Cazarabet conversa con...   Miguel Marco Igual, autor de “Sergei Yudin (1891-1954) cirujano y humanista. La transfusión de sangre de cadáver y otras experiencias” (Círculo Rojo)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La vida del cirujano y humanista ruso -soviético es investigada y difundida por el médico contemporáneo de Manzanera, Teruel Miguel Marco Igual que ya ha realizado diversas publicaciones sobre la historia de la medicina.

Fue el descubridor de las transfusiones de sangre de cadáver.

La sinopsis del libro:

Este trabajo tiene como principal objetivo rescatar del olvido la historia de las transfusiones de sangre cadavérica y la figura de su principal artífice, Sergei Yudin. Para ello, se lleva a cabo una revisión sistemática de fuentes bibliográficas en diferentes idiomas para describir su trayectoria vital y su obra científica. La idea partió de las experiencias transfusionales en perros de Vladimir Shamov y fue desarrollada clínicamente a partir de 1930 por Yudin en el Instituto Sklifosovsky de Medicina de Emergencia de Moscú, donde se realizaron transfusiones de sangre cadavérica humana de manera regular durante cuatro décadas. La conservación de esta sangre durante varias semanas permitió la creación del primer banco de sangre en el mundo y fue el punto de partida de los trasplantes clínicos, considerando que la sangre es un tejido especial. A finales de los años veinte y principios de los treinta, Yudin viajó a Alemania, Francia, España e Inglaterra y gozó de gran prestigio entre los círculos médicos internacionales, incluidos los catalanes y españoles. El curso de su vida fue azaroso, pasando de ser el cirujano más prestigioso de la Unión Soviética al ostracismo tras ser encarcelado en 1948 y posteriormente desterrado a Siberia.

El autor: Miguel Marco Igual es un neurólogo natural de Manzanera (Teruel), nacido en 1954. Ha realizado diversas publicaciones sobre la historia de la medicina, entre las que destacan los libros: Los médicos republicanos españoles en la Unión Soviética (2010) y La injusticia de un olvido. El mundo de Marcelino Pascua (1897-1977), médico y político (2018), así como numerosos artículos sobre la medicina española republicana y del exilio de 1939, y la neurociencia soviética y norteamericana.

Interesante, aunque, mejor siempre después leeros el libro que esconde recovecos más que interesantes:

https://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/view/1117/1901

El autor, Miguel Marco Igual: es un neurólogo natural de Manzanera (Teruel), nacido en 1954. Ha realizado diversas publicaciones sobre la historia de la medicina, entre las que destacan los libros: Los médicos republicanos españoles en la Unión Soviética (2010) y La injusticia de un olvido. El mundo de Marcelino Pascua (1897-1977), médico y político (2018), así como numerosos artículos sobre la medicina española republicana y del exilio de 1939, y la neurociencia soviética y norteamericana.

No es el primer “conversa” que realizamos con Miguel Marco

Cazarabet conversa con... Miguel Marco Igual, autor de “La injusticia de un olvido. El mundo de Marcelino Pascua (1897/1977) médico y político” (UNED)

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Miguel Marco Igual:

-Miguel, ¿por qué y qué es lo que te llama más la atención de Sergei Yudin para dedicarle un libro…?

-Se trata del cirujano ruso-soviético más destacado del siglo XX. Me impresionó su carácter innovador en cirugía digestiva y traumatológica, pero sobre todo su descubrimiento de las transfusiones de sangre de cadáver, el hallazgo que le ha dado más fama internacional. Previamente escribí un artículo sobre él centrado en este tipo de transfusiones, que se publicó en la revista Asclepio en 2022. Si embargo, me pareció que el mundo de Sergei Yudin era mucho más rico y merecía dedicarle un libro. 

-Preséntanoslo, ¿Fue un innovador en las tareas del campo de la medicina?

-El protagonista era cirujano jefe del Hospital de Emergencias Sklifosovsky de Moscú, que atendía las urgencias de un área de casi cuatro millones de habitantes. Desde su llegada al centro en 1928 organizó una asistencia modélica de las urgencias quirúrgicas, en las que gracias a un eficaz sistema de ambulancias y una centralita telefónica, el equipo que dirigía actuaba con gran rapidez y profesionalidad. Predominaban las urgencias digestivas y traumatológicas.

-Pero, además, destacas su faceta humanista… ¿qué nos puedes decir?

-Yudin procedía de una familia burguesa de Moscú y recibió una educación disciplinada, casi espartana. Fue un alumno excelente y brilló tanto en las letras como en las ciencias naturales y la técnica. Gozaba de una prodigiosa memoria y era amante de la literatura, las artes plásticas y la música. Contaba con la amistad de numerosos artistas. Políglota, dominaba las lenguas alemana, francesa e inglesa. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que se trataba de un personaje de tipo renacentista.

-Como médico, ¿qué admiras de Sergei Yudin?

-Me impresionó su capacidad de decisión y de llevar a buen fin las ideas que le rondaban. Gozaba de una destreza quirúrgica excepcional favorecida por padecer un -síndrome de Marfan, que se acompaña de laxitud articular, con unas manos con dedos largos y elásticos que favorecían su habilidad para operar. Era un innovador, tanto en la cirugía, como en los procedimientos que le acompañaban, como la anestesia raquídea y sobre todo su descubrimiento de las transfusiones de sangre de cadáver.

-¿Cómo fue el proceso de documentación e investigación en torno al médico humanista que fue Sergei Yudin?

-Ha sido una investigación laboriosa basada en la consulta bibliográfica de abundante documentación, mucha de ella en ruso. Me he centrado en su actividad quirúrgica y su entorno del Instituto Sklifosovsky de Moscú, además de su idea más original, la transfusión de sangre cadavérica. También he rastreado la repercusión internacional de este descubrimiento, que causó un gran impacto entre la clase médica de muchos países en la década de 1930.

-¿Cómo lo calificarías como médico?, ¿qué es lo que más te ha llamado la atención de sus experiencias?

-Yudin amaba su profesión, a la que dedicaba gran parte de su tiempo, practicando varias intervenciones complejas diarias, incluso por la noche si la urgencia lo requería. Era un cirujano exquisito, habilidoso en extremo. Aunque su carácter era difícil, supo crear una prestigiosa escuela rodeándose de profesionales cualificados, sin miedo a que en el futuro le pudiesen hacer sombra. Como era habitual en la medicina soviética, en su departamento había numerosas mujeres, tanto médicas como enfermeras.

Entre sus innovaciones destacan además de los hallazgos en medicina transfusional, el desarrollo de la anestesia raquídea, en la que era un gran experto y la cirugía gastroesofágica. El sangrado gástrico era una de las urgencias quirúrgicas más graves y frecuentes de su época. La reconstrucción quirúrgica del esófago fue otra de sus grandes realizaciones debido al gran número de accidentes que ocurrían a causa de la ingesta inadvertida de sustancias cáusticas, especialmente entre los niños. Sus innovaciones también destacaron en la cirugía de guerra, sobre todo en la cura oclusiva de las fracturas por armas de fuego, algo en lo que los cirujanos republicanos españoles también brillaron.

Resumiendo, fue un cirujano polivalente, que huía de la especialización en un solo campo y mostraba además una gran capacidad organizativa, que hacía que su departamento funcionase de forma modélica y que muchos cirujanos de su país y del extranjero lo visitasen para contemplar sus operaciones.

-Su iniciativa de las transfusiones de sangre de un cadáver a un humano vivo, ¿cuántas vidas debió salvar?

-Salvó incontables vidas, no sólo por la reposición de las pérdidas de este fluido vital. El hecho de no tener que depender de la escasa sangre que aportaban los donantes vivos de los que disponían le permitió emprender cirugías complejas que estaban vedadas o muy limitadas, como el tratamiento de las hemorragias digestivas y el cáncer gástrico.

-Fue el padre de los primeros bancos de sangre y digamos que el precursor, con todo, de los trasplantes. Eso es muy, muy importante con todo lo complicado que es con las pruebas cruzadas, de compatibilidad y después, si hablamos de trasplantes de órganos con las cirugías y demás…coméntanos, por favor…

-Aunque se ha atribuido este descubrimiento a Frederic Duran Jordà, de Barcelona en 1936, o a Bernard Fantus de Chicago en 1937, lo cierto es que Yudin fue el creador del primer banco de sangre en el mundo, hacia 1931-1932. Fue el primero en conservar la sangre en una nevera y mantenerla útil para transfundir hasta más de tres semanas. Ya se conocían los grupos sanguíneos y su determinación no era un problema especial para realizar las pruebas de compatibilidad. Uno de los mayores obstáculos era la posibilidad de contagiar una sífilis, que se tenía que excluir practicando una prueba de Wassermann. Al principio Yudin logró reducir las 24 horas que precisaba su realización a sólo cuatro horas, pero después al poder almacenar la sangre disponía de todo el tiempo del mundo para llevarla a cabo y evitar la transmisión de esta enfermedad.

En aquella época existía una gran prevención hacia todo lo que procediese de un cadáver, una serie de prejuicios preconcebidos. Yudin demostró por primera vez en 1930 que se podía utilizar el tejido de un muerto, en este caso la sangre, que no deja de ser un tejido especial, en beneficio de los vivos que la necesitaban. Fue el arranque de la obtención de otros tejidos como hueso, piel o cartílago. Otros soviéticos también fueron pioneros en la realización de trasplantes. Así Vladimir Filatov, realizó el primer trasplante de córnea en 1931 y Yuri Voronoi, lo hizo con el riñón en 1933. Yudin es considerado el padre de la moderna trasplantología.

-Además, siempre está tanto en las transfusiones como en los trasplantes; seguramente que hay y no queda otra---todavía hoy y con todos los adelantos--- el riesgo al rechazo y al contagio de otras enfermedades, ¿cómo “lo encajaba y combatía” Sergei?; ¿era en sus transfusiones su principal temor?

-En este campo eran un problema las reacciones transfusionales, que se acompañaban de escalofríos y fiebre y en ocasiones reacciones anafilácticas. En la época ya se conocían y se empleaban para evitarlo las pruebas de compatibilidad como he comentado. Otra fuente de reacciones adversas era el uso de un anticoagulante, generalmente el citrato de sodio, que se añadía a la sangre transfundida. El equipo de Yudin empleaba solamente la sangre extraída de personas muertas de manera aguda (traumatismos, accidentes vasculares cerebrales, crisis cardiacas, ahogamiento, electrocución, etc.) porque esta no se coagula tras la muerte y no era preciso añadirle un anticoagulante. Con ello se minimizaban las reacciones transfusionales. La extracción se practicaba antes de que pasaran más de seis a ocho horas desde el fallecimiento.

En cuanto al problema del contagio a través de una transfusión, además de excluir mediante la prueba de Wassermann la sífilis, una enfermedad muy prevalente en aquellos tiempos, en el departamento de Yudin se realizaban de manera sistemática una autopsia a todos los cadáveres donantes de sangre, lo que evitaba la transmisión de otras enfermedades que no se podían diagnosticar fácilmente en un donante vivo.

-Médico que, como otros muchos en épocas duras, con muchos menos recursos sacaban mucho partido a todo, ¿verdad?, aunque desde la perspectiva de los tiempos todo se ve de otra manera…

-Yudin optimizaba todo lo que tenía a su alcance. Además, debido a su gran capacidad organizativa y la influencia que tenía sobre los gestores políticos de la sanidad pudo disponer de lo mejor de su tiempo para la práctica de la cirugía. No olvidemos que el Hospital Sklifosovsky era el centro más importante de Moscú para las urgencias médico-quirúrgicas y un modelo a seguir en todo el mundo.

-Otro médico que en aquellos años era toda una eminencia fue el doctor Norman Bethune, también relacionado con las innovaciones en las transfusiones de sangre, ¿qué nos puedes comentar?  ¿Conocía el doctor Yudin los avances de Bethune? ¿y viceversa?

-Bethune fue en 1935 a Moscú para asistir al Congreso Internacional de Fisiología y debió conocer las experiencias de Yudin con sangre cadavérica. Junto con su colaborador Hermann Muller, que también había residido en la URSS, durante la Guerra Civil investigó en su laboratorio del Madrid las posibles aplicaciones transfusionales de la sangre cadavérica. También se interesó por ella el médico británico Reginald Saxton y la probó sin éxito en el frente de Aragón.

En el contexto de la nuestra contienda también hay que mencionar el papel de Frederic Duran Jordà, que en 1936 creó en Barcelona un banco de sangre de donantes vivos al que muchos otorgan el papel de ser el primero del mundo, sin contar con el precedente de Yudin y otros bancos de sangre que se establecieron en la URSS. Duran era un buen conocedor de la obra de Yudin a través de las conferencias que el soviético impartió en 1932 en Barcelona sobre las transfusiones de la sangre cadavérica y su lectura del libro de 1933 que Yudin publicó en francés sobre este tema.

-Volvamos a la cuestión de las transfusiones y demás ¿cuándo, de qué manera y bajo qué circunstancias pone en marcha lo de las transfusiones de sangre de cadáver en marcha?

-En septiembre de 1928 Yudin asistió al Congreso de los Cirujanos Ucranianos y conoció las experiencias de Vladimir Shamov, en las que después de desangrar a un perro le transfundía la sangre de otro perro sacrificado horas antes, tras lo cual el primer animal se recuperaba rápidamente. Ambos lo comentaron y Shamov le animó a que lo probara con seres humanos en su instituto de Moscú, que era el más idóneo para hacerlo, ya que en él se producían un gran número de situaciones urgentes en las que utilizar este tipo de sangre y disponían de numerosos cadáveres como posibles donantes de la misma.

Tuvo que esperar 18 meses para demostrarlo, porque se arriesgaba a graves consecuencias legales, sobre todo si la experiencia resultaba un fracaso, ya que no se podía extraer sangre de un cadáver hasta que no hubiesen transcurrido 24 horas del deceso. El día 23 de marzo de 1930 fue trasladado de manera urgente al Instituto Sklifosovsky un joven ingeniero que se había intentado suicidar cortándose las arterias y venas a nivel del codo izquierdo y se encontraba en una situación crítica debido a la anemia aguda causada. Yudin le transfundió sangre de una persona fallecida pocas horas antes con un grupo sanguíneo compatible, tras lo que el suicida se recuperó rápidamente. El cirujano tuvo que enfrentarse a los médicos forenses que se encontraron con un cadáver desangrado, pero logró convencer a las autoridades médicas y a sus colegas de la idoneidad de su método, que se perfeccionó y utilizó en la URSS durante más de cuatro décadas.

-Miguel, ¿por qué, como de tantos otros, se conoce tan poco de las innovaciones, investigaciones y demás de este médico ruso-soviético?

-La historia se simplifica, se crean unos clichés más o menos reales que van perdurando. Si nos atenemos al caso de Yudin, hay que sumar que era un cirujano soviético, con el poco conocimiento que se tenía de este país en Occidente, y el poso que nos ha dejado la Guerra Fría. También porque su descubrimiento de la transfusión de sangre cadavérica no se consolidó internacionalmente. En su propio país, tras la represión estalinista su figura permaneció bastante olvidada hasta que en la década de 1990 comenzó a ser recuperada.

-Y ¿cómo es que casi todos los médicos que destacan son “de carácter y traza” humanista?

-El estudio del ser humano y sus padecimientos le aportan al médico un interés por todos los aspectos de la vida de sus congéneres, lo que incluye con frecuencia un compromiso activo en muchos ámbitos de la sociedad que le rodea, como es el caso de la cultura en general y las letras en particular.

-Como ser humano---pregunta diferente a la que te realizaba a como humanista---¿cómo nos puedes presentar a Sergei Yudin?

-Yudin era todo un personaje. Amante de la cultura y el arte, amigo de pintores, músicos y escritores. Inteligente, políglota y dotado de una asombrosa memoria. Tenía un carácter fuerte, a menudo irascible, sobre todo con sus colaboradores. Asimismo, era consciente de su singularidad y sus logros, aunque no alardeaba de ello. Repartía su vida afectiva entre su esposa Natalia y su amante, la enfermera María Golikova. Tras su muerte, ambas trabajaron unidas para conservar su legado, logrando que en la década de 1960 se publicaran sus obras completas. Políticamente no simpatizaba con el gobierno soviético, que le toleró debido a su gran categoría profesional y científica, pero a finales de 1948 fue detenido y torturado, encarcelado tres años en Moscú, y después desterrado a Siberia, de donde regresó en 1953, meses después de la muerte del dictador. También era un declarado antisemita.

¿Por qué no se consolidaron las transfusiones de sangre de cadáver en Occidente?

-Las transfusiones de sangre cadavérica causaron un gran impacto entre la clase médica de Europa Occidental cuando en 1932 Yudin visitó París, Barcelona, Madrid y Londres. La publicación de su método en un libro en francés de 1933 y en varios artículos de prestigiosas revistas internacionales en 1936-1937, acrecentó aún más su fama. Hubo pequeñas experiencias casi clandestinas de este tipo de transfusiones en Estados Unidos y otros países, pero no se consolidaron. El interés renació en la década de 1960, de nuevo en Estados Unidos, pero tampoco se consolidó. En la Unión Soviética se continuó utilizando, principalmente en el Instituto Sklifosovsky, hasta los años setenta. La modernización del sistema de transfusiones a partir de donantes vivos hizo que el método decayera. En Occidente no se impuso por motivos ético-religiosos, psicológicos y sociales, existían prejuicios insalvables para utilizar sangre de un cadáver. Yudin era consciente de estos factores negativos y denominaba sangre póstuma a este tipo de sangre. Además, el método sólo se podía practicar en grandes centros que contasen con la infraestructura necesaria para llevarlo a cabo, y oficialmente no se podía manipular un cadáver hasta que no hubiesen transcurrido 24 horas desde el deceso.

-Miguel, nos tienes acostumbrados a escribir y difundir sobre la acción de médicos que no han tenido eco o que fueron sepultados por la historia porque ésta la escriben quienes regentan el poder y ya sabemos quiénes regentan el poder… ¿es ese tu propósito?

-Los propósitos siempre son complejos de analizar, a menudo no son del todo conscientes. Pero sí que es verdad, quizás porque mis dos primeras décadas de vida transcurrieron bajo el franquismo, que me encanta rescatar a personas que han sido importantes en el mundo de la medicina y actualmente han quedado relegadas a un segundo plano. Por eso me ha gustado escribir sobre los norteamericanos Walter Cannon, John Fulton o Ruth Bleier, y las soviéticas Raisa Golant o Lina Stern. En el caso español, disfruté especialmente biografiando a Marcelino Pascua y a los médicos que se exiliaron en 1939 a la Unión Soviética. A menudo he elegido como protagonistas a mujeres científicas, las cuales han sufrido una doble discriminación.

-Por favor, ¿nos puedes decir o dar alguna pista sobre lo que estás trabajando en la actualidad?

-Recientemente he publicado dos trabajos sobre la diplomacia de las vacunas en la Guerra Fría, en referencia a la colaboración de los virólogos norteamericanos y soviéticos en el desarrollo de la vacuna de la polio, que salvó tantas vidas, y, por otra parte, la vacuna soviética de la esclerosis múltiple, que no tuvo el éxito deseado, pero que se utilizó en la URSS durante muchos años. También ha aparecido recientemente un artículo dedicado a las recomendaciones alimentarias del Instituto de Fisiología de Barcelona para combatir el hambre entre la población civil de Cataluña durante la pasada Guerra Civil. Ahora está en prensa un trabajo sobre el neurocientífico catalán exiliado en Estados Unidos Antoni Grinyó, otro que añadir a la lista de ignorados por la historia oficial. La verdad es que temas no faltan para emprender nuevas investigaciones.

 

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