica en tiempos en cuanto
a muchas perspectivas, ¿qué es de Amalia allí?
-Los primeros
años de Amalia en Valencia son muy desconocidos. Sí se sabe que se incorporó al
movimiento de mujeres por la paz, que su hermana Ana había iniciado cuando se
celebró en 1899 la Conferencia de la Haya. Y que definitivamente se convertirá
en maestra laica; primero en la escuela de niñas de la Asociación General
Femenina, y dos años después, y hasta su jubilación, en una «escuelita» de
niñas instalada en su propia casa y con el retrato de Concepción Arenal, su
otro gran referente, presidiendo el
aula. De su vida personal apenas se sabe nada, pero sí se han recuperado
artículos suyos en varios medios, y destaca por encima de todo el hecho de que
vuelve a ser redactora de La Conciencia Libre en su segunda etapa de
Málaga a partir de 1905. Es un período prolífico y muy radical en su feminismo
y en lo social, coincidiendo con las noticias que llegaban de la revolución
rusa.
Posteriormente habrá que esperar a septiembre de 1915 en que su
hermana Ana, que firmará como Ana C. Bernal, en honor y recuerdo de su madre,
fundará en Valencia la primera «revista mensual feminista», Redención, y Amalia se convierta en redactora. Además,
fruto de la agitación feminista de la revista, se creó la Liga Española para
el Progreso de la Mujer, la primera organización feminista de ámbito
estatal que ha existido, y de la que las hermanas Carvia serán los referentes
indiscutibles: Ana será su Presidenta y Amalia su Secretaria durante los años
que existió dicha Liga hasta la dictadura de Primo de Rivera. Impulsando esta Liga, la vida de Amalia
entrará en un insólito periodo sufragista, jugando un papel de primer orden
junto a las primeras mujeres que pidieron el voto integral femenino en
España.
-Especialmente importantes fueron los días en los que se
respiraban esos aires de II República, teniendo en cuenta que Amalia vio surgir
y extinguirse a la I República…creo que eso hay que tenerlo en cuenta, ¿cómo le
influenciaba todo esto a ella?
-Puedes imaginártelo. Como ella recordaba en un artículo, Amalia
vivió en su infancia (tendría apenas 11 años) la llegada de la Primera
República de 1873, la «Niña», como recordaba que la llamaban los republicanos
que habían luchado en la Revolución Gloriosa de 1868 en Cádiz. Y también su
rápida desaparición...Pero este hecho hará que para Amalia no haya otro
objetivo en sus ideales redentores que lograr la proclamación de una nueva
República… Amalia fue y será siempre republicana, teniendo en la Igualdad, la
Fraternidad y la Libertad sus más firmes motivos por los que luchar, pero siempre
criticó a los distintos partidos republicanos, con sus luchas internas y sus
intereses de «bandería», como decía Amalia, tan ajenos a los verdaderos
intereses populares. Otras mujeres como Belén Sárraga
o Ángeles López de Ayala tomaron pronto partido por una u otra corriente del
republicanismo. Pero no así Amalia, que hasta poco después de la proclamación
de la Segunda República siguió manteniendo una independencia partidista nada
común en aquel entonces. Amalia recordará con admiración la forma en que murió
la almeriense Carmen de Burgos (Colombine) en octubre
de 1932 con un grito de «¡Viva la República!» entre
los estertores de la muerte. Así de firme, consideraba Amalia Carvia, debían
ser los principios republicanos y las mujeres y hombres que querían con toda su
alma las transformaciones sociales que, con seguridad, aunque con paciencia,
iba a traer la República.
-Republicana y de izquierdas,
mujer que quería y pensaba por ella misma… si ya es difícil, aún hoy…no quiero
ni pensar en aquellos años…
-A lo de
republicano y de izquierdas, debes añadir «y feminista», algo totalmente mal
visto en aquellas décadas, pero calificativo al que nunca renunció. E
«independiente», como ya he dicho, a pesar de que su líder político
indiscutible era el carismático Vicente Blasco Ibáñez, fundador del Partido de
Unión Republicana Autonomista (PURA) de Valencia. Creo que Amalia siempre nadó
a contracorriente: en un mundo de hombres; en un mundo partidista; en un mundo donde las ciudades periféricas
quedaban oscurecidas ante las grandes capitales Madrid o Barcelona, pero sobre
todo Madrid; y en un mundo donde las mujeres rebeldes y feministas no estaban
bien vistas. Y maestra laica, y soltera e independiente en lo personal...Pero
al final tuvo su recompensa. La llegada de la Segunda República y la
consecución del voto femenino por el que tanto había luchado, le dio la
oportunidad, dentro del PURA, de liderar las Agrupaciones Femeninas
Republicanas en Valencia y su definitivo reconocimiento. En Valencia recibió más de un homenaje, pero
el «acabose» fue la distinción que le otorgó el Gobierno con la entrega de la
insignia de Caballero de la Orden de la República. Fue en febrero de 1934 y
ninguna otra mujer recibió una distinción semejante ni ingresó en la citada
Orden. Es sintomático y muy emocionante que una mujer, maestra laica, y de
condición económica «pobrísima» se erigiera en esa figura tan relevante para el
republicanismo.
-No sé porqué, pero casi no pregunto nunca por las vinculaciones
masonas, ¿nos puedes hablar un poco?, por favor…--no sé si es pedirte mucho,
cómo se fue acercando y cómo se fue abriendo camino---
-No suelo
abordar mucho este tema por la enorme incomprensión y desconocimiento que existe
hoy día hacia ese movimiento socio-político de tanta trascendencia en aquellos
años de fin de siglo y primeras décadas del siglo XX. Que el franquismo
instituyera un Tribunal Especial para reprimir la Masonería y el Comunismo no
fue algo casual. Hoy no se puede entender, pero el republicanismo y el
socialismo de aquellas décadas (y en mucha menor medida el comunismo, pues lo
tenía prohibido normativamente) sería muy diferente
sin las logias masónicas. Y más claramente: la proclamación de la Segunda República
no se hubiese producido, casi con total seguridad, sin la enorme influencia de
la masonería.
Dicho esto, la masonería en nuestro estado español también tuvo
una gran importancia en la lucha por la emancipación de la mujer al ofrecerle
un espacio donde poder trabajar por sus derechos en pie de igualdad con el
hombre. El primer feminismo español está
claramente relacionado con la masonería. Amalia, como la propia Rosario de
Acuña y tantas otras librepensadoras correligionarias, sabía «que la
regeneración de la mujer se encuentra en la Masonería», como escribiría
ella misma.
Si bien es cierto que pocos años después Amalia comprobó que la
mujer no se acercaba a la logia en el número apropiado, señalando que éstas se
sentían inhibidas y cohibidas por ser un espacio mayoritariamente masculino
donde no se podían expresar y desarrollar con total libertad, y por ello
decidió fundar una Logia solo para mujeres. Fue en 1895 y se llamó «Hijas de la
Regeneración». Pero tampoco tuvo mucho recorrido. La verdad es que la idea de
Belén de Sárraga de organizar a las mujeres de forma
autónoma, y al margen de la masonería, acabó calando en Amalia y en Ana Carvia
que decidieron pasar página en sus vidas y cuando Amalia marchó a Valencia en
1900 ya se llevó la «plancha de quite» de su logia, es decir, su baja
definitiva de la masonería.
A pesar de esto, quiero dejar patente que Amalia nunca criticó ni
desprestigió a la masonería, hablando siempre con respeto de sus nobles ideales
y reconociendo que en su trayectoria y en su bagaje intelectual jugaron un
papel relevante, coadyuvando a su formación librepensadora, feminista y
republicana.
-¿Qué hay de ese “silencio” agudo y angosto que rodea la estancia
de Amalia ante la Dictadura de Primo de Rivera?
-La vida de
Amalia, sin descendientes directos de ningún tipo, solo la he podido
reconstruir a partir de sus propios recuerdos en artículos periodísticos, o por
noticias de prensa, principalmente en Redención y en El Pueblo,
durante su etapa valenciana. Por eso, al clausurarse Redención en junio
de 1922, sin saberse el motivo, y al entrar en la etapa represiva de la
Dictadura de Primo de Rivera, donde se cerraron tantos medios obreros y
republicanos, apenas se han recuperado datos de su vida. A este hecho también
contribuyó, por supuesto, su espíritu independiente, como ya he manifestado,
pues el diario republicano de Valencia, El Pueblo, siguió saliendo a la
calle a pesar de alguna prohibición puntual o de la censura, pero Amalia no era
vista con «simpatía»...
-Periodista, maestra racionalista, librepensadora, pacifista,
defensora de los DDHH, amante de la naturaleza… ¿cuál de esas facetas cultivó
con mayor pasión…?--no sé, porque le gustase más lo que hacía—y ¿cuál de ellas,
si no todas le nacía más como de su ideario?
-Sería
difícil y arriesgado señalarlo. Porque estamos
hablando de una mujer polifacética, muy activa e inquieta, y con una
trayectoria vital de varias décadas, en las que la situación política tuvo
grandes vaivenes. Creo que lo que la define por encima de todo es su vida plena
de maestra laica o racionalista, y, además, y no hay que perder de vista, seguidora del pedagogo suizo Pestalozzi. Ya
viviendo en Cádiz se declaró seguidor suyo y admiradora y amiga del primer
maestro laico de España, que fundó el Colegio Pestalozziano
de Cádiz, Vicente Ramírez Brunet. Amalia Carvia, que
tomó como nombre simbólico en la logia masona el de «Piedad», siguió
demostrando hasta el final de sus días que su principal preocupación era velar
por los más desfavorecidos, especialmente las niñas y niños -y más aún si eran
huérfanos-, y aborrecer de todas aquellas situaciones que los hicieran más
vulnerables, como las guerras. Esa misma sensibilidad la hizo ser una firme
defensora de los animales y las plantas ya desde niña cuando se fundó la
primera Sociedad Protectora en Cádiz en 1872, como ella misma recordaba. Bondadosa, sensible, humanitaria, entregada a
los demás...yo creo que lo que ella repetía de muchas personas, se le podría
atribuir a ella misma en las últimas décadas de su vida: una especie de «santa»
laica.
-Hoy en día, por ejercer o llevar a cabo algunas de estas facetas
se nos calificaría de “defensora de las causas perdidas”---si me permites un
calificativo, lamentable porque si algo tiene es que no son, para nada, causas
perdidas---…pregunto, entonces, ¿cómo eran vistas personas como nuestra Amalia
Carvia?
-Amalia, como
todas las personas posicionadas en esas firmes actitudes sociopolíticas, tuvo
de todo, tanto halagos y reconocimientos públicos por parte de sus «correligionarios»
y sus compañeras de lucha, como la crítica y el desprecio de los estamentos
monárquicos y católicos fanatizados. Recuerdo ahora el caso que apareció en la
prensa ultracatólica de Gerona en 1906, donde se
animaba a «todas las personas decentes de Gerona» a arrojar de sus casas «a
puntapiés o a escobazos» periódicos como el «impío y rabioso» La República.
¿Por qué? Porque, decían, se admitían artículos como el de «esa tía que
se firma Amalia Carvia, con ideas tan hipócritas, tan antirreligiosas y antisociales
como las que defiende esa infeliz profesora laica»; una mujer, seguían
diciendo, que se «vanagloriaba» de «ocupar las horas libres que le dejaba su
profesión de maestra laica en descatolizar al país y en hacer cruda y sostenida
guerra a todas las religiones positivas». Terminando por asegurar que una mujer
como Amalia, que pensaba de esa forma, era «una hembra capaz de
engendrar y amamantar tigres como Ravachol y Salvador (dos anarquistas
ejecutados a finales del siglo XIX).
Fuerte, ¿no? Ahí tienes la cara
y la cruz de lo que podían pensar de mujeres como ella las dos caras de la
moneda de la sociedad española en aquellas décadas.
-¿Crees que ante la llegada de la II República nuestra amiga se
llenó como de “renovada ilusión” ; aunque por otra parte y dado que había
vivido tanto me pregunto si no iba con mucha cautela…¿qué nos puedes decir?
- Cuando se
proclamó la Segunda República, Amalia Carvia estaba a punto de cumplir los 70
años de edad y este factor hay que tenerlo en cuenta. La ilusión fue tremenda,
y encima, el generoso reconocimiento y las muestras de afecto de los
republicanos y republicanas valencianos tuvieron que hacer mella en su coraza
de mujer independiente. A nadie le amarga un dulce, que se dice, y alguien como
ella que había luchado tanto, no podía ser indiferente a ese cariño tan sincero
que recibió a partir de finales de 1931.
Además, aunque «enérgica» y consecuente, Amalia era una mujer muy leal,
y si hasta el final de sus días se consideró hija espiritual de Fermín Salvochea, lo mismo
puede decirse de Blasco Ibáñez, a quien dedicó su último escrito en 1939. Y que
el partido fundado por su otro «apóstol laico», el PURA, le «tirara los tejos»
para impulsar las Agrupaciones Femeninas Republicanas, tuvo que ser motivo
suficiente para aceptar sin condiciones y sin cautelas de ningún tipo.
-¿Cómo vivió Amalia el estallido de la Guerra Civil? Y lo que más
nos importa: ¿cómo le fue en la contienda?, ¿qué papel jugó?
-No se puede
saber, pero es de suponer que para la bondadosa, humanitaria y pacifista Amalia
Carvia de 75 años, tuvo que ser algo de lo más lacerante y doloroso. Se había volcado en los meses previos en
recabar apoyo para la causa del pueblo abisinio masacrado por el fascismo de
Mussolini en la segunda guerra italo-etiope, y en
varias ocasiones condenó el militarismo del nazismo alemán. Y ya he recordado que el 18 de julio de 1936
se publicaba un artículo suyo donde llamaba a «reforzar el movimiento
pacifista», por lo que el mazazo tuvo que ser aturdidor. A pesar de ello, en plena guerra, siguió
escribiendo como colaboradora para El Pueblo (Valencia) dando su
peculiar visión de los acontecimientos, y ello tanto en el periodo en que el
periódico pasó a manos de la Unión Nacional Republicana, como cuando pasó a ser
dirigido por el Partido Sindicalista de Pestaña, demostrando la gran
ascendencia y prestigio que tenía la pluma de aquella anciana, que, a pesar de
todo, no se la consideraba «atada» a ningún partido determinado. Amalia era una
especie de «voz de la conciencia» del más puro espíritu republicano alejado de
las luchas, a veces intestinas, que se desarrollaron entre los distintos bandos
del Frente Popular. Para Amalia, el amor a la República debía estar por encima
de todo, y para ello había que ganar la guerra y derrotar al fascismo. Y ese
mismo mensaje fue el dominante en los estamentos gubernamentales cuando a
partir de 1938 la situación en los frentes (y en la retaguardia) empezó a ser
muy preocupante.
-No murió en el transcurso de la guerra, pero le tocó experimentar
el martirio de los “vencedores”, ya en el índice lo defines como “su cruel
martirio durante el franquismo”. ¿Qué nos puedes
comentar
Pues bien, el fascismo tomó nota
de todo ello, y en septiembre de 1939 no dudó en detenerla en su domicilio y
acusarla de ¡«rebelión militar»! por haber sido vicepresidenta del Comité
Valenciano de la Liga de los DDHH. Este largo proceso sumarial, en el que
Amalia estuvo en arresto domiciliario debido a su avanzada edad y a su delicado
estado de salud, fue sobreseído finalmente, pero también dio como resultado que
el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo la procesara
nuevamente en 1942, cuando hacía pocos meses que su hermana Ana había fallecido
y Amalia se quedaba sin familia. Otro largo proceso y nuevamente en arresto domiciliario,
con visitas semanales al juzgado, declaraciones continuas y una pesadilla de la
que Amalia daba fe en algunas declaraciones del Sumario y que provocan una
indignación indescriptible ante tanta saña en una anciana de más de 80 años con
un estado de salud cada vez más deteriorado y con una tristeza infinita. Hasta
1947 no terminó todo el «calvario» que le infringió el franquismo y poco
después fallecía en Valencia esta gaditana inmortal, ejemplo de mujer
coherente, valiente y comprometida con la causa del pueblo como ha habido
pocas.
-Amigo, ¿en qué andas metido en la actualidad; nos puedes dar
alguna pista?
-Bueno,
me repongo de la tristeza que me embarga hablar del final de la vida de Amalia
y te digo que actualmente estoy centrado con todas mis fuerzas en difundir la
figura de Amalia Carvia, dando charlas o conferencias allá donde me invitan,
incluidos institutos, y escribiendo artículos divulgativos. Pero también me he
volcado en colaborar con el Colectivo de jóvenes historiadores de Cádiz llamado
«Lumbre» para realizar en su ciudad natal un «Recorrido de Amalia Carvia» con
varias placas de azulejos que recuerdan los años de su vida que pasó en Cádiz.
Hasta ahora había una «Ruta de Salvochea» y hemos
creído conveniente hacer algo modestamente parecido con una mujer tan
influyente y de prestigio como Amalia. Por otra parte, y a eso te quieres
referir sin duda, en breve saldrá una nueva investigación sobre el primer
maestro laico de España, contemporáneo de Amalia Carvia, y del que ya tendréis
noticias… Es un hombre esta vez, para que no se diga, pero el laicismo en la
escuela y en la sociedad es un tema que siempre me ha preocupado mucho, y esa
figura literalmente me ha impactado, a la vez que nuevamente me indigna su
desconocimiento y abandono por parte de personas que se llaman demócratas y
progresistas. Me estoy refiriendo a Vicente Ramírez Brunet,
pero eso será otra historia...
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