Cazarabet conversa con... Carlos
Fernández, autor de “Satélites” (autoedición)
La nueva
aportación, interesantísima e intimista, desde la pluma de Carlos Fernández…un
escritor que, en todas sus dimensiones conjuga a la perfección el pasar como de
puntillas con una calidad que, indudablemente, va “in creciendo”.
Una narración
en forma de diario epistolar que tiene una fuerza descomunal y que desnuda a un
personaje que ha estado en todos nosotros, directa o indirectamente…
Un escritor:
conciso, decidido y que va al grano. Sin miedo o con tanto miedo que éste se
desliza y pasa como desapercibido
La sinopsis
de esta narración: Héctor, un chico de 13 años con una peculiar manera de verse
a sí mismo y a los que le rodean, comienza a escribir un diario el día de
Nochebuena, pocos meses después del fallecimiento de su madre. En él plasma
todo lo que se le pasa por la cabeza: sus dudas sobre su propia normalidad; la
sospecha de que un familiar que les visita es, en realidad, Papá Noel; su
amistad con una niña pecosa del Instituto; sus encuentros con Z, su antigua
cuidadora y amor platónico y, sobre todo, su inquietud por el comportamiento de
su padre, un hombre evadido de todo que solo parece encontrar alivio a la
marihuana y en la música de Bob Dylan.
Es entonces
cuando toma forma en él la idea de las 'personas-satélite', personas que son
como la Luna respecto de la Tierra: cuerpos en una permanente e interminable
caída, atraídas hacia un suelo del que solo les libra la fuerza
centrífuga.
El principal
'satélite' es su padre, pero poco a poco se dará cuenta de que nadie es inmune
a la gravedad, de que todos podemos llegar a ser satélites.
La biografía
del autor:
Carlos Isidro
Fernández Carbonell (Castellón, 1979). Ingeniero técnico en Informática por la
Universidad de Castellón. Ha participado en obras corales de cuentos con
diversas editoriales. Ha publicado tres libros, Tus ojos en mis hojas, de la
Editorial Edisi, el álbum ilustrado infantil Cuentos
para Inés, de ACEN Editorial y Sendero de migas, de la editorial Voces del
Mercado. Ha obtenido también algunos galardones, como el 3º premio del XIV
Certamen de Narrativa Breve del Ayuntamiento de Valencia o el 2º premio del
Concurso de cuentos infantiles ‘Adiós Cultural’; varias ediciones del concurso
de microrrelatos Cuenta 140, del suplemento cultural del diario El Mundo y
ganador del concurso de Relatos en Cadena de La Ventana, de Cadena Ser.
Satélites es su primera novela.
Este autor ya
ha estado con nosotros en varias ocasiones:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/senderosdemigas.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/tusojos.htm
Cazarabet
conversa con Carlos Isidro Fernández Carbonell:
-Carlos, vuelves a la narrativa
después de dos libros de relatos Tus ojos en mis hojas y Senderos de migas…pero
sin dejar, para nada, ese estilo que ya es tuyo intimista, ¿es donde tu
narrativa va creciendo y va madurando?
-Realmente,
uno escribe como puede y no tanto como quisiera. Es algo que he comprobado al
tratar de escribir este libro, que es mi primera novela. Es una manera de
escribir muy diferente a la de, sobre todo, un microrrelato. En un microrrelato
ideal, hay pocas palabras que puedan sobrar y, a pesar de su brevedad, hay que
tratar de contar una historia o dejarla entrever. En una novela, o en esta
novela, la escritura ha sido mucho más libre, como alguien que está pensando en
voz alta. Por ese motivo puede parecerte intimista, porque los personajes
reflexionan mucho sobre sus sentimientos, pero puede que sea fruto de mi
incapacidad de escribir una literatura en la que “pasen cosas”.
-El
protagonista, Héctor, es un adolescente o mejor dicho pre adolescente, pero
cuyas circunstancias me da la impresión que le hacen madurar antes de tiempo.
Seguramente eso tendrá su parte positiva, pero creo que la madurez debe llevar
“su tempo” que bastante se precipita todo demasiado después, ¿no?
-Como nos
puede pasar a todos, y sobre todo a los niños, Héctor vive varias emociones, la
tristeza, el amor, el odio, la desesperanza y la esperanza, si bien no es un
personaje que, al menos durante buena parte de la novela, vea su mundo desde un
punto de vista maduro, más bien al contrario. Yo lo veo como un niño totalmente
ajeno a los dramatismos pero que, por su propia peculiaridad (quizá próxima al
Asperger) y por su obsesión con las palabras, gusta de analizarlo todo.
-Es muy sabio
el cuerpo y la mente humana con ese cónclave integral en el que la filosofía
holística hace que la mente para eludir el dolor de la pérdida de la madre haga
que el muchacho busque otras salidas, además teniendo en cuenta el período de
cambios propias de la edad, su falta de sociabilidad…y él encuentra en la
escritura de un relato epistolar una manera de expresarse y de materializar sus
sentimientos, sentidos, pensares y pesares…
-Es verdad y
es así como dices. Es mi primera novela y su dedicatoria es Para los que escriben, para los que como
Héctor o como yo mismo, encuentran en la palabra, en la palabra escrita un
lugar especial, un parapeto o una lanzadera, un lugar de descubrimiento o de
dolor incluso, un segundo corazón. Ahora me cuesta reconocerlo, o recordarlo,
pero esta novela es especial para mí, como un punto de partida o un punto
final.
-Y esa
imaginación que no le deja en ningún momento y que es el motor que le alimenta
día a día…se reinventa sin darse cuenta a él mismo y reinventa a los que están
a su alrededor para hacer más placentero su paso por la vida, ¿no?
-También, a
través de la escritura Héctor trata de sacarse de dentro todo lo que va dejando
huella en su devenir diario, como si el tiempo presente fuera demasiado rápido
para él y necesitara purgarse al final del día, como cuando no recuerdas una
palabra y hasta que no te viene a la mente no te quedas tranquilo.
-Sabemos lo
que son satélites y él cree que algunas personas son satélites de otras…puede
que sea porque él---que también es un satélite---haya perdido al planeta sobre
el que se miraba y daba vueltas, su madre, ¿no?
-En la
escritura de esta novela, lo que más me costó no fue tanto el de conocer el
camino de todos los Satélites que rodean a Héctor (su padre
sobre todo) sino el suyo propio. En un primero momento Héctor era un personaje
plano, sin demasiada evolución desde el principio hasta el final, pero eso
cambió y, necesariamente, tuvo que llegar un momento en el que él se diera
cuenta de que era un satélite, de que estaba roto. Si bien, la idea de satélite
no va asociada a la de orbitar alrededor de otra persona, sino a la sentirse en
una caída libre e interminable, que es lo que podemos decir que viven los
satélites reales. Y sí, su madre era sobre la que reposaba su mundo, y también
el de su padre, y podría decirse que toda la historia, el diario que comienza a
escribir, es un intento por no alejarse de ella.
-Lo bueno es
que todo esto lo va reconociendo, poco a poco, desde su diario---no digo a
quien le escribe para que sea un poco sorpresa, para mí lo fue—todos tenemos
satélites—sin querer—a nuestro alrededor, todos somos planetas—también sin
querer o queriendo, no sé…--- y todos hemos sufrido esa especie de vértigo que
da ver actuar a la gravedad como si fuese un bucle o si estuvieses en una
lavadora…
-Presiento
que sí, que todos seríamos capaces de recordar o de reconocer los momentos en
los que hemos sido satélites. No
tanto tristes o preocupados, sino desesperanzados, sin un asidero al que
agarrarnos.
-Sobre ese
vértigo de la gravedad, sobre ese bucle, me da que tiene a ver mucho con la
tristeza o incluso con algunos bucles que ya rozan o entran de lleno con la
depresión, ¿no?
-Sí, como
dices, diría que es un estado de ánimo diferente al de la tristeza, aunque
vayan de la mano. Si bien, y aunque sean personajes de una novela, no me atrevo
a darles un diagnóstico porque temería equivocarme. En un fragmento de la
novela, cuando Héctor habla sobre su padre, dice que es como alguien a quien le
sorprende una tormenta en mitad de un campo sin árboles: al principio puede
tratar de correr o de taparse la cabeza con las manos, pero llega un momento en
el que está ya completamente empapado y ya siente que no puede hacer nada para
evitar mojarse más, con lo que simplemente camina resignado. Es su metáfora
para hablar de alguien, su padre, al que ha vencido el desaliento.
-¿Por qué centras el libro en esa
edad de cambio, de cambios : de la pre adolescencia a la adolescencia donde hay
un período muy corto de tiempo y donde pasa del fuego a las brasas o viceversa…
donde las emociones, emotividades y demás son tan difíciles de “dominar”,
focalizar y darles forma?
-Por muchas
razonas y por ninguna en particular. Quizá la principal sea porque me ha
permitido escribir con más libertad y sin la gravedad que se le supone a un
personaje adulto. Héctor habla tan pronto de lo que siente por ver a su padre
como un satélite, como de los tipos de pedos que se tiraba su madre. Supongo
que también porque siempre me han gustado las historias que se sitúan en esa
época de transición, de niño a adulto, de descubrimiento, de descubrir cómo es
realmente tu ser.
-Me da la
impresión que el libro como que se escribe por tu parte como si cada día se
imaginase o reinventase que no se da nada por sentado… ni que tenías, salvo
algunas cosas, todo atado… hay muchísima libertad…
-Sí, puede
que demasiada. Es como dices, y puede que sea el principal defecto de la
novela, al menos es el que más me ha costado disimular: el hecho de que, en
definitiva, al escribirla no he pensado tanto en quien la podía leer, en el
lector, sino en eso, en escribir con una libertad que, como te decía, no tenía
al escribir relatos cortos. Por eso el mayor reto ha supuesto tratar de
convertir lo escrito en una verdadera historia, y también el más emocionante
cuando descubría que sí, que había una historia, si bien no sé si contada con
acierto.
-Por cierto,
¿por qué eliges la estructura narrativa de un diario y, además, la fórmula de
escribir cartas a una persona en este caso muy conocida por todos y todas…?
-Tenía claro
que la historia iba a ser contada en primera persona desde el punto de vista de
un niño-adolescente, y la historia comienza al poco de que Héctor haya leído El
diario de Ana Frank. Es un libro que me impresionó y que también impresiona a
Héctor, aunque él no sea del todo consciente en su presente. De alguna manera
leer ese libro le empuja también a escribir un diario en forma de cartas. Ana
Frank dirigía sus cartas a Kitty, una amiga, y él decide dirigirlas a Ana, que
es la niña-adolescente que le ha impulsado a escribir, porque, como él dice, es
la primera vez que algo que lee le provoca ganas de escribir. Resumiendo mucho, y puede que equivocándome, sea ese el
motivo por el que yo escriba, y por el que la novela está dedicada a los que escriben.
-Bueno, serás
consciente de que es una manera muy, muy amena de ser leída… nada de largos
párrafos, ni de capítulos densos e interminables; una manera de narrar:
sencilla, concisa, directa, humilde---que, a menudo no es fácil— lo que lo
puede hacer muy atractivo para todos los públicos y estoy pensando para con
esas edades a las que les cuesta en especial coger un libro más allá de los de
texto…-¿Has
pensado en ellos y ellas cuando escribías este libro…te acordabas de ti en esas
edades de pre y adolescencia… en lo que te gustaba leer, en cómo te gustaba que
te llegase a ti la lectura?
-No
conscientemente, pero sí. Lo que te decía en la pregunta anterior es poco más o
menos lo que me sucedió a mí. De gustarme leer y que las lecturas que caían en
mis manos me empujaban a buscar más lecturas, pasó a que, de repente, algo que
leía me empujaba a querer escribir, a sentir que había un idioma universal que
entendía y que podía hablar, que todos podemos hablar.
-Este tipo de
narración obedece a otro tipo de metodología de trabajo, me refiero a que es
bastante intimista, de manera directa o indirecta. También muy observativa, más de saber leer e interpretar las reacciones
humanas y eso nos aleja de la investigación e investigación más común, ¿no?
-Es verdad
que me cuesta imaginarme escribiendo una novela histórica o algo demasiado
diferente a esta novela. Supongo que tratamos de imitar lo que más nos gusta y,
al menos hasta ahora, me gustan autores como Alice Munro o, en lo nacional,
Sara Mesa, que son maestras a la hora de contar historias emocionantísimas con
nuestros sentimientos cotidianos.
-Aunque el
ejercicio de ponerse delante del papel en blanco es igual de “trabajoso”,
¿verdad?
-Por eso no
me siento realmente escritor, porque no tengo una rutina de trabajar y ponerme
ante un folio en blanco, sino que últimamente solo escribo cuando tengo una
idea en la cabeza. Pero sí, aun así resulta trabajoso.
-Además a ti
te ha supuesto meterte en la piel de un pre adolescente de trece años que no ha
debido ser nada fácil porque, además, sufre esa metamorfosis que hoy por hoy va
muy deprisa…
-Realmente,
como te decía, me ha permitido hacerlo con más libertad, o sentir que podía
escribir sin la gravedad que se le supone a un adulto. Aunque esto haya podido
provocar otro posible defecto de la novela: el que un adolescente hable de
temas o con un lenguaje impropio de su edad.
-Demasiado
deprisa, ¿verdad? hoy en día los cambios entre esos dos períodos que no son
para nada vitalmente iguales, pero que se cruzan con una delgada línea roja…es
como estar suspendidos como funambulistas…
-Hoy mismo
han publicado un comentario en Amazon en el que se preguntaba si esta novela
conectaría de la misma manera con adultos que con niños o adolescentes. Y es
algo que también me pregunto, si puede llegar a conectar con un público así,
aun estando pensada para adultos.
-Este libro
da que pensar mucho en la vida, en los interrogantes de la misma…en que no todo
es tan fácil, pero no todo tan imposible porque hay que pasar por lo difícil…
-Me alegro de
que así te lo haya parecido. Presiento que la única manera en que te pueda
gustar Satélites es conectado con Héctor, con sus
dudas sobre lo que le rodea y su búsqueda por recuperar a los satélites que le
rodean.
-Carlos,
amigo, ¿en qué andas metido ahora?,¿nos puedes dar alguna pista?
-Sí que tengo
otra historia en la cabeza, pero por ahora son poco más que ideas. Satélites me
ha costado acabarla, o decidir dejar de corregirla, varios años, con lo que
creo que tardaréis en volver a saber de mí. También, como te dije al principio,
en cierta manera siento este libro como un punto de partida o un punto final.
Como, tras haber publicado algunos libros de relatos y de cuentos, es en esta
novela cuando más cercano a un escritor me he sentido. ¿A qué negarlo? Sueño
con lo que he soñado siempre, con descubrir un día en el autobús a un
desconocido leyendo mi novela, a sentirme con fuerzas de escribir más. También
sé que eso sería casi un milagro, principalmente porque hay que saber escribir
mejor que bien, con lo que trato de no ilusionarme demasiado, para no
disgustarme mucho a mí ni a los que me quieren por verme disgustado.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)