Cazarabet conversa con...   Jean-François Silvente, traductor del libro “El hombre al que ya no gustaban los gatos” (Rayo Verde) de Isabelle Aupy

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Exquisita narrativa que se sumerge en el sugerente mundo, tan delicado como elegante y enigmático de los gatos…

Ellos, lo que sí está claro, lo sabrán todo sobre nosotros, pero nosotros nunca lo sabremos de ellos… por mucho que nos empeñemos

La autora trata de deshacer los caminos que nos lleva a ellos porque, creedme ellos lo tiene todo mucho más claro, siempre que no nos metamos de por medio.

El libro llega a nosotros gracias a la traducción de Jean François Silvente y de la edición, acertadísima, de la editorial Rayo Verde

La sinopsis del libro: Hay una isla cerca del continente que tiene unas normas propias, donde el viento y el mar cambian a las personas. La isla está llena de gatos, domesticados, comodones, callejeros, que se pasean a ratos en casa de uno, a ratos en casa de otro. Un día de pronto desaparecen todos los gatos y lo que piden a cambio de que vuelvan amenaza la forma de vida de toda la comunidad.

 

La autora nos ofrece un texto elegante, rebelde y osado que nos alerta de la fragilidad de nuestras libertades y nos invita a pensar cómo se manipula el lenguaje para cambiar las ideas. Este libro ha sido un éxito en Francia con el apoyo de los libreros, que lo celebraron desde la primera lectura.

La autora, Isabelle Aupy:

Nacida en 1983, Isabelle Aupy aprendió literatura siguiendo el orden alfabético en las estanterías de las bibliotecas públicas. Escritora prolífica y exigente, polimorfa y polifónica, cada proyecto literario que lleva a cabo es parte de un marco narrativo en el que contenido y forma mantienen una relación orgánica, para plasmar específicamente el tema tratado. Así, Isabelle Aupy se renueva y nos sorprende con cada libro, ya sea por la estructura, la temática o el género literario visitado, haciendo de cada una de sus novelas un material vivo y único que encuentra su continuidad y coherencia en una obra más vasta guiada por la exploración del lenguaje.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Jean-François Silvente:

-Amigo Jean-François, ¿cómo te has sentido ante esta narrativa tan elegante, sugerente e imaginativa como es la que enarbola la escritora francesa Isabelle Aupy?

-Lo disfruté, y mucho, porque estaba haciéndome eco de un mensaje diría que «urgentemente necesario», como es la concienciación por parte de la ciudadanía de la
manipulación discursiva que se cierne sobre ella sin descanso desde múltiples ámbitos. No tan solo desde la publicidad, que resulta evidente, aunque no por ello menos
efectiva, sino, y sobre todo, por parte de la clase política, los medios de comunicación y las redes sociales, si bien aquí también habría que analizar el grado de manipulación de unos y otros. Cabe señalar, en especial, a todos los representantes del capitalismo desenfrenado, llámese neoliberalismo, ultraliberalismo o bajo cualquier otro epígrafe.
Todo esto es lo que Isabelle Aupy expresa con una prosa aparentemente sencilla, pero llena de lirismo y elegancia, que he intentado transmitir.

 

-Como traductor, ¿cómo la definirías como escritora?, me da que “domina” muchos campos en lo que es el uso de la escritura creativa…

-En esta narración se muestra muy directa. Es una novela claramente de denuncia, y no se anda por las ramas para cumplir con su intención primera, lo que ocurre es que también es suficientemente hábil como para vestirla con ciertas dosis de humor y de ternura.

 

-¿Te fue fácil enfrentarte a una narrativa que va de lo imaginativo a lo casi surrealista o sin “el casi”? -En todo caso de la narrativa de Aupy, ¿qué te fue lo más fácil y qué te fue más difícil?

-Sin duda, lo más fácil fue captar el mensaje que tenía que transmitir. Lo más difícil fue mantener algunas segundas intenciones con el estilo afilado del texto original.

 

-¿Crees que estamos ante una historia de “supervivencia” y/o ante una elección que trasciende más allá de la isla y nos llega a las lectoras y lectores?

-¿Supervivencia? Bueno, en la medida en que nos vemos arrastrados hacia unas sociedades de carácter un tanto preocupantes, como las que ya nos dibujaron autoras y autores como Ayn Rand, Yevgueni Zamiatin, Aldous Huxley y George Orwell, entre otros, tal vez sí tengamos que hablar de supervivencia, como individuos más que como comunidad, diría. La masa parece estar bastante «condenada».

 

-Según cómo se emitan los mensajes, mediante el lenguaje, puede calar de una manera u de otra diametralmente diferente a la sociedad… y con eso “peligrar” las ideas, las elecciones, la forma de vida...

-Sí, claro. En ello reside la habilidad del orador o del escritor. Dominar la palabra para transmitir el mensaje pretendido en su justa medida. En términos comunicativos, haríamos referencia al ámbito del acto ilocutivo.

 

-Amigo, a la hora de traducir, estamos hablando de Isabelle Aupy, ¿qué es más importante o a qué se la has tenido que prestar más a su manera y forma de narrar de
esta escritora o a la trama que plantea que nos hace pensar y repensar muchas cosas…?

-El humor, que es algo muy personal, siempre suele ser uno de los elementos más delicados, sobre todo cuando se presenta de un modo sutil. Por lo demás, fiel a su intención inicial, la autora no emplea un lenguaje complicado. No obstante, incluso en este caso, la traducción no puede evitar enfrentarse a ciertos giros propios de la lengua de partida.

 

-En cada libro parece que esta escritora se reinventa y da giros de planteamientos, argumentos…esto hace que sea, además de un reto para ella un reto para todas y
todos… ¿qué te parece?

 -Sí, por supuesto. Seguir la evolución de una autora o autor desde la traducción implica participar activamente de ese recorrido que, como bien dices, avanza enriqueciéndose. Es evidente que ello te obliga a estar a la altura.

 

-¿Te has sentido como que nos da Isabelle Aupy como “un toque de atención” sobre que somos más endebles de lo que nos parece sobre ciertas cosas?

-Así es. Aupy se suma al llamamiento que viene practicando la literatura desde hace décadas sobre la situación servil a la que poco a poco se va viendo sometida la masa. Por cierto, este año se cumplen los cien años de la publicación de Nosotros, de Yevgueni Zamiatin.

 

-Lo de manipular el lenguaje para cambiar las ideas es algo muy peligroso y con lo que hay que ir con cuidado… ¿cómo lo ves desde la perspectiva de leer el libro en “la lengua madre”?, todo esto en lo que se ha venido a llamar “la era de las “fake news”… -Todo esto delata, por parte de la autora, una valentía muy incisiva, ¿no te parece?

-Como digo, Isabelle Aupy es un eslabón más en el acto de denuncia literario. Creo que es una buena ocasión para rememorar la advertencia de Hannah Arendt: la mentira tiene su función, hacer que las personas dejen de poder distinguir entre lo verdadero y lo falso; por ende, que dejen de creer en nada. Sin capacidad para distinguir entre el bien y el mal, para juzgar, sin criterio, con el espíritu crítico adormecido, somatizado al estilo de Un mundo feliz, los pueblos son fáciles de dirigir. Las preguntas siguientes las realizamos “haciendo un guiño” a los traductores y traductoras” porque nos parece que hacéis un trabajo encomiable, pero que no se ve lo suficiente.

 

-¿Cómo se documenta un traductor para una obra narrativa como la presente?

-En este caso, al tratarse de una novela corta, con una redacción ágil y en la que el peso de la obra recae en los diálogos entre isleños de vida sencilla, la documentación se basa esencialmente en cuestiones de orden expresivo.

 

-Cuando una persona se dedica a la traducción, ¿a qué se condena para bien y para mal?

-Para mal, se condena a vivir de una profesión que todavía no goza de un correspondiente reconocimiento, en términos prácticos de toda índole. Para bien, se condena a un enriquecimiento y un aprendizaje continuos. La traducción te arrastra al conocimiento perpetuo y sin límites. Si eres una mente inquieta, la traducción no dejará de proporcionarte gratificaciones de todo orden.

 

-¿Una traductora o un traductor se especializa en temas y en determinadas plumas?

-Se especializa si puede o quiere. La especialización no es una consecuencia directa y forzosa. Lo que sí es evidente es que cuanto más y mejor domines un tema o te especialices en una autora o un autor, más acertadas serán tus traducciones.

 

-¿Cómo es el día a día en el trabajo de un traductor?

-Depende de la época. Si tienes un encargo urgente, tu día a día es un poco más ajetreado. En condiciones normales, no deja de requerir muchas horas de dedicación. En cualquier caso, es una labor que se suele compaginar con otras actividades, por lo general académicas.

 

-Explicadnos todos o todas sois en su mayoría filólogos, ¿no?, otros estudian traducción e interpretación…; ¿cuál es el perfil de las y los que se dedican a la traducción?

-Hoy en día, la mayoría de las personas que se dedican a la traducción han pasado por alguna facultad universitaria. Está claro que todavía están en activo muchos profesionales que se adentraron en el mundo de la traducción antes de la expansión de estas facultades, pero las nuevas generaciones inician su andadura desde las universidades.

 

-¿Qué manías tienes como traductor?

-Mi manía principal es la de intentar reflejar todos los matices del texto original, lo cual no siempre es posible o, al menos, no lo es del mismo modo. Es una tendencia que se niega a abandonarme y que me tiene muy ocupado en todas mis traducciones.

 

-Amigo, ¿en qué consiste el trabajo de traductor porque es mucho más que “traducir” tal como lo entendemos… requiere mucho más de lo que aparentemente se ve, aunque quedéis en un tercer plano…?

-Depende del tipo de traducción. La traducción científica, tecnológica o jurídica, pongamos por caso, requiere una gran precisión terminológica. La traducción literaria, que abarca un ámbito muy amplio de especialidades, es más exigente en lo que respecta a la transmisión del «mensaje», de «eso que la autora o el autor ha querido decir».

 

-Trabajo que requiere, además de una metodología exigente, ¿verdad?

-Podemos afirmar que como cualquier otro oficio. La rigurosidad es imprescindible en toda actividad profesional. En el caso de la traducción literaria, esta rigurosidad se basa en factores evidentes como el estilo empleado en la lengua de partida, y otros más velados, como la intención y el contexto, por ejemplo.

 

 

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Cazarabet

Mas de las Matas (Teruel)

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