La Librería de El Sueño Igualitario

03_rpomo_La-insistencia.jpgCazarabet conversa con...   Xavi López García, autor de “La Insistencia. Anarquía, cultura y autogestión” (Volapük)

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro, reflexivo y “de pensamiento” desde la pluma de Xavi López para la Editorial Volapük, editorial  “muy amiga” de editar textos libertarios o cercanos al ideal anarquista.

El libro trata del anarquismo, cultura y autogestión.

La sinopsis del libro:

La insistencia es una aproximación a los fenómenos más comunes, y al tiempo más desconocidos por el público, de la historia del anarquismo, especialmente focalizados en el entorno de la ciudad de Barcelona. La cronología, aunque puede parecer un tanto atrevida (acota el curioso período entre 1870 y 2017), no quiere ser únicamente una introducción histórica para recién llegados. Aquí radica el significado del título: lo que se explora aquí, como se explora un paisaje desconocido, es la "insistencia" de una serie de ideas y prácticas revolucionarias y autogestionarias a lo largo de nuestra historia reciente, concretadas en el fenómeno de la cultura obrera del primer tercio del siglo XX, pero que a lo largo del siglo han sufrido una serie de aventuras más o menos afortunadas. El autor recorre estos episodios pasando  por la transición, el período de la segunda restauración borbónica (llamado "democrático"), los difíciles años del neoliberalismo para los movimientos sociales, y las crisis actuales. El libro es, pues, un ensayo histórico y político que pretende un concepto amplio de cultura popular, no tanto como folclore o producción de significados, sino como cultura política de resistencia, una cultura antípoda presente en todos los ámbitos de la vida humana.

El autor Xavier López García:

Criado en el barrio de la Plaça d'en Coll de Sant Cugat del Vallès, estudió Filosofía en la UAB, compaginándola con todo tipo de trabajos. Luego completó Teoría Literaria, lo cual le ayudó a configurar sus primeras obras (las novelas Nit i fuga y Felicidad Interior Bruta). Sin embargo, no se politizó activamente a través del ámbito sindical, sino desde los voluntariados sociales. Entrar en contacto con los mundos de la marginación y la discapacidad fue un acicate importante que le acercó a formas políticas anti-sistema y terminó de convencerle del interés del sistema imperante por someter a los y las denigradas del planeta. A pesar de que ese no fue su primer contacto con el mundo libertario, sí fue el descubrimiento de esa cultura paralela en todas sus formas (económica, ética, artística, identitaria, vivencial) lo que le empujó a escribir un libro sobre los fundamentos del anarquismo de ayer y de hoy. Colabora con la Cooperativa Integral Catalana, es redactor de la revista Lo Comunal y miembro del ICEA (Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión).

Volappük como buena editorial que comparte el librepensamiento, viene indagando en los libros y firmas que reflexionan en torno a la “autogestión”:

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ezeizaencina.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/encinaezeiza.htm

Mirad este otro libro con su entrevista:

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/autogestiontiemposcrisis.htm

El libro está formado de cuatro partes: La primera: La forja de una cultura antípoda. Anarquismo y cultura popular; La segunda parte: La autogestión vapuleada; La tercera parte: capitalismo popular para terminar con una cuarta parte dedicada a Deserciones e insistencias.

La introducción del libro está dedicada a La lucha por el lenguaje y el epílogo a Lógica e insistencia.

Aquí nos paramos para definir:

Autogestión: Sistema de organización de una empresa en el que los trabajadores participan activamente en las decisiones sobre su desarrollo o funcionamiento. https://es.wikipedia.org/wiki/Autogesti%C3%B3n

Insistencia: Acción de insistir. "Perdone mi insistencia, pero necesitamos saberlo cuanto antes; a última hora de la tarde circuló con insistencia el rumor de que había ocurrido un desagradable incidente entre unos soldados de artillería y unos guardias civiles"

Decrecimiento: Disminución de la cantidad, tamaño, intensidad o importancia de algo. "se ha observado el constante decrecimiento de ventas cuando no se hace publicidad del producto". https://es.wikipedia.org/wiki/Decrecimiento

https://psicologiaymente.net/social/decrecimiento

https://www.diagonalperiodico.net/28640-cinco-argumentos-favor-del-decrecimiento.html

https://www.tendencias21.net/Movimiento-por-el-decrecimiento-Consumir-menos-para-vivir-mejor_a30562.html

https://www.ecologistasenaccion.org/spip.php?article10798

http://www.decrecimiento.info/

Serge Latouche: el decrecimiento, su pensamiento , reflexiones y el epílogo a este liubro:

https://es.wikipedia.org/wiki/Serge_Latouche

https://www.lamarea.com/2016/04/27/85087/

http://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/Entrevistas/Entrevista_Serge_Latouche.pdf

http://www.eldiario.es/andalucia/Latouche-reducir-drasticamente-horas-trabajo_0_453904792.html

Leyendo libros de economía del decrecimiento, los pensamientos y reflexiones, por ejemplo , de Serge Latouche, me viene a la cabeza como”otra mirada”:

https://es.wikipedia.org/wiki/Econom%C3%ADa_del_bien_com%C3%BAn

https://es.wikipedia.org/wiki/Christian_Felber

 

 

Cazarabet conversa con Xavi López García:

02_promo_La-insistencia.jpg-Xavi, amigo, ¿qué te ha llevado a escribir este libro?; ¿cuál ha sido el resorte que te ha movido o te ha movido a ello para terminar a llevar a cabo esta reflexión?

-Pues han intervenido diversos factores. Yo diría que fue una combinación de espacio-tiempo y de voluntad propia, más o menos como todo en la vida. En primer lugar, y a raíz de mi politización con la llamada “crisis”, participé como voluntario en varios proyectos que tenían que ver con la marginalidad social. Me di cuenta de lo difícil que era hacer que lo “marginal” se convirtiera en “central”, es decir, volcar toda nuestra ayuda en los márgenes para convertirlos en centro de nuestro interés: siempre el propio sistema que teóricamente “asiste” a los marginados lucha para que sigan formando parte de ese margen, para que exista un margen que justifique la existencia de un centro administrador. En pocas palabras, a través del voluntariado social (un ámbito en el que, por supuesto, también encuentras gente abnegada y luchadora que, por lo general, acaba agotada) se me confirmó la idea, que ya intuitivamente tenía pero que, por algún prejuicio socialdemócrata o seudo-marxista, no me atrevía a pensar de verdad, de que el Estado es absolutamente innecesario, absolutamente superfluo y absolutamente maligno para los intereses de la población a quien dice gobernar. Por otro lado, algunas lecturas anteriores (Gerald Brenan, Chris Ealham, Hans Magnus Enszensberger); la presencia en la familia de abuelos y tíos abuelos cenetistas olvidados como tales, y el descubrimiento de la geografía cercana como ámbito político (una geografía, la barcelonesa, muy impregnada de anarquismo), terminaron de adobar el terreno.

-¿Son los temas más necesarios los que desconocemos más en torno al anarquismo?

-Creo que, si hablamos de la gente común, la que ha seguido más o menos los planes de estudio estatales y todavía guarda algún tipo de confianza en los medios de comunicación masivos, ciertamente el desconocimiento del anarquismo es brutal. Eso es muy significativo, porque, a diferencia de otras ideologías o prácticas vitales, el anarquismo remueve mucho a la gente, incluso a la que no sabe de qué va eso. Es algo, en realidad, muy sencillo de entender. Pude verlo en la presentación del libro en Sant Cugat. Había familia, amigos, gente para quien el anarquismo seguía siendo, espero que hasta aquella tarde, una mezcla de violencia, exaltación y utopía inalcanzable, es decir, una imagen infantilizada. Pues bueno, a raíz de mis explicaciones y de las intervenciones de personas que tenían un conocimiento profundo del anarquismo, se creó un debate muy interesante, de hecho yo estuve mucho rato sin hablar. Cosa que es difícil que ocurra en una presentación donde todo el mundo está familiarizado con las ideas y la historia del anarquismo. Quiero decir con esto que lo que es desconocido es el anarquismo en sí, como forma de vida, más como práctica diaria que como conjunto de ideas. Y en esto tiene que ver mucho el poder establecido. Nos tolera que pensemos que nos gustaría destruirlo, incluso nos tolera que lo argumentemos y difundamos una cierta cantidad medida de ideas, pero no nos tolera que empecemos a organizarnos, en la práctica, de forma anárquica, es decir, que demos un orden a nuestra vida muy distinto de aquel para el cual nos han programado. Creo que con esto puedo terminar de responder a tu pregunta: lo más desconocido del anarquismo, incluso, diría, por algunas personas que estudian la historia del anarquismo, es la práctica real de la autogestión, en tiempos pasados y presentes; la verdad de que es posible crear estructuras económicas, sociales y culturales que no estén tuteladas por el poder establecido en los Estados, en los Mercados, en los Patriarcados. Ahí es donde yo veo que el anarquismo siempre se trasciende a sí mismo: cuando es práctico, cuando se vuelve cotidiano. Y sí, son los temas, creo yo, más necesarios.

DVf5cjGWAAAM587.jpg-¿Qué importancia tiene la ciudad de Barcelona para con la idiosincrasia del anarquismo aquí en el Estado Español y en Catalunya en particular?

-Históricamente, mucha. Varias veces hemos comentado con mi amigo Luismi de El Bierzo que, si remueves un poco, más o menos en todas las familias de la zona de influencia de Barcelona puedes encontrar un abuelo o una abuela, un tío o una tía anarquista. Leyendo libros como los de los hermanos Aisa, Ferran y Manel, o los de Dolors Marín, te das cuenta de cómo nos han escamoteado la historia de una cultura popular amplísima que caló hondo en las clases populares de este país. Y te das cuenta de que muchas actitudes, vicios, formas de hacer y entender de hoy en día vienen de ahí. Otra cosa es magnificar el papel que Barcelona haya tenido dentro del anarquismo en el Estado español. En el libro hablo de una tendencia a la ruptura muy marcada, aunque históricamente se manifieste en largas ondas, de los pequeños núcleos que viven bajo el yugo del Estado con las estructuras del poder imperial. Desde las juntas en la invasión napoleónica, los cantonalismos, el anarcosindicalismo, pero también las luchas de los municipios, de las Universitats catalanas contra los poderes feudales, los comuneros, etc. Quiero decir que, hablando de anarquismo español, como de anarquismo mundial, no hay que desdeñar la idiosincrasia particular de cada lugar. No existe el centro en el anarquismo. Los obreros anarquistas de La Alcarria tenían su propia cultura, los andaluces otra muy distinta, especialmente en los lugares donde los terratenientes eran más fuertes. Pero en El Bierzo, en Aragón o en el Alt Llobregat también. Barcelona no es el centro de ningún anarquismo. Históricamente, por diversos condicionantes que también tienen que ver con el hecho de que fuera una ciudad claramente sometida a un doble poder (el de las oligarquías locales y el del Estado percibido como “foráneo”, dos poderes que, en la práctica, muchas veces eran el mismo), el anarquismo creció exponencialmente y agrupó en su órbita cultural a gente de todo tipo, origen y condición. Y en ello no tienen poco que ver condicionantes “casuales”, como el hecho de que la UGT se afincara en Madrid o que los Radicales de Lerroux resultaran una gran decepción; también, por supuesto, tiene mucho que ver el hecho de una industrialización potente en la capital catalana, hecho que llevó a decir a Menéndez Pelayo que Barcelona estaba destinada “en los designios de Dios” a ser la cabeza y el corazón de una España regenerada…

-Porque en cada lugar geográfico la idea anarquista o librepensadora es como si tuviese, esa libertad, de poder realizarse por ella misma, verdad?

-Exacto. Eso mismo pienso yo. El anarquismo carece de centro, de “conmutador central”. Por  eso creo que tiene unas raíces bastante más antiguas de lo que habitualmente se supone. Las prácticas de autogestión, como las llamamos hoy, son antiquísimas y de algún modo están inscritas en el devenir de la especie humana (y se encuentran incluso en las especies animales, como demostró Kropotkin). Por eso se dan esas conexiones tan íntimas entre el estudio del anarquismo y la antropología en autores contemporáneos como David Graeber. Cada lugar, cada comunidad, tiene su idiosincrasia, y desde el anarquismo se entendió muy pronto que así debía ser. Así entiendo yo la forma “confederal”, una organización de abajo-arriba, anti-jerárquica, que no bloquee las iniciativas particulares. Parte del cooperativismo actual va por ese camino. Si se declara una huelga, si se monta una escuela obrera en algún lugar, o un núcleo de pequeño comercio, es la comunidad que las lleva a cabo la responsable de ello, no un órgano central que dicte las cosas. Nos pondremos de acuerdo en las cuestiones que afecten a todas, y en darnos apoyo mutuo. Esto, por supuesto, trae problemas, ¡cómo no! El anarquismo no vino a solucionar los problemas de la Humanidad con mayúscula, vino a imaginar y a practicar un mundo en el que los abusos de poder estuvieran contenidos mediante nuevas instituciones. Nada ni nadie nos librará de los conflictos.

-¿Qué hechos diferenciales tiene y/o guarda respecto a otros lugares con su visión y pulso respecto al anarquismo, su cultura, la autogestión y la idea librepensadora?

-Lo que yo he observado en Barcelona, Terrassa, Manresa, y otros lugares, dentro de los movimientos libertarios, es su capacidad de coaligarse, de establacer pactos, es decir, el hecho de tramar alianzas con otros sectores que no son, ni se denominan, ni pretenden ser, anarquistas. Es cierto que en ocasiones hay colectivos endogámicos, e incluso existe el sectarismo, pero, especialmente en la ciudad de Barcelona, el anarquismo actual, o más bien, las anarquistas actuales, estan “fundidas” en muchos movimientos sociales: la vivienda, la economía social y solidaria, la educación social, la lucha animalista anti-capitalista… De todos modos, no creo que eso sea algo privativo de Barcelona. En Madrid, en México, en EEUU (como en el movimiento de Occupy Wall Street), ocurre lo mismo. En el presente, creo que la lucha interna del anarquismo está en la tensión, la pulsión de mantener ciertas prerrogativas “identitarias”, o aceptar aquello que Tomás Ibáñez llama “anarquismo extramuros”: aceptar que formamos parte de la gente, y que no conseguiremos gran cosa si sólo luchamos por y para lo que llamamos “anarquista”.

-Volvamos a la ubicación geográfica: ¿qué tenía Barcelona y qué retiene de cara a inspirar, de alguna manera, al pensamiento anarquista con la cultura y la autogestión que de él se desprenden?...por ejemplo, respecto otros lugares como en su momento fue Zaragoza que tenía “su particular” importancia o la tuvo en el movimiento “librepensador”, atrayendo hasta a las Columnas desde Barcelona en los primeros días de la guerra?

-Lo que tenía Barcelona, creo yo, en los años treinta, era un lazo íntimo con la cultura popular obrera. Muchas manifestaciones de la cultura popular de los barrios, como podían ser los laberintos de barricadas en momentos de guerra social, o los circuitos de ateneus y casals, las agrupaciones excursionistas, nudistas, vegetarianas, los grupos de teatro y de canto, las escuelas racionalistas… Podían ser más o menos manifestaciones “anarquistas”, pero al mismo tiempo eran plenamente populares, arraigadas en los barrios, en la vida cotidiana de la gente. Hasta los domingos tenían algo de esa “alteridad” anarquista, la gente no iba a la iglesia, iban de excursión en grupo, cantaban, bailaban, se enamoraban, y al día siguiente continuaban la lucha en el puesto de trabajo. Este arraigo creo que es notablemente inspirador. Hoy en día, fijaos en un fenómeno como el de Canarias, lo explica muy bien Ruymán Rodríguez: anarquistas conscientes colaborando y elaborando un nuevo asentamiento con la gente más desfavorecida de sus territorios, poniendo sus conocimientos al servicio de la gente, socializando el conocimiento… Esta postura anti-elitista me parece lo más rico y cautivador. Ayer fue Barcelona (todavía lo es, a pesar de todo), hoy será otro lugar, ¿qué importa de dónde vengan las iniciativas? Lo que sí te puedo decir que ha quedado muy adentro, a pesar de las múltiples represiones desde la guerra civil, es un orgullo libertario que está presente hasta en los movimientos sociales que no son declaradamente anarquistas. Eso sigue ahí. En uno de esos movimientos, una puede entrar diciendo que es anarquista y nadie le va a poner cara rara. Siempre hay excepciones, pero la norma es esa.

-De la autogestión a la economía circular—que tanto se habla hoy y ahora--, ambas materias a tratar creo desde la enseñanza básica—otra cosa es que se haga—no hay tanto trecho, ¿no?

-Pues no, no lo creo. ¡Y también pienso que deberían ser materias de la escuela primaria! De hecho, una de las cosas que he podido comprobar es que, en muchas ocasiones, al estudiar las economías llamadas “alternativas” de hoy en día, te puedes topar con multitud de ideas libertarias incorporadas de forma más o menos inconsciente en los idearios y en las prácticas habituales de los colectivos. Muchos movimientos se declaran anti-jerárquicos, horizontales, autogestionarios, comunalistas… Las redes de las Cooperativas Integrales (la que yo conozco más es la Catalana, que en este caso sí sirvió claramente de impulso para las demás iniciativas en el resto del Estado español) se sirven de muchas prácticas autogestionarias, pero al mismo tiempo integran economías circulares más propias de movimientos ecologistas…

-Pero también tiene a ver con la economía del decrecimiento…algo así como que en el tarro pequeño se encuentra la mejor confitura, o que no por ser el dinosaurio más grande es el más inteligente… o que no por ir demasiado deprisa se gana más, ¿verdad?

-Pues sí, algo así. Yo lo veo como un sinfín de pequeños tarros de buenas confituras distintas y complementarias, producidos y consumidos por pequeños y modestos dinosaurios que tienen conciencia de que deben dejar de correr para tener una vida digna.

-Aunque en todas estas cosas, además de ser inteligente, hay que obrar con el corazón, mirando al vecino y poniéndose en el lugar de nuestros conciudadanos ¿ok?

-Es lo que trato de decir con el apoyo de muchas anarquistas a los movimientos sociales. El apoyo mutuo es algo que se hace con la cabeza y con el corazón. Aunque no podemos esperar a que los corazones de nuestros conciudadanos se apiaden de nosotros. La falta de empatía está tan arraigada que, creo yo, hoy en día la lucha es más “cerebral”, en el sentido de crear unas condiciones socio-económicas en las que el apoyo mutuo se revele como imprescindible para salir adelante. Llevamos décadas dando nuestro consentimiento a un sistema despiadado que nos llama “románticos” cuando hablamos de empatía. No podemos dejar que eso siga ocurriendo. Debemos demostrar que tenemos alternativas más justas, con argumentos y hechos.

-En resumidas cuentas que hay que anteponer “lo social” por encima de cualquier otra consideración… Solo de esta manera, la sociedad está, viaja y camina más acompasada y solo de esta manera el ciudadano y ciudadana se reconoce como “más igual” y solo con esa sensación se avanzará, ¿verdad?

-A veces, hablando de esto, solemos caer en un embrollo. Es cierto, yo lo creo así, que sin priorizar lo social no saldremos adelante (solo saldran adelante, y mucho, algunos privilegiados). Pero tampoco lo haremos si olvidamos que la individualidad también es irrenunciable. Lo que ha hecho el neoliberalismo es vender (porque no la ha regalado, la ha vendido a través de la publicidad y de sus productos) una idea muy simple de libertad individual, despolitizada, edulcorada: eres lo que consumes, eres tanto como seas capaz de endeudarte, eres tanto como seas capaz de correr con el coche, en suma, una idea de libertad individual ajena a toda idea de comunidad: en España eso empezó con la Movida y se prolonga en los youtubers. Pero resulta que, si nos salimos de estas ideas dominantes y simples, vemos que no es posible, de ninguna manera, una libertad individual sin una base común. La propia idea de libertad individual (¡y cuánto más su ejercicio!) es producto de generaciones de mujeres y hombres que la han elaborado desde el anonimato. No la inventó Stuart Mill ni los Ilustrados. Si no somos conscientes de la íntima articulación entre la libertad individual y el sustento comunitario (y de la libertad de las comunidades entendidas como sujetos colectivos), nada habrá servido de nada, por mucho que digamos que anteponemos lo social por encima de todo.

-Hace falta un poco más de determinación social y hasta quizás, aunque esto suene muy fácil, dejar de caer en las trampas de “ayudas”, “subvenciones”…. ¿cómo lo ves?, es muy discutible, pero quizás en estas discusiones hurguemos y saquemos algo de positivo…

-Respecto de esto, tengo, por así decir, dos visiones, y por el momento no puedo decir que haya resuelto, dentro de mí, esa ambigüedad. Me explico. Yo creo que la subvención, el concepto de subvención, está íntimamente ligado a las prácticas institucionales del Estado. Una subvención, por necesidad, te liga, te condiciona a la fiscalización del Estado, te ata al hecho de tener que rendir cuentas con el poder. Eso es así. En ese sentido, rechazo el concepto y la práctica. La alternativa está clara: existen cooperativas de crédito autogestionadas, como Coop57, dedicadas a financiar exclusivamente proyectos de transformación social. ¿Por qué no empezar por ahí? Desposeer al Estado de su poder de asignar subvenciones según el interés que le ocupa, dejar ese campo de las iniciativas sociales a las cooperativas transformadoras. Pero fíjate en una cosa: lo decía Eduardo Colombo en una entrevista para el documental El tiempo de las cerezas: el anarcosindicalismo pretendía crear una sociedad nueva, y por tanto trabajaba fuera del sistema; pero al mismo tiempo debía trabajar también para mejorar las condiciones de vida de las trabajadoras, y eso le obligaba a entrar dentro de él y a negociar con patrones y funcionarios. Iniciativas como Coop57 también hacen adelantos para asociaciones a las cuales les ha sido concedida una subvención pública, mientras la administración (el Palacio) se decide a ingresarles el dinero. Quiero decir con esto que estamos obligados tanto a crear estructuras fuera del sistema como a mejorar las condiciones de vida dentro de él. En ese sentido, las subvenciones ayudan a algunas organizaciones pequeñas a salir adelante y no tener que cerrar el chiringuito. Eso sí, hablo de asociaciones sin ánimo de lucro y volcadas en la ayuda o transformación social. Cuando pienso en la cantidad de dinero que el Estado reparte entre asociaciones de gente rica, o fundaciones con regímenes fiscales especiales, se me revuelve el estómago.

-La ayuda mutua y cierta manera de entender “la subvención” deben ser instrumentos que desde la sociedad de base se deben tener en cuenta, ¿no?; ¿qué nos puedes comentar? Tengo como más entendida la “ayuda mutua”, pero me cuesta más a entender cómo gestionar, saber manejar y encajar “la subvención”…

-El Estado, el capitalismo, el patriarcado, nos usan como a muñecos de trapo para sus intereses. Y luego, cuando dejamos de interesarles, nos dejan tirados. Esa es una ley universal que mucha gente, cada vez más, está comprendiendo, y es el germen de conflictos futuros. Démosle la vuelta al asunto: ¿por qué no utilizar los recursos del sistema para crear estructuras nuevas? ¿O para ayudar a quien lo necesita? ¿O para comunicar valores nuevos? Es una cuestión eminentemente práctica. Aprovechamos ese margen de libertad que nos da el hecho de que nos ingresen un dinero y creamos un centro social. Luego le diremos al Estado lo que nos parezca cuando venga a fiscalizarnos. Eso sí, debemos mantener ocultas las iniciativas transformadoras, y a ser posible, establecer alguna alianza con personas y entidades del municipio, para que nuestra presencia ya se haga inevitable. Pero la subvención tiene este peligro. Te puede convertir en un esclavo. Yo soy más partidario de la okupación de edificios para fines sociales, pero el peligro también está ahí. Hoy incluso hay fascistas tolerados por la estructura administrativa que echan a la gente de sus casas (la empresa Desokupa en Barcelona, por ejemplo). Cuánto más disfrutarán asaltando un CSOA…

-Todo esto debería obedecer a tener establecida desde la base de la educación básica, también para padres y adultos, ciertas pautas de aprendizaje permanente, renovado; pero esto me parece un ejercicio harto difícil de entender, ¿verdad? O soy demasiado pesimista

-La escuela, como la conocemos hoy en día, fue creada a mediados del siglo XIX, junto con la cárcel y otros lugares de confinamiento, el servicio militar obligatorio y el hospital moderno. Y fue creada con una intención muy clara: que los niños (y paulatinamente también las niñas, aunque por lo pronto estaban destinadas a las tareas de sustento del sistema, es decir, las no remuneradas) interiorizasen las estructuras de poder y de funcionamiento de la naciente sociedad capitalista, con sus jerarquías, sus obligaciones de respetar la propiedad privada, su sistema de competencias (fíjate que hoy en día incluso se usa el vocablo “competencias” como sinónimo de “capacidades”), sus sueños de enriquecimiento o sus frustraciones de mantenerse de por vida como asalariados, etc… Esa estructura sigue vigente. Hemos vivido períodos de apertura, en los que la escuela, como en los años 30, parecía estar llena de gente con vocación transformadora, también como en los años 70… Pero hoy en día la escuela pública es una institución muy conservadora, con matices según los lugares, por supuesto, pero totalmente controlada por el Estado. Las escuelas libres, muy diversas y sin organización colectiva, no representan ni por asomo una alternativa a la educación estatal. Es un drama cotidiano que la mayoría de madres y padres no quieren ver, o ni siquiera pueden, pues el sistema les obliga a trabajar muchas horas para poder mantener todo lo que se considera “adecuado” (y hoy en día a muchas ni siquiera les llega para mantener esto). Se educa en la obediencia, el consumo y la satisfacción inmediata, bloqueando el sentido natural de comunidad y de socialización y dejándolo para la familia y los amigos (y a veces ni eso); los comportamientos considerados “anormales” (contestones, desobedientes, criticones, actitudes desafiantes, negativas a aprender lo que por obligación se tiene que tragar) se dejan en manos de psicólogos, o peor aún, de los psiquiatras y su farmacocracia. No creo que seas demasiado pesimista, en todo caso, pienso igual que tú.

-Tanto para los problemas que rodean y atrapan a las grandes urbes como Barcelona, como a los que asfixian a la despoblación, ¿no?

-Sé menos sobre lo rural que sobre lo urbano. A pesar de vivir en una ciudad que se ha hecho grande a golpe de talonario y a fuerza de destruir el entorno rural, como tantas otras. Pero creo que son dos caras de un mismo problema: lo rural sigue en manos de las oligarquías terratenientes, de los propietarios de la tierra, en un proceso que dura desde el siglo XVIII y que no solo ha conseguido despoblar las zonas, sino arrebatar los pocos bienes comunales, ya de por sí comprometidos, de los que podían disfrutar las clases populares del país. En la ciudad hay superpoblación, el metro cuadrado está en manos de promotoras y especuladores, y aunque la estructura urbana permite una lucha más “insistente” contra la mercantilización de la vida, el drama ahí se multiplica con los grandes centros de consumo y el despilfarro de energía. Creo que deberíamos volver a leer a los urbanistas libertarios, que en España hubo unos cuantos, y superponerlos a los ecologistas de hoy, a las teorías del decrecimiento y a los municipalistas como Murray Bookchin. Al menos, que la nueva crisis que está por llegar y por caer encima de la ciudad y el campo no nos pille desprevenidos…

-Los problemas, muchos problemas --como algunos entretenimientos-- se crean como narcótico social, ¿no?, eso creo que siempre lo ha tenido muy claro el anarquismo, y por eso, desde el minuto cero, se va a degüello con esa manera de pensar, de ser… ¿qué nos puedes decir?

-La tercera parte de La insistencia la dedico a tratar de iluminar algunos puntos sobre eso. Sobre cómo la cultura neoliberal aniquiló a la cultura obrera (o lo que quedaba de ella en los llamados estados del bienestar) no solo con el uso de la fuerza, sino con toda una compleja argumentación (en el fondo sencillísima) que venía a naturalizar, a hacernos pensar como cosas del sentido común, ideas que provenían de las clases ricas: el individualismo, el rechazo por la solidaridad, el aprecio por el beneficio económico, la inhabilitación en las tareas fundamentales de la vida, que nos las proveía el Estado o la empresa privada poniéndonos “en manos de profesionales”, la generalización de la supuesta propiedad privada de inmuebles y otros objetos, la supuesta libertad, el gusto por la abundancia y el lujo, la despreocupación por la política, el narcisismo, la cosmética industrial, las modas, el deporte de élite, de donde los jóvenes extraen a sus ídolos, la figura del multimillonario como referente… Todo eso, en la práctica, funcionó como narcótico social, y creó un consentimiento ciudadano que poco a poco se está desmoronando, aunque persiste porque el sistema sigue produciendo objetos de satisfacción inmediata para las clases media y baja… El anarquismo, pero no solo él, siempre vio claro en estas brumas, y aún así, sus años más bajos coinciden con los años de expansión del neoliberalismo como cultura narcótica.

-Por eso se es tan insistente desde el anarquismo, ¿verdad?

-Tal y como yo lo entiendo, el anarquismo es una forma de vida que no ha sido creada en laboratorios de ideas, think tanks, universidades ni despachos, ni por escuelas de militantes ni escritores. Es cierto que incorporó a la “cultura culta” en su seno, porque los propios obreros querían aprender a leer e instruirse, y muchos militantes fueron escritores y escritoras. Se fue forjando al calor de las luchas contra los poderes establecidos del capitalismo del siglo XIX, pero incluía en su seno prácticas populares que no estaban registradas como teorías puras ni se reclamaban de diseños filosóficos. Anarquismo, autogestión, son conceptos que crecen en los medios obreros, en los grupos de mujeres trabajadoras… Tienen que ver con los pequeños actos de resistencia cotidiana, con la ocupación de tierras y edificios, con el furtivismo… Cosas tan antiguas, prácticas tan reales, pero de las cuales casi no ha quedado constancia más que en los códigos de leyes que las sancionaban, porque las élites, que tenían el poder de la escritura, nunca escribían sobre eso. Por eso es para mí algo insistente, algo que no se puede matar, que no se puede recortar ni disfrazar, porque es la conciencia humana de que, si existe un dominio que nos impone algo, eso quiere decir que también existe la posibilidad de librarnos de él. Y a eso puede llegar todo el mundo, sin excepción alguna.

-Por ejemplo al medio rural se lo despuebla y se le desangra para poder hacer del territorio lo que les venga en gana al poder político y económico, ¿lo ves así? Bien, ¿y qué le pasa al medio urbano?

-Que se masifica y se desangra para poder hacer del territorio lo que les venga en gana al poder político y al económico. Lo que pasa es que la ciudad es porosa y permite la creación de espacios clandestinos de una forma mucho más segura que el medio rural, que es un espacio más abierto, donde todo el mundo se conoce. Sin embargo, no podemos caer en la trampa de menospreciar, como hizo Marx y también muchos líderes de la CNT, los movimientos insurreccionales del campo. Son y han sido siempre la base, puesto que están relacionados con los recursos primarios que necesita una sociedad. En los diez años anteriores al estallido de la revolución francesa hubo más de 500 rebeliones agrarias en el campo francés. El campo, hoy, está desangrado y tiene pocas probabilidades de convertirse, a medio plazo, en un mundo insurreccional. Pero ahí está el SOC, en Andalucía, por ejemplo, con sus reivindicaciones y sus ocupaciones seculares. El medio urbano, como decía Reclus, es más ingobernable, aunque eso está cambiando gracias a las macroinversiones en videovigilancia y urbanismos “diáfanos”, y a las partidas extraordinarias que reciben las distintas policías. A las ciudades se llevó a los campesinos despojados de tierra en el siglo XVIII y XIX para que trabajasen en las fábricas de los nuevos propietarios de los medios de producción y de los medios de decisión, los burgueses. Y en las ciudades, esos nuevos trabajadores les montaron el movimiento obrero (pero, por ejemplo en Rusia, el campo siguió siendo, desde el XVIII y hasta finales del XIX, cuna de insurrecciones). Yo he vivido en una ciudad muy cercana al campo, de hecho fue hasta hace décadas una ciudad agrícola y ahora es una ciudad de servicios concebida según los intereses de las clases altas. Creo en una unión, en una cercanía del campo y la ciudad, un equilibrio. Por eso leo con gusto a Murray Bookchin y a Janet Biehl. Y me gustan los urbanistas anarquistas como Martínez Rizo.

-Trabajar menos horas hace, creo en mi humilde opinión, que el tiempo dedicado al trabajo nos cunda, desde muchas perspicacias y miradas, mucho más rentable, nos cunde más… y además, lo más importante, nos compensa el tiempo ganado porque lo invertiremos en generar riqueza social, ya que podemos estar más involucrados en asociaciones, grupos de trabajo, iniciativas nuestras, propias, individuales o colectivas… pero que le deparan a la sociedad un aumento en los valores de convivencia. ¿Qué nos puedes reflexionar?

-Nada que no hayas dicho tú. Tal vez me repito, pero los obreros y obreras de finales del XIX y principios del XX tuvieron muy claro que luchar por la disminución del horario de trabajo significaba, literalmente, más tiempo para preparar la revolución. Por eso no puedo comprender las posturas que desprecian totalmente al reformismo. La CNT gastó muchas energías tratando de reformar horarios laborales y sueldos, en negociar con patronos y Estado. Al mismo tiempo, claro, iba creando sus estructuras paralelas, más o menos precarias, pero que funcionaron, ¡vaya si funcionaron! Nunca una revolución social y económica como la sucedida en Barcelona en el verano de 1936 se habría conseguido sin las pequeñas luchas cotidianas en los puestos de trabajo, sin las huelgas que terminaban por dar más tiempo libre a la clase trabajadora. Ese tiempo, si no era invertido en la taberna (por eso el anarquismo fue tan crítico con la taberna), era invertido en una formación: aprender a leer, a escribir, a organizarse, a conceptualizar cada cual su trabajo, tener claro qué puesto ocuparía cada una en el momento en el que el poder cediera espacios de libertad… Hoy en día, el bar suele ser un lugar donde se repiten los latiguillos que vomitan diariamente los presentadores de los noticieros, o donde se habla de fútbol con el lenguaje usado por los reporteros. Por supuesto que también son lugares de socialización, pero si el poco tiempo libre se gasta en el bar, en fin…

-Amigo, “menos es más”, ¿no?

-Depende, ¿no crees? Yo creo que los movimientos sociales en general, y cuánto más los que tienen una verdadera vocación transformadora, como el anarquismo, han tomado conciencia clara de que el crecimiento es un mito de la industria capitalista que lleva al expolio y al maltrato del entorno y de las personas y las comunidades del planeta. El decrecimiento, el ecologismo, el cooperativismo, el feminismo (especialmente el anti-capitalista), algunas partes de los movimientos vegano y vegetariano, tienen muy claro que el “más”, el “siempre más”, es aquello contra lo que hay que luchar. Pero no podemos quedarnos ahí. Menos es más, en ese sentido, sí, pero para mí la clave está en incorporar cada vez a más gente en este tipo de propuestas anti- o post- capitalistas. Para ello, el modelo del anarquismo sigue siendo para mí el mejor, aunque seguramente no el único: propagarse horizontalmente sin crecer verticalmente. Ahí está el desafío de nuestro tiempo, creo yo. Y es doblemente difícil. ¿Cómo evitar una burocratización de los movimientos, si éstos se hacen cada vez más grandes? Yo no tengo la fórmula. Es difícil crear estructuras de poder que se corrijan a sí mismas. Lo que sí sé es que no se puede perder de vista que lo esencial de esa supuesta propagación debería ser la autonomía de los pequeños colectivos. Necesitamos, como dice Serge Latouche, una desintoxicación cultural, una verdadera terapia de salud cultural, y lo más probable, siguiendo todavía a Latouche, es que ésta se haga cada vez más presente debido a lo que él llama “la saludable sacudida de la necesidad”.

-Pero cómo lo hacemos esto de llevar a todos y a todas para que se entienda bien…Hemos de tener en cuenta que no interesa y que es desechado, muy de entrada, cuando no boicoteado de cualquier forma y manera, ¿qué nos puedes reflexionar?

-En primer lugar, creo que debemos renunciar a eso de “llevar a todos y a todas”… No creo que nos haya tocado vivir, a los movimientos sociales y a las iniciativas transformadoras, un momento de demanda de máximos. Por mucho que podamos contarnos por miles, por mucho que hagamos mucho ruido, que realmente estemos construyendo realidades alternativas para lo que consideramos una vida mejor, seguimos siendo muy poca gente. Y tampoco es que estemos muy organizadas. Hay gente que por cansancio se ha apalancado en sus organizaciones; y lo entiendo, porque la lucha corroe, y si encima tienes que encontrarte, en tu organización teóricamente “a salvo” del Estado, del patriarcado y del capitalismo, con gente que reproduce los grandes vicios (estrés, voluntad de dominio, desigualdad…), es muy descorazonador. Pero llegará el momento, aunque no sé si lo veremos. Creo que, como decía un compañero al que entrevisté hace no mucho, tenemos que crear nuevos relatos, nuevas formas de hacer y entender, de practicar la economía, las relaciones personales, es decir, crear las condiciones, aunque sea en pequeño, para desintoxicar la cultura de patriarcalismo, de capitalismo, de estatismo… Salimos de un momento de hegemonía casi total del capitalismo mundial, estamos todavía en esa hegemonía. A nosotras nos toca abrir grietas, construir ventanas para que la gente pueda mirar a través de ellas, aunque mucho me temo que eso no ocurrirá sino cuando se plante delante de nosotros la famosa necesidad. Los estados del bienestar y el neoliberalismo nos han acostumbrado a que no hagamos nada y tengamos siempre la despensa llena de comida, el piso lleno de electrodomésticos, los cajones llenos de fármacos; las opiniones que formulamos las sacamos de la tele o la radio, de los periódicos. Un colapso del sistema generaría innumerables sufrimientos, mucha gente perecería, sus imaginarios y sus sistemas simbólicos se hundirían y sus pocas habilidades no les permitirían salir adelante,  y sin embargo, si nadie deja escrito, y hecho, que existen formas de organizarse alternativas y mejores, el mundo será más oscuro.

 -Se complementa esta reflexión que realizas aquí o podría complementarse y/o reflexionarse con la Economía del Bien Común, desde el pensamiento, por ejemplo de Christian Felber, o me vas a decir que no tiene nada que ver y que antes que preguntar, mejor saber más y mejor sobre la economía... 

-Ni mucho menos. Yo no creo en esa expresión de Wittgenstein que tanta gente repite, “de lo que no se puede hablar, mejor callarse”. La veo como una manifestación de la excesiva especialización de nuestra sociedad y del desprecio por la opinión popular. Así que no creo que no tenga nada que ver. Tenemos, a mi parecer, bastante que ver. Aunque te diría que para mí hay puntos en los que nos separamos completamente. Yo entiendo la Economía del Bien Común como algo muy amplio, tal vez una camisa con las mangas demasiado anchas, porque las administraciones capitalistas la pueden utilizar como muletilla, tal y como utilizaron la socialdemocracia (el mejor reparto de la riqueza y la provisión de servicios para toda la ciudadanía) para poder seguir acumulando riquezas sin los dolores de cabeza que les daban los movimientos obreros autónomos. Hoy en día partidos políticos y ayuntamientos hablan de bienes comunes, pero no podrán llevar a cabo un programa serio de reparto de la riqueza sin tocar los pilares del sistema: la propiedad privada exclusiva y los medios de coacción, es decir, el capitalismo, el patriarcado y el Estado. Creo que la economía del bien común tiene partes buenas, en el sentido que decía antes de unas reformas que pueden mejorar las vidas de mucha gente, pero también creo que es totalmente insuficiente como sistema si esa economía, teóricamente sostenible, no está plenamente dedicada NO a paliar los daños del capitalismo, sino a ABOLIRLOS. Y por el momento no parece que vaya por ese camino.

 

 

 

 

 

 

26738
La Insistencia. Anarquía, cultura y autogestión. Xavi López García   
426 páginas        15 x 22 cms.
17.00 euros
Volapük



La insistencia es una aproximación a los fenómenos más comunes, y al tiempo más desconocidos por el público, de la historia del anarquismo, especialmente focalizados en el entorno de la ciudad de Barcelona. La cronología, aunque puede parecer un tanto atrevida (acota el curioso período entre 1870 y 2017), no quiere ser únicamente una introducción histórica para recién llegados. Aquí radica el significado del título: lo que se explora aquí, como se explora un paisaje desconocido, es la "insistencia" de una serie de ideas y prácticas revolucionarias y autogestionarias a lo largo de nuestra historia reciente, concretadas en el fenómeno de la cultura obrera del primer tercio del siglo XX, pero que a lo largo del siglo han sufrido una serie de aventuras más o menos afortunadas. El autor recorre estos episodios pasando por la transición, el período de la segunda restauración borbónica (llamado "democrático"), los difíciles años del neoliberalismo para los movimientos sociales, y las crisis actuales. El libro es, pues, un ensayo histórico y político que pretende un concepto amplio de cultura popular, no tanto como folclore o producción de significados, sino como cultura política de resistencia, una cultura antípoda presente en todos los ámbitos de la vida humana.

XAVI LÓPEZ GARCÍA

Criado en el barrio de la Plaça d'en Coll de Sant Cugat del Vallès, estudió Filosofía en la UAB, compaginándola con todo tipo de trabajos. Luego completó Teoría Literaria, lo cual le ayudó a configurar sus primeras obras (las novelas Nit i fuga y Felicidad Interior Bruta). Sin embargo, no se politizó activamente a través del ámbito sindical, sino desde los voluntariados sociales. Entrar en contacto con los mundos de la marginación y la discapacidad fue un acicate importante que le acercó a formas políticas anti-sistema y terminó de convencerle del interés del sistema imperante por someter a los y las denigradas del planeta. A pesar de que ese no fue su primer contacto con el mundo libertario, sí fue el descubrimiento de esa cultura paralela en todas sus formas (económica, ética, artística, identitaria, vivencial) lo que le empujó a escribir un libro sobre los fundamentos del anarquismo de ayer y de hoy. Colabora con la Cooperativa Integral Catalana, es redactor de la revista Lo Comunal y miembro del ICEA (Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión).

 

 

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