IMG_20211121_0002.jpgCazarabet conversa con...   Aurelio Esteban Carazo, responsable de la colección ‘Relatos’ sobre el libro “Yo solo venía de paso (Cuentos completos)” (Comuniter) de Enrique Ortego

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro de “cuentos-relatos” desde la pluma de Enrique Ortego editado por la editorial zaragozana Comuniter.

El autor estuvo con nosotros en un libro desafiante y que nos tocó mucho la sensibilidad: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/gritomariposa.htm

La colección “Relatos” de Comuniter” es la que alberga este libro y con su responsable, Aurelio Esteban Carazo, es con quien conversaremos…

La colección Relatos de Comuniter, coordinada por Aurelio Esteban, ya tiene seis títulos: “Historias para leer sin prisa” –VVAA--; “La salvaje mirada del agua” de Carlos Tundidor; “Tierra vacua” —VVAAA--; “Malos sueños” de Roberto Malo; “Historias de un perdedor” del propio coordinador de la colección, Aurelio P. Esteban; y éste que nos ocupa ahora.

La sinopsis del libro: Enrique Ortego estaba sólo de paso, y se quedó casi cuarenta años. Acaso se emborrachó con el humo de las fumarolas volcánicas de San Cristóbal, Cerro Negro y Concepción. Se dejó atrapar por el canto de los pájaros, sucumbió como el joven Mowgli, a la llamada de la selva, de las tierras vírgenes. Caminó sus estrechas sendas, vadeó torrentes, conoció a sus gentes... Trató a los hombres y las mujeres de aquellas tierras. Sus voces le hablaron en el viejo idioma melodioso y dulce. Los rostros indígenas de los viejos, piel de pergamino, los jóvenes rostros de las mujeres, corazón alegre y mirada triste de antiguos orgullos mancillados, le ganaron la carne y el espíritu. Obraron el milagro, y Enrique que sólo estaba de paso, se quedó en cuerpo y alma. El Salvador, Honduras, Guatemala... y Nicaragua, Nicaragüita, emoción renacida, fragantes flores del jardín de Sandino, esenciaron su sangre, perfumaron el cáliz que apuró hasta las heces. Enrique Ortego estaba sólo de paso como estamos todos. Un día se fue como nos iremos los demás tarde o temprano. Él nos dejó testimonio de su vida, de su labor y de su huella de hombre de bien. Estos relatos son el regalo que nos hace su talento y su sensibilidad. A través de su lectura respiraremos el aire que respiró, y quién sabe si también amaremos los amores que amo.

 

El autor, Enrique Ortego (Jaraba 1951 - Zaragoza 2018)

Periodista y escritor aragonés, empezó su carrera colaborando en Andalán desde 1976 hasta 1984 año en que se traslada a Centroamérica. Primero a Nicaragua (1984), de paso para Guatemala, donde llega en septiembre de 1985 y donde permanecerá hasta 1990. En esos años colabora en el semanario de investigación lnforpress, en la revista semanal Crónica y en el diario Siglo XXI. Es corresponsal de Periódico de Cataluña. Deja Guatemala por Nicaragua en 1990, año de la derrota electoral del Frente Sandinista. Se encarga del área de publicaciones del CRIES (coordinadora regional de investigaciones y estudios sociales) hasta 1993. En 1994, comienzo de la investigación del asesinato de Myrna Mack (1990), la antropóloga, que se prolonga ocho años. De allí saldría El grito de la mariposa (2017).

Desde 1995, trabaja con Médicos del Mundo, lo que refleja en varios de sus cuentos. También colabora en el lnforme de Recuperación de la Memoria Histórica del Arzobispado de Guatemala (1998). A principios de 2018 regresa a España, donde fallece el 16 de diciembre.

La muerte de Enrique Ortego impactó a nuestros amigos de Andalán: https://www.andalan.es/?p=14930

 

 

 

Cazarabet conversa con Aurelio Esteban Carazo:

61635347_10216191623476219_.jpg-Amigo, el título de este compilatorio literario de relatos, más bien cuentos completos, de Enrique Ortego es como premonitorio, ¿no?, Yo solo estaba de paso…como un anuncio, una sentencia, una memoria de recuerdos y vivencias…

-Claro, es dadas las circunstancias, casi un epitafio, el testamento literario de Enrique Ortego. La pretensión de Enrique no era escribir una autobiografía, pero en cierto modo esta colección de narraciones no son mera ficción, sino retazos de su propia vida.

-Aurelio, ¿nos puedes presentar este libro de Cuentos?; ¿cómo lo definirías?

-Como una colección de relatos, de cuentos si se quiere, que son en realidad breves crónicas a caballo entre lo político, lo periodístico y lo literario. Enrique era un periodista que sabía escribir muy bien, pero ante todo un periodista. En estos relatos da testimonio de sus experiencias en Centroamérica, de las gentes que conoció y trató.

-Yo solo venía de paso, dice el título del libro, pero se quedó para “algo más”, me refiero a “la estancia2 de Enrique Ortego en Centroamérica…

-Eso lo explica él muy bien en un testimonio previo a la colección de narraciones. “Sólo venía de paso”, dice, pero se quedó treinta años.

Llegó atraído por el aroma revolucionario que destilaba la región en aquel tiempo, sobre todo Nicaragua, su Nicaragüita querida, y aquella revolución sandinista tan esperanzadora. El joven Enrique Ortego se había iniciado en España, en Zaragoza, como militante del MC, el Movimiento Comunista de inspiración maoísta, donde llegó a actuar como liberado. Y allá lejos, donde creía que estaba sólo de paso, se empapó de la lucha del pueblo y de las lluvias torrenciales del trópico. Se ganó la vida como corresponsal de El Periódico de Cataluña, y escribiendo para diferentes medios de la región. Fue cooperante de Médicos del Mundo y se embarró hasta las rodillas por los caminos de las selvas para llevar a las comunidades más remotas medicinas, libros, esperanza…

Para su tristeza, llegó a vivir lo suficiente para ver frustrada aquella esperanza de futuro. La deriva decepcionante del régimen hasta las posiciones vergonzosas que ahora protagonizan Daniel Ortega y su banda, le helaron el corazón, pero no hasta el punto de abandonar a aquellas gentes a quienes lo había entregado sin reservas, al pueblo de Nicaragua.

-Libro, este de “Cuentos Completos”, alejado en la forma y estructura del de El grito de la mariposa, pero cerca en muchas idiosincrasias e intencionalidades, ¿verdad?

-Cierto, muy diferente. El grito de la mariposa, su libro anterior que tuvimos también el placer de presentar gracias a Comuniter Editorial, era una obra de denuncia. Relataba de forma desgarrada el ignominioso asesinato de Myrna Mac, antropóloga guatemalteca comprometida en la lucha por los derechos de los indígenas que en los años noventa fueron masacrados por el ejército de Guatemala. Verdaderos crímenes de Estado que culminaron con el asesinato de la mujer que pretendió impedirlos. En su origen había sido un encargo de la familia de la víctima, una importante familia de la oligarquía del país. Después, al leer el borrador, se arrepintieron del encargo e intentaron por todos los medios impedir su publicación, llegando incluso a contratar los servicios de un “prestigioso” bufete madrileño. Algo que por supuesto, no consiguieron.

Yo sólo venía de paso es en efecto, muy diferente de El grito, pero existe naturalmente un nexo común muy importante: la vocación de Enrique de proclamar la verdad. Periodista siempre hasta la médula de los huesos, en ambas obras late con fuerza su compromiso político y su condición de cronista. En la presentación que hicimos en el Museo de Zaragoza, dije que a Enrique le gustaba proclamar las verdades del barquero, una expresión de reminiscencias clásicas, por el barquero Caronte que conducía en su barca al Hades las almas de los difuntos a través de la laguna Estigia. Aquí en Aragón, la utilizamos a menudo, y resulta gracioso aplicarla a Enrique Ortego, porque al parecer, para llegar hasta su retiro nicaragüense debía utilizar una canoa o algún tipo de embarcación ligera, así que quien decía las verdades del barquero, era él mismo barquero a tiempo parcial.

245544037_854058821854975_6776504484341263978_n.jpg-Respecto al título y a su intencionalidad de intencionalidades. Al fin y al cabo todos estamos un poco o un mucho de paso…un poco o un mucho….pero “de paso”, ¿no?.-En la sintonía de esta pregunta, Enrique Ortego era de los que se aplicaba lo de:”Aprovecha el momento”, ¿verdad? y aprovechó su paso por Centroamérica…

-…para hacer la Revolución, al menos su Revolución, para viajar, crecer como persona, para enamorarse, para vivir. Leyendo muchos de sus relatos, uno se da cuenta de que destilan pasión, destilan vida, pura vida, como dice el slogan turístico costarricense. Quienes le conocieron mejor aseguran que tras la primera impresión de hombre parco en palabras, poco dado a efusiones, hasta algo seco, algo bastante común a muchos aragoneses, latía su enorme corazón.

-Su vida estuvo ligada a lo que muchos califican de “causas perdidas”, pero él, en realidad, no las perdía, ¿verdad? porque las luchaba desde abajo y lo que “se lucha”, desde la raíz,  no se pierde…..- Porque se fue como periodista, pero ¿hasta qué punto se “implicaba”?

-La única lucha que se pierde es la que no se emprende, decía el Che Guevara, creo. Enrique se implicaba. Volviendo a lo que decía un poco más arriba, se entregaba por entero. En un video que se proyectó tanto en la presentación de El grito como en esta última de Yo sólo venía de paso, Enrique repetía muchas veces una palabra: compasión. Y en efecto, la compasión está en la raíz de todo cuanto de bueno hay en el ser humano. Sentir empatía, ponerse en el lugar de la gente, es el primer paso, el paso decisivo para comprender, compartir, sufrir con el que sufre, alegrarse con quien es feliz, y amar, que en definitiva es el mandato evangélico que alcanza por igual a creyentes y ateos, si son gentes de bien. La teología de la liberación nació en aquellas tierras, y eso no puede ser casual. Con toda seguridad, no es casual.

-Previamente había estado, aquí, en Andalán, un referente en el periodismo  en la transición y en el aragonesismo, ¿cómo se forjó aquí y qué de su experiencia de aquí se llevó allá para ir aplicándolo y salir adelante porque no era fácil?

-Una cabecera mítica la de Andalán. Imprescindible durante décadas en Aragón y en la transición española, un hito de la cultura y el pensamiento. Allí veló sus armas Enrique Ortego y se inició como periodista. Con Eloy Fernández Clemente a la cabeza, Andalán ha sido un vivero de importantes figuras de la vida intelectual aragonesa. Asistieron a la presentación de Yo sólo venía de paso, Carlos Mas, que actualmente dirige Andalán en su formato digital, y Luis Granell, que fue en Andalán el primer mentor y maestro de Enrique, y a quien me consta que recordaba con especial cariño. Sin duda resultó un alumno aventajado, y al otro lado del Atlántico aplicó con entusiasmo lo que aquí había aprendido.

-En Andalán escribía sobre la tierra, la agricultura  y sobre las y los que las trabajan, ¿es aquí donde se forja sobre temas que lo lastran como periodista como lastran a Centroamérica…recordemos las luchas por el bien común del agua, de las tierras expropiadas…?

-Pues sí, naturalmente. Para Andalán realizó una serie de reportajes sobre las incipientes asociaciones de agricultores y ganaderos en el Aragón del tardofranquismo y de la primera transición. Aquel asociacionismo tenía por cierto, unas raíces populares y reivindicativas que lamentablemente se han perdido. Enrique era entonces un hombre del partido, de su partido, el MC, empeñado en un horizonte revolucionario que nunca perdió de vista. Fue ese mismo horizonte promisorio el que persiguió hasta llegar a tierras americanas, donde encontró corregidos y aumentados, los mismos anhelos populares de tierra y libertad que aquí había dejado atrás.

23456607_10211864582824572_.jpg-¿Cómo nos puedes presentar al escritor que era Enrique Ortego?,¿ un escritor que no podía dejar su capa de periodista…escribía sobre lo que vivía, sobre lo que le afectaba o sobre lo que afectaba a los demás…o un poco de todo?

-Quizá sí, de todo un poco. Enrique fue ante todo periodista, pero estaba empeñado en escribir bien, y a fe que lo consiguió. No hay más que leer sus relatos que son una delicia literaria. Son crónicas impregnadas de una prosa poética notable y por momentos emocionante. Enrique hace que el lector viva con él los paisajes y hasta el aroma de las tierras y las gentes cuyas vivencias relata. Los textos están salpicados de localismos. Muchos se explican en notas a pie de página, pero la verdad es que no hace ninguna falta, porque su significado se intuye perfectamente en el contexto de la narración

-En este libro se recogen los Cuentos Completos de este narrador que nos va contando pasajes de su vida por países—como Nicaragua y  Guatemala-- en los que por la mañana se reunían con la guerrilla y por la noche con ministros…un poco agitada su vida sí que era y eso trasciende en estos cuentos, coméntanos.

-De día con su eminencia y de noche con el diablo, que decía Malaparte. O también: yo a los palacios subí, y a las cabañas bajé, como el Tenorio de Zorrilla, pero sin delirios de donjuán. Enrique Ortego, el periodista, nunca vivió instalado en la zona de confort de la equidistancia. Escuchaba, claro, porque era su obligación, a los que le decían que llovía a mares, y a quienes aseguraban que lucía un sol de justicia. Pero una vez oídas ambas partes, Enrique salía a la calle y se ponía como una sopa si tenían razón los unos o se calcinaba al sol si la tenían los otros. Pero salía. Salía y lo contaba.

-Solamente de esos encuentros, vicisitudes ya podía  escribir cuentos, más o menos ficcionados, pero él se maneja con una elegancia que va más allá de contar…

-Elegancia. Tenía Enrique el don de la palabra. Dijo una vez García Márquez que en cuanto pisas Nicaragua, te sientes inmediatamente poseído por el espíritu de Rubén Darío. Quizá exageraba, pero debe haber algo de verdad en ello. Otro grande de las letras como Alejo Carpentier decía también que así como en la vieja Europa el universo se rige por las leyes físicas que enunció Sir Isaac Newton, en tierras americanas (Carpentier decía en el Caribe, pero podemos abrir un poco el compás en el mapa) el espacio-tiempo se distorsiona de tal manera que puede ocurrir la cosa más asombrosa en el momento más inesperado. Bien. Enrique Ortego, el escritor, no desmiente a ninguno de los dos. En la presentación me atreví a calificar su prosa de Realismo Mágico aplicado a la crónica periodística. Fernando Romo, profesor de teoría literaria en la Universidad de Vigo, y albacea literario de Enrique, que nos acompañaba en la mesa, no desmintió mis intuiciones.

-Había que destacar su capacidad de trabajo, pero aún más diría yo su empatía y capacidad por captar en todo momento dónde meter el dedo y cuándo quitarlo…

-Así es. Decía Quevedo: No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. Enrique aprendió en Aragón y perfeccionó en su aventura americana, a no callar ni debajo del agua. Empatía y valentía, valor cívico si se quiere.

-Describe bien, con precisión sin recargamientos, escenas que ha vivido y que ha visto…que ha observado y algunas le debieron desquiciar, pero muchas de ellas, también no pocas le debieron levantar todas las sensibilidades…

-Naturalidad es quizá el concepto. En muchos de los relatos se retratan con total sencillez, con absoluta naturalidad, las escenas, los escenarios y los personajes. A veces con crudeza, como en el episodio en que se relata el viaje de un grupo de cooperantes a una comunidad remota. Una de las mujeres, acaso más urbanita que acostumbrada a las molestias de la selva y al trato en ocasiones áspero de sus habitantes, manifiesta su temor a ser violada. Otra de las compañeras de viaje, un poco molesta con su pose de “señorita”, le sugiere entonces que lleve siempre condones por si acaso. Son pinceladas de cierta dureza en situaciones, lugares y circunstancias que no admiten remilgos ni paños calientes. Sencillez y naturalidad.

image001.jpg-¿Centroamérica sacó lo mejor de un Ortego con mucha más vida interior de la que mostraba?

-Los hombres y las mujeres muestran lo mejor y también lo peor de sí mismos en las situaciones límite. Vida interior sin duda Enrique tenía mucha. Bullía en su pecho como en un fanal, e iluminaba su mirada cuando asomaba a sus ojos un destello de emoción. Quizá, e insisto en ello, el término más definitorio es el de compasión, que tanto le gustaba utilizar.

-Debió de vivir, conocer y convivir con personas que le marcaron y le dejaron huella, de manera directa o indirecta…se nota en este libro como se notó en El grito de la mariposa

-En ambos se refleja el espíritu de Enrique. Muy especialmente en Yo sólo venía de paso, que está, a fin de cuentas, salpicado de vivencias personales. Antes dije que viene a ser una especie de testamento tanto literario como vital. Enrique el periodista, Enrique el Escritor, pero también y sobre todo, Enrique el hombre. Si nos ponemos orteguianos, él y sus circunstancias, claro. En el libro él es el narrador, pero los protagonistas son las gentes que conoció, trató y acaso también quiso.

-Uno en esas latitudes geográficas, pero sobretodo humanas ¿aprende a estimar más lo que se tiene, el día a día por sí mismo?

-Supongo que sí, claro. Carpe diem. Estoico o epicúreo, no sé, todos, y Enrique también, tenemos algo de las dos cosas, pero es indudable que amaba la vida sobre todas las cosas. Que supo vivir donde le gustaba, haciendo lo que le gustaba hacer y compartiendo su vida con quienes apreció.

-¿Hasta qué punto le marca, como persona y como periodista, su estancia en Centroamérica?

-Absolutamente. Enrique Ortego no se explica sin Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras… sin su paso por aquellas tierras y su contacto cercano con aquellas gentes. No sé si existe una crónica que recoja los avatares del periodismo y los periodistas en aquellos países. Si aún no se ha hecho, debería hacerse y sería sin duda una obra de denuncia, porque las condiciones sociales y políticas de la región hacen del periodismo una profesión de alto riesgo. Desde luego, cuando se escriba, Enrique Ortego deberá figurar en ella con letras de molde. Otro tanto podría decirse de su dimensión humana.

-Digo “estancia” porque desde el año 1986 en el que se traslada a Centroamérica desde Nicaragua a Guatemala y vuelta…se “hizo” más ciudadano de aquellos países que de aquí, aunque siempre fue más “un ciudadano del mundo”…?

-Un ciudadano del mundo que sin embargo, no perdió nunca de vista a su Aragón, a Jaraba, donde vivía su familia, y a donde regresaba siempre que tenía ocasión. Pero, sí, ciudadano del mundo ante todo, una condición que no se basa ni en el acento ni en los sellos del pasaporte, sino que se lleva estampada en la mirada, se articula en la palabra, y se atesora en los corazones.

-Explícanos, por favor, su trabajo en l organización Médicos del Mundo…

-Su colaboración con esta organización no fue sino la consecuencia lógica de su vocación de servicio. Una labor que no sólo era perfectamente compatible con su quehacer periodístico, sino que resultaba en gran medida un apoyo para su tarea. La cooperación le abría puertas al periodista. El periodismo y los contactos políticos favorecían su faceta de cooperación… Es decir, ambas labores eran complementarias.

-Siempre nos interesa la dimensión humana de los escritores que tratamos o a los que nos acercamos; ¿qué nos puedes decir de Enrique Ortego como ser humano?...

-Yo conocí personalmente a Enrique ya en la última etapa de su vida. Fue a través de su hermano Ángel y de Rosa, su cuñada, y fue en las ocasiones en que Enrique venía a Zaragoza para tratarse de la enfermedad que finalmente acabó con su vida. Esos encuentros tuvieron como escenario las fiestas que periódicamente celebrábamos un grupo de amigos, casi todos peinando ya canas. Eran encuentros festivos en los que la risa y la amistad se abrían plaza y disipaban cualquier sombra de tristeza. Comuniter, la editorial en la que colaboro, tenía ya entre manos El grito de la mariposa, y en aquellos encuentros le animé a que nos hiciera llegar más relatos para componer un volumen razonable, germen de lo que terminaría siendo Yo sólo venía de paso. Era Enrique un hombre afable, parco en palabras y experto en escuchar a los demás, una cualidad cada vez más estimable por lo poco común. Era también, en la medida en que algo así puede apreciarse en sólo unas cuantas conversaciones, un hombre feliz.

Las personas felices tienen la virtud de hacer felices a los demás. Son capaces de hacer amigos y de cultivar la amistad con el esmero del hortelano cuidadoso. A su entierro acudimos muchos amigos, y a la presentación de este póstumo Yo sólo venía de paso, asistieron otros muchos hasta llenar el salón de actos del Museo Provincial. Si la grandeza de las personas se mide por la huella que deja su recuerdo y los amigos que honran su memoria, juzguen por sí mismos los lectores.

 

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