Cazarabet conversa con...   Aníbal Salazar Anglada, editor del libro “No es cuento. Antología de relatos breves puertorriqueños del siglo XXI” (Prensas de la Universidad de Zaragoza)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nos llega para nuestro recreo y bienestar una antología de relatos breves puertorriqueños del siglo XXI. con la edición de Aníbal Salazar Anglada.

Se encuentra el presente libro dentro de la colección Océanos y Libros que lo que pretende es ponernos en contacto con la narrativa de América con volúmenes que podríamos calificar de imprescindibles para sumergirnos por su literatura. De esta manera esta colección, también podemos rescatar: Libro de cuentos nicaragüense. Nicaragua cuenta, bajo la edición de Arquímedes González y Karly Gaitán Morales con el prólogo de Sergio Ramírez; otro es la Antología de narrativa panameña contemporánea. Cuentos de Panamá, con la edición de Ediberto González Trejos y Mónica Miguel Franco; Antología de relatos ecuatorianos actuales. Ecuador en corto, bajo la edición de Carlos Ferrer; Cuentos de Venezuela. Líneas portulanas con la edición de Geldy Antonieta Querales y la Antología de cuentos de Bolivia. Un tejido posible con la edición de Anabel Gutiérrez León.

Se encargan de esta edición el Gobierno de Aragón y Prensas Universitarias de la Universidad de Zaragoza.

La sinopsis de este libro:

La presente antología es una muestra significativa de la narrativa breve puertorriqueña del siglo XXI que incluye cuentos recientemente publicados en la isla. De manera que este volumen mira no tanto al pasado como al presente y al futuro inmediato, a partir de una propuesta temática definida —la crisis estructural que vive Puerto Rico, agudizada en los últimos tiempos— que cobra expresión artística por medio de poéticas disímiles.

A mí me ha interesado y espero que a vosotros, también:

https://www.nationalgeographic.es/historia/2019/10/los-supervivientes-tainos-de-un-genocidio-sobre-el-papel

 

Como índice nos encontramos con:

Una isla en crisis o el cuento de nunca acabar

Aníbal Salazar Anglada

CUENTOS

El día que llovió dinero en Adjuntas

Elidio la Torre Lagares

Me he dado cuenta

José Liboy Erba

Matilde

Moisés Agosto Rosario

Moridero de olas

Yolanda Arroyo Pizarro

Un hombre que llora

Sofía Irene Cardona

Se busca dueño de mascota

Francisco Font Acevedo

La hora cero

Max Chárriez

La confesión de sor Josefa de Todos los Santos

Juanluís Ramos

Por Guayama

Luis Negrón

Réquiem para una muerta urbana

Rubis Camacho

El experimento

Janette Becerra

Turistas

Ernesto Quiñónez

Cómo colgar un cuadro en el Viejo San Juan

Tere Dávila

Una escopeta sobre la hierba

Cezanne Cardona Morales

Los filis que nos unen

Gabriel Carle

Una casa es un lugar lejano

Vanessa Vilches Norat

Gente que va sola a la playa

Sergio Gutiérrez Negrón

Apocalipsis

Alexandra Pagán Vélez

Cocktail

Manolo Núñez Negrón

Mirate

Josué Montijo

Autores

 

Nos acercamos a la persona que guarda cuidado de esta edición:

Aníbal Salazar Anglada (Sevilla, 1970). Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Sevilla y profesor titular en la Universitat Ramon Llull de Barcelona. Ha impartido cursos y realizado estancias en universidades prestigiosas como Columbia University, la Université catholique de Louvain, la Universidad de Concepción (Chile) y la Universidad de Puerto Rico. Sus investigaciones se circunscriben al ámbito de la poesía y la narrativa hispánicas de los siglos XX-XXI, y a las relaciones transatlánticas, especialmente los lazos histórico-culturales de España con Argentina, México y Puerto Rico. En los últimos años, ha publicado varios trabajos dedicados al impacto de la guerra civil española en la sociedad puertorriqueña.

 

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Aníbal Salazar Anglada:

 

-Amigo Aníbal, ¿qué te ha hecho acercarte desde el estudio y la investigación de la literatura, relativa a países del continente americano donde importamos el castellano como lengua narrativa, a encargarte del cuidado de este libro de relatos que provienen de Puerto Rico?

-Mi interés por Puerto Rico, su territorio, su pasado, sus gentes data de alrededor de 2016, cuando el estudioso de la literatura latinoamericana, Niall Binns, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, me invitó a participar, muy generosamente, en un proyecto de investigación dedicado al impacto de la Guerra Civil española en Latinoamérica y el Caribe. Me dijo, más o menos, pon el dedo en el mapa y elige dónde quieres ir. Por entonces, yo había viajado por Argentina, Chile, Uruguay, México... pero quería conocer Cuba, por ejemplo. Pero resulta que otros miembros del equipo de investigación ya estaban investigando sobre Cuba, así que pensé: "Vale, no será Cuba, pues entonces lo más cerca de Cuba". Y ahí di a parar a Puerto Rico. O sea, no voy a mentir, no diré que me interesaba ese lugar desde hacía tiempo, no. A veces, las decisiones que tomamos son más azarosas que producto de un cálculo razonado. O tal vez intuitivas, no sé. Podría haber elegido Colombia o Guatemala o Panamá... Y en cambio, elegí Puerto Rico por una razón poco consistente. Pero lo cierto es que, al llegar a la isla, fue un amor al instante: me enamoré del territorio, de sus gentes, de su historia muchas veces desafortunada. Estuve dos veranos seguido trabajando en la Universidad de Puerto Rico-Recinto de Río Piedras, adonde habían dado clases Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, María Zambrano, Francisco Ayala, Fernando de los Ríos y tantos otros exiliados por la guerra de España que se vieron generosamente acogidos por la Universidad de Puerto Rico. Cuando fui descubriendo estos archivos, y fui indagando además en los debates apasionados al calor de la guerra española del 36, me fui metiendo más y más en una red de referencias que unían a Puerto Rico y España, una relación que aún sigue vigente en la isla, a través de los hijos o nietos de aquellos exiliados. Aquella investigación se materializó en 2022 en un volumen de 800 páginas, pero no se terminó ahí mi relación con Puerto Rico. En el curso de las semanas y meses transcurridos en la que Juan Ramón Jiménez llamó la "Isla de la Simpatía", trabé buenas amistades y numerosas relaciones académicas; hubo un intercambio continuado de materiales, de libros, de documentos, un diálogo bidireccional que sigue a día de hoy, y que me ha llevado a visitar de nuevo, en varias ocasiones, Puerto Rico. Un destacado profesor, y además amigo, de la Universidad de Zaragoza, Daniel Mesa, supo que iba a viajar en el verano de 2023 a la isla y me preguntó si me interesaría trabajar en una antología de relatos puertorriqueños para la colección "Océanos y Libros" que edita Prensas Universitarias de Zaragoza. Y acepté enseguida, pues vi en ello un motivo más de penetración en la cultura y la literatura borincanas. De ahí nace mi antología, que titulé No es cuento. Antología de relatos puertorriqueños del siglo XXI.  

-La literatura en castellano escrita en Puerto Rico, ¿cómo ha ido evolucionando desde que tú te acercas a ella para estudiarla?

-Bueno, he de decir que podría haber enfocado la antología de muy diversas maneras; por ejemplo, trazando un recorrido histórico hasta el presente. En esto, tenía plena libertad. Pero, a pesar de mi gusto por la historia, tengo más vocación de presente y futuro: así que decidí hacer una antología de relatos pertenecientes al siglo XXI, y por tanto, horadar los valores presentes de la narrativa breve puertorriqueña que se proyectan como propuesta de futuro. Luego, con el tiempo, las operaciones canónicas, donde intervienen diversos agentes culturales, decidirán qué permanece como signo estable representativo de la puertorriqueñidad y qué resulta olvidable. Conozco algo la literatura puertorriqueña del siglo XX y más la del siglo XX, sobre todo de la primera mitad, pero ni mucho menos tengo un mapa completo de la literatura insular. En cuanto a la narrativa del siglo XXI, lo que puedo decir es que se inserta en las poéticas que desarrollan otros territorios literarios, ya sea europeos, norteamericanos o asiáticos. De hecho, algunos de los relatos que componen la antología (estoy pensando en "Una casa es un lugar lejano", de la escritora Vanessa Vilches Norat) podrían adscribirse a otras narrativas escritas en inglés, francés, alemán, japonés o coreano. Lo que cuestiona, afortunadamente, la idea de "nacionalidad". Como si de una broma se tratara, la antología se cierra con un relato que tiene como protagonista a Diego Armando Maradona, que no era precisamente puertorriqueño.    

-Hablamos de Puerto Rico, un lugar con su lengua precolombina, que luego fue adoptando, muchas veces con imposición —no nos engañemos— la lengua castellana y que, además, está bajo la influencia colonial de los Estados Unidos. Esto debería ser tomado como algo positivo porque cuantas más lenguas confluyan, más maneras de ser y estar, más culturas y todo mucho mejor. ¿Cómo se traslada esto a la literatura y a su narrativa?

-En uno de los cuentos que incluye la antología, titulado "Matilde", del escritor Moisés Agosto Rosario, la protagonista dice: "Las colonias deben ser para perfumar, no para ser subyugadas". Nosotros, en España, podemos contemplar como una riqueza el palimpsesto cultural que nos define como producto de las invasiones en el pasado: los romanos, los árabes... Lo que sucede en el caso de Puerto Rico tiene un matiz importante: ellos siguen siendo una colonia, una colonia perteneciente a los EE. UU., por mucho que este hecho haya querido encubrirse con subterfugios como el Estado Libre Asociado (ELA), impuesto en 1952 por el Congreso norteamericano. Finalmente, ¿qué es Puerto Rico? No es una república independiente, pero tampoco es un estado de la Unión, con los mismos derechos que pueda tener el estado de Minnesota o el estado de Iowa. Es algo indefinible, una especie de entelequia, aunque otra cosa es el sentimiento de una mayoría de puertorriqueños a su patria moral, que es desde luego Puerto Rico. Digo una mayoría, porque no todos los puertorriqueños abjuran de la América del Norte. De hecho, casi la mitad de la isla forma parte de lo que se denomina la "diáspora", y de esta, una gran parte está afincada en los EE. UU., en lugares como Florida o New York. La "puertorriqueñidad", pues, se expresa de muy distintos modos, dentro y fuera de la isla. ¿Cómo se expresa este hecho en la literatura? Pues como lo que es: la expresión de una crisis que es económica, que es territorial y es identitaria, y que coloca en desacuerdo a unos y otros puertorriqueños de sensibilidades distintas.

-El relato corto tiene la capacidad de atrapar el momento y el alma de un instante… cultivar el relato es muy exigente, aunque no lo parezca, ¿verdad?, ¿cómo lo ves?

-Un gaditano universal como fue Fernando Quiñones dijo que la poesía era como un whisky solo; el relato corto, como un whisky con hielo; y la novela, un whisky con agua. O sea, que el relato breve representa una intensidad media, con respecto al poema y la novela; pero si nos ceñimos a la narrativa, desde luego hay un abismo entre el relato corto y la novela, por más breve que sea esta. El relato, en efecto, al menos el relato clásico moderno, que representarían nombres como Chéjov, Maupassant, Cheever o Borges, tiene a nivel de estructura unas exigencias que no posee la novela, entre otras cosas porque un relato breve se lee en un solo acto de lectura, mientras que la lectura de una novela puede aletargarse durante días, semanas o meses, y no daña su eficacia. Pero la intensidad del efecto narrativo es distinta, como ya advirtiera Edgar Allan Poe, quien señaló, no en balde, que un verdadero escritor se pone a prueba, sobre todo, en el género del cuento breve. En este sentido, elegir de entre una amplia producción narrativa un relato que nos parezca excelente no es cosa fácil, un relato se puede desgraciar muy fácilmente, pienso. Por ejemplo, en la solidez de la trama, en la credibilidad de los hechos, en el cierre narrativo. La importancia de un final, sí, como el título de la novela de Julian Barnes.

-¿Qué te han aportado el estudio y la investigación de estas diferentes propuestas narrativas? ¿El estilo personal está por encima de la narrativa “que se lleva” en Puerto Rico?

-Esta es una buena pregunta. Diría que toda literatura refleja una tensión entre las poéticas imperantes y la creatividad personal. Y a su vez, no hay originalidad sin tradición que la sustente. Un escritor que se precie, cabalga a lomos de la tradición, representa ecuménicamente a toda la literatura de todos los tiempos, aunque parezca exagerado formularlo de este modo. O sea que, tal vez, lo mejor que se puede decir de un escritor es que nos recuerda a todo lo demás, nos trae, en su propuesta, la gran tradición de las letras universales. Esto es lo que presiento en un buen autor, y desde luego, cada uno de los relatos escogidos para la antología tiene algo o mucho de esto. No creo que los buenos escritores se dejen arrastrar por las modas, si bien puede aprovecharse un contexto de lectura para inscribir en él una propuesta narrativa, con la ventaja de que ya hay creado un público lector. Por ejemplo, estoy pensando en dos de los cuentos que se incluyen en la antología: "Apocalipsis", de Alexandra Pagán Vélez; y "El experimento", de Janette Becerra. El primero se vale de un cronotopo que ha hecho fortuna en las últimas décadas en la literatura y el cine, inscrito en el título mismo: el Apocalipsis. En palabras del filósofo surcoreano Byung-Chul Han: "Parece que los apocalipsis están de moda". En cuanto al segundo, se sitúa en el marco de la ciencia-ficción, lindando con la distopía, que también está dando múltiples registros en la narrativa literaria y cinematográfica. ¿Son modas?, tal vez sí, pero igualmente establecen un marco de lectura reconocible.  

-Parece claro que en algunos países imperan más unos temas que otros, referidas, y que ello seguramente responde a distintas sensibilidades, a unos estímulos determinados, ¿es así?

-Seguro, se sitúa en el marco de la ciencia-ficción, lindando con la distopía, que también está dando múltiples registros en la narrativa literaria y cinematográfica. ¿Son modas?, tal vez sí, pero igualmente establecen un marco de lectura reconocible.   Puede decirse así, si bien la literatura, la gran literatura, normalmente trabaja con emociones y preocupaciones universales. Pero cada territorio, cada sociedad, en efecto, se define por unos rasgos particulares y plantea problemas que resultan peculiares. La presentación de la antología la titulé, con un leve toque de humor: "Una isla en crisis o el cuento de nunca acabar". Normalmente la expresión "el cuento de nunca acabar" suele desacreditar una problemática que, se entiende, se alarga ficticiamente por unos intereses particulares. Pero en este caso, se trababa de resemantizar la frase, remitiendo para ello al valor que tiene "hacer un cuento" en la lengua de los puertorriqueños, que no es otra cosa que contar algo, algo que, desde luego, puede ser verdadero. Y lo cierto es que Puerto Rico es una isla en crisis, y lo es desde hace mucho tiempo, se diría que desde hace siglos. Sin duda, la situación actual no ayuda, con alrededor de cinco millones de puertorriqueños desplazados preferentemente a los EE. UU., en una isla que habitan unos tres millones y pico de lugareños; habiendo vivido en menos de un lustro dos huracanes de gran envergadura, sobre todo el huracán María en septiembre de 2017, que arrasó gran parte de las costas; a lo que debe sumarse la crisis económica de 2007-2008, los recortes impuestos en la era Trump, quien impuso una Junta Fiscal a la administración insular, la corrupción política que campa a sus anchas, con escándalos que salpican a varios gobernadores... Todo ello, cómo no, tiene su reflejo en la narrativa puertorriqueña. En el relato "La hora cero", que se incluye en la antología, y cuyo autor es Max Chárriez, el protagonista prende el televisor y se oye: "Cobertura especial: Puerto Rico en bancarrota". La crisis económica es el telón de fondo de la historia que se nos cuenta, pues en el noticiero hablan de una manifestación en las puertas del Congreso insular, en San Juan.    

-¿Tiene la narrativa puertorriqueña, y más en concreto el relato corto, alguna característica que la delate, dentro de la literatura y narrativa en castellano?

-Afortunadamente, hemos dejado atrás (o eso espero) la creencia de que existe una literatura genuinamente, pongamos, española o alemana o inglesa o peruana o mexicana o puertorriqueña... Esa suerte de esencialismo fue una superstición del siglo romántico por excelencia, el siglo XIX. En el caso de un escritor como Borges, que lleva a cotas muy elevadas la maestría del relato breve, se da la paradoja de que cuando más se dejó llevar por la imaginación y disfrazó, cambiando nombres y escenarios, la realidad argentina, fue cuando más genuinamente argentino se mostró. Y por otra parte, en el pasado corría un dicho que decía: "No hay nada más argentino que no ser argentino". En el caso de mi antología puertorriqueña, he huido de los estereotipos, de la típica postal del Caribe, del fraseo borincano, y he privilegiado la calidad narrativa, refleje estos rasgos presuntamente insulares o no. Desde luego, es inevitable que la realidad se cuele en la ficción, porque las ficciones están, en buena medida, tejidas de realidades.   

-Las comunidades isleñas tienen casi siempre una idiosincrasia muy particular, ¿se le puede atribuir, también aquí, hablando de literatura y narrativa en relato?

-Las palabras son delatoras: cuando hablamos de "aislamiento", remitimos al término "isla". ¿Y qué es la "diáspora" puertorriqueña sino una respuesta al límite de un territorio que, para algunos, representa la asfixia? De manera que un isleño, de cualquier latitud, tiene muchas veces puesta la mirada en tierra firme, en un continente. Pero al mismo tiempo, añora el terruño. De modo que, como también sucede con Cuba, aunque con otras connotaciones políticas, se produce la dialéctica de la marcha y el regreso. Esta dialéctica está formidablemente representada en una película cuyo guion está escrito por Leonardo Padura y que se titula Regreso a Ítaca, dirigida por el cineasta francés Laurent Cantet. En la antología, hay un relato titulado "Turistas", de Ernesto Quiñones, que expresa bien la cuestión. No en balde, el autor es uno de esos millones de puertorriqueños que viven en EE. UU.   

-¿Qué lugares recurrentes tienen los puertorriqueños a la hora de trasladarlos y ponerlos negro sobre blanco?

-Una vez más, no quisiera caer en tópicos. Los temas o lugares recurrentes conectan con las pasiones y temores de las personas que vivimos en este presente, el del siglo XXI, con sus muchas incertidumbres, sus desesperanzas y escasas promesas. En conjunto, insisto, la narrativa actual puertorriqueña expresa una crisis no resuelta, que es una crisis no solo económica, sino identitaria, partiendo de la base de que en su ID no constan como puertorriqueños sino como ciudadanos norteamericanos, aunque no con los mismos derechos que los americanos de Illinois o de Kentucky. No es que todo el mundo viva en la isla o fuera de la isla angustiado, pero el tema está en el ambiente, en las conversaciones, en los chistes y chascarrillos que corren por la calle. 

-¿Podemos hablar de una narrativa muy, muy “moteada” de poesía, y si es así, hablamos entonces de "prosa poética"?

-Lo que he intentado en la antología es mostrar la confluencia, en este siglo XXI, de poéticas no solo diversas, sino disímiles. De manera que un realismo sucio convive en el presente con el realismo mágico, atravesado este, en efecto, de poesía. Es lo que sucede, por ejemplo, en un relato que mencioné antes: "Una casa es un lugar lejano", de Vilches Norat, donde las estructuras del espacio y el tiempo, el entrecruce de intertextualidades, hace de este relato un prodigio de la imaginación, por más que responda, como aquellos más realistas, a una expresión de la crisis en la isla, que se inserta hoy, por cierto, es una crisis global. Pero es una otra manera de contar la crisis. Incluso, en un mismo relato (estoy pensando en "Réquiem para una muerta urbana", de Rubis Camacho) conviven los escatológico con lo poético. En este sentido, la narrativa del "Boom" latinoamericano que arranca de los años 60 (Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes..., pero antes también los precedentes del "Boom": Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti) supuso abrir puertas y ventanas a la poesía en los códigos narrativos. En un ágape tras recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, García Márquez pronunció unas palabras tituladas "Brindis por la poesía", y dijo, entre otras cosas: "En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía… ".

-¿Es Puerto Rico, en su narrativa, un lugar donde se pueden reflejar las características del vivir, sentir, ser y estar de los indígenas taínos y de los que la invadieron y la habitaron, españoles que trajeron a mano de obra africana y de no pocas influencias venidas desde Estados Unidos…?

-Desde luego que sí, la literatura refleja los sustratos sociales y asimismo el pasado de donde procede cada sustrato. Hay escritores que han dedicado varios relatos al tiempo de la primera colonización tras la conquista de las islas del Caribe, y que han tratado incluso la figura de Cristóbal Colón, ahora tan denostada por una suerte de revisionismo histórico equivocado. Por ejemplo, el libro de relatos La verdadera muerte de Juan Ponce de León, de Luis López Nieves, que contiene una serie de cuentos exquisitos sobre aquel tiempo de conquista y colonización. Juan Ponce de León fue, digamos, el primer gobernante de Puerto Rico, aunque la isla inicialmente de llamaba San Juan Bautista, de ahí que la capital se terminara llamando San Juan. Hay una escultura del conquistador y gobernante en la Plaza de San José, en San Juan de Puerto Rico, que por cierto ha sido asaltada y dañada en diversas ocasiones en los últimos años por ese revisionismo mal entendido del que hablaba, si bien, cómo no, la gente tiene derecho a expresar su ira, su disconformidad con la historia. ¿Pero podemos cambiar la historia, los hechos del pasado? Podemos cambiar el presente y por tanto reorientar el futuro, pero no podemos disfrazar, velar o eliminar lo sucedido. Lo que sí podemos hacer es imaginar las posibilidades de lo sucedido, jugar a elaborar hechos alternativos, siempre que no perdamos de vista que estamos en el terreno de la ficción, y dentro de esta, en el ámbito de la denominada "ucronía". En esta línea, hay un relato en el libro de López Nieves que ha sido muy antologado: "El gran secreto de Cristóbal Colón".      

-¿Hace la narrativa puertorriqueña muchos guiños a su entorno natural? Está esa especie de surrealismo que parece viaja como una niebla encantadora entre toda la narrativa de Centro y Sudamérica, ¿no?

-El llamado "discurso de la abundancia", que inicia precisamente Colón en el relato de sus viajes a las islas caribeñas -el Almirante nunca pisó tierra firme en el continente-, derivó en una literatura donde el paisaje se convierte en protagonista, y esto sucede tanto en la poesía (piénsese, por ejemplo, en el Canto general  de Pablo Neruda) la novela (ahí está La vorágine, de José Eustasio Rivera) y el cuento (por ejemplo, los cuentos de la selva de Horacio Quiroga). En la narrativa puertorriqueña, lógicamente, hay una presencia ineludible de la naturaleza de Puerto Rico, que es, como sucede en otras partes de América, exultante, prodigiosa, como muestra, por ejemplo, la Reserva forestal de El Yunque, a unos 40 kilómetros de San Juan, y que es pura selva tropical, puro monte. No obstante, en el siglo XXI, y esto ya sucede desde el XX, prepondera una narrativa urbana, concentrada en la vida de ciudad. Los relatos que incluye la antología No es cuento tienen en su mayoría un marco espacial urbano, ya sea relacionado con la isla o con EE. UU., si bien aparece en alguno, por ejemplo, la isla de Vieques, que es, junto con la isla de Culebra, dos destinos de descanso para isleños y turistas.    

-¿La transición entre el siglo XX y XXI cómo se ha ido delatando?

-Pues por ejemplo, en lo dicho arriba: la transformación de los espacios, desde las zonas rurales o selváticas hasta las grandes urbes modernas, como pueden ser, en el caso de Puerto Rico, San Juan, al norte, y Ponce, al sur. Cuando los temas identitarios, ¡y más aún con la globalización!, se desplazan y en cierto sentido se difuminan, la naturaleza comienza a perder su prestigio de antaño como elemento constitutivo de la nacionalidad. Esta es mi impresión, claro, pero tal vez pueda ser una simple impresión, no conozco al completo, ni mucho menos, la literatura puertorriqueña, solo de manera muy parcial. Desde luego, que un antólogo puede establecer unas preferencias: en mi caso, la preferencia fue decantarme por mostrar la narrativa del siglo XXI, y esto ya de por sí supone poner de relieve la vida citadina, los problemas de la polis

-¿Se escribe y lee lo que se vive y habita en Puerto Rico o también lo que se vive y ve desde la diáspora?

-Este asunto lo tuve muy presente a la hora de diseñar mi antología. Lo que tenía claro desde un principio es que de ninguna manera podía obviar esa "otra" realidad de Puerto Rico, que es los millones de desplazados, fundamentalmente a los EE. UU. Esa dialéctica entre el dentro y el fuera es compleja, porque, para empezar, no hay un consenso sobre lo que debiera ser el futuro de Puerto Rico: algunos, ya desde 1899 en que se ratifica el Tratado de París y la isla pasa a manos de los EE: UU., el único futuro posible es el de la República de Puerto Rico, lo que supondría independizarse del Gran Norte; otros, en cambio, los defensores de la "estadidad", desearían justamente lo contrario: que Puerto Rico se convirtiese en un Estado más de la Unión, con todos sus derechos y garantías; y finalmente están quienes no se sienten demasiado incómodos con la situación presente, que es en muchos aspectos ambigua, pero que a la par que están bajo el paraguas protector de los EE. UU. -a pesar de que muchas veces se comporte como una mala madre- pueden vivir libremente su puertorriqueñidad, empezando por el idioma. En uno de los relatos que conforman la antología, el ya citado "Turistas", de Quiñónez, la mujer protagonista le dice a un puertorriqueño que está de visita en la isla pero que vive desde hace años en Nueva York: "Aunque seas puertorriqueño, si no vives en la isla, eres turista y por eso tienes más dinero que nosotros". La frase, sin duda, expresa un rencor de clase, aunque desde luego esto no sea del todo así, pues lo que sucede en el relato es que el personaje que dice esa frase vive con escasos recursos, a diferencia del personaje del puertorriqueño afincado en Nueva York, y que es, por tanto, un "nuyorican", con todas las connotaciones peyorativas que ello tiene en según qué sectores de la sociedad puertorriqueña que habita en la isla. 

-¿Documentarse e investigar para cuidar de la edición de un libro recopilatorio de relatos como este consiste sobre todo en estar al tanto de todo lo que se va publicando e ir leyendo, leyendo y leyendo…?

-En la amplia presentación que hago de mi antología No es cuento, hablo de cómo se fue elaborando este trabajo de antologización. Para empezar, si bien una antología es un libro muy personal, y a veces demasiado personal, en el sentido en que uno puede imponer sus criterios de selección, lo cual es inevitable por otro lado; si bien esto es cierto, también lo es que ningún trabajo filológico es un trabajo de "lobo solitario" ni de "investigador privado" a lo Sherlock Holmes, quien tampoco era un solitario absoluto, pues tenía al lado a su querido Watson. Yo también tuve, por fortuna, a mi Watson, Javier Almeyda, el hoy jefe de biblioteca de la Colección Puertorriqueña en la Universidad de Puerto Rico, pero además se necesita una amplia red que incluye a libreros, editores, académicos universitarios dedicados a la narrativa breve, porque todos ellos, además de ser libreros, editores y académicos, o mejor dicho, por el hecho de ser libreros, editores y académicos, son, ante todo, lectores, y lectores privilegiados. 

-Pero creo que te debes de meter dentro del entorno social, cultural, económico y político…, ¿no?

-Ah, pero por supuesto, sin duda alguna... Esos contactos y rastreos de los que hablo, estas búsquedas en esos ámbitos (el de las librerías, las editoriales y los académicos y académicas) quise llevarlo a cabo "in situ", y esta parte la financié de mi propio bolsillo. Hay un relato de Vilches Norat titulado "Medir el territorio" -que desgraciadamente no pude incluir en la antología, al tener que escoger un relato por cada autor o autora-, y yo creo en las investigaciones filológicas hechas en el territorio, y no desde tu casa en el ordenador, que también se podría, y de hecho hay investigadores que trabajan así, pero el resultado es harto diferente a mi parecer. El simple hecho del hablar cotidiano, incluso con gentes del lugar que no tengan nada que ver con la literatura, aporta datos sociológicos que luego resultan muy útiles para comprender un territorio y su literatura, empezando por la jerga social, por la manera en que nominan la realidad. No es lo mismo irse de tapas que irse de chinchorreo, por poner un ejemplo., no son experiencias equiparables culturalmente. Los símbolos y señales socioculturales están ahí, insertos en la literatura, pero si uno no sabe traducir en significados tales símbolos y señales, ni entiende la fraseología popular, ¿cómo va a desentrañar una literatura en toda su significación?

 

 

_____________________________________________________________________

Cazarabet

Mas de las Matas (Teruel)

http://www.cazarabet.com

info@cazarabet.com