Cazarabet conversa con... Estela Puyuelo, autora de “La maestra de yoga” (Olifante)
Estela Puyuelo se adentra en mundo de la poesía gracias al yoga y
también al yoga gracias a la poesía.
Con ilustraciones
deliciosas como sugerentes de Georges Ward, Josema Carrasco y Marisa Royo…
Lo que nos
encontraremos en el libro:
La maestra de Yoga es
un libro de poesía que se articula en torno a una sesión de yoga. Cada una de
las posturas se vincula con dos micropoemas que se unen en el yugo del verso y
que representan la dualidad de todo lo existente: la mente y el cuerpo, la
inspiración y la espiración, el maestro y el discípulo, la agitación y la
calma, la vida y la muerte. Ambas disciplinas, poesía y yoga, comparten un
componente sutil que las conecta con la espiritualidad, lo intangible, lo
trascendente o la exploración de las emociones.
Cada una de los asanas se acompaña de una ficha
técnica que explica su ejecución, etimología, efectos físicos y sutiles y de
ilustraciones del artista Josema Carrasco. Además, en la obra ha colaborado el
pintor Georges Ward, que ilustra la cubierta y los capítulos interiores con
pinturas hiperrealistas inspiradas en la naturaleza que inducen a estados
elevados de la conciencia. Y, también, la ilustradora Marisa Royo ha
participado con algunos de sus dibujos, donde experimenta con la anatomía
humana y las emociones para enmarcar los distintos grupos posturales de la
sesión de Yoga.
El libro está dedicado a Conchita Morera, presidenta
de la AEPY (Asociación Española de Practicantes de Yoga), con una dilatada
carrera en la enseñanza de esta disciplina.
La autora: Estela Puyuelo
(Huesca, 1976) es poeta, etnógrafa, articulista y profesora de Enseñanza
Secundaria con la especialidad de Lengua castellana y Literatura. Licenciada en
Humanidades por la Universidad de Zaragoza. Además, es profesora de Yoga por la
AEPY (Asociación Española de Profesores de Yoga) y cursó sus estudios en la
Escuela Conchita Morera (Zaragoza). Desde enero de 2024, es asesora del Área de
Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación
Provincial de Huesca). Autora de los poemarios Todos los gusanos de seda
(traducido al francés por Éditions de la Ramonda), Ahora que fuimos náufragos, Déjà vu (bilingüe
español-francés), en la editorial Olifante, y Soledad no tiene gato (Los
libros del gato negro). Es fundadora de la revista Ronda Somontano, que dirigió
desde 2007 a 2013.
Autora
del poemario Todos los gusanos de seda (Olifante, 2015) y ha
participado en las obras colectivas II Certamen Umbral de la Poesía.
Valladolid (edición no venal, 2015), La mística (Olifante,
2016), Parnaso 2.0 (Gobierno de Aragón, 2016), Riglorámico (Chema Agustín, 2017), Amantes.
88 poetas aragoneses (Olifante, 2017), Antología poética del
Ateneo Jaqués (Los bigotes del Potemkin,
2017), Antología décimo aniversario de la Casa de Zitas (La
casa de Zitas, 2018), Las tentaciones de san
Juan del río Huecha, (Olifante, 2020) y en revistas como Turia, El eco de
los libres o Ágora. Además, escribió micropoemas para la exposición Minimal Natura. Collage y poesía (2015) de
la artista multidisciplinar Irene Val y dirigió el espectáculo Eso tiene
ser mujer. La casa de Bernarda Alba en clave poética (2018). Es
fundadora de la revista digital rondasomontano.com y colaboradora
de Heraldo de Aragón, escribiendo reseñas literarias.
Su
producción poética se puede leer también de forma digital en su perfil de
Facebook: www.facebook.com/estela.puyuelo
Cazarabet conversa
con Estela Puyuelo:
-Estela, ¿qué pretendías al acercamos tu poesía en perfecta armonización con el
yoga?
Pretendía aunar dos de
mis grandes pasiones, dos formas de entender la vida y disfrutar de ella que
tienen en común una parte sutil que nos permite conectar con lo trascendente,
lo místico, lo elevado.
-El punto de vista holístico que impregna al yoga, ¿puede ser
un buen punto de partida?
Sí, sería exactamente
eso. Tanto el yoga como la poesía permiten desenmarañar la realidad que los
rodea, llegar al discernimiento a través de la observación de cómo todo lo
sensible nos afecta.
-En realidad, querida
amiga, el yoga y la poesía tienen muchos puntos en común, ¿no?
Coméntanos por favor…
-Por ejemplo, cuando escribo
un poema llego a perder la noción del tiempo, me conecto profundamente conmigo
misma, me autoexploro y aprendo de ese autoconocimento,
de esa reflexión sobre mis vivencias. Me ocurre lo mismo cuando practico yoga.
-Yo, por ejemplo, llego a la poesía, siempre, desde la reflexión o
parto desde ella con la reflexión y con el yoga pasa lo mismo, ¿no?
...reflexiona el cuerpo en sintonía todo en él—entendiéndose que el cuerpo en movimiento y
posturas es algo más que “lo físico” …siempre entendiéndose desde un plano holístico donde todo en nosotros y nosotras
tiene una interacción armónica…
-En el poemario
aparece una ficha técnica de cada postura de la sesión de yoga que se trabaja.
En ella se muestran los efectos físicos y los efectos sutiles que se consiguen
al practicarla. La idea sería que solamente leyendo los poemas obtuviéramos los
mismos beneficios y sensaciones que haciendo la sesión física si tenemos en
cuenta esos efectos sutiles de la sesión de yoga. Por ejemplo: cuando
practicamos posturas de fuerza potenciamos la voluntad, la firmeza en nuestros
propósitos. Hay poemas motivadores que nos inducen a perseguir nuestros sueños,
a ser perseverantes. Yoga y poesía llegan a la médula del ser humano, trabajan
desde la misma raíz del ser.
-En la sencillez
llevada con austeridad, armonía, en esa búsqueda de hacerlo bien está parte del éxito del yoga bien hecho, bien realizado
que tiene sus mayores efectos sobre todos nosotros y sobre, también, nuestras reflexiones…
-La práctica del yoga
debe ser exquisita, precisa, milimétrica. Por eso es muy importante dar con un
buen maestro (o maestra) que nos corrija y aliente. El aprendizaje debe ser
permanente. Ahora bien, creo que también es necesario realizar yoga en soledad,
para interiorizar las posturas y trabajar con nuestro propio cuerpo. El
poemario también invita a la autonomía en el yoga, a la práctica en nuestro
domicilio porque el ajetreo del día a día no siempre nos permite asistir a las
clases. Es hermoso ser nuestros propios maestros de yoga.
-Porque, quizás no nos demos cuenta, pero
reflexionar reflexionamos todos los días, lo que, quizás no sabemos apretar el botón del “pause” y mirar, contemplar y trabajar la reflexión, ¿no?
-Creo que la mejor
manera de entender esto es pensar en un lago cuyas aguas son turbias y no nos permiten
ver el fondo ni los peces que nadan en él. El yoga, la meditación, la lectura o
la escritura de poemas permiten aquietar la mente, dejar fuera de la sesión la
agitación y relajarnos para disfrutar del silencio y el sosiego. Así, las aguas
se vuelven cristalinas y nuestra mente se aclara y se prepara para vivir el día
a día con serenidad, eliminando la angustia y la ansiedad.
-Y enlazando con la pregunta
anterior, en parte para eso está también el ejercicio del yoga porque con él ponemos en orden a todo nuestro cuerpo para que
entre en armonía con nosotros, ¿es así?, solo hay que pararse, escucharlo
y, también, reflexionarlo…
Muchas veces se trata
de darnos, cada día, un pequeño regalo en forma de tiempo para nosotros mismos
lejos de las redes sociales y del mundanal ruido. Un tiempo de calidad donde
encontrarnos con nosotros mismos de una forma sana, creativa y placentera.
-Para este libro la
colaboración con los ilustradores y maquetadores ha sido, también un ejercicio de armonización en el trabajo,
¿verdad? Coméntanos, por favor Estela, ¿cuál es el papel de Georges Ward y en qué se ve; el de Marisa
Royo y en dónde lo podemos ver y el de Josema Carrasco…?
-La coordinación con
los ilustradores ha sido fundamental, especialmente con Josema Carrasco, que se
ha encargado de dibujar cada una de las posturas de la sesión de Yoga. Además,
quiso darles un toque tridimensional dibujando viñetas inspiradas en ellas. Es
como si los asanas cobraran vida. Las pinturas de Georges Ward, por otro lado,
inducen a estados elevados de la conciencia, son magnéticas, hipnóticas,
sugerentes, preparan para la meditación o, incluso, se pueden realizar
meditaciones observándolas. Finalmente, los dibujos de la ilustradora Marisa
Royo han servido para enmarcar la sesión de yoga propiamente dicha, los asanas
nucleares tras la preparación que, más tarde, imprimirán sus efectos en la
meditación final.
-¿El yoga y la poesía hablan de la fragilidad de la
vida, pero, a la vez, de lo fuertes que somos sin ser conscientes, quizás—para afrontarla?
Así es. Por ejemplo,
yo pasé el confinamiento sola. Estuve cincuenta días sin ver a nadie y utilicé
el yoga como una herramienta que me permitió aumentar mi fortaleza,
elasticidad, tonicidad, mantenerme alegre y confiada, mejorar mi sistema
inmunitario. Creo que ahí me di cuenta del enorme regalo que me hizo Conchita
Morera, mi maestra de Yoga, cuando me enseñó algunos de los secretos de esta
disciplina que me permiten practicarla en soledad.
-Tu proceso de
acercamiento a “querer ser maestra de yoga” nos cuenta un poco eso, ¿no?
-Soy una persona muy
curiosa y, cuando practicaba yoga me daba cuenta de que no sabía exactamente
por qué hacía cada postura, así que decidí sacarme el título de profesora de
yoga. Fueron cuatro años de intenso trabajo más un año donde realicé el trabajo
de fin de estudios. Pero el momento crucial que me animó a conocer más esta
disciplina fue una crisis personal que tuve que me obligó a cambiar mi
residencia a otro lugar. Me di cuenta de que debía conocerme mejor si quería
estar más feliz conmigo misma y con mi entorno.
-Pero nunca se
termina de ser un poeta desde lo reflexivo, ni de ser un/a practicante de yoga o
maestra de yoga porque todos los días se aprende…
Pienso que el ser humano
se va haciendo a lo largo de toda la vida aunque nuestra esencia siempre la
misma. Somos una sucesión de yoes renovados y es nuestra responsabilidad buscar
mejores versiones de nosotros mismos mediante el estudio, el deporte, el
esfuerzo personal...
-¿Has llegado a reflexionar y componer poesía desde el ejercicio del yoga?, ¿cómo?
-Creo que lo
fundamental es dejarse sentir. Igual que observamos el cuerpo y nos damos
cuenta de que tenemos músculos, dedos, abdomen, párpados, mejillas... cuando
escribimos o meditamos también observamos nuestro interior, desciframos cómo
nos sentimos, qué nos duele, aunque no siempre sepamos el por qué. Llevar la
atención hacia adentro es fundamental en una época donde los estímulos
externos, especialmente los que provienen de las pantallas, son muy agresivos.
-¿Cómo ha sido editar con Olifante?
-Trinidad Ruiz Marcellán es mi hada madrina. Este es mi cuarto poemario
publicado en la editorial, después de: Todos los gusanos de seda, Ahora
que fuimos náufragos y Déjà vu. Es muy fácil trabajar con la editora. Siempre está
abierta a solucionar cualquier duda que le planteo. Y el resultado es
extraordinario en todas las colecciones en las que he participado.
-¿Y trabajar, como en un arte holístico de retroalimentación con
ilustradores, gente que maqueta…?
-La cooperación entre
artistas es necesaria, fructífera y enriquecedora. Muchos de mis amigos son
escritores, ilustradores o músicos por esta misma razón. La imaginación se
dispara y de un proyecto siempre salen otros nuevos. Es muy emocionante
colaborar con otras personas. Este año presenté Soledad no tiene gato, un
poemario publicado por Los libros del gato negro con la colaboración de veinte
artistas e intelectuales oscenses en un espectáculo interdisciplinar
absolutamente mágico. Es una experiencia que jamás olvidaré. De ahí han brotado
nuevas amistades y proyectos. Recomiendo, también, el libro Momento Eureka,
el goce estético de los creativos, de Sara Rubio, que me entrevistó para el
mismo junto a un montón de artistas más y en él se aprecia cómo la creatividad
es muy similar en todas las disciplinas, por muy diferentes que parezcan.
-Amiga, ¿cómo es el día a día de una poeta que se dedica al arte
del yoga o al contrario de una practicante del yoga que se dedica a la poesía?
-Cada día me levanto
haciendo yoga y, además, suelo practicar a media mañana o por la tarde cuanto
tengo tiempo. El yoga deja unas impresiones en mí que me acompañan el resto del
día y me aportan mucha paz y felicidad. Esas impresiones también las vierto en
los poemas. Me ocurre lo mismo cuando salgo al monte, ya que soy muy aficionada
al senderismo. La energía que me da la Naturaleza está conmigo cuando regreso a
casa durante días. La poesía recoge todos esos momentos, y muchos más, que
florecen cuando me siento a escribir en soledad y cuando me recojo para
practicar yoga.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)