Cazarabet conversa con... Ricardo Méndez, autor de “Sitiados por la pandemia. Del colapso a la reconstrucción: apuntes
geográficos” (Revives)
Ricardo Méndez ha escrito este ensayo
desde la perspectiva de su especialidad… este geógrafo es especialista en geografía económica y sus
investigaciones también se han interesado en el desarrollo territorial, los
estudios urbanos y la geopolítica....desde esa mirada realiza este ensayo sobre
la actual crisis sanitaria que se ha convertido, yá, en una crisis económica y
social.
Sitiados por la pandemia. Del colapso a la
reconstrucción: apuntes geográficos
es el nuevo título del Profesor Ricardo Méndez, quien ejerció su labor
investigadora en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), entre otros organismos.
La pandemia se ha convertido en una
amenaza global, pues la crisis sanitaria genera otra económica y social que
afecta con especial intensidad a aquellas personas, colectivos y territorios
más vulnerables, provocando nuevas desigualdades. También promueve cambios en
el mapa geopolítico del mundo y evidencia la importancia del Estado y de la
ciudadanía organizada para atender las necesidades urgentes e impulsar
transformaciones que favorezcan una mayor resiliencia. El libro propone una
primera geografía de la pandemia que anime a realizar otros estudios y aportar
mejores respuestas, basadas en un mayor conocimiento de esta nueva realidad.
Nosotros ya hablamos con Ricardo
Méndez con el que tuvimos una entrevista:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ciudadesenventa.htm
Ricardo Méndez: Doctor en Geografía
por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Ha sido profesor en la
Universidad de Valladolid y Catedrático de Geografía Humana en la UCM. Desde
2004 es profesor de Investigación en el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC). Es especialista en geografía económica, desarrollo urbano y
procesos de innovación territorial, con especial atención a regiones
metropolitanas. En la última década ha dirigido diversos proyectos de
investigación del Plan Nacional de I+D+i: Efectos socioterritoriales de la crisis económica en las áreas
urbanas de España; Las regiones metropolitanas españolas en la sociedad
del conocimiento; Procesos de innovación en ciudades intermedias y
desarrollo policéntrico en España y participado
en diversos proyectos internacionales: Cities
Regrowing Smaller. (Comisión
Europea); Atlantic Strategy
of Industrial Revitalisation (Comisión Europea).
Es profesor invitado en diversas universidades europeas y latinoamericanas.
Más de este autor: https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=211134
Cazarabet conversa con Ricardo
Méndez:
-Amigo Ricardo, ¿nos
puedes decir qué te llevó a este libro que es fruto, desde mi punto de vista,
de una reflexión que viaja desde la investigación que todo ensayo requiere
hasta esa reflexión?
-Este libro
es fruto del asombro que a casi todos nos provocó la aparición de la pandemia.
Al declararse el estado de alarma a mediados de marzo e iniciarse el periodo de
confinamiento, surgió el interés por lo que nos estaba ocurriendo, al constatar
que la difusión de enfermedades epidémicas no era algo del pasado o de
sociedades lejanas y ajenas a la nuestra. Soy geógrafo y me llamaba la atención
comprobar que había muchas cuestiones territoriales que se habían convertido en
habituales, tanto para intentar explicar por qué el contagio llegaba antes a
unos países o unas regiones que a otras, como para ver su distribución mediante
multitud de mapas que a diario encontrábamos en los medios de comunicación,
redescubrir que frenar la movilidad y evitar la proximidad seguían siendo las
medidas de protección más eficaces, discutir sobre si para confinar a la
población o luego desconfinarla era preferible hacerlo por comunidades
autónomas, provincias, ciudades, zonas básicas de salud, etc. Además, el impacto económico y social de la
pandemia era muy diferente según lugares, tal como ocurrió en crisis
anteriores, y me parecía necesario entender por qué, para luego proponer formas
de reconstrucción más adecuadas.
Ese deseo
inicial de buscar respuestas me llevó a escribir un breve artículo titulado
“Sitiados por el coronavirus: consideraciones de un geógrafo” (https://www.age-geografia.es/site/wp-content/uploads/2020/03/mendez-v1.pdf), en el que animaba a mis colegas a buscar respuestas
útiles. A partir de abril, yo mismo decidí apuntarme a esa tarea y de ahí nació
este libro.
-Enlazando con la pregunta
anterior es que me da que la situación actual derivada por la crisis
del COVID-19 es la cuestión por la que tú empiezas a escribir
intencionalmente parte de este libro…pero, me da, que hay cierta
raíz sobre la que tú ya estabas “trabajando, investigando, reflexionando”, ¿qué
nos puedes decir?
Hace ahora
cinco años, en 2015, publiqué con dos colaboradores el libro “Atlas de la
crisis. Impactos socioeconómicos y territorios vulnerables en España”, en el
que analizamos las múltiples manifestaciones de la crisis iniciada en
2007-2008, que empezó siendo financiera e inmobiliaria, una consecuencia de la
desregulación de todo tipo de mercados impulsada por el pensamiento neoliberal,
pero acabó afectando al conjunto de la economía, amplió la brecha social y
provocó una crisis política, pero tuvo una gravedad muy diferente según
regiones y ciudades que intentamos comprender.
Ese
protagonismo de una lógica financiera que convierte en mercancía todo tipo de
bienes y servicios y que impregna hoy el funcionamiento de todo tipo de
empresas, pero también de una parte de los servicios básicos (la sanidad, la
educación, la asistencia social, los cuidados…), del mercado de la vivienda y,
en definitiva, de nuestra vida cotidiana, me llevó a trabajar en esas
cuestiones en los últimos años. El resultado fueron dos libros (“La telaraña
financiera. Una geografía de la financiarización y sus crisis” y “Ciudades en
venta. Estrategias financieras y nuevo ciclo inmobiliario en España”), donde
proponía una interpretación crítica del mundo cada vez más inseguro y desigual
hacia el que avanzamos. Aunque su origen es muy diferente, la nueva crisis que
ha estallado en 2020 vuelve a demostrar la fragilidad de nuestras sociedades
“del bienestar” y de nuevo carga sus mayores costes sobre pequeñas empresas,
ciertos sectores sociales y determinados territorios. Por tanto, sí puede
decirse que existe cierta continuidad.
-¿Por qué eliges el
título:”Sitiados por la pandemia”?
-Este
título es heredero del breve artículo que escribí en marzo, recién confinados
en nuestro domicilio. Ese texto comenzaba con una cita de “La peste”, de Albert
Camus, y la situación me recordó el “Estado de sitio”. La imagen de una
sociedad que intenta protegerse creando barreras me parece una metáfora de este
tiempo.
Por esa
razón, titulé a este libro “Sitiados por la pandemia. Del colapso a la
reconstrucción: apuntes geográficos”. Quise que fuese un libro electrónico, de
acceso libre (http://revives.es/publicaciones/), porque no se trata de una obra que haga un diagnóstico
acabado de algo que está aún en marcha, sino de abrir debates y líneas de
investigación sobre cómo hacer nuestra sociedad más resistente y justa en el
reparto de las cargas, que deberían continuar cuando dejemos de estar
“sitiados”.
-La crisis sanitaria desencadena
una crisis económico-social que es inevitable, pero ¿hasta qué punto?
-Suele
repetirse que el virus no distingue, pero los efectos de la enfermedad sí. La
difusión del contagio ha afectado, sobre todo, a las grandes ciudades, porque
son también las más conectadas a la red de aeropuertos internacionales por
donde entraron las personas contagiadas y asintomáticas que dieron origen a los
primeros brotes, antes de que se propagase el contagio comunitario. Pero esas
grandes ciudades congestionadas son también los lugares con mayor densidad de
población y con mayores interacciones diarias, pues la movilidad forzada desde
las viviendas al trabajo, a los lugares de consumo, o al ocio es constante, lo
que hace que esta epidemia sea, sobre todo, urbana. Y dentro de las ciudades,
algunos barrios son los que padecen en mayor medida los efectos porque en ellos
viven las personas más vulnerables.
Por otra
parte, la crisis económica es mucho mayor en unos lugares que en otros. Dentro
de España, la economía se ha hundido sobre todo en aquellas áreas
hiperespecializadas en el turismo, con Baleares, Canarias y buena parte del
litoral mediterráneo a la cabeza. Si la crisis de 2008 ya avisó de que era
necesario diversificar la economía, esta vuelve a demostrar que apostar por el
monocultivo turístico no sólo es ambientalmente insostenible en muchos casos,
es también aceptar un riesgo de que todo se desmorone cuando aparece una
crisis. En resumen, nuestra sociedad se ha mostrado muy vulnerable ante un
virus, pero al menos una parte de esa vulnerabilidad es una construcción
social, es decir, se basa en el modelo de sociedad y de economía previo a esa
pandemia.
-Y como en todas las
crisis los colectivos más vulnerables son los que se ven más afectados porque
crecen y se incrementan esas desigualdades que de hecho ya estaban ahí y que
por cierto ya se habían incrementado en
la anterior crisis del sistema financiero…
-Todas las
crisis golpean con más fuerza a los más débiles. Sabemos que este coronavirus
es mucho más letal en personas de edad avanzada, con un sistema inmunitario
deteriorado y enfermedades previas que debilitan el organismo. Del mismo modo,
sus impactos son mayores entre quienes no disponen de una vivienda digna para
confinarse sin problemas de hacinamiento, o entre quienes deben tomar a diario
los medios de transporte para acudir a su trabajo y no pueden teletrabajar.
Por la
misma razón, el empobrecimiento provocado por el cierre total o parcial de
muchos negocios afecta más a los pequeños empresarios y autónomos sin recursos
suficientes para aguantar un largo periodo, a los asalariados de sectores como
la hostelería y la restauración, pero también por ejemplo de la cultura, que
han perdido su empleo por las restricciones impuestas por razones sanitarias.
Por no hablar de unos jóvenes que ya tenían unas tasas de paro muy superiores a
la media, además de padecer en mayor medida la precariedad, y que ahora se
encuentran con un mercado laboral aún más difícil para lograr su inserción
laboral.
El problema
es que llueve sobre mojado, porque el modelo de capitalismo global, altamente
financiarizado y dominado por una racionalidad neoliberal, ya nos había llevado
a crisis anteriores y ha debilitado nuestra sociedad a la hora de enfrentarse a
este nuevo shock.
-El territorio como
tal cómo absorbe esta crisis que va solapándose porque: en un primer momento
está la crisis sanitaria, en unos días, ya, la económico-social y eso sin que
la crisis sanitaria haya cesado…
-Suele
decirse que esta crisis es sistémica, porque afecta a múltiples aspectos de
nuestra vida personal y colectiva, que están interrelacionados. Sus efectos se
despliegan “en cascada” y a partir de un problema sanitario se desencadenan
otros muchos. Pero los territorios no reaccionan igual, porque el substrato
previo sobre el que se superpone esta pandemia era muy diferente. Eso
significa, por ejemplo, que las islas Canarias o Baleares son dos de los
territorios donde las tasas de incidencia de contagiados y fallecidos son
menores dentro de España, pero en cambio son también las regiones donde la
crisis económica y la destrucción de empleos ha sido mayor por lo que acabo de
comentar. Culpar al virus como único responsable de la situación es, por tanto,
insuficiente.
-Crisis sanitaria
que, además, ha sido “más crisis” porque “lo sanitario” ya estaba cogido un
tanto con pinzas desde lo público y es que la privatización ha fagocitado
muchos servicios antes de que llegase la crisis COVID-19…
-Desde hace
muchos años, como es sabido, en la mayor parte del mundo se impuso el mantra
neoliberal que ha arrinconado al Estado como proveedor de seguridad a través de
servicios públicos y de un sistema asistencial para toda la población, al
tiempo que promotor de aquellas actividades consideradas estratégicas y con la
responsabilidad de regular un marco legal que evite los abusos y los excesos.
Desde
comienzos de este siglo, en el mundo se han repetido epidemias nuevas (desde el
SARS y el MERS, a las conocidas como gripe aviar y gripe porcina, el ébola, el
zika…) que habían tenido un ámbito de difusión limitado hasta que estalló la
COVID-19. Fueron numerosos los informes de organismos relacionados con el
ámbito de la salud que alertaban de que la globalización favorece la
propagación rápida de enfermedades infecto-contagiosas y era necesario reforzar
los sistemas sanitarios para prevenir nuevas epidemias aún más graves, pero el
“pensamiento dominante” – y los intereses que lo sustentan- ignoró esas
alertas, tal como ocurrió durante décadas con la amenaza del cambio climático.
El resultado es que, al propagarse ahora el coronavirus SARS-CoV2, se ha
beneficiado de sistemas sanitarios con insuficiencias importantes, con una
creciente privatización de la salud convertida en negocio atractivo para los
fondos de inversión, lo mismo que las residencias de mayores, con una industria
farmacéutica más interesada en producir medicamentos para las enfermedades
crónicas de una población envejecida que en prevenir nuevas enfermedades
mediante la investigación en vacunas… El resultado lo estamos viviendo, que es
la mejor forma de aprender.
-Hubo lentitud en
las respuestas gubernamentales a la hora de declarar el estado de pandemia
mundial porque “se temían” ya las consecuencias económicas-sociales…-Sobre todo
el estado de desescalada se ha venido realizando, obedeciendo a criterios
económicos….
-Sin duda
hubo al principio cierta incredulidad. Como ya comenté, las prósperas
sociedades europeas se consideraban protegidas de un tipo de enfermedad que
parecía cosa del pasado o de ese mundo tropical pobre, ya sea en África, Asia o
América Latina. Además, las alertas previas, de las que hablo en el libro,
fueron también ignoradas porque suponían apostar por lo público para reforzar
nuestras defensas. Una vez declarada la pandemia, la absurda tensión entre
salud y economía -porque la segunda depende de la primera- está omnipresente,
como podemos ver en las tensiones que provocan las medidas que toman el
gobierno central o los autonómicos. Detener la actividad supone frenar la máquina
del crecimiento y eso es algo que el capitalismo no está preparado para
resistir demasiado tiempo, si se para la bicicleta el sistema se cae.
-No poca gente se
ha visto, tristemente, abocada a elegir trabajo o salud….
-Esa
dicotomía sólo puede resolverse si a la lógica del mercado se le contrapone una
acción decidida por parte del Estado para atender -al menos de forma temporal-
las necesidades derivadas de la paralización del movimiento y el cierre de
empresas. Los ERTE son un buen ejemplo de cómo una norma existente ha permitido
paliar, al menos en parte, la destrucción de empleos sin pérdida de los
derechos laborales. El ingreso mínimo vital es otro similar, porque aunque su
necesidad era muy anterior a la pandemia como resultado de una sociedad profundamente
desigual, ahora se hace indispensable. El problema que constatamos es que el
lento pero progresivo desmantelamiento del Estado desde hace décadas provoca
ahora una incapaz administrativa para cumplir esas funciones con la prontitud y
la eficacia necesarias.
-¿Por qué la
pandemia ha afectado más, desde tu punto de vista según
los criterios por los que has realizado esta investigación, a unos territorios
más que otros…?
-Ya he
comentado algo al respecto, pero la vulnerabilidad frente a cualquier crisis
parece relacionarse con el grado de exposición al riesgo y la fortaleza o
fragilidad con que cada territorio enfrenta la situación.
En esta
ocasión, el riesgo mayor era el de aquellos territorios basados en el
“monocultivo turístico” y en los servicios al consumo, que no sólo han quebrado
en estos meses, sino que se enfrentan al final de un modelo de turismo masivo
que parece salir muy tocado. Pero, curiosamente, en los primeros meses la
pandemia también ha provocado una crisis económica y laboral intensa en
territorios dedicados a producir bienes destinados a la exportación en unos
mercados internacionales en recesión, sobre todo en sectores como el del
automóvil o el aeronáutico, enfrentados a una caída de la demanda por la crisis
del transporte. Digamos que estar muy integrados en la globalización puede
tener sus ventajas -como les ocurre a las grandes ciudades- pero comprobamos
que también tiene sus riesgos.
Por último,
allí donde la proporción de empleo precario y poco cualificado era más alta,
sin posibilidad de teletrabajar y que se destruye con facilidad, o donde el
riesgo de pobreza era mayor antes de la pandemia, esta ha venido a agravar las
dificultades.
-Esta crisis si
algo ha evidenciado es que las metrópolis no están preparadas ni pensadas para
hacer frente a estos fenómenos pandémicos...
-Las
metrópolis reúnen lo mejor y lo peor de nuestras sociedades y la pandemia
vuelve a sacar a la luz sus insuficiencias. Un problema de la vivienda
enquistado, porque la lógica mercantil que predomina no tiene el menor interés
en resolverlo, lo que provoca hacinamiento en barrios donde la figura de los
realquilados -sobre todo inmigrantes- se ha vuelto a hacer frecuente, junto a
un transporte público insuficiente en una ciudad dispersa en la que es necesario
un enorme volumen de desplazamientos diarios a larga distancia, lo que supone
congestión en las horas punta e imposibilidad de mantener distancias de
seguridad, son patrimonio metropolitano. Los déficits de los servicios
sanitarios de atención primaria añaden una tercera pata al problema. La cuarta
puede ser la muy elevada proporción de microempresas y PYMEs que ofrecen
servicios a la población, a menudo esenciales, pero que no tienen recursos para
resistir una pérdida de clientes como la padecida en la primera ola y ahora en
la segunda.
-Se pueden adecuar
los recursos materiales, de infraestructuras, de servicios y humanos… ¿las
ciudades se pueden y deben preparar tomando como ejemplo lo que estamos
viviendo…?
-Siempre se
supone que de las grandes crisis se aprende, pero yo me cuento entre los que
son algo escépticos a ese respecto y lo ocurrido tras
la crisis de 2008 parece demostrarlo. No se trata de un problema de
inteligencia, sino de que los intereses dominantes procurarán eludir esa
necesaria reflexión y transformación. De hecho, hoy se insiste en la urgente
necesidad de recuperar la actividad económica, mucho más que de reformar el
modelo productivo que nos hace más vulnerables ante cada crisis o de cambiar la
legislación laboral para elevar la calidad del empleo. De revitalizar nuestras
ciudades y facilitar que los inversores vuelvan a construir, comprar o instalar
empresas, etc., mucho más que de cambiar su estructura interna para promover
vivienda digna -social y mayoritariamente en alquiler-, elevar la calidad de
los espacios verdes y públicos, potenciar el comercio y los servicios de
proximidad, o el transporte colectivo, etc. No sólo lo urgente es importante,
pero por el momento me parece que las prioridades no miran más allá de lo
inmediato.
-En cambio, en el
entorno rural la pandemia y más que nada el confinamiento se ha vivido con un
poco más de aire…pero después del confinamiento algunos pueblos han visto que
recibiendo al mismo número de turistas con segunda residencia o de paso que
años anteriores se han visto verdaderamente desbordados en algunos servicios….
-Ningún
virus va a cambiar por sí solo nuestras sociedades, nuestras economías y la
forma de organización territorial. Sin duda se han revalorizado los espacios de
baja densidad, porque han estado más protegidos frente a la transmisión de la
COVID-19 y porque en ellos el confinamiento es más llevadero. Pero el déficit
creciente de servicios (desde los de salud a los comerciales, los educativos,
los de transporte o los bancarios), las deficiencias en conexión digital, o las
dificultades a que se enfrentan muchas economías locales no se han atendido.
Más allá de declaraciones retóricas, revitalizar los espacios rurales requerirá
planes a medio plazo y esperemos que, al menos, la atención a otras necesidades
no limite aún más los limitados recursos destinados hasta el momento.
-Pero ¿qué nos
puedes decir, al respecto de lo anterior, con respecto a las ciudadanas o
ciudadanos? Crees que unos y otros hemos aprendido o al contrario porque lo que
más se confina y por tiempo indeterminado es el sentido común…
-Creo que
las situaciones difíciles son las que sacan a flote el verdadero fondo de las
personas y de las sociedades. En esta pandemia hemos visto ejemplos de
ciudadanía responsable, de profesionales abnegados que trabajaban en
condiciones precarias para proteger nuestra salud, de personas que atendían día
a día los servicios esenciales para hacernos más llevadera la situación y de
colectivos volcados en ofrecer su ayuda a los más débiles. Pero también hemos
padecido ejemplos de irresponsabilidad que eleva el riesgo de contagios, así
como intentos de especular con el precio de productos básicos, o aprovechar la
situación para derribar gobiernos legítimos. Vuelvo a Camus, que en el final de
“La peste” escribió una frase que me parece muy adecuada para estos tiempos:
“digo tan sólo que hay en esta tierra plagas y víctimas y que es preciso,
dentro de lo posible, resistirse a estar con la plaga”.
-¿Qué lugar ocupaba
y qué lugar ocupa la ciencia?
-El capital
humano cualificado y el conocimiento son dos recursos fundamentales en toda
sociedad, que pueden ayudar a construir un desarrollo territorial más justo,
equitativo y sostenible, pero que en casos como el español a menudo quedan en
segundo plano y son desatendidos en los presupuestos públicos e, incluso, en la
valoración social. El recurso actual a los expertos y la esperanza obsesiva en
lograr una vacuna parecen cambiar esa percepción y esa valoración, pero
conviene evitar que sea un interés pasajero de esta sociedad del espectáculo y
se llegue a la convicción de que las diferentes ciencias son, a la larga, una
inversión más que un gasto. Si se consigue que, además de aumentar el número de
titulados, en España estos encuentren empleos dignos y con unas condiciones
laborales justas, algo habremos aprendido.
-Amigo, ¿nos puedes
hablar del proceso de investigación, documentación, lectura entorno
a este estudio tuyo que le realiza desde la mirada de un
geógrafo ¿y cómo te lo has hecho con la metodología…ha cambiado
mucho por el paso de la pandemia?
-Esta es
una obra exploratoria, que ha partido de una serie de preguntas que son la base
de cualquier investigación (cuanto mejores sean las preguntas, tantas más
posibilidades de que las respuestas merezcan la pena) y ha intentado
responderlas con la limitada información disponible, que se limita a lo
ocurrido en la primera mitad del año. Si la mirada del historiador tiene el
tiempo como una coordenada central de su trabajo, la mirada eogràfica intenta encontrar
la componente espacial que subyace en lo que vivimos. Esto supone que, por
ejemplo, en el libro se explican los procesos de difusión espacial que ha
seguido el contagio, o el impacto que ha supuesto frenar la movilidad, o la
desigual de la crisis según territorios, o cómo está afectando todo esto al
mapa geopolítico del mundo y la competencia entre China, Estados Unidos y la
Unión Europea. Son cuestiones que a menudo quedan olvidadas o aparecen de forma
aislada, sin aparente conexión, pero que forman parte de esa visión.
-Ricardo en la
actualidad ¿en qué andas investigando, sino es mucho preguntar?
-Estoy
oficialmente jubilado y eso me permite dedicarme a aquello que me motiva a
seguir trabajando, sin tener que seguir el ritmo de proyectos plurianuales que
era el habitual en mi trabajo anterior como profesor y
como investigador del CSIC. El libro sobre la pandemia se publicó hace dos
meses y tengo conciencia de que es una obra que debería actualizarse cuando
tengamos más perspectiva y mayor volumen de información, sobre todo aquella con
datos territorializados. Así que, por el momento, espero continuar en esta
tarea, es una modesta contribución a la labor colectiva que tenemos por delante
si queremos un futuro mejor y compartido.
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