Cazarabet conversa con... Carlos Serrano Lacarra, autor de
“Ríos de tinta por Aragón, discursos por un país. La revista El
Ebro (1917-1936)” (Rolde de Estudios Aragoneses)
Carlos Serrano Lacarra
realiza un ejercicio pormenorizado y minucioso de esta revista aragonesista, El
Ebro que se editó de 1917 a 1936.
Lo edita Rolde de Estudios Aragoneses y cuenta
con la colaboración de la Fundación Gaspar Torrente.
Se encuentra dentro de la Colección ARACONT
–para saber más de la misma, https://www.roldedeestudiosaragoneses.org/categoria-producto/coleccion-aracont--
Aquello que nos encontraremos
en el libro: En 1917, un grupo de aragoneses
residentes en Cataluña fundó una organización que cobijaba pensamiento, acción
e inquietud en torno a su país de origen. La revista El Ebro difundió el
ideario de la Unión Aragonesista de Barcelona y de sus miembros.
La
revista es testigo de la crisis del modelo político de la Restauración,
planteando soluciones regeneracionistas que pasan por el reconocimiento
político de Aragón, con varias vías entrecruzadas: regionalismo, autonomismo,
federalismo y nacionalismo. La economía, la literatura, las propuestas
culturales, el tratamiento de la historia… permiten al aragonesismo de El
Ebro dar más color a su fondo político e ideológico.
Este
libro aporta análisis e interpretación al conjunto de propuestas desplegadas
por la revista barcelonesa, y forma parte de un proyecto que ofrece en acceso
público los fondos completos de la revista, digitalizados por la Hemeroteca
Municipal de Zaragoza, y una herramienta de clasificación y búsqueda de
contenidos: https://elebro.info/
Carlos Serrano Lacarra,
un amigo de Cazarabet que ya ha estado más veces con nosotros:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/justiciaydignidad.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ciudadcrisalida.htm
Cazarabet
conversa con Carlos Serrano Lacarra:
-Carlos, ¿nos puedes, brevemente, hablar
un poco de la revista aragonesista El Ebro? Preséntala, por favor...
-El Ebro
fue una publicación editada entre 1917 y 1936, en tres etapas, por miembros de
la emigración aragonesa en Cataluña que querían ir un poco más allá de lo que
permitía el marco de entidades más “apolíticas” como el Centro Aragonés.
Fundaron la Unión Aragonesista de Barcelona que, sin llegar a constituirse como
partido, apoyó campañas de reconocimiento de la identidad aragonesa:
candidaturas regionalistas en elecciones, proyectos mancomunitarios,
bases de gobierno, mejoras económicas, revitalización cultural, conocimiento de
la propia historia, etc... El Ebro
fue la tribuna, el órgano de expresión de toda esta gente, y también sumó
muchas inquietudes culturales.
-¿Por qué decides dedicarle un libro que
registra y nos cuenta de su trayectoria?
-El Ebro
es una fuente fundamental para conocer la trayectoria del aragonesismo de
preguerra, para explorar el ideario de sus líderes, la marcha de sus
organizaciones y proyectos, etc. De modo que su lectura y consulta han sido
base de trabajos muy interesantes acerca del aragonesismo: los estudios
pioneros de Vicente Pinilla y Antonio Peiró, a principios de los ochenta, las
investigaciones posteriores del segundo, o las mías, más esporádicas..., y ha
servido para cimentar monografías en torno a Gaspar Torrente, Calvo Alfaro,
Isidro Comas, Matías Pallarés y Vicente Tobeña. A
finales de los años noventa, tras consultarla a fondo para un trabajo académico
sobre el tratamiento de la figura de Joaquín Costa en la prensa aragonesista,
confeccioné una base de datos con las dos mil y pico entradas de la revista.
Hace unos años, la Hemeroteca Municipal de Zaragoza inició la digitalización de
esos fondos y, desde Rolde de Estudios Aragoneses, en colaboración con la Fundación
Gaspar Torrente, se creó una web con todos esos contenidos en acceso abierto (https://elebro.info/)
y un motor de búsqueda diseñado a partir de mi base de datos. El círculo se
cerró con este libro, que aporta análisis e interpretación acerca de esos
contenidos de El Ebro que hoy
cualquiera puede consultar.
-Porque su idiosincrasia y su razón de
ser era "ser aragonesista y ejercer como tal", ¿verdad?; ¿era su
prioridad? ¿cómo lo plantearon, desde un primer momento y cómo lo fueron
haciendo durante los años en los que la revista El Ebro estuvo en marcha?
-En
efecto, la revista nace como portavoz de un grupo que tenía las ideas muy
claras al respecto. Es una época de crecimiento de propuestas periféricas
nacionalistas y regionalistas, que cuestionan en modelo de Estado centralista
de la Restauración. Este aragonesismo participa mayoritariamente de un ideario
federalista, es un segundo regeneracionismo desde la veneración a Costa, anticaciquil, y tiene también un fondo muy ecléctico. Hay
que decir también que El Ebro es un
testigo de excepción de años muy intensos, la crisis de la Restauración, la
Dictadura de Primo, la República... años de agitación social y política. En ese
sentido también nos aporta un contexto muy útil.
-Cuando surge El Ebro, ¿para esta tierra
que era Aragón hacía falta y era necesaria una publicación como esta?
-Es
una publicación que pone sobre la mesa los problemas de Aragón (que en esa
época son muy acuciantes, especialmente en muchas zonas rurales), e intenta
aportar soluciones. En ese sentido responde a una necesidad, a una demanda que
estaba presente... y lo hace con generosidad, sin escatimar esfuerzos.
-¿Se fijan en alguna otra publicación,
tienen algún referente?
-No
solo El Ebro, sino todo el proyecto
aragonesista de la emigración, tiene un patrón en el regionalismo del interior,
con el que tiene más encuentros que desencuentros, y tiene un espejo en el
catalanismo. No es que haya una referencia concreta de una publicación
determinada, porque se sigue una línea formal muy reconocible, aunque en el
libro hablamos de los medios de ese regionalismo zaragozano, y también
apuntamos una similitud formal con el periódico La Nació, editado por la Unió Catalanista.
-Influye Cataluña en El Ebro; influye el
paso de aragoneses por Cataluña y en concreto por Barcelona cuando vuelven…vuelven
con nuevas ideas.
-Por
supuesto, el ambiente catalán y barcelonés, muy politizado y agitado, influye
sobre la toma de conciencia de muchos de los impulsores de El Ebro. Toman también como modelo esa cultura cívica, ese tejido
sociocultural, y lo intentan aplicar a su experiencia. Como residentes y
naturalizados, forman parte de la sociedad catalana. Admiran lo catalán, pero
también saben ser muy críticos y están alerta ante veleidades pancatalanistas: a la hora de defender intereses de Aragón
y su integridad, no tienen duda.
-¿Su visión del aragonesismo también se ve
influida tanto por la emigración, como por las ideas que importan...?
-El
emigrante tiende a ver en la tierra que ha abandonado, ese “lugar perdido”,
sigue teniendo un vínculo con ella y siente el deber de “recuperarlo” de algún
modo, y por eso, al tener más perspectiva del problema de su tierra de origen,
toma más fuerza su determinación a buscar soluciones. No es que sea lo más
frecuente, pero sí en muchos casos. En Cataluña, muchos encuentran espacios de
sociabilidad y paisanaje que permiten compartir recuerdos y noticias de la
patria chica... y eso ayuda. También hay que decir que estas preocupaciones se
corresponden más con una emigración de clase media de empleados, profesionales
liberales, comerciantes, pequeños empresarios (es la extracción social
mayoritaria). La emigración que desemboca de forma más clara en el proletariado
se deja atraer por otras propuestas más radicales y revolucionarias más atentas
a la lucha de clases que a la reivindicación relacionada con el territorio.
Pero también sobre este asunto hay afinidades y conexiones. En el libro se ve
eso también.
-¿El aragonesismo se vuelve como más fuente
de ósmosis, como “más ente que va influenciar y que va ser fruto de
influencias”?
-El
aragonesismo es algo muy transversal: convive con diferentes ideologías y
visiones sociales. En El Ebro escribe
gente de izquierdas y de derechas, republicanos y liberales, se surten textos
de autores anarquistas y tradicionalistas... También hay que decir, que el
contexto político, de libertades... condiciona enormemente los propios
contenidos. Los años 1919-1922 son de enorme vitalidad y agitación política, y
eso se ve en el tono de muchos escritos. La dictadura de Primo de Rivera, con
recorte de derechos y libertades, con censura, etc., determinarán contenidos
más neutros, volcados en contenidos culturales, históricos, sobre economía e intereses
regionales, etc., despojados de connotaciones políticas. La llegada de la
República abrirá otras expectativas. Hay una evolución temática según el
contexto, que condiciona la propia marcha de las propuestas aragonesistas. Esa
evolución la trato en el libro, igual que también se concede una parte
importante a su condición de revista cultural, de espejo de sensibilidades
estéticas, más allá de lo ideológico.
-¿La revista El Ebro ,como otras influencias del aragonesismo histórico, están
mucho más tarde detrás de la inspiración y en parte de la génesis de Andalán?
-Son
tiempos muy diferentes, y las formas de expresarse también lo son. Entre medio
hay una guerra civil y una dictadura de naturaleza fascista que intenta hacer
tabla rasa de todo lo que huela a reivindicación territorial y que recuerde a
la democracia republicana. Andalán nace con una emergencia histórica muy diferente,
pero en el fondo pivota sobre una realidad similar: la de un Aragón alienado y
expoliado que se busca a sí mismo, que está en construcción, y que afronta el
momento social y político a través de una agenda democrática. También hay un
parentesco en el momento en que la generación de Andalán recupera y difunde la
memoria de aquel autonomismo de la República, el Congreso de Caspe, etc.
-Háblanos un poco de esos “otros
proyectos” vinculados a El Ebro que querían o pretendían, ya de entrada,
inspirar a la lectura de libros aragoneses...
-Hubo
un proyecto de editorial, “Estudios Aragoneses”, en el que se pretendía publicar
autores habituales en El Ebro,
recopilar textos... pero quedó más como proyecto. En todos estos asuntos, la
economía mandaba, y era muy precaria. También se hacen recomendaciones de
lecturas de ensayo, narrativa y poesía de autores y temas aragoneses. Se
concibe como una especie de “misión espiritual”, sentar una base, un ideario,
una conciencia, una interiorización intelectual de lo aragonés como punto de
partida.
-Aunque no hay que confundir eso con las
lecturas en aragonés, aunque eso estaría muy, muy bien…sería como la guinda al
pastel, ¿no?; en aquella época debía ser casi excepcional, ¿verdad?---poetas
locales...—
-Si
lo dices por la lengua aragonesa... sí que hay un interés por mostrarla como
parte del patrimonio cultural, como elemento vivo, se reproducen textos de
escritores en modalidades del aragonés, en cheso, en ribagorzano, en chistavín, en somontanés, con
gente como Cleto Torrodellas entre otros... el
costumbrismo, Llampayas... También hay vocabularios
por entregas, artículos de filología aragonesa, etc. También algún artículo en
catalán. En esos años ya se están haciendo muchos trabajos de campo, hay
estudiosos extranjeros que preparan sus tesis en el Pirineo central... aunque
en El Ebro no se trasluce eso, sí que se detecta un interés. No hay todavía una
concepción de la lengua aragonesa como algo a normalizar, pero en algunos
aspectos sí que se señala la importancia identitaria de ese patrimonio y de
alguna manera se sentaron bases sobre las que se empezaría a trabajar en la
década de 1970.
-¿Qué plumas y/colaboradores forman parte o
van formando parte de El Ebro?;¿Hay como unas firmas fijas y otras que van y
vienen o que, incluso, son circunstanciales?
-Hay
autores que son parte sustancial, y que desarrollan ahí toda su teoría aragonesista,
como Gaspar Torrente y Julio Calvo Alfaro. El más prolífico es Isidro Comas,
“Almogávar”, que teoriza menos pero es un todo
terreno. Ellos tres y Andrés Giménez Soler, historiador vinculado al
regionalismo zaragozano, conforman un póker, al que se podrían sumar personas
como Matías Pallarés (destacando textos de historia y arqueología) y Vicente Tobeña (gran peso del costumbrismo). Esos y otros muchos.
Por El Ebro desfilan gentes del aragonesismo, pero también firmas más diversas,
escritores aragoneses y catalanes, profesores, críticos... hay muchas
colaboraciones esporádicas y textos “prestados” de otros medios (esto nos lleva
a que en la lista de autores nos encontremos con muchos nombres que no
participan del aragonesismo, o que no son aragoneses: por ejemplo, hay textos
de Unamuno y Azorín). Todo esto, en realidad, nos hace ver a los impulsores de El Ebro como gente muy abierta:
detectamos un eclecticismo en el buen sentido del término. Otra cosa que
también nos da pistas es el capítulo de “alabanzas” y “críticas”: los
receptores de unas y de otras nos hacen situar mejor el plano en el que se
mueven los impulsores de la revista, que aplauden el mérito, la creatividad, el
empeño... y aborrecen las actitudes caciquiles, las componendas, los favoritismos,
lo que interpretan como doblez, etc.
-¿Qué línea editorial y qué preferencias
tenía la revista El Ebro a la hora de sacar temas, tratarlos con más o menos
profundidad?
-La
línea es evidente: aragonesismo, pero con muchos trazos y matices. Predomina un
aire federalista, se saluda a la República con esperanza, pero como decía
antes, hay mucha transversalidad. Torrente se identifica más en la izquierda,
pero otros autores también muy influyentes se mueven en aguas más tibias... Los
temas: además de los textos puramente políticos, hay aproximaciones históricas,
creación y crítica literaria, reseñas artísticas, textos sobre patrimonio,
cuestiones económicas... Como ya decía, el contexto social y político, el marco
de libertades, etc., condicionan mucho los contenidos, pero incluso en épocas
menos propicias a la manifestación política, con textos menos comprometidos,
puede leerse un poco entre líneas... en el fondo, como se dice en el libro, la
ideología, todo lo impregna.
-¿Cómo se llevaba con la prensa periódica;
se “pisaban” temas u autores?
-No
hay solapamientos. El
Ebro toma referencias y préstamos de otros medios, muchos comarcales y
locales, hay intercambios... en el fondo hay colaboración, sobre todo con la
prensa que puede mostrar cierta afinidad. A veces también hay críticas y
descalificaciones políticas en las que andan algunos medios. El Ebro tiene una
línea aragonesista que tiene márgenes muy amplios. Lo que sí quiero destacar es
el auténtico espíritu de generosidad de esta gente, el mérito que tenía contar
todas estas cosas en un marco repleto de obstáculos. Los Calvo Alfaro,
Torrente, Comas, etcétera, deberían ser vistos también en esa clave.
-¿Qué papel tenían, si es que lo tenían, al
mujeres...?,parecía que estaban, como bien indicas en el libro, al margen....
-Por
desgracia, es así. La mujer tiene una presencia menos que testimonial en estos
proyectos aragonesistas, casi nula: apenas hay dos mujeres, y muy esporádicas,
entre los más de doscientos autores que llegan a escribir en la revista. En realidad,
es el reflejo de una época en que la presencia de la mujer en la esfera pública
era ínfima, incluso en ámbitos que podrían encuadrarse en coordenadas más
“progresistas”. En el libro proyectamos algún hilo de luz, intuimos maneras,
formas... que dejan la puerta abierta. En todo caso, insisto en que, más allá
de sus carencias y defectos, los impulsores de El Ebro, y de este aragonesismo
sincero y bienintencionado, merecen un reconocimiento.
_____________________________________________________________________
Cazarabet
c/ Santa Lucía, 53
44564 - Mas de las
Matas (Teruel)
Tlfs. 978849970 - 686110069