Sin-título-1.jpgCazarabet conversa con...   Olga Pueyo Dolader, editora de “Las cartas cayeron boca abajo” (Prensas de la Universidad de Zaragoza) de Gabriel García Badell

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una novela desde la pluma del añorado, nunca olvidado de Gabriel García Badell, desde el cuidado en la edición, de Olga Pueyo, experta y recelosa de la obra de Gabriel García Badell, para Prensas Universitarias de Zaragoza.

La cuidadora y editora Olga Pueyo no solamente es experta en la obra y en este escritor ...lo decíamos, ya, anteriormente  es algo más es una “recelosa” de su obra, de su manera de ser y sentir y de cómo lo volcaba…lo hace como filóloga y, ya pensamos, como una “enamorada” de la pluma de García Badell.

No es la primera vez que guarda cuidado de lo que nos dejó en la memoria escrita García Badell…Olga Pueyo ha estado ahí de manera constante con Badell como referente y referencia …tanto como escritor, como tal y hasta del punto de vista del “resultado final” desde sus creaciones como tal…

El libro, editado por Prensas Universitarias, se encuentra dentro de la Colección Larumbe, Textos Aragoneses en su nº97.

Lo que nos encontraremos en Las cartas cayeron boca abajo:

Gabriel García Badell es hoy uno de esos autores orillados por el canon literario. Los años cruciales del tardofranquismo y la transición recogen el grueso de su obra, años cruciales para la renovación de la narrativa española. Aunque Las cartas cayeron boca abajo da cuenta del cerco de Huesca durante la Guerra Civil, no hay en la novela una relación directa con la representación histórica. La muerte y la violencia están presentes, pero todo acontece en un mundo estático, de cotidianeidad en los frentes, con personajes caricaturescos y escenas grotescas. La duda sobre los ideales que mueven al enfrentamiento, la responsabilidad de quienes azuzan las hostilidades y el sufrimiento como único saldo por evaluar cuestionan la moralidad de la guerra y escoran el conflicto hacia lo trascendente. Desde este ángulo reducido, la pugna se torna indagación filosófica. La presente edición restituye las partes mutiladas por la censura y pone a disposición de los lectores la novela tal y como la concibió su autor.

 

Olga Pueyo Dolader es la responsable de la edición de Las cartas cayeron boca abajo, novela de Gabriel García Badell publicada en 1973 con supresiones y que Prensas Universitarias de Zaragoza rescata ahora en su versión íntegra.

Nosotros ya hemos charlado con Olga Pueyo acercándonos a este escritor  y a sus obras:

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/delasarmas.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/garciabadell.htm

¿Recordamos un poco más a Gabriel García Badell?

https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Garc%C3%ADa-Badell

 

 

Cazarabet conversa con Olga Pueyo Dolader:

image003.jpg-Olga, amiga, ya van varias veces que nos plantamos las dos hablando y reflexionando sobre la obra de Gabriel García Badell y siempre es un placer. ¿Qué hace que tú te hayas convertido en su sombra y que guardes cuidado editor de sus narraciones?

-Consagré mi tesis doctoral a la narrativa de García Badell, un autor que publica casi toda su obra en el tardofranquismo y la Transición. Mi área de investigación se centra en la cultura y la literatura del siglo XX, y en ese marco he analizado su novelística en la monografía Gabriel García Badell. Un escritor a cielo abierto, publicada en 2018. Pero entiendo los textos literarios como prácticas comunicativas que están sujetas a los límites que el contexto sociopolítico y cultural impone en cada momento, por eso me parece pertinente que el lector actual disponga de sus novelas y que estas cuenten con el aparato crítico oportuno. Esta edición de Las cartas cayeron boca abajo restituye las páginas censuradas y refiere el condicionamiento que supuso la censura.

 

-Olga, ¿les puedes presentar esta obra a nuestros lectores?

-Dentro de la narrativa sobre la guerra, la novela es una interpelación literaria sobre su sentido y sobre los ideales puestos en juego. La acción se centra en Huesca, en los veinte meses en los que la ciudad quedó cercada por las tropas republicanas, con limitados apuntes retrospectivos al periodo del Frente Popular y una última parte de carácter epilogal que recoge el final de la guerra y en la que se esboza el que será el contexto sociopolítico del franquismo.

 

-Pero no es o no puede definirse como una tradicional novela sobre la Guerra Civil, es una mirada muy muy particular, ¿no?, ¿qué nos puedes comentar?

-Sí, efectivamente no se trata de una representación realista del conflicto, la guerra está tratada como un contratiempo que poco altera el ritmo de la vida. En la ciudad los comercios siguen abiertos, ni siquiera las fiestas patronales se suspenden, incluso las idas y venidas al frente se hacen rutinarias. El tono sarcástico incide en la caducidad de las ideologías y la mirada desmitificadora sobre ambos bandos determina la ambigüedad de la novela. No obstante, hay que tener en cuenta que la censura condicionaba el enfoque con el que los autores abordaban los temas, por ello la autocensura obraba como un primer filtro sociocultural, y más después del anterior secuestro de su novela De Las Armas a Montemolín.

 

-Esta novela describe la guerra como una rutina, que es otra manera de vivir la contienda, porque desde la cotidianeidad se puede azuzar la guerra, ¿cómo se enlaza eso en la obra?

-Huesca sufrió un cerco muy largo. En la novela se presenta como un compás de espera; el estancamiento del avance se refleja en la vida rutinaria de las defensas, únicamente roto por pequeñas escaramuzas. Esta rutina bélica se rompe con la captura y el fusilamiento de Usón Epistolario. A partir de ese momento, la visión de la guerra en la novela dejará de ser un conflicto general, en el que entran en juego implicaciones políticas, ideológicas o religiosas, para convertirse en un asunto personal.

 

-¿Se puede escribir de la guerra sin estar narrando la batalla, la trinchera?

-La guerra es una situación límite y como tal pone a prueba al ser humano, tanto en el frente como en la vida civil. En esta novela, el marco general, aunque no se nombra nunca, es la ciudad de Huesca. En ese espacio, perfectamente reconocible por sus descripciones, los personajes se aglutinan en torno al microcosmos de una pensión. En la Pensión Civil se va fraguando el drama personal que viven los personajes y que se ve influido por el conflicto. El dúo protagonista, que ostenta a lo largo de la novela una amistad sin fisuras, no puede rehuir el enfrentamiento que se vive a las puertas de la ciudad. Al final, la guerra muestra su verdadero rostro. 

-¿Es una obra de raíz pacifista?

-El cainismo como motivo central se dibuja con fuerza en el enfrentamiento a muerte entre los dos amigos y es una condena de la violencia. En ese pequeño mundo que dibuja la novela no hay valores ni ideales por los que merezca la pena batirse. El sinsentido de la guerra escora hacia lo trascedente y revela el absurdo de las pugnas humanas.

 

-Esa especie de sutileza narrativa es difícil de encontrar, quizás sea este uno de los rasgos que hagan tan fuerte la pluma de García Badell, ¿no?

 

-Supongo que te refieres a esa visión que oscila entre lo burlesco y lo grave y que impregna toda la narración. Es un recurso distanciador que le permite una mirada poco complaciente con ambos bandos, posiblemente ideado para intentar eludir la censura del momento. De todas formas, en el plano histórico-literario, el cuestionamiento de la guerra conecta con lo que será la Transición; en cierto modo esta novela es un antecedente de la visión desideologizada de la guerra que primará en la literatura a partir de la década de los ochenta.

 

-En esta obra el lector capta a otro García Badell, quizás más expansivo -al salir de esa urbe que otras veces Badell ha descrito como de forma más claustrofóbica- , aquí, se aprecia una narración menos encorsetada.

-Los ambientes claustrofóbicos están presentes en toda la narrativa de García Badell. Sus protagonistas son personajes heterodoxos que se enfrentan siempre a estructuras cerradas: convencionalismos sociales, dogmatismo religioso, ideología hegemónica. También en esta novela el joven Gabriel choca con el momento histórico. Se muestra pasivo ante el papel que la guerra le reclama y su paso por ambos frentes le permite constatar la inutilidad de la huida. Es un personaje que lo juzga todo desde el absurdo de la existencia, por eso considera la guerra un sinsentido.

 

cartascayeron.jpg-¿Cómo analizas la abundancia de aragonesismos de la novela?, ¿qué valor tienen?

 

-Huesca, Zaragoza y Canfranc son los centros de esa geografía literaria que García Badell levanta en sus novelas. En Las cartas cayeron boca abajo hay una voluntad expresiva que se funda en la peculiaridad lingüística del territorio. Los más de trescientos aragonesismos léxicos están perfectamente vinculados a la localización de la trama en Huesca y al registro coloquial empleado. Pero no se trata de costumbrismo; hay un aprovechamiento literario que redunda en la representación de la realidad, y una forma es identificar el habla cotidiana de los personajes, con sus variantes populares y regionales. Como en otros escritores aragoneses: Ramón J. Sender, Gil Novales, incluso Gracián, la ascendencia se vierte literariamente.

 

-Amiga, esta obra de Badell fue censurada. Explica a nuestros lectores y lectoras -aunque sea brevemente- ¿qué es lo que se censuró, cómo y de qué manera?

-Gracias a los expedientes de censura depositados en el Archivo General de la Administración, podemos hoy tratar de reconstruir el proceso. La novela salió con supresiones en 23 páginas, algunas breves, pero otras abarcan largos pasajes e incluso páginas enteras. Esta edición incluye los informes de los lectores/censores y es muy revelador ver lo que les molestaba. Los tres ejes más polémicos se centran en torno a la moral, la religión y la guerra. Dada la confesionalidad del Estado, por moral se entendía la moral católica, así que las referencias sexuales o eróticas se consideraban inapropiadas. La doctrina y el respeto a lo sagrado eran también materias incuestionables. Pero fue la visión de la guerra lo que deparó un mayor número de supresiones. Hay que tener en cuenta que desde 1939 se buscó siempre la uniformidad de los discursos para legitimar el régimen franquista.

 

-¿Cómo crees que asumió García Badell la labor de poda?

-El aspecto más perverso de la censura editorial consistió en la necesaria colaboración de autores y editores. Si se presentaba un libro a consulta voluntaria y era denegada su publicación, generalmente los editores solicitaban una nueva lectura que reconsiderara la medida. Eso suponía que se estaba dispuesto a asumir las tachaduras. Para los escritores era una tesitura difícil; la alternativa era transigir o guardar el libro en un cajón. Pero no solo los autores resultaron perjudicados, el dirigismo cultural menoscabó los textos y supuso también una corrupción para los lectores.

 

-Querida amiga, ¿sigues trabajando en la obra de Badell  y en su análisis? ¿Qué nos puedes decir?

-Sería interesante rescatar alguna novela más, por ejemplo Sedetania libertada, que fue galardonada con el Ciudad de Barbastro 1981. Este año se conmemora la quincuagésima edición del premio, quizás sería el momento para plantearse una reedición. De momento estoy centrada en un trabajo sobre sus cuatro novelas finalistas del Nadal. Dos fueron publicadas en la primera mitad de los setenta, De Las Armas a Montemolín y Las cartas cayeron boca abajo, y sufrieron los efectos de la censura; tanto el tema como el planteamiento de las dos finalistas posteriores, La zarabanda y Nuevo auto de fe, es fruto de las expectativas que la desaparición de la censura despertó en el autor. Esta vinculación muestra hasta qué punto García Badell fue consciente del perjuicio y la humillación que la censura imponía a las obras y a los autores.

 

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