Cazarabet conversa con... Eduardo
Viñuales Cobos, autor de “Cuaderno de montaña de Las
maravillas naturales de los Pirineos” (Anaya Touring)
Un cuaderno de montaña
que será inolvidable para cada uno de los que nos acerquemos a él...
Eduardo Viñuales nos enseña, casi destripándonos, nuestra
cordillera más preciada y querida...lugar d eencuentros,
quizás también de distancias nunca encontradas...
Se adentra Viñuales en todos los seres vivos que la habitan y la hacen
habitable con un formato “de cuaderno”, que lo hace entrañable.
El autor como en
todo lo que hace vuelve a dar en el clavo desde lo que cuenta y cómo lo
cuenta... como si fuese un maestro en la gigantesca aula pirenaica y nosotros, l@s lector@s, sus alumnos hasta
cómo lo difunde y nos lo presenta ....
Anaya Touring ha editado un libro que es una joya en sí misma y
más si eres amante de la naturaleza y de nuestros queridos Pirineos.
El naturalista
que es Eduardo Viñuales hace que nos reconciliemos
con todo y por todo....
La sinopsis del
libro: El observador de la naturaleza sabe que los Pirineos son un tesoro vivo
de grandiosos paisajes que no entienden de fronteras, de bellos enclaves de
alto valor donde aún habitan el oso pardo, el quebrantahuesos, el urogallo o,
en lo más alto de sus cumbres, la perdiz nival. Este libro nos propone un viaje
a lo largo y ancho de la cadena montañosa, desde las calas cantábricas de
Jaizkibel hasta la costa mediterránea del Cap de
Creus, subiendo, disfrutando y deteniéndose en una selección de 45 enclaves
naturales realmente fascinantes, vividos y sentidos, a un lado y a otro de las
divisorias políticas... adentrándose en sitios imprescindibles como el valle de
Ordesa, la Selva de Irati, el Circo de Gavarnie, el pico Aneto, el Canigó o el
macizo de Comapedrosa en Andorra, junto a otros menos
conocidos -pero no por ello menos interesantes y bellos- como la Pardina del
Señor, la Brecha de Rolando, el Puigpedrós, o el
hayedo Artikutza. Siguiendo la huella cultural de
aquellos pirineístas, naturalistas y exploradores de espíritu romántico del
pasado, aquí y ahora cogemos el mapa, nos calzamos las botas, nos echamos la
mochila al hombro... y remontamos con gran entusiasmo esos valles o laderas
para ir en busca de la nieve, del color del otoño, del despertar primaveral y
del agradable frescor de un amanecer veraniego en los Pirineos. La vida nos
espera. Las maravillas de estas montañas están ahí...
El autor, Eduardo
Viñuales: Es un naturalista de campo enamorado de las
montañas. Los Pirineos y, en general, todo Aragón son su hábitat natural. Desde
muy joven empezó a tomar fotografías, escribir y divulgar sobre la necesidad de
conservar los espacios naturales o la biodiversidad. Un compromiso
medioambiental que le llevó a crear una asociación ecologista con tan sólo 14
años de edad, y a escribir su primera guía de viajes con la editorial Anaya-Touring a los 18 años, en 1999: Ecoguía
del Pirineo Aragonés. Ha trabajado durante años en el Parque Nacional de Ordesa
y Monte Perdido, así como en otros espacios naturales protegidos. Miembro de la
asociación de periodistas de información ambiental, es autor de más de
cincuenta publicaciones propias, pero en este nuevo trabajo editorial aúna sus
conocimientos de naturalista, de escritor, de fotógrafo de la naturaleza y de
montañero...
Con Eduardo Viñuales ya hemos conversado varias veces:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/preservarmontana.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas2/naturalistaconfinado.htm
Cazarabet
conversa con Eduardo Viñuales Cobos:
-Eduardo, acercarnos a los Pirineos como
haces tú con este “Cuaderno de montaña de las Maravillas naturales de Los
Pirineos” yendo de costa a costa, del Cantábrico al Mediterráneo y llevándonos
a nosotros contigo... y lo haces desde lo que es un cuaderno como “pasado a
limpio” de viaje… ¿por qué eliges hacerlo de esta manera?
-Todo viajero y naturalista que quiera
recodar sus más destacados momentos suele emplear dos instrumentos básicos: el
cuaderno de viaje -también llamado de campo o de montaña- donde va a ir tomando
notas de lo observado o lo vivido, y la cámara de fotos con la que retrata los
paisajes, las especies, los instantes únicos…
Desde que yo era un chaval, uso en mis
excursiones cuadernos de campo para registrar dónde fui en tal fecha, el hecho
de que en los albores de un día de mayo vi un urogallo en celo… por dónde va la
ruta o cómo bajaban aquel día los buitres a comer una carroña abandonada en la
sierra. Me gusta esa combinación de observación científica, de nota viajera, de
álbum de fotos, de croquis y dibujos en los que se mezcla el saber investigador
con el sentimiento y a veces hasta con una nota poética.
-Es
una manera atractiva que nos enseña tal como anduviste tú de viaje, etapa a
etapa... de lugar a lugar, pero tiene también ese carisma didáctico, ¿verdad?
-Claro, es un cuaderno de campo, pero no
pensado no para eruditos y naturalistas expertos o para la gente ya metida en
el mundo de la montaña y el alpinismo, sino abierto en su contenido informativo
a todos aquellos que quieran disfrutar o conocer la naturaleza salvaje de los
Pirineos. Y así también sirve de ayuda a otros turistas, viajeros y caminantes
que quieran conocer mejor esos 45 parajes naturales elegidos, su fauna, su
flora, sus mejores paseos o rutas a pie, para quienes quieran tratar de leer el
escenario geológico, etc.
-¿Está este libro con sus apartados, mapas
de rutas, fotos, dibujos a vuela pluma, descripciones, acercamientos a
recuerdos casi olvidados de los primeros exploradores, a los diferentes colores
que indican que nos sumergimos en otro lugar dentro del propio Cuaderno de montaña de las maravillas
naturales de Los Pirineos pensado para ser leído más que de la
primera a la última página—como de corrillo—a hacerlo con total
libertad gracias a esta estructura?
-Al ser 45 capítulos o destinos
pirenaicos, cada uno de ellos tiene una estructura común. Y puedes elegir
empezar o continuar por cualquiera de ellos. En cada capítulo, lo primero que
vemos es una foto grande y bonita característica que va acompañada de un texto
“largo” de presentación del lugar -de poco más de un folio escrito-. Luego
viene una ruta representativa elegida en ese espacio o lugar, con su mapa o
croquis, y su descripción. Y luego ya le siguen una o dos dobles páginas que
conforman el cuaderno de campo propiamente dicho, donde el lector hallará
variada información sobre los valores del medio natural, anotaciones
personales, fichas de fauna y flora, donde hay sugerencias de otras rutas o
rincones… y todo eso siempre va acompañado de una foto antigua –como una mirada
al pasado, a personajes o situaciones significativas- y una cita literaria que remarca el carácter
cultural de estos valles, cimas y santuarios de la naturaleza que a lo largo
del tiempo han ido cautivando o inspirando a otros autores de libros, poetas,
artistas, naturalistas y pirineístas.
-Desde este “Cuaderno de Viajes” parece
hasta fácil visitar esa cordillera que es frontera y es nexo de unión a la
vez... y le hace tan bien a esa Cordillera que parte de lo que digamos es la Europa
del Norte de lo que es la Europa más cálida, la del Sur con su Península
Ibérica, con sus dos Estados, España y Portugal… pero los Pirineos son
como un mundo propio en sí mismo que aúnan estos “entes geopolíticos”... un
mundo pirenaico con maravillas arbóreas, florales, faunísticas, geológicas,
geográficas que habla por sí solo... ahora casi gritando a modo de auxilio—por
ejemplo con la extenuación de sus glaciales e ibones-, pero siempre con sus
bellezas, muchas veces como camufladas como casi escondidas porque esta
cordillera, me da, que, en tiempos, ha pasado como desapercibida, ¿qué nos
puedes decir? ¿Por qué eliges empezar el viaje de Oeste a Este del Pirineo
Vasco-navarro al Mediterráneo de Girona?
-Las montañas que han sido usadas por los
hombres para trazar fronteras que dividen países, en realidad, de forma
natural, no tienen nada que ver con eso. Una vertiente u otra son parte de lo
misma cordillera y unidad, y por lo tanto están unidas por sus pequeñas
diferencias, que a su vez vienen creadas por factores tan lógicos como la
orientación de las laderas o los microclimas que ello impone al mirar hacia el
norte o hacia el sur. Al igual que la altitud y la latitud. En mis libros y
guías no me importa demasiado saber si estoy en Cataluña, en Francia, en
Andorra, en Francia o en Aragón, más allá de que eso puede servir para situarme
y orientarme. Es la referencia que existe y que se usa de forma generalizada
para ordenar mentalmente mejor todo el espacio del que estamos tratando. Por
eso tampoco le presto más atención a si empezar por el este o por el oeste.
Como más fácil nos sea. Como yo vivo en Zaragoza, en tierra central-sur, eso
tal vez condicione mi punto de vista o mis prevalencias, que ya digo no son
políticas o administrativas, sino geográficas, vivenciales y naturalistas.
Empiezo por los hayedos más húmedos de influencia atlántica, poco a poco voy
subiendo hacia las cumbres rocosas más agestes o nevadas, y finalmente termino
entre encinas, alcornoques y matorrales secos en la costa mediterránea. Pero
podía hacerlo al revés, pues es igual de valido. Y todo me gusta y me emociona
por igual.
-De
entre esta cordillera hay muchos microclimas o lugares donde encuentras seres
vivos que no encuentras en toda la cordillera y ni mucho menos en otros muchos
kilómetros a la redonda... o preguntado casi de otra manera, aunque es una
pregunta que completa a la anterior, ¿hay muchos Pirineos dentro del propio
Pirineo?
-Algo que destila este libro es que, pese
a que hay sólo una cordillera pirenaica, más allá de los países, las regiones,
la comarcas, las leyes y las lenguas… hay muchos Pirineos (en plural)
distintos, máxime si los analizamos desde el punto de vista natural. Es algo
que, aun sabiéndolo de antemano, me ha sorprendido al realizar este libro, cuando
estudiaba sus masas de vegetación, las plantas endémicas, los sustratos
geológicos, las unidades de paisaje… Vivir los Pirineos supone la posibilidad
de hacer muchos viajes en sus 490 kilómetros de longitud: desde los hielos
glaciares del Aneto o del Vignemale, hasta los
jarales y esas playas salvajes del Cap de Creus
batidas por el viento de la Tramuntana… pasando por
las turberas casi nórdicas del Anayet, el bosque de carpes del valle del
Baztán, los ibones de Aigüestortes, las columnas
basálticas y los cráteres apagados de los volcanes de la Garrotxa… granitos,
pizarras, calizas, margas, cuarcitas… cañones y barrancos como los de la Sierra
de Guara, valles en forma de U… o la multiplicidad de los bosques de fresnos,
abedules, robles, carrascas, castaños, alisos, hayas, abetos, pinos negros de
las alturas… Gran diversidad de tantos enclaves maravillosos donde cada uno
guarda elementos de gran interés, únicos en el mundo a veces. Un gran
patrimonio natural que no podemos permitir que se destruya, ni tan si quiera
con nuestra visita.
-Estás siempre muy bien acompañado, desde
Joaquín Muñoz que sube y baja contigo con su cámara fotográfica, hasta con
Carlos de Hita que te ha hecho un prólogo sublime donde casi aletea la poética,
en el que casi nos susurra -risas- como se conoce que es recolector de sonidos
y que impregnado de ello lo traslada, luego, al prólogo...
-El autor es el protagonista de una obra.
Es evidente que escribir un libro lleva su tiempo y su trabajo, y eso se
“recompensa” con que tu nombre aparece en la portada. Pero detrás del autor y
de unas páginas impresas hay muchas más personas que no siempre salen bien
representada en los créditos, en la dedicatoria o en los agradecimientos.
Joaquín Muñoz, veterano montañero y alpinista de larga experiencia es como mi
ángel de la guarda en la montaña, y creo que sería capaz de acompañarme al fin
del mundo, siempre buscando el aire frío de las cumbres más altas que tanto le
gusta fotografiar y sentir. Carlos de Hita, el mejor sonidista de la naturaleza
de España, ha sido en esta obra fundamental porque no sólo realiza y firma el
bello Prólogo, sino porque mi regreso a Anaya-Touring
después de tantos años es “culpa” suya. No hay que olvidar que mi primer libro
fue precisamente con la editorial Anaya en el año 1995, una “Ecoguía” del Pirineo Aragonés. Y también hay que agradecer
bastante a Sara -mi mujer-, a Érik –mi hijo pequeño-,
a Mercedes San Ildefonso –la amable editora que pone y elige lo mejor- y a
Enrique de la Peña –el maquetador e ilustrador, al que cada vez más se le ponía
más difícil la puesta en escena, cosa que para él debe ser cosa fácil por lo
bien que lo ha resuelto-. Sin ellos este libro no estaría aquí hoy impreso, en
las tiendas y las librerías… O quizás sería algo peor, no tan bonito y completo.
-Y
la edición es muy acertada, pero además “bonita”, ¿verdad? Anaya -Touring lo ha bordado...
-En Anaya-Touring
hacen libros preciosos. Cada vez son mejores y a un precio además muy asequible
para lo que es el producto final de venta. Yo quería hacer esto: dibujos tipo
acuarela, fotos mías coloridas y bonitas, letra de máquina de escribir antigua
o grafía manuscrita, acompañado de notas añadidas, ilustraciones como pegadas
encima de una hoja de cuaderno de campo… imágenes antiguas de archivos históricos.
No era fácil combinar todo eso y que finalmente quedara resultón, sencillo.
Pero desde la editorial le han dado forma a mi idea, casi una especie de sueño.
Yo creo que lo han resuelto con nota sobresaliente. Por gustarme, me encanta
hasta el tacto aterciopelado de la portada… Y, por supuesto, el olor. Los
libros nuevos no sólo se leen, se miran y ojean… sino que también se tocan y se
huelen.
-Tú ya te habías recorrido, de aquí a
allá, ahora este rincón, después el otro, Los Pirineos… pero estoy segura que
cada vez que vas... cada viaje, aunque recorras una misma ruta por una misma
senda descubres cosas nuevas, ¿verdad? Es lo que tienen los lugares
maravillosos… ¿Qué nos puedes decir?
-La naturaleza está viva y es cambiante
acorde con los ritmos que marca el calendario de la vida. No es lo mismo
visitar la Selva de Irati en el otoño que hacerlo en invierno, cuando el hayedo
está blanco y todo en él es muy silencioso y pacífico. Yo trabajé varios años
en el valle de Ordesa y cada día del año era distinto. Incluso me lo parecía de
un día para otro: hoy caía una tormenta atronadora con grandes cortinas de
agua, y al día siguiente lucía el sol, surgía el arcoíris y las nubes se iban
levantando, abriéndose en brumas como si fuera el preámbulo de una película de
magia o de misterio. Me gusta observar estos ciclos, contemplar lo propio de
cada fecha: la floración de los martagones, las gencianas y las saxifragas en la primavera, sentir el fresco verdor de los
bosques o los ríos bravíos y limpios durante los meses de verano, descubrir los
primeros quitamerinedas, las setas y arranque del
cambio de follaje en las arboledas de hoja caduca para el apogeo del otoño… o
disfrutar del sosiego en esas frías cumbres níveas que parecen un mundo lejano
tan apenas hollado o pisado por el ser humano.
-
¿Qué has descubierto, ahora, en este viaje que nos retratas en este Cuaderno de
montaña de las maravillas naturales de Los Pirineos?
-Nuevos destinos en la vertiente norte de
los Pirineos, poco conocidos para un zaragozano como yo. He disfrutado mucho
haciendo, especialmente, tres capítulos del libro, para mí menos transitados o
manidos como otros más cercanos y conocidos. Por un lado, el del Mont Valier,
una cima de 2.838 m de altitud, a la que nunca había subido y a la que me
adentré rebasando los bosques musgosos y el desierto de altura de Milouga, que es como un glaciar petrificado. También en la
subida al pico Vignemale por una ruta diferente a la
que ya había empleado para llegar a su cumbre en otras ocasiones: por el
corredor de la Moskowa y el collado de Lady Lister,
lo cual me abrió el apetito por saber quién había sido el primero en llegar a
lo más alto de estos dos personajes citados, allá por el año 1837. Y por último, el macizo de Arbailles,
con sus bosques de hayas, sus cuevas, sus pastos, sus historias de dólmenes y
seres mitológicos vascos.
-¿Cómo han influido y te han acompañado desde
los primeros pireneístas hasta los más modernos y a los que has podido conocer
y que, quizás, te han inspirado tu pasión por la naturaleza?
-De manera muy fuerte y positiva. Contaba
a principios del siglo XX un tal Henri Beraldi, el
historiador de todos los antiguos pirineístas, que para ser calificado como tal
no bastaba con subir a las cumbres más altas. Ni tan siquiera valía con,
además, escribirlo o fotografiarlo en revistas o en libros. Si no que el
verdadero pirineísta tenía que ser, así mismo, un enamorado de esta naturaleza
especial de las montañas, pues debe de sentir pasión por lo que ha subido,
visto y descrito.
No era simples
montañeros, ni tan siquiera turistas que conocieran bien la cordillera. Como
una nueva raza de soñadores, el auténtico pirineísta es, por tanto, un alma
sensible a la belleza pirenaica, la cual pondera y ama por encima de la de
otros parajes del mundo gracias a su vivencia previa. Viajeros decimonónicos o
de hace dos siglos: ilustres naturalistas, cartógrafos, científicos,
montañeros, escritores y turistas privilegiados –muchos de ellos aristócratas,
diplomáticos o jubilados- que procedentes de otras partes de Francia, de Europa
o del mundo iban recalando en los Pirineos en busca de las estaciones
balnearias con el fin de tomar relajantes baños de aguas curativas. Y ese fue
el caso adelantado de Louis Ramond de Carbonnières, naturalista alsaciano que asciende a la
cumbre del Midi de Bigorre
en más de treinta y cinco ocasiones, observando el entorno, herborizando
plantas y escribiendo unos cuadernos de finales del siglo XVIII que están
llenos de detalles apasionantes sobre la cordillera y su mundo natural. O de
otros personajes extraordinarios como el geógrafo
Franz Schrader -cuyos mapas fueron un auténtico regalo-, Maurice Gourdon, el poeta Victor Hugo,
Lucien Briet –cuyas palabras impulsarían la
declaración del Parque Nacional de Ordesa en el año 1918-, Jacinto Verdaguer,
Ludovic Gaurier, Charles Packe,
el guía Célestin Passet, Norbet
Casteret, Lucas Mallada, Juli Soler i Santaló o la citada Ann Lister. Figuras todas ellas para la
memoria, que hoy siguen siendo un referente para viajeros modernos como somos
nosotros.
-¿Qué late de diferente y de diferencial,
desde los Pirineos, que no late desde otro lugar...qué solo sientes cuando
andas por Los Pirineos y que solo nos puedes trasladar desde allí?
-Yo creo que es ese carácter de
Naturaleza salvaje que aún se preserva en ciertos sitios retirados y altos de
los Pirineos como el entorno de Ordesa y Monte Perdido o como el macizo del
Canigó. Donde no hay carreteras por el corazón de la montaña, ni tendidos
eléctricos, apartamentos o ni tampoco domestificaciones
por parte del hombre. Una esencia que ya se ha perdido en otras montañas más
altas y grandiosas, pero más degradadas ambientalmente, como los Alpes, donde
ha llegado la irrupción del turismo masivo, los vehículos a motor, los
helicópteros, los grandes refugios-hoteles, las carreras de montaña o, muy
especialmente, las estaciones esquí que ahora con el cambio climático empiezan
a ser un negocio más que dudoso. Un daño que también está penetrando en algunos
de nuestros mejores lugares pirenaicos y en determinadas épocas, tal y como
sucede en el entorno de Baqueira, Benasque o Valle de
Tena.
El conde Henry Russell, el más poético de
los pirineístas, decía hace más de un siglo: "He visto bastantes
montañas: el Himalaya, los Andes, los picos fúnebres de Nueva Zelanda, los
Alpes y el Altai; todas, más nevadas que ahora.
Durante toda mi vida he amado, yo diría que he adorado a las montañas,
ascendiéndolas con pasión. Puedo comparar entre sí a muchas de ellas; pero, por
ciego que sea el amor, creo tener razón al admirar más que nunca a los
Pirineos, a su cielo tan azul y limpio, a sus hielos resplandecientes, a sus
aspectos vaporosos, a las llanuras ardientes y aterciopeladas adormecidas en su
base bajo el sol más hermoso, y a esas aguas maravillosas que escapan de las
nieves con furor, para calmarse enseguida sobre céspedes
horizontales y serpentear en silencio entre tapices de flores tan raras y
encantadoras que apenas nadie osa caminar sobre ellas. En la naturaleza
pirenaica existe una poesía extrema, una armonía de formas, colores y
contrastes que no he visto en ninguna otra parte”.
-Amigo, ¿qué pretendías al acercarnos a
Los Pirineos desde este Cuaderno de Montaña de las Maravillas Naturales...?
-La inmensidad de las montañas pirenaicas
está repleta de mil maravillas naturales, de espacios naturales vírgenes que
enamoran y de pequeños detalles extraordinarios que no deberían de pasarles
desapercibidos a esos viajeros del siglo XXI que, sosegadamente, quieren
recorrer y saborear la esencia todavía indómita de unos enclaves donde todavía
reinan el silencio y la soledad. Mi intención es dar a conocer, para amarlo y
protegerlo de otro tipo de turismo y de otras mentalidades más comerciales que
siguen fijándose en estos territorios de montaña. De ahí que para mí siempre
sea preciso hacer una llamada al respeto y a la educación, yendo más allá de
las consabidas normas de no tirar basura, no gritar, no arrancar flores o no
molestar a los animales. Por ejemplo, es importante no adentrar el coche en el
corazón de la montaña, no tomar atajos que erosionan, hay que elegir –si es
posible- alojamientos o restaurantes ecológicos… y es muy beneficioso
contribuir como consumidores a la elección de productos gastronómicos locales,
agrícolas, artesanos, sanos y sostenibles que a su vez propician el
mantenimiento de un paisaje cultural y tradicional donde el ser humano
interviene armónicamente desde hace siglos.
-¿Cómo fue el proceso de documentación para
la realización de este libro? Porque hay que volver sobre otras miradas que han
mirado a los Pirineos, sobre tus anteriores andanzas, sobre lecturas, libros,
artículos, mapas, estudios geográficos...
-Siempre es placentero saber, indagar más
aspectos sobre algo que a uno le gusta. Por un lado, está el poso de más de 35
años investigando sobre los pájaros, los árboles, la geografía de las montañas
de Aragón y su redolada. Y por otro está el trabajo ya más serio de volver a
recorrer, de consultar a expertos conocedores de una zona, de una especie o de
un hábitat. Hay que leer todo lo que se pueda. Hay que repasar los mapas. Y hay
que volver a hacer fotografías, a ser posible en distintas estaciones del año:
con flores, con nieve o con los colores del otoño. Más que un trabajo, es una
suerte. Pero como todo lo que uno procura hacer bien, eso requiere una
disciplina preparativa, otra in situ –sobre el terreno, en el campo con largas
caminatas y fuertes desniveles a subir- y después delante del ordenador para
redactar o escoger las imágenes que podrían aparecer en la publicación. A veces
hay que acostarse muy tarde y madrugar mucho.
-Bueno, enlazo con la pregunta anterior,
es un viaje dentro de otro viaje, ¿verdad?, la de la documentación que buscas y
trabajas, la de las lecturas que lees y relees. ¿Cómo te ha ido y cómo te lo
has hecho? Me da que si te lo has pasado bien en la senda pirenaica... el
trabajo de “ratón de biblioteca” ha sido alentador...
-Repaso las guías de campo para la
identificación de especies animales y vegetales, los libros sobre la montaña de
otros amigos y autores –como Eduardo Martínez de Pisón o el tristemente
desaparecido Alberto Martínez Embid, que lo sabía todo sobre la historia
pirineísta-, también lo que se ha publicado en internet, los libros de Sua, de Desnivel, de Anaya-Touring,
de Prames… los mapas y folletos, incluso mis anteriores libros o mis viejos
cuadernos de campo donde ya recogía algo de esos viajes e impresiones.
-¿Cómo es, amigo, la metodología de trabajo
cuando escribes o casi vas trascribiendo desde un Cuaderno de montaña “in situ”
en ruta al que finalmente se fragua desde tu escritorio, quizás embriagado de
silencio?
-Muchas anotaciones o impresiones ya vienen
redactadas desde el propio campo, desde la montaña. Junto a la cámara de fotos
llevo un bolsillo con un pequeño cuadernito o libreta -y con un lápiz o
bolígrafo- donde anoto todo lo que veo y observo de interés del mundo natural,
lo que siento por estar allí, detallando los puntos clave de la ruta para no
perdernos nada, ni a nosotros mismos. Es difícil rememorar ciertas cosas o
momentos con la intensidad con las que las hemos vivido. Mejor no dejar pasar
las horas, ni los días. Por eso es mejor anotar sin que pase más tiempo. Voy
atento a todo, en silencio, sin prisa y sin pausa… fotografiando, pensando,
anotando… paso a paso, con pequeñas paradas para escribirlo.
-¿Qué cansa más amigo “la gestación y el
parir” este libro-cuaderno o la ruta por medios y entrevistas como la
presente---risas—casi a modo de interrogatorio porque esa es otra tarea para
hacer que tu trabajo, que es también tu pasión ya como naturalista nos
llegue a todos en la comodidad del hogar para que lo gocemos?...
-Es la disciplina de la que te hablaba.
Cuando pasa el trabajo de gestación, luego te olvidas de lo que supuso. Poco a
poco. Una cosa detrás de otra. He tardado en contestar a esta entrevista. Pero
aquí está. No doy más de sí. El libro ahí está… y eso es lo más importante. Ahora
sigo trabajando en más proyectos, en futuros libros, en nuevos artículos de
medio ambiente, contesto a la radio, a la tele y a los medios, defendiendo la
naturaleza mediante la divulgación, contando lo bueno y lo malo (que también
sucede, como es la idea de la unión de estaciones de esquí a través de Canal
Roya… y doy charlas o conferencias con fotos bonitas después de escribir el
libro en asociaciones, clubes de montaña, semanas culturales. Hace unos años
con mi amigo y colaborador Roberto del Val descubrimos que explicar o mostrar
el libro en una conferencia por los pueblos es algo tan gratificante como verlo
publicado impreso. Nos gusta ese “feedback” con la
gente, con los lectores, personas a las que no conocías pero que sienten lo
mismo que tú.
-Amigo,
¿nos puedes contar en qué estás metido ahora, nos puedes dar alguna pista?
-He viajado mucho
últimamente por otras alturas del norte peninsular, buscando sitios donde no
había estado antes o no había subido, como ciertas cumbres de la Cordillera
Cantábrica. Pero sigo con los Pirineos y con el compromiso de la
sostenibilidad, por mostrar nuevas sorpresas naturales y culturales en tierras
de Aragón. Es difícil aburrirse si estás enamorado de las maravillas de la
Naturaleza.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)