X-978-84-17892-31-9-Dios-no.jpgCazarabet conversa con...   Daniel Arasa, autor de “Dios no pide el currículum” (Ideas y Libros)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dios no pide el currículum, el último libro del periodista Daniel Arasa.

El nuevo y muy, muy diferente libro de Daniel Arasa.

Como “reza” el propio subtítulo del libro: son “Testimonios y reflexiones espirituales de un periodista”.

El libro cuenta con el prólogo del rector de la Universidad Abat Oliba CEU, Rafael Rodríguez-Ponga y está escrito en castellano.

Este libro digamos que rompe y mucho con nuestra línea de lecturas y aproximaciones a libros desde el Conversa con..., pero como Arasa es un amigo de la casa, pues nos lo ponemos como un reto...a ver cómo se nos da conversar sobre las reflexiones espirituales de un periodista...

El libro se lo edita, Ideas y Libros Ediciones, una editorial de Madrid.

En el libro nos encontraremos:

Introducción

 

1ª Parte. Experiencias de la vida cotidiana

1.      El mundo no se entiende al olvidar el pecado original

2.      Descubrir el sentido de la vida

3.      “¡No me arrepiento de nada!”, ¡qué horror!

4.      Cultura para servir, no para lucir

5.      Indignarse, ¡sí!, pero sobre todo contra uno mismo

6.      Para ser feliz hay que meterse en líos

7.      ¿Visitar iglesias? ¡Sobre todo el sagrario!

8.      La respuesta al dolor está en el ¿para qué?, no en el ¿por qué?

9.      Comunistas sí, gauche divine no

10.  El ridículo “bautismo laico” y el clericalismo

11.  Millonarios, ricos, pobres…, ¡dar hasta que duela!

12.  Formarse es, sobre todo, adquirir virtudes

13.  El deber, entre el amor y el “cumplo y miento”

14.  Mejor hacer hoteles que tener cárceles o ruinas, pero…

15.  La verdad es ademocrática

16.  La revolución de la verdad culmina en Cristo

17.  ¿Sobrevivirá Polonia al hedonismo?

18.  La borrachera del éxito conlleva resaca

19.  Aprender a perder peso…, y no en la báscula

20.  Morir con las botas puestas y exprimido como un limón

 

2ª Parte. Oración continua, sacrificio sin hiel

21.  Encararse con Dios en la oración

22.  La ternura, el camino de la Virgen

23.  El católico no solo ama la vida, sino que la disfruta

24.  Morosos e insolventes ante Dios

25.  Amasar una fortuna con la calderilla de la pequeña mortificación

26.  Dios no pide éxitos, sino fidelidad

27.  Fe demasiado corta

 

3ª Parte. Santidad y apostolado

28.  A Dios no le entusiasman las evidencias

29.  Ser santo ni siquiera implica saber mucha doctrina

30.  No confundir santidad con perfección

31.  Los santos son los grandes revolucionarios

32.  Santidad por lo civil

33.  Ser apóstol no exige estudiados métodos ni grandes medios

34.  Nadie tiene lo que no da

 

4ª Parte. Católicos en la vida pública y en la Iglesia

35.  Somos culpables de la descristianización

36.  Taparnos la boca

37.  Ausencia de los cristianos en la vida pública

38.  ¿Católicos muy aplaudidos? ¡Huele mal!

39.  Implicarse en una inmensa labor social

40.  Engullidos en lo social o la trampa de la ONG calladita

41.  Catolicismos de agua destilada o de competir con Hollywood

42.  Navegar en la barca de la Iglesia nunca ha sido un crucero turístico

43.  El papa siempre es el papa

 

5ª Parte. ¿Religión o espiritualidad?

44.  Una espiritualidad que no compromete

45.  John Lennon nos da gato por liebre en Imagine

46.  ¿Son iguales todas las religiones?

 

6ª Parte. La muerte es un punto y aparte… con ladillo

47.  La muerte nunca coge desprevenido al sabio

48.  Dios no es un cazador

49.  Ligero de equipaje

50.  Funerales religiosos y laicos

51.  Nadie se acordará de nosotras cuando hayamos muerto

52.  Cementerios: entre la humildad y la ostentación

 

7ª Parte. Cielo, Infierno, Purgatorio, ¡existen!

53.  Intentos fallidos de permanencia en la tierra

54.  Cuesta entender el Infierno, pero es real

55.  El Cielo…, ¡por fin cumplidos todos los anhelos!

56.  En el Cielo no hay almejas

57.  Espías y mascotas

58.  Nadie va al Infierno por un mal cuarto de hora


 

En el libro, tal como explica Rodríguez-Ponga, se tratan   temas tan trascendentales como “la Gracia de Dios”, el amor hacia los demás seres, se sumerge, también, en la cuestión de la felicidad y también en el dolor—y no en el por qué del mismo, sino más bien en el para quién ; también en cómo se ha de actuar ante las injusticias o antes las conductas y/o aptitudes de otros...

El libro habla, también, de cómo ganarse “la santidad” desde el día a día..desde las relaciones familiares al día  adía...Claro, también se abordan temas como la muerte, el infierno, cristianos en la vida pública, el cielo, la importancia de la vida dentro de uno/a mismo, el amor al papa en cualquier circunstancia...tampoco se está se mirar y analizar por ejemplo canciones como Imagine de John Lennon a la que califica  como “dar gato por liebre”... también se acerca  a las ONG que, tal como entiendo yo desde la introducción, no evangelizan y que, a menudo, están financiadas por entidades anticristianas; .tiene y muestra sus dudas ante las espiritualidades que prescinden de Dios, pero que, a menudo, están financiadas por “entes” anticlericales...

Las introducciones de los libros, siempre, nos ayudan a encaminar más y de mejor manera las lecturas como esta tan introspectiva y “muy espiritual” del propio Arasa, periodista, escritor y humanista...

La introducción, desde la pluma del propio Arasa, vale mucho la pena, así que la compartimos casi en toda su totalidad... sabemos que a Daniel Arasa, de talante siempre generoso, no le sabría mal, va desde aquí: “Llegar al final de la vida “con la mochila llena” es el objetivo que se plantean muchas personas generosas que conozco o con quienes conviví. Haber hecho muchas cosas buenas, positivas. Una gran parte eran o son personas de alto nivel intelectual, cultural o económico, y algunas ocuparon puestos relevantes en la sociedad. Unos no eran creyentes y entendían que habrían contribuido a construir una sociedad mejor, o a impulsar la aplicación de unos principios en los que creían. Más de uno quería que su recuerdo permaneciera. Otros eran creyentes y estaban convencidos de que, al dejar este mundo, llevarían ante Dios la mochila repleta de buenas obras como prenda y garantía de premio: haberse ganado el Cielo por méritos propios.

Yo mismo he tenido la pretensión de ir al otro barrio con la mochila “muy llena” y, sin llegar a formularlo de una manera muy explícita, pensar alcanzar el Cielo con base en una densísima agenda y un alto y persistente nivel de esfuerzo a lo largo de muchos años.

En los últimos tiempos, sin embargo, con la oración, una mayor maduración en la fe y, también, con la experiencia humana acumulada con el paso de los años, he ido viendo que el camino no era el adecuado. He comprendido que todo es un don, que la salvación no se consigue a base de puños ni es resultado de nuestro esfuerzo. Aquella concepción era bienintencionada y las aportaciones realizadas son positivas, pero su raíz era pelagiana, dejaba de lado la gracia. Incluso me he dado cuenta de que en ocasiones hacemos cosas “por” Cristo, pero “sin” Cristo.

Cuestiono hoy también la propia orientación del esfuerzo realizado. Me impresionó y fue una gran lección conocer el epitafio de la tumba de un obispo anglicano en la abadía de Westminster, en Londres:

Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar solo mi país. Pero con el tiempo me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y —quién sabe— tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.

Este mismo pensamiento, aunque fuera con distintas palabras, lo he oído a diversas personas, una de ellas el sacerdote que presidió mi boda, mosén Ignasi Segarra.

He comprendido también que, sin renunciar a una actividad intensa, lo fundamental es dejar obrar a Dios en nosotros. Un hombre tan activo como San Vicente de Paúl decía que, cara a Dios, debíamos ser más pasivos que activos. Y San Josemaría recordaba siempre la prioridad de la oración y de la mortificación sobre la acción.

El periodista Álex Rosal publicaba en Religión en Libertad el Viernes Santo de 2021 el artículo titulado “Ganar el Cielo (más bien robarlo) con las manos vacías” en el que ponía en evidencia hasta qué punto todo es gracia. Lo hacía a partir del primer santo canonizado, el buen ladrón, Dimas, a quien el propio Cristo dijo en la cruz que aquel mismo día estaría con él en el Paraíso. Para Rosal, tal hecho “es un escándalo, pero también una esperanza. A mí, que más bien soy frágil, pobre y pecador, saber que el primer santo de la Iglesia no deslumbraba por sus virtudes naturales, ni por ser modélico, ni por tener nada bueno que ofrecer a Dios en su muerte, me tranquiliza. Tengo posibilidades de seguir su estela…”.

Entender que todo es un don conduce a dar gracias. Es este un libro de acción de gracias a Dios. He podido detectar que él me ha ido llevando de la mano a lo largo de la vida, aunque no me diera cuenta de ello en cada momento.

Más que palabras propias, para concretar el agradecimiento me sirven las estrofas de la canción Eso que tú me das, de Pau Donés, cantante del grupo Jarabe de Palo, que falleció el 10 de junio de 2020, dos años después de habérsele diagnosticado un cáncer. La editó y cantó durante el confinamiento de la pandemia del Covid 19, pocas semanas antes de fallecer. Lo expresa mejor de lo que yo lo haría.

 

Eso que tú me das
es mucho más de lo que pido.
Todo lo que me das
es lo que ahora necesito.

Eso que tú me das
no creo lo tenga merecido.
Todo lo que me das,
te estaré siempre agradecido.

Así que gracias por estar,
por tu amistad y tu compañía,
eres lo mejor que me ha dado la vida.

Por todo lo que recibí,
estar aquí vale la pena.
Gracias a ti seguí
remando contra la marea.

Con todo lo que recibí,
ahora sé que no estoy solo,
ahora te tengo a ti,
amigo mío, mi tesoro.

Así que gracias por estar,
por tu amistad y tu compañía,
eres lo mejor que me ha dado la vida.

Todo te lo voy a dar,
tu calidad, por tu alegría.
Me ayudaste a remontar,
a superarme día a día.

Todo te lo voy a dar,
fuiste mi mejor medicina.
Todo te lo daré,
sea lo que sea, lo que pidas.

Y eso que tú me das
es mucho más,
es mucho más
de lo que nunca te he pedido.

Todo lo que me das
es mucho más,
es mucho más
de lo que nunca he merecido.

Eso que tú me das.
Eso que tú me das.

Es como el testamento del cantante, y ha impactado a millones de personas, entre las que me incluyo. Es una impresionante y vivencial muestra de agradecimiento hacia su hija y sus amigos. Donés se declaraba no creyente, e incluso en fechas lejanas había expresado un rechazo hacia la religión, con la cual parece que no tuvo muy buena relación en algún periodo de su vida, pero la canción es perfectamente adaptable a la vida espiritual, como una oda a los dones inmerecidos. Me ha servido para hacer oración, como sé que ha ocurrido a otros. También para sincerarme conmigo mismo y, un poco, para poner más corazón al escribir este libro.

En este libro abordo muchas cosas: cómo un católico que es periodista —no un filósofo o un teólogo—, sin pretensión de ser maestro, ha observado desde una óptica espiritual muchos asuntos de la vida, de la muerte y de la eternidad, procurando que el lenguaje utilizado fuera asequible a muchos, cristianos o no. He pedido al Espíritu Santo que me iluminara, y que lo explicado pudiera ser útil y sirviera para acercarse a Dios a las personas que lo leyeran.

El agradecimiento y las expresiones de amor ocupan el primer lugar, y creo que se deduce que la vida espiritual no es entendida como una suma de reglas y prohibiciones, y ni siquiera se considera lo más importante el premio o el castigo.

Como se anunció antes, es un libro con un fuerte contenido autocrítico. Un reconocimiento de que, en algunos aspectos, se ha fracasado. Pero esto no lleva a la amargura, sino a descubrir que, en realidad, ha salido mejor de lo que se esperaba, aunque por vías distintas de las previstas por uno… y con menor protagonismo personal. Uno se da cuenta de que ir subiendo hacia a Dios es como viajar en globo: hay que pesar poco".

Lo que nos explica el libro, la sinopsis:

Para elevarse hacia el Cielo, ir hacia Dios, hay que actuar como si se viajara en globo: pesar poco, estar desprendido de las cosas y de uno mismo. Esta es una de las ideas del libro “Dios no pide el currículum”, de Daniel Arasa, un canto al amor de Dios y a la vida. A partir de vivencias, inspiraciones y pensamientos expuestos sin pretensión de aparecer como maestro sino con el deseo de que sean útiles a otros, el autor hace un repaso en profundidad con visión espiritual a multitud de aspectos de la vida cotidiana, no entendiendo aquella como un conjunto de reglas y prohibiciones, y ni siquiera considerar que lo más importante sea el premio o el castigo, sino el amor. Lo señala el subtítulo “Testimonios y reflexiones espirituales de un periodista”. Personas que leyeron el manuscrito manifestaron que el lector se encontrará ante un libro de teología profunda redactado en un lenguaje periodístico y cuyo contenido brota más de las experiencias de la vida ordinaria que de la especulación. Uno lo calificó de “una revolución” en la forma de explicar muchos aspectos del cristianismo, y un anciano sacerdote ha dicho: “Ojalá nosotros hubiéramos tenido a mano algo tan asequible para los fieles”. El libro tiene unidad, pero cada capítulo puede ser entendido independientemente sin seguir el orden. La primera parte surge de la observación de la vida cotidiana, desarrollando aspectos como “aprender a perder peso y no en la báscula”; evidencia el despropósito de quienes manifiestan hasta en los medios de comunicación que no se arrepienten de nada de cuanto han hecho en su vida; el tener claro el sentido de la existencia; el valor del dolor acerca del cuál no hay que preguntar el “por qué” sino el “para qué”; el desear morir exprimido como un limón tras haber dado todo en bien de los demás; el autoanalizarse e indignarse contra sí mismo antes de hacerlo con los otros; se afirma que formarse de verdad consiste más en adquirir virtudes que en saber muchas cosas; etc. Recuerda que no hay que confundir santidad con perfección, sentencia que los santos son los grandes revolucionarios y, que, además, no son personajes raros, porque se puede alcanzar la santidad “por lo civil”, en medio de la calle, a través de la vida ordinaria y participando en las instituciones y los quehaceres humanos. Basta con que la mirada interna se dirija al Cielo. Muestra el valor de la oración como sustrato sustancial de toda vida interior y apostolado, afirmando, además, que ser apóstol no exige estudiados métodos ni disponer de grandes medios, sino que brota con espontaneidad en todo cristiano que vive su fe. Otros apartados hacen referencia a la secularización de la sociedad y la ausencia de los cristianos de la vida pública. Mete el dedo en la llaga en el capítulo “Católicos muy aplaudidos? ¡Huele mal!”, recordando que Cristo fue signo de contradicción, y lo mismo les ocurre a quienes siguen sus pasos y no hay cristianismo sin cruz. Pone sobre la mesa el peligro de que, por adaptarse al mundo, se aboque a un catolicismo “de agua destilada”, por ser incoloro, inodoro e insípido, así como la probabilidad de que se caiga en una espiritualidad que no compromete. En el libro se aplaude y se hace un explícito reconocimiento a la ingente labor social de la Iglesia, alertando a la vez de que una acción tan positiva puede hacer caer inconscientemente en la trampa de convertirla en una gran ONG en la que casi se olvida la evangelización. Y, además, llevarla a que permanezca callada ante aberraciones, porque a menudo depende del soporte público. A través del capítulo “El Papa siempre es el Papa” el autor expresa el amor al Santo Padre y sale al paso de los cristianos que juzgan solo humanamente al Romano Pontífice y critican sus actuaciones. Ve muy legítimo que un católico pueda preferir un Papa a otro, pero sin dejar de estar siempre junto al Papa reinante. Frente a lo que ocurre en una sociedad superficial e infantilizada, señala que la realidad de la muerte no se debe esconder. “La muerte nunca pilla desprevenido al sabio”, escribe el autor parafraseando a Jean de la Fontaine. Recuerda la importancia de llegar “ligero de equipaje” al final de la vida, desprendido de muchas cosas, y, a la vez, conocedor de que Dios es un padre amoroso y no un cazador a la espera de su presa. Alude también al Cielo, el Infierno y el Purgatorio. Siguiendo a Cristo y con Él la doctrina de la Iglesia, se recuerda que el Infierno existe, aunque resulte difícil de entender para la pobre inteligencia humana, pero el autor añade que nadie va a parar allí “por un mal cuarto de hora”. No falta una reflexión en torno a la vertiente final de la vida. Descarta que uno alcanzará el Cielo por méritos propios, por llevar consigo una mochila llena de buenas obras. Aunque estas sean positivas e incluso inspiradas por Dios, lo central es haberle dejado obrar en cada uno de nosotros. Por ello es un libro de acción de gracias. En consecuencia, el texto contiene una elevada dosis de autocrítica, porque el autor  reconoce que en no pocos aspectos ha equivocado el objetivo, e incluso en algunos ha fracasado. El rector de la Universitat Abat Oliba-CEU, Rafael Rodríguez Ponga, escribió el prólogo en el que, entre otras cosas, dice: “En cierto modo, estamos ante un libro de autoayuda para conseguir la felicidad, porque reflexiona ampliamente sobre cómo conseguirla: ‘Para ser feliz hay que meterse en líos […]. Solo llega a través de hacer felices a los demás, lo cual obliga a implicarse de una u otra manera en acciones a su favor. Por tanto, en tener líos. […] Tampoco radica la felicidad en evitar las dificultades, sino en encontrar el sentido. […] ¿De dónde entonces viene la felicidad? De Dios”. Al final, todo acaba como había empezado. Con la primera palabra del título”.“’Meterse en líos’, ‘tener líos’. Todo un programa para desarrollar una amplia actividad que nos lleve a la felicidad. Todo un consejo para personas comprometidas”.

El autor, Daniel Arasa: (Tortosa, 1944) ha publicado más de veinte libros, en su mayoría  de investigación histórica sobre la Guerra Civil Española, los maquis y la participación de catalanes y españoles en la Segunda Guerra Mundial. Entre los más recientes, Maquis, espías y héroes y varios relacionados con la tensión religiosa en la Guerra Civil (Entre la Cruz y la República y Católicos del bando rojo) y la religión en la actualidad (Drets humans i religió a Catalunya y Cristianos entre la persecución y el mobbing).

Es doctor en Humanidades y Ciencias Sociales. Ha sido profesor de Periodismo en las universidades Pompeu Fabra y Abat Oliba CEU a lo largo de dieciséis años y ha ejercido como periodista en diversos medios durante más de cuarenta. De ellos, trabajó durante veintiséis como redactor jefe de la agencia Europa Press de Cataluña. En la actualidad, colabora en La Vanguardia, Barcelona Televisió, COPE, Ràdio Estel, Forum Libertas y L’Ebre.

Casado y padre de siete hijos, ha fundado diversas organizaciones familiares, sociales y culturales. Es presidente de la Plataforma per la Família Catalunya-ONU 2014 y del Grup d’Entitats Catalanes de la Família, y dirige CinemaNet.

Daniel Arasa es periodista y doctor en Humanidades y Ciencias Sociales. Ha sido profesor de Periodismo en las Universidades Pompeu Fabra y AbatOliba.  Es autor de numerosos libros en castellano y catalán relacionados con la Guerra Civil española, la participación de catalanes y españoles en la Segunda Guerra Mundial, los maquis o el franquismo, entre ellos Años 40: los maquis y el PCE; La invasión de los maquis; Els catalans de Churchill; Los españoles de Churchill; Los españoles de Stalin; 50 històries catalanes de la Segona Guerra Mundial; La guerra secreta del Pirineu; Los españoles en la Guerra del Pacífico; Exiliados y enfrentados. El exilio español en Inglaterra (1936-1945); Maquis, espías y héroes; Por la gracia de Franco;  Entre la cruz y la república o Católicos del bando rojo.

 

Nosotros ya hemos conversado con Daniel Arasa:

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/100consellsdeguerra.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/hemingway.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ebroenllamas.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/jesusenguerra.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/arasa.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/partesguerra.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/repressiotortosa.htm

 


Cazarabet conversa con Daniel Arasa:

2021101516133315192.jpg-Daniel, siempre suelo empezar preguntando lo mismo…. ¿qué es lo que te llevó a escribir ese libro, que dista tanto de las anteriores incursiones tuyas en el mundo de la investigación histórica?

-A escribir este libro me llevó el deseo de transmitir en primer lugar a mis hijos y nietos, y luego a las demás personas, mis experiencias y vivencias profundas, con el deseo de que sirvan para su vida, y de modo especial que les ayude a analizar el sentido de la vida y acercarse a Dios.

-Por cierto, tienes que tener una rigurosidad en el trabajo muy importante porque eres muy prolífico y me da que meticuloso y riguroso. Háblanos, por favor, de la metodología tuya en este trabajo, que habrá variado bastante respecto a los otros, porque no es el mismo tipo de libro.

-Cierto, es un cambio importante. Hasta no hace mucho, la mayoría de mis libros eran sobre investigación histórica relacionada con la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Dicho de una forma simplificada: resultado de pasar muchísimas horas removiendo documentos de archivos.

“Dios no pide el currículum” es un libro distinto, más íntimo. Aquellos eran libros dirigidos a dar a conocer unos acontecimientos. Éste pretende orientarles en su vida. He partido de tomar anotaciones de cosas que he visto, reflexiones, comentarios… Y sacarlos de mi interior para “darlos” a otros.

Podría decir que en aquellos libros de historia procuraba la imparcialidad más absoluta en el sentido de aportar datos sobre unos hechos y que el lector los analizara y sacara conclusiones. Sin pretender influirles. En este actual adopto una posición en sentido de procurar que quienes lo lean mejoren en su vida, amando a Dios.

-Amigo Arasa, sabes que soy atea aunque de tradición católica como el noventa y pico de los habitantes de este país. Esta conversación puede ser un reto tanto para mí como para ti.

-Estimada Susana. Efectivamente, es un reto para los dos. Respeto a todas las personas sea cual fuere su forma de pensar, pero es bueno que todos nos planteamos las grandes cuestiones de la existencia ¿quién soy?, ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? ¿hay algo tras la muerte? ¿tiene sentido el dolor?

Porque nos puede ocurrir que vayamos por la vida como sonámbulos, sin saber adónde vamos.

Un diálogo sincero en estos asuntos debe estar lejos de la idea de confrontación, a ver si “gano” al otro. Debe estar lleno de cariño y respeto.

-¿Partes de la base de que todos tenemos vida interior, y que muchas reflexiones son de talante espiritual?

-Pienso que en un momento u otro de la vida, y posiblemente en muchas ocasiones, toda persona se plantea cuestiones de fondo, de base espiritual.

No significa que una persona haya de estar siempre pensando en ello. A través de las situaciones y circunstancias de la vida uno se hace estos planteamientos. O quizás se los sugiere otra persona, o un libro, una película, un fracaso, etc. Es muy bueno hacerse aquellas preguntas de vez en cuando.

Esta ansia de infinito es una muestra de la grandeza del ser humano, que no se conforma con lo material, porque no le llena. Tampoco los éxitos resuelven nuestras aspiraciones de fondo. Ni el dinero, ni siquiera las buenas relaciones con otras personas, ni los cambios políticos aunque sean los favorables a las propias ideas. En el fondo del ser humano hay un ansia de felicidad que no se lo dan las cosas.

Sin-título-1.jpg-Vale pues, vamos allá. La vida común del día a día como católico, creyente y practicante ¿te ha llevado a reflexionar constantemente desde lo espiritual. ¿Ha sido una práctica diaria?

-Mi práctica es diaria, misa, oración, otros rezos. Parto precisamente de pretender llevar una vida cristiana intensa. No un ir tirando, sino incluso la búsqueda de la santidad, desde la vida ordinaria. Hablo en el libro de la santidad “por lo civil”. La de una persona que tiene su familia, su trabajo, sus amigos, sus relaciones sociales, sus ideas en el campo político o económico, etc. y que con todo ello y a través de ello quiere amar a Dios y servir a los demás.

Los católicos vamos al templo, pero nuestra actividad principal está en la calle, en la familia, en el centro de trabajo, como los demás ciudadanos.

-¿También como periodista? ¿Cómo?

-Sin duda. Creo que un periodista puede ser un buen cristiano. Lo primero que deberá tener es amor a la verdad. Al hacer información, explicar lo que realmente ha ocurrido, lo que él o ella han percibido que ha ocurrido, no lo que le hubiera gustado que ocurriera.

Lo que hubiéramos deseado que ocurriera lo hemos de dejar para las páginas de opinión, no las de información. Hemos de cuidar mucho de que nuestra ideología, la que sea, no nos oscurezca los ojos y dejemos de ver la realidad.

Por ello hemos de procurar profundizar en los hechos, con audacia y espíritu abierto, sabiendo que no todo vale.

Otros aspectos para vivir como periodista honesto y como cristiano: respetar a las personas. Detrás de cada noticia hay personas. A veces, detrás de informaciones que nos parecen irrelevantes herimos o causamos daño a personas

-Un periodista ve pasar el día a día desde diversas dimensiones, ni mejores ni peores, simplemente distintas. Tu currículum como periodista me contaste, obedece más bien a perfil de agencia. Se dan las noticias con los cinco interrogantes y ya está, ¿no es así?

-Si, he dedicado más de 26 años al trabajo en agencia de prensa. Ello implica el centrarse en la información, y en buscar la máxima imparcialidad en darla. Aquello de responder a las preguntas qué, quien, donde, cuando, cómo, por qué, sin dar interpretaciones propias. Por ello tengo muy claro la separación entre información y opinión. Esto es la base imprescindible del periodismo bien hecho.

En épocas más recientes, y en la actualidad, soy columnista en diversos medios. Aquí sí, opino y valoro.

-De cara a este nuevo libro, ¿qué tipo de reflexiones llevas a cabo y cómo las guardabas? ¿Llevabas un cuaderno de notas o las comentabas con otros?

-El proceso que ha llevado a este libro tiene un inicio claro. Empezó el día 11 de agosto de 2011, día de Santa Clara. Unos días antes, el 31 de julio, había nacido una nieta mía, a la que pusieron el nombre de Clara. Aquel día me dije: “Voy a escribir un libro a mis nietos” y, provisionalmente lo titulé “Cartes a Martí i Clara”, que eran los dos nietos que tenía en aquel momento. Ahora tengo siete.

A partir de entonces empecé a anotar ideas o reflexiones que me surgían, ya fuera al conocer o ser protagonista de un hecho, o en una conversación, leer un libro, ver una película, escuchar una meditación, recorrer un campo. Siempre llevaba papel y bolígrafo encima y anotaba lo que fuera, lo que se me ocurría, a veces en la calle o yendo en el Metro. Incluso en mi mesita de noche había siempre papel y bolígrafo, y si por la noche se me ocurría una idea escribía una breve anotación para que no se me olvidara al día siguiente.

Luego iba pasándolo al ordenador, como borrador, pero un poco más completo. Así reuní a lo largo de diez años cientos de folios de notas, con ideas de muy diversos tipos y ámbitos.

Tampoco pude dedicarme con anterioridad a escribir aquel libro a los nietos, porque como tú sabes, en estos años he publicado bastantes otros libros, la mayoría de investigación histórica.

Pero finalmente hace unos cuantos meses publiqué un libro para mis nietos, en catalán en este caso, titulado “Un avi i set supernets” (Un abuelo y siete supernietos). Ha sido un libro limitado a la esfera familiar, no lo hemos difundido fuera, porque son diálogos en parte reales y en parte ficticios con mis nietos y hay muchas cosas de las historias de la propia familia, de los abuelos y bisabuelos, que entiendo no tienen ningún interés para otras personas. Pero el centro del libro es, junto a enseñarles muchas cosas de la vida y mostrar mi cariño hacia ellos, hacerles entender el sentido de la vida, en un lenguaje apropiado para su edad.

Otro libro que sale de todos aquellos apuntes es éste que publico ahora, “Dios no pide el currículum”. Son reflexiones espirituales. Y éste si se difunde en las librerías. Quien quiera lo puede adquirir. Pienso que puede hacerle bien, ayudarle en su vida, serle, como dice el prologuista, el rector de la Universidad Abat Oliba CEU, un libro de verdadera autoayuda. Para reflexionar y para actuar más en favor de los demás.

Ya te apunto que, con el tiempo, dentro de un año o más, a partir de aquellos apuntes aún saldrá algún otro libro sobre aspectos distintos.

38877070-fd0d-42e5-bf7a-a0d23d3f1ca1.jpg-¿Reflexionar con maneras espirituales lleva a compartir, como haces con este libro?

-Efectivamente. Los filósofos, y los buenos psicólogos, dicen que el bien es expansivo. Si uno cree que tiene algo bueno tiende a difundirlo. Y yo estoy convencido de que lo espiritual es muy bueno.

-Para tí ¿qué significa ser creyente y tener que vértelas desde la actualidad con el periodismo? ¿Cómo fue la complicidad entre estas dos facetas?

-Te resumiría lo que para mí significa ser creyente: que me ha tocado la lotería. En el sentido de que tener felicidad con una gran riqueza interior. Todo gracias a Dios, no a mérito personal. Por mi parte lo único hecho es estar abierto a Él.

No ha habido nunca conflicto entre el trabajo periodístico y la fe. Muy al contrario. La fe es una luz que permite profundizar en los acontecimientos, porque da a conocer también mejor al ser humano en su integridad.

-¿Te has visto envuelto en contradicciones que hayan afectado a tus creencias?

-En absoluto. Al contrario, las han reafirmado. Porque incluso los déficits enormes de las personas, y de personas que deberían dar ejemplo, me muestra más lo importante de seguir a Cristo.

Voy a poner un ejemplo reciente. Uno de los aspectos más dramáticos de los últimos años en la Iglesia ha sido la difusión de muchos casos de pederastia de clérigos. Aunque en bastantes ocasiones se han exagerado las cifras, sí ha ocurrido. Es lamentable, pésimo, desgraciado, bochornoso, indigno. Pero fíjate que quienes así han actuado no lo han hecho siguiendo la doctrina de Cristo, sino precisamente lo contrario. Debían haber sido ejemplares y no lo han sido.

Esto tan negativo, que quizás hace que algunos se separen de la Iglesia, refuerza mi fe. Si una religión en la que un número significativo de sus miembros, de sus pastores, son unos chorizos, se sigue manteniendo en el mundo dos mil años después a pesar de barbaridades, es que tiene la ayuda de Dios, porque de lo contrario se hubiera deshecho como un azucarillo, hubiese pasado como pasan los imperios u otras creencias e ideologías.

-¿Por qué en el libro das caña a algunas ONGs? No todo tiene que pasar por la evangelización.

-Amo mucho en su conjunto a las ONGs y valoro la actuación de la mayoría de ellas. Yo mismo he creado organizaciones de este tipo y colaboro con otras. Muchas hacen una gran labor.

Lo que sí tengo claro es que algunas personas de las que trabajan en ONGs no vibran por ellas y por sus objetivos, y lo tienen puramente como cualquier otro trabajo para ganarse la vida. No es ningún acto injusto, pero lo bueno es que en las ONG los que allí trabajan vibren y pongan ilusión para el bien de las personas que atienden.

Y en referencia a la evangelización te voy a poner otro ejemplo. Si a tu casa acuden unas personas muy necesitadas, una ayuda muy buena será darles comida. Pero si además puedes ayudarles u orientarles en la formación de sus hijos, o en que vayan a colegios, ¿verdad que esta ayuda no material es un plus muy positivo? Lo mismo en referencia a la fe. Ayudamos en lo material a los pobres, a los inmigrantes…, y está muy bien, pero si además estamos convencidos de que tenemos un gran tesoro que es la fe, si podemos ayudarles a que la tengan también, ¡mucho mejor! Eso sí, nunca forzando ni imponiendo.

daniel-arasa-644x362-1.jpg-Hablas de la financiación de las ONGs, pero ahí está el oro de la Iglesia y lo que se podría hacer con él.

-Hacer referencia hoy al oro de la Iglesia no tiene sentido. Al contrario, es de una pobreza como ni se lo puede imaginar mucha gente. Los sacerdotes, por ejemplo, viven en poco menos que en la miseria, aunque no lo pregonen, sino que lo sufren en silencio. Y casi todas las entidades católicas pasan muchos apuros.

Hoy, cuando se habla de dinero de verdad hay pensar en los Estados o en las multinacionales, no en la Iglesia. Ni en la católica ni en otras.

En otros tiempos hubo quizá más riqueza. Pero fíjate en el enorme patrimonio cultural dejado. Otros se hubieran gastado el dinero en vivir bien. Incluso teniéndolo, la Iglesia lo destinó a construir templos y obras de arte que hoy son atractivos y símbolos de cultura, incluido para los no creyentes. Y para visitar los turistas.

-Amigo, ¿Al mundo del periodismo le hace falta más humanidad, y al mundo del ser humano también?

-Sin duda. Como dije antes, los periodistas nos hemos de dar cuenta de que detrás de cada noticia hay personas. Según como las damos, podemos causar daño o aportar dolor adicional.

Hemos de ganar en humanidad, tienes mucha razón. En el fondo es amar a los demás. En el cristianismo es eje central.

-Entiendo lo del peso del amor, pero no me gusta lo de “juicio”, “rendir cuentas”, “infierno”… y tampoco lo del karma, que también me remite al escarmiento. El miedo no alimenta nada bueno.

-Tienes una parte de razón. En otras épocas en la Iglesia se hablaba mucho de infierno, castigo, juicio. No es que fuera falso, porque seremos juzgados al final de nuestra vida y hay premio o castigo. Pero era una pedagogía en negativo. En la actualidad se habla mucho más del amor a Dios y a los demás. Actuar en positivo. No por miedo al castigo, sino por amor.

Y resaltar también que Dios es misericordioso. Nos da oportunidades siempre de salvarnos si somos fieles.

Estoy de acuerdo contigo en este aspecto. Basarlo todo en el miedo no suele llevar a buenos resultados. Puede servir en ocasiones, tanto para aspectos relacionados con la religión como en otros de la vida, porque nos puede ayudar a ser prudentes, pero en general lo importante no es actuar por miedo, sino por generosidad y amor.

fotonoticia_20211007100234_420.jpg-La muerte es un peldaño más en la vida, en la senda de la vida. Para ti, ¿qué es? ¿qué hay después de que el corazón deja de latir y cuando el cerebro deja de mandar órdenes?

-La muerte es una parte de la vida, una parte fundamental. Pero en el libro digo que es “un punto y aparte con ladillo”. Es decir, no el final de un texto, pero sí un cambio de escenario.

Al morir perdemos la “vida”, en minúscula, pero si hemos sido fieles y actuado bien conseguimos la “Vida”, en mayúscula, que Dios nos da. La muerte siempre nos impresiona, pero para quien cree y confía en Dios no es tan tremenda.

-Entiendo que a tí la oración te relaje, pero hay mucho más, ¿verdad?… pero a otros estos relajamientos versus actuaciones que le lleven a encontrar momentos de paz van con ellos mismos, ¿no? Y si esto sirve para hacernos personas mejores, adelante.

-Sin duda la oración puede relajar. Pero la oración del cristiano no tiene el objetivo la relajación, sino la unión con Dios, con Cristo, el estar con Él, el expresarle el amor, el adorarle, el pedirle para uno mismo y para otros. Es decir, una relación como la que tendrías con un padre o una madre. Un encuentro de amor.

En algunas espiritualidades, sobre todo orientales, algunas de las cuales no son propiamente religiones, su meditación va dirigida al relajamiento personal. Lo respeto, pero nada que ver con la oración cristiana.

-Para “ganarse el Cielo” argumentas que “no pesa el currículum”. Lo que vale es la intencionalidad, el buen hacer, la bondad, ¿lo entiendo bien?

-Lo has entendido perfectamente. A Dios no le importa nada si uno ha sido ministro, o un gran empresario, o un escritor de éxito, o un gran deportista, o líder en las redes sociales, o le han dado muchas medallas y premios. Lo que le importa es el motivo por lo cual ha hecho aquello. Quizás ha actuado solo por orgullo, por brillar, por conseguir mucho dinero, por egoísmo… y no por hacer un bien a los demás. Sin embargo, quizás un barrendero, una sencilla ama de casa, un obrero de la construcción, un enfermo crónico, todos ellos con mucho menos éxito humano, menos dinero, incluso con muchas dificultades y limitaciones en su vida, pueden tener más mérito ante Dios si han hecho las cosas como debían, con amor, aceptación, entrega a los demás.

Ante Dios no valen los trofeos humanos, ni los confetis, ni las grandes alabanzas. Incluso si a uno le llegan, lo bueno es ofrecerlo y ser humilde. Darse cuenta de que vale poco.

-Los propios estamentos del clero o de la Jerarquía eclesiástica caen demasiado en estas “trampas”.

-Sin duda hay casos. Estas personas son también humanas y, por tanto, débiles, con defectos, limitaciones, errores. Víctimas a veces de intereses o del orgullo personal.

Aceptando que se dan casos, creo que entre los cristianos, y especialmente entre los eclesiásticos, se cae mucho menos en estos defectos que en otros ámbitos de la sociedad. Lo que ocurre es que la vista de muchos, o la atención de los medios de comunicación, está mucho más polarizada en la Iglesia y en sus miembros.

Bastan un par de ejemplos recientes, aunque no sea de reconocimientos u honores, sino negativos. Un obispo que ha dejado su ministerio y se ha ido con una mujer. Ha llenado durante semanas los diarios y los telediarios. Si hubiera sido un director de instituto, o incluso un ministro, no hubiera tenido ni la milésima parte de la atención mediática. Incluso a algunos les hubiera parecido muy bien.

Otro caso. Hace pocos días, en Francia se ha dado a conocer un informe sobre los abusos sexuales a lo largo de los últimos setenta años. Han salido los de los miembros de la Iglesia, y son rechazables. Han sido los titulares de todo. Pero resulta que en la letra pequeña del informe se dice que aquellos abusos son el 6 por ciento de los totales producidos. Gran parte se producen en las propias familias, centros escolares y deportivos, etc. Pero solo se resalta lo de la Iglesia. ¿Sería razonable, por ejemplo, que en un caso de corrupción política de un gobierno o sistema, sea el que sea, se hable siempre del 6 por ciento de la corrupción y no del otro 94 por ciento?

 

 

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