Cazarabet conversa con... Daniel Arasa, autor de “Dios no pide el currículum”
(Ideas y Libros)
Dios no pide el currículum, el último
libro del periodista Daniel Arasa.
El nuevo y muy, muy diferente libro de
Daniel Arasa.
Como “reza” el propio subtítulo del
libro: son “Testimonios y reflexiones espirituales de un periodista”.
El libro cuenta con el prólogo del
rector de la Universidad Abat Oliba CEU, Rafael Rodríguez-Ponga y está escrito
en castellano.
Este libro digamos que rompe y mucho
con nuestra línea de lecturas y aproximaciones a libros desde el Conversa
con..., pero como Arasa es un amigo de la casa, pues nos lo ponemos como un
reto...a ver cómo se nos da conversar sobre las reflexiones espirituales de un
periodista...
El libro se lo edita, Ideas y Libros
Ediciones, una editorial de Madrid.
En el libro nos encontraremos:
Introducción
1ª Parte. Experiencias de la vida cotidiana
1. El
mundo no se entiende al olvidar el pecado original
2ª Parte. Oración continua, sacrificio sin hiel
21. Encararse con Dios en la
oración
3ª Parte. Santidad y apostolado
28. A Dios no le entusiasman
las evidencias
4ª Parte. Católicos en la vida pública y en la
Iglesia
35. Somos culpables de la
descristianización
5ª Parte. ¿Religión o espiritualidad?
44. Una espiritualidad que
no compromete
46. ¿Son iguales todas las religiones?
6ª Parte. La muerte es un punto y aparte… con
ladillo
47. La muerte nunca coge
desprevenido al sabio
7ª Parte. Cielo, Infierno, Purgatorio,
¡existen!
53. Intentos fallidos de
permanencia en la tierra
En el libro, tal como explica
Rodríguez-Ponga, se tratan temas tan
trascendentales como “la Gracia de Dios”, el amor hacia los demás seres, se
sumerge, también, en la cuestión de la felicidad y también en el dolor—y no en
el por qué del mismo, sino más bien en el para quién ;
también en cómo se ha de actuar ante las injusticias o antes las conductas y/o
aptitudes de otros...
El libro habla, también, de cómo
ganarse “la santidad” desde el día a día..desde las
relaciones familiares al día
adía...Claro, también se abordan temas como la muerte, el infierno,
cristianos en la vida pública, el cielo, la importancia de la vida dentro de
uno/a mismo, el amor al papa en cualquier circunstancia...tampoco se está se
mirar y analizar por ejemplo canciones como Imagine de John Lennon a la que
califica como “dar gato por liebre”... también
se acerca a las ONG que, tal como
entiendo yo desde la introducción, no evangelizan y que, a menudo, están
financiadas por entidades anticristianas; .tiene y muestra sus dudas ante las
espiritualidades que prescinden de Dios, pero que, a menudo, están financiadas
por “entes” anticlericales...
Las introducciones de los libros,
siempre, nos ayudan a encaminar más y de mejor manera las lecturas como esta
tan introspectiva y “muy espiritual” del propio Arasa, periodista, escritor y
humanista...
La introducción, desde la pluma del propio
Arasa, vale mucho la pena, así que la compartimos casi en toda su totalidad... sabemos
que a Daniel Arasa, de talante siempre generoso, no le sabría mal, va desde
aquí: “Llegar al final de la vida “con la
mochila llena” es el objetivo que se plantean muchas personas generosas que
conozco o con quienes conviví. Haber hecho muchas cosas buenas, positivas. Una
gran parte eran o son personas de alto nivel intelectual, cultural o económico,
y algunas ocuparon puestos relevantes en la sociedad. Unos no eran creyentes y
entendían que habrían contribuido a construir una sociedad mejor, o a impulsar
la aplicación de unos principios en los que creían. Más de uno quería que su
recuerdo permaneciera. Otros eran creyentes y estaban convencidos de que, al
dejar este mundo, llevarían ante Dios la mochila repleta de buenas obras como
prenda y garantía de premio: haberse ganado el Cielo por méritos propios.
Yo mismo he
tenido la pretensión de ir al otro barrio con la mochila “muy llena” y, sin
llegar a formularlo de una manera muy explícita, pensar alcanzar el Cielo con
base en una densísima agenda y un alto y persistente nivel de esfuerzo a lo
largo de muchos años.
En los
últimos tiempos, sin embargo, con la oración, una mayor maduración en la fe y,
también, con la experiencia humana acumulada con el paso de los años, he ido
viendo que el camino no era el adecuado. He comprendido que todo es un don, que
la salvación no se consigue a base de puños ni es resultado de nuestro
esfuerzo. Aquella concepción era bienintencionada y las aportaciones realizadas
son positivas, pero su raíz era pelagiana, dejaba de lado la gracia. Incluso me
he dado cuenta de que en ocasiones hacemos cosas “por” Cristo, pero “sin”
Cristo.
Cuestiono
hoy también la propia orientación del esfuerzo realizado. Me impresionó y fue
una gran lección conocer el epitafio de
la tumba de un obispo anglicano en la abadía de Westminster, en Londres:
“Cuando era joven
y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé
que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto
e intenté cambiar solo mi país. Pero con el tiempo me pareció también
imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi
familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi
lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: si hubiera empezado por
intentar cambiarme
a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y
habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de
cambiar mi país y —quién sabe— tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo”.
Este mismo
pensamiento, aunque fuera con distintas palabras, lo he oído a diversas
personas, una de ellas el sacerdote que presidió mi boda, mosén Ignasi Segarra.
He
comprendido también que, sin renunciar a una actividad intensa, lo fundamental
es dejar obrar a Dios en nosotros. Un hombre tan activo como San Vicente de
Paúl decía que, cara a Dios, debíamos ser más pasivos que activos. Y San
Josemaría recordaba siempre la prioridad de la oración y de la mortificación
sobre la acción.
El
periodista Álex Rosal publicaba en Religión en Libertad el Viernes Santo de
2021 el artículo titulado “Ganar el Cielo (más bien robarlo) con las manos
vacías” en el que ponía en evidencia hasta qué punto todo es gracia. Lo hacía a
partir del primer santo canonizado, el buen ladrón, Dimas, a quien el propio
Cristo dijo en la cruz que aquel mismo día estaría con él en el Paraíso. Para
Rosal, tal hecho “es un escándalo,
pero también una esperanza. A mí, que más bien soy frágil, pobre y pecador,
saber que el primer santo de la Iglesia no deslumbraba por sus virtudes
naturales, ni por ser modélico, ni por tener nada bueno que ofrecer a Dios en
su muerte, me tranquiliza. Tengo posibilidades de seguir su estela…”.
Entender que
todo es un don conduce a dar gracias. Es este un libro de acción de gracias a
Dios. He podido detectar que él me ha ido llevando de la mano a lo largo de la
vida, aunque no me diera cuenta de ello en cada momento.
Más que
palabras propias, para concretar el agradecimiento me sirven las estrofas de la
canción Eso que tú me das, de
Pau Donés, cantante del grupo Jarabe de Palo, que falleció el 10 de junio de
2020, dos años después de habérsele diagnosticado un cáncer. La editó y cantó
durante el confinamiento de la pandemia del Covid 19, pocas semanas antes de
fallecer. Lo expresa mejor de lo que yo lo haría.
Eso que tú me das
es mucho más de lo que pido.
Todo lo que me das
es lo que ahora necesito.
Eso que tú me das
no creo lo tenga merecido.
Todo lo que me das,
te estaré siempre agradecido.
Así que gracias por estar,
por tu amistad y tu compañía,
eres lo mejor que me ha dado la vida.
Por todo lo que recibí,
estar aquí vale la pena.
Gracias a ti seguí
remando contra la marea.
Con todo lo que recibí,
ahora sé que no estoy solo,
ahora te tengo a ti,
amigo mío, mi tesoro.
Así que gracias por estar,
por tu amistad y tu compañía,
eres lo mejor que me ha dado la vida.
Todo te lo voy a dar,
tu calidad, por tu alegría.
Me ayudaste a remontar,
a superarme día a día.
Todo te lo voy a dar,
fuiste mi mejor medicina.
Todo te lo daré,
sea lo que sea, lo que pidas.
Y eso que tú me das
es mucho más,
es mucho más
de lo que nunca te he pedido.
Todo lo que me das
es mucho más,
es mucho más
de lo que nunca he merecido.
Eso que tú me das.
Eso que tú me das.
Es como el
testamento del cantante, y ha impactado a millones de personas, entre las que
me incluyo. Es una impresionante y vivencial muestra de agradecimiento hacia su
hija y sus amigos. Donés se declaraba no creyente, e incluso en fechas lejanas
había expresado un rechazo hacia la religión, con la cual parece que no tuvo
muy buena relación en algún periodo de su vida, pero la canción es
perfectamente adaptable a la vida espiritual, como una oda a los dones
inmerecidos. Me ha servido para hacer oración, como sé que ha ocurrido a otros.
También para sincerarme conmigo mismo y, un poco, para poner más corazón al
escribir este libro.
En este
libro abordo muchas cosas: cómo un católico que es periodista —no un filósofo o
un teólogo—, sin pretensión de ser maestro, ha observado desde una óptica
espiritual muchos asuntos de la vida, de la muerte y de la eternidad,
procurando que el lenguaje utilizado fuera asequible a muchos, cristianos o no.
He pedido al Espíritu Santo que me iluminara, y que lo explicado pudiera ser
útil y sirviera para acercarse a Dios a las personas que lo leyeran.
El
agradecimiento y las expresiones de amor ocupan el primer lugar, y creo que se
deduce que la vida espiritual no es entendida como una suma de reglas y
prohibiciones, y ni siquiera se considera lo más importante el premio o el
castigo.
Como se
anunció antes, es un libro con un fuerte contenido autocrítico. Un
reconocimiento de que, en algunos aspectos, se ha fracasado. Pero esto no lleva
a la amargura, sino a descubrir que, en realidad, ha salido mejor de lo que se
esperaba, aunque por vías distintas de las previstas por uno… y con menor
protagonismo personal. Uno se da cuenta de que ir subiendo hacia a Dios es como
viajar en globo: hay que pesar poco".
Lo que nos
explica el libro, la sinopsis:
Para elevarse hacia el Cielo, ir hacia
Dios, hay que actuar como si se viajara en globo: pesar poco, estar desprendido
de las cosas y de uno mismo. Esta es una de las ideas del libro “Dios no pide
el currículum”, de Daniel Arasa, un canto al amor de Dios y a la vida. A partir
de vivencias, inspiraciones y pensamientos expuestos sin pretensión de aparecer
como maestro sino con el deseo de que sean útiles a otros, el autor hace un
repaso en profundidad con visión espiritual a multitud de aspectos de la vida
cotidiana, no entendiendo aquella como un conjunto de reglas y prohibiciones, y
ni siquiera considerar que lo más importante sea el premio o el castigo, sino
el amor. Lo señala el subtítulo “Testimonios y reflexiones espirituales de un
periodista”. Personas que leyeron el manuscrito manifestaron que el lector se
encontrará ante un libro de teología profunda redactado en un lenguaje
periodístico y cuyo contenido brota más de las experiencias de la vida ordinaria
que de la especulación. Uno lo calificó de “una revolución” en la forma de
explicar muchos aspectos del cristianismo, y un anciano sacerdote ha dicho:
“Ojalá nosotros hubiéramos tenido a mano algo tan asequible para los fieles”.
El libro tiene unidad, pero cada capítulo puede ser entendido
independientemente sin seguir el orden. La primera parte surge de la
observación de la vida cotidiana, desarrollando aspectos como “aprender a
perder peso y no en la báscula”; evidencia el despropósito de quienes
manifiestan hasta en los medios de comunicación que no se arrepienten de nada
de cuanto han hecho en su vida; el tener claro el sentido de la existencia; el
valor del dolor acerca del cuál no hay que preguntar el “por qué” sino el “para
qué”; el desear morir exprimido como un limón tras haber dado todo en bien de
los demás; el autoanalizarse e indignarse contra sí mismo antes de hacerlo con
los otros; se afirma que formarse de verdad consiste más en adquirir virtudes
que en saber muchas cosas; etc. Recuerda que no hay que confundir santidad con
perfección, sentencia que los santos son los grandes revolucionarios y, que,
además, no son personajes raros, porque se puede alcanzar la santidad “por lo
civil”, en medio de la calle, a través de la vida ordinaria y participando en
las instituciones y los quehaceres humanos. Basta con que la mirada interna se
dirija al Cielo. Muestra el valor de la oración como sustrato sustancial de
toda vida interior y apostolado, afirmando, además, que ser apóstol no exige
estudiados métodos ni disponer de grandes medios, sino que brota con
espontaneidad en todo cristiano que vive su fe. Otros apartados hacen
referencia a la secularización de la sociedad y la ausencia de los cristianos
de la vida pública. Mete el dedo en la llaga en el capítulo “Católicos muy
aplaudidos? ¡Huele mal!”, recordando que Cristo fue
signo de contradicción, y lo mismo les ocurre a quienes siguen sus pasos y no
hay cristianismo sin cruz. Pone sobre la mesa el peligro de que, por adaptarse
al mundo, se aboque a un catolicismo “de agua destilada”, por ser incoloro,
inodoro e insípido, así como la probabilidad de que se caiga en una
espiritualidad que no compromete. En el libro se aplaude y se hace un explícito
reconocimiento a la ingente labor social de la Iglesia, alertando a la vez de
que una acción tan positiva puede hacer caer inconscientemente en la trampa de
convertirla en una gran ONG en la que casi se olvida la evangelización. Y,
además, llevarla a que permanezca callada ante aberraciones, porque a menudo
depende del soporte público. A través del capítulo “El Papa siempre es el Papa”
el autor expresa el amor al Santo Padre y sale al paso de los cristianos que
juzgan solo humanamente al Romano Pontífice y critican sus actuaciones. Ve muy
legítimo que un católico pueda preferir un Papa a otro, pero sin dejar de estar
siempre junto al Papa reinante. Frente a lo que ocurre en una sociedad
superficial e infantilizada, señala que la realidad de la muerte no se debe
esconder. “La muerte nunca pilla desprevenido al sabio”, escribe el autor
parafraseando a Jean de la Fontaine. Recuerda la importancia de llegar “ligero
de equipaje” al final de la vida, desprendido de muchas cosas, y, a la vez,
conocedor de que Dios es un padre amoroso y no un cazador a la espera de su
presa. Alude también al Cielo, el Infierno y el Purgatorio. Siguiendo a Cristo
y con Él la doctrina de la Iglesia, se recuerda que el Infierno existe, aunque
resulte difícil de entender para la pobre inteligencia humana, pero el autor
añade que nadie va a parar allí “por un mal cuarto de hora”. No falta una
reflexión en torno a la vertiente final de la vida. Descarta que uno alcanzará el Cielo por méritos propios, por llevar consigo
una mochila llena de buenas obras. Aunque estas sean positivas e incluso
inspiradas por Dios, lo central es haberle dejado obrar en cada uno de
nosotros. Por ello es un libro de acción de gracias. En consecuencia, el texto
contiene una elevada dosis de autocrítica, porque el autor reconoce que en no pocos aspectos ha equivocado
el objetivo, e incluso en algunos ha fracasado. El rector de la Universitat
Abat Oliba-CEU, Rafael Rodríguez Ponga, escribió el prólogo en el que, entre
otras cosas, dice: “En cierto modo, estamos ante un libro de autoayuda para
conseguir la felicidad, porque reflexiona ampliamente sobre cómo conseguirla:
‘Para ser feliz hay que meterse en líos […]. Solo llega a través de hacer
felices a los demás, lo cual obliga a implicarse de una u otra manera en
acciones a su favor. Por tanto, en tener líos. […] Tampoco radica la felicidad
en evitar las dificultades, sino en encontrar el sentido. […] ¿De dónde
entonces viene la felicidad? De Dios”. Al final, todo acaba como había
empezado. Con la primera palabra del título”.“’Meterse
en líos’, ‘tener líos’. Todo un programa para desarrollar una amplia actividad
que nos lleve a la felicidad. Todo un consejo para personas comprometidas”.
El autor, Daniel Arasa: (Tortosa, 1944) ha publicado más de veinte libros, en
su mayoría de investigación histórica sobre la Guerra Civil Española, los
maquis y la participación de catalanes y españoles en la Segunda Guerra
Mundial. Entre los más recientes, Maquis,
espías y héroes y varios relacionados
con la tensión religiosa en la Guerra Civil (Entre la Cruz y la
República y Católicos
del bando rojo) y la religión en la
actualidad (Drets humans i religió a Catalunya y Cristianos entre la persecución y
el mobbing).
Es doctor en Humanidades y Ciencias Sociales. Ha
sido profesor de Periodismo en las universidades Pompeu Fabra y Abat Oliba CEU a lo largo de dieciséis años y ha ejercido como
periodista en diversos medios durante más de cuarenta. De ellos, trabajó
durante veintiséis como redactor jefe de la agencia Europa Press de Cataluña. En la actualidad, colabora en La
Vanguardia, Barcelona Televisió, COPE, Ràdio Estel, Forum Libertas
y L’Ebre.
Casado y padre de siete hijos, ha fundado
diversas organizaciones familiares, sociales y culturales. Es presidente de la
Plataforma per la Família Catalunya-ONU
2014 y del Grup d’Entitats Catalanes
de la Família, y dirige CinemaNet.
Daniel Arasa es periodista y doctor en Humanidades y Ciencias
Sociales. Ha sido profesor de Periodismo en las Universidades Pompeu Fabra y AbatOliba.
Es autor de numerosos libros en castellano y catalán relacionados con la
Guerra Civil española, la participación de catalanes y españoles en la Segunda
Guerra Mundial, los maquis o el franquismo, entre ellos Años 40: los maquis y
el PCE; La invasión de los maquis; Els catalans de Churchill; Los españoles de Churchill;
Los españoles de Stalin; 50 històries catalanes de la Segona Guerra Mundial; La guerra secreta del Pirineu; Los españoles en la Guerra del Pacífico; Exiliados y
enfrentados. El exilio español en Inglaterra (1936-1945); Maquis, espías y
héroes; Por la gracia de Franco; Entre la cruz y la república o Católicos
del bando rojo.
Nosotros ya hemos conversado con
Daniel Arasa:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/100consellsdeguerra.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/hemingway.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ebroenllamas.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/jesusenguerra.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/arasa.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/partesguerra.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/repressiotortosa.htm
Cazarabet conversa con Daniel Arasa:
-Daniel, siempre suelo empezar preguntando lo
mismo…. ¿qué es lo que te llevó a escribir ese libro, que dista tanto de las
anteriores incursiones tuyas en el mundo de la investigación histórica?
-A escribir este libro me llevó el
deseo de transmitir en primer lugar a mis hijos y nietos, y luego a las demás
personas, mis experiencias y vivencias profundas, con el deseo de que sirvan
para su vida, y de modo especial que les ayude a analizar el sentido de la vida
y acercarse a Dios.
-Cierto, es un cambio importante.
Hasta no hace mucho, la mayoría de mis libros eran sobre investigación
histórica relacionada con la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Dicho de
una forma simplificada: resultado de pasar muchísimas horas removiendo
documentos de archivos.
“Dios no pide el currículum” es un
libro distinto, más íntimo. Aquellos eran libros dirigidos a dar a conocer unos
acontecimientos. Éste pretende orientarles en su vida. He partido de tomar
anotaciones de cosas que he visto, reflexiones, comentarios… Y sacarlos de mi
interior para “darlos” a otros.
Podría decir que en aquellos libros de
historia procuraba la imparcialidad más absoluta en el sentido de aportar datos
sobre unos hechos y que el lector los analizara y sacara conclusiones. Sin
pretender influirles. En este actual adopto una posición en sentido de procurar
que quienes lo lean mejoren en su vida, amando a Dios.
-Amigo Arasa,
sabes que soy atea aunque de tradición católica como el noventa y pico de los
habitantes de este país. Esta conversación puede ser un reto tanto para mí como
para ti.
-Estimada Susana. Efectivamente, es un
reto para los dos. Respeto a todas las personas sea cual fuere su forma de
pensar, pero es bueno que todos nos planteamos las grandes cuestiones de la
existencia ¿quién soy?, ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy?
¿hay algo tras la muerte? ¿tiene
sentido el dolor?
Porque nos puede ocurrir que vayamos
por la vida como sonámbulos, sin saber adónde vamos.
Un diálogo sincero en estos asuntos
debe estar lejos de la idea de confrontación, a ver si “gano” al otro. Debe
estar lleno de cariño y respeto.
-¿Partes de la
base de que todos tenemos vida interior, y que muchas reflexiones son de
talante espiritual?
-Pienso que en un momento u otro de la
vida, y posiblemente en muchas ocasiones, toda persona se plantea cuestiones de
fondo, de base espiritual.
No significa que una persona haya de
estar siempre pensando en ello. A través de las situaciones y circunstancias de
la vida uno se hace estos planteamientos. O quizás se los sugiere otra persona,
o un libro, una película, un fracaso, etc. Es muy bueno hacerse aquellas
preguntas de vez en cuando.
Esta ansia de infinito es una muestra
de la grandeza del ser humano, que no se conforma con lo material, porque no le
llena. Tampoco los éxitos resuelven nuestras aspiraciones de fondo. Ni el
dinero, ni siquiera las buenas relaciones con otras personas, ni los cambios
políticos aunque sean los favorables a las propias ideas. En el fondo del ser
humano hay un ansia de felicidad que no se lo dan las cosas.
-Vale pues, vamos allá. La vida común del día
a día como católico, creyente y practicante ¿te ha
llevado a reflexionar constantemente desde lo espiritual. ¿Ha sido una práctica
diaria?
-Mi práctica es diaria, misa, oración,
otros rezos. Parto precisamente de pretender llevar una vida cristiana intensa.
No un ir tirando, sino incluso la búsqueda de la santidad, desde la vida
ordinaria. Hablo en el libro de la santidad “por lo civil”. La de una persona
que tiene su familia, su trabajo, sus amigos, sus relaciones sociales, sus
ideas en el campo político o económico, etc. y que con todo ello y a través de
ello quiere amar a Dios y servir a los demás.
Los católicos vamos al templo, pero
nuestra actividad principal está en la calle, en la familia, en el centro de
trabajo, como los demás ciudadanos.
-¿También como
periodista? ¿Cómo?
-Sin duda. Creo que un periodista
puede ser un buen cristiano. Lo primero que deberá tener es amor a la verdad.
Al hacer información, explicar lo que realmente ha ocurrido, lo que él o ella
han percibido que ha ocurrido, no lo que le hubiera gustado que ocurriera.
Lo que hubiéramos deseado que
ocurriera lo hemos de dejar para las páginas de opinión, no las de información.
Hemos de cuidar mucho de que nuestra ideología, la que sea, no nos oscurezca
los ojos y dejemos de ver la realidad.
Por ello hemos de procurar profundizar
en los hechos, con audacia y espíritu abierto, sabiendo que no todo vale.
Otros aspectos para vivir como
periodista honesto y como cristiano: respetar a las personas. Detrás de cada
noticia hay personas. A veces, detrás de informaciones que nos parecen
irrelevantes herimos o causamos daño a personas
-Un periodista ve
pasar el día a día desde diversas dimensiones, ni mejores ni peores,
simplemente distintas. Tu currículum como periodista me contaste, obedece más
bien a perfil de agencia. Se dan las noticias con los cinco interrogantes y ya
está, ¿no es así?
-Si, he dedicado más de 26 años al
trabajo en agencia de prensa. Ello implica el centrarse en la información, y en
buscar la máxima imparcialidad en darla. Aquello de responder a las preguntas
qué, quien, donde, cuando, cómo, por qué, sin dar interpretaciones propias. Por
ello tengo muy claro la separación entre información y opinión. Esto es la base
imprescindible del periodismo bien hecho.
En épocas más recientes, y en la
actualidad, soy columnista en diversos medios. Aquí sí, opino y valoro.
-De cara a este
nuevo libro, ¿qué tipo de reflexiones llevas a cabo y cómo las guardabas?
¿Llevabas un cuaderno de notas o las comentabas con otros?
-El proceso que ha llevado a este
libro tiene un inicio claro. Empezó el día 11 de agosto de 2011, día de Santa
Clara. Unos días antes, el 31 de julio, había nacido una nieta mía, a la que
pusieron el nombre de Clara. Aquel día me dije: “Voy a escribir un libro a mis
nietos” y, provisionalmente lo titulé “Cartes a Martí i Clara”, que eran los
dos nietos que tenía en aquel momento. Ahora tengo siete.
A partir de entonces empecé a anotar
ideas o reflexiones que me surgían, ya fuera al conocer o ser protagonista de
un hecho, o en una conversación, leer un libro, ver una película, escuchar una
meditación, recorrer un campo. Siempre llevaba papel y bolígrafo encima y
anotaba lo que fuera, lo que se me ocurría, a veces en la calle o yendo en el
Metro. Incluso en mi mesita de noche había siempre papel y bolígrafo, y si por
la noche se me ocurría una idea escribía una breve anotación para que no se me
olvidara al día siguiente.
Luego iba pasándolo al ordenador, como
borrador, pero un poco más completo. Así reuní a lo largo de diez años cientos
de folios de notas, con ideas de muy diversos tipos y ámbitos.
Tampoco pude dedicarme con
anterioridad a escribir aquel libro a los nietos, porque como tú sabes, en
estos años he publicado bastantes otros libros, la mayoría de investigación
histórica.
Pero finalmente hace unos cuantos
meses publiqué un libro para mis nietos, en catalán en este caso, titulado “Un
avi i set supernets” (Un abuelo y siete supernietos). Ha sido un libro limitado
a la esfera familiar, no lo hemos difundido fuera, porque son diálogos en parte
reales y en parte ficticios con mis nietos y hay muchas cosas de las historias
de la propia familia, de los abuelos y bisabuelos, que entiendo no tienen
ningún interés para otras personas. Pero el centro del libro es, junto a
enseñarles muchas cosas de la vida y mostrar mi cariño hacia ellos, hacerles
entender el sentido de la vida, en un lenguaje apropiado para su edad.
Otro libro que sale de todos aquellos
apuntes es éste que publico ahora, “Dios no pide el currículum”. Son
reflexiones espirituales. Y éste si se difunde en las librerías. Quien quiera
lo puede adquirir. Pienso que puede hacerle bien, ayudarle en su vida, serle,
como dice el prologuista, el rector de la Universidad Abat Oliba CEU, un libro
de verdadera autoayuda. Para reflexionar y para actuar más en favor de los
demás.
Ya te apunto que, con el tiempo,
dentro de un año o más, a partir de aquellos apuntes aún saldrá algún otro
libro sobre aspectos distintos.
-¿Reflexionar con maneras espirituales lleva a
compartir, como haces con este libro?
-Efectivamente. Los filósofos, y los
buenos psicólogos, dicen que el bien es expansivo. Si uno cree que tiene algo
bueno tiende a difundirlo. Y yo estoy convencido de que lo espiritual es muy
bueno.
-Para tí ¿qué
significa ser creyente y tener que vértelas desde la actualidad con el
periodismo? ¿Cómo fue la complicidad entre estas dos facetas?
-Te resumiría lo que para mí significa
ser creyente: que me ha tocado la lotería. En el sentido de que tener felicidad
con una gran riqueza interior. Todo gracias a Dios, no a mérito personal. Por
mi parte lo único hecho es estar abierto a Él.
No ha habido nunca conflicto entre el
trabajo periodístico y la fe. Muy al contrario. La fe es una luz que permite
profundizar en los acontecimientos, porque da a conocer también mejor al ser
humano en su integridad.
-¿Te has visto
envuelto en contradicciones que hayan afectado a tus creencias?
-En absoluto. Al contrario, las han
reafirmado. Porque incluso los déficits enormes de las personas, y de personas
que deberían dar ejemplo, me muestra más lo importante de seguir a Cristo.
Voy a poner un ejemplo reciente. Uno
de los aspectos más dramáticos de los últimos años en la Iglesia ha sido la
difusión de muchos casos de pederastia de clérigos. Aunque en bastantes
ocasiones se han exagerado las cifras, sí ha ocurrido. Es lamentable, pésimo,
desgraciado, bochornoso, indigno. Pero fíjate que quienes así han actuado no lo
han hecho siguiendo la doctrina de Cristo, sino precisamente lo contrario.
Debían haber sido ejemplares y no lo han sido.
Esto tan negativo, que quizás hace que
algunos se separen de la Iglesia, refuerza mi fe. Si una religión en la que un
número significativo de sus miembros, de sus pastores, son unos chorizos, se
sigue manteniendo en el mundo dos mil años después a pesar de barbaridades, es
que tiene la ayuda de Dios, porque de lo contrario se hubiera deshecho como un
azucarillo, hubiese pasado como pasan los imperios u otras creencias e
ideologías.
-¿Por qué en el
libro das caña a algunas ONGs? No todo tiene que pasar por la evangelización.
-Amo mucho en su conjunto a las ONGs y
valoro la actuación de la mayoría de ellas. Yo mismo he creado organizaciones
de este tipo y colaboro con otras. Muchas hacen una gran labor.
Lo que sí tengo claro es que algunas
personas de las que trabajan en ONGs no vibran por ellas y por sus objetivos, y
lo tienen puramente como cualquier otro trabajo para ganarse la vida. No es
ningún acto injusto, pero lo bueno es que en las ONG los que allí trabajan
vibren y pongan ilusión para el bien de las personas que atienden.
Y en referencia a la evangelización te
voy a poner otro ejemplo. Si a tu casa acuden unas personas muy necesitadas,
una ayuda muy buena será darles comida. Pero si además puedes ayudarles u
orientarles en la formación de sus hijos, o en que vayan a colegios, ¿verdad
que esta ayuda no material es un plus muy positivo? Lo mismo en referencia a la
fe. Ayudamos en lo material a los pobres, a los inmigrantes…, y está muy bien,
pero si además estamos convencidos de que tenemos un gran tesoro que es la fe,
si podemos ayudarles a que la tengan también, ¡mucho mejor! Eso sí, nunca
forzando ni imponiendo.
-Hablas de la financiación de las ONGs, pero
ahí está el oro de la Iglesia y lo que se podría hacer con él.
-Hacer referencia hoy al oro de la
Iglesia no tiene sentido. Al contrario, es de una pobreza como ni se lo puede
imaginar mucha gente. Los sacerdotes, por ejemplo, viven en poco menos que en
la miseria, aunque no lo pregonen, sino que lo sufren en silencio. Y casi todas
las entidades católicas pasan muchos apuros.
Hoy, cuando se habla de dinero de
verdad hay pensar en los Estados o en las multinacionales, no en la Iglesia. Ni
en la católica ni en otras.
En otros tiempos hubo quizá más
riqueza. Pero fíjate en el enorme patrimonio cultural dejado. Otros se hubieran
gastado el dinero en vivir bien. Incluso teniéndolo, la Iglesia lo destinó a
construir templos y obras de arte que hoy son atractivos y símbolos de cultura,
incluido para los no creyentes. Y para visitar los turistas.
-Amigo, ¿Al mundo
del periodismo le hace falta más humanidad, y al mundo del ser humano también?
-Sin duda. Como dije antes, los
periodistas nos hemos de dar cuenta de que detrás de cada noticia hay personas.
Según como las damos, podemos causar daño o aportar dolor adicional.
Hemos de ganar en humanidad, tienes
mucha razón. En el fondo es amar a los demás. En el cristianismo es eje
central.
-Entiendo lo del
peso del amor, pero no me gusta lo de “juicio”, “rendir cuentas”, “infierno”… y
tampoco lo del karma, que también me remite al escarmiento. El miedo no
alimenta nada bueno.
-Tienes una parte de razón. En otras
épocas en la Iglesia se hablaba mucho de infierno, castigo, juicio. No es que
fuera falso, porque seremos juzgados al final de nuestra vida y hay premio o
castigo. Pero era una pedagogía en negativo. En la actualidad se habla mucho
más del amor a Dios y a los demás. Actuar en positivo. No por miedo al castigo,
sino por amor.
Y resaltar también que Dios es
misericordioso. Nos da oportunidades siempre de salvarnos si somos fieles.
Estoy de acuerdo contigo en este
aspecto. Basarlo todo en el miedo no suele llevar a buenos resultados. Puede
servir en ocasiones, tanto para aspectos relacionados con la religión como en
otros de la vida, porque nos puede ayudar a ser prudentes, pero en general lo
importante no es actuar por miedo, sino por generosidad y amor.
-La muerte es un peldaño más en la vida, en la
senda de la vida. Para ti, ¿qué es? ¿qué hay después
de que el corazón deja de latir y cuando el cerebro deja de mandar órdenes?
-La muerte es una parte de la vida,
una parte fundamental. Pero en el libro digo que es “un punto y aparte con
ladillo”. Es decir, no el final de un texto, pero sí un cambio de escenario.
Al morir perdemos la “vida”, en
minúscula, pero si hemos sido fieles y actuado bien
conseguimos la “Vida”, en mayúscula, que Dios nos da. La muerte siempre nos
impresiona, pero para quien cree y confía en Dios no es tan tremenda.
-Entiendo que a
tí la oración te relaje, pero hay mucho más, ¿verdad?… pero a otros estos
relajamientos versus actuaciones que le lleven a encontrar momentos de paz van
con ellos mismos, ¿no? Y si esto sirve para hacernos personas mejores,
adelante.
-Sin duda la oración puede relajar.
Pero la oración del cristiano no tiene el objetivo la relajación, sino la unión
con Dios, con Cristo, el estar con Él, el expresarle el amor, el adorarle, el
pedirle para uno mismo y para otros. Es decir, una relación como la que
tendrías con un padre o una madre. Un encuentro de amor.
En algunas espiritualidades, sobre
todo orientales, algunas de las cuales no son propiamente religiones, su
meditación va dirigida al relajamiento personal. Lo respeto, pero nada que ver
con la oración cristiana.
-Para “ganarse el
Cielo” argumentas que “no pesa el currículum”. Lo que vale es la
intencionalidad, el buen hacer, la bondad, ¿lo entiendo bien?
-Lo has entendido perfectamente. A
Dios no le importa nada si uno ha sido ministro, o un gran empresario, o un
escritor de éxito, o un gran deportista, o líder en las redes sociales, o le
han dado muchas medallas y premios. Lo que le importa es el motivo por lo cual
ha hecho aquello. Quizás ha actuado solo por orgullo, por brillar, por conseguir
mucho dinero, por egoísmo… y no por hacer un bien a los demás. Sin embargo,
quizás un barrendero, una sencilla ama de casa, un obrero de la construcción,
un enfermo crónico, todos ellos con mucho menos éxito humano, menos dinero,
incluso con muchas dificultades y limitaciones en su vida, pueden tener más
mérito ante Dios si han hecho las cosas como debían, con amor, aceptación,
entrega a los demás.
Ante Dios no valen los trofeos
humanos, ni los confetis, ni las grandes alabanzas. Incluso si a uno le llegan,
lo bueno es ofrecerlo y ser humilde. Darse cuenta de que vale poco.
-Los propios
estamentos del clero o de la Jerarquía eclesiástica caen demasiado en estas
“trampas”.
-Sin duda hay casos. Estas personas
son también humanas y, por tanto, débiles, con defectos, limitaciones, errores.
Víctimas a veces de intereses o del orgullo personal.
Aceptando que se dan casos, creo que
entre los cristianos, y especialmente entre los eclesiásticos, se cae mucho
menos en estos defectos que en otros ámbitos de la sociedad. Lo que ocurre es
que la vista de muchos, o la atención de los medios de comunicación, está mucho más polarizada en la Iglesia y en sus miembros.
Bastan un par de ejemplos recientes,
aunque no sea de reconocimientos u honores, sino negativos. Un obispo que ha
dejado su ministerio y se ha ido con una mujer. Ha llenado durante semanas los
diarios y los telediarios. Si hubiera sido un director de instituto, o incluso
un ministro, no hubiera tenido ni la milésima parte de la atención mediática.
Incluso a algunos les hubiera parecido muy bien.
Otro caso. Hace pocos días, en Francia
se ha dado a conocer un informe sobre los abusos sexuales a lo largo de los
últimos setenta años. Han salido los de los miembros de la Iglesia, y son
rechazables. Han sido los titulares de todo. Pero resulta que en la letra
pequeña del informe se dice que aquellos abusos son el 6 por ciento de los
totales producidos. Gran parte se producen en las propias familias, centros
escolares y deportivos, etc. Pero solo se resalta lo de la Iglesia. ¿Sería
razonable, por ejemplo, que en un caso de corrupción política de un gobierno o
sistema, sea el que sea, se hable siempre del 6 por ciento de la corrupción y
no del otro 94 por ciento?
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