Cazarabet conversa con... Javier Sánchez Zapatero, autor de “Arde
Madrid. Narrativa y Guerra Civil” (Renacimiento)
Javier Sánchez Zapatero nos acerca a
la Guerra de España tomando como escenario Madrid en este Arde Madrid, desde la Narrativa de la Guerra y reuniendo en un solo
libro un conjunto de plumas y sus respectivas narraciones dentro de la colección Espuela de Plata.
España en armas de Editorial Renacimiento.
En el libro, en este ensayo se
desgranan, reflexiva y narrativamente hablando, los principales acontecimientos
que tuvieron lugar en el Madrid de la
Guerra de España….
Pero el ensayo también se acerca a
cómo estos acontecimientos se narraron
incluso una vez pasados los años de guerra.
La obra narra, busca y “piensa”,
reflexionando, analizando, sobre obras
de autores tan diferentes como diferenciales
como Agustín de Foxá, Wenceslao Fernández
Flórez, Ramón J. Sender, Arturo Barea, Elena Fortún,
Manuel Chaves Nogales, Max Aub, María Teresa León,
Valentín de Pedro, Ángel María de Lera, Camilo José Cela, Juan Eduardo Zúñiga,
Antonio Muñoz Molina…..autores del XX y del XXI.
Con este análisis se puede ver cómo en
la narrativa han ido evolucionando ciertos episodios de la guerra que tuvieron
como escenario la ciudad de Madrid…
Este autor, profesor de Teoría de la
Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Salamanca ha publicado,
además, Escribir
el horror. Literatura y campos de concentración (2010), Max Aub y la escritura de la memoria (2014) o El
libro de la XV Brigada. Relatos y testimonios de la Guerra Civil española
(2019).
Javier Sánchez Zapatero es, también,
crítico literario, además desde la Universidad de Salamanca codirige el
Congreso de Novela y Cine Negro.
Lo que nos dice la editorial, la
sinopsis:
A partir del análisis de obras de un
heterogéneo grupo de autores formado por Agustín de Foxá,
Wenceslao Fernández Flórez, Ramón J. Sender, Arturo Barea, Elena Fortún, Manuel Chaves Nogales, Max Aub,
María Teresa León, Valentín de Pedro, Ángel María de Lera, Camilo José Cela,
Juan Eduardo Zúñiga, Antonio Muñoz Molina y un largo etcétera, Arde Madrid.
Narrativa y Guerra Civil estudia cómo ha ido evolucionando la representación de
los principales episodios de la contienda bélica acaecidos en la capital y, con
ello, cómo se ha contado la guerra a través de la narrativa española de los
siglos XX y XXI. Frente a los mitos de la épica del «Madrid resistente» o del
terror del «Madrid rojo», el libro pone de manifiesto que hubo muchos modos
diferentes de vivir el conflicto y que, en consecuencia, escribir sobre el
Madrid de la guerra implica escribir sobre muchas ciudades y sobre muchas
guerras, puesto que a lo largo de más de treinta meses fueron múltiples y muy
diversas las formas en las que aparecieron el hambre, la miseria, el miedo, la
destrucción y la muerte para transformar la urbe en un fascinante escenario
literario en el que lo excepcional se convirtió en rutina.
El autor, Javier Sánchez Zapatero: es
profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de
Salamanca, institución en la que codirige desde 2005 el Congreso de Novela y
Cine Negro. Autor de numerosos artículos en revistas y monografías científicas
y del ensayo Escribir el horror. Literatura y campos de concentración (2010),
es crítico literario del diario La Gaceta de Salamanca. Sus líneas de
investigación se centran en el estudio del género policiaco, los procesos de
adaptación cinematográfica y la literatura testimonial vinculada a experiencias
de exilio, guerra y campos de concentración.
Conocer un poco más al autor: https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1818610
Nosotros le hemos realizado dos
Conversas con…
Rumbo hacia una España en guerra; http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/rumboguerra.htm
Cazarabet conversa con Javier Sánchez
Zapatero:
-Amigo
Javier, ¿qué te ha llevado a escribir este libro de literatura que reflexiona
sobre la narrativa, muy diferente y diferencial, que miraba y narraba, describiendo
lo acontecido en el Madrid bélico?
-Desde hace tiempo, una de mis líneas
de estudio tiene que ver con la representación de la Guerra Civil en la
literatura. Me interesa, sobre todo, ver cómo la literatura, y las
interpretaciones que en ella se dan de la guerra, ha
sido en muchas ocasiones instrumentalizada para tratar de imponer una
determinada visión de lo que sucedió. En el caso concreto de Madrid, me parecía
interesante analizar cómo se ha representado lo sucedido durante la contienda,
puesto que, en cierto modo, por su valor representativo y por la cantidad de
títulos, implicaba proyectar una mirada panorámica sobre la historia de la
literatura española de los siglos XX y XXI. Además, es evidente que el Madrid
de la guerra es un escenario muy singular: más allá de ser a la vez frente y
retaguardia, vivió unas condiciones muy singulares durante la guerra:
violencia, políticos, clandestinidad, hambre, miseria, frío…
-Las diferencias no eran
solamente sobre las autorías que sí son muy diferentes por cómo ven los
acontecimientos y por cómo los cuentas---no es lo mismo un Cela que un Muñoz
Molina--; las diferencias iban y van más allá, ¿no crees?
-Las diferencias principales radican,
en mi opinión, en la relación que tuvieron con el conflicto, en la época en la
que escribieron y, por supuesto, en la ideología y la interpretación de los
hechos que se intenta proyectar. No es lo mismo escribir sobre la guerra para
las víctimas, testigos o combatientes directos que para quienes han tenido un
conocimiento indirecto del tema a través de relatos o testimonios de otros.
Para algunos, la guerra fue una experiencia; para otros, es un acontecimiento
del pasado, y eso evidentemente influye. Y también resulta fundamental aproximarse
a esta literatura teniendo en cuenta cuándo fue concebida: no es lo mismo, en
ese sentido, una novela escrita en la propia guerra, llena de propaganda y de
la inmediatez y la pasión del momento, que una compuesta décadas después, con
perspectiva y tiempo para asimilar lo sucedido. Del mismo modo, durante la
dictadura, por motivos obvios, no fue lo mismo escribir sobre la guerra desde
el interior que desde el exilio.
-¿Cómo un mismo acontecimiento
un mismo episodio…cómo puede ser descrito, narrado de maneras tan diferentes? ;¿por qué?...
-Es evidente que la ideología filtra
la forma de describir los acontecimientos, pero también influye la propia
experiencia, y la visión subjetiva y personal que implica. Eso es especialmente
perceptible en las narraciones escritas durante la guerra: así, por ejemplo,
mientras que escritores republicanos como Barea en Valor y miedo o Zamacois en El
asedio de Madrid denuncian la brutalidad de los bombardeos franquistas,
autores afines al golpe como Camba o Fernández Flórez ven con alivio cómo sus
correligionarios atacan la ciudad.
-Pueden haber diferencias en la
manera de narrar, pero mientras se mantengan los hechos tal como acontecieron…
¿no?, ¿a partir de ahí podemos afirmar que esas “diferentes maneras de contar”
son elementos que enriquecen la narrativa?
-En el libro yo he analizado textos
literarios, basados en muchas ocasiones en experiencias reales y que en muchos
casos se han presentado incluso como estrictamente autobiográficos, pero que el
lector percibe como literarios, asumiendo que se basan en acontecimientos que
efectivamente ocurrieron pero que están tamizados por el filtro personal e
ideológico al que antes aludía. La literatura puede complementar a la historia,
pero es evidente que no es lo mismo. Las narraciones que se estudian en el
libro intentan dar vida a la historia, poner nombre a los personajes anónimos
de la guerra, contar la intrahistoria de lo sucedido en Madrid entre 1936 y
1939, constatar cómo la ideología y la experiencia personal provocan que las
cosas puedan verse de forma distinta… pero no pueden sustituir al relato de los
hechos que ha fijar la historiografía, que en los últimos años ha tenido
aportaciones ejemplares como las de, por ejemplo, Gutmaro
Gómez Bravo.
-¿Ha evolucionado mucho la
manera de narrar los principales episodios acaecidos en Madrid ,teniendo en
cuenta que unas narraciones fueron escritas en el siglo XX—de manera más o
menos próxima al siglo XX—y otras en este ya siglo XXI?
-Es evidente que hay una evolución,
que en cierto modo se desarrolla de forma paralela al propio relato de la
guerra en la historia literaria.
Durante la contienda, y salvo
excepciones como la de Chaves Nogales, lo que se escribe es una literatura de
circunstancias, muy ideologizada en algunos casos y compuesta casi siempre con
el fin de participar de algún modo en el conflicto.
En la inmediata posguerra, desde el
interior del país se potencia una literatura sobre la guerra que trata, por un
lado, de justificar y legitimar la acción franquista y, por otro, de denigrar
al enemigo republicano: en los primeros años de la década de 1940 hay decenas
de novelas ambientadas en Madrid que identifican la ciudad con un escenario
caótico y violento, de auténtico terror, que los franquistas han de salvar de
las “garras” republicanas.
A medida que avanza el franquismo, sin
embargo, la guerra va quedando atrás como tema literario y se imponen visiones
en las que se presenta lo sucedido como una especie de “desastre colectivo” del
todos fueron culpables, terminando con el maniqueísmo de antaño pero, al mismo
tiempo, ignorando voluntariamente que la causa definitiva de la guerra fue un
golpe de Estado.
Mientras, durante todos los años de la
dictadura, en el exilio la guerra se intentó relatar luchando contra los mitos
impuestos por el franquismo, insistiendo en la violencia de sus acciones, en la
legitimidad de la defensa republicana y, sobre todo, tratando de mantener viva
la memoria cultura y política de la República.
Y, por último, en la actualidad la
guerra se observa sobre todo como un acontecimiento del pasado que influye y
condiciona nuestro presente y, en general, se intenta huir de las visiones
tópicas y reduccionistas –aunque las sigue habiendo–. Quizá lo más relevante
sobre las novelas del siglo XXI que representan la guerra no está en lo que
cuentan o en cómo lo cuentan, sino en cómo asumen que la categoría de “novela
de la Guerra Civil” funciona ya casi como un género literario propio, con características
propias reconocidas por casi todos los lectores y con un espacio común de
referencias al que acudir. Un ejemplo podría ser La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina, una novela
excepcional que además de muchas referencias históricas contiene referencias
literarias que muestran su deuda con autores como Aub,
Masip, Barea o Chaves Nogales. También Pólvora, tabaco y cuero, de Javier
Valenzuela, evidencia su deuda con toda esa tradición anterior.
-¿Cuánto
hay de mito, cuánto hay de ficción y cuánto de realidad desde estas
narraciones?; preguntado de otra manera o matizando la pregunta anterior: ¿qué
episodios eran más susceptibles de ser narrados o “sentidos desde la narración”
como un mito; cuántos y/o cuáles son más susceptibles de ser utilizados
en la ficción y cuántos o cuáles son o serán siempre como más propensos a ser
reflexionados dentro de la realidad?
-Básicamente, la literatura sobre el
Madrid de la guerra ha fomentados dos mitos: de un lado, el del “Madrid
resistente” que combatía los embates del ejército franquista y sufría los
bombardeos masivos; de otro, el del “Terror rojo” que llenó Madrid, sobre todo
en el verano de 1936, de violencia a través checas, sacas y paseos. Los dos
parten de acontecimientos reales, pero centrarse en los dos, y difundirlos con
fines propagandísticos, implica una mirada reduccionista que olvida que durante
la guerra en Madrid hubo muchas más realidades que esa. La idea principal del
libro es que Madrid en guerra fue mucho más que una ciudad resistente en la que
se cometieron desmanes por parte de los republicanos. Hay muchas caras y muchas
más aristas en la ciudad en esos años, y se muestran en obras de autores de una
y otra ideología a los que a veces no se les ha dado la importancia que merecen
como Valentín de Pedro, Elena Fortún, Arturo Barea,
Paulino Masip, Edgar Neville,
Francisco Camba, Ángel María de Lera, Juan Eduardo Zúñiga…
-La defensa de Madrid, sobre
todo como concepto de Madrid como “la capital resistente” al asedio de las
tropas alzadas y franquistas, ¿tiene un componente de “heroicidad” que se
utiliza y mucho en la literatura y narrativa a la hora de sentir y contar la
Guerra de España?
La épica de la defensa está muy
presente en todas las representaciones de Madrid –incluso en las franquistas,
que tratan de desterrar esa idea presentando a los milicianos como tipos
cobardes que huyen del frente de combate en cuanto tienen ocasión–. Las
primeras narraciones republicanas sobre el Madrid de la guerra, como las de
Herrera Petere o De Guzmán, ya muestran esa idea, que
será retomada después por los narradores del exilio y que aún hoy está presente
en la literatura contemporánea. No obstante, y como es lógico, el tratamiento
cambia: mientras que en los textos de la guerra, escritos antes del desenlace,
hay todavía cierta esperanza en que la victoria es posible y se apela a seguir
resistiendo, en los compuestos por posterioridad se trata, más bien, de
mantener vivo el recuerdo de quienes sacrificaron todo por defender la ciudad
pese a la inferioridad de medios de la que partían respecto a los franquistas.
-¿La victoria se narra de manera
diferente y diferencial, según quien la narra y según su ideología…? ; ¿nos
puedes poner algún ejemplo?
Para los autores partidarios del golpe
de Estado, la victoria en la guerra supone recuperar Madrid como España. La
misma idea que recogieron las ediciones del del ABC de Sevilla y de La Vanguardia del 29 de marzo de 1939 –que titularon,
respectivamente, “Madrid, reconquistado para España” y “Madrid se ha
incorporado a España”– está presente en autores como Camba, Fernández Flórez o
“El caballero audaz”, que conciben el Madrid de la República y la guerra como
una ciudad corrupta, violenta, caótica, terrorífica y extranjera a la que es
necesario liberar y redimir. Frente a esta visión, en los autores republicanos
que narraron lo sucedido al final de la guerra priman las sensaciones de
derrota, de miedo por la represión, de incertidumbre por el futuro, pero
también, de forma ambivalente, en algunos casos hay cierto alivio por sentir
que el tiempo de penurias, de miedo y de miseria de la guerra ve su fin.
Ejemplos interesantes para ver cómo se ha narrado este final son Las últimas banderas, de Ángel María de
Lera, una novela interesante en la medida que fue escrita por un excombatiente
republicano en la España de Franco –llegó a recibir, de hecho, el Premio
Planeta– o Por Dios y por España, de
Diego San José, una novela recientemente recuperada que muestra que, como decía
el personaje de Fernando Fernán Gómez en Las
bicicletas son para el verano, lo que llegó con el final de la guerra no
fue la paz, sino la victoria.
-El exilio es motivo de no pocas
narraciones directas que cuentan cómo éste se sintió, tirando, seguramente del
hilo narrativo que arrancaba en este Madrid de la Guerra de España, ¿qué nos
puedes decir?, teniendo en cuenta que hay muchos exilios, formas de vivirlo,
sentirlo…tantas como formas de expresarlo, ¿es así?
Se suele identificar la
literatura del exilio con la memoria, pero hay que tener en cuenta que esa memoria
no solo implica la nostalgia por el tiempo y el espacio perdidos. Es evidente
que los autores republicanos recrean Madrid con melancolía por lo que pudo
haber sido y no fue, y con la lógica pena de quien sabe que no puede volver a
la ciudad, pero también lo es que la memoria del exilio, y en especial la
memoria del exilio republicano español, es una memoria activa que trata de que
determinados acontecimientos, personajes y acontecimientos de la historia no
caigan en el olvido. Los narradores republicanos intentan hacer una especie de
“contradiscurso” frente a la España del interior, y
por ello tratan de dignificar su memoria
contrarrestar los mitos de la guerra que desde la dictadura se intentan
imponer. Un ejemplo evidente es Campo
abierto, una de las novelas de la guerra de Max Aub,
que en un momento incluye un larguísimo pasaje con los nombres de los miembros
de un batallón de milicianos, como si fuera una respuesta a las listas de
“caídos por Dios y por España” que poblaron el país después de la guerra.
-¿Madrid, todavía “siente en sus
calles” y en las narraciones de manera perenne esa guerra que desgarró su
calles, se abrió desde los bombardeos y nos desgarra entre lo que leemos?
Teniendo en cuenta que todas estas narraciones que has ido trabajando y
reflexionando del Madrid de la Guerra de España, ¿cómo está, cómo se encuentra
en la memoria?
Da la sensación de que a
veces lo ocurrido en Madrid durante la guerra está un tanto olvidado, y que la
sociedad no es muy consciente de lo que se vivió en la ciudad durante ese
periodo. Es cierto que hay iniciativas para recordarlo y estudiarlo, pero en
general parece que hay muchos que pasean por su calles sin saber que no hace
menos un siglo fueron objeto de bombardeos o que en determinados edificios hubo
checas. Al final, la guerra y la memoria siguen siendo motivo de confrontación
política, tal y como se puede ver casi a diario en los medios de comunicación,
y eso dificulta que pueda haber un discurso sosegado y objetivo sobre lo que
ocurrió. De un lado se recuerda sistemáticamente el mito de “no pasarán”, de
otro se denuncia la barbaridad de Paracuellos del Jarama, y quizá lo que haya
que hacer sea integrar ambos fenómenos históricos en un mismo relato, porque
ambos sucedieron y ambos tienen que ser recordados.
-Háblanos, por favor, del
proceso de investigación…de esa tarea tan ardua, de búsqueda, mucha lectura,
poner orden….
Básicamente, hubo dos
fases preparatorias. Primero hubo que recopilar todo el material y hacer un
corpus que no pretendía ser aglutinador sino representativo. La gran dificultad
en esa fase es que muchos de los libros, sobre todo de la década de 1940, eran
de difícil acceso y solo se podían conseguir en bibliotecas especializadas o en
librerías de lance. Una vez leído todo ese material, y combinado con las
aportaciones críticas sobre la literatura y la historia de la guerra en Madrid,
el gran objetivo fue dotar al libro de un relato, de un discurso coherente que
tratara de contar cómo se ha representado el Madrid de la guerra en la
literatura. El objetivo no era hace un “quién es quién” de Madrid en la guerra,
ni tampoco una guía de la ciudad, sino un estudio que explicase cómo se han
retratado la ciudad y la guerra por la literatura.
-¿Cómo
fue hacer la selección de lo recopilado, leído, encontrado…?
La idea era buscar la
representatividad, no la exhaustividad. Soy consciente de que faltan títulos en
el libro, pero lo que me interesaba es que los que estuvieran sirvieran a la
configuración de ese relato que comentaba antes, sin caer en la redundancia.
También me interesaba dar atención a ciertos títulos que hasta ahora han pasado
de puntillas por la historiografía literaria, y por eso libro también intenta
reivindicar a algunos autores y algunos libros prácticamente olvidados hoy: un
ejemplo es Valentín de Pedro y La vida
por la opinión, un libro fascinante sobre el Madrid de la guerra que apenas
es conocido.
-¿Trabajas teniendo en cuenta
como un guión de cuestiones a ir contestando, a ir dando respuesta…?
Más que con preguntas,
he trabajado con un esquema que combinaba dos criterios: la temporalidad
–cuándo fueron escritas las obras y de qué forma el contexto histórico y
literario influyó en ellas– y la representación de la ciudad que proyectaban.
En ese sentido, me interesó mucho la tesis del historiador Javier Cervera que
afirma que Madrid en la guerra fue tres ciudades diferentes: la ciudad
resistente, la ciudad clandestina y la ciudad silenciosa. Partiendo de es base, y asumiendo que en el fondo hubo más ciudades y
que Madrid en la guerra fue tan compleja que prácticamente es irreductible a
cualquier clasificación, lo que intenté fue analizar cómo a lo largo de la
historia se van sucediendo esas representaciones.
-¿Cómo ha sido y fue coordinar todas
estas plumas con sus respectivas narrativas?, teniendo en cuanta que,
seguramente, cada una de ellas nos aporte rasgos narrativos, visiones, pálpito
que es imposible que nos lo aporte otra pluma? Una vez recopilado todo, ¿cómo es la metodología de
trabajo que utilizaste?; ¿cómo le pusiste orden a todo?
Mi intención era que el
libro se convirtiera en un mosaico, que fuera un libro de libros y que después
de leerlo la gente tenga interés en acercarse a los títulos de los que hablo.
Por eso he intentado dar cabida a muchos autores y a muchas obras, aun siendo
consciente de que el valor estético de muchos de ellos es limitado, puesto que
todos han contribuido a fijar en el imaginario colectivo la representación del
Madrid de la guerra. Ahora bien, mi pretensión ha sido hacer que los libros
dialoguen entre sí: contrastarlos, comprobar cómo se complementan y en
ocasiones se refutan y ver, en definitiva, cómo el relato de la ciudad en
guerra es un relato hecho de historia, pero también de mito y de leyenda. Es cierto
que era todo un reto juntar en el libro a autores tan diversos, de diversas
épocas y tradiciones –por el libro pasan Sender, Aub,
Barea, León, Masip, Arconada,
Chaves Nogales, Campoamor, Camba, Fernández Flórez, Neville,
Baroja, Fortún, Cela, De Lera, Barco Teruel, Zúñiga,
Iturralde, Muñoz Molina, Martínez de Pisón, Valenzuela y
un largo etcétera–, pero dejar fuera una época o una tendencia determinada
hubiera dejado el libro cojo.
- Amigo Javier, ¿nos puedes dar
alguna pista sobre lo que andas escribiendo ahora?
Sigo con mis líneas
principales de investigación. Por un lado, la literatura de memoria vinculada a
guerra, exilio y campos de concentración, especialmente centrada ahora en la
Guerra Civil española, a través del proyecto de investigación del impacto
literario de la participación extranjera (hhtp://www.armasyletras.es). Por
otro, la novela negra, tema del congreso anual que co-dirijo
todos los años en la Universidad de Salamanca (http://www.congresonegro.com).
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