Cazarabet conversa con... Luis-Antonio Palacio
Pilacés, autor de “El tiempo de los demonios. La epidemia de posesión diabólica
en el Valle de Tena (1637-1643)” (Comuniter)
Luis-Antonio
Palacio Pilacés se mete de lleno en la epidemia de posesión diabólica en el
Valle de Tena entre los años 1637 y 1643… analizando y hurgando en sus muchas
preguntas que retumban más allá de los siglos.
El libro viene a
engrosar la colección Es un decir.
La sinopsis del libro: Sorprende
agradablemente que en este tiempo de confusión y vértigo, el permanente
malestar de la cultura que disfrutamos se desequilibre un poquito con el placer
inquietante que promete la lectura del libro que tienes entre manos, amable
lectora, amable lector, donde el autor, que es un reputado historiador del
siglo XX, nos presenta un episodio del siglo XVII sucedido aquí mismo, en el
Pirineo aragonés: una epidemia de posesión diabólica que duró seis años y que
se documentó ampliamente por las autoridades del reino en su momento y ha
llamado la atención de estudiosos que le han dedicado tiempo, escritura e
imprenta. Y como se supone que estas líneas deben incitar a entrar en el libro,
diremos que el trabajo de Luis-Antonio Palacio es historia rigurosa y, a la
vez, un texto ameno magistralmente escrito. Demonios, por qué no, aquí al lado.
Y pasiones, y viajeros, y uso del poder que se tiene, de la pretensión de
impunidad, y luchas de los pobres por sobrevivir, y por liberarse. Historias
que han trascendido. Nada que nos pueda ser ajeno. Lea usted sobre estas
posesiones diabólicas en el Valle de Tena, que no tienen desperdicio. Demonios
¿por qué no? ¿Acaso no serán los de siempre?
El
autor, Luis-Antonio Palacio Pilacés:
Zaragoza. 1963
Licenciado en Historia Contemporánea y
diplomado en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza. Historiador que
combina la investigación en archivos y el trabajo de campo recuperando la
memoria de los protagonistas. Ha publicado trabajos sobre la historia más
reciente de la región aragonesa, en los años que se extendieron entre la
proclamación de la Segunda República española y el término de la Segunda Guerra
Mundial, en localidades como Zuera o Almudévar; también de los exiliados
aragoneses en el norte de África y de nuestros paisanos que combatieron en el
frente del Este en la División Azul o e1 Ejército Rojo. También ha estudiado
las consecuencias en Aragón de la conocida como «Gripe Española» que asoló
Europa al finalizar la Gran Guerra.
Entre sus obras
publicadas citaremos Entre las raíces (2003), De hombres y sueños
(2006), Rueda, rueda palomera (2008), La Nación del olvido
(2011). En Comuniter, Tal vez el día. Aragoneses en la URSS 1937-1977. El
exilio y la División Azul (2011); El horizonte infinito. Los cuatro
nacimientos de Isidoro Lahoz (2015); El llanto del chacal. Historia de
unos muchachos en la guerra de lfni (2018); Aragón 1918. La gripe
española (2021) y Viento de lucha. República y Guerra Civil en Alcalá de
Gurrea y la colonia obrera de Tormos (2023). También ha publicado Carbón
rojo y Caballos de hielo, relacionados con la crónica negra,
analizada desde criterios sociales. Ha participado en distintos programas
audiovisuales y en la elaboración del Mapa de Fosas de la comunidad aragonesa
Los
Conversas con…. con este autor:
https://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/alforjero.htm
https://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/isidorolahoz.htm
https://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/palacio.htm
https://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/algunosrecuerdos.htm
https://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/aragon1918.htm
https://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/llantochacal.htm
https://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/labalaylapalabra.htm
https://www.cazarabet.com/conversacon/fichas2/alcaladegurrea.htm
Más
documentación:
https://www.valledetena.com/conocer-el-valle/leyendas-del-valle-de-tena/las-brujas-de-tena/
Cazarabet
conversa con Luis-Antonio Palacio Pilacés:
-Luis Antonio, nos tienes
acostumbrado a tu estilo de “contar historias sobre la historia” a modo
“crónica”, pero con la temática casi siempre te has aproximado a la historia
reciente con la llamada memoria histórica… ¿por qué ahora lo haces indagando en
el mundo de los endemoniados y la posesión diabólica en el Valle de Tena?
-¡Hola una vez más, amigos de Cazarabet! Ante todo
agradeceros vuestro interés, que me permitirá explicar aquí el cómo y el por qué de este último trabajo. Como algunos de mis otros
libros, este procede de alguna cosa que leí siendo todavía muy joven, y que me
impactó lo suficiente como para mantener la intención de profundizar en ello
algún día. Es verdad que es mi primera incursión fuera de los límites de la
historia contemporánea y en este trabajo, más que investigar, lo que he hecho
ha sido recopilar abundantes lecturas de investigadores bien conocidos en el
ámbito de la brujería. Hombres y mujeres muy especializados que no nos faltan
en Aragón, como Ángel Gari o María Tausiet.
-¿Qué te llama la atención de los endemoniados y qué características
tienen de especial las del Valle de Tena?
-Bueno,
lo más fascinante es cómo pudo producirse un fenómeno de “contagio”, desde unos
comienzos que, en mi opinión, en varias de las primeras mujeres “afectadas”
respondieron a motivos pasionales. Claramente aquello tuvo que ser un fenómeno
de histeria colectiva digno de ser estudiado por los mejores especialistas.
Solo que como entonces estos ni existían ni se les esperaba, la lucha contra el
fenómeno quedó en manos de los sacerdotes y todo adquirió visos sobrenaturales.
Realmente fue algo asombroso y digno de ser más conocido.
-¿Por qué esta epidemia de endemoniados se da, más que nada, en las
mujeres?
-En
el valle de Tena fue cosa de mujeres, mientras que los individuos acusados de
haberlas embrujado fueron tres hombres. Es, por decirlo así, algo bastante
atípico. Hay que recordar que en la Europa contemporánea se habían producido ya
otros fenómenos bastante parecidos, como los de la localidad francesa de Loudoun o el convento madrileño de San Plácido, donde las
afectadas siempre fueron mujeres. Cuando la epidemia de posesión de Tena se
extendió a Villanúa y a otras localidades del valle
del Aragón, en esos lugares sabemos que afectó también a los hombres, pero por
desgracia carecemos de la documentación necesaria como para conocer esos
sucesos en profundidad. Sí que sabemos, y no deja de ser bastante llamativo, que aunque en esos lugares los demonios también poseyeron a
muchos hombres, curiosamente siempre les dejaban libres cuando llegaba el
momento de bajar con los ganados a la Tierra Baja. Muy oportuno, ¿no?
-En
aquellos años se creía y se temía a la brujería y a los endemoniados, ¿verdad?
-Sin
ningún género de dudas. Por supuesto algunos hombres doctos de la Iglesia ya
venían expresando sus dudas desde hacía muchos años, pero siempre fueron una
exigua minoría. Y en cuanto a la población en su conjunto, para esas gentes el
Bien y el Mal, Dios y el Diablo, no eran entidades más o menos simbólicas, sino
realidades tangibles y temibles, cada una de ellas por motivos bien
diferenciados. Eso es importante: no podemos intentar comprender esa época y a
los protagonistas de aquellos hechos sin tener muy en cuenta que su sistema de
creencias y valores era muy distinto al nuestro. Y ciertamente, la inmensa
mayoría de las personas creían en el poder del Maligno y de sus huestes. En
cuanto a los endemoniados, no se les culpaba de su destino como a las brujas,
sino que más bien eran contemplados como víctimas dignas de la mayor compasión
y a las que había que ayudar a liberarse de sus verdugos.
-Podríamos
aclarar porque creo que hay las diferencias entre brujas y endemoniadas. ¿Nos
los puedes aclarar?
-No
tienen nada que ver las unas con las otras. Como ya he venido a decir, las
brujas y los brujos -pues también los había, y no en pequeña cantidad- eran
hombres y mujeres que de forma voluntaria, por maldad,
por debilidad o por juicio errado, se habían entregado al demonio de forma
voluntaria. Los endemoniados eran hombres y mujeres cuyos cuerpos y mentes les
habían sido arrebatados por los demonios sin su consentimiento. A menudo por
algún tipo de encantamiento o embrujo realizado por las brujas. Para la opinión
popular y para la ley, las brujas merecían el fuego o la horca, los
endemoniados precisaban de compasión y auxilio.
-¿Podías pasar, como quien dice de la noche a la mañana de ser una
mujer “normal y corriente” a una mujer acusada de bruja?
-Bueno,
era tan sencillo como que alguien sospechase de sus actividades, que observase
detalles que le parecieran extraños, movimientos nocturnos inexplicables o
cualquier otra cosa. Ahora bien, no todas esas acusaciones desembocaban en que
esas personas fueran acusadas formalmente de brujería, y mucho menos -y más en
España- en que fueran ejecutadas. En principio se abría una investigación, pero
es cierto que demasiado a menudo el ambiente reinante en un momento dado tenía
mucho que ver con el resultado final del proceso. A veces, como a finales del
siglo XV en el Alto Aragón, la persecución contra las brujas se producía en los
malos tiempos, cuando las cosechas habían quedado asoladas por el clima o las
plagas y el hambre y la peste señoreaban los campos. En esos tiempos difíciles
de temor y angustia toda persona arrestada por brujería tenía más posibilidades
de acabar con sus huesos calcinados en una hoguera.
-Estaban los endemoniados
y los que endemoniaban, ¿verdad? ¿Cómo era el perfil de los segundos “actores”?
-En
el caso de Tena, como queda dicho los acusados fueron tres hombres. Uno de
ellos era el hombre más poderoso y adinerado del valle, los otros dos unos
segundones de medio pelo que le seguían a todas partes para ir picoteando de
sus migajas… Pedro de Arruebo, el principal acusado,
fue señor de Lartosa desde muy joven debido a la
temprana muerte de su padre -y probablemente de su hermano mayor- y se crió como un indisciplinado salvaje, acostumbrado a hacer
cuanto le apetecía sin miramiento alguno. Entre otras cosas, desde muy joven
empezó a coquetear con las artes de lo oculto, en un peligroso rumbo que le
llevó a transgredir los límites y le condujo directamente a las mazmorras de la
Inquisición. Si a su carácter arrojado y prepotente le unimos que era un hombre
guapo y apuesto según todos los testimonios, y que le gustaban muchísimo las
mujeres -empezando por las ajenas-, pues todo estaba servido para un drama de
estas características. Decenas de hombres del valle pasaban los meses
invernales en la Tierra Baja al frente de sus ganados; en los pueblos de la Partacua quedaban sus mujeres, solas, aburridas hasta el
hastío y en el permanente punto de mira del señor de Lartosa,
un joven inquietante, inteligente y apuesto al que no le frenaba ningún límite,
ni moral ni legal. Y ya os podéis imaginar lo que pasaba…
-¿El papel de los exconjuradores y de los
exorcistas y sus perfiles cómo era?
-Las
condiciones que debían cumplir los exorcistas habían sido fijadas en su día por
el Papa Sixto V y no eran fáciles de cumplir. El problema era que en el Valle
de Tena no contaban con ningún exorcista que pudiera actuar como tal. Por tal
motivo, cuando Matías Ximénez y Francisco Blasco, párrocos de Tramacastilla y Sandiniés espectivamente, obtuvieron la confirmación de que esas
mujeres no estaban enfermas sino endemoniadas, decidieron que
si bien no eran exorcistas, no les faltaría la ayuda de Dios en su empeño por
salvar las almas y los cuerpos de sus feligresas, así que se arremangaron y se
pusieron manos a la obra, en una tarea titánica que había de llevarles más de
cinco años. Cierto que en el transcurso de ese tiempo,
en diversas ocasiones contaron con el apoyo de otros sacerdotes que se
trasladaron al valle y les echaron una mano en sus esfuerzos ímprobos por
exorcizar a esas mujeres.
-Y a
partir de ahí, ¿qué es lo que ocurrió?
-Bueno,
la situación en los pueblos afectados fue empeorando con el paso de los meses
hasta caer en una especie de locura colectiva que impedía todo rastro de vida
normal. Las tareas del campo fueron casi abandonadas, el terror destruyó la
convivencia en esas localidades y a ojos de muchos parecía que había llegado el
final de los tiempos… Si te paras a pensarlo, no es poca cosa…
-¿Por qué recurres a esa franja temporal entre 1637 y 1643? ¿Antes o
después no hubo más episodios?
-Porque
ese fue el periodo durante el que se extendió este episodio de posesión
infernal en el Valle de Tena. Antes, no hacía mucho tiempo, habían ocurrido
episodios parecidos en la localidad francesa de Loudun
y en el convento madrileño de San Plácido. Sin embargo, de los interrogatorios
al principal acusado de estos hechos se deduce que episodios similares habían
ocurrido en el valle en los años anteriores, sin que entonces afectasen a más
de una o dos mujeres a la vez, y sin que jamás llegasen a llamar la atención de
las autoridades, y mucho menos de la Inquisición. Pocos años después de que
concluyera la locura en el Alto Aragón se produjeron nuevos episodios
colectivos de posesión demoníaca en Luna y Gelsa, dos localidades enclavadas en
las Cinco Villas y la Ribera Baja del Ebro respectivamente. Por desgracia no
sabemos casi nada de ellos, aparte de que afectaron a numerosas mujeres. El
último episodio conocido ocurrió en Tosos, una
pequeña localidad zaragozana, hacia 1810, durante la ocupación francesa del
territorio.
-¿Remontarte a ese tiempo te
ha sido muy difícil en cuanto a encontrar la documentación y demás…?
-No,
por la simple razón de que en esta ocasión, por
primera vez, no he realizado una investigación propiamente dicha, más allá de
la recopilación bibliográfica. Los documentos ya fueron investigados en su día
por Angel Gari, yo me he
limitado a darles forma y a redondear la historia con múltiples detalles
procedentes de otras fuentes, no de una investigación personal en los archivos
históricos.
-¿A qué atribuyes aquella epidemia que aconteció en el Valle de
Tena?
-Aunque
obviamente no pueda demostrarse, yo creo que este fenómeno empezó más como
consecuencia de una serie de asuntos pasionales, bien de tipo amoroso o
puramente sexual. Afectó en un primer momento a unas cuantas mujeres vinculadas
de uno u otro modo a ese gran embaucador que era Pedro de Arruebo,
y posteriormente se fue extendiendo a decenas de otras mujeres en un episodio
de algún tipo de histeria colectiva. Pero no podemos probarlo, claro está.
Dicho esto, las montañas pirenaicas habían sido desde muchos años antes
escenario recurrente de episodios de brujería, que a veces desembocaron en
crueles cacerías de brujas. A finales del siglo XV, por ejemplo, tuvo lugar en
las montañas de los alrededores de Jaca una especie de posesión colectiva en la
que las mujeres afectadas -siempre mujeres, como en Tena- ladraban como perros
sin poder hablar ni poder detenerse. Un enigma que pareció solucionarse con la
muerte atroz de varias supuestas brujas, ahorcadas o quemadas en diversos
puntos de esa comarca.
-Pero
no eran solamente endemoniados… Todos los personajes a su alrededor y que
pululan por allí son la mar de variopintos, ¿verdad?
-Si,
sí… Allí estaban los hombres que impartían justicia en el valle, y los curas
venidos desde la Tierra Baja para echar una mano en los exorcismos, algunas
mujeres que en su día habían sido acusadas de brujería y habían salvado el
pellejo, los inquisidores llegados de Zaragoza, etc…
Y en lo referente a la brujería, más allá de este episodio estaban los
“saludadores” que desde la más rotunda ilegalidad señalaban a las brujas de
cada pueblo por donde pasaban, o los nigromantes que hablaban con los muertos, o
los astrólogos que buscaban el destino del hombre en las estrellas, o los
alquimistas que pretendían convertir en oro los metales más viles… Todo un
pequeño universo propio que basculaba entre el mundo de lo material y lo
espiritual, entre el mundo del Bien y del Mal…
-¿Detrás de todos estos fenómenos está el miedo y la ignorancia?
-Por
supuesto, a fin de cuentas era lógico que esos
aldeanos se sintieran aterrados ante lo que estaba ocurriendo, que parecía la
obra evidente de una legión de demonios que campaban a sus anchas por sus
pueblos. No olvides que estamos ante una sociedad y unas gentes miserables que
siempre tenían sus motivos para vivir atemorizadas: la guerra, el hambre, la
peste… A veces, todos esos elementos a la vez. Era difícil llegar a viejo en
aquel mundo, y si para colmo de males se las tenían que ver con el poder del
Maléfico, pues puedes imaginarte…
-¿Qué papel juega la Inquisición en la persecución de este fenómeno?
-Para
el año 1637, la Inquisición española hacía ya mucho tiempo que se mostraba
reacia a investigar asuntos relacionados con la brujería. El escepticismo se
había extendido desde el famoso proceso de Zugarramurdi, en 1610. Sin embargo,
el Tribunal de la Inquisición de Zaragoza se vio forzado en cierto modo a
involucrarse cuando el propio gobernador de Aragón, representante del rey en el
territorio, ordenó la detención de Pedro Arruebo y
Miguel Guillén y su traslado a Zaragoza para su entrega al Santo Oficio.
Después de eso se implicó a fondo, envió dos delegaciones al valle e interrogó
severamente a los acusados antes de condenar a Arruebo
a una dura pena de galeras y latigazos. Por cierto que
el inquisidor Bartolomé Guijarro falleció por motivos desconocidos durante su
estancia en Tramacastilla, lo cual acabó de extender
aún más el pánico, pues a nadie le pudo caber la menor duda de que quienes
habían sido los autores de su muerte habían sido los mismos demonios que aquel
hombre había pretendido combatir. Y si estos eran tan poderosos como para
acabar con la vida de todo un inquisidor de Aragón, ¿quién tendría la fortaleza
necesaria para detenerles?
-Y
ahora, qué…? ¿Nos puedes dar alguna pista sobre lo que
andas investigando de cara a un futuro libro?
-Pues
posiblemente el próximo trabajo que se publique es una recopilación de más de
160 testimonios orales sobre la Guerra Civil que recogí por todo Aragón en los
meses previos a la pandemia de COVID, hace ya unos años. Recogí testimonios en
los puntos más dispares de la comunidad -desde Pomer
hasta Albelda, desde San Juan de Plan a La Puebla de Valverde-, de gente que
eran niños y adolescentes durante la guerra, en el bando de los sublevados o en
el republicano. Realmente, aquello fue una recopilación de los “últimos
testigos”, en el sentido más literal de la expresión, y espero que el trabajo
resultante vea la luz en un día no muy lejano.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)