La Librería de El Sueño Igualitario

71IsAYWUUNL.jpgCazarabet conversa con...   Olga Pueyo Dolader, autor de “Gabriel García Badell. Un escritor a cielo abierto” (Institución Fernando El Católico)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Institución Fernando el Católico edita un estudio minucioso que le realiza a este escritor, muy vinculado con Aragón, desde la pluma de la filóloga, Olga Pueyo Dolader.

El libro se encuentra dentro de la Colección Estudios.

Esta filóloga es Doctora, por la Universidad de Zaragoza, de Historia y Crítica de las Literaturas Españolas e Hispanoamericanas….nuestra amiga, trabaja en la cultura y novela españolas  de la segunda mitad  del siglo XX.

Esta estudiosa comenzó su labor de investigadora que , a la vez, difunde en “El crimen de los padres” en la narrativa oscense de Michel del Castillo. Autobiografía/Autoficción…estudio que fue editado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses en el año 2011. Olga Pueyo siempre ha tenido afinidad por el estrudio de “las plumas en el exilio” , así escribió y se encargó del prólogo al libro  de José Ramón Arana El cura de Almuniaced, editado por Gara d´EDdizions en 2015. En la Revista Turia, más recientemente un artículo sobre el papel jugado por los curas rurales durante la Guerra Civil en dos obras señeras de Arana y Sender.

La Institución Fernando el Católico ya se acercó a este escritor reeditando, ya, una de las obras en las que Gabriel García ponía a Zaragoza en el centro de la trama, De las Armas a Montemolín ---Colección Letra Última--- , respecto a ese libro,  ya realizamos una entrevista a la misma escritora, Olga Pueyo que ahora se acerca, más de lleno al escritor y a su ejercicio de expresión escrita. Os volvemos a recordar aquel Conversa con… http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/delasarmas.htm.

Ahora anda preparando la edición de otro libro de este escritor Gabriel García Badell con Las cartas cayeron boca abajo.

La sinopsis del libro que nos ofrece la Institución Fernando el Católico:

Monografía sobre la obra narrativa de Gabriel García Badell, escritor bien conocido en los medios nacionales desde mediados de los años 60 y especialmente en la década de los 70, pero que hasta ahora sólo había sido objeto de efímeros artículos y reseñas al hilo de sus novelas. La contextualización de su obra, que se abre con la superación del realismo social, y que llega hasta los nuevos valores surgidos en los años ochenta, incorpora definitivamente al autor a ese período de la literatura española. La de García Badell es una obra alejada de modas y tendencias, forjada desde la capital aragonesa y fuera de las trastiendas del mundillo literario y de los polos de edición del momento, que enlaza con la problemática de las grandes narraciones europeas del siglo XX y con la tradición existencialista nacional.

 

 

Cazarabet conversa con Olga Pueyo Dolader

_imagen20181559662_2c9c279c.jpg-Olga, para ti algo tiene que tener de especial este escritor para centrar tanta atención en él… ¿Qué es?, ¿cómo le prestas atención y desde dónde?

-Mi interés por García Badell surge en el marco académico. Y pese a que la farándula política pone en entredicho ahora las instituciones académicas, creo oportuno reivindicar tanto la valía de la Universidad pública como la de las investigaciones que en ella se llevan a cabo. El libro es fruto de una tesis doctoral que ahonda en la obra de Gabriel García Badell y en el contexto político-social y literario de su producción.

Su obra aúna muchos ingredientes sugestivos para los estudiosos de la literatura española de posguerra. Su novelística se beneficia del replanteamiento que en narrativa se lleva a cabo desde inicios de los años sesenta y que hacia el final de la década se concreta en una mayor experimentación formal. Además, el grueso de sus novelas se publica en los años setenta, en un panorama libresco que es fruto de la paulatina transformación del mercado editorial desde finales de los cincuenta, y cuyo despegue se acelera en los sesenta. En ese marco, la proliferación de premios de toda índole es una de las notas más llamativas. Y a ellos recurrirá García Badell en varias ocasiones como medio para editar. Otro de los aspectos relevantes de la literatura durante el franquismo fue la censura. Con esa maquinaria, que ponía veto a la pluralidad de ideas vertida en el discurso  literario, se enfrentará en dos ocasiones en los primeros setenta. El secuestro de una de sus novelas, y la supresión de 23 páginas en otra, es una muestra de lo mediatizados que se encontraban los autores y los libros por el Estado. El enfoque desde el que aborda toda su producción ha sido igualmente otro de los incentivos. Los parámetros existenciales en los que se mueve su obra dan lugar a una voz propia en el campo narrativo del momento, al tiempo que inscriben a García Badell en una estela literaria ya transitada por la novela española de posguerra. En las ideas esbozadas puede calibrarse el acicate que para mí ha supuesto trabajar todos estos asuntos en los últimos años. 

-¿Qué metodología de trabajo sigues para abordar su obra? ¿Se parte de una lectura reposada sobre la que vas tomando notas, reflexiones, etc.?

-Desde luego el primer paso es el acercamiento a la obra. Cuando empecé mi investigación había leído ya De Las Armas a Montemolín y Las cartas cayeron boca abajo. Pero, efectivamente, fue la lectura y relectura en profundidad la que me permitió descubrir el proyecto narrativo que hay detrás del corpus novelístico. De novela en novela se puede apreciar la construcción de un universo literario en el que personajes, temas y motivos se entrelazan para otorgar un sentido unitario a su producción.

Abordar desde una perspectiva global a un autor es tarea costosa. Y más en este caso, en el que escasea la bibliografía en los repertorios de la literatura. Su persistente condición de finalista del Nadal y su participación en otros galardones me ha llevado a rastrear en la prensa nacional y regional noticias y comentarios en torno a los premiados. Además de la búsqueda de reseñas de sus novelas, he escudriñado igualmente índices y sumarios de revistas nacionales e internacionales. Todo ello me ha posibilitado clasificar y analizar las referencias sobre su quehacer novelístico. Hay, también, un extenuante trabajo de hemeroteca para recopilar su obra periodística dispersa en periódicos locales ya desaparecidos.

Su presencia atestiguada en el premio Planeta en 1965 y la publicación de su primera novela en 1968 me ha permitido contextualizar su narrativa en el panorama literario español desde los años sesenta. Analizo de qué modo a lo largo de su carrera literaria pudo influir en su producción ese conglomerado formado por tendencias narrativas, mercado editorial, limitaciones de la censura, premios, crítica, etc. He tratado de imbricar el estudio de su obra en  los condicionantes del momento. Un periodo, desde finales de los sesenta hasta los primeros ochenta, fundamental para la sociedad española, y que fue vivido como un revulsivo tanto en la esfera político-social como en la creación literaria.

 -¿Qué se desprende de este escritor? Te lo pregunto como escritor, como persona que se expresaba artísticamente mediante la escritura, y también ¿cómo  se te muestra o lo sientes a él como persona? Porque supongo que el escritor se muestra también como persona en sus textos ¿no?

-Era un escritor tenaz. La escritura constituía su medio de explicar el mundo y de tratar de desenmascarar la inutilidad de lo aprendido. No buscaba respuestas, sólo le interesaban las preguntas. Su escritura es indagación sobre el ser humano, por eso pienso que escribir era para él consustancial a la vida.

Cuando se lleva tiempo trabajando a un escritor y se está familiarizado con el sentido de su obra, uno cree conocerlo igualmente como persona. Se tiende a pensar que las obsesiones del autor se concentran en la selección de temas, sobre todo cuando son tan reiterados en su novelística: la muerte como realidad única, la culpa originaria, la angustia existencial, el irracionalismo como alternativa a la autocomplacencia general, la tensión entre el anhelo espiritual y el más acendrado anticlericalismo, la redención a través de la naturaleza frente a las normas de la sociedad urbana e industrial, etc. La insistencia en estas cuestiones me ha hecho siempre pensar en alguien preocupado por los problemas fundamentales del ser humano, que se hace preguntas sobre el hecho de existir y su sentido y que rechaza, por la falsa seguridad que proporcionan, tanto las propuestas religiosas de un más allá como las convicciones burguesas garantes de la estructura social.

La recurrencia de ciertos motivos literarios ofrece un dibujo vital y dinámico. La presencia de lo dionisiaco aflora en todas sus obras. Sus protagonistas remiten generalmente a un idéntico personaje, un antihéroe heterodoxo, entregado con frecuencia al alcohol, incluso a las drogas, que pretende desandar el camino de la civilización como única posibilidad de retorno a la unidad primordial. Así, la mujer, símbolo uterino, se convierte en el reducto imposible de la unidad perdida y el erotismo, siempre presente, en un remedo de trascendencia. El majestuoso paisaje del Pirineo le sirve para conectar también con las fuerzas originarias creadoras del cosmos. El sueño panteísta cobra fuerza en la naturaleza.

No estoy del todo segura de que el retrato que emerge de todos esos elementos sea el acertado. Posiblemente es sólo una aproximación a través de la figura interpuesta del escritor. García Badell murió en 1994 y no lo conocí, me habría gustado.

-¿Qué influencias podrías señalar?

-Yo no diría que en su obra se observe ninguna influencia particular. En el aspecto estructural y formal hay desde su primera novela sintonía con autores coetáneos. En la brecha abierta por la superación del realismo desde los primeros sesenta ―piénsese no sólo en Martín-Santos, también en Cela Trulock, Castillo Navarro, Vidal Cadellans, Carlos Rojas, entre otros―, encontrarán expresión novelas de final de la década como Volverás a Región, de Juan Benet; Experimento en Génesis, de Sánchez Espeso, o El mercurio, de José María Guelbenzu, por citar sólo unos cuantos ejemplos. Como en la primera novela de García Badell, Las manos de mi padre, en todas ellas se pueden apuntar los mismos rasgos: reducción del argumento en favor de una mínima anécdota, también del tiempo y el espacio como elementos estructurales; la autorreferencialidad del lenguaje; la importancia que cobra el narrador en el discurso; la desmitificación del protagonista, héroe tradicional de la novela, etc.

En cuanto a los temas, los límites de la temporalidad humana ya habían sido explorados en la novelística anterior (Delibes, La sombra del ciprés es alargada; Castillo-Puche, Con la muerte al hombro). En Con el viento solano, Aldecoa ya indagaba en el auténtico sentido de la libertad.  En Unamuno mismo podemos ver la problemática espiritual, encarnada en la duda vivificante frente a los dogmas religiosos.

-¿Qué supuso Aragón para este escritor? Tuvo en Aragón su lugar de referencia, su escenario particular, lo tomó como inspiración geográfica, puede decirse que le debe mucho. ¿Crees que le devuelve el cariño escribiendo?

-De madre aragonesa, oscense, está emparentado con los Lapetra del mundo del fútbol y, más atrás en el tiempo, con el singular escritor Silvio Kossti. Aunque García Badell nació en Madrid, estas raíces maternas son la clave de su vinculación con el territorio.

Los espacios en los que centran las diferentes acciones de las novelas pertenecen desde luego a su biografía: Madrid, su ciudad durante la infancia y la primera juventud; la Huesca familiar y uno de sus primeros destinos profesionales; Zaragoza, lugar definitivo de residencia donde viviría hasta su muerte; y Canfranc-Estación, enclave donde pasaba gran parte de sus vacaciones. Si nos centramos en Aragón, en la Zaragoza del tardofranquismo y los primeros años de la Transición transcurren cinco de sus novelas. En Huesca dos, ambas ambientadas durante la guerra. Tres tienen como marco el entorno natural en torno a Canfranc.

En cierto modo puede decirse que el grueso de su obra conforma una geografía literaria de la región, con la excepción de Teruel (la gran olvidada). Sin embargo, sus obras poseen un rigor intelectual que las hace volar muy por encima del paisanaje literario. En este sentido, la peculiaridad lingüística del territorio que asoma en algunas de ellas no puede ser tenida como un rasgo costumbrista. Los aragonesismos que abundan por ejemplo en Las cartas cayeron boca abajo son expresión de la caracterización de personajes y situaciones.

Igualmente, en sus numerosas contribuciones periodísticas, hay muchos artículos que ponen el foco en Aragón. Se hace eco de personalidades sobresalientes en los diferentes campos: Joaquín Costa, Miguel Servet, su tío-abuelo Silvio Kossti, el escultor Pablo Serrano, etc. Se muestra alerta ante la conservación del paisaje pirenaico, tanto frente a la industria (Inquinosa) y el aprovechamiento hidroeléctrico como ante la amenaza urbanística. Obedeciendo a su actividad profesional en el IRYDA, también merece su atención el mundo rural y el perentorio desarrollo agrícola. El período autonómico le servirá para definir su concepto de aragonesismo, centrado en las gentes y por encima de los partidos políticos. Así, rechazará por igual el nacionalismo y la cazurrería que el regionalismo abandera. Nada insólito en alguien que siempre reclamó la ciudadanía universal.

- Probó con los premios Nadal, Planeta, Alfaguara, y finalmente alcanzó el premio Barbastro. Publicó en Destino, en Alfaguara. Ya le gustaría a más de uno o una tener ese cartel con el que García Badell está vinculado. Impresionante. ¿Qué nos puedes decir al respecto?

-La ingente cantidad de premios en el panorama literario español llama la atención incluso hoy en nuestro entorno cultural, y no hay duda de que detrás anida una estrategia comercial. En la España de posguerra nacieron como contrapunto a los premios institucionales y como una manera de volver a poner en marcha el sector del libro que la guerra había desmantelado. Al premio Nadal, el más veterano (1944), descubridor en sus inicios de grandes novelistas, se sumaron en la década de los cincuenta el Planeta y el Biblioteca Breve, y a lo largo de los años sesenta y setenta fueron surgiendo galardones de patrocinio variado. La apelación de algunos de ellos a una jugosa cuantía, su excesivo número, las filtraciones previas sobre el ganador antes de conocerse el fallo, el perfil de las obras ganadoras, etc; todo ello, ya entonces, había contribuido a desprestigiar el mundo de los premios.

Al margen de este aspecto crítico de los premios, qué duda cabe que también atesoran alguna bondad. Para las editoriales entonces nuevas, como en el caso de Planeta (1952) y Alfaguara (1965), la convocatoria de un premio les surtía de originales y les permitía ir creando a su vez un catálogo. Para los autores noveles, en un periodo en el que los focos de edición estaban en Madrid y Barcelona y el resto del país era prácticamente un páramo editorial y cultural, presentarse a un premio era el único camino hacia la edición. García Badell tanteó el Planeta en 1965 y, en su segunda edición, el  Alfaguara. Fue la buena posición alcanzada en este último la que le dio la oportunidad de publicar su primera novela en 1968. El asunto del Nadal resulta paradigmático. En la década de los setenta, quedó finalista en cuatro ocasiones, y una quinta en tercer lugar, semifinalista. Su perseverancia en concurrir a un premio que lo postergaba repetidamente está justificada en su honrosa condición de finalista, que le aseguraba la edición y la publicidad que el premio conlleva. En el caso de los jurados del premio, si bien valoraban una escritura que lo situaba indefectiblemente en un segundo puesto, cabe preguntarse qué condicionantes pesaban sobre los fallos. Los capítulos que dedico a revisar la trayectoria de los distintos premios a los que concurrió arrojan luz sobre los posibles determinantes.

Por lo que respecta al premio de novela Ciudad de Barbastro (1970), uno de los premios aragoneses con más solera, no hay duda de que la obtención del galardón en 1981 supuso para García Badell un logro largo tiempo acariciado. Pero, paradójicamente, será el libro premiado, Sedetania libertada, el que marque el principio del fin de su carrera literaria. Sólo tres libros verán la luz ya en los noventa: dos bajo los auspicios de instituciones aragonesas, uno de ellos póstumo. Poca cosecha para quien en los setenta había publicado prácticamente al ritmo de un libro por año. Sin el favor de la que había sido su editorial de referencia, Destino, sus siete novelas inéditas no encontraron el modo de llegar a los lectores.

-¿Qué nos puedes decir de la crítica?, porque hablas de una crítica muy incisiva aquí en Aragón.

-En general los críticos se hicieron eco de la mayoría de sus novelas, sobre todo de las que llevaban el marchamo de finalistas. Sus novelas aparecen reseñadas tanto en la prensa, en las páginas dedicadas a los libros, como en semanarios y en revistas literarias nacionales e internacionales. Pero García Badell enjuiciaba muy severamente la labor de los críticos. Consideraba que la crítica española, hablamos de los años setenta, adolecía de cierta inercia y de superficialidad en sus juicios. Siempre le molestó la etiqueta de realismo social que recaía en sus novelas. Negaba que la crítica a la sociedad fuera el fin de su escritura. El objetivo era otro: pregonar cómo todo el sistema de valores estaba única y premeditadamente concebido para escamotear al individuo la inseguridad como forma de vida esencial. Frente a la crítica, él encuadraba sus novelas entre las que ahondan en la condición humana y, en ese sentido, las calificaba de religiosas.

En el caso concreto de Aragón, Luis Horno Liria siempre le prestó atención desde su sección fija en Heraldo de Aragón. No se puede negar que fue un crítico atento a destacar los aspectos formales que nutrían las novelas y la universalidad de los temas propuestos, pero en sus reseñas late la disparidad íntima e ideológica desde la que enjuicia. Sus dictámenes son calificaciones morales a los lectores ante la salacidad de algunas escenas, y oponen a las intenciones del autor una defensa cerrada de los valores morales de la burguesía, del catolicismo ortodoxo, de la Zaragoza pilarista. Reproches que prevalecen sobre los razonamientos literarios y que constituyen un ejemplo de lo que nunca debe ser labor de la crítica.

-Estamos ante una pluma como “poco valorada”, no sé si a él le importaba mucho eso, pero la verdad es que es un escritor con mucho “empaque”.

-En este aspecto son muchos los factores que entran en juego y que pueden explicar el que hoy sea un autor prácticamente olvidado, pero voy a centrarme en esa gravedad a la que aludes. Sus novelas tratan de enfrentar al hombre a su propia finitud, y es precisamente esa búsqueda de autenticidad la que motiva el inconformismo de los protagonistas badelianos frente a dogmas religiosos, convencionalismos sociales y hábitos rutinarios, privilegios económicos, estructura familiar, etc. Un mundo falseado que los protagonistas se aprestan a desenmascarar. En ese sentido, la frase “a cielo abierto” que he escogido para el título constituye a mi juicio un distintivo del escritor. Sin asideros de ningún tipo, trata de enfrentar al lector al sentido trágico de la existencia. Es esta una apuesta ardua. Transitarla confiere una libertad absoluta, aunque los réditos de esa postura conlleven en muchas ocasiones la marginalidad como autor.

Sin duda esta visión contribuyó a que su carrera literaria se viera truncada en el momento en que el país inauguraba la democracia. Como otros escritores, no pudo salvar la brecha que el cambio social y político operado tras la muerte del dictador se abría en España. Los rápidos cambios socioculturales que se sucedieron, junto con el apogeo del capitalismo, apuntillaron la autonomía de la cultura. Para esa sociedad posmoderna de los ochenta, la creación se convirtió en un producto más de consumo, perdiendo su carácter genuino.

-Bueno,  sabemos que  lo más leído no responde siempre a la calidad. Se edita mucho, parece que la crisis no haya afectado al sector, aumenta el número de títulos, no sé si el de lectores. ¿Cuál es tu reflexión en torno a todo esto?

-El capitalismo se nutre de la producción y del mercado. Los editores españoles, en una marcha imparable que culmina ya en los ochenta, comprendieron que no se podía vivir fuera de los grandes grupos editoriales y del control de los medios (producción, distribución y difusión). El concepto de industria cultural ha permeado toda la estructura que rige el mundo del libro. Y atendiendo a ese binomio, la literatura tiene que generar beneficios. A lo que queda fuera no se le presta atención.

Para hacer un producto rentable se cuenta con la complicidad de autores y lectores. Los primeros rebajan su escritura hacia una narrativa ligera y anodina. Los lectores son tutelados por el dirigismo de los medios. Muchos libros, a un ritmo cada vez más trepidante; y la gran mayoría, títulos prescindibles que ocupan un lugar preferente en las librerías. En este panorama queda poco espacio para editores y lectores exigentes.

-En pocos años demasiada diferencia o brecha desde lo editorial, ¿no? ¿Cómo crees que hubiese vivido esto Gabriel García Badell?

-Este estado de cosas se viene fraguando desde hace varias décadas y, como ya he señalado, la carrera literaria de García Badell se resintió precisamente por ello. En la correspondencia que he manejado queda constancia de los sucesivos tanteos con editoriales por conseguir publicar sus inéditos. Son respuestas negativas apelando a lo abultado de su cartera de autores, a la línea editorial, etc. En ocasiones hacen mención a sus antecedentes como escritor leído y conocido, incluso se confiesan lectores de alguna novela.      No es fácil mantenerse indiferente a las negativas. Supongo que lo acusaba, pero tenía confianza en su labor. Sabía que condenaba su obra a un cajón y, pese a todo, siguió escribiendo.

-Olga, ¿qué es lo que más te gusta de este escritor; por qué y a quién, en particular, le recomendarías su escritura?

-Ya me he referido al inicio a su voz propia, perfectamente reconocible en sus asuntos y en su escritura. Su producción presenta una gran coherencia narrativa. Es autor de dieciséis novelas y casi puede decirse que es autor de un solo libro.  En las diferentes tramas, la anécdota es siempre un débil apoyo sobre el que despliega temas, motivos y personajes que es posible conectar en mayor o menor medida con sus otras novelas.

Pero el lector no va a encontrar sus obras fácilmente. Hasta la edición que preparé de De Las Armas a Montemolín en 2017 para la colección Letra Última de la IFC no se podían conseguir, fuera de las librerías de viejo, ejemplares de sus novelas. Uno de mis objetivos después de defender la tesis fue buscar posibilidades de recuperar algún título. Ya está avanzada la edición de la novela Las cartas cayeron boca abajo. Espero que salga el año próximo.

 

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