Cazarabet conversa con... Álvaro
del Olmo, autor de “Parece una fábula” (Rayo Verde)
Una narrativa
desde la pluma de Álvaro del Olmo que es algo más que una fábula.
Editada, esta
novela, de manera exquisita, por Rayo Verde.
Un escritor
tranquilo, casi contemplativo que, de vez en cuando “es como se acelerada”.
Las
ilustraciones de Rayo Verde para sus portadas siempre son de una calidad
excelsa.
La sinopsis
del libro: Parece una fábula es un cuento y su génesis. Una fábula junto
con su condición de posibilidad. Una historia fantástica cuyo autor aparece,
entreverado, en un segundo relato. Sin embargo, la novela no trata del vínculo
entre un autor y su obra, sino de la distancia que hay entre los dos.
Parece una
fábula no es una
novela política, pero tiene un manifiesto. Uno escapista. No capitalista: que
nada sirva para nada nunca. El amor, el juego y el arte. Todo lo bueno de la
humanidad.
El autor,
Álvaro del Olmo: Álvaro del Olmo (Madrid, 1982) escribía de pequeño revistas
sobre unos presuntos misterios del universo, totalmente inventados.
Pianista y
ajedrecista diletante, le gusta ojear libros sobre ciencias e idiomas que no
comprende en absoluto. Estudió ingeniería y años más tarde empezó a estudiar
filosofía.
Gracias al
15M ahora considera la esperanza, como decía Ernst Bloch, como un principio
rector del pensamiento. Desde entonces cree que ya no hay excusa para sentirnos
solos.
Recomendamos
sobre manera la lectura del mismo autor, editado por la misma editorial dentro
de la colección Rayos globulares, Hombre sobre una escultura.
Ésta es la
vida de un grupo de amigos (un fotógrafo, una actriz y el crupier de un casino)
que acompañarán a Hércules Degard, protagonista y
narrador, en su extraño intento de transformar la sociedad a través del arte.
Los sueños y
la vigilia de Hércules se entremezclan así con una sutil operación de desfalco
que se verá amenazada por la pronta aparición de una antigua musa del
protagonista, que encierra más de un misterio.
Álvaro del
Olmo nos ofrece con su primera novela, una apuesta brillante; una creación
curiosa, inquieta y provocadora. Una magnífica obra, sin un lugar ni tiempo
definidos, que nos sorprende con un estilo arriesgado y original que será
difícil de olvidar.
Cazarabet
conversa con Álvaro del Olmo
-Amigo Álvaro, ¿cómo definirías
este libro que parece una fábula, pero no lo es…? ¿Que se asemeja a un cuento y
que, de repente, te sumerge en una fábula…? Es como si, como escritor, jugases
un poco con nosotros, divirtiéndote, pero haciendo que, desde el ejercicio de
la escritura, nos divirtamos nosotros también…
-«Parece una fábula» es una novela
que cuenta su propio origen. Es una historia fantástica junto al "fondo de
vida" de donde viene. Ese tono divertido que comentas, de una de las dos
partes del libro, fue un misterio para mí durante mucho tiempo. Creo que
después de escribir la novela anterior, donde me impuse unas condiciones
formales y de estilo muy estrictas, necesitaba hacer todo lo contrario. Algo
donde pasara lo que tuviera que pasar, donde hubiera un argumento tal que
permitiera enlazar una idea alegre con la siguiente sin dificultad. Al final
pagué el precio: cuanto más libre se volvía, en más problemas me metía, más
oscuridades asomaban, y la alegría aparente de una de las dos partes tuvo que
encontrar su reverso.
-Escribir
este libro es acercarte más a tus lectores con tus juegos de un relato dentro
de otro, con toques fantásticos, que nos reencuentran a los lectores adultos
con lecturas de nuestros libros y cuentos más tempranos. ¿Querías acercarnos a
ello?
-No era mi
intención. Evidentemente, todas las narraciones con un fondo mítico o
fantástico tienen un poder especial. Yo no iba tan lejos. Solamente necesitaba
una historia donde los referentes del mundo parecieran no existir. Algo donde
todo pareciera creado. De hecho, la parte "real" de la novela, ese
"fondo de vida" de donde se levanta la ficción, es también otra
ficción.
-Tú apareces,
de alguna manera, en esa trama de tramas. ¿Cómo fue decidir esto? ¿Y cómo fue
decidir qué papel tendrías en ella?
-Publicar la
novela anterior, «Hombre sobre una escultura», me hizo sentir pudor. Mi novia
de entonces me abandonó, pensando que uno de los personajes era ella. Aquí me
he escondido detrás de cuatro narradores superpuestos para asegurarme de que no
pasa nada. Pero parece que he vuelto a fallar...
-Me da que
escribiste este cuento de cuentos como si fueses un ave que volase y pudiese
visionar el todo y, a la vez, la nada, desde el aire, con cierto sigilo… ¿Qué
nos puedes decir?
-Bueno, yo no
llamaría a la novela un "cuento de cuentos". Son solamente dos
historias que mantienen un tipo de relación especial. En mis notas, escribí
muchas veces que las dos partes mantenían una "irrelación",
una palabra que no existe. Parecen completamente distintas y, sin embargo, hay
unos signos que se repiten y que sugieren un vínculo. Lo que me gustaría es
despertar, a lo largo, de la lectura, la sospecha por ese vínculo. Si lo he
conseguido, no puedo saberlo, porque lamentablemente estoy encerrado en esa
visión panorámica de la que hablas.
-Toda novela, escrito, cuento,
relato, fábula tiene un propósito. ¿Cuál ha sido el tuyo aquí? ¿Qué “pretendes”
despertar” desde el público lector?
-Quería
acabar con el canon de la metafísica unitaria occidental [Risas]. ¡En serio
[más risas]! No, ahora en serio... No es que lo quisiera, pero era necesario,
para resolver la novela, llevar al límite el principio de unidad que se le
supone a toda obra literaria. Como lectores, tendemos a asumir un cierto tipo
de la relación entre las partes de un libro. Yo he necesitado escribir una
novela cuyas dos partes están, necesariamente, muy alejadas. Y
sin embargo, se necesitan la una a la otra. Tiene mucho que ver con la idea de
extrañeza, según la entendió el escultor Juan Muñoz: todos tenemos algo en común pero, a la vez, somos completamente extraños. Y bien
haríamos en reconocerlo. Yo he intentado llevar esa idea de extrañeza, del
plano de la alteridad, del ámbito ético, al ámbito estético: a la relación
entre dos textos. Y ver qué pasa.
-Es un
manifiesto, podemos decir, que no pretende escapar ni aleccionar, pero que
rehúye a la maraña del neoliberalismo económico y del capitalismo exacerbado en
el que nos vemos…
-Yo creo que
no, no es una novela política. Aunque es cierto que la mitad de los personajes
suscribirían ese mensaje.
-¿Pretendes que la humanidad que quede en cada
uno de nosotros se vuelva humanista, ya, como conducta?
-Hum... En
los tiempos que corren, se ha vuelto un tópico entre los escritores decir
"no pretendo nada", y me veo tentado de repetirlo. Ahora, en la
intimidad, te puedo confesar que, por supuesto, es mentira: todos los
escritores pretendemos mucho más de lo que decimos. Solo que no podemos
confesarlo, o nos capturarían antes de tiempo. Tenemos grandes planes. Ya
veréis. [Risas, y luego un silencio incómodo.]
-Me da que
has pensado, más de una vez, en el mundo de la enseñanza, ¿es así?
-Sí, en
efecto. Creo que hubiera sido un buen profesor, si supiera lo suficiente de
alguna cosa.
-Ya por último, ¿en quién pensabas o en qué pensabas mientras
estabas en la escritura del libro?
-En dos
personas: una, en el escultor Juan Muñoz, por los motivos que ya he comentado,
y que falleció trágicamente cuando estaba en la cima de su carrera. La segunda,
en un amigo que se llama Carlos. Pensé que sería una novela que le gustaría
leer. Saber que no me he equivocado hace que todo haya valido la pena. Al menos
así fue con el borrador que leyó hace ya un lustro, y estoy convencido de que
la versión publicada es mejor. No obstante, éramos tan jóvenes entonces...
Nunca se sabe.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)