MARIA-MARIN-LABRADOR.jpgCazarabet conversa con...   Manuel Almisas Albéndiz, autor de “María Marín Labrador. Librepensadora y primera periodista de Cádiz” (Suroeste)

 

 

 

 

 

 

 

 

Manuel Almisas se acerca a esta librepensadora que fue la primera periodista de Cádiz.

Le editan el libro Ediciones Suroeste.

Un poco de lo que va el libro…

Conocí a María Marín (Cádiz, 1870-Barcelona, 1929) en el transcurso de la investigación sobre el personaje de Amalia Carvia. Ambas coincidieron, primero como compañeras en la redacción de La Conciencia Libre (Málaga, 1905-1907), y posteriormente en Valencia (1909), ejerciendo las dos de maestras laicas y participando en El Pueblo en el debate que originó el célebre artículo del profesor Deleito Piñuela sobre «La mujer moderna».   Pero ya entonces intuí las diferencias que marcaban a ambas gaditanas: la una, Amalia, independiente a ultranza, feminista ante todo y evitando su ubicación en ninguna tendencia republicana hasta la llegada de la Segunda República; la otra, María, militante hasta la médula, llegaba a Valencia como republicana federal y se incorporó al recién constituido Partido de Unión Republicana Autonomista que dirigía Félix Azzati en esos primeros meses. Desde entonces me intrigó y subyugó la figura de esta «nueva» librepensadora y feminista gaditana...

El autor, Manuel ALmisas:

Manuel Almisas Albéndiz (Rota, 1958). Médico, profesor jubilado,  escritor e investigador histórico, este vecino de El Puerto ha participado como impulsor y coautor en la obra con la que se hizo un homenaje el 8 de marzo de 2016 a una luchadora portuense, «María Luisa Rendón Martell 1909-1981. Movimiento obrero y represión franquista en El Puerto de Santa María» de la Editorial El Boletín. Coguionista del documental sobre Luisa Rendón, «La Utopía Truncada», de Aitana Transmedia. Posteriormente, ha publicado en la misma editorial dos libros sobre Daniel Ortega, «Daniel Ortega Martínez, el médico comunista que revolucionó El Puerto» y «Cartas desde la cárcel (1939-1941)», obras fundamentales en el reconocimiento en 2018 de Daniel Ortega como Hijo Adoptivo de El Puerto. Es autor también de una biografía sobre la capitana republicana nacida en Cortes de la Frontera (Málaga), «Anita Carrillo», escribió un libro-homenaje popular a  la portuense Ito Maraver, «Ito, una mujer imprescindible», y ha descubierto la figura de «Vicente Ramírez Brunet, el primer maestro laico». La última obra, publicada por la editorial portuense «Suroeste», ha sido «¡Paso a la mujer! Biografía de Amalia Carvia», donde daba comienzo al estudio de las librepensadoras gaditanas injustamente olvidadas por la historia.

Sepamos un poco más de María Marín Labrador:

María Marín Labrador, hija de un carpintero de San Fernando, nació en Cádiz, en la calle Solano del antiguo barrio de la Libertad un día de verano de 1870.  Creció con los tristes recuerdos de dos hermanitos fallecidos a corta edad y de la muerte prematura de su padre Estanislao, debida a una tuberculosis pulmonar, cuando solo tenía 8 años de edad.  Estas duras vivencias marcaron su vida para siempre, y la miseria, la tuberculosis y el trabajo fueron sus fieles compañeros en su existencia de valiente mujer trabajadora.  Cuando en mayo de 1909 falleció Salvador Mulero, jornalero de Alcalá del Valle (Cádiz) preso en la cárcel de Valencia, escribía: «¡Hasta después, obrero amigo! Yo, obrera como tú, … no puedo más que dedicarte esta despedida, porque a mí, también como a ti, acaso la suerte me depara el hospital o la cárcel».  Siempre se definirá como obrera y trabajadora, como mujer que trabajaba para vivir o para malvivir, porque el periodismo de entonces, o las escuelas laicas donde ejerció de maestra, apenas daban para algo más que sobrevivir, aunque eso sí, insuflada por un enorme amor a sus ideales republicanos.                                                                        

En su feminismo siempre defendió la necesidad de la mujer de acceder a un trabajo remunerado que la alejara del matrimonio forzoso o de la prostitución y le diera una independencia económica, base de su emancipación social. Y así lo ejerció ella misma, trasladándose a la vecina San Fernando donde, con su pareja sentimental Salvador Fernández Terán, formó una familia, convirtiéndose en estigmatizada madre soltera en esa conservadora y atrasada sociedad de finales de siglo XIX.  De Salvador, veterano periodista de raza y director de varios diarios de San Fernando, aprendió el oficio, y de mujer sin estudios conocidos se convirtió en periodista y corresponsal de varios periódicos de Cádiz, San Fernando y Jerez, entre otras ciudades.

En el padrón de San Fernando de 1904 se recogía que María era «periodista y escritora», algo totalmente insólito en la Isla de León y en Cádiz. Era la primera vez que se mencionaba esa profesión para una mujer en nuestra tierra. Y no era una mujer cualquiera: madre soltera, humilde trabajadora, librepensadora, feminista y republicana. María Marín dio mucho, mucho que hablar en la época que le tocó vivir y este libro te cuenta su historia, la historia de la Colombine gaditana...

Almisas ha estado con nosotros en otros Conversas con:

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/anitacarrillo.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/danielortega.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/rendon.htm

 

 

 

Cazarabet conversa con Manuel Almisas:

mariamarinlabrador.jpg-Manuel, qué es lo que te hace, en esta ocasión, centrarte en la primera mujer periodista de Cádiz, María Marín Labrador?; ¿cómo y en qué momento llega ella a ti y qué hace que te decidas a “hacerle” tu particular chequeo?

-Una aclaración necesaria. Nunca fue mi intención investigar y conocer a la primera periodista de Cádiz. Eso fue el final de la historia: el compromiso con la editorial a la hora de ponerle un título a mi obra; un título que atrapara y enganchara más al ser una mujer tan completamente desconocida. Es verdad que con ese título se limitaba su figura, se la hacía más «localista», cuando en realidad a María Marín deberían homenajearla también en Valencia y en Barcelona con más motivos, si cabe, que en su tierra natal.

Por cierto, también era consciente de que ese título de «primera periodista de Cádiz» podía traer algunas comparaciones, siempre odiosas, porque da la casualidad (¿casualidad?) de que en nuestra tierra también se ha considerado la primera periodista de España a Beatriz Cienfuegos, la autora de La Pensadora Gaditana (1763-1764), aunque la investigación la haya desbancado a favor de la donostiarra Francisca de Aculadi, que dirigía y escribía su propio periódico el siglo anterior. Y también merecen esa distinción las precursoras feministas y socialistas utópicas de Cádiz, Margarita Pérez de Celis y María Josefa Zapata, que a mediados del siglo XIX dirigieron varios periódicos en la ciudad. Pero creía tener los argumentos necesarios para afirmar que María Marín era la primera periodista en el concepto moderno de la palabra, es decir, era su profesión y escribía para comer, siendo redactora y corresponsal de varios periódicos o semanarios.

Y contestando ya a tu pregunta, decirte brevemente que fue Amalia Carvia, mi anterior personaje, el que me puso en contacto con María cuando ambas compartieron la redacción de La Conciencia Libre en su segunda etapa en 1906, y cuando coincidieron en Valencia en 1909. Desde entonces ya fui recopilando datos de la nueva figura femenina de mi colección...

-Los librepensadores, en aquellos años, se “ponían muchos las pilas” escribiendo artículos y acercándose a la prensa…María, sigue esa especie de “hoja de ruta” porque lo hacían el resto de sus compañeros o compañeras o escoge ese camino porque, muy de veras, ya le tiraba el periodismo?

-María fue primero periodista y republicana, y en un proceso de crecimiento personal fue acercándose al librepensamiento. De hecho, ella puede considerarse como perteneciente a una «segunda ola de librepensadoras», comenzando esta faceta cuando contactó con Belén Sárraga en La Conciencia Libre de diciembre de 1905, y más aún cuando conoció a Ángeles López de Ayala en Barcelona y fue su mano derecha en la redacción de su revista El Gladiador del Libre Pensamiento, al menos desde 1914. Un detalle a considerar: Las Dominicales del Librepensamiento, la primera revista librepensadora importante y que marcó a toda una generación de mujeres, apareció en 1883, y ya Amalia Carvia, por ejemplo, comenzó a escribir en ese medio en 1885, junto a otras escritoras de la «primera ola», que yo les llamo.

Las librepensadoras de finales del siglo XIX y principios del XX escribían en sus propias revistas, Las Dominicales (Madrid) o La Luz del Porvenir (Barcelona), pero no en la prensa en general, principalmente republicana o más obrerista, por lo que el caso de María Marín es distinto, como ya he dicho, y eso le da una idiosincrasia particular.

periodista-gaditana-Maria-Marin-Labrador_1443766498_118167689_667x821.jpg-¿Qué concepción tiene ella del periodismo en aquella época?

-El periodismo de aquella época tiene una gran carga ideológica que no esconden sus directores. Eran órganos de partidos o tendencias políticas o religiosas, y así no es de extrañar que existieran diarios católicos, liberales, conservadores, republicanos de varios tipos, obreros, etc. Es verdad que también abundaban los diarios «independientes», lo cual no significaban que no tuvieran ideología, sino que no obedecían directrices de tal o cual aparato ideológico.

Por ejemplo, María Marín comenzó escribiendo con el seudónimo de «Maruja» en el órgano del partido republicano de San Fernando, El 25 de Marzo en el verano de 1904, pero por desavenencias con la línea editorial del partido, su pareja sentimental, y padre de su hijo, Salvador Fernández Terán fundó El Justiciero en octubre de ese año, cuya administración y redacción estaban situadas en el domicilio de ambos, y era un diario «independiente», aunque no ocultaban que esa «independencia» pasaba por catalogarse como «anticaciquil, antifrailuno y defensor de los obreros». Quedaba claro su tipo de independencia, ¿verdad? Esa claridad de principios no tiene nada que ver con la presunta virginidad angelical de los medios periodísticos actuales…

Como ya podrás suponer, su formación, su inspiración y su oficio de periodista le llegó por su relación con Salvador, veinticinco años mayor que ella, un veterano periodista y director de revistas en San Fernando, un periodista de «raza», de ideología republicana y un «gran filósofo», como escribiría ella más tarde, del que se enamoró profundamente, tuvo un hijo con él, se fue a vivir a San Fernando y bebió de sus mismas ideas y de su mismo oficio...

-¿Cómo es como “ser humana” María Marín Labrador?-¿cómo la definirías como persona?

-Ella se definía como iconoclasta, inconformista, que no seguía ninguna escuela ni tendencia, rebelde, bohemia, y sus amigos y conocidos cuando estaba ya en Valencia y Barcelona, la consideraban una persona muy cercana, extrovertida y divertida, de la que era muy fácil ser su amiga. De hecho, puede parecer un tópico, pero creo que para ellos sería algo así como el ejemplo típico de la mujer andaluza, lo que unido a su capacidad intelectual, sus cualidades literarias y a su tenacidad en la afirmación de sus principios le hacían poseer una personalidad arrolladora. Fueron varios homenajes los que le hicieron en vida para recaudar fondos debido a la penosa enfermedad que le obligó a guardar cama largas temporadas de su vida. Su padre falleció de tuberculosis (era carpintero), otro hermano murió joven también de tuberculosis, y ella padeció esa terrible enfermedad hasta el fin de sus días.

Lo siento, pero me sale esta comparación. Así como Amalia Carvia tenía genes gallegos por parte de su padre y de sus abuelos paternos, y su carácter, y el de su hermana aún más, era reservado y serio, María Marín era andaluza de Cádiz por los cuatro costados (padre, madre y abuelos maternos y paternos de San Fernando y de Bornos), y ese salero se llevaría quizá en la sangre... ¿no? Jajajajá...

-Recorre diferentes lugares de Cádiz a Barcelona, pasando por Sevilla y Valencia…en cada lugar vive como una aventura en torno a los periódicos y su actividad en ellos?

-Sí, María Marín también abandonó el ambiente asfixiante del Cádiz neocatólico y ultraconservador de aquellos años, tras la crisis del 98, y especialmente para ella, una mujer rebelde, madre soltera, una periodista republicana y redactora de la anticlerical La Conciencia Libre, y para colmo, se había casado en 1906 con un nuevo amor, y transcurrido un año ya se había separó de él y se fue a vivir de nuevo a Cádiz con su hijo. María siguió el camino del «exilio interior» de Amalia Carvia, y siete años después de ella también se fue de Cádiz, y como ella comenzó a trabajar de maestra laica.

Así que María abandonó Cádiz y su trabajo en los periódicos de Cádiz y Jerez, y su primera parada y fonda fue Sevilla, donde comenzó a ejercer de maestra en la escuela laica de niñas del partido republicano, y colaboró con La Libertad, órgano del republicanismo sevillano. Ya estando en Sevilla, renegó de Nicolás Salmerón y su Unión Republicana, y se acercó al Partido Republicano Federal de su paisano Eduardo Benot, comenzando su colaboración periódica en El Federal, que se editaba en Valencia. Creo que este debe ser el motivo de su marcha a Valencia. Allí volverá a ejercer de maestra laica y se convertirá en redactora (la primera redactora con un sueldo en ese famoso medio) del diario El Pueblo, fundado por Blasco Ibáñez y dirigido entonces por su sucesor Félix Azzati, que era el órgano del Partido de Unión Republicana Autonomista de Valencia. Su protagonismo en ese diario es impresionante en esos años de 1909 a 1911, aproximadamente, siendo más prolífica incluso que otros colaboradores masculinos de gran renombre, pues publicaba con su nombre y con el seudónimo de «Miryam». En una breve reseña biográfica posterior aparecida en 1932, ya fallecida, se decía que había sido la «protegida» periodística de Blasco Ibáñez, pero en realidad ambos no se conocieron y sí lo fue, no me cabe la menor duda, de Félix Azzati, que casualmente también había nacido en Cádiz.

Es verdad que María Marín fue maestra laica muchos años de su vida, también en Barcelona, pero fue más periodista que maestra, pues es fue la profesión con la que se dio a conocer en la vida pública y política de su época y la profesión que no abandonó nunca, publicando artículos hasta poco antes de morir.

Placa-sufragista-Amalia-Carvia-Hercules_1426967877_114964627_667x375.jpg-Veo que procedes, como en tus anteriores libros, de la misma manera: empiezas cronológicamente y vas recorriendo el andar de María Marín desde Cádiz y su infancia, yéndola acompañando hasta sus últimos días en Barcelona… ¿es la manera en la que tú crees que te desenvuelves mejor para estos trabajos tan minuciosos?; ¿eres consciente que te estás convirtiendo en un biógrafo de mujeres librepensadoras?

-Bueno, respecto a la última pregunta, no puedo opinar lo contrario porque la misma realidad me llamaría mentiroso, pero yo añadiría mejor y acotaría de forma más precisa: «mujeres librepensadoras gaditanas». Esa es mi humilde aportación.

En relación con la forma de escribir sobre la vida de Amalia y de María ni me he planteado que pudiera utilizar otro medio que el biográfico desde el nacimiento hasta su defunción. Seguro que a alguien más creativo y con más mimbres literarios que yo, se le hubiera ocurrido hacerlo de otra forma, menos lineal, pero en realidad no he querido hacer literatura, sino mostrar una investigación vital para que otras personas puedan utilizarlo como referencia para trabajos de síntesis o artísticos. Por otra parte, también he tenido que luchar contra mi deseo de que no fuera un libro tan voluminoso que lo hiciera inaccesible, y así soy consciente de que muchos datos históricos que contextualice mejor la vida y obra de estos personajes femeninos tan ricos y complejos, ha quedado algo incompleto, pero es que ¡la Restauración Borbónica es tan desconocida, y a la vez tan interesante y necesaria para conocer la famosa Segunda República…!

-La educación en estas mujeres siempre es como un punto de inflexión, ¿no?

-Claro. Estamos en una fase del feminismo de finales del siglo XIX en el que el objetivo que se marcaban era aumentar la educación de las mujeres, que consiguieran entrar en los institutos y en las universidades, y que la razón y la verdad científica sustentara toda la enseñanza, alejados de todo fanatismo religioso. La educación de las niñas estaba en manos de las monjas, y había que conquistar ese espacio para que entrara la luz en las conciencias femeninas. Ente otros objetivos, claro, pero ese era muy básico. Por este motivo se extendieron las escuelas laicas de niña y ellas, las feministas librepensadoras, fueron todas ellas maestras laicas: Ángeles López de Ayala, Belén Sárraga, Amalia y Ana Carvia, etc. Como es de sobras conocido, la figura y obra de Concepción Arenal, especialmente su trabajo «La mujer del porvenir» (Madrid, 1884), marcó un antes y un después en este feminismo que continuaría Rosario de Acuña, la primera librepensadora.

-Amigo, en esta ocasión en el que te acercas a la primera periodista de Cádiz, María Marín Labrador, cómo te ha ido esa documentación e investigación… Hay algún punto en el que esas investigaciones y procesos de documentación te den como un poco más de guerra…

-Investigar esos primeros años del siglo XX es complicado especialmente en el apartado de las hemerotecas. Casi toda la información hay que recogerlas de los periódicos, y no siempre están digitalizados, por lo que es preciso acudir a las hemeroteca Municipales o Provinciales en busca de revistas y periódicos que no tuvieron una gran tirada, y que, encima, por ser de tendencia republicana u obrerista, desparecieron en gran medida a partir de julio de 1936. Además, en el caso de María Marín, por ser tan prolífica y escribir en diarios de tantas ciudades, he tenido que hacer un cribado de muchísimas hemerotecas, visitando presencialmente varias de ellas, o pidiendo reprografías a otras muchas, con la consiguiente espera de semanas. Algunas colecciones de periódicos, por lo mismo, no están completas siempre, y a veces faltan ejemplares que suponía podía ser de gran interés por pertenecer a momentos importantes de su vida.

Por ejemplo, y me ha entristecido mucho, no he conseguido el primer ejemplar (y creo que único) del diario que dirigió María Marín: El Progreso Femenino, que se publicó en Cádiz en enero de 1907. Existió porque la prensa de la época lo recogió y en las redacciones de los periódicos de Cádiz y Jerez se recibió ese primer número, pero no han quedado ejemplares para la posteridad, que yo sepa. Después de los «Pensiles» de Margarita Pérez de Celis es la siguiente y última publicación feminista de Cádiz hasta la llegada de la democracia. Tiene su importancia.

-Como redactora de La Conciencia Libre, todavía en su etapa en Cádiz se forja mucho como periodista y en las formas y maneras de seguir las noticias, pero también en cómo captar a las plumas; ver lo que hay detrás de las entrevistas…

-La Conciencia Libre fue una revista revolucionaria para su época. Dirigida por un mujer, y con mujeres redactoras, consiguió llegar a ámbitos sociales muy distintos, y no solo era recibida con agrado en los ambientes feministas, republicanos o masones, sino también entre los obreros, principalmente de Andalucía. Su aureola se ensanchó con las numerosas suspensiones y prohibiciones de los gobernadores civiles de Barcelona, Valencia, Alicante, o allí donde tuvo que editar Belén sucesivamente para evitar la censura. Ya en su primera época Amalia Carvia fue testigo del enorme prestigio que consiguió por el hecho de escribir en él desde 1896. En Huelva, los mineros de Riotinto, al conocer que estaba en la ciudad en casa de una amiga, fueron a visitarla para que diera una conferencia o mitin, y lo mismo ocurrió en Sevilla a los pocos días. La Conciencia Libre, sin ser un semanario obrero, se leía con interés en los tajos, en los cortijos y en las minas andaluzas. Y lo mismo pasó con María Marín en su segunda época en diciembre de 1905. Ella denunciará la persecución y campaña de desprestigio que sufrió en San Fernando por ser colaboradora de la revista. Esto escribía en mayo de 1906: «Porque sí, señores, aquí en San Fernando se le llama criminal a una mujer por el solo delito de exponer y escribir sus ideas de progreso en La Conciencia libre, condenada publicación, como la llaman ellos, periódico pecaminoso, órgano de los demonios del infierno, especie de trompeta del Juicio Final, fundado con la sola intención de llenar las cárceles y presidios. Todo esto y aún más, que sería bochornoso repetir, se permiten decir los santos y santas varonas y varones de las congregaciones religiosas de este benditísimo, purísimo y santísimo San Fernando. Sin ir mas lejos, una Reverendísima Madre de cierta orden religiosa de San Fernando ha ido diciendo y llegado a mis oídos: «La terrible María Marín, secretaria de Lucifer, venida a esta población con el solo propósito de aumentar la vecindad en las calderas de Luzbel, es una criminal en toda regla, y debieran, sin más averiguaciones, desterrarla allá, a cualquier isla desierta, donde nadie la escuchase ni la atendiese más que las fieras que allí habitasen...».

-¿Cuándo y de qué manera María Marín se va haciendo una “periodista feminista”?

-María Marín se llamó a sí misma «feminista» en muy contadas ocasiones, pero lo era, no me cabe la menor duda. ¿Que por encima de todo no era feminista? No, claro que no: ella era por encima de todo, Republicana. Y solo al final de su vida fundó en Barcelona una Agrupación Republicana Femenina, desencantada ya del partido republicano radical de Lerroux, del que fue miembro activo durante unos años en su estancia catalana.

Pero así ocurre también hoy día. Muchas personas son feministas sin decirlo que lo son, e incluso sin saber que lo son. Defienden la emancipación de las mujeres, luchan por la igual de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, aborrecen de la semiesclavitud en la que cotidianamente viven a veces muchas mujeres, ¿y eso es feminismo? Ah, pues no lo sabía…

En el primer artículo que he recuperado de María Marín en San Fernando, la ciudad en la que vivía con su pareja Salvador, y que firmaba como «Maruja», como ya he dicho, escribía cosas como estas, al criticar la hipocresía de aquellos que predican falsamente la moral y la virtud, «dirigiendo insultos e improperios» a las prostitutas que quieren purificar, a «esas desgraciadas criaturas que careciendo de hogar, de familia, de alimentos, de ilustración, de cuanto, en fin, puede elevar a la mujer a salir del estado de hembras, se dedican o las dedican a satisfacer a esos mismos que luego las envían a las cárceles o a los hospitales». Y proseguía: «¡Dadles pan, señores justicieros y moralizadores! Dadles educación...no hace falta al que no ha comido un sermón ni una doctrina, no; le hace falta un buen puchero».

Por supuesto, después consiguió que en los diarios donde publicaba aparecieran secciones fijas llamadas «Páginas femeninas» o «Crónicas femeninas», al estilo de Colombine (Carmen de Burgos), y donde entre contenidos destinados a asegurarse su sustento diario escribiendo sobre moda o curiosidades «femeniles», fue desgranando un discurso claramente feminista que tuvo que impactar con seguridad en las lectoras de esos diarios republicanos, a las que se dirigía.

-Luego de periodista tiene lugar su devenir como “oradora”…era una mujer de carácter que nunca se dejaba amilanar, ¿verdad?, porque “el arte de saber hablar en público” siempre ha sido para no pocas personas una “piedra en el zapato”, pero me da—por lo que voy leyendo---que no lo era para ella…

-Este aspecto de la vida de María tiene un apartado propio en el libro porque, además de constituir una novedad vital me pareció gracioso, a la vez que revelador, sobre su personalidad y su carácter. En primer lugar, decir que en el tiempo que estuvo en San Fernando jamás he encontrado ninguna referencia a que participara en mítines, charlas o debates. Ni en la época de su convivencia con Salvador, ni después con su marido Diego de Lamas.

Pero fue marchar a Cádiz en enero de 1907, ya separada de su marido, y comenzar a encadenar varios actos públicos seguidos. Es verdad que coincidió con una movilización popular para conseguir del Gobierno que se aprobaran las obras de ampliación del Puerto de Cádiz, que daría trabajo a una población ya de por sí con altos índices de paro, y donde la participación de las mujeres podía servir de ayuda, pero creo que pudo influir su renacida independencia en lo personal y el sentirse alejada de la sociedad opresiva de la isla de San Fernando. Y también, creo yo, por la confianza que le dieron en Cádiz los elementos republicanos que la valoraban y la respetaban, y mucho.

Debieron insistirle una y otra vez para que participara en los actos, como ella reconoció, y el motivo de esta reticencia era que ella pensaba en ese tiempo que la «tribuna» no estaba hecha para las mujeres, y que «perorar» de forma pública dirigiéndose a un auditorio solo estaba reservado a los hombres. Pero eso era una excusa, pues en cuanto participó en el primer mitin ya no pudo parar, aunque, eso sí, en todos los actos recordaba que ella no era partidaria de «perorar desde una tribuna», ¡cualquiera lo diría! María Marín era muy graciosa, ya lo he dicho…

Por cierto, antes de pasar a la siguiente pregunta. De su estancia en Sevilla quiero destacar su participación en el acto fúnebre por el fallecimiento de Fermín Salvochea en septiembre de 1907. No solo participó por ser gaditana y haber tratado a Fermín, sino por el prestigio de mujer imprescindible que ya pesaba sobre ella en los círculos republicanos, incluidos los federales, de una capital tan importante como Sevilla.

-La última etapa de su vida se da, como bien dices, en Barcelona…¿cómo le va allí y qué acontecimientos vive?

-Esta entrevista se está haciendo muy larga y necesitamos abreviar un poco. En Barcelona es donde estuvo el periodo más dilatado de su vida, política y militante, se entiende. Fueron un total de 18 años aproximadamente, y por desgracia no hay demasiados datos sobre su vida, para la cantidad de acontecimientos que vivió. También es verdad que hay constancia de numerosos episodios de grave enfermedad en los que desaparecía de la vida pública sin dejar rastro.

De Barcelona quiero destacar el protagonismo que tuvo, tan desconocido, en la famosa «revuelta de las mujeres», «de las dones», durante el mes de enero de 1918 ante el grave problema de encarecimiento de las subsistencias, en el inicio del conocido como «trienio bolchevique». A ese capítulo le tengo un especial cariño porque he conseguido dibujar un panorama más completo que el que existía hasta el momento en la bibliografía, y donde remarco el papel dirigente, aunque «en la sombra», de nuestra María Marín. La entrevista que le hacen en La Publicidad, con fotografía incluida, y donde la denominan «iniciadora del movimiento» y «organizadora del movimiento femenino de Barcelona» es muy divertida y nos proporciona una buena imagen de la María Marín, ya madura de 48 años de edad, enferma, pero con una vitalidad y chispa envidiable.

-¿Cómo ha sido la colaboración, como prologuista de Luz Sanfeliu de la Universitat de València?

-A Luz Sanfeliu, como bien dice en su gentil prólogo, la conocí en el transcurso de mi investigación sobre Amalia Carvia. Ella la había mencionado y seguido su trayectoria en una parte de su vida en Valencia, antes y después de la proclamación de la Segunda República, y era preceptivo iniciar una relación epistolar en torno a su figura. Y así fue. Luz ha seguido con interés y cariño toda mi obra investigadora, y era más que apropiado que escribiera el prólogo a este segundo libro sobre otra mujer que ella conocía por su paso igualmente por la capital valenciana. Lástima que su atiborrada agenda de actividades académicas en la Universidad de Valencia le haya impedido colaborar en mayor grado con mi humilde persona. Pero vaya por escrito, a través de este medio que me proporcionas, lo enormemente agradecido que me siento por su permanente estímulo, apoyo y ánimo desde tierras valencianas, a estas biografías de dos gaditanas, Amalia y María, que revolucionaron Valencia, cada una a su estilo y en épocas diferentes.

 

 

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