Cazarabet conversa con... Javier Enériz Olaechea, autor de “Crónica de la Transición
política en Navarra (1975-1984)” (Pamiela)
Javier Enériz Olaechea escribe una larga crónica, minuciosa y
detallada, sobre cómo fueron esos años, duros y quizás no tan brillantes ni
tampoco tan oscuros, de la Transición tomándole el pulso de a Navarra.
El autor es el
actual defensor del pueblo de Navarra.
La sinopsis del
libro: La Transición política fue un periodo convulso, plagado de violencia y
de sobresaltos, siendo quizá la dimisión de Suárez y el golpe militar del 23-F
sus momentos más álgidos. Al clima general de incertidumbre Navarra sumó unas
características singulares, derivadas de la «cuestión Navarra-Euskadi», la
demanda de amnistía, la reintegración foral plena defendida por la Diputación
Foral franquista, la democratización de las instituciones navarras, las
primeras elecciones generales con algunos partidos ilegalizados, el
reconocimiento de los derechos históricos de Navarra como territorio foral en
la Constitución, las primeras elecciones al Parlamento Foral, la destitución de
Del Burgo como presidente de la nueva Diputación o el impulso del amejoramiento
del Fuero por UCD, PSOE y UPN, que culminó en la Ley Orgánica de 1982, por la
que Navarra pasó de provincia foral a Comunidad Foral. La violencia quedó
reflejada en las muertes de Montejurra, la Semana Pro Amnistía, los sanfermines
de 1978, la muerte de Gladys del Estal, los atentados
llevados a cabo por ETA militar con decenas de muertos, los secuestros, atracos
y bombas, los ataques de la ultraderecha, la represión policial, los centenares
de manifestaciones disueltas, las detenciones, las torturas, los enfrentamientos
a tiros, etcétera. En este libro Javier Enériz nos
hace revivir aquellos vertiginosos años comprendidos entre el verano de 1975 y
finales de 1984 y nos teletransporta a los escenarios y sucesos que jalonaron
la Transición en Navarra, más larga en el tiempo que la que se vivió en otros
lugares y, desde luego, más intensa que en muchos de ellos.
El autor, Javier Enériz Olaechea:
1959 Iruñea (Nafarroa, Euskal Herria)
Licenciado en
Derecho por la Universidad de Navarra y Doctor en Derecho por la Universidad
del País Vasco. Desde 1986 es funcionario del Gobierno de Navarra por
oposición, donde ha desempeñado diversos puestos de responsabilidad. Ha sido
profesor asociado de la Universidad Pública de Navarra durante varios años,
impartiendo la asignatura de Derecho constitucional, y hoy es colaborador
honorífico. En el año 2007 el Parlamento de Navarra le nombró Defensor del
Pueblo de Navarra, cargo en el que ha permanecido hasta marzo de 2022. También
ha sido miembro del Consejo de Transparencia de Navarra. Actualmente, es vocal
del Tribunal Administrativo de Navarra. Es autor de un elevado número de
artículos y libros especializados en Derecho público. Entre las materias que ha
tratado están el Derecho administrativo, el Derecho constitucional, la Unión
Europea, los derechos de los ciudadanos, la protección de datos personales, el
urbanismo, la función pública, la Administración local… Su inquietud por
conocer mejor la historia de Navarra le ha llevado a escribir sobre el régimen
foral, la Ley paccionada de 1841, la Transición en Navarra, el Derecho civil de
Navarra, y ahora sobre los vascones y los orígenes de los reinos de Pamplona y
de Navarra.
De la web del
Defensor del Pueblo: Francisco Javier Enériz
Olaechea fue titular de la institución del Defensor del Pueblo de Navarra desde
el 22 de marzo de 2007 hasta el 23 de marzo de 2022. Desde el 22 de marzo de
2013 desempeñó interinamente sus funciones.
Francisco Javier Enériz Olaechea es Licenciado en Derecho por la Universidad
de Navarra (1982) y Doctor en Derecho por la Facultad de Derecho de San
Sebastián (1989) y tiene, además, el programa de Dirección General del IESE
(1991)
Es funcionario
del Gobierno de Navarra desde 1986, siendo su categoría de Vocal del Tribunal
Administrativo de Navarra desde 1994, y ha ocupado, entre otros, los siguientes
cargos:
Asimismo ha sido:
Desde febrero de
2017 hasta marzo de 2022 fue miembro del Consejo de Transparencia de Navarra,
órgano que vela por el derecho de los ciudadanos a obtener información pública
y por la transparencia en la actividad de las Administraciones públicas de
Navarra.
También ha
ejercido como Profesor Asociado de Derechos Constitucional en la Universidad
Pública de Navarra, donde ha impartido, entre otras, la "asignatura"
de "Protección de los Derechos Fundamentales y Derecho
Constitucional".
Igualmente,
Francisco Javier Enériz Olaechea ha sido autor de
diversas monografías y colaboraciones en libros sobre Derecho: La ordenación
del territorio en la legislación de Navarra, Instituciones básicas de Derecho
Constitucional, Comentarios a la Ley sobre Régimen del Suelo y Valoraciones,
Derecho de la Unión Europea, El Gobierno y la Administración de la Comunidad
Foral de Navarra, Comentarios a la Ley Foral para la Prevención y la
Intervención Ambiental, Derecho de la Función Pública de Navarra, Comentarios a
la Ley Foral de Administración Local, Comentarios a la Ley Foral de la
Transparencia y el Gobierno Abierto, La protección de los datos de carácter
personal, Derecho local de Navarra…
Por otro lado, es
autor de un elevado número de artículos jurídicos sobre derechos fundamentales,
el Defensor del Pueblo, el régimen foral de Navarra, ordenación del territorio,
urbanismo, vivienda, medio ambiente, función pública, Administración local, la
Unión Europea, contratos, ...
Es profesor
colaborador honorífico de la Universidad Pública de Navarra.
Colabora con
Editorial Aranzadi-Thomson Reuters en la revista Aranzadi Doctrinal.
Si queréis saber
más de su actividad:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=110056
Cazarabet ha tenido ocasión de conversar con Javier Enériz:
Cazarabet conversa con Javier Enériz
Olaechea:
- Javier, ¿cómo ha sido la escritura
de este libro y por qué le dedica tomando el ejemplo de Navarra una larga y
minuciosa crónica a la Transición?
-Llevo varios
años escribiendo sobre la historia de Navarra. Me interesan sobre todo los
grandes giros que da Navarra como organización política y en ellos pongo más
atención: la organización de los vascones, el nacimiento del reino de Pamplona,
el reino de Navarra, su desgajamiento en dos y la vinculación de la parte
peninsular con la corona de Castilla, la desaparición del reino de Navarra con
el liberalismo del siglo XIX, la provincia foral y ahora la Comunidad Foral de
Navarra.
Precisamente, la
Comunidad Foral aparece con el fin del franquismo y el nuevo Estado democrático
y autonómico de 1978, esto es, durante la Transición.
-Vamos
por partes, ¿cómo llega Navarra al período de la transición?
-Muy movida
social y políticamente. La Diputación Foral está en manos de los franquistas
locales. La Administración estatal está regida por un gobernador civil
franquista. La Iglesia navarra está dividida entre los curas más
tradicionalistas y mayores de edad y los curas más jóvenes y obreros que
simpatizan con el pueblo. Eso en lo institucional.
Sin embargo, la
realidad es otra cosa.
Navarra es una
provincia con un gran desarrollo industrial, en el que los movimientos obreros,
los partidos obreros y los sindicatos de clase se han organizado y actúan
contra el poder franquista frontalmente o infiltrándose en las brechas que deja
con las elecciones por tercios.
La juventud vive
sus fines de semana en un mundo social más libre: de bailes, guateques, copas…
Las fiestas locales son escaparate de que algo está cambiando.
Culturalmente se
vive el cine del destape, donde se ven los primeros desnudos, el turismo de
playa lleva años triunfando, la música inglesa domina la cultura. Pero todo
sometido a la censura de los franquistas.
Políticamente, la
canción-protesta y los cantautores piden libertad entre prohibiciones y
sanciones, ETA (político-militar) está presente con sus secuestros y algún
atentado no mortal, la represión policial y de los tribunales de orden público
es brutal contra las manifestaciones políticas, las huelgas obreras, los
militantes de partidos y sindicatos de izquierda, los que disienten… Los
partidos presentes son la ORT, el PCE, el Partido Carlista y algunos pocos más.
Una de las
grandes características de la sociedad es que mayoritariamente se siente
Euskadi. Navarra es Euskadi, es vasca y forma parte del País Vasco en su
sentido más amplio.
-¿Cómo se recibe, pues, la muerte de la
dictadura por la muerte del dictador en la cama?
-La frase de que
Franco murió en la cama como si hubiera muerto tranquilamente sin ninguna
resistencia es un mito y una falsedad.
Franco murió en
noviembre de 1975 tras una larga agonía personal por sus enfermedades. Su
proceso de muerte fue un calvario doloroso y largo.
El régimen
franquista estaba en una situación desesperada. La ejecución de cinco
militantes de izquierdas en septiembre había movilizado durante el verano a
miles de personas y los países europeos. España estaba muy revuelta política y
socialmente, como lo demuestran la huelga de Potasas de Navarra en enero de
1975, con muertos en ciudades que la apoyaron.
En septiembre y
octubre España quedó aislada internacionalmente. Su frontera con Francia y
Portugal quedó cerrada por los asesinatos de los cinco ejecutados, dos de ETA
político-militar y tres del FRAP.
Franco cayó
enfermo y se alargó su vida todo lo que se pudo. Juan Carlos tomó la regencia
en su lugar y estalló la Marcha Verde del Sahara donde el Ejército español
reculó ante la manifestación marroquí organizada por el rey alauita.
El franquismo
temblaba ante su futuro más que incierto y negro y un sector del mismo empezó a
defender la idea de un régimen democrático occidental, entre ellos el propio
Juan Carlos de Borbón y su preceptor, Torcuato Fernández Miranda, hombre en la
sombra decisivo para lo que se avecinaba.
-¿Cómo son aquellos primeros días de la
Transición…?, llenos de cierta incertidumbre…
-La muerte de
Franco inicia realmente la Transición. Franco ha muerto y ahora qué, se
preguntan los franquistas. La fe en el sucesor del Caudillo es ciega, como si
fuera el mismo Caudillo. Y de ello se sirve Juan Carlos. Entronizado rey de una
monarquía tradicionalista con un régimen policial que detiene al disidente, da
un indulto amplio a presos comunes y sindicales, pero no políticos, anuncia
cambios en el régimen, pero paradójicamente mantiene en el Gobierno al mismo
presidente del Gobierno que Franco: Arias Navarro. La decepción de los
demócratas, que han brindado la muerte de Franco con champán, es enorme.
El nuevo Gobierno
de Arias promete continuar el legado de Franco, aunque permite algunas
asociaciones políticas (germen de los futuros partidos de derechas) y sigue el
aperturismo cultural controlado por la censura.
Todo el mundo
está a verlas venir, pero la idea de que ya no es posible la dictadura de
Franco y que es necesaria la libertad está muy presente en la inmensa mayoría
del pueblo, sea el español, el navarro, el vasco o el catalán.
-¿El tema de los fueros era una prioridad?
-Para la gran mayoría
de la sociedad navarra, Navarra forma parte de Euskadi y a ello contribuye la
conciencia de que Navarra es la parte esencial de ella por cultura, lengua,
etcétera. Los fueros navarros no son incompatibles con esa idea de Navarra en
Euskadi con sus instituciones, derechos, etcétera.
Sin embargo,
quien sorprende pidiendo la reintegración foral plena es la propia Diputación
Foral de Navarra, formada por siete diputados, de los cuatro son
tradicionalistas, con un sesgo franquista, y tres son aperturistas, partidarios
de la democracia. Los cuatro diputados tradicionalistas proponen que Navarra
vuelva a su condición de Reino de Navarra anterior, perdida en 1839 tras la
derrota de los carlistas en la I Guerra Carlista.
Un pequeño
sector, de centro derecha apuesta por “amejorar” los
Fueros de Navarra dentro de la monarquía española de Juan Carlos I, defendiendo
que Navarra asuma todas las competencias que no sean inherentes a la unidad
constitucional.
Y toda la
izquierda, desde el Partido Socialista de Euskadi, del que forma parte la
agrupación socialista provincial de Navarra, hasta el Partido Comunista, la
ORT, ETA en sus dos ramas (político-militar y militar), hasta el PNV, el
Partido Carlista de Euskadi, etcétera, son partidarios de que Navarra sea
Euskadi y tratada como parte del proyecto político vasco único y unido.
-¿Se veía como más claro o más factible que
llegaría antes la amnistía total?
-Los temas y
lemas son independientes entre sí. La amnistía aparece como la primera
reivindicación en el tiempo en Navarra. Surge cuando se ve que el primer
indulto de Juan Carlos I no alcanza a los presos políticos.
La sociedad
navarra se moviliza entonces por la amnistía total o más amplia posible desde
ese mismo momento. En diciembre de 1975 ya se producen las primeras
manifestaciones, movilizaciones, etcétera.
La salida de
todos los presos políticos aparece como lo primero (amnistia orokorra, ´amnistía general´), pero no
como lo único, en cuanto que se suman otras reivindicaciones, como la ruptura
con el régimen en lugar de la reforma, la legalización de todos los partidos
políticos, elecciones democráticas, la disolución de todo lo que sea el
franquismo, el control de la actuación policial y de la extrema derecha, que
Navarra no sea separada de Euskadi, etcétera.
-1977.
Las primeras elecciones generales. La UCD de Navarra viene fuerte, pero también
está el tema de la incorporación de Navarra a Euskadi para formar Euskalherria, ¿es así? y un referéndum para esa posible
adhesión… ¿Cómo era el clima social a pie de calle?
-La calle se
agitó con el tema “Navarra-Euskadi”. Frente al sentimiento de la izquierda
abertzale, la izquierda estatal, el PSOE, el Partido Carlista y el nacionalismo
vasco moderado, de que Nafarroa Euskadi
da (´Navarra es Euskadi´) y debe seguir el mismo camino institucional que
Álava, Gipuzkoa o Bizkaia, se levantan la derecha tradicionalista, que defiende
una “Navarra foral y española” (y ultracatólica) como está, con el sector
mayoritario de la Diputación Foral de Navarra al frente, y la derecha o centro
derecha, liderada por Jaime Ignacio del Burgo y Jesús Aizpún,
con el lema “Navarra es Navarra”, que se opone a cualquier integración de
Navarra en Euskadi.
La sociedad se
dividió, hubo enfrentamientos incluso físicos en la calle, el tema se polarizó
y la población quedó dividida y enfrentada, geográficamente (el norte pro
vasco, la Ribera prácticamente nada favorable a Euskadi), políticamente (la
derecha pro Navarra sola y la izquierda pro Navarra en Euskadi), las familias
con gentes de una misma creencia y otros de otra, etcétera. El tema alcanzó un
punto álgido. Tras las elecciones generales de 1977, en que permanecieron
ilegalizados con sus siglas los partidos abertzales, los partidos republicanos,
los partidos revolucionarios y el Partido Carlista, aunque se les dejaba
participar con otras siglas si sus estatutos se adaptaban a esta censura, UCD
ganó en Navarra con tres diputados de cinco, tres senadores de cuatro, el PSOE
(se presentó con estas siglas en Navarra) obtuvo dos diputados y el Frente
Autonómico (formado por el PSOE, el PNV y un partido abertzale socialista
pequeño, ESEI) un senador, el nacionalista histórico Manuel Irujo, que había
sido ministro de Justicia en el Gobierno de la República en 1936.
Los tres
diputados y los tres senadores de UCD defendieron la creación de un Consejo
Parlamentario de Navarra que tratara con el Gobierno de Suárez el futuro
institucional de Navarra.
Navarra no fue
Euskadi ni siguió el camino de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, todo se dejó en manos
de lo que acordase un órgano foral representativo del voto del pueblo navarro y
de un referéndum del pueblo navarro.
La solución
acordada fue hábilmente negociada por la UCD de Navarra, con Jaime Ignacio del
Burgo, al frente, y supuso establecer un procedimiento en dos decretos leyes y
que luego se incorporó a la Constitución en la disposición transitoria cuarta.
El procedimiento
de incorporación no gustó a ningún partido por distintas razones y la prueba es
que nunca se ha puesto en marcha.
Para el mundo
abertzale era y es inaceptable que, para ser Euskadi, de la que ya es parte,
Navarra tuviera que sujetarse a un referéndum y dejar todo a un sí o a un no.
La derecha y el
centro derecho ya dijeron que ellos no impulsarían jamás ese procedimiento. Y
el PSOE giró a la misma posición que defendía Del Burgo y no apoya la
iniciativa de la incorporación.
A pesar de que en
1979 la izquierda abertzale, la izquierda estatal, los nacionalistas vascos
moderados y el Partido Socialista tenían mayoría absoluta sobrada para impulsar
el procedimiento que se había pactado e introducido en la Constitución, el
cambio del Partido Socialista hacia la autonomía navarra al margen de Euskadi y
la distancia y rechazo de la izquierda abertzale próxima a ETA militar hacia
este camino, hicieron que se hablara solo una vez de poner en marcha el
mecanismo, pero para quedar rechazado seguidamente.
Hoy, la mayor
parte de la sociedad navarra, no es partidaria de este camino de la disposición
transitoria cuarta.
-Había en todo el Estado agitación y
no poca, pero eran más sensibles, crees, zonas como Euskadi, Navarra…
-Sí, desde luego.
Todo el Estado pidió el cambio; la libertad, la amnistía, dejar atrás el
franquismo, la democracia, la autonomía…
Pero las zonas
calientes durante la Transición fueron Euskadi, sin lugar a dudas (por la
acción de las ramas de ETA y por la reivindicación del Estatuto de Autonomía
que recuperase el mismo nivel que el que se tenía cuando la II República,
además de la amnistía de los presos políticos, la mayor parte de ETA), Cataluña
(donde se reclamaban el estatut de autonomía, el restablecimiento de la
Generalitat y la amnistía), la capital Madrid (donde la izquierda era
especialmente activa y se reclamaban la libertad y la democracia) y Navarra
como parte de Euskadi, con una izquierda muy potente, y la división de su
sociedad en el tema Navarra-Euskadi que marcó todo la Transición en este
territorio. Dicho esto, sin hacer de menos a las regiones y lugares donde hubo
una gran movilización social.
La potencia de la
izquierda en Pamplona y Navarra permitió que Pamplona tuviera un alcalde de
izquierdas y un Ayuntamiento progresista durante la Transición hasta 1979, en
que se celebraron las elecciones municipales democráticas.
Un alcalde que
fue destituido por el gobernador civil de Navarra en cuanto hubo ocasión.
Y la potencia del
carlismo de izquierdas (el Partido Carlista de Euskadi de Carlos Hugo de
Borbón) convirtió la concentración de Montejurra en un acto de protesta de las
fuerzas democráticas y de izquierdas que hizo que en 1976 el Estado franquista
organizara una oscura operación ultraderechista de ataque en pleno día a los
miles de manifestantes concentrados y que hubiera dos muertos de bala y decenas
de heridos sin que nadie fuera nunca condenado a nada.
-Lo
que pasó en 1978 en los Sanfermines con, digamos, “el visto bueno” de personas
tan influyentes como Martín Villa fue altamente dañino para todo el proceso
democrático… La Transición no estaba preparada para que le fuesen sacando
pancartas pro amnistía en la plaza de toros…
-La Transición
política fue un periodo violento con más de setecientas personas muertas. En
Navarra, 46. Muchas de ellas por la acción de ETA (principalmente, la rama
militar en su enfrentamiento directo contra el Estado militar primero, policial
luego y democrático después).
Hasta avanzado
1981, por decir una fecha, el Estado mantuvo vivos y actuando muchos de los
resortes y aparatos franquistas en su estructura. La Policía Armada, la Guardia
Civil, los servicios de inteligencia (CESID, de la Armada), el Ejército, los
ministerios, etcétera.
La violencia
policial dejó en Navarra entre 1976 y 1984 trece muertos: nueve por la Guardia
Civil y cuatro por la Policía, algunos en enfrentamientos armados, otros sin
ningún tipo de enfrentamiento, como el caso de Gladys del Estal
en Tudela en una manifestación ecologista.
ETA militar mató
en noviembre de 1977 al comandante Joaquín Imaz, pamplonés, que dirigía la
Policía Armada de Pamplona. Su sucesor, el comandante Ávila, pidió
voluntariamente la plaza dejada y prometió que el crimen de su compañero no iba
a quedar así. Otro alto mando de la Policía, el comisario Rubio, tenía gran
fama de violento. El gobernador civil, Ignacio Llano, no parecía el hombre más
hecho y bregado para defender la democracia ante semejante estructura policial,
muchos de cuyos integrantes actuaban con una fuerza inusitada cuando portaban
el uniforme o fuera de servicio.
Con semejantes
antecedentes y en un clima muy caliente, la aparición de una pancarta pidiendo
“amnistía” al final de la corrida de toros del día 8, que desató algún pequeño
enfrentamiento entre los asistentes que terminó rápidamente, sirvió como motivo
para que entrara la Policía Armada a tiro limpio en la plaza de toros con
varios heridos de bala, que siguieran los incidentes en las proximidades, que
cayera muerto de un balazo de un agente un joven de Pamplona y que se desatara
toda una batalla campal por el centro de la ciudad durante horas y horas.
Martín Villa era
el ministro del Interior que justificó lo ocurrido. Cada vez que hablaba subía
el pan. Resumió lo ocurrido con un “lo nuestro son errores, lo suyo son
crímenes”, confundiendo a todo el pueblo de Pamplona con ETA.
-Y
el inevitable, creo, “choque de trenes” de ETA, la ultraderecha… Cómo se vivía
esto socialmente hablando.
-En aquel clima
revuelto, la violencia policial sobre las manifestaciones, movilizaciones
obreras, dirigida por el Gobierno Civil, cuyos primeros gobernadores no
frenaban la actuación de la Policía o de la Guardia Civil, sino que la dirigían
o justificaban en todo caso, se vio acompañada de otras violencias: las de los
propios enfrentamientos entre navarros en manifestaciones, entre gentes de
izquierda y de extrema derecha con algún muerto incluso; y las que comentas.
La implacable
acción de ETA militar, con sus atentados mortales, empeñada en derrotar al
Estado español, a los generales del Ejército (el número de altos mandos
militares asesinados es brutal) y al Gobierno de Suárez, Calvo Sotelo y luego
Felipe González.
ETA militar fue
la causante del mayor número de personas muertas por causas políticas durante
la Transición navarra: 23 de 46, tanto civiles como policías, guardias civiles,
militares. A ellos se suman tres militantes más que murieron como resultado de
las bombas que les explotaron y que iban a colocar en centrales eléctricas.
También
asesinaron los Comandos Autónomos Anticapitalistas, que dejaron tres muertos.
ETA
político-militar (la rama originaria de ETA, la que surgió contra el franquismo
y cuyas escisiones más radicales fueron a parar a ETA militar o a los Comandos
Autónomas) no causó muertos en Navarra, buscó acciones más efectistas y
publicitarias que sangrientas, aunque también dejó heridos, y se disolvió de
hecho en febrero de 1981 tras el golpe del 23-F cuando ya lo tenía decidido
hacerlo unos meses antes y se lo había pedido Euskadiko
Ezkerra.
La ultraderecha
actuó en Montejurra, aunque quien organizaba aquello era el gobernador civil,
donde hubo dos muertos, dejó varios heridos graves, alguno de bala, atacó
varias librerías (El Parnasillo, Artiza…), locales de
partidos y sindicatos, militantes políticos y sindicales, etcétera.
-¿Cómo se trasladó esto, a la vez, en la
política: en una polarización total? ¿Aparecen, entonces partidos como Unión
del Pueblo Navarro?, pero para esto debían de decaer otros…
-La sociedad
navarra de aquellos años se radicalizó sobremanera. Todo se hizo de izquierdas
o de derechas, vasco o antivasco… Todo quedó
politizado. No éramos el Úlster británico, pero se le parecía algo por la
polarización y crispación. Los enfrentamientos violentos no eran entre
navarros, a los que había que separar con verjas, vallas y muros. Pero lo eran
entre una parte de la sociedad navarra y la Policía Nacional que compartía los
valores españolistas de otra parte de la sociedad navarra.
La sociedad
navarra quedó dividida en bloques:
a) un bloque era
la derecha, agrupada en la foral UPN, que se había escindido de UCD por su
desacuerdo con la Constitución de 1978 (UCD se hundió y desapareció) y en la
derecha estatal (AP, PP, PDP, Partido Liberal), con alrededor del 40% del voto;
b) otro bloque
era el Partido Socialista de Navarra, con entre el 20-25% o en algunos momentos
más;
c) otro era la
izquierda abertzale, el mundo de Herri Batasuna, que
formaba con ETA militar parte de la Alternativa KAS o asociación de movimientos
de izquierda abertzale que proponía negociar con el Estado el derecho de
autodeterminación, Navarra en Euskadi, la retirada de las fuerzas policiales y
la amnistía de los presos políticos de ETA;
d) otro bloque
eran los nacionalistas moderados, bien el PNV o luego su escisión Eusko Alkartasuna;
e) y otro era la izquierda a la izquierda del
PSN, con Izquierda Unida y otras fuerzas de izquierda.
-Háblanos
de cómo fueron las negociaciones se Navarra por un sistema foral… ¿Los fueros
afectan a la cuestión fiscal y a qué otras disposiciones…?
-La Constitución
puso fin a la concepción liberal decimonónica de que los Fueros de Navarra y de
las Provincias Vascongadas eran privilegios excepcionales incompatibles con la
Constitución de turno y la unidad nacional y asumió las reglas de organización
propias de un Estado federal. Esta concepción ha costado tres guerras carlistas
y varias movilizaciones y ha estado presente en la guerra civil, etcétera. Los
muertos son centenares de miles. Por tanto, no era ninguna broma. La
disposición adicional primera de la Constitución de 1978 reconoció los derechos
históricos de los territorios forales. Navarra es uno de esos territorios y su
Derecho propio (igual que hoy las comunidades autónomas o los grandes
ayuntamientos tienen el suyo propio) se conoce como derechos históricos por
razón de su continuidad y arraigo secular.
Una vez que en
1977 y 1978 se negoció la solución política a la cuestión Navarra-Euskadi
y en 1979 se democratizaron las instituciones forales de Navarra, las fuerzas
políticas mayoritarias acordaron “amejoramiento” del régimen foral de Navarra
en el nuevo marco autonómico que se había abierto. Cataluña, Euskadi y Galicia
tenían sus respectivos estatutos de autonomía. ¿Y Navarra qué?
El bloque de
derechas UCD de Navarra-UPN, partidario de una Navarra foral y española, y el
bloque PSN, que se había pasado a las tesis autonomistas y forales de la UCD de
Navarra, partidos que agrupaban a dos de cada tres votantes navarros,
decidieron que el camino institucional que debía seguir Navarra era el del
Amejoramiento del Régimen Foral.
Es decir,
decidieron que había que actualizar dentro de la Constitución y el nuevo Estado
autonómico la actualización de los Fueros navarros recogidos en las leyes de
1839-1841. Navarra tenía que pasar de ser una provincia foral a una Comunidad
Foral integrada en la Nación española con un Gobierno, un Parlamento o Cortes,
una presidencia y otras instituciones forales. La Comunidad Foral tendría sus
competencias históricas y las nuevas de las comunidades autónomas y mantendría
su régimen fiscal y económico existente alrededor del Convenio Económico, en
cuya virtud las instituciones navarras recaudan los impuestos directos e
indirectos y entregan al Estado una cantidad anual equivalente al 1,65% del
Producto Interior Bruto, aun cuando por población le correspondería un
porcentaje inferior, en concepto de pago por las competencias generales del
Estado y solidaridad con el resto de territorios.
Las negociaciones
entre la Diputación y los representantes navarros con el Gobierno de Suárez y
luego de Calvo-Sotelo duraron dieciocho meses y fructificaron en la Ley
Orgánica de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra, que es
la ley que rige las instituciones y competencias de la Comunidad Foral y las
relaciones de esta con el Estado español.
-El
“caso FASA” es una chincheta en los zapatos de los primeros años de democracia
de Navarra, digamos puramente financiero, pero las raíces de esa prepotencia de
la oligarquía venían de la represión (versus apropiación de la fundición
de los donostiarras Lizárraga) en plena guerra tras la caída de Donostia, todo
esto es muy, muy fuerte, pero tristemente no el único ejemplo… Después esto se
llamó como Ley de responsabilidades políticas, ley febrero 1939. Los hombres de
FASA o algunos, además pasan a formar parte de un “subpartido”
que alimentó a UCD y a posteriori a UPN, todo se retroalimenta y a qué ritmo,
¿verdad?
-El caso FASA
tiene muchas derivadas. Una es la que comentas, que es anterior a la Transición
y exigiría un largo estudio. Otra es los problemas de gestión de la propia
fábrica y la necesidad de financiación para que no se hundiera. Y otra es la
que da lugar a la Transición, que recojo en el libro.
Jaime Ignacio Del
Burgo, el presidente de la nueva Diputación Foral de Navarra, estaba ligado con
anterioridad a su cargo público con la empresa FASA (Fundiciones de Alsasua,
SA).
La Diputación
Foral de Navarra democratizada dio un préstamo a la empresa para que pudiera
hacer frente a trabajadores y proveedores. El presidente Del Burgo se salió del
punto en que se debatió y acordó conceder un préstamo de 80 millones de pesetas
a FASA. Del Burgo era en ese momento uno de los avalistas de la fábrica. El
préstamo sirvió para cancelar los avales.
El tema saltó a
la prensa en 1980, filtrada a El País
por una parte de la propia UCD para eliminar a Del Burgo de las
responsabilidades que tenía en Navarra y donde se había convertido en un
personaje político molesto por su tenacidad en la cuestión Navarra-Euskadi
y en la negociación de los fueros. El caso es que el Parlamento Foral pidió el
cese de Del Burgo y la Diputación lo cesó y sustituyó. Del Burgo llegó hasta el
Tribunal Supremo en defensa de que el cese se oponía a la normativa foral de
Navarra. El tribunal le dio la razón. Volvió a ser presidente de la Diputación
en 1984 hasta que le sustituyó Gabriel Urralburu a los meses, ya este elegido
como primer presidente del nuevo Gobierno de Navarra conforme a la Ley Orgánica
de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra.
-La
tensión iba in crescendo en todo el
Estado y Navarra, supongo, no era una excepción,
¿verdad? ¿Cómo y de qué manera asimila Navarra la dimisión de Suárez? ¿Y cómo
se vive en Navarra y en sus diferentes lugares, tanto en los enclaves más
rurales como en las urbes, el golpe de Estado del 23-F?
-La dimisión de
Suárez seguida del golpe militar del 23-F se vivió con una grandísima
preocupación en toda Navarra.
La dimisión
parecía que anunciaba el fin del proceso de democratización. El ambiguo y
enigmático discurso de Suárez con aquello de que no quería ser un periodo
excepcional de años de democracia en la historia de España, el ruido de sables,
es decir, los rumores de golpes de Estado que se oían cada poco tiempo o con
motivo de que ETA militar o el GRAPO había matado o secuestrado a generales, no
presagiaban nada bueno.
El golpe militar
dejó claro que todo lo que se barruntaba llegaba. Entonces no se sabía lo que
hoy se sabe, claro. Pero llamó la atención el golpe en sí mismo con el asalto
al Congreso con disparos y gritos, los tanques por las calles de Valencia, la
toma de televisión española con música militar, la tarde-noche del transistor
en la oreja, las noticias que llegaban de fuera, El País y la cadena SER
con la democracia desde las primeras horas, la retransmisión en directo de José
María García de los hechos del asedio, las idas y venidas, la preocupación por
la tardanza del rey, los rumores sobre que no estaba con los golpistas y, ya
por fin, el mensaje tardano de Juan
Carlos I con su vestimenta militar y el vuelvan todos ustedes a sus cuarteles y
guarden el orden constitucional.
Todo aquello
seguido de las manifestaciones por la democracia y la sensación de alivio por
el fracaso del golpe, el convencimiento de que lo más importante era la
convivencia y la paz y respetar los unos a los otros, y ver que el rey daba la
espalda a los golpistas, convenció a la sociedad de que la ruta a seguir era la
democracia. Al año siguiente llegó el Gobierno de Felipe González y todo
parecía Hollywood.
El temor vivido
aumentaba en Navarra por la sensación de que los paganos de la represión
militar iban a ser la izquierda abertzale, los nacionalistas moderados, la
izquierda a la izquierda del PSOE, es decir, quienes se mostraban más críticos
con el constitucionalismo.
A los pocos días
el Gobierno de Calvo-Sotelo ordenó inexplicablemente la detención de toda la
cúpula política de Herri Batasuna en Navarra, que fue
liberada en poco tiempo.
-Háblanos
un poco de esa personalidad propia del partido socialista navarro dentro del
PSOE…
-En los comienzos
de la Transición, durante la clandestinidad y en los años siguientes, existe en
Navarra la agrupación socialista de Navarra como agrupación provincial del
Partido Socialista de Euskadi.
Gabriel Urralburu
y sus militantes son militantes del Partido Socialista de Euskadi, al igual que
lo son los alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos.
Los socialistas
navarros estarán dentro del Partido Socialista de Euskadi hasta mediados de
1982. Entonces constituirán el Partido Socialista de Navarra.
Hasta enero de
1980 defenderán la integración de Navarra en Euskadi, el derecho a la
autodeterminación, que la ikurriña ondee en los ayuntamientos de Navarra, la
cultura vasca, etcétera.
En enero de 1980
Gabriel Urralburu comienza a girar la posición de la agrupación navarra. En los
meses siguientes, los socialistas navarros abandonan la idea de un proyecto
conjunto con los socialistas vascos y comienzan a defender un proyecto
autonomista para Navarra y apoyar la línea marcada por Jaime Ignacio Del Burgo.
El PSOE se suma
al Amejoramiento del Fuero y ello terminará dando lugar a que sean, junto con
UCD y UPN, los tres grandes partidos que apoyan la Ley Orgánica de
Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra. Su línea política les va a llevar a que, en 1984, como partido más votado en
Navarra, accedan al Gobierno de Navarra, donde estarán hasta 1991 con Gabriel
Urralburu de presidente del Gobierno.
-¿Por qué calificas de “complicada” la elección
del presidente del Gobierno de Navarra?
La Ley Orgánica de
Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra, de modo parecido a
algunos otros estatutos, previó que si ningún
candidato a presidente del Gobierno de Navarra alcanzaba más votos a favor que
en contra, sería presidente el candidato del partido que hubiera obtenido en
las elecciones un mayor número de parlamentarios.
El PSN de
Urralburu obtuvo 20 parlamentarios. Y las candidaturas de derechas sumaron
entre dos listas 21 parlamentarios. 6 parlamentarios de HB no asistían a las
instituciones de Navarra y Euskadi. Y el PNV había obtenido 3 parlamentarios.
Si los nacionalistas votaban a Urralburu, este era el presidente. Pero si se
oponían a este y también a cualquier candidato de la derecha, Urralburu
entendía que sería automáticamente presidente.
La elección fue
un caos y muy larga. La derecha propuso un candidato, que fue derrotado 21-23.
Urralburu pasó de presentarse a candidato y esperó que la cayera la presidencia
automáticamente. Pero el presidente del Parlamento propuso al candidato que había
sido rechazado. Todo aquello terminó en el Tribunal Constitucional, que obligó
a Urralburu a presentarse candidato.
Urralburu también
fue rechazado por el Parlamento: 20 a favor y 24 en contra, incluidos los tres
nacionalistas. Entonces el presidente del Parlamento propuso a otro candidato
de la derecha, que también fue rechazado 21-23. Por fin, el presidente del Parlamento
propuso a Urralburu como presidente del Gobierno.
-¿Por qué crees que entra en crisis el PNV de
Navarra? ¿Y de esa crisis qué “partido gana”?
-Los tres
parlamentarios nacionalistas tenían la orden de la dirección nacional del PNV
de abstenerse y dejar que el candidato de la derecha saliera elegido presidente
del Gobierno de Navarra, pero se negaron a ello. El desprecio de la derecha
navarra hacia los nacionalistas en Navarra era muy elevado y les habían negado
establecer algunas condiciones para abstenerse.
La negativa de
los tres parlamentarios derivó en la expulsión de la dirección navarra del
partido y en una escisión de la militancia navarra, cuya gran mayoría dio la
espalda al PNV y pasó a engrosar Eusko Alkartasuna, el partido liderado por el también desbancado
lehendakari Carlos Garaikoetxea.
El PNV se hundió
electoralmente en Navarra y estuvo varios años con una escasísima presencia en
este territorio.
De esa crisis los
grandes beneficiados fueron el PSN sin duda que obtuvo el Gobierno, y Eusko Alkartasuna, que asumió el
papel que había dejado el PNV en Navarra. A los siete años de la elección de
Urralburu se beneficiaría UPN, que aprendió la lección y unió a todas las
derechas en sus siglas y llegó así al Gobierno como un solo partido y con un
solo candidato, beneficiado además por la abstención de Herri
Batasuna. Lo que son las cosas…
-La
violencia soy de las que pienso que solo llama a la violencia. Demasiada
violencia para nada, pero qué hizo entrar en esa espiral de violencia de
violencias…, porque creo que hay que hablar, ya, y sin miedos ni ambages, de la
absurda y cruel violencia de ETA e innecesaria y la violencia de Estado –desde
los interrogatorios hasta los secuestros y asesinatos– que sólo generó dudas
sobre un Estado que creíamos que nos iba a proteger, pero que….
-La violencia en
todas las cosas, pero sobre todo en política, es injustificable. Destruye la
convivencia por siglos, es antidemocrática, contraria a los derechos humanos
más básicos y deslegitima a quien la utiliza, cuyo proyecto político queda
invalidado solo por haberla utilizado.
La ética política
rechaza la violencia.
En el caso de ETA
militar, una escisión de ETA (la originaria quedó con el nombre de ETA
político-militar) a la que se sumaron otras escisiones posteriores hasta
convertirse en la rama principal, la violencia demuestra, además, que no sirvió
para nada. Hundió el sentimiento vasquista en Navarra
durante décadas, una gran parte del mundo abertzale de Navarra le dio la
espalda e impulsó la coalición electoral Nafarroa
Bai, que alcanzó gran éxito en las elecciones forales, generales y
municipales. De Nabai formaron parte la izquierda
abertzale que renunció a la violencia (Aralar, una
escisión de la ilegalizada Herri Batasuna), el
nacionalismo moderado (Eusko Alkartasuna
y el PNV), la izquierda estatal y personas independientes, progresistas o vasquistas.
ETA militar dejó
decenas de víctimas entre asesinados, heridos, secuestrados, exiliados,
extorsionados, amenazados, etcétera. Sus propios militantes padecieron unos la
muerte, otros detenciones y largas condenas de cárcel, el exilio, expulsiones
del colectivo, etcétera.
Políticamente, y
aunque se diga lo contrario desde la política, no ganó nada, no consiguió
ningún objetivo de los que se propuso (ni la unidad de Euskadi, ni su
independencia, ni la retirada de las fuerzas policiales, ni la amnistía…). Su
mito sobre la lucha de los vascos contra Franco tampoco puede ser bandera de
nada porque otros muchos mantienen ese mismo estandarte sin haber disparado un
solo tiro ni matado o herido a nadie y porque a quien más daño le hizo fue a la
democracia española sin ningún sentido.
-Pero
la violencia siguió y siguió y la agitación fue a más… Se vivieron unos años
muy, muy duros e imagino que vivirlos y convivirlos en Navarra y Euskadi era
aún más duro, ¿no?
-Los años del
sinsentido de ETA militar han sido durísimos. Vivir en una ciudad como Pamplona
o en una comunidad como Navarra significa que en muchas ocasiones conocieras a
la víctima y en otras muchas a los propios activistas o a sus familiares o
amigos.
Lo vivido en
Navarra ha sido una tragedia, un dolor inmenso, que exige no olvidarlo y no
revivirlo nunca, reparar todo lo que se pueda ese dolor y no sentir el más
mínimo atisbo de orgullo o de nostalgia de aquello.
_____________________________________________________________________
Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)