Cazarabet conversa con... Luis-Antonio Palacio Pilacés, autor de “Aragón 1918. La gripe
española. Crónica de un desastre olvidado” (Comuniter)
Editorial
Comuniter, desde la colección Es un decir, edita un libro que explica, a modo
de crónica, qué fue y cómo pasó la gripe española por el Aragón de 1918.
Luis-Antonio
Palacio Pilacés le pone letra y ritmo a unos
acontecimientos, trágicos y dramáticos que fueron “un desastre olvidado”.
El libro,
como leerán después, corresponde a un encargo de la Editorial Comuniter a Luis-Antonio
Palacio Pilacés para el centenario de la Gripe
Española en 2018, pero primero por tránsitos en la edición y después otros
acontecimientos, pasando por la Pandemia Civd-19, nos han traído a este año con
un libro que es, a la vez, crónica de un episodio destacadísimo de la Historia
Contemporánea y parte una crónica ampliada y detallada de un acontecimiento de
acontecimientos que, de alguna manera, revivimos en el actual contexto…
La sinopsis
del libro: El autor preparó este libro para que fuera publicado en el
centenario de la “Gripe española”, el año 2018, pero avatares de la edición nos
han traído a 2021, cuando llevamos un año de esta nueva pandemia. En el
trayecto a la luz de esta obra hemos podido comprobar la similar trayectoria de
la epidemia en aquella sociedad de 1918 y de la covid-19 en la nuestra, y que
las diferencias obvias de recursos, en general, no han supuesto modificaciones
sustanciales en los comportamientos humanos. La crónica de Luis-Antonio Palacio
nos relaciona actuaciones heroicas de gentes que se desvivieron---nunca mejor
dichos, muchos perdieron la vida---por socorrer a sus semejantes, y otras,
miserables, de quienes no prescindieron de la mínima comodidad en momentos de
desastre, dando de espalda a su responsabilidad o huyendo del peligro.
Entonces,
como hoy, no se veía el fin de la enfermedad; hoy, como entonces, la
superstición hace de las suyas en las naciones más avanzadas, a pesar de cien
años de avances científicos. Quién nos lo iba a decir.
El autor
nos cuenta lo que fue la gripe de 1918 en la región aragonesa, inscrita en la
realidad más amplia de España, y esta en la mundial.
Aragón 1918 va pueblo a pueblo contándonos lo que fue aquello, casi mes a mes,
con nombres propios de manera que tenemos noticia veraz de actuaciones
individuales de las de la sociedad de entonces. Es una investigación histórica
rigurosa, como las que nos tiene acostumbrados Palacio que trasciende la
aportación al estudio de la época, por el peculiar momento que vivimos cuando
podemos aproximarnos a ella.
El autor,
Luis-Antonio Palacio Pilacés: Zaragozano del año
1963. Licenciado en Historia Contemporánea y Diplomado en Trabajo Social por la
Universidad de Zaragoza. En los últimos años ha publicado distintos trabajos
vinculados de uno u otro modo con la historia más reciente de la región
aragonesa a lo largo de los convulsos años que se extendieron entre la
proclamación de la Segunda República Española y el término de la Segunda Guerra
Mundial, bien desde la perspectiva global de localidades como Zuera o Almudévar o desde la de colectivos tan específicos como los
que configuraron los exiliados aragoneses que buscaron refugio en el norte de
África o el conjunto de nuestros paisanos ,hombres y mujeres combatieron en el
frente del este desde las filas de la División Azul o del Ejército Rojo.
Algunos de sus estudios posan su mirada en la trayectoria vital de determinadas
personas, convertida por los avatares de aquel turbulento período en un
perfecto trasunto de nuestra historia colectiva. Entre sus obras publicadas
pueden citarse: Entre las raíces—2003--, De hombres y sueños—2006--, Rueda,
rueda palomera—2008--, La Nación del olvido—2011—Tal vez el día. Aragoneses en
la URSS 1937-1977, exilio y la División Azul—2011--, El horizonte infinito, los
cuatro nacimientos de Isidoro Lahoz—2015—y El llanto del chacal, historia de
unos muchachos en la guerra de Ifni—2018--. Entre sus trabajos pueden citarse
igualmente obras como Carbón rojo, Caballos de hielo, relacionados con la
crónica negra---analizada fundamentalmente desde criterios sociales--, diversos
reportajes audiovisuales o el Mapa de Fosas de la Comunidad Aragonesa. En la
actualidad sigue trabajando en varios proyectos con vistas a su próxima
publicación.
Nuestros conversas con el autor:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/alforjero.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/isidorolahoz.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/llantochacal.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/labalaylapalabra.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/palacio.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/zuerano.htm
Cazarabet conversa
con Luis-Antonio Palacio Pilacés:
-Amigo Luis-Antonio
cuéntanos, ¿cómo fue, y cuándo, que Comuniter se puso en contacto contigo para
que escribieras sobre la Gripe del 1918 en Aragón, la reconocida como Gripe
Española?-Un reto, un nuevo reto como escritor, historiados, cronista que... ¿Qué
te supuso?
-Bueno,
ante todo me supuso la plasmación de otro viejo proyecto que tenía en mente
desde hacía bastante tiempo. Varios de mis libros responden a ideas formuladas
hace mucho, incluso mucho antes de que pensara que alguna vez llegaría a
escribir o a publicar algo. Esta es una de ellas; el tema me sorprendió cuando
preparando algún trabajo del instituto que ya ni siquiera recuerdo leí las
crónicas sobre los primeros casos, que se produjeron en la zona de la Hoya de
Huesca, muy próxima al pueblo del que es oriunda mi familia. Lo asombroso es
que varias décadas después, en el 2017, que es cuando comencé a trabajar en el
tema, seguía sin existir una monografía que describiera el desarrollo de la
epidemia en el conjunto de nuestra región. Sólo te podías encontrar estudios
parciales de comarcas o localidades concretas. Y muy pocos. Últimamente se
habla más de la gripe española por motivos obvios, pero quiero destacar aquí
que yo investigué el tema entre 2017 y 2018, antes de que nadie pudiera prever
que hoy en día nos íbamos e encontrar en medio de otra pandemia. Y la verdad es
que entonces casi nadie tenía el menor interés por el tema.
-Aunque otra vez te
vistes de cronista, ¿verdad? ese cronista que lo mira todo con esa sensibilidad
sobre “lo social”, verdad?
-Es que
eso es lo verdaderamente atractivo de repasar ese tipo de historias. Yo he consultado
varias tesis doctorales basadas en el tema de la gripe española en nuestro país
y es increíble lo áridas que pueden llegar a ser algunas de ellas. Todo son
gráficas, análisis estadísticos por grupos de edad o profesión... Claro,
supongo que eso es lo que se les exige a los autores en ese tipo de estudios,
pero es imposible que el público en general acceda a uno de esos trabajos, y
mucho más difícil aún que se lo lea hasta el final, porque son aburridos hasta
decir basta. La historia no puede reducirse a una mera enumeración de
estadísticas porque sus protagonistas fueron hombres, mujeres y niños que
vivían en situaciones concretas -nada fáciles, por cierto-, y en un contexto
histórico y social dignos de ser reseñados. Particularmente importante me
parece referirse a las circunstancias de los más pobres, que en buena medida
fueron víctimas no solo de la gripe sino también de su triste situación
personal. Y hablamos de miles y miles de personas, con miles y miles de
historias personales. Evidentemente no podemos recoger todas ellas, pero si que podemos recoger algunas. Y también muchas anécdotas
que a la vez que muy ilustrativas contribuyan a enriquecer el relato; si
semejante drama humano lo reducimos a una cuestión de estadísticas, mejor apaga
y vámonos.
-¿Cómo te lo
tomaste el trabajo previo al de ponerte a escribir con aquello que querías
indagar, investigar…? ¿A qué fuentes documentales te tocó ir?;-Supongo que
mucha hemeroteca debiste tocar, ¿verdad?
-Si
También me ha tirado tirar de archivos, claro, pero el trabajo más voluminoso
ha sido la consulta de las fuentes hemerográficas. En
ese sentido ha sido mucho más sencillo que otros trabajos anteriores, pues
aunque a veces la consulta de la prensa antigua puede resultar tediosa, en este
caso los periódicos aportaron una información enorme, y, lo mejor de todo,
procedente de muchos pueblos diferentes. Por otra parte, resulta curioso
constatar la poca documentación referente a la epidemia que es posible
encontrar en los archivos consultados.
-El ir, tocar,
palpar la pandemia de la gripe de 1918 pueblo a pueblo, ¿cómo te lo planteaste
y cómo fue?
-Pues sinceramente, como viajo muy a menudo por Aragón
-porque para empezar me gusta mucho “ir de pueblos”, que digo yo-, tuve ocasión
de visitar algunas de las localidades más afectadas. Y eso me impresionó
desfavorablemente, pues el recuerdo de la epidemia no solo se ha desvanecido,
sino que también han sido sistemáticamente olvidadas las innumerables personas
que en esos días tan duros dieron lo mejor de sí mismas para ayudar a sus
convecinos. Y estoy hablando de gente que en muchos casos se contagió y murió
debido a su entrega personal. Fueron médicos, practicantes, curas, guardias
civiles, enterradores... Personas que venciendo sus temores acudieron de casa
en casa para alimentar a los enfermos abandonados, médicos que a pesar de estar
enfermos continuaron visitando a sus pacientes incluso cuando para ello tenían
que viajar a caballo hasta aldeas perdidas entre los montes, gente que se
encargó de enterrar a los muertos cuando ni siquiera sus familiares se atrevían
a tocarlos... Pues bien, de todos ellos no queda el menor recuerdo en esos
lugares. Es prácticamente imposible encontrar una placa que les recuerde, un
monumento erigido en su honor, una calle que lleve su nombre... No me atrevo a
decir que no exista ninguno, pero desde la generalidad de esos héroes anónimos
han sido olvidados. Eso es algo que me desagrada mucho de la idiosincrasia
nacional española: el muerto al hoyo y el vivo al bollo... Bueno, pues vale,
pero al menos acuérdate un poco de quienes lo han sacrificado todo por ti, ¿no?
Pues no, nada de nada.
-¿Pudiste hacerte
con fuentes testimoniales que contasen lo que acaeció hace ya más de un siglo?
-Por motivos obvios eso no fue posible ya que todas las
personas que vivieron aquella epidemia han muerto, pero aquí y allá pude
recoger breves testimonios de personas que oyeron contar cosas a sus padres o
sus abuelos. Y también existen algunas memorias personales en las que se citan
los hechos, que conmocionaron realmente a quienes los vivieron en algunos de
los pueblos más afectados. Pero fíjate que hasta en los pueblos que sufrieron
más duramente las consecuencias de la plaga, nadie o casi nadie ha oído hablar siquiera de la gripe española de 1918. Es
increíble.
-¿Cómo fue y cómo
apareció la Gripe del 1918 en España en conjunto? Y en Aragón de manera más
concreta… ¿qué nos puedes contar?
-Claramente llegó desde la vecina Francia. Debo decirte
que desde el primer día estuvo muy claro que su origen no era español, como
también puede afirmarse que su aparición estuvo rodeada de bulos y versiones
infundadas. En los frentes de Bélgica la Primera Guerra Mundial daba sus
últimos coletazos, los soldados morían aún por decenas o centenares de miles y
hubo quien pensó que la enfermedad podía haber sido provocada por los gases
venenosos utilizados por los contendientes, o incluso por la putrefacción de
tantos miles de cadáveres... Era absurdo, claro. De un modo más racional también
se pensaba que podía tratarse del cólera -la última gran epidemia de 1885 dejó
un pavoroso recuerdo- o de brotes de tifus exantemático originados en Portugal,
donde esa enfermedad hacía estragos por esos días. Mucha confusión, vamos... En
Aragón los primeros casos mencionados por la prensa se produjeron en Apiés, cerca de Huesca, y parece ser que la enfermedad fue
“transportada” hasta ese pueblo por hermanos oriundos de esa localidad que
acababan de llegar desde Barcelona. Asimismo conviene mencionar que la plaga se
extendió sobre dos grandes ejes que coincidían con las fronteras de Irún -hacia
Vitoria, Burgos y Madrid- y Port Bou, por toda la costa mediterránea hasta
Valencia, Murcia y Almería.
-Volvamos un poco al libro en sí: No todos los pueblos debían contar
con documentación, aunque supongo que la mayoría sí con los datos mínimos para
empezar a tirar del hilo como, no sé, las defunciones a partir de una fecha,
las causas de la muerte……
-No, mira, si quería hacer un trabajo general sobre
Aragón no podía consultar sistemáticamente los archivos locales porque existen
en la región más de 700 municipios y unas 1200 localidades. Hubiera necesitado
toda una vida. Pero existe una fuente excelente, que no es otra que los relatos
y crónicas enviados a la prensa de las capitales regionales por los
corresponsales locales. Había centenares de ellos, que a veces enviaban sus
informaciones hasta de las aldeas más remotas. Muy a menudo se trataba de los
curas o maestros destacados en esos lugares, y todos y cada uno de ellos se
morían por dar a conocer en las páginas de la prensa lo sucedido en sus
pueblos. Es una fuente extraordinariamente valiosa, y a menudo muy detallada
por lo que se refiere al número de víctimas, las identidades de doctores,
practicantes, alcaldes, curas o vecinos que colaboraron en la lucha contra la
epidemia, o para conocer las medidas adoptadas en cada pueblo por las
autoridades locales.
-¿En todas las
familias la Gripe del 1918, llamada Gripe Española, ésta dejó huella?
-Sin ningún género de dudas tuvo que dejarlo durante
años, pero ya te digo que en la actualidad -te hablo de hace tres años, cuando realicé
la investigación- casi nadie sabía siquiera que hubiera existido una epidemia
tan devastadora. En la actualidad es mucho más conocida porque a raíz de la
actual pandemia se ha hablado mucho de ella. Pero muy pocas personas tienen la
menor idea de lo que pudo pasar en sus propias familias. Además, yo siempre
digo, porque así lo creo, que en España el recuerdo de la Guerra Civil ha
oscurecido hasta eliminarlos los recuerdos sobre otras tragedias anteriores
dignas de una mayor atención por parte de los historiadores, como la Gripe
Española o la infausta guerra de Marruecos.
-¿En qué lugares de
Aragón esta pandemia afectó más y por qué?
-Pues lo curioso es que, al igual que en otras
epidemias, hubo localidades enormemente afectadas mientras que otras muy
cercanas se libraron con muchas menos víctimas. Tampoco faltaron localidades en
las que no se registró ni un solo caso, pese a estar enclavadas en medio de
comarcas asoladas por la gripe. Es cierto que algunos pueblos optaron por
impedir el paso a los forasteros y hasta a la gente del mismo pueblo procedente
del exterior -ahora mismo se me ocurre el caso de Nonaspe-,
pero esas medidas eran ilegales y los gobernadores adoptaban medidas para
impedir esas actuaciones. Por otra parte quizá se viajara menos que ahora, pero
de todos modos por los caminos y ferrocarriles había mucho movimiento e
infinidad de personas vagaban por los caminos. Ya sabes: mendigos, jornaleros
en busca de trabajo... Pero, sea como fuere, aquí en Aragón hubo pueblos como Ibdes, Sástago, Escatrón, Talamantes o Fabara donde la
epidemia fue mortífera y dejó imágenes más propias de las pestes medievales. Y
no parece que tomaran medidas más laxas que otras localidades de su entorno
menos afectadas... Pero si lees el Diario del año de la peste de Daniel Defoe,
referente a la epidemia de peste en el Londres de 1665, verás que eso pasaba
hasta en calles aledañas: en unas moría hasta el apuntador y las de al lado
salían relativamente bien libradas. A veces resulta difícil encontrar un por
qué razonable a ese tipo de cosas, que se han registrado en todas las epidemias
de las que ha quedado constancia.
-¿Afectaba más a
según qué estratos sociales?
-¡Pues
claro, por supuesto que sí! Como siempre desde que el mundo es mundo, los más
pobres fueron los grandes perjudicados. También murió gente muy bien situada,
¿eh?, pero por lo general esa gente, sobre todo en las ciudades, disponía de un
acceso mucho más rápido a los médicos y eso conllevaba una mayor posibilidad de
salvarse. Y luego, aquí en Aragón, a diferencia de lo ocurrido en otras
regiones la verdadera catástrofe se vivió en el mundo rural, mientras que las
tres capitales salieron bastante bien paradas porque la primera ola de la
enfermedad, que atacó en primavera, fue muy poco letal e inmunizó a buena parte
de la población urbana. La segunda oleada tuvo características catastróficas y
atacó con más virulencia en los pueblos. En muchas aldeas pequeñas ni siquiera
había un médico, en otros pueblos se habían marchado al darse por finalizado su
contrato con la “sanmiguelada” -el 29 de septiembre-, y en otros, en fin, los
médicos enfermaron enseguida, dejando a los lugareños sin asistencia de ningún
tipo y sin posibilidades de buscar refugio en las ciudades, como hicieron
algunas personas adineradas.
-¿Guarda aquella
crisis sanitaria de 1918 paralelismos con la actual? ¿Es que hemos avanzado
poco o subestimado a las enfermedades de origen infeccioso?
-Guardan paralelismos algunas reacciones de la gente,
pero en cuanto a la manera de afrontar la epidemia las cosas no tienen nada que
ver. Para empezar, entonces los médicos no sabían a ciencia cierta contra qué
tenían que luchar ni cuál podía ser el tratamiento más adecuado; ni siquiera se
conocía a ciencia cierta la existencia de los virus. Tampoco existía una red
sanitaria pública, ni nada parecido a las actuales Ucis que tantas vidas han
salvado en esta ocasión. Tampoco podían contar entonces con ambulancias
preparadas para asistir a los enfermos, ni con una industria farmacéutica
preparada para diseñar vacunas contra un mal cuyo origen no se conocía a
ciencia cierta... Mira, hace un siglo, cuando las cosas se pusieron realmente
mal muchas personas, a veces familias enteras, murieron en sus propias casas
sin más ayuda que la de un pobre médico de pueblo totalmente superado por la
virulencia de la enfermedad y por las cantidad de enfermos que debía atender. Y
cuando no había médico, con la única asistencia de algún cura, un veterinario o
algún vecino dispuesto a arriesgar el pellejo por echar una mano. En
comparación a lo que está ocurriendo ahora, aquello fue devastador. Lo que pasa
es que para unas generaciones como las nuestras, que por fortuna no hemos
conocido ni el horror de las guerras ni los desastres de una epidemia
descontrolada, la actual coyuntura puede parecernos una catástrofe
apocalíptica... Pero la pura verdad es que no es así: la Historia está llena de
epidemias mucho más dramáticas que esta que la gente tenía que enfrentar con la
sola ayuda de sus oraciones. Y la Humanidad sobrevivió, la sociedad no se
desmoronó. Y quiero decir aquí que aunque en 1918 el temor era grande y cundía
el desconcierto ante lo que estaba ocurriendo, en ningún momento surgieron
movimientos sociales tan grotescos y nocivos como el actual negacionismo que
vemos a diario por televisión. Los habitantes del mundo desarrollado tenemos
acceso a la educación universal y a toda la información que deseemos, y muchas
personas utilizan esa libertad y esas posibilidades para llegar a conclusiones
ridículas y entregarse a teorías descabelladas... Estupideces del primer mundo:
en los países pobres no se pueden permitir el lujo de perder el tiempo con esas
chorradas de pijos ricos.
-¿Qué medidas se tomaron? ¿Fueron diferentes las medidas tomadas en el
entorno urbano respecto al rural?
-Aquí en España no se forzó al uso de mascarillas, que
en otros países fue generalizado. En lo que más hincapié se hizo fue en la
desinfección; de hecho hasta se crearon estaciones de desinfección en los
puestos fronterizos y las estaciones de ferrocarril. Eso era bastante inútil
contra la gripe y algunos médicos lo sabían, pero desde luego en un contexto
tan insalubre como la España de 1918 esas desinfecciones masivas no podían
tener más que un efecto beneficioso. Por supuesto se prohibieron los actos
públicos de masas, se cerraron cines y teatros, se suspendieron infinidad de
festejos populares, se intentó aislar a los enfermos... Algunas de esas medidas
han tenido un paralelismo muy llamativo en la actual crisis sanitaria, como la
suspensión de las fiestas, por ejemplo. Y hay que decir que en algunos lugares
se obcecaron en celebrarlas y eso provocó que la enfermedad llegara a esos
pueblos y se llevara por delante buen número de vidas. Justo como está pasando
ahora con todas esas fiestas ilegales. La lucha contra las epidemias
evoluciona, pero por lo visto la condición humana no hay quien la cambie.
-¿A cuántos aragones@s se llevó por delante de 1918?
-Entre
10.000 y 12.000, sin que pueda establecerse una cifra categórica. No se contó
entre las regiones españolas más afectadas, en parte, como queda dicho, porque
las ciudades no sufrieron demasiado las consecuencias de la segunda oleada.
-¿Qué perfil tenían
los afectados por aquella pandemia?
-A diferencia de la epidemia actual, la gripe española
se cebó mayoritariamente con los jóvenes. La mayoría de los que morían eran
hombres y mujeres en plena juventud, mientras que los viejos solían librarse. O
no se contagiaban o no padecían demasiado sus efectos. Algunos investigadores
consideran, aunque no hay plena certeza al respecto, que muchas de esas
personas mayores ya habían tenido contacto con esa cepa de la gripe con motivo
de la grave epidemia de la “Gripe Rusa”, allá por el año 1890. Eso les habría
inmunizado, en cambio los jóvenes padecieron la enfermedad con mayor rigor
porque su sistema inmunitario no tenía defensas contra esa gripe y
“sobreactuaba” para eliminar el patógeno, hasta que en muchos casos el paciente
acababa muriendo ahogado en sus propios fluidos, víctima del mismo sistema
inmunitario que debiera haberle salvado. Era una muerte espantosa y las características
de los cadáveres -la “muerte púrpura” lo llamaron en algunos lugares- provocaba
auténtico terror entre los supervivientes, que ni se atrevían a tocar los
cuerpos de los difuntos. Particularmente duro fue lo que ocurrió con las
mujeres parturientas, que murieron en masa junto con sus niños recién nacidos.
Por añadidura la muerte de esas personas jóvenes provocó una secuela de graves
problemas sociales, pues muchas familias perdieron al cabeza de familia que
aportaba dinero y alimentos al hogar. En muchos otros hogares la muerte de las
madres dejó solos a sus viudos y a toda una tropa de pequeños huérfanos... Ten
en cuenta que por aquel entonces las ayudas sociales brillaban por su ausencia
y la pérdida del salario del padre podía precipitar a una familia en la más
penosa miseria.
-¿Por qué lo
calificas como un “desastre olvidado”?
-Bueno, tu pregunta por ahí, a
ver cuanta gente ha oído hablar de la Gripe Española y lo entenderás. Y eso que
mató a unas 300.000 personas en nuestro país. Quizá más. Fue la mayor
catástrofe sufrida por nuestro país en el siglo XX, solo superada por la Guerra
Civil.
-¿Qué se aprendió
en aquellos tiempos de aquella crisis sanitaria?
-Pues
mira, se aprendió mucho. Lo más importante, la necesidad de crear sistemas
sanitarios públicos y universales. Por supuesto la sanidad pública occidental
no surgiría de la noche a la mañana, pero ese desastre fue su verdadero punto
de arranque. También en España, aunque aquí la puesta en marcha de un sistema
público de salud quedaría paralizada durante mucho tiempo a causa de nuestra
guerra.
-¿Nos puedes
avanzar o dar alguna pista sobre lo que estás trabajando en la actualidad?
-Pues
ando con un estudio sobre lo ocurrido en el municipio de Alcalá de Gurrea durante la República, la guerra y la posguerra. Como
quizás ya sepáis, allí se desarrollaron algunas de las obras fundamentales de
los Grandes Riegos del Alto Aragón. Se crearon poblados obreros y toda la zona
se convirtió en un auténtico hervidero de activismo anarcosindicalista, con la
consiguiente represión salvaje por parte de los sublevados a partir de julio
del 36. Es un trabajo que se quedó colgando hace muchos años y, en cierto,
modo, responde a la necesidad de “cumplir” con ciertas personas que en su día
nos ayudaron. Aunque ahora ya hayan fallecido. Eso por un lado, por otro estoy recogiendo
documentos y testimonios sobre los bombardeos aéreos sufridos por los pueblos y
ciudades aragoneses entre 1936 y 1939. No hablo del uso de la aviación en el
frente de Aragón durante nuestro conflicto civil -de eso ya existe algún
estudio- sino más específicamente del castigo sufrido por la población civil a
manos de las dos aviaciones en liza Y en eso estamos...
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