Cazarabet conversa con...   Julio Andrés Gracia Lana, coautor de “Los 80 dibujados. Cómics de la movida aragonesa” (Prensas de la Universidad de Zaragoza)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es un libro excepcional que si sois amantes del cómic no os podéis perder…

Se encuentra editado por Prensas de la Universidad de Zaragoza.

Forma parte de la colección Catálogos de Arte.

La sinopsis del libro:

El tebeo, los ochenta, la movida aragonesa. El Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social de la Universidad de Zaragoza quería plantear una exposición sobre cómic para abrirse al medio y, como muestra colectiva, parecía interesante explorar la década. Al fin y al cabo, el sistema del cómic actual bebe directamente de lo ocurrido en la Transición y los ochenta.

La sala África Ibarra del Paraninfo acoge en esta ocasión Los 80 dibujados. Cómics de la movida aragonesa, una muestra dedicada a la explosión creativa que surgió en el ámbito del cómic durante la década de los 80 del s. XX en Aragón, con el arranque de la democracia y en paralelo al despliegue artístico y cultural que se produjo en todo el país. La «movida aragonesa» se posicionó en la primera fila de la modernidad y testimonio de ello son las más de 150 piezas que se exponen, de autores como Antonio Altarriba, Samuel Aznar, Carlos Azagra, Alberto Calvo, Carlos Errazu (Kalitos), Manuel Estradera (Strader), Fernando de Felipe, Isidro Ferrer, Víctor Gomollón, María Pilar Herrero, Ricardo Joven, Víctor Lahuerta, Isabel Martínez, Ignacio Mayayo, Manuel Mastral, Eduardo Pelegrín (Calpurnio), Dionisio Platel, Luis Royo, Vicente Sánchez o Paco Simón. La historia del cómic forma parte de la historia del arte como una pieza indispensable de la contemporaneidad y del amplio ecosistema de los medios de masas. Y desde la Universidad es objeto de estudio a través de tesis doctorales, publicaciones, jornadas y actividades como la presente exposición, comisariada por el especialista Julio Gracia Lana, y que viene a englobar el trabajo realizado hasta ahora y afianza el posicionamiento de la Universidad de Zaragoza hacia el «noveno arte».

El autor, Julio A Gracia Lana;

Licenciado en Historia del Arte, Doctor en dicha disciplina y docente en la Universidad de Zaragoza. Sus líneas de investigación se centran en el arte contemporáneo y los medios de masas.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Julio Andrés Gracia Lana:

- Amigo, ¿qué es lo que te llevó a volcar en este libro que tengo entre manos “Los 80 dibujados. Cómics de la movida aragonesa”? ¿digamos que el latido que surgió durante los años 80?

-Es una buena pregunta. La década me parece apasionante. Llevo tiempo dedicándome a los años ochenta. En mi tesis doctoral (que se publicó parcialmente también en Prensas de la Universidad de Zaragoza bajo el título de El cómic español de la democracia) trabajé sobre la década a nivel nacional. El final de las revistas del conocido como boom del cómic adulto (El víbora, Cairo, Tótem…) supuso que muchas autoras y autores dieran el salto a otros medios de expresión, como la pintura, el cine o la ilustración. Intermedialidad que analicé en mi investigación. Desde el área de Actividades Culturales de la Universidad de Zaragoza me propusieron realizar una exposición sobre historieta y de ahí surgió la idea de hablar sobre los ochenta en Aragón, que se encontraban bastante inexplorados (a pesar de su cercanía en el tiempo).

- Porque, por supuesto a este fenómeno de la viñeta y del cómic en plena movida de los 80 le afecta el ámbito social, cultural y político… hacía muy poco que habíamos dejado atrás una dictadura, estábamos en plena transición y, a la vez, sin dejar las convulsiones en la calle, las reivindicaciones… por otra parte la ilusión de “un nuevo tiempo” con la llegada del “felipismo” y de los socialistas al poder sin olvidarnos del miedo a los atentados de ETA… ¿qué nos puedes decir?

-El contexto que comentas aparece perfectamente reflejado en las viñetas de la época. Hubo un hecho significativo, que mostramos en la exposición y recogemos en el catálogo: el tercer número de la revista Zeta fue secuestrado por mandato judicial y los ocho miembros del colectivo fueron juzgados por “escarnio a la religión católica”. El detonante fue un dibujo firmado por Antonio Soteras que ocupaba el índice de la publicación. Representaba a la Virgen del Pilar portando un sacaleches. Hubo además otra página que enfadó a las autoridades: la contraportada de la revista, compuesta por una fotografía que parodiaba la Última Cena de Cristo. Se estableció una pena de cárcel de cuatro meses y un día, así como la imposibilidad de ejercer cualquier cargo público por un periodo de siete años. Por suerte, los autores no llegaron finalmente a entrar en la cárcel gracias a la mediación del ministro Francisco Fernández Ordóñez y del alcalde de Zaragoza, Ramón Sáinz de Varanda.

- Los políticos tenían entonces más cintura cuando se les realizaba caricaturas… Y fuera de las viñetas el cómic de los periódicos y la prensa escrita, ¿qué se exhibía y estallaba desde los quioscos?, ¿cómo era la receptibilidad entre los lectores?

-Es cierto que muchas de las páginas que se publicaban en los años setenta y ochenta no podrían reproducirse ahora. En realidad, el humor siempre ha sido objeto de intentos de control por parte de los diferentes gobiernos. Jacinto Octavio Picón decía ya en 1877 que “en España no se ha disfrutado nunca, ni tranquilamente, de aquella libertad necesaria para que la sátira dibujada se desarrolle y viva”.

- ¿Había cómics para todos los públicos, edades y gustos?

-Por supuesto ¡Y los sigue habiendo! El cómic es un arte en sí mismo que ofrece un sinfín de posibilidades, tantas como lectores. De hecho, en los años ochenta se produce lo que conocemos como el boom del cómic adulto en España: un auge de publicaciones de quiosco que iban desde el underground que aglutinó El Víbora hasta la línea clara de Cairo.

- Yo compraba cómic, pero como no comprases el “típico cómic de chica” el quiosquero o quiosquera era capaz de preguntarte si se lo comprabas para tu hermano… como si no pusieses hacerte con un ejemplar, por ponerte un ejemplo, de “Hazañas bélicas”… o sea, yo huía bastante del “estereotipo” que te imponían del típico “Esther”… pero me daba la impresión que mi alrededor y hasta en el quiosco “se me imponía”…

-Entiendo lo que comentas y no es la primera vez que lo escucho o lo veo por escrito. El ámbito del cómic se ha caracterizado durante muchas décadas por una heteronormatividad de corte patriarcal que ha afectado tanto a su producción (falta de diversidad y de autoras) como a su recepción (segmentación en cuanto a género y difusión de arquetipos, como el del héroe y la princesa a rescatar). Por suerte, es algo que ha cambiado durante los últimos años. Tenemos a numerosas autoras trabajando en la actualidad, un amplio público de lectoras y temáticas que abarcan la diversidad sexual. Para ello, hubo antes pioneras como Núria Pompeia. Todavía existe tanto la segmentación como la configuración de productos para un género u otro, pero la historieta ya no se ve como un coto puramente masculino y heteronormativo.

- Y es que el cómic como otras maneras de expresión artística pudieron estallar en creatividad y “aberturas de miras”, pero sin más… seguía habiendo sexismo y seguíamos siendo hijas de una dictadura, aunque esta fuese, ya, moribunda…

-No hay duda: la Transición española no supuso una ruptura radical con el régimen anterior. Muchas bases políticas, sociales y culturales se trasladaron de los años setenta a los ochenta. El año que viene se cumplirán cincuenta años de la muerte del dictador y todavía tenemos mucho que avanzar, por ejemplo, en cuanto a memoria histórica.

- ¿Qué tenías claro que debía de “decir” o transmitir con esta exposición y este libro catálogo de la misma…?

-Existen varias ideas principales: la primera, que la historieta es un patrimonio cultural que tenemos que conservar y cuidar. Una manifestación artística que nos habla del ámbito sociocultural de forma clara y directa.

En segundo lugar, en los años ochenta en Aragón, la historieta se convirtió en una manifestación clave para muchas autoras y autores. Se dieron a conocer en la viñeta firmas que luego fueron figuras muy destacadas. Entre estas se encuentran Antonio Altarriba, Carlos Azagra, Calpurnio o Alberto Calvo. Pero también desarrollaron sus trabajos en el cómic futuros pintores (Ignacio Mayayo o Paco Simón), ilustradores (Luis Royo), diseñadores (Isidro Ferrer) o incluso personalidades como el propio José Antonio Labordeta. Elena Goded, María Pilar Herrero o Javier Romera fueron otras de las firmas que se dieron cita en la década. En el catálogo el lector puede localizar una introducción firmada por Antonio Altarriba, un texto donde condenso toda la investigación realizada y numerosas imágenes. 

- En los 80, en toda esa década…en una sola década ¿se puede decir que hay un estallido en el cómic?

-Efectivamente, un auténtico boom. Conviven numerosas revistas en los quioscos y el fanzine alcanza cotas muy altas de desarrollo. Por desgracia, a todo boom le suele sobrevenir un duro crac. Ya en la propia segunda mitad de la década nos encontramos con un decaimiento progresivo de las publicaciones en papel, que hizo que en ocasiones se hable de los años noventa como una auténtica “travesía del desierto” para las y los historietistas. De repente, no quedaron plataformas en las que poder publicar.

- ¿En qué facetas estalla más? ¿Cómo se define en Aragón?

-Además de lo que hemos comentado (el cómic como eje vertebrador de muchos artistas que luego trabajarían en otros ámbitos), en Aragón cobran especial importancia los colectivos. Es el momento de Zeta y Bustrófedon, pero también de los autores aglutinados en torno a revistas como Balano.

- Pero “ese estallido” se venía ya como preparando en el tiempo, ¿verdad?

-El auge de publicaciones alternativas (especialmente, la edición de El pollo urbano), supuso un pistoletazo de salida para el estallido que se produjo en los años ochenta en Aragón. Se dieron cita las increíbles ganas de cambio que existían en la sociedad española anterior. La Transición no habría sido posible sin los avances sociales que se produjeron durante el Tardofranquismo.

- ¿Había grupos artísticos o tendencias que “viajaban” por encima de otras o paralelamente… se formaban diferentes maneras de expresar y volcar en el cómic las historias?

-Podríamos decir que existía una convivencia natural de diferentes géneros: desde la comedia hasta el erotismo y la pornografía. Se plasmaban con distintos estilos, del realismo más descarnado a la abstracción. La experimentación fue asimismo un rasgo propio del cómic de los años ochenta. Debemos tener en cuenta que muchas de las autoras y de los autores implicados eran muy jóvenes, tenían procedencias formativas variadas y volcaban sus inquietudes en las viñetas.

- ¿Qué destacarías de diferente y diferencial por encima de cualquier otra consideración?

-Hay un aspecto que se dio en la Transición y en los años ochenta, que tendemos parcialmente a olvidar en una sociedad cada vez más individualista: el poder de asociarnos para cambiar las cosas. La idea de que cualquier logro que alcanzamos nunca es individual.

- En Aragón, el cómic, ¿se concebía con diferenciaciones al respecto de otros lugares?

-En absoluto, formábamos parte del mismo ecosistema. Pero ese aspecto no resulta negativo, sino positivo: nuestra Comunidad Autónoma es una pieza fundamental para comprender el cómic a nivel nacional. El puzle general se tiene que entender con los aportes de lo regional y local.

- ¿Hay o hubo algún incentivo qué te ha hecho u os ha hecho investigar sobre esto… sobre el mundo del cómic en Aragón en la década de los 80?

-La exposición tiene un poco de historia detrás. Como te he comentado, mis vínculos con el estudio del cómic tienen varios años. Parten de la elaboración de mi tesis doctoral. La empecé en el año 2014 y la terminé en 2019. Pude desarrollarla gracias a un contrato predoctoral que cursé en el Departamento de Historia del Arte. Esta propuesta, comandada por el Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social, me llegó ya siendo docente en el mismo Departamento. Ha sido la primera exposición sobre cómic producida desde el Vicerrectorado en la Universidad de Zaragoza. De esta forma, el encargo tenía mucha responsabilidad. Lo hemos ejecutado de manera rigurosa, para que sirviera como inicio y acicate a otros proyectos que pudieran desarrollarse sobre el medio.

- ¿Cómo ha sido el proceso y la tarea ardua de investigación que, además tiene mucho a ver con el proceso de documentación?

-Larga. Han sido varios meses de investigación y recopilación de material. Para ciertos fanzines y revistas he tenido que bucear mucho en archivos, bibliotecas y colecciones particulares. Finalmente, todas las piezas han encajado a la perfección. 

- La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello… el aproximarse a testimonios más o menos directos sobre el cómic en los 80 en Aragón es una tarea que requiere de tiempo, minuciosidad, pero también de mucha gratificación, después al ver la exposición y el libro catálogo… ¿qué nos puedes decir?

-Lo cierto es que sí. La parte más bonita ha sido el contacto con los autores que dieron forma a la época. Y digo “autores” en este caso porque no hemos conseguido localizar a ninguna autora. Sí que incluimos muy buenos trabajos de varias de ellas en la exposición y el catálogo, pero no hemos podido hablar directamente con ninguna historietista del momento. Aprovecho para lanzar (como suelo plantear cada vez que puedo) desde aquí el mensaje de que, si leen esta entrevista, pueden mandarme un correo. Estaré encantado de poder hablar con ella, para seguir aprendiendo más sobre la época. Sus testimonios resultarían claves para seguir ampliando lo que sabemos.

- ¿Y qué metodología de trabajo se ha seguido?  

-Lo primero que hice fue leer (releer en más de un caso) los textos que existían sobre el tema, recopilar documentación y contactar con los diferentes autores para revisar sus propios archivos. La principal fuente ha sido Antonio Altarriba, que siempre muestra una gran amabilidad y apoyo hacia todos los proyectos que planteo. A partir de ahí la investigación fue poco a poco cobrando forma. Llegué a adquirir mucho material a título personal, que luego formó parte de la exposición.

Con las ideas más claras, hubo que hacer una selección del material disponible y plantear su musealización. En este último aspecto fueron capitales, por un lado, el diseñador de la muestra, Samuel Aznar. Es un profesional con muchísimo conocimiento del panorama expositivo, además tiene un gusto y una delicadeza especial para su trabajo. Por si fuera poco, fue uno de los autores que trabajaron en los ochenta, sus obras también se expusieron en Paraninfo. Por otra parte, el equipo de actividades culturales vinculado con exposiciones fue clave, la coordinadora María García (de quien me llegó el encargo), Marta Monja y Clara Salvador. Organizamos más adelante un ciclo de conferencias, donde recibimos además el apoyo del equipo de Sabina Lasala y Alberto Lambán. Fue un placer trabajar con todos ellos.

- ¿Trabajas o habéis trabajado sobre un guion de cuestiones y/o preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?

-Se estableció como hipótesis inicial que la época podía traer consigo bastante material. Y dicho planteamiento se cumplió mucho más allá de lo que esperábamos: en los archivos y las colecciones particulares aparecieron numerosos testimonios de la época. Suelo partir de un guion cuando desarrollo cualquier investigación y, en este caso, escribí abundantes subapartados para organizar el trabajo.

- Amigo, ¿qué camino hay de una exposición “in situ” a un libro catálogo?

-Un camino largo, como hemos visto, pero también, como has comentado, muy gratificante. La exposición llegó a mucho público (miles de personas) y el catálogo continúa vendiéndose. Los ochenta son una época a la que seguimos mirando, por la consolidación de la democracia y la extensión de las libertades. Sus ecos son importantes en una época en la que ciertas voces ponen en cuestión los valores democráticos. No debemos permitir ningún retroceso.

 

 

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