Cazarabet conversa con...   José Cabañas González, autor de “Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León. Segunda parte: la guerra” (Lobo Sapiens)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Llega la segunda parte de “Cuando se rompió el mundo”.

José Cabañas González cuenta la guerra civil en León, calificándola como “el asalto a la República en la provincia de León”.

Cabañas es un especialista en la investigación de la república, la Guerra Civil y la posguerra versus represión en León, su tierra.

Pueblo a pueblo, aldea a aldea…ciudad a ciudad. León queda bien retratado desde esta perspectiva …

Como nos recuerda el autor:” Se trata, en suma, de un libro que es mucho más que el relato más completo, actual y detallado del golpe militar de julio de 1936 en los pueblos, villas y ciudades de la provincia de León”.

El autor nos relata una presentación del libro: de esta manera nuestras preguntas derivarán hacia “otra manera de presentarlo”:

El libro es continuación de dos anteriores, ambos con el mismo título genérico, La Bañeza, 1936. La vorágine de julio, publicado el primero en el año 2010 con el subtítulo Algunas consideraciones previas contextualizando lo sucedido en la guerra y la posguerra en la comarca bañezana, y el segundo aparecido en julio de 2013, subtitulado Los prolegómenos de la tragedia, dedicado a indagar sobre los antecedentes (desde 1808 al 17 de julio de 1936) que en la provincia de León pudieran explicar el golpe militar y las represalias tanto tiempo mantenidas contra los derrotados.

Prosecución del segundo, relata pormenorizadamente el transcurrir de las tres semanas de julio de 1936 en las que en León cuaja la conjura y la tragedia y solidifica el golpe de Estado que desencadena la guerra civil y cuarenta años de fascismo y de dictadura. Hemos trabajado en la obra desde febrero de 2014, sin abandonarla en la confección de Convulsiones. Diario del soldado republicano Jaume Cusidó Llobet (Agosto 1938-Mayo 1939). Prisioneros catalanes en el “gulag” de León, libro publicado en julio de 2019 y del que surgió en diciembre de 2020 una variación ampliada y traducida al catalán. 

Narra esta con detalle cómo se inició en aquellos 21 días en nuestra provincia la hecatombe. Muestra minuciosamente cómo se perpetró el crimen de rebelión armada contra el régimen legítimo en tantas de sus localidades (León, La Bañeza, Jiménez de Jamuz, Castrocalbón, Astorga, Nistal de la Vega, Villafranca del Bierzo, Bembibre, Torre del Bierzo, Toral de los Vados, Noceda del Bierzo, Fabero, Villablino, Boñar, Cistierna, Ponferrada, Cacabelos, Valencia de Don Juan, Grajal de Campos, Sahagún, Valdevimbre, Mansilla de las Mulas, Palanquinos, Destriana, Santa María del Páramo, Alija, Mansilla del Páramo, Quintana del Marco, Urdiales del Páramo, Veguellina de Órbigo, San Pedro Bercianos, Valderas, Hospital de Órbigo, Sabero, Lario, Riaño, Santas Martas, Villamañán, La Magdalena, Toreno del Sil, La Vecilla, Puente Castro, Armunia, San Andrés del Rabanedo,…) por quienes conspiraban hacía tiempo para ello, los mismos que tras su triunfo aplicarían su «justicia al revés» a cuantos aquellos días de vorágine defendieron la República desde los casi siempre débiles conatos de oposición a los facciosos. E incluye además en ocasiones retazos de la gestación del Nuevo Estado impuesto y de su inicial funcionamiento, avanzando en otras a épocas posteriores para espigar algunas de las represiones y violencias que tantos vecinos y vecinas de nuestras poblaciones injustamente padecieron.

Relatamos, explicamos y contextualizamos en este libro lo sucedido en la segunda mitad de julio de 1936 en nuestra tierra (todavía sin contar en muchos casos, y en otros descrito desperdigada y parcialmente), relacionándolo con lo que a la par iba aconteciendo en otros muchos lugares. Numerosas y variadas han sido las fuentes utilizadas, entre ellas unas 500 causas de la justicia militar de los alzados y su “rebelión invertida”, y abundantes entrevistas a testigos de aquellos aciagos tiempos. Estas, y otras muchas, nos permiten recomponer y descifrar el complejo mosaico de lo entonces ocurrido y acercarnos a la verdad histórica y objetiva de los hechos.

Dada su extensión, hemos dividido la obra en dos partes (publicada esta segunda unos meses después de la primera), subtituladas una El Golpe, y la otra La Guerra. Equilibrando la amplitud de una y otra, hemos finalizado la primera en la fecha del 20 de julio y acotamos la segunda entre los días 21 y el que pone fin al mes. Cronológicamente se estructura el contenido de ambas partes, y con tal criterio, si bien sin rigidez, se va presentando lo acontecido en cada uno de los días sucesivos en los lugares estudiados, de modo que viene a ser su conjunto hasta la fecha bastante más que el relato más completo, actual y detallado del transcurso del golpe militar de julio de 1936 en la provincia de León.

En el acercamiento a los hechos de aquellos determinantes días constatamos algunas realidades hasta hoy ocultas o veladas, que sucintamente adelantamos: La importancia del levantamiento del Aeródromo de León para el resultado de la sublevación en la capital. La trascendencia de la actuación de la Guardia Civil en la capital y en la provincia, y de su retardado alineamiento con los rebeldes para su triunfo, en la provincia y en el noroeste, y en el desarrollo de la guerra. El diferente comportamiento en León y en otros lugares provinciales frente al peligro de la insurrección militar de los republicanos y socialistas-comunistas y los anarquistas leoneses, más decididos y activos ante la amenaza. El transcurrir del golpe en la capital de modo más violento y destructivo de lo que contaron después los vencedores, que lo justificaron con un relato tergiversado y falso desde los primeros días. Fue el golpe en León mucho menos aceptado de lo que se dijo, y una vez materializado tuvo en bastantes lugares más contestación, oposición e incluso respuesta armada y ofensiva de lo que la Historia oficial ha mantenido. Resulta llamativa la abundancia de “topos” en muchas de las localidades estudiadas, desde los primeros tiempos del golpe militar.

Desvelamos además en esta obra (entre otras muchas novedades) las apenas conocidas peripecias de la columna de mineros de paso por León (engañados aquí y en Ponferrada) desde Asturias hacia Valladolid, Madrid y Sevilla, en la ciudad y en los demás lugares del que fue su recorrido hasta regresar a su tierra por Leitariegos y Somiedo. Descubrimos la existencia de una fosa común desde los primeros tiempos de la guerra en el que fue Cuartel-Prisión-Campo de Concentración de Santocildes. Traemos nueva luz en torno al mito de las enfermeras mártires astorganas tantos años mantenido, y deconstruimos otros, como los de la muerte en Astorga del niño Gerardo Gavela el día de la sublevación y los fallecimientos en la fecha siguiente (también “por fuego amigo”, y no asesinados por los rojos) de dos insurrectos falangistas, uno en Astorga y el otro en La Bañeza. Asimismo, indagando en nuestro incómodo pasado, revelamos la existencia de los que fueron en nuestra tierra campos de concentración de prisioneros de guerra casi desconocidos: el astorgano de La Pajera de Carro (o de Santa Ana), y el de los Talleres Casa Ponga (o la Harinera) en Valencia de Don Juan.

En este libro, Segunda Parte de la obra: La Guerra (que sigue a la Primera: El Golpe, publicada en julio de 2022), de 874 páginas en formato 17x24 cms, sendos censos onomástico y toponímico de la provincia de León (con más de 3.700 y cerca de 500 respectivas referencias) presentan al lector las personas y lugares involucrados en los hechos. Más de 160 imágenes de época y casi 1.000 notas a pie de página reseñan, contextualizan, ilustran y matizan lo que en ella se narra.

Al igual que la Primera Parte, incluye esta Segunda unos ANEXOS: 

3.- Actas de reuniones de las Juventudes Socialistas Unificadas de Valderas en 1936.

4.- Infancia, periódico escolar mensual editado por el Centro de Colaboración Pedagógica de Valencia de Don Juan. Año 1. Número 2. 9 de julio de 1936.    

5.- I. Lo que se va sabiendo. León y su provincia bajo el terror fascista (según Avance. Diario socialista de Asturias. Gijón. 9 de junio de 1937).

II. El fascismo en la provincia de León (según “Prometeo” en la revista Timón, agosto de 1938).

III. Referencias a la represión en León en las memorias de Julián Gutiérrez Rouco, jornalero de San Miguel del Camino (1979).  

IV. Los paseados de Benamariel en el otoño de 1936.

6.- I. El Campo de Concentración de Prisioneros de Casa Ponga en Valencia de Don Juan.

II.- Carta de la familia Merino-del Castillo al exprisionero Isidro Nadal Grau.

En cuanto al título elegido, repasando las entrevistas efectuadas a lo largo de varios años a personas de edad de La Bañeza y pueblos de su contorna que vivieron los acontecimientos de aquel para tantos y tantas trágico y nada plácido periodo, volví a encontrarme con la realizada a Nieves Carbajo, de Destriana, en junio de 2009 en Santa Marta de Tera (Zamora), cuando la ARMH exhumaba allí los restos de su padre y otros tres jornaleros de aquella villa asesinados el 22 de agosto de 1936, quien para referirse a los días iniciales del golpe y de la guerra civil en su pueblo y en nuestra tierra me decía: –Cuando se rompió el mundo…, una contundentemente descriptiva y muy gráfica expresión que se ajusta a lo que aquí se trata, y que igual o parecida, encontré después en boca de muchos y muchas para quienes desde entonces todo giró en torno a aquel punto de inflexión, brecha y ruptura en sus biografías, con el que, arrastrado por el vendaval de la sedición desaparece de cuajo y hundido para siempre el mundo que todos conocían, y que inauguraba para tantos un dilatado tiempo de atrocidades y desdichas no tan ajeno ni lejano.

Para el conocimiento de la historia de nuestra provincia en la guerra civil y la posguerra pueden dirigirse a algunas otras obras (pocas para algunas localidades; ninguna para la mayoría), “pero están en esta”, y han sido parte de sus fuentes. Y sobre nuestra guerra y el tiempo posterior pueden posiblemente conocer variados mitos y opiniones. Ahora, a través de este libro y de esta obra, tienen ocasión de contrastarlos con lo que es información y ciencia, y de sustituirlos por conocimiento histórico, veraz, riguroso, honesto, contrastado y objetivo.

Afirmaba en junio de 1987 (en la Revista Tierras de León, a propósito del entonces reciente 50º aniversario de la guerra civil) quien era presidente de la Diputación Provincial leonesa, Alberto Pérez Ruiz: “No es el olvido lo que hace progresar a los pueblos, sino el conocimiento, el análisis y la reflexión sobre su pasado histórico”. Si el libro que hoy les ofrezco pudiera contribuir en algo a ello me daría por más que satisfecho.

La sinopsis del libro:

Contiene esta obra en dos partes la crónica de los días del 17 al 31 de julio de 1936, en los que se produce la sublevación contra la Segunda República y el inicio de la imposición del Nuevo Estado en muchos lugares, entre ellos León, La Bañeza, Jiménez de Jamuz, Castrocalbón, Astorga, Nistal de la Vega, Villafranca del Bierzo, Bembibre, Torre del Bierzo, Toral de los Vados, Noceda del Bierzo, Fabero, Villablino, Boñar, Cistierna, Ponferrada, Cacabelos, Valencia de Don Juan, Grajal de Campos, Sahagún, Valdevimbre, Mansilla de las Mulas, Palanquinos, Destriana, Santa María del Páramo, Puente Castro, Alija, Mansilla del Páramo, Quintana del Marco, Urdiales del Páramo, San Andrés del Rabanedo, Veguellina de Órbigo, San Pedro Bercianos, Valderas…, y otros como Hospital de Órbigo, SaberoLario, Riaño, Santas Martas, Villamañán, La Magdalena, Toreno del Sil, Armunia, La Vecilla

Permite el recorrido de sus páginas el acercamiento pormenorizado a lo sucedido en aquellas jornadas en las localidades referidas, aún sin contar en la mayoría de los casos, y en otros (los menos) contado desperdigada y parcialmente, y a las vidas –y las muertes– de tantos y tantas como protagonizaron tan determinantes acontecimientos.

Muestran ellas cómo se inició en nuestras tierras la tragedia; el modo en que se perpetró el crimen de rebelión armada contra la democracia republicana (el fundacional delito de lesa patria del franquismo) por quienes, triunfantes, aplicarían su "justicia al revés" y amplios, duros y prolongados castigos a los afectos a aquel régimen legítimo y legal y a cuantos participaron en las agitadas y decisivas jornadas de la vorágine de julio en su defensa y en los mayormente breves y débiles conatos de oposición a los facciosos.

Sendos censos onomástico y toponímico de la provincia de León (con más de 3.700 y de    500 respectivas referencias) presentan al lector a las personas y lugares involucrados en los hechos. Más de 160 imágenes de época y cerca de un millar de notas reseñan, contextualizan e ilustran lo que en esta Segunda Parte se narra.

Si queremos profundizar más:

El libro que el lector o lectora tiene en sus manos viene a ser continuación de dos anteriores, ambos con el mismo título genérico, La Bañeza, 1936. La vorágine de julio, publicado el primero en el año 2010 con el subtítulo Algunas consideraciones previas y la pretensión de contextualizar lo sucedido en los años de la guerra y la posguerra en la comarca bañezana en el más amplio marco de lo que entonces ocurrió en otros más o menos cercanos territorios que, como aquí, también los triunfantes golpistas de julio de 1936 dominaron desde los primeros días de la sublevación, a partir de los cuales, sin guerra, no se dio en los mismos más que una feroz, larga y contumaz represión sobre los vencidos, y el segundo aparecido en julio de 2013, subtitulado Los prolegómenos de la tragedia, y dedicado a una temporalmente extensa (desde 1808 al 17 de julio de 1936) y minuciosa indagación sobre los antecedentes que en la provincia de León pudieran explicar los sucesos que en la misma se desatan con el golpe de Estado que aquí comienza a materializarse el día 20 de aquel mes, y las represalias contra los derrotados durante tanto tiempo mantenidas.

Prosecución del segundo, como es, se inicia este en la fecha en que aquel finaliza, y se consagra a relatar pormenorizadamente el transcurrir de las tres semanas de julio de 1936 en las que en León cuaja la conjura y la tragedia y solidifica el golpe militar que, exitoso en la mayor parte de la geografía provincial pero no en una buena porción de la nacional, trata de imponerse por las armas y desencadena la guerra civil de los casi mil días y los cuarenta años primero de fascismo y después de férrea dictadura que fueron su colofón. En la elaboración de la obra hemos trabajado desde febrero de 2014, casi a diario y sin que ni siquiera la abandonásemos del todo a lo largo de los más de dos años empleados en confeccionar la que, desgajándose de esta, se convirtió en Convulsiones. Diario del soldado republicano Jaume Cusidó Llobet (Agosto 1938-Mayo 1939). Prisioneros catalanes en el “gulag” de León, salida de imprenta en julio de 2019 y de la que en diciembre de 2020 se publicó una variación ampliada y traducida al catalán.

A componer la narración detallada de cómo se inició en aquellos 21 días en nuestra provincia la hecatombe; a mostrar la crónica cercana y minuciosa de la perpetración en tantas de sus localidades (los numerosos pueblos, villas y ciudades que el Índice enumera) por quienes llevaban mucho tiempo conspirando para ello del crimen de rebelión armada contra el régimen legal y el poder legítimamente constituido, los mismos que tras su triunfo aplicarían los crueles y prolongados castigos de su "justicia al revés" a los afectos a aquel régimen y a cuantos participaron en los agitados y decisivos días de la vorágine de julio en su defensa y en los casi siempre débiles conatos de oposición a los facciosos, destinamos las páginas que siguen, a las que traemos además en algunas ocasiones retazos de la gestación del naciente e impuesto Nuevo Estado y de su inicial funcionamiento, incursionando en otras en tiempos posteriores, de los que espigamos también algunas de las coerciones y violencias que tan propios les fueron, recopilando, siquiera sea a vuela pluma, aquellas y las represalias que tantos vecinos y vecinas de nuestras poblaciones injustamente padecieron.

Si historiar consiste, en parte, en relatar y explicar hechos y contextualizarlos en el lugar y el tiempo en que suceden, así lo hacemos con los acaecidos en la segunda mitad de julio de 1936 en nuestra tierra que en estas líneas recogemos (todavía sin contar en muchos casos, y en otros descritos desperdigada y parcialmente), relacionándolos con lo que a la par iba aconteciendo en otros muchos lugares más o menos alejados. Según consta en el correspondiente apartado, numerosas y variadas han sido las fuentes que para ello y para el resto de lo que se expone hemos utilizado (cotejando o triangulando en ocasiones las diversas referidas al mismo acontecimiento o personaje), entre ellas no pocas causas militares y abundantes entrevistas a personas testigos directos o cercanos conocedores de los aciagos tiempos que tratamos. Con las pertinentes cautelas hemos considerado las segundas, fuentes orales que a veces se revelan como excelente complemento que alumbra los inevitables huecos de las restantes con las que se construye el continuo tejer y destejer del conocimiento histórico. Los procedimientos de la justicia militar de los alzados, interpretando adecuadamente su lenguaje, que es el de los represores y su “rebelión invertida”, vienen a ser ventanas abiertas al pasado y teselas que junto con otras muchas nos van permitiendo recomponer y descifrar el complejo mosaico de lo entonces ocurrido y acercarnos progresivamente a la verdad objetiva de los hechos.  

Dada su extensión, hemos dividido la obra en dos partes (publicada la segunda unos meses después de la primera), subtituladas una El golpe, y la otra La guerra. Mucho de convenido entre estudiosos de la época tiene fraccionar el continuum del tiempo que en España transcurre entre el 17 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939 en una y otra etapa, y subdividir la segunda en un primer periodo de “guerra de columnas” y otro posterior de “guerra de posiciones o trincheras” (asegura alguno que desde el punto de vista militar no cabe hablar de guerra hasta bien entrado el mes de agosto, y afirma otro que, continuado y dirigido a la conquista de Madrid, bajo la forma de guerra de columnas se demora el golpe hasta noviembre, seguido entonces de una guerra –que desde los primeros meses de 1937 es total y de exterminio– en la que participan las potencias del Eje). Equilibrando la amplitud de una y otra parte, sin perder de vista, no obstante, que en León tan solo existió frente de guerra –durante unos catorce meses— en la franja norte que linda con Asturias, y sin forzar demasiado el referido acuerdo, hemos optado por finalizar la primera en la fecha del 20 de julio (aunque hay en ella lugares de la provincia leonesa en los que el golpe militar aún no se ha decantado a favor de los rebeldes), y acotar la segunda entre los días 21 y el que pone fin al mes, pues, coincidiendo con la citada situación, partían ya el 21 de julio de León y de algunas otras localidades provinciales, con diversos resultados, columnas militares para forzar el triunfo de la sublevación en varias poblaciones. Cronológicamente se estructura el contenido de ambas partes, y con tal criterio, si bien sin excesiva rigidez, se va presentando lo acontecido en cada uno de los días sucesivos en las ciudades, villas y pueblos estudiados, atendiendo unas veces a la fecha en la que en ellos se inicia el golpe de Estado, y otras a aquella en la que son sometidos o tomados por las fuerzas golpistas, con la pretensión (espero que cumplida) de que sea hasta la fecha su conjunto bastante más que el relato más completo y detallado del transcurso del golpe militar de julio de 1936 en la provincia de León. 

En el acercamiento a los hechos de aquellos determinantes días constatamos algunas realidades hasta hoy ocultas o veladas. A modo de anticipo y conclusiones adelantamos al lector sucintamente varias de ellas: La importancia del levantamiento del Aeródromo de León para el resultado de la sublevación en la capital. La trascendencia de las actividades de la Guardia Civil (un Instituto armado en el que primaba la disciplina y la obediencia al mando) en la capital y en la provincia en los días anteriores (18 y 19 de julio) al de la sedición en la capital el día 20 (actuaciones que después se tratarían de encubrir), así como de su retardado alineamiento hacia el lado luego ganador en el resultado del alzamiento en la ciudad de León, y por ende en la provincia y en el noroeste español, tan importante después en los derroteros de la guerra. El muy diferente comportamiento en León y en otros lugares provinciales frente al peligro de la insurrección militar, en los días previos y hasta que se produce y mientras dura, de los republicanos y socialistas-comunistas y los anarquistas leoneses (estos más decididos y activos frente a la amenaza). El desarrollo del golpe en la ciudad de León de modo más agresivo, violento y destructivo de lo que durante muchos años se contó, narrando los vencedores su acontecer y tratando de justificarlo de manera tergiversada y falsa desde los primeros días posteriores al mismo. Fue el golpe de Estado en León mucho menos aceptado de lo que después se dijo, y tuvo en muchos lugares de la provincia, y también en la capital, una vez desatado más contestación, más oposición e incluso más respuesta armada y ofensiva de lo que más tarde se contaría.

De igual modo, desvelamos además (entre otras muchas novedades) las hasta ahora apenas conocidas trayectoria y peripecias de la columna de mineros de paso por León desde Asturias hacia Valladolid, Madrid y Sevilla, en la ciudad y en los demás lugares del que fue su recorrido hasta regresar a su tierra por Leitariegos y Somiedo: Asturias-León (Palencia-Valladolid) -Astorga-La Bañeza-Benavente-La Bañeza-Astorga-Ponferrada-Villablino. Descubrimos también la existencia de una fosa común en el interior del que entonces en Astorga fue Cuartel-Prisión de Santocildes desde los primeros tiempos de la guerra que desencadena la rebelión militar. Hacemos nueva luz en torno a un mito durante tantos años mantenido como es el de las enfermeras mártires de Astorga, confrontándolo con lo que hoy sabemos de aquel episodio bélico de finales de octubre de 1936 en el copo del Puerto de Somiedo, y deconstruimos otros, como son los de la muerte en Astorga del niño Gerardo Gavela el día de la sublevación y los fallecimientos en la fecha siguiente (igualmente “por fuego amigo”, y no asesinados por los rojos, como sostendrían los rebeldes) de dos insurrectos falangistas, uno también en Astorga y el otro en La Bañeza. Asimismo, producto de las indagaciones en esa parte de nuestro incómodo pasado, revelamos la existencia de los que fueron dos campos de concentración de prisioneros de guerra establecidos en nuestra tierra y hasta hoy casi del todo desconocidos: el astorgano instalado en La Pajera de Carro (o de Santa Ana), y el que en Valencia de Don Juan ocupó los talleres Casa Ponga (o la Harinera).

En cuanto al título elegido para este libro, repasando con detalle para su confección las aludidas entrevistas efectuadas a lo largo de varios años a personas de edad de La Bañeza y pueblos de su contorna que vivieron los acontecimientos de aquel para tantos y tantas trágico periodo, volví a encontrarme con la realizada a Nieves Carbajo, de Destriana, en junio de 2009 en Santa Marta de Tera (Zamora), cuando la ARMH exhumaba allí los restos de su padre Baltasar Carbajo Vidales (uno de los cuatro jornaleros de aquella villa asesinados el 22 de agosto de 1936, parte de las doce víctimas mortales que la represión de los alzados causó en ella), quien para referirse a los días iniciales del golpe y de la guerra civil en su pueblo y en nuestra tierra me decía: –Cuando se rompió el mundo…, una contundentemente descriptiva y muy gráfica expresión que se ajusta a lo que aquí se trata, y que igual o parecida, encontré después en boca de muchos y muchas para quienes desde entonces todo giró en torno a aquel referente temporal, punto de inflexión, brecha y ruptura en sus biografías, y el acontecimiento central de la historia contemporánea de España, con el que, arrastrado por el vendaval de la sedición que tantas historias arrollaba, desaparece en aquel eterno “es cosa de unos días” de cuajo y hundido para siempre el mundo que todos conocían, sustituido por lo impredecible y por una radical e impuesta vida nueva que suprimía la anterior, pues “ya no nos iban a dejar vivir de otra manera”. Un terremoto, el del verano de 1936, que dejó en lo político, en lo social y en tantas otras realidades múltiples, profundas, variadas y persistentes grietas, y en las gentes una quiebra de sus vidas, literal algunas veces (por el asesinato, la enfermedad, el suicidio o una bala en los frentes de batalla), y otras de sus formas de vivir e incluso de sus sueños de otras existencias; un antes, mientras, y después para muchas generaciones de españoles; una brutal cesura tras la que nada fue ya igual y que inauguraba un dilatado tiempo de atrocidades y desdichas no tan ajeno ni lejano. 

Afirmaba en junio de 1987 (en el número 67 de la Revista Tierras de León, con ocasión del entonces reciente 50º aniversario de la última Guerra Civil española) quien era presidente de la Diputación Provincial leonesa, Alberto Pérez Ruiz: “No es el olvido lo que hace progresar a los pueblos, sino el análisis y la reflexión sobre su pasado histórico”. Si con este trabajo pudiéramos contribuir en algo a ello nos daríamos por más que satisfechos.

El autor, José Cabañas González:

Nace en León, en 1955. Su vida transcurre en Jiménez de Jamuz hasta que se traslada en 1972 a Barcelona, donde se diploma en Ingeniería Técnica Industrial.

Desde 1985 trabaja como Empleado Público. Reside en Ourense desde 1988.

Nieto y sobrino de dos de los numerosos asesinados y desaparecidos por el franquismo en su pueblo de origen, miembro de la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) desde el año 2002 y desde 2009 de AERLE (Asociación para el Estudio de la Represión en León), viene participando activamente desde 1998 en variadas iniciativas de recuperación y difusión de la memoria histórica en diversos ámbitos. 

Ha publicado en esta misma editorial sus cuatro anteriores libros:

 La Bañeza 1936. La vorágine de julio. Golpe y represión en la comarca bañezana, en el año 2010 el Volumen 1 (Algunas consideraciones previas), y el Volumen 2 (Los prolegómenos de la tragedia), en dos tomos (Tomo I: 1808-1931, y Tomo II: 1931-1936) y un DVD con más de 4.000 archivos, en el año 2013, además de Convulsiones. Diario del soldado republicano Jaume Cusidó Llobet. Prisioneros catalanes en el ‘gulag’ de León, en el 2019 (del que se publicó una versión en catalán en 2020 por Editorial Base, Barcelona), y la Primera Parte de esta obra en julio de 2022.

Desde el año 2005 difunde los resultados de sus investigaciones en torno al periodo republicano, la guerra civil, y la represión franquista (y sus antecedentes desde 1808) en la comarca bañezana y en otros territorios leoneses en la web Otoño de 1936. La represión franquista en Jiménez de Jamuz .www.jiminiegos36.com

El autor ya ha estado con nosotros: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/convulsiones.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/convulsions.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/labaneza.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/cuandoserompio.htm

 

 

 

 

 

 

Cazarabet conversa con José Cabañas González:

 

-José llegamos, ya, con este libro a la guerra en España con el telón de fondo de León provincia. ¿Cómo era la sociedad leonesa en el momento del alzamiento?

-Pues era una sociedad, tanto en la capital provincial como en las restantes villas, pueblos y ciudades de la provincia, en la que la vida continuaba transcurriendo dentro de la relativa normalidad del momento histórico, de manera parecida a como transcurría entonces en el resto del país.

Contra lo que se pueda pensar, en base a lo que interesadamente desde ciertos ámbitos se ha transmitido, y a pesar de los rumores que sobre un posible golpe de Estado circulaban, parece que no era esa la preocupación mayor de la ciudadanía en los tiempos inmediatamente anteriores a la sublevación. El temor al mismo había sido más fuerte después de las elecciones de febrero, en los meses de marzo y abril, y se consideraba que no habiéndose producido entonces, el riesgo de una asonada militar había ya disminuido.

De manera quizá parecida a lo que actualmente sucede, los enconos y los enfrentamientos que se vivían en el Parlamento y que dividían a la clase política llegaban con escaso eco a las “gentes del común”, y por otra parte los implicados en las enésimas conspiraciones contra la República no dejaban de ser grupos reducidos de personas. Más allá de estas, incluso las vidas de militares (preocupados sobre todo por lo escaso de sus retribuciones) y de políticos, tanto de derechas como de izquierdas, estaban entonces más volcadas en los asuntos de la normal cotidianeidad y de la estación veraniega que en las cuestiones políticas y los avatares de las mismas, y así, mientras los conjurados continuaban moviéndose en la clandestinidad para alcanzar los fines perseguidos, militares asistían a competiciones deportivas en el extranjero, y políticos enviaban a sus familias de vacaciones a lugares más o menos alejados o asistían a congresos fuera del país (como hacía Largo Caballero), al tiempo que se organizaba para las fechas en las que el golpe se produjo la Olimpiada Popular en Barcelona.

De todo esto recogemos y mostramos abundantes muestras en el inicio de la Primera Parte (El Golpe) y a lo largo de la Segunda Parte (La Guerra) de la obra Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León, objeto ahora de esta entrevista.  

 

-Supongo que había mucha diferenciación entre “ese León más rural” y el de las “urbes”, fuesen de mayor o menor tamaño, ¿no?; ¿qué nos puedes comentar?

-Vaya por delante la afirmación de que ya en la amplia y minuciosa investigación para mi obra de 2013subtitulada Los prolegómenos de la tragedia, en la que dediqué un extenso tomo al transcurrir del periodo republicano en la provincia de León, constaté y documenté la escasa conflictividad sociopolítica y laboral que la atravesó a lo largo de aquellos años, lo que hace más notable y llamativo lo desmesurado de la represión que una vez producido el golpe militar y triunfantes los alzados estos aplicaron en las villas, pueblos y ciudades provinciales.

En el momento del golpe de Estado, tanto en el León urbano como en el rural, este se da en medio de la sorpresa de la mayoría de las gentes. Más desde luego en el segundo, y así encontramos que son muchos los pueblos y villas en los que el eco de lo que ya se ha iniciado en Melilla en la tarde del viernes 17 de julio, y su gravedad, no llega hasta la mañana del lunes día 20, celebrándose con normalidad el sábado y el domingo –también el mismo lunes en algunos— misas, bailes y actos deportivos (también en Astorga y en barrios de León).

A propósito de localidades leonesas, en algunas villas (Valencia de Don Juan, Bembibre, La Bañeza,…) ya se había roto desde mediados de mayo la coalición del Frente Popular que las gobernaba, del que se había desgajado abandonando las Gestoras Municipales el partido Izquierda Republicana, lo que confirmaría que no yerra mucho el historiador Stanley G. Payne cuando afirma en 2006 que “al igual que el Frente Popular francés comenzó a desmoronarse al año de haber alcanzado el poder, lo mismo habría de ocurrir en España de no haberse producido [el golpe y] la guerra civil”, lo que abundaría no solo en que el uno y la otra (su consecuencia) no eran ineludibles, y hubieran sido además innecesarios para los fines de las derechas conjuradas de hacerse con el Gobierno del país.

 

-¿Qué pasa en unos lugares y otros el día del alzamiento, porque en las ciudades se recibe, hay que pensar, de diferente manera que en las aldeas y los pequeños pueblos?

-En la provincia de León el proceso del golpe militar transcurre desde los días iniciales del 17/18 de julio, de la manera leve o mitigada que ya hemos señalado, hasta el día 24 de julio, en que por la tarde es tomada por fuerzas golpistas la villa de Valderas, al sur de la provincia, y el 27, en que se controla Torre del Bierzo y Bembibre. En la franja noroccidental limítrofe con Asturias hay localidades que resisten republicanas hasta casi finalizar agosto, y otras de la montaña central y nororiental que no son conquistadas hasta las fechas en torno al 21 de octubre de 1937 en que sucumbe la resistencia a los insurrectos y la República en todo el frente norte.

Esas fechas están en la provincia leonesa atravesadas desde el día 19, domingo, por las intrincadas peripecias que viven los mineros de la expedición asturiana partida de Oviedo en la noche del sábado 18 camino de Madrid en defensa de la República amenazada (peripecias y avatares nunca narradas con la extensión, la cercanía y el detalle conseguidos en este trabajo), tanto en la capital como en los lugares por los que transitan en la venida y el retorno desde Benavente a su tierra, Astorga, La Bañeza, Bembibre, Ponferrada, y en otros, como Valderas, en los que esperan su ayuda, inútilmente, los leales opuestos y resistentes al golpe.

La irradiación de la asonada, una vez que triunfa el 20 de julio en la capital y en Astorga (y en Valencia de Don Juan y Sahagún), se va produciendo desde unas y otras poblaciones hacia las demás villas cabeceras de los Partidos Judiciales, y desde estas a los pueblos del territorio de su influencia o jurisdicción. 

 

-¿Qué porcentaje de éxito tiene en León el alzamiento? ¿a qué lo atribuyes?

-Entre el 20 y el 27 de julio de 1936, del modo indicado, van siendo tomados por fuerzas sublevadas, tropas y efectivos de Orden Público y milicianos de derechas, lugares como La Bañeza (en la tarde del día 21), Santa María del Páramo y Veguellina de Órbigo (en la mañana y la tarde del 22), haciendo lo mismo con La Robla, Cistierna o La Vecilla en las últimas fechas de julio y las iniciales de agosto. 

Al éxito de los alzados contribuyeron en León, entre otros factores, el proceder del gobernador civil y de la mayoría de los alcaldes, más propenso aquel y estos, bajo sus órdenes, y también buena parte de los dirigentes políticos y sindicales, a confiar en las falsas promesas de lealtad de los conjurados que a atender a las peticiones de las gentes comprometidas y leales de la izquierda de actuar preventivamente contra los afines al golpe ya efectivo en otras latitudes y a las alarmas y al peligro de rebelión que aquellos les señalaban, “actuando con excesivo legalismo” (clamarán después los derrotados) y desacatando las disposiciones del Gobierno de armar al pueblo en defensa del régimen legal, más temerosos del populacho armado que de los militares, “gentes de orden” al fin y al cabo.

Al triunfo del golpe militar en León coadyuvaron decisivamente los engaños: los que desplegaron los conspiradores y muchos directivos republicanos y de izquierda se creyeron, y otros en los que algunos de estos a su vez participaron, engañados que, por pavor a los desmanes que la plebe armada pudiera causar (y no causó), engañaron o permitieron que se engañara a sus propios compañeros, propiciando así la mayor de las barbaries y el crimen fundacional del franquismo, origen de la guerra desatada y de los casi cuarenta años de dictadura que siguieron.

 

-Novelas como La Grama de Agustín Salgado, aunque dibujan el escenario tomando el pálpito de un pueblo de la provincia de Valladolid o El Tormento de Castilla de Carlos de Dueñas Díez y de Aurelio Quintanilla, un ensayo breve, conciso pero muy revelador --que acaba de editar La Uña Rota-- escenifican, creo muy bien, lo que pasó; ¿cómo lo ves?; ¿lo podemos extrapolar a León?

-Creo que, a grandes rasgos y en sus líneas esenciales, fue significativamente parecido el modo en que se desarrolló el golpe militar, su triunfo, y los tiempos y los sucesos posteriores, en los territorios y lugares en los que dicho triunfo, fue, como en la mayor parte de León, inmediato, en los que la sublevación se impuso en breves días, tras los que no hubo guerra alguna (no hubo ocasión de que se diera) más allá de algún conato de oposición al golpe y/o leve resistencia (más bien preservación del orden público, en la mayoría de los casos), dándose después, y durante muchos años, tan solo la desproporcionada, múltiple, variada e inmisericorde represión de los golpistas vencedores sobre los leales vencidos.

Esto fue así porque había unas instrucciones previas para la sedición (mitad exitosa y mitad fracasada) dictadas por el Director de la conjura, y porque una vez producida la cuartelada las disposiciones eran unificadas y comunes y emanaban de la misma cúpula militar que desde su inicio regía toda la zona rebelde.

 

-¿Qué importancia geopolítica tenía León? ¿y estratégicamente hablando en lo que atañe a lo meramente militar?

-Ya en la guerra de la Independencia se había patentizado la importancia estratégica de la provincia de León para todo el noroeste peninsular, conectando Castilla con Galicia y con Asturias, importancia que se manifestó de nuevo cuando la revuelta asturiana en octubre de 1934, al igual que lo haría en julio de 1936.

Esta importancia estuvo muy a punto de ponerse a prueba el día 20 de julio en la ciudad de León, en la que el triunfo de los militares rebeldes dependió, casi in extremis, de que en el Aeródromo leonés se decantaran sus fuerzas muy a última hora del lado de los sublevados, y de que en la capital sucediera lo mismo con los efectivos de la Guardia Civil (tan determinante su posicionamiento en la mayoría de los lugares para la victoria de rebeldes o leales), que llegaron a disparar al inicio del golpe en unión de milicianos de izquierda contra tropas sediciosas del cuartel de infantería echadas a las calles, para sumarse minutos más tarde a estas (una vez anulado a ultimísima hora su mando provincial y sustituido por un subalterno conjurado) y con ellas atacar a los defensores de la legalidad constitucional republicana.

De tales dos detalles dependería el triunfo de los alzados en León capital, y de no darse así, y haberse mantenido leales al Gobierno y al régimen guardias civiles y aviadores, sin duda el desenlace de la confrontación habría sido otro, el opuesto, y otro muy diferente hubiera sido el desarrollo y el resultado del golpe y de la guerra en León, en Asturias y en Galicia, y por ende tal vez en toda España.

 

-¿Por qué la resistencia fue tan mínima?

-En este punto niego la mayor: no fue tan mínima en León. Eso es lo que el franquismo impuso en su relato. Investigándolo con detalle se descubre que no fue así, sobre todo en la capital. En la mayoría de las poblaciones si fue nula o mínima la resistencia de los leales apenas armados frente al armamento de guerra de los golpistas, a excepción de unos pocos lugares en la montaña, Cistierna, La Robla, en los que se hace frente, incluso varias veces, a las incursiones de las columnas rebeldes desde la capital para tomarlas.

En la ciudad de León se producen tras la victoria rebelde el día 20 de julio dos intentos de los izquierdistas entonces dispersados y reagrupados en el extrarradio para tratar de hacerse con el control de la urbe, uno en la noche de 22 al 23, y otro en la madrugada del 24. En el último consiguieron internarse hasta casi el centro de la ciudad, poniendo en serio aprieto la defensa de los sublevados, a los que hasta allí hicieron retroceder de sus posiciones y fortines en la entrada de la misma, debiendo abandonar el que era exitoso ataque al acabársele las municiones.

Por otra parte, a la altura del 26 de julio aún se producción en la capital disparos de francotiradores (“pacos”, algunos entonces apresados) contra efectivos rebeldes –herían a algún guardia civil– desde algunos tejados y balcones.   

 

-¿Se convirtió León en una “ratonera”?

-Así fue. Como en tantos otros lugares, muchas gentes pensaron que aquello iba a durar pocos días, como mucho otros tantos como cuando la revuelta de octubre, tras lo que la nueva situación remitiría, siguiendo una represión parecida a la (no poca) de entonces, por lo que consideraron que no les era necesario ponerse a salvo. Otros fiaron en que como no habían cometido legalidad alguna ni hecho daño a nadie, nada les sucedería. A todos los sorprendió la nueva realidad. Nadie tenía precedentes y nadie esperaba que la represión bien pronto desatada por los golpistas iba a alcanzar las cotas y los extremos nunca antes vistos que en breve alcanzaría, facilitada a los represores en la mayoría de las localidades por el legalismo de los leales, que habían anotado estrictamente y al detalle todo lo relacionado con la requisa de armas y lo demás preciso para la defensa del orden público y el régimen legítimo, anotaciones que, como toda la documentación oficial referida a registros de asociaciones y organismos políticos y sindicales y sus integrantes, sirvió en manos de los golpistas para, analizada con extremada minuciosidad, aplicar sus desmedidas, crueles e injustas represalias sin que apenas nadie que a su entender las mereciera quedara al margen de ellas.  

 

-¿El principal lugar al que se dirigían los que pretendían escapar era Asturias?; ¿cómo lo hacían para “pasarse” allí y qué suerte les esperaba?

-A pesar de lo antes apuntado, descubierto el alcance de la represión que los alzados aplicaban, desde bien pronto se organizaron en León redes y grupos, en el ámbito anarquista sobre todo, para poner a salvo a personas que se temían víctimas más pronto que tarde de aquellas desmesuradas represalias. Fueron así muchos y muchas quienes desde la capital y la provincia leonesa pudieron alcanzar territorios seguros, los de la franja norte provincial que siguió siendo republicana, o la leal Asturias, además de Portugal, menos seguro de lo que muchos esperaban.

Abundan en nuestra obra los casos de quienes así trataron de salvarse, con dispares resultados, muchos devueltos desde Portugal y entregados por los fascistas de allí a los de aquí y a su “justicia”, consiguiendo algunos embarcar para América desde allí. A las zonas leales leonesa y asturiana “se pasaban” a veces (desde El Bierzo y Los Ancares) pueblos casi enteros y en expediciones numerosas; lo hacían otros grupos bien nutridos, en ocasiones guiados por quienes hacían el camino varias veces. Los hubo que se fueron y regresaron tiempo después para llevarse a sus familias, en unos recorridos peligrosos y difíciles en los que a veces eran capturados por las vigilancias de los rebeldes, lo que les suponía cárcel y consejo de guerra con altas probabilidades de acabar fusilados, la misma suerte que correrían después de hundirse el frente norte quienes no pudiendo exiliarse en Francia fueron apresados por los golpistas, algunos después de haberse enterrado en vida un mayor o menor tiempo como “topos”.  

 

-¿La represión se estableció pronto entre los leoneses?

-Bien pronto, por lo que sabemos. De inmediato, pues ya “el 21 de julio, temprano, en las orillas del río Bernesga era encontrado muerto el que sería oficialmente primer “paseado” leonés de la que pronto devendría larga lista de asesinados, un joven dependiente apellidado Cebada, ajusticiado por las armas de exaltados de Falange, del Requeté y otros al amparo de las refriegas de la pasada noche”.

En La Bañeza los falangistas que llegados de Valladolid y Zamora por Benavente con fuerzas del ejército toman la ciudad en la tarde del día 21 “matan a uno de los principales cabecillas” (rojos) aquel mismo día o el siguiente. El 27 de julio es “paseado” (asesinado y desaparecido) en un monte cercano Tomás Martínez Prieto. En esta misma fecha es muerto también José Barrientos Martínez, el primer “paseado” del que tenemos noticia en Valencia de Don Juan.

Manuel Méndez Esnal, secretario del Ayuntamiento de Santa Colomba de Somoza, era asesinado el 7 de agosto, uno de los primeros “paseados” de la zona astorgana.

En cuanto a leales fusilados, en León se pasa por las armas el 28 de julio en el Campo de Tiro militar de Puente Castro a José Silva Val, sindicalista, y el 30 de madrugada a Alejandro García Menéndez, leal teniente de Asalto, Arturo Pérez Pita, sindicalista, y Juan García Arias, alcalde de Ponferrada. En Astorga fusilan el 16 de julio contra las tapias del cementerio al Médico Ildefonso Cortés Rivas y al alcalde Miguel Carro Verdejo… 

 

-¿Cómo y de qué manera se llevó a cabo?

-La victoria de los golpistas se inicia en los lugares en los que en defensa del régimen legal y por orden del gobernador civil se habían producido detenciones de derechistas (falangistas, requetés, “japistas”,…) y requisa de armas a los mismos, liberándolos del lugar de encierro (que pronto comenzaban a llenar los leales, ahora detenidos) y armándolos con el armamento retirado a los de izquierdas, con el que son encargados del nuevo orden y puestos al frente de las poblaciones, bajo el mando de los militares y de la Guardia Civil, a los que auxilian en acciones de patrulla, control y vigilancia, además de en las labores represivas.

También la represión se irradia y se controla desde las Comandancias militares establecidas en las cabeceras de Partido Judicial o en otras localidades, a las que llegan delaciones y denuncias de “personas de orden” sobre los tenidos por rojos, y desde las que parten a los pueblos de la contorna expediciones “de limpieza” a la captura de aquellos, a los que se encarcela en la correspondiente Prisión de Partido cuando son hallados (si no son asesinados sobre la marcha sin más trámite; si por estar escapados o escondidos no los hallan, apresan a veces a alguno de sus familiares, mujeres sobre todo, “en rehenes” para forzar su entrega), continuando un camino que los podrá llevar a ser sacados del encierro para asesinarlos en una cuneta, o a comparecer ante un consejo de guerra que los sentencia a ser fusilados o a padecer largos años de prisión, además de a ser desposeídos de sus bienes.

 

-¿La derecha política en León estaba perfectamente preparada y engrasada para recibir el Golpe de Estado y llevar a cabo un plan de “depuración” y adoctrinamiento que, supongo, tuvo a ver mucho con el escarmiento?

-En las campañas electorales del periodo republicano, y a lo largo del mismo, la derecha leonesa había sido extremadamente virulenta en sus diatribas contra las izquierdas y los republicanos, especialmente desde la prensa provincial y local regida o controlada por el clero, que les achacaba los mayores males y los hacía responsables de todos los desastres, sembrando ya la animadversión y el odio contra aquellos que más tarde, triunfantes los rebeldes, continuarían predicando, y amplificando incluso desde el púlpito, a la vez que, lejos de la caridad cristiana, practicaban con ánimo de escarmiento muchos de los integrantes de aquel clero la revancha, haciendo pagar en tantas ocasiones a tantos, con sus poderosos informes ante las nuevas autoridades, un precio de sangre o de encierro y apartamiento de los suyos, por sus “errores del pasado” (que podían ser “haber simpatizado con el Frente Popular”, o “no frecuentar los sacramentos”). 

Por otra parte, en León, en la primavera de 1936 y en el inicio del verano, la derecha civil conjurada para el golpe de Estado iba tejiendo sus redes y avanzando en sus fines, en una labor callada, subterránea y clandestina que no trascendía a la superficie de la sociedad despreocupada, pero que sería de no poca utilidad a los militares insurrectos en los preámbulos de la rebelión, en sus últimos preparativos, y una vez que se imponga.

Lo fueron sin duda las actividades que falangistas de Ponferrada emprendían en mayo para adquirir armas, y algo más tarde otros para hacerse con fusiles en León; las relaciones y las tramas que algún prócer leonés (ya destacado en la dictadura primoriverista) anuda con falangistas de León y con algunas primeras figuras nacionales del organigrama de Falange; las colmadas Escuadras de la Revolución Nacional que en aquel periodo organiza un médico leonés y que se ponen a disposición de los conspiradores del Cuartel del Cid que guarnece León en los días previos a que estos se subleven, cuando otro falangista recibe el encargo de uno de los militares del complot de reunir a los civiles afectos al golpe; y las discretas reuniones que en las fechas anteriores y en la misma en que se alzan celebran falangistas de León “para atender a las posibles eventualidades del movimiento militar y de la intervención del ejército en la ciudad”.

 

-¿Cómo se puede llegar a asumir una derrota tan rápida y traumática por parte de los que eran republicanos, sindicalistas, de izquierdas, librepensadores….?

-Yo creo que la clave fue el terror. “Los jefes de la rebelión militar habían entendido y decidido que el terror sería el medio de acabar con la resistencia de las masas, y que invertir en terror suponía establecer los cimientos de un régi­men duradero, y generaba unos beneficios de los que viviría el dictador hasta su muerte” (sostiene el hispanista Paul Preston en 2012 en el libro En el combate por la historia. La República, la guerra civil, el franquismo), un terror cuya desmesura y dimensiones sorprendió a todos y todas sus destinatarios, carentes de toda parecida referencia en la historia española de los decenios anteriores, y ya previsto por los conjurados, y por su Director, en las Instrucciones reservadas que este había elaborado, que contemplaban una acción fulgurante basada en la formación de columnas militares para some­ter el territorio y marchar rápidamente sobre Madrid, acompañada por una represión desmedida y muy violenta que paralizara por el terror a la totalidad de la población para asegurar la retaguar­dia.

En lo que respecta a la provincia de León, de la crudeza de las represalias de los golpistas vencedores y de su alcance y proporciones, y del consecuente terror que ellas generaban, anotaba en su Diario a finales de septiembre de 1936 Carlota García del Real, mujer independiente, liberal y acomo­dada, que “siendo nacional desde el primer momento, no habían dejado viva a una sola persona que tuviera que ver con el gobierno de la República, ni a un solo socialista”.

Mucho y muy cruelmente se mataba aquel primer otoño de la guerra, tanto que, quienes mercadeaban entonces con carro y mula diversos géneros por los pueblos de la leonesa comarca bañezana, o los que desde ellos viajaban a la capital en los coches de línea, recordarían muchos años más tarde como, cuando era día de mercado en Santa María del Páramo, Astorga, o Benavente, transitaban por caminos y carreteras cuyas cunetas aparecían plagadas de cadáveres, y ya antes, en agosto, reconocía el deán de la catedral de León al interlocutor que lo contaba que “Es verdad que se mata mucho. Pero convendrá usted conmigo en que esto nos asegura cincuenta años de tranquilidad”.

 

-¿Los paseados encontraban en las cunetas la mayoría de sus tumbas o eran también las tapias de los diferentes cementerios lugares donde terminar con la vida?

-La verdad es que en la provincia de León abundaron los lugares de “paseo”, aquellos en los que los asesinos falangistas (no solo estos, también guardias civiles, requetés, guardias de Asalto, carabineros, japistas de las Juventudes de Acción Popular, jóvenes de Renovación Española, y miembros de guardias cívicas y somatenes) abandonaban, asesinándolos y desapareciéndolos para los suyos, los cadáveres de tantos desdichados mártires laicos.

Fueron parajes especialmente señalados por la abundancia de asesinatos en ellos perpetrados, o por la frecuencia de los mismos, los de Fresno y Valverde de la Virgen, Villadangos del Páramo o Estébanez de la Calzada, el Monte de San Isidro, La Cenia, Montearenas, La Mata del Moral, el Alto del Portillo, los montes de la Cota de Casasola de Rueda y Las Muelfas, o la Valleja de los Muertos,… descampados y montes a veces, cunetas de carreteras y caminos otras, tapias de cementerios o sus cercanías en ocasiones, también alguna bodega derruida,…

… E incluso el  muro de Villarroquel (en Cimanes del Tejar), un paredón de cemento a la orilla del río Luna frente al que se ajusticiaba a los leales arrojando desde allí sus cadáveres al agua, sobrecogidos los lugareños del pequeño pueblo por las descargas nocturnas y obligados a convivir durante los primeros meses de la guerra con los ecos de la muerte, dispensada en ocasiones por los matarifes con aberrantes cotas de ensañamiento mediante el macabro ritual de maniatar juntos a dos apresados y disparar solo contra uno, de modo que el peso del ultimado arrastraba a su compañero, que se ahogaba bajo la briosa y gélida corriente.

 

-Una vez el alzamiento fue exitoso, ¿cómo vive León el resto de la guerra hasta el 1 de abril del 1939…vivían como en posguerra dentro de la guerra?

-En los lugares en los que el golpe se impuso de inmediato, más que guerra, lo que desde el principio se vivió (y se murió) fue una especia de posguerra anticipada.

La vida en León sería en la nueva Era Azul impuesta por las armas parecida a como transcurría en Astorga, y de este tenor: desde octubre de 1936 establecía el Obispado que se celebren diariamente rogativas y se entreguen dádivas en favor de la Patria, “con el fin de alcanzar cuanto antes el ansiado triunfo de la nobilísima causa que defiende la España católica”; se celebraba en la Catedral un funeral por el alma de Calvo Sotelo, y en el teatro a beneficio de los combatientes por España una velada patriótica “con motivo de izarse la bendita enseña nacional”. Se reponía el crucifijo en las escuelas; se expurgaban las bibliotecas secuestrando o destruyendo los libros pornográficos y “rusos”; se cambiaba el nombre de las calles; afiliaciones a Falange, de muchos “por conveniencia y por si acaso”, y desfiles de sus milicias, masculina y femenina, y las de Acción Popular, Renovación Española y el Requeté. Asistencia a misa, pues no hacerlo era peligroso. Requisas de todo tipo de vehículos, aparatos de radio, municiones y armamento. Suscripciones y colectas de toda clase, y listados en la prensa local de quiénes y con cuánto contribuían “para la heroica lucha de España contra la antiEspaña”. Talleres de costura y confección de ropa para las tropas. Consejos de guerra sumarísimos, ejecuciones y paseos, multitudes de presos, desposesiones y multas a los desafectos, los insumisos y los tibios. Novenas, misas de campaña y bendiciones a fuerzas militares y milicias que aniquilan a las hordas marxistas, judías y masónicas. Noticias de ejecuciones de sentencia, y de bravos jóvenes caídos por la Patria en los frentes nacionales. Himnos patrióticos y días del Plato Único. 

Actos de exaltación del Ejército y de Falange, veladas patrióticas y homenajes a las huestes italianas y a Italia, “la gran nación amiga”. Jornadas de solidaridad hispano-italiana. Soldados moros heridos en el frente recibidos como héroes y visitas de moros notables. Aviadores de la Legión Cóndor que hacen visitas turísticas en sus asuetos entre bombardeo y bombardeo. Prohibiciones numerosas, de los partidos políticos y sindicatos o la celebración del carnaval, e imposiciones abundantes, tal que “el saludo a la romana como acatamiento a toda jerarquía” o las de la moralidad y la modestia con campañas machaconas, y consignas de “obedecer, obedecer y obedecer”. Todo entre el silencio y el miedo (mucho miedo) de tantos como sentían sus vidas y las de los suyos en peligro, y las incitaciones de los vencedores a delatarse unos a otros, salpicados de vez en cuando por actos de ayuda y solidaridad de algunos con los derrotados… 

Una vida que en el verano de 1936 incluía en la capital leonesa algunos sobresaltos por diversos bombardeos realizados por la Aviación republicana, y más adelante, al inicio de 1938, el de haber descubierto y trascendido el complot que presos en el moridero de San Marcos tramaban para liberar a los varios miles que allí penaban y apoderarse todos ellos de la ciudad.

 

-Sé que León fue de los primeros lugares que formalizaron la guerrilla, ¿crees que en parte fue debido a que también fue de los lugares que cayó más pronto bajo el régimen de los alzados?

-A primeros de agosto de 1936, cuando los golpistas ordenan la movilización forzosa de varios reemplazos en el territorio que dominan, jóvenes de aquellas quintas de diversos pueblos de León (sobre todo en El Bierzo, La Maragatería, La Cepeda, La Montaña) se echan a los montes para eludir y evitar que los recluten para la guerra recién iniciada. Son los entonces conocidos como escapados, huidos, fugados. Algunos de estos son apresados más o menos pronto, otros terminan escondidos como “topos” en diversos escondrijos durante un tiempo más o menos largo, resistiendo parte de ellos como huidos todo el tiempo de la guerra y después de finalizada esta. A los escapados que aún lo son se les suman en los montes leoneses muchos de los derrotados en Asturias en octubre de 1937, todavía con poca o ninguna organización y con la principal pretensión de seguir sobreviviendo.

Pasados unos años, tras diversos avatares, entre ellos varios intentos –fallidos algunos– de internarse en Portugal y dirigirse desde allí a otros destinos, progresivamente organizados y con objetivos políticos ya definidos de oponerse al fascismo hispano con las armas, va cuajando la guerrilla antifranquista, que a la altura de 1941/1942 se estructura como Federación de Guerrillas de León-Galicia, y que pasando por variadas coyunturas al menos hasta 1952 se mantendrá activa.

 

-Coméntanos ¿en qué andas, por favor trabajando ahora?

-Después de haber dedicado en el año 2010 el libro La Bañeza 1936. La vorágine de Julio. Golpe y represión en la comarca bañezana a las Consideraciones previas en cuanto al golpe militar y a la represión posterior al mismo en dicha comarca; de ocuparme en el año 2013 de Los prolegómenos de la tragedia, los del golpe y la guerra subsiguiente en la provincia de León desde 1808 hasta el 17 de julio de 1936, en una publicación en dos tomos, dedicado el segundo al periodo republicano en la provincia leonesa; de publicar en el año 2019 Convulsiones. Diario del soldado republicano Jaume Cusido Llobet (agosto 1938–mayo 1939). Prisioneros catalanes en el ‘gulag’ de León (del que en el 2020 se publicó una edición ampliada en catalán); y de publicar en los años 2022 y 2023 en sus dos respectivas partes (El Golpe y La Guerra) la obra Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León, lo que me queda, y en lo que ya trabajo, es contar, de la manera más extensa y detallada posible, el modo en que se materializó en los años de la guerra y la interminable posguerra en los pueblos de las tierras de La Bañeza la polifacética, desmedida, cruel, inmerecida, omnipresente, y amplísima represión que los alzados perpetraron allí contra los inocentes y leales republicanos y republicanas de la zona, y lo haré en una obra que se titulará Expiación y escarmiento. La represión franquista en la comarca bañezana.

 

 

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