Cazarabet conversa con... Aurelio Esteban Carazo, responsable de la colección ‘Relatos’
sobre el libro “Yo solo venía de paso (Cuentos completos)” (Comuniter) de
Enrique Ortego
Un libro de
“cuentos-relatos” desde la pluma de Enrique Ortego editado por la editorial
zaragozana Comuniter.
El autor estuvo
con nosotros en un libro desafiante y que nos tocó mucho la sensibilidad: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/gritomariposa.htm
La
colección “Relatos” de Comuniter” es la que alberga este libro y con su
responsable, Aurelio Esteban Carazo, es con quien conversaremos…
La
colección Relatos de Comuniter, coordinada por Aurelio Esteban, ya tiene seis
títulos: “Historias para leer sin prisa” –VVAA--; “La salvaje mirada del agua”
de Carlos Tundidor; “Tierra vacua” —VVAAA--; “Malos sueños” de Roberto Malo; “Historias
de un perdedor” del propio coordinador de la colección, Aurelio P. Esteban; y
éste que nos ocupa ahora.
La sinopsis
del libro: Enrique Ortego estaba sólo de paso, y se quedó casi cuarenta años.
Acaso se emborrachó con el humo de las fumarolas volcánicas de San Cristóbal,
Cerro Negro y Concepción. Se dejó atrapar por el canto de los pájaros, sucumbió
como el joven Mowgli, a la llamada de la selva, de las tierras vírgenes. Caminó
sus estrechas sendas, vadeó torrentes, conoció a sus gentes... Trató a los
hombres y las mujeres de aquellas tierras. Sus voces le hablaron en el viejo
idioma melodioso y dulce. Los rostros indígenas de los viejos, piel de
pergamino, los jóvenes rostros de las mujeres, corazón alegre y mirada triste
de antiguos orgullos mancillados, le ganaron la carne y el espíritu. Obraron el
milagro, y Enrique que sólo estaba de paso, se quedó en cuerpo y alma. El
Salvador, Honduras, Guatemala... y Nicaragua, Nicaragüita, emoción renacida,
fragantes flores del jardín de Sandino, esenciaron su sangre, perfumaron el
cáliz que apuró hasta las heces. Enrique Ortego estaba sólo de paso como
estamos todos. Un día se fue como nos iremos los demás tarde o temprano. Él nos
dejó testimonio de su vida, de su labor y de su huella de hombre de bien. Estos
relatos son el regalo que nos hace su talento y su sensibilidad. A través de su
lectura respiraremos el aire que respiró, y quién sabe si también amaremos los
amores que amo.
El autor,
Enrique Ortego (Jaraba 1951 - Zaragoza 2018)
Periodista
y escritor aragonés, empezó su carrera colaborando en Andalán desde 1976 hasta
1984 año en que se traslada a Centroamérica. Primero a Nicaragua (1984), de
paso para Guatemala, donde llega en septiembre de 1985 y donde permanecerá
hasta 1990. En esos años colabora en el semanario de investigación lnforpress, en la revista semanal Crónica y en el diario Siglo XXI. Es corresponsal de Periódico de Cataluña. Deja Guatemala
por Nicaragua en 1990, año de la derrota electoral del Frente Sandinista. Se
encarga del área de publicaciones del CRIES (coordinadora regional de
investigaciones y estudios sociales) hasta 1993. En 1994, comienzo de la investigación
del asesinato de Myrna Mack (1990), la antropóloga, que se prolonga ocho años.
De allí saldría El grito de la mariposa
(2017).
Desde 1995,
trabaja con Médicos del Mundo, lo que refleja en varios de sus cuentos. También
colabora en el lnforme de Recuperación de la Memoria Histórica del Arzobispado
de Guatemala (1998). A principios de 2018 regresa a España, donde fallece el 16
de diciembre.
La muerte
de Enrique Ortego impactó a nuestros amigos de Andalán: https://www.andalan.es/?p=14930
Cazarabet conversa
con Aurelio Esteban Carazo:
-Amigo, el título de este compilatorio literario de relatos, más bien
cuentos completos, de Enrique Ortego es como premonitorio, ¿no?, Yo
solo estaba de paso…como un anuncio, una sentencia, una memoria de
recuerdos y vivencias…
-Claro, es
dadas las circunstancias, casi un epitafio, el testamento literario de Enrique
Ortego. La pretensión de Enrique no era escribir una autobiografía, pero en
cierto modo esta colección de narraciones no son mera ficción, sino retazos de
su propia vida.
-Aurelio, ¿nos
puedes presentar este libro de Cuentos?; ¿cómo lo definirías?
-Como una
colección de relatos, de cuentos si se quiere, que son en realidad breves
crónicas a caballo entre lo político, lo periodístico y lo literario. Enrique
era un periodista que sabía escribir muy bien, pero ante todo un periodista. En
estos relatos da testimonio de sus experiencias en Centroamérica, de las gentes
que conoció y trató.
-Yo solo venía
de paso, dice el título del libro, pero se quedó para “algo más”, me
refiero a “la estancia2 de Enrique Ortego en Centroamérica…
-Eso lo
explica él muy bien en un testimonio previo a la colección de narraciones. “Sólo venía de paso”, dice, pero se
quedó treinta años.
Llegó
atraído por el aroma revolucionario que destilaba la región en aquel tiempo,
sobre todo Nicaragua, su Nicaragüita
querida, y aquella revolución sandinista tan esperanzadora. El joven Enrique
Ortego se había iniciado en España, en Zaragoza, como militante del MC, el
Movimiento Comunista de inspiración maoísta, donde llegó a actuar como
liberado. Y allá lejos, donde creía que estaba sólo de paso, se empapó de la lucha del pueblo y de las lluvias
torrenciales del trópico. Se ganó la vida como corresponsal de El Periódico de
Cataluña, y escribiendo para diferentes medios de la región. Fue cooperante de
Médicos del Mundo y se embarró hasta las rodillas por los caminos de las selvas
para llevar a las comunidades más remotas medicinas, libros, esperanza…
Para su
tristeza, llegó a vivir lo suficiente para ver frustrada aquella esperanza de
futuro. La deriva decepcionante del régimen hasta las posiciones vergonzosas
que ahora protagonizan Daniel Ortega y su banda, le helaron el corazón, pero no
hasta el punto de abandonar a aquellas gentes a quienes lo había entregado sin
reservas, al pueblo de Nicaragua.
-Libro, este de
“Cuentos Completos”, alejado en la forma y estructura del de El grito de la mariposa, pero
cerca en muchas idiosincrasias e intencionalidades, ¿verdad?
-Cierto,
muy diferente. El grito de la mariposa, su libro anterior que tuvimos también
el placer de presentar gracias a Comuniter Editorial, era una obra de denuncia.
Relataba de forma desgarrada el ignominioso asesinato de Myrna Mac, antropóloga
guatemalteca comprometida en la lucha por los derechos de los indígenas que en
los años noventa fueron masacrados por el ejército de Guatemala. Verdaderos
crímenes de Estado que culminaron con el asesinato de la mujer que pretendió
impedirlos. En su origen había sido un encargo de la familia de la víctima, una
importante familia de la oligarquía del país. Después, al leer el borrador, se
arrepintieron del encargo e intentaron por todos los medios impedir su
publicación, llegando incluso a contratar los servicios de un “prestigioso”
bufete madrileño. Algo que por supuesto, no consiguieron.
Yo sólo
venía de paso es en efecto, muy diferente de El grito, pero existe naturalmente
un nexo común muy importante: la vocación de Enrique de proclamar la verdad. Periodista siempre hasta la
médula de los huesos, en ambas obras late con fuerza su compromiso político y
su condición de cronista. En la presentación que hicimos en el Museo de
Zaragoza, dije que a Enrique le gustaba proclamar las verdades del barquero, una expresión de reminiscencias
clásicas, por el barquero Caronte que conducía en su barca al Hades las almas
de los difuntos a través de la laguna Estigia. Aquí en Aragón, la utilizamos a
menudo, y resulta gracioso aplicarla a Enrique Ortego, porque al parecer, para
llegar hasta su retiro nicaragüense debía utilizar una canoa o algún tipo de
embarcación ligera, así que quien decía las
verdades del barquero, era él mismo barquero a tiempo parcial.
-Respecto al título y a su intencionalidad de intencionalidades. Al
fin y al cabo todos estamos un poco o un mucho de paso…un poco o un mucho….pero
“de paso”, ¿no?.-En la sintonía de esta pregunta,
Enrique Ortego era de los que se aplicaba lo de:”Aprovecha el momento”,
¿verdad? y aprovechó su paso por Centroamérica…
-…para
hacer la Revolución, al menos su Revolución, para viajar, crecer
como persona, para enamorarse, para vivir. Leyendo muchos de sus relatos, uno
se da cuenta de que destilan pasión, destilan vida, pura vida, como dice el slogan turístico costarricense. Quienes le
conocieron mejor aseguran que tras la primera impresión de hombre parco en
palabras, poco dado a efusiones, hasta algo seco, algo bastante común a muchos
aragoneses, latía su enorme corazón.
-Su vida estuvo
ligada a lo que muchos califican de “causas perdidas”, pero él, en realidad, no
las perdía, ¿verdad? porque las luchaba desde abajo y lo que “se lucha”, desde
la raíz, no se pierde…..- Porque se fue como periodista, pero ¿hasta
qué punto se “implicaba”?
-La única
lucha que se pierde es la que no se emprende, decía el Che Guevara, creo.
Enrique se implicaba. Volviendo a lo que decía un poco más arriba, se entregaba
por entero. En un video que se proyectó tanto en la presentación de El
grito como en esta última de Yo sólo venía de paso, Enrique
repetía muchas veces una palabra: compasión.
Y en efecto, la compasión está en la raíz de todo cuanto de bueno hay en el ser
humano. Sentir empatía, ponerse en el lugar de la gente, es el primer paso, el
paso decisivo para comprender, compartir, sufrir con el que sufre, alegrarse
con quien es feliz, y amar, que en definitiva es el mandato evangélico que alcanza
por igual a creyentes y ateos, si son gentes de bien. La teología de la liberación nació en aquellas tierras, y eso no
puede ser casual. Con toda seguridad, no es casual.
-Previamente había
estado, aquí, en Andalán, un referente en el periodismo en la
transición y en el aragonesismo, ¿cómo se forjó aquí y qué de su experiencia de
aquí se llevó allá para ir aplicándolo y salir adelante porque no era fácil?
-Una
cabecera mítica la de Andalán. Imprescindible durante décadas en Aragón y en la
transición española, un hito de la cultura y el pensamiento. Allí veló sus
armas Enrique Ortego y se inició como periodista. Con Eloy Fernández Clemente a
la cabeza, Andalán ha sido un vivero de importantes figuras de la vida
intelectual aragonesa. Asistieron a la presentación de Yo sólo venía de paso,
Carlos Mas, que actualmente dirige Andalán en su formato digital, y Luis
Granell, que fue en Andalán el primer mentor y maestro de Enrique, y a quien me
consta que recordaba con especial cariño. Sin duda resultó un alumno
aventajado, y al otro lado del Atlántico aplicó con entusiasmo lo que aquí
había aprendido.
-En Andalán
escribía sobre la tierra, la agricultura y sobre las y los que las
trabajan, ¿es aquí donde se forja sobre temas que lo lastran como periodista
como lastran a Centroamérica…recordemos las luchas por el bien común del agua,
de las tierras expropiadas…?
-Pues sí,
naturalmente. Para Andalán realizó una serie de reportajes sobre las
incipientes asociaciones de agricultores y ganaderos en el Aragón del
tardofranquismo y de la primera transición. Aquel asociacionismo tenía por
cierto, unas raíces populares y reivindicativas que lamentablemente se han
perdido. Enrique era entonces un hombre del partido, de su partido, el MC,
empeñado en un horizonte revolucionario que nunca perdió de vista. Fue ese
mismo horizonte promisorio el que persiguió hasta llegar a tierras americanas,
donde encontró corregidos y aumentados, los mismos anhelos populares de tierra
y libertad que aquí había dejado atrás.
-¿Cómo nos puedes presentar al escritor que era Enrique Ortego?,¿ un escritor que no podía dejar su capa de
periodista…escribía sobre lo que vivía, sobre lo que le afectaba o sobre lo que
afectaba a los demás…o un poco de todo?
-Quizá sí,
de todo un poco. Enrique fue ante todo periodista, pero estaba empeñado en
escribir bien, y a fe que lo consiguió. No hay más que leer sus relatos que son
una delicia literaria. Son crónicas impregnadas de una prosa poética notable y
por momentos emocionante. Enrique hace que el lector
viva con él los paisajes y hasta el aroma de las tierras y las gentes cuyas
vivencias relata. Los textos están salpicados de localismos. Muchos se explican
en notas a pie de página, pero la verdad es que no hace ninguna falta, porque
su significado se intuye perfectamente en el contexto de la narración
-En este libro se
recogen los Cuentos Completos de este narrador que nos va contando pasajes de
su vida por países—como Nicaragua y Guatemala-- en los que por la
mañana se reunían con la guerrilla y por la noche con ministros…un poco agitada
su vida sí que era y eso trasciende en estos cuentos, coméntanos.
-De día con su
eminencia y de noche con el diablo, que decía Malaparte. O también: yo a los palacios subí, y a las cabañas bajé,
como el Tenorio de Zorrilla, pero sin delirios de donjuán. Enrique Ortego, el
periodista, nunca vivió instalado en la zona de confort de la equidistancia.
Escuchaba, claro, porque era su obligación, a los que le decían que llovía a
mares, y a quienes aseguraban que lucía un sol de justicia. Pero una vez oídas
ambas partes, Enrique salía a la calle y se ponía como una sopa si tenían razón
los unos o se calcinaba al sol si la tenían los otros. Pero salía. Salía y lo
contaba.
-Solamente de esos
encuentros, vicisitudes ya podía escribir cuentos, más o menos
ficcionados, pero él se maneja con una elegancia que va más allá de contar…
-Elegancia.
Tenía Enrique el don de la palabra. Dijo una vez García Márquez que en cuanto
pisas Nicaragua, te sientes inmediatamente poseído por el espíritu de Rubén
Darío. Quizá exageraba, pero debe haber algo de verdad en ello. Otro grande de
las letras como Alejo Carpentier decía también que así como en la vieja Europa
el universo se rige por las leyes físicas que enunció Sir Isaac Newton, en tierras
americanas (Carpentier decía en el Caribe, pero podemos abrir un poco el compás
en el mapa) el espacio-tiempo se distorsiona de tal manera que puede ocurrir la
cosa más asombrosa en el momento más inesperado. Bien. Enrique Ortego, el
escritor, no desmiente a ninguno de los dos. En la presentación me atreví a
calificar su prosa de Realismo Mágico
aplicado a la crónica periodística. Fernando Romo, profesor de teoría
literaria en la Universidad de Vigo, y albacea literario de Enrique, que nos
acompañaba en la mesa, no desmintió mis intuiciones.
-Había que destacar
su capacidad de trabajo, pero aún más diría yo su empatía y capacidad por
captar en todo momento dónde meter el dedo y cuándo quitarlo…
-Así es.
Decía Quevedo: No he de callar, por más
que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces
miedo. Enrique aprendió en Aragón y perfeccionó en su aventura americana, a
no callar ni debajo del agua. Empatía y valentía, valor cívico si se quiere.
-Describe bien, con
precisión sin recargamientos, escenas que ha vivido y que ha visto…que ha
observado y algunas le debieron desquiciar, pero muchas de ellas, también no
pocas le debieron levantar todas las sensibilidades…
-Naturalidad
es quizá el concepto. En muchos de los relatos se retratan con total sencillez,
con absoluta naturalidad, las escenas, los escenarios y los personajes. A veces
con crudeza, como en el episodio en que se relata el viaje de un grupo de
cooperantes a una comunidad remota. Una de las mujeres, acaso más urbanita que
acostumbrada a las molestias de la selva y al trato en ocasiones áspero de sus
habitantes, manifiesta su temor a ser violada. Otra de las compañeras de viaje,
un poco molesta con su pose de “señorita”, le sugiere entonces que lleve
siempre condones por si acaso. Son pinceladas de cierta dureza en situaciones,
lugares y circunstancias que no admiten remilgos ni paños calientes. Sencillez
y naturalidad.
-¿Centroamérica
sacó lo mejor de un Ortego con mucha más vida interior de la que mostraba?
-Los hombres
y las mujeres muestran lo mejor y también lo peor de sí mismos en las
situaciones límite. Vida interior sin duda Enrique tenía mucha. Bullía en su
pecho como en un fanal, e iluminaba su mirada cuando asomaba a sus ojos un
destello de emoción. Quizá, e insisto en ello, el término más definitorio es el
de compasión, que tanto le gustaba
utilizar.
-Debió de vivir,
conocer y convivir con personas que le marcaron y le dejaron huella, de manera
directa o indirecta…se nota en este libro como se notó en El grito de la mariposa…
-En ambos
se refleja el espíritu de Enrique. Muy especialmente en Yo sólo venía de paso,
que está, a fin de cuentas, salpicado de vivencias personales. Antes dije que
viene a ser una especie de testamento tanto literario como vital. Enrique el
periodista, Enrique el Escritor, pero también y sobre todo, Enrique el hombre.
Si nos ponemos orteguianos, él y sus circunstancias, claro. En el libro él es
el narrador, pero los protagonistas son las gentes que conoció, trató y acaso
también quiso.
-Uno en esas
latitudes geográficas, pero sobretodo humanas ¿aprende a estimar más lo que se
tiene, el día a día por sí mismo?
-Supongo
que sí, claro. Carpe diem. Estoico o
epicúreo, no sé, todos, y Enrique también, tenemos algo de las dos cosas, pero
es indudable que amaba la vida sobre todas las cosas. Que supo vivir donde le
gustaba, haciendo lo que le gustaba hacer y compartiendo su vida con quienes
apreció.
-¿Hasta qué punto
le marca, como persona y como periodista, su estancia en Centroamérica?
-Absolutamente.
Enrique Ortego no se explica sin Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras…
sin su paso por aquellas tierras y su contacto cercano con aquellas gentes. No
sé si existe una crónica que recoja los avatares del periodismo y los
periodistas en aquellos países. Si aún no se ha hecho, debería hacerse y sería
sin duda una obra de denuncia, porque las condiciones sociales y políticas de
la región hacen del periodismo una profesión de alto riesgo. Desde luego,
cuando se escriba, Enrique Ortego deberá figurar en ella con letras de molde.
Otro tanto podría decirse de su dimensión humana.
-Digo “estancia”
porque desde el año 1986 en el que se traslada a Centroamérica desde Nicaragua
a Guatemala y vuelta…se “hizo” más ciudadano de aquellos países que de aquí,
aunque siempre fue más “un ciudadano del mundo”…?
-Un
ciudadano del mundo que sin embargo, no perdió nunca de vista a su Aragón, a
Jaraba, donde vivía su familia, y a donde regresaba siempre que tenía ocasión. Pero,
sí, ciudadano del mundo ante todo, una condición que no se basa ni en el acento
ni en los sellos del pasaporte, sino que se lleva estampada en la mirada, se
articula en la palabra, y se atesora en los corazones.
-Explícanos, por favor, su trabajo en l
organización Médicos del Mundo…
-Su
colaboración con esta organización no fue sino la consecuencia lógica de su
vocación de servicio. Una labor que no sólo era perfectamente compatible con su
quehacer periodístico, sino que resultaba en gran medida un apoyo para su
tarea. La cooperación le abría puertas al periodista. El periodismo y los
contactos políticos favorecían su faceta de cooperación… Es decir, ambas
labores eran complementarias.
-Siempre nos
interesa la dimensión humana de los escritores que tratamos o a los que nos
acercamos; ¿qué nos puedes decir de Enrique Ortego como ser humano?...
-Yo conocí
personalmente a Enrique ya en la última etapa de su vida. Fue a través de su
hermano Ángel y de Rosa, su cuñada, y fue en las ocasiones en que Enrique venía
a Zaragoza para tratarse de la enfermedad que finalmente acabó con su vida.
Esos encuentros tuvieron como escenario las fiestas que periódicamente
celebrábamos un grupo de amigos, casi todos peinando ya canas. Eran encuentros
festivos en los que la risa y la amistad se abrían plaza y disipaban cualquier
sombra de tristeza. Comuniter, la editorial en la que colaboro, tenía ya entre
manos El grito de la mariposa, y en aquellos encuentros le animé a
que nos hiciera llegar más relatos para componer un volumen razonable, germen
de lo que terminaría siendo Yo sólo venía de paso. Era Enrique
un hombre afable, parco en palabras y experto en escuchar a los demás, una
cualidad cada vez más estimable por lo poco común. Era también, en la medida en
que algo así puede apreciarse en sólo unas cuantas conversaciones, un hombre
feliz.
Las
personas felices tienen la virtud de hacer felices a los demás. Son capaces de
hacer amigos y de cultivar la amistad con el esmero del hortelano cuidadoso. A
su entierro acudimos muchos amigos, y a la presentación de este póstumo Yo
sólo venía de paso, asistieron otros muchos hasta llenar el salón de
actos del Museo Provincial. Si la grandeza de las personas se mide por la
huella que deja su recuerdo y los amigos que honran su memoria, juzguen por sí
mismos los lectores.
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