Cazarabet conversa con... Eliseo
Moreno Burriel, autor de “Revolución y contrarrevolución en los institutos
aragoneses (1936-1939)” (Comuniter)
Eliseo Moreno Burriel se mete de lleno
en los institutos de segunda enseñanza para enseñarnos cómo pasaron de ser unos
profesores comprometidos a unos represaliados en muchas dimensiones.
El libro lo edita Comuniter en la
colección, Es un decir.
La sinopsis: Este libro investiga
con nuevas fuentes, y recupera con eficacia para nuestro presente, la historia
del profesorado de los institutos de enseñanzas medias existentes en Aragón y
de los posicionamientos y vicisitudes de sus vidas profesionales y personales
desde la sublevación militar del verano de 1936 hasta el final de la guerra
civil, para lo que reconstruye detalladamente la biografía anterior de todos
los docentes, contribuyendo a explicar sus posicionamientos ante el golpe y
durante los años de guerra, así como sus trayectorias posteriores a la
consolidación de la dictadura, lo cual también ilustra con eficacia las
características del sistema político franquista en sus primeras décadas.
Tanto por su concepción y propósito
como por su método es una investigación original, por cuanto lo es de historia
de la educación secundaria, menos conocida que la de la enseñanza universitaria
y primaria, por lo general, que recoge una panorámica integrada de los 8
institutos existentes en las provincias aragonesas (Caspe, Calatayud, Goya y
Servet en la capital, Huesca, Jaca, Barbastro y Teruel), su actividad, planes
de estudio, función social y cultural, sin desatender su propia historia
anterior; pero también es una minuciosa historia de la represión y de la
depuración de los cuerpos docentes, de su reacomodo en las dos zonas en que
quedó dividido el territorio aragonés por un frente vertical, de los diversos
procesos de adaptación que se llevaron a cabo; constituye una perspectiva
nueva, con algo de reportaje de concretas vidas vividas, de la violencia
constitutiva del primer franquismo contra las personas y contra las cosas. Yo
no he olvidado los cautelosos rumores que, en una lejana adolescencia, también
turolense, advertían de que algunos profesores del Instituto habían sido
fusilados atados a columnas de la plaza del Torico,
remachados años después con la lectura de los diarios de Azaña en los que
recogía, aterrorizado, la noticia que le habían hecho llegar de que habían sido
fusilados por alumnos del propio centro. Aquí el lector no encontrará noticias
ni rumores, sino un equilibrado y documentado tratamiento de este episodio.
Del prólogo de Carlos Forcadell
El autor, Eliseo Moreno Burriel:
Martín del Río, 1951. Estudió el
bachillerato en el lnstituto Ibáñez Martín de Teruel
y ha dedicado su vida profesional a la enseñanza desde que hace medio siglo
obtuviera su título de maestro y hasta su jubilación como profesor en el
instituto Conde de Aranda de Alagón. Licenciado en Historia por la UNED y
Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza (2015), con una tesis
doctoral dirigida por el profesor Ignacio Peiró, quien también le introdujo en
componentes
básicos del método histórico
visibles en esta publicación, que trató sobre Disciplina y Profesión: la
Historia en la Segunda Enseñanza 1840-1940.
Entre sus diversas publicaciones en
torno a temas de historia social de la enseñanza y la educación cabe destacar
su libro Depurar y castigar. Los catedráticos de Geografía e Historia en los
comienzos del estado franquista: 1936-1943 (2018), en el que ya recogía el
impacto de la guerra civil en la situación personal y profesional del
profesorado y estudiaba, y daba a conocer, 75 procesos de depuración
esforzadamente localizados y documentados para el conjunto de la geografía
nacional, circunscritos, en este caso, a los catedráticos de una sola
disciplina.
La mayor parte de su obra escrita
está dirigida hacia el campo de la educación como una síntesis sobre la
historia del sistema educativo español titulada Historia de la Escuela Pública
en España: Balance de dos siglos (2003); La Educación en la primera década
franquista (1939-1951), comunicación correspondiente al IV Congreso de Historia
Local de Aragón (2003); La Educación durante la Guerra Civil (1936-1939),
jornadas organizadas por el Consejo Escolar de Aragón (2004). Del Estado
educador a la escuela secuestrada: República, Guerra Civil y primer Franquismo,
Jornadas Historia y Educación, Alagón (Zaragoza) 2013. La enseñanza de la
historia a través de los catedráticos de Geografía e Historia de instituto,
Actas del XII Congreso de la Asociación Historia Contemporánea (2015).
Ya hemos conversado con Eliseo
Moreno en otra ocasión. Fue en 2018 sobre su libro “Depurar y castigar. Los
catedráticos de Geografía e Historia en los comienzos del estado franquista
(1936-1943).
El libro puede descargarse en la Biblioteca
Virtual de la Institución Fernando el Católico:
Institución
Fernando el Católico - Ver publicación
Y recordamos que estuvo presente en el I Congreso
de Historia Local Aragonesa que se celebró en Mas de las Matas en julio de
1997. Presentó entonces una comunicación publicada con el título “Desorden en
el campo: análisis de la sociedad rural turolense desde la sublevación
anarquista de 1932 hasta la insurrección de 1933”.
Estas son las comunicaciones presentadas por
Eliseo Moreno Burriel en los primeros años del Congreso de Historia Local
Aragonesa:
1º Congreso
Historia Local Aragonesa 1997: Desorden en el
campo: análisis de la sociedad rural turolense desde la sublevación anarquista
de 1932 hasta la insurrección de 1933
2º Congreso
Historia Local Aragonesa 1999: Desorden en el
campo. Análisis de la conflictividad en la sociedad rural aragonesa durante el
Bienio negro
4º Congreso
Historia Local Aragonesa 2003: La educación
en la primera década franquista (1939-1951)
Cazarabet conversa con Eliseo Moreno
Burriel:
-Eliseo, ¿qué es lo que te empujó a la escritura de este
libro?
-El origen del trabajo está en la
tesis doctoral que defendí en 2015 en la Universidad de Zaragoza dirigida por
el catedrático-doctor Ignacio Peiró. Dicha tesis versaba sobre la enseñanza de
la historia en los institutos españoles desde la implantación del sistema
educativo en 1845. De aquella tesis surgió mi anterior libro Depurar y
castigar. Los catedráticos de Geografía e Historia en los comienzos del Estado
franquista (1936-1943). Todo esto para indicar que después de estos
trabajos me había ido especializando en el profesorado de los institutos de
segunda enseñanza y en el periodo clave de la Segunda República, la Guerra
Civil y el primer franquismo: carreras profesionales, posicionamiento ante el
reformismo del quinquenio republicano, depuraciones, consecuencias. Así, pues,
me concentré en el territorio aragonés durante el crucial periodo comentado,
porque sorprendentemente, no había nada hecho y comprendí la oportunidad de
aplicar todo lo anteriormente aprendido para darle luz a dicho periodo en Aragón
-¿Muchos maestros y profesores de segunda enseñanza de los
institutos aragoneses hicieron primero la revolución para después pasar por la
contrarrevolución?
-No es tan sencillo. Los profesores,
como toda la sociedad española se vieron enredada en la vorágine desencadenada
por el golpe de Estado dado por los militares en julio de 1936. El profesorado
de segunda enseñanza (como se le denominaba entonces) era mayoritariamente
conservador, como indican todos los estudios llevados a cabo con el
profesorado. Para comprender lo que pasó hay que ir al momento en que se
proclamó la Segunda República. Fue este periodo un momento de gran intensidad
política en todos los aspectos, pero especialmente en la educación porque los
reformistas republicanos que estuvieron al frente comprendieron que una de las
reformas más importantes era la de la educación, y, se pusieron a ello desde el
día uno de la República. Esto obligó a todos los profesores a resituarse ante
las reformas que se avecinaban. Básicamente surgieron tres posturas: Los
favorables a las reformas, los conservadores refractarios a las mismas y los
que se situaron en la zona gris que fueron hacia lo que hemos denominado la
zona gris. Cada uno de estos grupos, a su vez, no era monolítico, sino que
ofrecía diversos posicionamientos. A título de ejemplo, el los profesores del
grupo de los conservadores adoptaron diferentes posturas ante el reformismo
republicanos: Unos optaron por la hibernación como forma de acción política,
otros prefirieron seguir activos en política alineándose con los partidos
conservadores para luego ingresar en los partidos protofascistas
o en tránsito hacia la fascistización, y otros con mayor comprensión a las
reformas que colaboraron con las mismas hasta que el estallido de la guerra
puso fin a esta colaboración. Luego el golpe de Estado, y la guerra desatada,
complicó todo y cada uno tuvo que tomar decisiones en función de su propia
ideología y el bando en el que quedó ubicado cuando los frentes se
estabilizaron.
-Una contrarrevolución que se
desarrolla o desemboca, mejor dicho, en las represalias y en la depuración,
¿verdad?
-Con la guerra la educación se
convirtió en una herramienta más de la lucha contra el otro bando. Los dos
bandos se apresuraron en tomar medidas que los distinguiera claramente de los
otros. Los militares quisieron eliminar todo el sustrato institucionista que
soportaba las reformas educativas y volver a la tradición, al conservadurismo,
a la religión y al elitismo de la segunda enseñanza. La vuelta a los valores
tradicionales representados por la lucha contra la modernidad se inicia la
contrarrevolución que iba acompañada por la separación de la docencia de
aquellos más comprometidos con el reformismo y la aplicación de diversas
sanciones a aquellos que se consideraban recuperables para el Nuevo Estado
-¿Por qué el sector de la docencia era tan afín a verse
involucrado en el activismo político?
-Como he comentado más arriba, el
colectivo de profesores era mayoritariamente conservador. Si hacemos una
disección del grupo veremos que los catedráticos militaban mayormente en el
grupo más reacio a las reformas mientras que los más jóvenes, ingresados muchos
de ellos en la enseñanza en tiempos de la República eran más sensibles a las
reformas y constituyeron el grupo más activo políticamente afiliándose a los
partidos de centro como Izquierda Republicana, y más a la izquierda como el
Partido Socialista o, incluso, el Partido Comunista, pero estos dos grupos eran
muy minoritarios.
-¿Y cómo era esa implicación de los profesores de la segunda
enseñanza en Aragón desde la proclamación de la Segunda República hasta el año
en el que el golpe de Estado Militar hace que estalle una guerra de tres años?
-Aragón no fue diferente al resto de
territorios en lo que se refiere al posicionamiento del profesorado ante el
reformismo propuesto por la República. Uno de los catedráticos de instituto más
conocidos a la llegada de la República era Miguel Allué Salvador, catedrático
de Lengua Española y director del instituto provincial de Zaragoza (Aún no se
llamaba Goya). Había tenido una sólida formación, había disfrutado becas de la
JAE, durante la dictadura de Primo de Rivera había desempañado importantes
cargos públicos entre los que destaca el de alcalde de Zaragoza entre 1927 y
1929. Con la proclamación de la República quedó tan traumatizado por el brusco
cambio de la sociedad española que dimitió como director del instituto,
negándose a seguir a pesar de las numerosas insistencias de sus compañeros,
optando por el retraimiento a un segundo plano, alejado de toda acción pública.
-¿Cómo vive el profesorado el período de la Guerra Civil
Española?
-El profesorado de secundaria,
objeto de este trabajo, lo vivió como el resto de la sociedad española, como
una tragedia en la que se vieron envueltos por lo que tuvieron que deseñar
estrategias para el futuro. Sin embargo, no significó para todos lo mismo. Para
los que tuvieron la suerte de estar ubicados en el bando que correspondía a su
ideología, supuso una ventana de oportunidades que les
llevó a desempeñar su labor profesional sin problemas, e incluso la posibilidad
de ser nombrado para cargos públicos con los que defender sus ideas. Para lo
que estaban en la situación contraria, representó la entrada en una carrera de
sufrimientos, persecuciones, expulsión de la docencia, prisión, o incluso la
muerte, como sucedió con tres de ellos, dos en el instituto de Teruel y uno en
el de Huesca. En el instituto de Teruel fueron asesinados por las milicias
fascistas el director, Joaquín de Andrés Martínez, director del instituto y
presidente de Izquierda Republicana en Teruel y Germán Araujo, secretario del
mismo y militante socialista y de la UGT.
-¿Presenta Aragón algunas particularidades que no se dan en
otros lares que viviesen los mismos acontecimientos, aunque seguramente de otra
manera?
-Efectivamente, nuestra tierra
presenta algunas particularidades que también nos animaron a llevar a cabo la
investigación
La primera que viene a cubrir un
vacío de la historiografía aragonesa sobre la segunda enseñanza durante la
Segunda República y la Guerra Civil: centros, enseñanzas, profesorado,
depuración, repercusiones de la guerra para el profesorado, carreras exitosas,
exilio interior y exilio exterior definitivo. Un tramo de la educación que ha
suscitado menos investigación hasta ahora que los otros tramos como la Primaria
y la Universidad.
La segunda que se trata de un
enfoque regional novedoso en la historiografía nacional sobre la segunda
enseñanza en un territorio dividido en dos zonas de guerra enfrentadas
militarmente durante gran parte de la contienda civil, lo que nos permite
observar desde una perspectiva global la evolución de la segunda enseñanza en
las dos zonas enfrentadas y administrada desde Burgos/Vitoria/Zaragoza en la
zona nacional y desde Madrid/Valencia/Caspe en la zona republicana
La tercera que en la zona
republicana aragonesa la educación primaria dejó de estar dirigida durante un
tiempo desde las instituciones gubernamentales para ser gestionada, primero por
una comisión escolar creada a toda prisa por el Ministerio de Instrucción
Pública, y después por el Consejo de Aragón, ambos con sede en Caspe. La
secundaria fue gestionada directamente desde el Ministerio de Instrucción
Pública, aunque la lejanía del territorio y la cercanía de los frentes
ralentizó dicha gestión.
La cuarta que en esta tierra se
produjo durante la guerra la única ocasión que un instituto nacional pasó estar
de manos franquistas a ser gestionado por la República. Fue el instituto de
Teruel tras el ataque del ejército republicano a esta ciudad.
-Todo depende, seguro, amigo, de los
lugares en los que los golpistas “ganaron la plaza” antes o después, ¿no? ¿qué
sindicatos y /o partidos políticos imperaban entre la filiación del colectivo
docente?
-Con respecto a la militancia
política del profesorado de segunda enseñanza, señalamos que la ideología y el compromiso
político eran mayoritariamente conservadores. Muchos de ellos se habían
incorporado a la política durante la Dictadura de Primo de Rivera. Desde la
plataforma de la Unión Patriótica se habían catapultado al desempeño cargos
políticos, generalmente en el marco local o provincial y, tras la proclamación
de la República, algunos eligieron el retraimiento de la política para
concentrarse en la enseñanza. Otros, por el contrario, eligieron opciones muy
conservadoras que fueron derivando hacia posiciones en tránsito hacia la
fascistización. Este último grupo de fue
radicalizando a medida que avanzaba el quinquenio hacia posiciones cercanas a
la fascistización confluyendo en los partidos que representaban esta opción
política como Falange Española. También tuvieron importancia en este grupo
otras opciones conservadoras como el Partido Radical, la CEDA y otros.
De forma paralela, durante la
República fue apareciendo una nueva generación de profesores más comprometida
con las reformas sociales y educativas que veían necesarias para la
modernización de la sociedad española. En este grupo tuvo un atractivo especial
Acción Republicana, liderada por Manuel Azaña que luego se convirtió en
Izquierda Republicana. Un partido de clases medias, intelectuales, profesiones
liberales, docentes y otros grupos ilustrados. También tuvieron atractivo,
mucho menor, el PSOE y el PCE.
Por lo que se refiera a la
militancia sindical, antes de la guerra no existía prácticamente esta
militancia ya que la mayoría que optó por algún tipo de afiliación lo había
hecho por la Asociación de Catedráticos de Instituto y otras asociaciones de
profesores que agrupaban a profesores de una disciplina. Con la guerra todo
cambió. La Asociación de Catedráticos se disolvió y recomendó la afiliación al
sindicato socialista FETE-UGT, aunque no de forma automática, sino que cada
profesor tenía que solicitar el ingreso, que se le concedía inmediatamente. En
la misma dirección siguieron la mayoría del resto de asociaciones: Sindicato
Nacional de Formación Profesional, Sindicato Nacional de Inspectores, Sindicato
de Profesores de Escuelas Normales, Asociaciones de Inspectores, Asociación de
Licenciados y Doctores, Asociación de Profesores Titulares de Dibujo. La guerra
convirtió a la FETE en el sindicato mayoritario de la segunda enseñanza.
Solo unos pocos profesores optaron
por la CNT, la gran competencia sindical de la UGT. El sindicato anarquista
había creado durante la guerra su sección de enseñanza. A este sindicato se
fueron afiliando los profesores más conservadores, alguno de los cuales
militaban en alguno de los partidos de ultraderecha. Ejemplo de lo que decimos
lo constituye la catedrática de Dibujo Julia Gomis Llopis, titular en el
Instituto de Teruel, pero en comisión de servicios en el Instituto-Escuela de
Valencia, creado por la República, era hija de un veterano carlista y ella
misma seguidora del tradicionalismo político. Este grupo de profesores no
querían ser visualizados como afiliados al sindicato socialista por lo que
optaron por la otra única opción, la CNT, donde fueron recibidos sin ningún
tipo de problemas.
-Los profesores afines a las posiciones más conservadoras fuesen
militante so no de partidos políticos, cómo solían compartir aulas con los
posicionados justo en las antípodas; cómo era la convivencia antes de que
estallase la guerra
-Antes
de la guerra la convivencia en los centros era, en líneas generales buena. El
cuerpo de profesores vivía un buen momento desde el punto de vista profesional
porque se habían ampliado mucho los centros, lo que había conllevado el aumento
significativo del número de profesores. Todo ello aumentaba las posibilidades
de movilidad para conseguir mejores destinos. La República emprendió un plan de
construcción de centros en toda España, pero tuvo mucho interés en mejorar la
segunda enseñanza en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia,
Sevilla o Zaragoza. En estas ciudades se crearon nuevos centros para los que
dispusieron poner los profesores más motivados para las plantillas de nuevos
centros, para lo cual establecieron dichas plazas en comisión de servicios con
un concurso de méritos preparado por el Ministerio de Instrucción Pública. Esto
significó que algunos profesores de los institutos de Aragón estaban en
comisión de servicios en dichos institutos cuando se produjo el golpe de Estado
de los militares.
Se multiplicaban las oposiciones
para acceder a la catedra. Algunos ejemplos nos corroboran lo dicho. En el
instituto Goya, tras la proclamación de la República se nombró a un muevo
equipo con el que colaboró todo el claustro, incluidos profesores del ala
conservadora como Benjamín Temprano o Miguel Allué.
Sí tenemos registrado algún
incidente en el instituto de Calatayud entre el director, Cipriano Aguilar
Esteban y el profesor claretiano Daniel Ruiz Bueno, ya que este sufrió ataques
personales por parte del director sin que podamos entender el origen de dichos
ataques. En este mismo centro, el director fue encarcelado brevemente tras las
elecciones de febrero de 1936, pero solo estuvo encerrado unos días, saliendo
sin ningún tipo de acusaciones y repuesto en la dirección el centro.
Donde sí hubo problemas fue en las
localidades de Barbastro y Caspe en el momento de la creación del instituto por
la falta de locales adecuados para el centro lo que obligó a los Ayuntamientos
a entrar en conflicto con los religiosos que ocupaban edificios públicos
obligándoles a desalojarlos lo que trasladó el conflicto a la población al
haber vecinos a favor y en contra de tales medidas. En Barbastro el único
edificio adecuado para la ubicación del instituto era el seminario de los
Paules regentado por los claretianos de la localidad. El consistorio alegó que
el edificio era de propiedad municipal, aunque estaba usufructuado desde hacía
muchos años por la Iglesia. Personado el ayuntamiento en el local se les dio 10
días para el abandono del local, cosa que no hicieron por lo que fue incautado
por el Ayuntamiento, con asalto incluido, la noche de 1 al 2 de agosto de 1933.
Algo parecido pasó en Caspe. Tras la
concesión provisional del Ministerio para la creación de un instituto, no
disponía de local adecuado. Igual que en Barbastro el único edificio que podía
ser utilizado sin demora era el de los Franciscanos donde estaban desde 1889
por una concesión municipal. El Ayuntamiento declaró nulo el contrato
contraído, pero los frailes rechazaron el acuerdo lo que aumentó la tensión en
el municipio con manifestaciones a favor y en contra que llevaron a detenciones
y la intervención del Gobernador Civil.
Ante la negativa de los Franciscanos a desalojar el local tras cumplirse
el 30 de julio el plazo de tres días dado por el Ayuntamiento, se presentó ante
el edificio el alcalde de Caspe una comisión del Ayuntamiento acompañada del
capitán de la Guardia Civil para intentar hacer cumplir el acuerdo municipal.
Como la noticia corrió por el pueblo, grupos de manifestantes que apoyaban al
Ayuntamiento y otros que les gritaban acudieron al lugar lo que produjo una
situación muy tensa que obligó a desistir a los representantes municipales.
Finalmente consiguieron desalojar a los frailes y ya con el edificio disponible
fue creado por OM del MIPBA de 4 de junio de 1932[1][1],
siendo inaugurado el 11 de noviembre.
Otros incidentes que tenemos
registrados ocurrieron en el instituto de Jaca entre un profesor del centro
afiliado al Partido Comunista y algunos oficiales de la guarnición de Jaca.
Como vemos los incidentes
registrados casi siempre fueron por motivos ajenos al funcionamiento del
centro.
-¿Y en cuanto estalla? ¿cómo va evolucionando esa relación?
-El golpe militar trastocó todo el entramado
de la educación aragonesa y Por lo que respecta al profesorado obligó a todos a
tomar decisiones que tuvieron mucho que ver con su posicionamiento ideológico,
así como con la zona en que quedaron ubicados cuando los frentes se
estabilizaron
Conservadores o reformistas tuvieron
que tomar distintas decisiones en función de la zona en la que quedaron tras el
fracaso del golpe de Estado. Conservadores en zona republicana y reformistas en
zona nacional fueron los perdedores de un juego en el que quedaron atrapados
con funestas consecuencias para algunos de ellos. Conservadores en zona
nacional y reformistas en zona republicana pudieron vivir sin el temor a
represalias, abriéndose para ellos una ventana de oportunidades que se tradujo
en el desempeño de cargos educativos o políticos en su zona respectiva.
Naturalmente fue mucho mejor para los ubicados en la zona franquista que en la
zona republicana que tuvieron que ir adaptándose a la reducción del territorio,
así como a la derrota final del ejército republicano
Los
conservadores en zona nacional buscaron
la ventana de oportunidades que les ofrecía la nueva situación. La mayoría de
este colectivo se reactivó de forma inmediata tras el golpe de Estado,
ingresando en organizaciones como Acción Ciudadana o Falange ofreciendo su
colaboración a los sublevados desde los primeros momentos lo que les permitió
acceder a puestos políticos de gran responsabilidad.
En este grupo podemos encontrar a
personajes como Miguel Allué Salvador que ya había desempeñado cargos durante
la Dictadura de Primo de Rivera: jefe provincial de la Unión Patriótica;
diputado de este partido (1927-1929); alcalde de Zaragoza (1927-1929); director
general de Enseñanza Superior y Secundaria del Ministerio de Instrucción;
delegado del gobierno en el Congreso Internacional de Enseñanza Media de
Bucarest, 1929. Nada más consolidarse el golpe en Zaragoza se reactivó
políticamente, afiliándose a Falange y poniéndose al servicio de los militares
que lo premiaron con importantes cargos: director del instituto Goya,
presidente de la comisión D depuradora del Magisterio de la provincia de
Zaragoza y presidente de la Asamblea Nacional de Academias oficiales de Artes y
Letras de España en abril de 1937.
En Teruel, Andrés Vargas Machuca,
también se reactivó poniéndose rápidamente al servicio de los militares que lo
nombraron presidente de la Diputación de Teruel.
En Huesca, el catedrático de
Geografía e Historia y falangista, Juan Tormo Cervino, hijo de que fue ministro
de Instrucción Pública Elías tormo en el gobierno Berenguer se puso rápidamente
al servicio de los militares que lo nombraron director del instituto desde
diciembre de 1936, presidente de la comisión D depuradora del Magisterio
primario y concejal del Ayuntamiento de Huesca.
Los
conservadores en zona republicana tuvieron
que tomar decisiones para sobrevivir
en un medio que fue muy hostil para ellos. Aunque su primera decisión fue la de
no colaborar con el programa reformista, esto suponía ponerse en la diana de la
represión, por lo que algunos decidieron no señalarse cumpliendo de forma
correcta el puesto de trabajo, pero sin desempeñar ningún tipo de cargos de
confianza, o tratar por todos los medios de rechazarlos, siempre que fuera
posible.
Antonio Carsi Zacarés, catedrático de Matemáticas del instituto de Calatayud, en
comisión de servicios en el instituto Quevedo de Madrid en el que desempeñaba
el cargo de subdirector. Al
quedar el director en la otra zona, el Ministerio decidió nombrar para el
puesto a Gabriel León Trilla que tampoco ejerció porque el partido Comunista le
encomendó diferentes cometidos en defensa del Frente Popular. Entonces la
dirección recayó sobre Carsi, pero tampoco la ejerció
porque para evitarlo se trasladó motu propio a San Juan (Alicante),
donde pasó el resto de la guerra, con el argumento de recuperarse de una lesión
en su pie izquierdo. Este abandono de su destino tuvo como consecuencia su
destitución en el cargo de director y cese en el de catedrático el 5 de octubre
de 1936 acusado de desafección a la República.
Julia Gomis Llopis, catedrática de
Dibujo y militante de la Comunión Tradicionalista fue separada de la cátedra
acusada de enemiga de la República. En septiembre de 1936, se afilió a la CNT
“para obtener carta de trabajo y poder circular libremente. Durante la guerra
sufrió dos registros de las milicias que operaban en Valencia, según relata en
su declaración jurada ante la comisión de depuración, el primero de los cuales
fue acompañado de robo de alguna de sus pertenencias que no detalla, llegando a
temer por su vida.
Los
profesores comprometidos con el reformismo republicano que quedaron “atrapados” en la zona controlada por los
militares sublevados tuvieron que diseñar estrategias para sobrevivir en un
medio hostil, aunque para tres de ellos no fue posible porque fueron víctimas
de la brutal represión de las milicias de primera hora. Los demás tuvieron que
sufrir una dura depuración docente.
De este grupo salieron los fusilados
por las milicias de primera hora, dos en Teruel, el director, Joaquín de
Andrés, militante de Izquierda Republicana y German Araujo, catedrático de
Matemáticas y militante del PSOE. La misma suerte corrió Jesús Gascón de Gotor, militante de Izquierda Republicana y profesor en el
instituto de Huesca.
También pertenecían a este grupo
salieron los veinte docentes que fueron suspendidos de empleo y sueldo por la
Junta Técnica del Estado de Burgos a propuesta del rector Calamita. Todos ellos
tuvieron una mala experiencia con el proceso, y solo dos, tras muchas
vicisitudes y años de frustración, pudieron recuperar la cátedra, sin sanción.
Nueve de ellos fueron expulsados definitivamente. El resto recibió diversas
sanciones, aunque pudieron recuperar la cátedra tras largo calvario
A este grupo pertenecen Anselmo
Gascón de Gotor, Miguel Labordeta Palacios, Felipe Castiella, maestro de la sección preparatoria del Goya y
los catedráticos de Huesca implicados en el denominado asunto del sello Jesús
Mendiola, Emilio Español y Pedro Pérez Gómez, Juan Bonet Bonell,
Juan Cruz Melero Mateo, profesor de Dibujo de Calatayud; Enrique Díez Canedo.
El listado incluye 177 profesores de
todas las categorías distribuidos entre los ocho institutos: 50 profesores del
instituto Goya; 35 del Miguel Servet; 20 pertenecientes al Ramón y Cajal; 18
del de Teruel; 19 del Primo de Rivera de Calatayud; 10 de Jaca, 8 de Barbastro
y 17 de la plantilla del de Caspe.
Este listado incluye: Los profesores
que pudieron presentarse en sus institutos al comienzo del curso; Los
profesores contratados durante la guerra en uno y otro bando; Los profesores de
plantilla de estos institutos que se encontraban en comisión de servicios en
Madrid, Barcelona o Valencia; Los profesores que no pertenecían a ningún
instituto de Aragón, pero estaban pasando las vacaciones estivales en sus casas
familiares y no pudieron presentarse a sus destinos por encontrarse en la otra
zona por lo que fueron asignados a un instituto aragonés. Este sería el caso de
José Manuel Alda Terán, con destino en Manresa destinado al instituto de
Calatayud; Manuel Marín Peña con destino en Lérida, destinado al instituto de
Calatayud; José Esteban Ciriquian con destino en
Soria, destinado al instituto Goya y Ángel Novella, con destino en el instituto
de Caspe y destinado al de Teruel
-Coméntanos, ¿cómo fue y se
desarrolló de depuración de depuraciones porque el mundo docente la padeció y
mucho, ¿no?
-La depuración docente fue una forma
de represión dirigida al profesorado de todos los tramos educativos que fue
llevada a cabo por los dos bandos con objetivos y fines distintos. La
depuración de funcionarios no era algo nuevo en el devenir histórico español.
Con diversas formas o fines se había venido practicando en la España
Contemporánea para apartar de la función pública a aquellos servidores públicos
que no comulgaban con las directrices del poder recién establecido.
Seguramente, la primera depuración de la historia contemporánea española, fue
llevada a cabo por Fernando VII en 1823 tras la recuperación del poder por la
intervención de las tropas francesas
La republicana fue ejercida desde el
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes con el fin de separar de la
cátedra a todos aquellos que habían participado, amparado o justificado el
golpe de estado, una depuración que empezó siendo una forma más parecida a las
formas tradicionales de depuración del funcionariado en los momentos de ruptura
del consenso constitucional practicadas en la España Contemporánea, pero
que fue alcanzando cotas más ambiciosas
y politizadas a partir de septiembre tras el nombramiento del comunista Jesús
Hernández como ministro de Instrucción Pública en el gobierno de Largo
Caballero, y con mucha menor intensidad a partir del ministerio del cenetista
Segundo Blanco desde abril de 1938.
En la zona republicana la educación
se convirtió en un arma de guerra con la que consolidar el ideario político
antifascista. Tuvo tres fases correspondientes a los ministros de Instrucción
Pública del gobierno republicano durante la guerra
La primera fase se llevó a cabo bajo
la dirección del ministro Barnés Salinas y coincide con la descomposición del
poder central sustituido por las milicias de partidos y sindicatos y de bandas
de delincuentes desaprensivos que dio paso al periodo de terror caliente. En
este periodo, el moderado Barnés, echó mano de las formas tradicionales
de depuración en los momentos de ruptura del consenso constitucional: separar
de la cátedra a los que habían apoyado de forma directa o indirecta el golpe de
Estado, a personas muy destacadas de las derechas conservadoras y directores de
centros significados por su conservadurismo y sospecha de connivencia con los
sublevados
La segunda fase corrió a cargo del
ministro comunista Jesús Hernández. Con este ministro se incrementó el
componente ideológico de la depuración. Para ello era necesaria la
ideologización de los institutos convirtiendo al director en un comisario
político y llevando a los centros una estructura de guerra donde esta figura se
había convertido en la punta de lanza de la lucha contra el fascismo en los
batallones del nuevo ejército de la República. Esta nueva figura reunirá las
atribuciones propias del director y del claustro lo que le otorga unos poderes
que cambian todo el panorama del funcionamiento de los institutos. Desaparece
la democracia interna y el comisario-director se convierte en un funcionario de
alto rango dependiente únicamente del Ministerio.
Por el decreto de 27 de septiembre
de 1936 se Esta nueva figura reunirá las atribuciones propias del director y
del claustro lo que le otorga unos poderes que cambian todo el panorama del
funcionamiento de los institutos. Desaparece la democracia interna y el
comisario-director se convierte en un funcionario de alto rango dependiente
únicamente del Ministerio.
Este decreto tenía un alcance
universal, un paso más ya que suspendía a todos los funcionarios públicos en el
ejercicio de sus funciones, con excepción de los pertenecientes a los cuerpos
armados, con el argumento de que, si bien hasta el momento los distintos
ministerios habían ido realizado medidas de depuración, era necesario una
medida global que resolviera a fondo el problema unificando la acción del
gobierno. Se daba un mes de plazo para solicitar el reingreso mediante la
cumplimentación obligatoria de un cuestionario (que luego copiaría casi de
forma íntegra el bando franquista). El Decreto establecía que el Ministerio
podría adoptar una de las siguientes resoluciones: Reingreso con pleno
reconocimiento de derechos, disponible gubernativo percibiendo los dos tercios
del sueldo, jubilación forzosa o separación definitiva del servicio.
La tercera fase corresponde al
mandato del cenetista Segundo Blanco en el Ministerio de Instrucción pública
desde su nombramiento en abril de 1938. Este nuevo ministro cambio
completamente el equipo de colaboradores destituyendo a los ugetistas y poniendo
en los principales puestos de responsabilidad a cenetistas. El ímpetu de la
depuración descendió varios puntos, tanto porque había menos profesores para
depurar, como que era una manera de poner distancia con las decisiones llevadas
a cabo por el equipo de Hernández, pero, sobre todo, porque los vientos
empezaban a ser poco propicios para la República y muchos vieron la necesidad
de relajar el ímpetu depurador. En este momento se procedió incluso, a
rehabilitar algunos profesores que habían sido cesados o declarados disponibles
gubernativos por los anteriores ministros.
Todos estos profesores que tuvieron
que pasar esta depuración, luego también pasaron por la franquista. Y aquí no
vale que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, sino que todos tuvieron que
pasar por las horcas caudinas y siempre con la sospecha de que en un
momento u otro fueron colaboradores de la República, una sospecha que siempre
sobrevolaba los expedientes de depuración de estos profesores.
Fueron 22 los profesores que
terminaron con sanción, 13 de ellos con expulsión de la docencia. Aunque era
una sanción que no tenía validez en la zona franquista por lo que algunos de
ellos la utilizaron como demostración de que no eran favorables a la República
recuperando la cátedra. Una profesora y 10 profesores sufrieron cárcel, 9 de
ellos corresponden a los profesores del instituto de Teruel detenidos cuando
participaban de forma activa en la defensa de la ciudad ante el ataque
republicano trasladados a Valencia donde permanecieron encarcelados hasta el
final de la contienda.
La depuración llevada a cabo por el bando
sublevado fue un proceso doble: punitivo dirigido a sancionar a los que habían
colaborado de manera entusiasta con el programa modernizador de las estructuras
educativas y/o culturales españolas y que consideraban refractarios a las
directrices del Nuevo Estado y preventivo para advertir a los futuros
docentes de cuál era el único camino permitido para formar parte del cuerpo de
docentes de la enseñanza pública del nuevo estado franquista.
El franquismo también declaró
cesados a todos los profesores que tenían que solicitar el ingreso en la
docencia, momento en que se le abría el expediente de depuración.
También aquí hubo varias fases
La primera depuración corrió a cargo
de la Junta de Defensa Nacional y la Junta Técnica del Estado que tuvo como
agentes depuradores a los rectores de las universidades convertidos en los
representantes de la Junta en sus distritos universitarios. En Aragón fue el
rector Calamita del que partieron las primeras propuestas de suspensión de
empleo y sueldo para todos aquellos que se habían distinguido por su defensa
del reformismo republicano. La Junta Técnica del Estado tenía la última
palabra. En esta fase no valían ni la defensa ni los recursos,
La segunda fase se inicia tras la
creación de las comisiones de depuración. La C correspondía a los profesores de
instituto, había una por provincia y estaba presidida por el Gobernador Civil
de la provincia. Seguía siendo la Junta Técnica del Estado la que tenía la
última palabra, pero en esta fase se recibían los informes de la Guardia Civil,
la Comisaría de Policía, el Ayuntamiento, la Falange, y algunas veces, algún
sacerdote. En esta fase se imputaban unos cargos, se le deba la opción de
defenderse de esos cargos y se permitía al profesor la presentación de
declaraciones favorables de personas conocidas del régimen que se unían al
expediente. Con todo ello la comisión hacía una propuesta que se remitía a la
Junta Técnica del Estado que emitía una orden confirmando la propuesta o
aumentando o reduciendo la sanción. Al principio no, pero luego se podía pedir
la revisión del expediente, sobre todo de aquellos que habían estado en zona
republicana durante la guerra y no se había podido defender. En estos casos se
admitía la revisión que suponía la instrucción de nuevo del expediente con
todos los pasos explicados.
La tercera fase se produce tras la
creación del Ministerio de Educación Nacional, que es muy parecida a la
anterior con la diferencia que se crearon algunos organismos como La Oficina
Técnica de Depuraciones, la Comisión Superior de Expedientes de Depuración, el
Juzgado Superior de Revisiones. En esta fase la propuesta de la comisión iba a
parar a alguna de estos organismos que emitía un informe que se remitía al
ministro que tenía la última palabra. También se podía pedir la revisión del
expediente, pero no todas las peticiones eran admitidas, ya que era una gracia
del ministro.
La depuración franquista terminó con
42 profesores sancionados con diversas sanciones que iban desde la expulsión de
la docencia, traslado forzoso fuera de la provincia, suspensión de empleo y
sueldo por un periodo de dos años, jubilación forzosa e inhabilitación para
cargos directivos.
Separación definitiva de la docencia
y baja en el escalafón…..21
Suspensión de empleo y sueldo desde
6 meses a 2 años……… 6
Traslado forzoso fuera de la
provincia con prohibición de concursar en los cinco próximos años………………………………..9
Pérdida de haberes mientras duró el
proceso de depuración…. 3
Jubilación
forzosa……………………………………. 1
-¿Cómo fue la vida, en el día a día, tras la guerra para el
profesorado?, la represión continúa , años y años, si salían vivos no pudiendo
ejercer la docencia, supongo….
Supongo que, directa o
indirectamente este trabajo de investigación tuyo volcado en este libro recoge
muchas horas de hemeroteca, entrevistas con especialistas, lecturas y
¿recogida, directa o indirecta de testimonios?; ¿fueron algunos orales?
-Una de las primeras dificultades
las hemos tenido a la hora de configurar las plantillas de los institutos
durante la guerra. Unas plantillas que quedaron muy afectadas por las
siguientes causas:
En primer lugar, los traslados
ordinarios que se produjeron a final de curso 1934/1935, muchas de las cuales
no se pudieron cubrir de forma ordinaria. La movilización de algunos profesores
que se enrolaron de forma voluntaria en las milicias organizadas en los
primeros momentos para hacer triunfar o fracasar el golpe de Estado, así como
la de quienes se encontraban en edad militar cuando los ejércitos de ambos
bandos se fueron organizando. Las detenciones de profesores que fueron seguidas
de la cárcel o del asesinato de algunos de ellos. Las primeras medidas
depuratorias en ambas zonas. En la zona rebelde se actuó de forma rápida
suspendiendo de empleo y sueldo a aquellos profesores que se había distinguido
por asumir y colaborar con el reformismo republicano. La república procedió
expulsando de la docencia a quienes habían apoyado o colaborado con el golpe
militar. La desubicación de muchos profesores a causa de la división de España
en dos zonas enfrentadas que se encontraban fuera de sus destinos y cayeron en
la zona contraria por lo que no pudieron presentarse. Esto se resolvió bien
para unos y mal para otros. Los que ideológicamente estaban bien ubicados, las
autoridades les asignaron otro centro, mientras que los otros se convirtieron
en sospechosos y tuvieron que pasar un largo calvario. Celebración en Madrid
del cursillo de capacitación pedagógica, así como las oposiciones convocadas a
partir del 1 de agosto.
Aunque todas las plantillas tuvieron
incidencias en su profesorado, fue la de Teruel la más afectada, primero por la
represión de las milicias organizadas por los sublevados que acabó con la vida
del director y el secretario del centro, y, posteriormente, tras la toma de la
ciudad por el ejército republicano, el apresamiento, consejo de guerra y
encarcelamiento de la mayoría de los profesores de la plantilla durante el
resto de la guerra.
En el proceso de reconstrucción se ha recurrido en primer
lugar a los últimos escalafones de catedráticos, de auxiliares o profesores
especiales publicados por el Ministerio de Instrucción Pública a 31 de
diciembre 1935; también, a los trabajos y memorias de los institutos; y entre
las fuentes hemerográficas se han utilizado las órdenes de depuración emitidas
por el Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional, el BOE, la Gaceta de
Madrid, la Gaceta de la República, a los
Boletines Oficiales de la Provincia donde se consignaron las primeras
medidas depuratorias.
Con todo, la principal fuente para
la investigación de este trabajo ha sido el Archivo General de la
Administración de Alcalá de Henares (AGA) donde están depositados los
expedientes personales, de oposiciones y de depuración de los profesores de la
enseñanza pública española desde la creación del sistema educativo español.
De manera complementaria se han
consultado documentos del Archivo Central del Ministerio de Educación; el
Archivo Histórico Nacional (AHN); Archivo de la Universidad de Zaragoza (AUZ);
Archivo del Instituto San Isidro de Madrid (AISIM); Archivo Digital de la
Fundación Pablo Iglesias (ADFPI), Archivo digital de la Fundación Aladrén,
Archivo Histórico Provincial de Zaragoza (AHPZ), Archivo Histórico Provincial
de Huesca (AHPHU) Sección de Responsabilidades Históricas, el Archivo General e
Histórico de Defensa (AGHD) de Madrid;
-Las leyes de Memoria Histórica
crees que te han abierto las puertas o….
-El
trabajo Revolución y contrarrevolución en los institutos aragoneses
(1936-1939) es el resultado de una investigación minuciosa al margen de los
vaivenes políticos utilizando las herramientas que nos proporciona la
disciplina de la historia: el rigor académico, el documento y la imparcialidad
propia del historiador. Luego, el lector, tendrá su propio juicio del
resultado.
-Háblanos por favor de “esas nuevas fuentes”… ¿por qué eliges unos institutos y no otros?,
Háblanos, por favor, de tu metodología de trabajo…
-Este es un trabajo sobre la segunda
enseñanza aragonesa durante la Segunda República y la Guerra Civil. La segunda
enseñanza, como se le denominaba entonces, tuvo un momento de esplendor durante
la Segunda República. Dos apuntes que corroboran esta afirmación: El primero,
el número de institutos construidos durante el periodo 1931-1936 casi se
duplicó ya que pasó de 115 a 208 (En Aragón pasó de 4 a 8 en el mismo periodo),
una red que solo se recuperó con la Transición Democrática. El segundo, los
reformadores educativos del quinquenio republicano transformaron la segunda
enseñanza de una educación elitista dirigida a los vástagos de las clases
dirigentes en un tramo de enseñanza dirigida a todas las clases sociales.
En el momento del golpe de Estado en
Aragón funcionaban ocho institutos públicos. En la provincia de Zaragoza,
Francisco de Goya y Miguel Servet en la capital, Primo de Rivera en Calatayud y
Joaquín Costa en Caspe. En la provincia de Huesca, el Ramón y Cajal de la
capital, el de Jaca, y el de Barbastro. Finalmente, en Teruel solo estaba
activo el instituto nacional de la ciudad. Aún pudo haber uno más si Ejea de
los Caballeros hubiera cumplido los requisitos que exigía el Ministerio de
Instrucción Pública. Esta red tenía una reciente configuración, porque hasta la
proclamación de la República únicamente estaban en funcionamiento cuatro
institutos, los tres provinciales más el de Calatayud.
La perspectiva global de este
trabajo nos ha permitido analizar en profundidad: La nueva vertebración de la
segunda enseñanza en la geografía aragonesa con la creación de nuevos centros y
los problemas que tuvieron para su puesta en marcha; Orientación de la
educación secundaria en cada una de las zonas; Depuración del profesorado en
ambas zonas; Carreras exitosas o represión en ambas zonas que se tradujo al
terminar la guerra ventana de oportunidades para unos y negro futuro
profesional para otros; Un territorio donde los profesores sufrieron varias
depuraciones: En la zona republicana, primero esta y luego la franquista. En la
zona nacional únicamente la franquista con la excepción de los profesores del
instituto de Teruel que tuvieron que sufrir tres depuraciones: primero la
franquista, luego tras ser tomada la plaza, la republicana por la que fueron
detenidos la mayoría de los profesores del instituto y los alumnos evacuados a
Valencia; y, finalmente la franquista de nuevo cuando acabó la guerra.
Como resumen de todo lo dicho me
gustaría decir que, sobre todo, es un trabajo que habla de personas, de
personas en momentos de tribulaciones, en momentos de cambio y de
conflictividad social, en momentos en que una decisión acertada o errónea te
podía salvar o te podía condenar. En definitiva, estamos hablando de las
trayectorias personales, profesionales y políticas de una generación de
docentes que tuvieron que desarrollar sus vidas profesionales en el periodo de
la mayor fractura de la historia contemporánea de España.
El trabajo plantea un continuum de
las trayectorias personales, profesionales y políticas desde la proclamación de
la República en 1931 hasta la debacle del ejército republicano, la implantación
del nuevo estado franquista, la depuración, y/o el exilio para los más
comprometidos con la República.
Ha sido un camino complicado propio de
una labor casi detectivesca para hacer un seguimiento de las decisiones tomadas
por cada uno de los profesores desde que la proclamación de la República
produjo un vuelco a las relaciones sociales y políticas de la sociedad
española. Estas decisiones tuvieron que ver con el momento y con la ideología
que profesaban cada uno de ellos, las oportunidades que conllevarían y las
consecuencias negativas para el futuro de sus carreras profesionales,
académicas o políticas y tuvieron lugar fundamentalmente en tres momentos: tras
la proclamación de la República en 1931, tras el comienzo de la guerra civil en
1936 y tras la finalización de ésta en 1939.
[2][1] “OM de 4 de junio de 1932”, BOE,
160, (8/06/1932), p.1761. Junto al de Caspe se crearon los de Puertollano,
Guadix, Reinosa, Irún y Játiva.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)
[1][1] “OM de 4 de junio de 1932”, BOE, 160, (8/06/1932), p.1761. Junto al de Caspe se crearon los de Puertollano, Guadix, Reinosa, Irún y Játiba.