Cazarabet conversa con... Miquel Izard, autor de “1968. Cuando se marchitó el rojo de las
banderas” (El Lokal)
Un libro de Miquel Izard,
editado por El Lokal, que se acera a la primavera de 1968
con una fuerza y desde una perspectiva muy diferente y diferencial a las muchas
miradas que convergen desde diferentes propuestas lectoras. Más que un libro de
análisis histórico, es un libro de crítica y reflexiona llegando a comparar esa
primavera parisina de los adoquines con
la resistencia y el turbulento verano en el que los librepensadores pararon los
pies a los defensores del golpe de Estado… desde las barricadas a más allá de
ellas.
El autor, también se acerca a la
protesta en Praga, a la masacre que tuvo lugar en la mayor plaza de México, la
de Tlatelolco, la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles en
Estados Unidos… mientras también pasaba por delante la revolución cultural de
China que recorrió aquel lejano, pero enorme país.
Los intelectuales también tienen su
lugar entre las pesquisas de Izard: Adorno, Fromm o
Marcuse.
1968 fue un año de cambios, de
revoluciones o alzamientos indignados o desencantos que se fijaban, unos a
otros y que hasta, seguramente, se retroalimentaron y donde se “citaron”:
“descrédito del comunismo, galo o ruso, la regulación del nuevo capitalismo,
(estado o liberal), la creación, en España, de nuevos partidos y grupos
radicales para relevar al agotado PCE.
La sinopsis del libro o aquello que
nos cuentan desde “la entidad editora” El Lokal:
1968 fue año pletórico en
acontecimientos del desencanto de varios escritores en el Congreso Cultural de
la Habana, a la revuelta estudiantil y proletaria francesa, con 7.000.000 de
huelguistas, la república totalmente paralizada, más de un testigo viendo
posibles analogías con el inverosímil verano catalán de 1936 y el Partido
Comunista desempeñando, en estos 60 días de esperanzas y fantasías, todos los
episodios de la aleluya. Del malogro de la primavera de Praga a la masacre de
universitarios en Tlatelolco. Lo que acaeció en un mundo alterado por la
revolución cultural China, la lucha por los derechos civiles en USA, las
manifestaciones contra la guerra del Vietnam o el impacto de intelectuales como
Adorno, Fromm o Marcuse. Entre los corolarios destacan el total descrédito del
comunismo, galo o ruso, la regulación del nuevo capitalismo, de estado o
liberal, para evitar nuevos sobresaltos o, en España, la creación de nuevos
partidos y grupos radicales para relevar al agotado PCE.
El autor, Miquel Izard:
Miquel Izard
pertenece a la última promoción de alumnos de Vicens
Vives, bajo cuya dirección y maestría se interesó por el obrerismo y bajo el
amparo de Pierre Vilar por la industria algodonera.
Exiliado en Venezuela en 1968, devino americanista e investigó la resistencia a
los colonizadores y la forja de las sociedades cimarronas. Tras jubilarse de la
Universidad de Barcelona, y sin apoyo institucional para seguir viajando al
otro lado del Atlántico, regresó a la historia de Cataluña y, en concreto, a la
guerra y el franquismo. Consecuencia de sus investigaciones son Que lo
sepan ellos y no lo olvidemos nosotros, sobre el inverosímil y desconcertante
verano catalán de 1936, algunas ponencias y la presente obra sobre la Retirada
de Cataluña. Sus últimos estudios se han centrado en el ámbito de la mujer y la
infancia en las primeras décadas de la dictadura franquista, dos grupos muy
perjudicados por el poder y ninguneados por muchos cronistas del período.
También ha profundizado en el análisis de las similitudes entre la vesania
franquista y las atrocidades perpetradas por los conquistadores en las Indias o
en Marruecos. Además de su labor docente en la Universidad de Barcelona,
también ha impartido clases en la Universidad de los Andes en Mérida
(Venezuela), en la Universidad Central de Venezuela en Caracas y en la New York
University. Entre sus libros destacan El rechazo
a la civilización, Orejanos, cimarrones y arrochelados y El miedo a la
revolución.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=118208
Con Miquel, ya conversamos a raíz de
su libro, Entusiastas olvidados: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/entusiastas.htm
Cazarabet conversa con Miquel Izard:
-Miquel, ¿qué elementos y/o factores se dan o se encuentran en 1968 para
convertir a este año en un referente del descontento, del “movimiento indignado
de los años 60?.¿Qué caldo de cultivo se fue creando para que en este año todo
o todos se pusiesen como de acuerdo para “estallar”?
-Zavalita
se preguntaba hace medio siglo en Conversación
en La Catedral, “¿cuando se jodió el Perú?” y a mí me inquieta hace ya
décadas cuando se malogró cualquier esperanza de enderezar nuestro mundo cada
vez más a la deriva y sin sentido. El
final de la Segunda Guerra Mundial pudo parecer que supuso el triunfo de las
democracias liberales o de la socialista sobre las dictaduras fascistas. Pero
la frustración llegó bien pronto: la descolonización resultó un engaño; Franco
o Salazar no fueron derrocados; Stalin mostró raudo su verdadero rostro, tan
tiránico, injusto y fraudulento como el de Hitler; Washington incrementó su
traza imperialista en el resto de América y luego en todo el mundo, mientras en
el interior crecía la desigualdad, con las mujeres o los trabajadores, o el
racismo con los afroamericanos o los chicanos, desatino que, de alguna manera,
culminó con la agresión al Vietnam.
-Háblanos, amigo, de
lo que te ha hecho escribir este libro, esta reflexión… ¿qué te hizo dar el
paso?…¿por qué?
-En junio de 2017 vi en el MNAC barcelonés la sugerente “Insurreccions” procedente del parisino Jeu de Paume, con una serie de
obras, documentos o textos sobre emociones colectivas y sucesos políticos que
llevaron a todo tipo de revueltas, insumisiones, agitaciones políticas,
movimientos sociales y revoluciones. Un largo y completo documental
pormenorizaba la revuelta estudiantil y obrera del mayo francés y empecé a leer
cuánto encontraba en la Biblioteca del Pavelló de la
República y de inmediato detecté que había sido un año rebosando
acontecimientos muy significativos y trascendentes.
-En realidad fue la
crítica, desgarrada y sin mirar a nadie ni a nada, la que rompió la
calle, el silencio y el conformismo, en aquel 1968—aunque la cosa ya venía
alimentándose-- ¿no?. Es necesario histórica y
socialmente hablando que, de vez en cuando, haya gentes que den un golpe sobre
la mesa mostrando las frustraciones, enfados, inquietudes…-Pero no basta con
mostrarse indignado o indignada…hay que dar “salidas”, “soluciones” y pasos,
¿no?
-Posiblemente
coincidieron en doce meses una larga serie de incidentes, el impacto de varios
intelectuales como Adorno Fromm o Marcuse, protestas estudiantiles doquier (que
en realidad habían empezado dos años antes en el Campus de Berkeley), del Japón
a Canadá; apoteosis de las protestas raciales en los USA antes y después del
asesinato de Martin Luther King, a las que pronto se
uniría el proletariado; las esperanzas frustradas con la Tricontinental;
los primeros atisbos de que la revolución cubana, libertaria en sus inicios,
estaba prostituyéndose con la influencia soviética; el fiasco de la primavera
de Praga o la masacre de Tlatelolco. Quizás fue un chorro de agua helada el
silencio de Castro ante estos dos últimos desbarros.
Las
propuestas, proposiciones o consignas de los descontentos eran, a la vez, enardecedoras
y posibles, arrebatadas y quiméricas, pero y también a la vez, la realidad era
sórdida, intolerable, frustrante e insoportable. Hará cinco años, presentando Que lo sepan ellos y no lo olvidemos
nosotros, en el Ateneo Barcelonés, alguien del público me preguntó si había
detectado analogías entre el inverosímil verano catalán de 1936 y el mayo
francés. Entonces dije que ni se me había ocurrido, hoy diría que hay
suficientes paralelismos y semejanzas
-Y
ese descontento sacudió, en ese año, a todo el planeta: desde China a Estados
Unidos, pasando por la Vieja Europa, sin ampararse en los encorsetamientos, ni
en las ideas preconcebidas, ni en los idearios enjaulados…no había un enemigo
en común, según cómo se mire, aunque yo veo a la libertad en todos los lugares
malherida…-¿Qué denominadores comunes tenían todas estas protestas?. En ellas la calle era un lugar que tuvo y retuvo un
significado más allá del ser el lugar de reunión, protesta…
Capaz
los contestatarios de 1968 barruntaron algo que hoy es evidente para
suficientes personas salvo que estén muy alienadas. El sistema capitalista, de
mercado o de estado, ya ha evidenciado plenamente sus yeros y fallos,
económicamente sólo lleva de crac en crac, socialmente son cada vez más los
empobrecidos o, incluso, desechados, culturalmente se ha agotado toda
alternativa. Sobrado porcentaje de la población embrutecida por la TV y sus
variantes, por las drogas o el alcohol, está desilusionada, defraudada y
desesperanzada. Son cada vez más quienes lamentan un porvenir sin ilusiones,
abrumados por la cantidad de avisos de un descalabro total con dictaduras o
populismos, en vez de liberalismo, racismo versus fraternidad, corrupción
frente a integridad, nacionalismo en lugar de internacionalismo. Panorama apocalíptico
acompañado con guerras doquier, el capitalismo especulativo, rentista y
mafioso, el suicidio climático, la crisis financiera de 2008 que al parecer se
repetirá o la añagaza del consumismo empobrecedor y castrador.
-¿Por qué
mantienes bajo el título del libro:” cuando se marchitó el rojo de las banderas”?
-Empiezo
el libro recordando que Miguel Ángel Bastenier, reseñó en “Revolución en el siglo” (Babelia, El País, 28.4.2017), poco antes de
fallecer, El siglo de la revolución (Crítica,
Barcelona, 2017) de Josep Fontana, calificándolo de: “versión alternativa del
mundo en que hemos vivido”, en la que “Occidente sale francamente maltrecho del
negocio. [Después de 1917] el siguiente gran episodio es la Guerra Fría, cuya
responsabilidad atribuye el profesor fundamentalmente a Occidente [...].
Fontana no disimula, por supuesto, la existencia de horrores estalinistas, pero
en alguna medida lo echa también en la cuenta de los errores occidentales
[...]. El gran villano de esta historia es EE UU, y su consecuencia, la pérdida
de una oportunidad histórica para el mundo en este siglo revolucionario”. Yo
oso añadir que de las tropelías de la URSS y sus acólitos se deben considerar
una serie de corolarios: los bolcheviques, en los primeros años, excluyeron de
forma radical y absoluta a todos los otros grupos revolucionarios; pronto se
arremetió contra los enemigos del pueblo,
lo que supuso asesinar o enviar al Gulag a millones de personas, la mayoría
miembros del propio PCUS. Luego liquidaron, doquier, otras opciones radicales
al capitalismo y desacreditaron los demás colectivos sediciosos, como ocurrió
en España durante la contienda, para ganarla según su aparato de propaganda,
pero sin conseguirlo, por desdicha de a quienes se arrolló o sacrificó. Pasma
que algún colega admita alevosías y dislates del estalinismo en la URSS y
países aledaños e ignore empecinadamente los ejecutados aquí encarando a los
alzados. Quebrantos y desengaños que crecieron y pulularon. Desde 1917 el
sistema soviético, sin explotación, represión, ni opresión, era para muchos, el
único opuesto al que regía en el resto del mundo. Errores y horrores
sencillamente no existían o eran bulos de la propaganda enemiga. Pero reconocer
los abominables y sanguinarios excesos de Stalin en el XX Congreso del PCUS, 2.
1956, colisionar con Mao, alzar el muro de Berlín o apuntillar la primavera de
Praga, fueron las primeras pruebas, cada vez más palmarias, de que la Dictadura
del proletariado, no era la breve etapa inicial para alcanzar el paraíso, sino
el arraigo de un embeleco más obvio a medida que se conocían desenfrenos de Enver Hoxha,
Nicolae Ceaușescu o
Pol Pot, por citar sólo tres. A 100 años de Octubre, Putin, Xi Jinping o Kim
Jong-un y el avance del capitalismo de estado,
evidencian que ante una actualidad de frustración, desmoralización y desilusión, el horizonte para
quienes aún sueñan con una sociedad contraria a la de clases, luce lejano e inverosímil y el futuro como
un averno dantesco: Lasciate ogni speranza.
Y, persevero, acreditar a quien
conviene más el adjetivo de villano me parece tarea harto ardua. Para Joan
Oliver, Pere Quart, todo era aproximado provisional,
relativo y transitorio, Hell or High Water (Comanchería)
(2016) de David Mackenzie arguye que los banqueros pueden ser vistos por
los paisanos como malhechores, mientras los atracadores son quizás vengadores o
Robin Hoods del siglo XXI.
-¿Qué papel jugó globalmente la mujer en el contexto de 1968?. ¿Hubo lugares de protesta en que la mujer tuvo mayor
proyección…?
-Quisiera
recordar que el excedentarismo apareció hace unos
10.000 años con el Neolítico: protagonismo de la agricultura y, entre otras
muchas secuelas, la eclosión del Estado con todas sus excrecencias. El primer
95% de su existencia en el Planeta, la humanidad se organizaba armónicamente y,
como dijeron los castellanos de los que todavía hallaron en América en 1492,
señoreando más del 80% del territorio naciones “sin dios, rey, ni ley”. Titulo
“De la sobriedad a la precariedad” el curso que dicto en una Maestría de la
Facultad de Derecho sobre la temática. En la nueva sociedad que brota con el Neolítico hay además de poder y desigualdad jerarquía
o religión. La desarmonía más incoherente, el machismo, amañó que los varones
son superiores a la otra mitad del censo. Por supuesto doquier y en
graduaciones distintas las mujeres protagonizaron la denuncia del absurdo
atropello. Podría recordar que las protestas en Nanterre
incluían el rechazo de necias normas prohibiendo el contacto entre estudiantes
de ambos sexos.
El ajetreo del 68 permitió,
afortunadamente, la consolidación de algunas mudanzas, se aceptó como algo
natural, porque lo era, el divorcio, que la mujer desempeñara nuevos roles
antes solo masculinos, se despenalizó el aborto, se normalizó la homosexualidad
o nuevos patrones familiares, se empezaron a reconocer los derechos de algunas
minorías, las ONGs fueron desplazando a la caridad
realizando tareas desdeñadas por los gobiernos, la ecología fue preocupando a
porcentajes crecientes de la gente, dejó de verse el hedonismo como pecado
censurable o la objeción de conciencia como antipatriótica, se recuperaron
modelos pedagógicos participativos, barridos en España, pongo por caso, por el
contubernio entre Franco y la Iglesia, creció el interés por una espiritualidad
individual sin iglesias o el prestigio de la autenticidad. Pero, las campañas
reivindicativas que se están produciendo en todo el orbe evidencian que aún
queda mucho recorrido para superar tal contrasentido
-¿Había o
hubo miedo a aquella revolución desde aquellas propuestas de cambios…?. Lo del
miedo es un arma que el poder, el Estado y otras entidades han utilizado
siempre muy bien, ¿no? ---habrá que convenir que, para mayor delito, el
miedo venía de la mano del escarmiento, a menudo encarnizado—
-El
poder ha ido desarrollando una serie de estratagemas para perpetuarse y
argumentar que es imprescindible, el desasosiego ante cualquier mudanza, la
superchería de un enemigo interno y otro externo, siempre permutables la
seguridad que dan el orden y la normalidad y un largo etcétera. Por supuesto,
ante propuestas y sugerencias tan absolutas y contundentes quienes temían
perder privilegios y prerrogativas dirigentes sindicales o políticos,
mandarines y doctores, eclesiásticos y progenitores, decidieron sin ninguna
genialidad provocar desasosiego y desconfianza. Una de tantas sorpresas de 1968
es que criticaron toda alteración quienes se tenían por revolucionarios,
comunistas o sindicalistas, izquierdistas o progresistas. Pero los contestatarios también, por supuesto
y afortunadamente, tuvieron sus incongruencias. No encontré condenas de las
atrocidades que el Estado de Israel perpetraba contra los palestinos,
habitantes milenarios del ámbito, evidenciado que la diferencia entre ser
perseguido u hostigar es muy sutil. Así mismo sorprende que buena parte
de la juventud contestataria admirara de forma tan crédula a Mao y a la nueva
China ignorando que el Gran Salto Adelante, 1958-1962, centrado en comunas
colectivistas que emparejaban agricultura y metalurgia, abolición total de la
propiedad privada y las bases familiares, causaron una hambruna con unos 45
millones de muertos, peor que la colectivización estalinista en Ucrania y que
se salió del fiasco con la Revolución Cultural (1966-1976) aún peor.
-¿Cómo se vivió aquí en España o cómo muchos españoles
experimentaron ese año…muchos estuvieron viendo cómo se levantaron los
adoquines en París o cómo el comunismo más férreo se tapaba los ojos, los oídos
y la razón en Praga…
-Las
secuelas más llamativas del descrédito comunista fueron la aparición de
movimientos estudiantiles en las universidades, muy radicales, maoístas o
trotskistas, influidos por los patrones parisinos y la constitución de la Organización Comunista de España-Bandera Roja (OCE(BR)
u (OCE-BR) también maoísta, escisión del PSUC
creada en Barcelona en 1970
-¿Había el peligro
como lo sigue habiendo de escapar de unos dogmas para entrar en otros o para
“fundar” otros…?.- “El peligro” viene o sobreviene cuando se quiere ser “más
papistas que el papa”, ¿no?-Hay que saber plantarse ante muchas trampas, lo que
se disfraza muchas de “avance para la civilización” y que en realidad son
“pan para hoy y hambre para mañana”? -Pero, amigo,
desde tu experiencia, ¿cómo lo hacemos o cómo deberíamos hacerlo?
-Respondo
a nivel muy personal y, por supuesto, discutible: diría que el horizonte
político mundial evidencia un retroceso por el predominio o el retorno de
organizaciones y movidas que, porfío desde mi punto de vista, no sólo han sido
plenamente superadas sino que además fracasaron de forma estrepitosa,
tradicionalismo o nacionalismo, la dictadura comunista o el racismo. Diría que
en el pasado hubo sobradas experiencias antagónicas en que inspirarse,
cantonalismo español, Comunne parisina, zapatismo de
Morelos o el verano del 36 de nuevo en España
-Si
miramos la historia sí que nos encontramos en que hay años o que cada “X” años
en que se dan estas confluencias y que en el margen de un año o años y medio se
ciernen ciertas protestas en muchos lugares, ¿por qué crees que tiene lugar de
esta manera?
-No
se me había ocurrido
-Amigo Izard, desde el plano persona, ¿cómo y de qué manera
viviste aquel 1968, qué recuerdas?
-Expulsado
de la Universidad por participar en la Caputxinada de
1966, tuve la enorme suerte de que me acogiera la Universidad de los Andes
(ULA), Mérida, Venezuela y devenir americanista.
Era
militante del PSUC y para el visado me exigieron un certificado de no ser
comunista, lo que, afortunadamente me rubricó el Decano de Filosofía y Letras
de la UB. Llegué al otro lado del Charco obligado a fingir y simular mi
adscripción política e ideológica, pero allí me enfrenté a uno de los PC más
corruptos y majaderos de América Latina que, en la ULA, plagió, en 1969, las
protestas pero en una variante esperpéntica, ridícula y espuria la Vanguardia
Revolucionaria Americana estudiantil (VRAE) perpetrada por el hijo de un
catedrático de la Escuela de Educación al que iban a contestar los estudiantes
por incapaz y marrullero. Quedé inmunizado y vacunado para el resto de mis
días.
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