Cazarabet conversa con... Virginia Mendoza, autora de “Detendrán
mi río. Desarraigo y memoria en un rincón de la España
sumergida” (Libros del K.O.)
La escritora, periodista y buceadora en lo
humano se sumerge en los pueblos sumergidos por las aguas de cualquier
pantano….aunque el libro apunta a una zona en concreto, pueden verse reflejados
los recuerdos bajo cualquier pantano de una España siempre insatisfecha de lluvias,
quebrada y sobrecogida que se vio deliberadamente ,y a la fuerza, inundada y
donde solamente flotaron barquillos de papel ,donde ahora y más en un futuro se
verán las tierras agrietadas por un calor sofocante…los ríos detenidos vuelven
a mostrar muchos de los lugares que se tragaron
….
La autora, ya editó, también en Los libros del
K.O. un libro apasionante y emotivo, desde lo humano, Quién te cerrará los ojos. Nosotros mantuvimos una entrevista con
ella sobre este libro: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/quientecerrara.htm
Sus libros son contundentes como arrebatos
arrancados y expuestos… como sacudidas para despertarnos y, a la vez, aliento
que necesita la tierra y el ser que la siente y la habita.
Lo que nos explica la sinopsis del libro:
La construcción de grandes presas ha
desarraigado a millones de personas en el mundo rural. En España no hay datos
oficiales, pero se estima que han desaparecido bajo el agua cientos de pueblos
e innumerables huertas habitadas, hoy olvidadas.
Detendrán mi río evoca, con aire de fábula y
rigor de reportaje antropológico, el mundo desaparecido de Cauvaca,
una huerta aragonesa que estuvo llena de vida hasta que la inundó el embalse de
Mequinenza. Es la historia de Mercedes, una niña que puede predecir la lluvia
con su cinturón de serpiente y que hoy recuerda con nostalgia el escenario de
su infancia; es la memoria de los obreros de las hidroeléctricas que siempre van
de paso; es la odisea de un ingeniero estadounidense que muere en el naufragio
del Lusitania y de un niño catalán que de mayor quiere ser como él; es el
escalofrío luminoso de la campesina ciega a la que su marido lleva a conocer el
mar, y el tono lúgubre del NO-DO cantando las inauguraciones de Franco.
Es un libro sobre desarraigo y memoria, y
también una historia de vidas cruzadas y pequeñas coincidencias que resultan
cruciales en el destino de las personas y los lugares.
Saber un poco más de esta autora: La autora,
Virginia Mendoza:
Es “perioantropodista”,
le dijeron que abandonara el periodismo y se dedicara a la literatura; pero
también le dijeron que la única diferencia entre el periodismo y la
antropología es el tiempo. Siempre se le dio mal elegir... Empezó a arrastrar
el bolígrafo por los márgenes de los prospectos de su abuela y ahora escribe en
Yorokobu, Altaïr, Píkara y donde le dejan. Se siente nómada, por eso escribe
sobre los que se quedan. Ha vivido en Armenia y es autora de Heridas del viento.
Crónicas armenias con manchas de jugo de granada.
Cazarabet conversa con Virginia Mendoza:
-Amiga,
¿qué pretendías al sumergirnos en este ejercicio narrativo que se acerca, más
bien, a una crónica, otra, de esa tierra perdida, casi perdida... porque estar
está, aunque sea bajo el agua…?
-Quería conocer la historia de las personas a
cuyo sacrificio, en parte, debemos el hecho de tener algo tan básico como agua
en casa o electricidad. Me interesaba su relación con el agua antes y después
de la construcción del embalse que los sacó de sus casas: cuando les daba la
vida y cuando se convertía en una amenaza. Pero no solo quería conocer a los
que se fueron, sino también a los que vinieron, los que trabajaron en esas
construcciones faraónicas y vivían desarraigados, de obra en obra, después de
dejar sus pueblos. Pero ellos no figuraban el día de la inauguración.
-¿Se
puede escribir un reportaje narrativo con una niña, Mercedes tan atrayente como
enigmática con ese sabor a western como es esta otra novela tuya...?
-En realidad es un reportaje periodístico y
antropológico, pero es tan narrativo que puede parecer una novela, aunque no lo
es. Se puede porque la realidad siempre es tan rica como la ficción o incluso
más. Si indagas en las personas que protagonizan las historias, no necesitas
inventar nada. En el caso de Mercedes, ella me lo puso fácil por su forma de
ser, de recordar y de contar.
-Se nota que te
lo has pasado muy bien escribiendo, creando e imaginando esta historia, ¿no?, pero
dentro de lo bien que se nota que te lo has pasado, como en otros libros tuyos,
también se nota que ha habido momentos duros, muy duros... ¿qué nos puedes
decir?
-Lo he pasado muy bien, sí. Pero también he
sufrido mucho. Sabía que disfrazar de novela algo que es completamente real iba
a ser un encaje de bolillos que sabía cómo empezaba, pero no cómo acabaría.
Llegué a un punto en el que mi mente se quedó completamente seca y fue muy
doloroso. Por otro lado, yo nunca me he bañado en un pantano. Siempre me han
dado miedo. Pero ahora no solo me dan miedo: ahora cada vez que me invitan a
bañarme en un pantano siento que sería una especie de sacrilegio. No puedo
dejar de pensar en lo que hay debajo. Me acabo de mudar de pueblo y voy a vivir
junto a un pantano. Lo primero que pregunté antes de llegar al pueblo fue qué
había debajo del agua. Ha habido dolor al conocer qué historias se esconden
bajo el agua, a menudo historias de violencia que se silenciaron. Pero también
mucha gratitud hacia esas personas que aceptaron dejar atrás sus casas por el
bien común.
-Amigo, ¿nos
puedes hablar del proceso de documentación, búsqueda de fuentes, lectura de
libros y demás que hay detrás de este libro? Período apasionante, pero muy
afanoso y trabajoso que, a veces, incluso nos puede sumergir en cierta
ansiedad.....¿cómo lo has llevado?
-Ha sido un proceso largo que me llevó seis
años antes de la publicación del libro y que además no ha terminado porque el
libro en cierto modo continúa en la web www.detendranmirio.com
-Y, ¿cómo ha sido
el día a día de trabajo, tu metodología de trabajo para construir este libro
que es un reportaje narrativo?
-No ha habido una metodología clara ni
constante porque durante esos seis años han pasado muchas cosas: encargos de
otros libros que tuve que aceptar por necesidad, el trabajo como periodista
freelance, otros trabajos como el de librera, etc. Hubo momentos en los que
estaba plenamente dedicada al libro y momentos en los que casi no podía
dedicarle tiempo porque tenía que priorizar la supervivencia. Juntaba trabajos,
ahorraba y entonces me encerraba un tiempo con el libro. También hubo varios
parones por bloqueos como el que comentaba antes.
-
Un reportaje que tiene mucho, como todo lo tuyo, de antropológico, etnológico...
-Sí, en realidad lo que hago siempre, al menos
en los libros, es fusionar periodismo y antropología social para profundizar en
temas que me interesan desde un punto de vista antropológico. Todas las
historias de esos libros giran en torno al arraigo y el desarraigo, el exilio,
el genocidio, dejar la casa a la fuerza o resistir y quedarse.
-Esto, el
reportaje narrativo...las crónicas periodísticas con personajes, ¿van camino de
convertirse en un género?
-Bueno, yo no he inventado nada, el periodismo
narrativo ya existía como tal y hay grandes ejemplos tanto en el Nuevo
periodismo estadounidense de los años 70 del siglo pasado como en la crónica latinoamericana
actual. En España algunos lo hacemos, pero digo latinoamericana porque todos
los que hacemos o queremos hacer periodismo narrativo tenemos nuestros
referentes actuales al otro lado del charco.
-Virginia, ¿llevas
algunos tiempos como escribiendo un “mismo libro” cambiando ubicaciones, personajes,
pero que son como nacidos de la misma estirpe?
-Sí. Como comentaba antes, siempre acabo
hablando del exilio de alguna manera. La superviviente del genocidio armenio
que me cuenta en Armenia cómo lleva casi un siglo echando de menos los árboles
y el lago de su infancia en Turquía tendría mucho de lo que hablar con
Mercedes.
-¿Lo
tuyo, lo que te apasiona, más allá, incluso, de leer es escarbar en las huellas
de la humanidad....intentando, a la vez, acercar y acertar las preguntas?
-Me interesan las personas y sus historias. Me
enriquece escucharles y saber que se sienten
escuchadas y valoradas cuando ven su historia sobre el papel. Y aprendo
muchísimo de ellas por el camino.
-Este trabajo,
¿te ha abierto la mente y la curiosidad a indagar más sobre algunos de los
aspectos tratados en el mismo?; ¿nos puedes hablar de trabajos en los que estás
sumergido ahora?
-Sigo trabajando en el mismo tema y creo que
voy a tardar mucho en salir de él. No deja de llevarme a subtemas que voy
tratando o quiero tratar. Si te digo la verdad, tampoco tengo la intención de
dejarlo. Llegué a un punto en el que sentí que había dado con un tema al que
podría dedicar toda mi vida. Tengo una especie de síndrome del explorador que
hace que me aburra o me canse pronto y necesite buscar algo nuevo. En este
caso, no ha ocurrido. Llevo unos siete años “sumergida” y sin intención de
aparcarlo.
-En
el libro vas y vienes de Cauvaca, isleta en medio de
la huerta de Caspe---luego queda sumergida por el pantano de Mequinensa—con el infortunio del ingeniero de La Canadiense
Pearson yendo viajando en el trasatlántico Lusitania que fue torpedeado por los
submarinos alemanes...vas tirando de ambos hilos
-Sí. Me pareció que sería muy retador a nivel
narrativo cruzar ambas historias, que terminan igual y están estrechamente
relacionadas. Siempre me fascinó el Titanic, pero no
se habla tanto del Lusitania. Y como ya has visto, trato de dar protagonismo a
lo que se queda en un segundo plano en la historia.
-¿Por
qué algunos lares y lugares ,querida Virginia, son más propensos a “detener sus
ríos”?-En estos pueblos hay siempre técnicos que van y vienen, pero que no
llenan los pueblos ni de sentido ni de sensibilidad....solo son cuerpos
deambulantes---
-No lo veo así. De hecho, en Detendrán mi río
aparecen personas que se integran tanto al llegar a Caspe que deciden quedarse
en el pueblo y que aún viven allí. Y no solo viven allí: uno de ellos es una de
las personas más activas en la lucha por la recuperación del antiguo Cauce del
Guadalope a su paso por Caspe, antes de que fuera desviado para construir el embalse
de Mequinenza. Lo que ocurría era que, en líneas generales, eran personas que
venían de la España más pobre y tenían que buscarse la vida. Las obras de un
embalse son largas, pero duran toda la vida. Eso les hacía vivir desarraigados
si mantenían esa forma de vida. Otros cambiaron de profesión y se quedaron e
incluso compraron casas que sabían que iban a quedar sumergidas en apenas una
década.
-¿Hasta
qué punto una presa desarraiga a todo un pueblo y a sus habitantes y más allá
de esto...al futuro...?
-Es una cuestión personal y a la vez grupal
porque el dolor es compartido. Se puede pasar por una especie de duelo, y las
fases de un duelo nunca son lineales ni iguales en la misma persona. En la
mayoría de los casos hay negación, que puede prolongarse más o menos, hay
rabia, hay tristeza y al final se encuentra la manera de salir adelante, con
una herida que puede estar bien cerrada o no. Una persona te puede contar que
después de 40 años aún no logra acercarse a ese embalse y otra te contará que
cada vez que baja el agua necesita ir a ver las ruinas de su casa. Cuando esa
herida se enquista, y más cuando en el pueblo en cuestión hubo violencia y
silencio impuesto, repercute en el futuro, en la descendencia. El trauma
transgeneracional es común en este tipo de desplazamientos y uno puede sentir
la pena de su abuelo.
-Porque hasta qué
punto el arraigo te hace quedarte en un lugar que, aunque no inundado, queda
como condenado al abandono fruto de la presa...
-A veces el arraigo no basta. Si todo tu valle
ha quedado condenado, aunque tu pueblo se salve, es muy posible que tengas que
irte porque te han roto las conexiones sociales y económicas con los pueblos de
alrededor, que quizás ya no existen.
-Te
daría para una novela muy sugerente, pero prefieres ser más directa, más
incisiva, aunque sutil...
-No me imagino escribiendo novelas porque no
tengo imaginación.
-Tu abuelo es de Terrinches, Cuenca, pueblo que tiene un proyecto de
repoblación interesante, ¿qué nos puedes contar? Porque todo esto, todas tus
vinculaciones con tus raíces, ancestros y demás —sobre todo aquí destaco la
figura de tu abuelo--, sobresalen desde tu narrativa, ¿no?
-Terrinches es un
pueblo pequeñito de Ciudad Real. Es mi pueblo y también el de ese abuelo que
aparece en casi todo lo que escribo. Su presencia es fundamental porque su
figura es la que me llevó a indagar sobre el arraigo y porque ahí nace mi
necesidad personal de contar estas historias para entender que lo que viví
forma parte de algo más allá de mí o de mi familia: tuve que dejar el pueblo a
los 13 años y no entendí nada. Fue una de las cosas más dolorosas que he
vivido.
-¿Es
también una novela de personajes y de deseos, también de “bofetadas con la
realidad”?-La relación con Los Libros del KO veo, noto, intuyo que
es muy buena y fructífera, ¿es así?
Es muy buena, sí. Con Emilio Sánchez
Mediavilla cerré Quién te cerrará los ojos sintiendo que había hecho un master
de periodismo narrativo. A veces se me ocurren historias por las que pienso que
nadie apostaría y ahí aparece Emilio, subiéndose a todos los barcos.
-Una editorial,
valiente que apuesta por plumas atrevidas, descaradas, que tienen algo nuevo a
contar, sin prejuicios y dando en el blanco... -¿Nos
puedes decir, amiga, en qué andas trabajando ahora...nos puedes dar alguna pista?
-Ahora mi trabajo está en Oliete
(Teruel). Quién te cerrará los ojos me hizo ver la necesidad de volver a lo
rural por pura coherencia. Volví a mi pueblo con mucha ilusión por quedarme
allí y poder trabajar, pero no funcionó. Lo he seguido intentando y también me
quedé en Caspe por Detendrán mi río. Finalmente, he encontrado mi sitio en la
comunicación de Apadrinaunolivo.org, así que cada vez estoy más cerca de
vosotros.
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Matas (Teruel)
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