Cazarabet conversa con... José Luis López de Lizaga, autor de “Almería. Sobre la muerte y el duelo” (Laertes)  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hablamos sobre la muerte y el duelo con José Luis López de Lizaga.

El Instituto de Estudios Turolenses organizó un ciclo de charlas por el territorio de nuestra provincia que era abierto en Alcañiz un lluvioso sábado de marzo por el filósofo madrileño que actualmente da clases en la Universidad de Zaragoza, José Luis López de Lizaga.

El tema a tratar por él y a ser escuchado por otros era la muerte y el duelo, tema sobre el que anteriormente el filósofo había escrito un libro, editado por Laertes, llamado Almería. Sobre la muerte y el duelo.

A la gente, todavía hoy, le da “cierta cosa” hablar y poner sobre la mesa el tema de la muerte y del duelo…y eso que digamos que hemos avanzado y lo miramos más de frente y, por la tanto, también lo hablamos, pero no lo suficiente, ni muchos menos….

La muerte nos pilla siempre “como de sorpresa” y como es la última etapa o el último escalón del trayecto de la vida y vemos ahí, “el final", me temo que preferimos no hablar de ello y seguir echando tierra encima, nunca mejor dicho….pero si lo hacemos podemos descubrir muchas cosas y todas positivas por que la muerte no solo nos dice mucho de la vida si no que es un desfile de todas las vanidades e hipocresías…así que si sacamos nuestro disfraz cínico, también podemos tomar unas buenas lecciones.

Pero la muerte es un instante, digamos que un breve instante en que se pasa de “estar en vida” a como de repente estar muerto…como si nos desenchufaran de la luz y pateasen en enchufe…detrás hay otra etapa, quizás poco cuidada, y es el duelo. Si a nuestra sociedad y a nuestra cultura, muy aderezada por la religiosidad sobre todo católica, ya le cuesta hablar de la muerte, quizás porque al catolicismo le convenga que le tengamos “como miedo”, menos se aborda el duelo. El duelo, se dice que hay que pasarlo y hoy ya no tanto, pero yo que nací en 1974, todavía he visto que como más una sobre todo, aquí también hay sesgo de género y sexo, más se viste de cabeza a pies de negro ----con pañuelo negro y calzas negras en pleno verano---- y cuantas más lágrimas derramas más quieres a la persona que ha dejado de estar con nosotros. Hay unos preceptos a cumplir y punto si en el acompañamiento de la muerte o en el duelo no los cumples, eres poco más que un o una apestado y en esas estamos.

Por eso, asistir a charlas como la que López de Lizaga dio en Alcañiz o acercarse a libro como el que escribió para Laertes, recordemos Almería. Sobre la muerte y el duelo de la Serie Logoi de Laertes, pue mejor que mejor…pues nos acerca a ver, sentir y reflexionar la muerte y el duelo de una manera diferente a la que, por cultura y mucha religiosidad con no poco miedo, se nos ha impuesto…

Como la entrevista también tendrá que ver con el libro vamos a ver qué nos dice la sinopsis: Escribí este libro tras la muerte de mi padre, ocurrida en febrero de 2022. El libro contiene el relato personal de aquellos días, pero es también un ensayo filosófico sobre la muerte y el duelo. Me propuse dar palabras a mi duelo, porque muy pronto me di cuenta de que las palabras disponibles, convencionales, no me servían. Eso me condujo a revisar también las ideas sobre la muerte propuestas por algunos filósofos a los que había estudiado, especialmente Sören Kierkegaard, y a contrastarlas con mi propia experiencia. De ese modo descubrí que Kierkegaard y otros filósofos han hablado mucho sobre la muerte propia, pero han descuidado la experiencia de la muerte del otro y la importancia que esta tiene para nosotros. Por último, en algunas de las reflexiones que contienen estas páginas me pregunto por el significado que tienen la religión y el culto a los muertos para una persona atea como yo. «La muerte es la maestra de la seriedad», escribió Kierkegaard. Este libro sostiene que esta frase es correcta, pero que no conduce a las conclusiones que Kierkegaard extrajo de ella.

El autor:

José Luis López de Lizaga se doctoró en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid con una tesis sobre la teoría social y política de Jürgen Habermas, y es profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza desde 2006. Es autor de numerosas publicaciones académicas sobre filosofía social, moral y política, entre las que destacan los libros Lenguaje y sistemas sociales (Zaragoza: PUZ, 2012) y Habermas (Barcelona: RBA, 2016).

También ha publicado un libro de viajes titulado El Ártico (Barcelona: Laertes, 2020), y varias traducciones de filósofos alemanes contemporáneos como Nietzsche, Horkheimer, Habermas o Arendt. Es codirector de Análisis. Revista de investigación filosófica. Forma parte, desde su fundación en 2010, de la Red Internacional de Ética del Discurso, que tiene su sede en Argentina y agrupa a especialistas en filosofía moral y política de varios países europeos y latinoamericanos.

 

 

 

 

 

Cazarabet conversa con José Luis López de Lizaga:

-Amigo José Luis, crees que el día que normalicemos que la muerte es una fase más de la vida deje de ser un tema tabú; Bueno de hace unos años para acá ya hay más consciencia sobre esto, ¿no?

-A menudo se dice que la muerte es un tema tabú en nuestras sociedades, pero no comparto esa opinión. Creo que en general hay pocos temas tabúes en las sociedades democráticas, en las cuales se discute y se cuestiona todo, y la muerte no es una excepción. Otra cuestión es cómo hablamos sobre la muerte, cómo la abordamos, y cómo abordamos también otros fenómenos emparentados: el final de la vida, la vejez, la decrepitud, el duelo por la muerte de personas queridas, etc. Estos temas merecerían una reflexión colectiva más sosegada. El duelo, por ejemplo, puede ser un periodo muy difícil para algunas personas. Requiere interrumpir el ritmo de la vida cotidiana, requiere un tiempo de recogimiento, de recuerdo, de introspección, porque sólo así se asimila la pérdida de un ser querido. Pero nuestra sociedad no está organizada para que las personas se tomen ese tiempo si lo necesitan. Yo no diría que el duelo es tabú, pero quizás como sociedad no lo estamos abordando como deberíamos.

-Lo digo porque tú mismo más allá de reflexionar sobre ello lo pones negro sobre blanco y todo a raíz de vivir y experimentar la muerte y el duelo de tu padre, ¿qué nos puedes comentar?

-La muerte de mi padre fue inesperada. Me afectó mucho, porque la muerte de los padres es una cesura en nuestras vidas y desencadena procesos emocionales profundos y difíciles de analizar. Escribí mi libro Almería intentando analizar esos procesos emocionales, aunque al hilo de mi propia experiencia pude extraer algunas reflexiones filosóficas sobre la muerte y el duelo que trascienden mi caso particular y que pueden interesar también a otras personas.

-¿Este libro cuánto tiene como de "improvisto" por la muerte de tu padre?, porque sí como bien dices hay una especie de "cisma" entre los días que pasabas en el Valle de Chistau reflexionando, leyendo, escribiendo y el accidente cerebrovascular de tu padre, ¿verdad?; ¿qué te cambia por dentro...de ver la vida de tu padre en peligro, de ver que se recupera y que, de repente...vuelve a darle otro ictus tan virulento como mortal?. No sé si hay algo que nos preparar para esa montaña rusa de emociones...

-Nada nos prepara para algo así. Nunca estamos preparados. Hannah Arendt dijo que toda muerte es inoportuna, y Sartre opinaba algo similar: para este filósofo, la muerte no es —como a veces se piensa— como el acorde final que completa y cierra una melodía, sino más bien como un silencio brusco que la interrumpe. Apurando la metáfora sartreana, tal vez diríamos que la muerte es la nota disonante que desbarata la melodía de una vida. Rara vez estamos preparados para esa interrupción que siempre deja algo a medias, que siempre trunca algo. Casi nunca estamos suficientemente preparados ni para la muerte propia, ni para la de quienes amamos.

-Me surge aquí una pregunta cuando hay una enfermedad –es este caso un ictus que malogradamente se repitió de manera fatal—tu con el primer ictus te pones como “en guardia”, ¿se puede “entrenar” el entorno de cara a la muerte y quizás, un poco así avanzar en el duelo de duelos?; ¿se presiente, de alguna manera, que nada va a ser igual y que…?

-Pienso que podemos estar prevenidos, sobre todo si la persona que muere ya es mayor, o está enferma desde hace tiempo, etc. Pero cuando finalmente llega la muerte, si esa muerte nos toca de cerca, desencadena un proceso emocional muy complejo y completamente imprevisible. Ese proceso es el duelo, una de cuyas principales características es que no lo controlamos. No sabemos exactamente cómo discurrirá, ni cuánto tiempo durará, ni cómo acabará. Es ingenuo pensar que podemos prepararnos para un duelo. Y pienso que es mejor así, porque nuestra relación con la muerte es una relación con algo que no dominamos, con un poder que nos vence a todos antes o después. Es mejor aceptar esa vulnerabilidad, y dejar que el duelo nos duela todo lo que tenga que dolernos. Por el contrario, el intento de controlar, gestionar y “despachar” demasiado rápido el proceso de duelo puede conducir a duelos patológicos, como ha estudiado, por ejemplo, el filósofo y psicoanalista italiano Massimo Recalcati. 

-El día que hablemos de la muerte cara a cara como una parte más de la vida ¿Aquel día se asumirá el duelo de otra manera, no…como de manera más sutil, como más natural…sin llegar a exteriorizar de una manera en que si no lloras no parece que “sientas querencia” o a “casi sobreactuar”? —que se entienda bien, por favor…-

-La expresión de las emociones está mediada culturalmente, y puede cambiar en distintas sociedades y en distintas épocas. La tristeza, la alegría o el enamoramiento se expresan de manera diferente en la antigua Grecia, en las tribus amazónicas y en las sociedades desarrolladas del siglo XXI. Con el duelo sucede lo mismo. Yo diría que, a medida que la religión pierde autoridad en nuestras sociedades secularizadas, el duelo se desplaza al ámbito de la vida privada y queda menos codificado por convenciones sociales, compartidas colectivamente. Hoy ya no “se exige” ni “se espera” que una persona que ha perdido a un ser querido llore, o se vista de luto, o encargue una misa por el alma del difunto, o vaya al cementerio el día de Todos los Santos, etc. Hoy podemos atravesar el duelo por nuestros difuntos sin hacer nada de todo eso. Considero que esta libertad individual en relación con el duelo es algo bueno.

-De todas formas, el duelo tendrá siempre cinco o siete fases, ¿no o cómo lo ves?: ¿la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación a la que otros añaden el dolor y la culpa con la confusión?;aunque estas fases no tienen un "orden preestablecido", ¿verdad? cada uno lo vive a su manera, ¿no?;¿por qué?

-Conozco esas fases, sí. Y me parece que aportan una guía muy útil para que una persona se prepare para lo que va a vivir cuando se enfrenta a un duelo. Pero son fases meramente orientativas, un esquema que después la realidad confirma o desmiente en cada caso particular. Decía antes que es un poco ingenuo pensar que podemos prepararnos para un duelo como se prepara, digamos, un viaje, por ejemplo periodizando estrictamente cada una de esas fases y asignándoles un periodo de tiempo aproximado. Enfrentar así un duelo tendría mucho de pensamiento mágico (con ropaje científico, eso sí). Sería como invocar la magia para hacer propicias las fuerzas de la naturaleza. Las cosas no funcionan de ese modo, nuestros afectos no funcionan de ese modo, son más indómitos e incontrolables.

-¿Tenemos necesidad de experimentar el duelo tal como está preestablecido como seres vivos para empatizar más y mejor con quiénes lo sufren o mejor dicho para integrarnos más y mejor en la sociedad?

-No lo creo. Como dije antes, ya no hay una forma “preestablecida” y obligatoria de atravesar un duelo, si es que alguna vez la hubo. Emancipados de la tutela de la religión, hoy podemos relacionarnos con la muerte de otro modo, y también con la muerte de nuestros seres queridos.

-Como filósofo, ¿te has visto más respaldado por tu formación a la hora de mirar a la muerte y afrontar el duelo?

-Muchas veces se nos pregunta a los profesores de filosofía para qué sirve nuestra materia. Seguramente esta pregunta admite varias respuestas posibles, pero yo diría que la filosofía sirve (entre otras cosas) para aportar espesor conceptual a nuestra experiencia personal. En mi caso particular, la filosofía fue, sin ninguna duda, una herramienta muy útil para elaborar intelectual y emocionalmente la muerte de mi padre. Si la filosofía me sirvió de algo alguna vez, fue precisamente entonces.

-¿Qué de bien hace hablar de la muerte con total naturalidad...contando lo que de ella te impone y lo que no?

-Cada persona sabrá si prefiere hablar o callar sobre la muerte (la suya propia o la de otros). Pero yo creo que debemos mirar la realidad de frente, y en relación con la muerte (la de uno mismo o la de otros) eso requiere, antes o después, hablar de ella con franqueza. Otra cuestión es cómo hablar abiertamente con otra persona sobre su propia muerte, cuando esta es inminente o está muy próxima. Eso no es nada fácil, y no solemos hacerlo bien. El lenguaje de la religión tampoco ayuda mucho a esto, en mi opinión. Me parece que la mejor manera, o la única, de hablar con otro sobre su muerte es darle pie a que sea él o ella quien nos hable a nosotros. Cualquier otra cosa, incluyendo las palabras convencionales con las que intentamos (aunque sea con buena intención) dar ánimos al otro, sólo consiguen dejar muy solo al moribundo. En mi libro Almería he dedicado algunas páginas a este asunto, que considero muy importante.

-¿Hay un momento ante la enfermedad extrema en que nos conformarnos, nos dejamos ir y es la manera de “asumir por nosotros mismos” y sin engaños la realidad?

-Hay un momento en que debemos mirar a la muerte de frente. La nuestra y la de otros.

-Aquí en el contexto de una educación nacional católica, ¿esto debió de tener su influencia sobre la manera de "encarar" la muerte y sobre la manera de "pasar" el duelo, ¿qué nos puedes decir?

-He apuntado algo sobre esto en mis respuestas anteriores. La cultura y la sociedad españolas han estado muy influidas por la religión católica, por razones históricas que todos conocemos. Esa influencia ha ido remitiendo desde el final de la dictadura franquista, aunque la Iglesia sigue teniendo mucha autoridad en algunos sectores de la sociedad y en algunos contextos, y uno de ellos es, precisamente, el ámbito que se relaciona con el final de la vida y con la muerte. Hasta hace muy poco, la Iglesia católica prácticamente monopolizaba los rituales funerarios, las palabras del duelo, la articulación simbólica de la experiencia de la muerte de los seres queridos. Eso está cambiando, y es bueno que sea así. Debemos disputar ese monopolio de la Iglesia desde una perspectiva laica. Debemos reivindicar la importancia de los ritos funerarios, y debemos inventar nuestros propios rituales de despedida y nuestros propios recursos simbólicos para abordar estas experiencias, porque también a las personas agnósticas o ateas se nos mueren nuestros seres queridos, y también nosotros necesitamos atravesar el duelo. Y no nos sirven los recursos que ofrece la religión para articular estas experiencias.

-Perdona, quizás esta pregunta es muy "elemental", ¿qué filósofos nos pueden ayudar a aproximarnos "como más plácidamente a la muerte"?

-Mucho de lo que se ha escrito sobre la muerte en la historia de la filosofía occidental está orientado a mitigar nuestro temor a la muerte. Así sucede con los intentos —muy numerosos desde el Fedón de Platón— de demostrar que los seres humanos tenemos un alma que sobrevive a la muerte de nuestros cuerpos. Curiosamente, ese enfoque intenta mitigar nuestro temor a la muerte negando el fenómeno mismo de la muerte. Otros planteamientos son más sutiles, por ejemplo, el de Epicuro y Lucrecio (retomado muchos siglos después por Schopenhauer), quienes argumentaban que la muerte no debería preocuparnos, porque cuando ella llega nosotros ya nos hemos ido, y mientras estamos vivos ella aún no ha llegado. El argumento es ingenioso, pero obviamente ignora lo esencial, y es que lo que nos preocupa de morir no es lo que sucederá cuando ya “nos hayamos ido”, sino saber ahora que moriremos en algún momento, especialmente si tenemos razones para pensar que podemos morir pronto. Por eso es tan importante la renovación de esta problemática en la filosofía contemporánea, desde Kierkegaard hasta Tugendhat pasando por Heidegger. Estos autores analizan con mucha más profundidad nuestra relación con nuestra propia mortalidad, y explican mejor por qué nos preocupa morir. Pero no creo que sus análisis nos ayuden a morir más “plácidamente”. Más lúcidamente, eso quizás sí. Pero la filosofía promete, en general, lucidez, no placidez. 

-¿Y al duelo?

-Sobre el duelo los filósofos han escrito mucho menos, prácticamente nada. Creo que esto se debe a que, en general, la filosofía evita los temas muy cargados emocionalmente, y este es uno de esos temas. En cambio, en la historia de la literatura hay muchísimos testimonios y expresiones del duelo. Podemos tomar esos textos literarios como punto de partida para el análisis filosófico (es decir: conceptual) de la experiencia del duelo.

-¿Qué papel tienen las religiones ante la vida y la etapa final que es la muerte?, quizás lo mejor sería que no tuviesen ningún papel porque “juegan “con el miedo…

-Las religiones tienen un discurso muy elaborado sobre la muerte. No creo que ese discurso solo infunda temor, porque las personas obtienen otras cosas de la religión, por ejemplo: consuelo, esperanza, etc. Ahora bien, ese discurso solo funciona para los creyentes. Es decir: solo convence, o interesa, o consuela a los creyentes. A quienes no somos creyentes no nos sirve, no nos dice nada.

-Enlazo con la pregunta anterior: si llevas una buena vida aquí vas al cielo, si no ardes en el infierno o los budistas que te dicen que según qué vida lleves, digamos, que recogerás como si realizasen una regla de tres simple…siempre jugando con el miedo y el escarmiento. ¿Qué nos puedes reflexionar?

-Yo personalmente soy ateo y no tengo ninguna relación con la religión ni con la Iglesia católica o cualquier otra. Pero honestamente, no creo que las personas creyentes sigan pensando en el cielo y el infierno como la hacían los hombres y mujeres de la Edad Media o del siglo XVII. Todo eso de arder eternamente en el infierno por los pecados cometidos en vida, en fin… no creo que nadie lo tome ya muy en serio. En mi opinión las religiones (y muy en particular el cristianismo) atraviesan desde hace por lo menos un siglo un proceso de adaptación a una Modernidad secular que resulta imparable y que es irreversible. Esto explica por qué la religión está a menudo a la defensiva (a veces de un modo agresivo) en relación con cambios sociales como el matrimonio homosexual o la regulación de la eutanasia. Aunque no puedo asegurarlo, mi pronóstico es que las iglesias perderán cada vez más autoridad sobre las sociedades, y que las personas que tengan necesidades religiosas (o “espirituales”, como a veces decimos) las canalizarán de un modo cada vez más personal y ecléctico, desvinculado de dogmas e instituciones. Las religiones orientales probablemente irán ganando peso en Occidente, porque en ese sentido son más avanzadas que el cristianismo u otras religiones teístas. Y creo que todo ese proceso será liberador y positivo.

-Simplemente, ¿hay que aprender a vivir con el duelo?

-El psicoanalista Massimo Recalcati caracteriza el duelo resuelto del modo correcto, no patológico, con una hermosa metáfora. Muchas de las estrellas que vemos en el firmamento nocturno no existen ya, y algunas se extinguieron hace millones de años, que es el tiempo que tarda en llegar su luz hasta nosotros, atravesando inimaginables distancias cósmicas. Esas estrellas han muerto, y no podríamos nunca viajar hasta ellas, encontrarnos con ellas, pero siguen iluminando nuestro presente. Pues bien, nuestros seres queridos ya fallecidos son como esas estrellas extinguidas que vemos en el firmamento nocturno. El final del duelo tal vez debería conducirnos a un pensamiento parecida a esta imagen.

-Depende de cómo vivas la vida vas a vivir la muerte y la vas a convivir porque si la vida se convive, la muerte, para bien y para mal, también....

-Filósofos como Kierkegaard, Heidegger o Tugendhat subrayan que nuestra relación con la muerte es muy determinante de nuestra relación con nuestra vida como un todo. Creo que ese planteamiento es acertado. De cómo nos relacionemos con nuestra propia mortalidad depende que enfoquemos bien nuestra vida, o que, por el contrario, la desperdiciemos y malogremos.

-¿Hay tantas clases o tipos de duelo como situaciones en las que se produce?, me explico no es lo mismo que se muera mi abuela con noventa y pico de años que tener que "asumir" la muerte de un hijo o sobrino...es lo que suele llamarse como "antinatural" y algo en nuestro interior se rebela contra ello de una manera bestial...; después están los duelos ante grandes tragedias como catástrofes naturales, pandemias, atentados o incluso guerras que aunque no nos afecten de manera directa...sí lo hacen, y no poco indirectamente; luego—perdona si te parce frívolo, pero no creo que lo sea—está el duelo ante personas que, por alguna circunstancia, "admiramos" o "nos cae especialmente bien"—quizás porque no los conocemos muy estrechamente---,pero en cuanto nos dejan, algo se rompe dentro de nosotros....por ejemplo, si era un músico su música se queda, pero tendremos el placer de poder degustar más sus composiciones; si es un escritor....cuántos más de sus "aventuras contadas" nos estaremos pendientes es una persona dedicada al arte cinematográfico ,también porque todas estas muertes nos dejan huérfanos de la belleza interna que nos habita y que a veces en muchos de nosotros son como flotadores de subsistencia—hablo muy en serio-- ...¿qué nos puedes reflexionar amigo?

-Creo que, en sentido estricto, el duelo solo lo provoca la muerte de una persona cercana y querida. Es, por decirlo así, una relación interpersonal, de tú a tú. La muerte de miles o decenas de miles de personas en guerras, hambrunas o catástrofes suscita en nosotros otros sentimientos, como la indignación, la compasión, etc. Pero el duelo es otra cosa, mucho más íntima, como lo son también el amor, el perdón y otros fenómenos morales muy complejos. Todos ellos son estrictamente interpersonales (no se puede amar ni perdonar colectivamente), y el duelo lo es también.

-La vida es frágil, hoy hemos amanecido con la trágica muerte de toda una familia de cinco miembros por un accidente de helicóptero en el río Hudson—New York-- … se te encoge el alma en un instante, por una decisión, quizás tomada casi al azar… o a veces por pasar dos segundos antes por un cruce la vida se va y se rompe el hilo con los demás… te demuestra que la vida tiene fragilidad, pero la muerte, a su manera si lo piensas, también…

-¿La muerte es frágil? No lo creo. La muerte vence siempre. Hay un poema precioso de Rilke que lo expresa así:

La muerte es grande.

Somos suyos,

con nuestras risas.

Cuando nos creemos en medio de la vida

se atreve ella a llorar

en medio de nosotros.

Lo que es frágil es la vida, eso sí. Muy frágil. La experiencia de la muerte del otro, la muerte cercana de una persona querida, nos hace cobrar conciencia de esta fragilidad, de nuestra vulnerabilidad.

 

 

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