Cazarabet conversa con... Jesús Baigorri Jalón, autor de la introducción, y Elena Rodríguez Murphy, traductora, de “El brigadista que se enamoró. Memorias de la Guerra Civil” (Ediciones de la Universidad de Salamanca) de James R. Jump  

 

 

 

 

 

 

 

 

James R. Jump (1916-1980) basó sus memorias en las notas que iba tomando durante su participación como voluntario en la Guerra Civil española. Aportó a las Brigadas Internacionales no solo su entusias­mo sino también su conocimiento del idioma español, aprendido en su escuela cercana a Liverpool, y sus primeros pasos como periodis­ta y poeta antes del viaje a España. Aunque unas memorias son quizá la obra más individual que pueda concebirse, las pinceladas que va dando Jump sobre camaradas internacionales y españoles le dan al relato un carácter coral.

Su actividad durante la guerra estuvo asociada sobre todo con labo­res lingüísticas y de oficina muy diversas, pero también estuvo en el frente, en una unidad de ametralladoras de la XV Brigada en el entor­no de la batalla del Ebro, desde donde sería evacuado a varios hospi­tales, antes de su regreso a Londres. Aquel conflicto internacional dejó huellas indelebles en Jump, lo mismo que en tantos combatien­tes de ambos bandos. En su caso, venía enamorado de Cayetana, una de las jóvenes cuidadoras españolas de los niños vascos que habían salido hacia el Reino Unido tras el bombardeo de Guernica, a las que ayudó en las colonias de acogida, pero en su experiencia sobre el terreno Jump se enamoró también de España y del idioma español, que perfeccionó durante su estancia hasta el punto de que acabaría siendo profesor y lexicógrafo reconocido de esa lengua du­rante el resto de sus días (Penguin publicó su diccionario español-in­glés el mismo año de su muerte).

Gracias a sus dotes periodísticas, los capítulos del libro se pueden leer casi como relatos breves independientes, en los que muestra su fina capacidad de observación del paisaje y del paisanaje de aquella España cuya imagen en blanco y negro el autor es capaz de colorear en sus descripciones. Su sensibilidad de poeta le hace destilar los sentimientos más íntimos de sus vivencias. Algunos de los poemas intercalados en el libro son inéditos y otros habían sido publicados en algunas obras de poesía, entre otras una prologada por Antonio Buero Vallejo.

El brigadista que se enamoró. Memorias de la Guerra Civil resulta de lectura instructiva a la vez que entretenida para un público lector muy amplio y variado, compuesto de personas interesadas en cono­cer testimonios directos de la contienda española, muy especialmen­te estudiantes jóvenes. Al fin y al cabo, esta memoria de la guerra no es sino el relato de un muchacho de veinte años, dispuesto en 1937 a combatir en otro país para mejorar el mundo en el que le tocó vivir, con menos éxito del que le hubiera gustado, porque perdió aquella guerra y pronto le tocó participar también en la II Guerra Mundial.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con el crítico a la edición, Jesús Baigorri Jalón:

-Amigo Jesús, Jim Jump, ¿marca un antes y un después en la literatura de memorias de los brigadistas internacionales porque todo en él y sobre él tiene una intensidad bestial?

-En primer lugar, muchas gracias por darnos la oportunidad de hacer algunos comentarios sobre este libro de memorias recién traducido al castellano por Elena Rodríguez Murphy, a partir de la edición inglesa que preparó el hijo del combatiente, que se llama igual que el padre, Jim Jump. Creo que estas memorias se enmarcan dentro de una tradición memorialista que ya se había popularizado con las experiencias de los combatientes británicos (y otros) después de la Primera Guerra Mundial. Los brigadistas internacionales de la Guerra Civil española siguieron esa estela, aunque no todos tenían las mismas capacidades que tuvo Jump. Para empezar, él había estudiado español en la escuela en Wallasey, donde nació, junto a Liverpool. Esa opción era inusual en la Inglaterra de los años 1920, que se debía a que Liverpool tenía relaciones marítimas con varios puertos de América latina y con España. Además, Jump había mostrado desde muy joven dotes de periodista – también de poeta – de modo que sabía escribir y registrar lo que veía. Es decir, poseía las herramientas necesarias para trasladar la realidad percibida a través de los sentidos – y de los sentimientos – a la escritura.

-Enamorarse en tiempos de guerra cuando las emociones y emotividades nos crea cierta vulnerabilidad, ¿no?

-Un componente significativo de las memorias es que Jump se brindó a colaborar con las colonias de los aproximadamente cuatro mil niños vascos, enviados al sur de Inglaterra poco después del bombardeo de Guernica, acompañados por tutoras y maestros. El hecho de saber español resultó útil en la colonia a la que fue y le permitió conocer a la que después sería su mujer, Cayetana. En ese sentido, cuando se incorporó a las brigadas internacionales en España venía ya enamorado de una española, que luego sería su mujer. Las emociones afloran en el libro de manera palpable en algunas experiencias que a veces cuenta en prosa y otras en verso.

-Pero esa vulnerabilidad, si nos hace más humanos y nos hace, como creo que fue en el caso de Jim Jump, a la hora de narrar es sumar y mucho y es lo que tenía y conseguía Jim Jump, ¿no?

-Aunque Cayetana y Jim estuvieron a punto de casarse en el verano de 1937, Jim estaba decidido a ir a combatir a España, de modo que Cayetana se quedó en la colonia de niños y él se incorporó a las brigadas internacionales. La vulnerabilidad que experimentó durante la guerra fue más patente cuando dejaron la base de las Brigadas en Albacete y se incorporó a la compañía de ametralladoras de la XV Brigada, como combatiente pero también como intérprete y enlace. Las descripciones de algunos bombardeos y otras penalidades muestran muy bien una imagen de intemperie física y quizá también moral, que hizo que cayera enfermo durante los últimos meses de su estancia en la guerra.

-En este brigadista que escribía y contaba lo que vivía en la Guerra de España siempre me da que había algo de especial y con lo “de especial” me refiero a que ponía un toque “como más positivo”, como “de esperanza”, ¿qué nos puedes decir?

-Creo que lo más especial de su relato es que tenía capacidad de interpretar la realidad con la mirada de periodista y además podía contactar con combatientes españoles y con la población local, gracias al conocimiento del idioma, que fue mejorando a medida que lo practicó in situ. Creo que Jump actuó en la guerra con mucha madurez, a pesar de ser muy joven. Entendió, igual que lo entendieron sus mandos, que su conocimiento de la lengua era un “arma” más, porque permitía la comunicación entre personas que no se entendían y supo utilizarla de manera muy polivalente y en condiciones muy variadas, incluso en situación de combate durante la batalla del Ebro. Además, fue capaz de analizar lo que veía, oía, olía, gustaba y palpaba a su alrededor y de convertirlo en reflexiones casi de etnógrafo sobre un país que visitaba por primera vez.

-En otro perfil de la lectura me ha recordado, un poco, a Adiós a las armas… ya sé que hay muchas “discrepancias”, pero le veo algunas confluencias, ¿qué nos puedes decir?

-El paralelismo que puede verse es el hecho de ser un periodista que se alista como voluntario para seguir los acontecimientos bélicos que narra. Pero Jump, a diferencia del protagonista de la novela de Hemingway, como he dicho, vino enamorado ya desde Inglaterra y no encontró el amor en las enfermeras que lo cuidaron en los hospitales por los que pasó durante el último tramo de su estancia en la guerra, antes de ser repatriado a Inglaterra. Por tanto, no hubo una trama parecida a la de la novela.

-¿Cómo le afecta la Guerra de España a la hora de participar en la II Guerra Mundial?

-Yo creo que a Jump la Guerra Civil le dejó una huella indeleble, que lo acompañó toda su vida. Aunque en Estados Unidos los brigadistas tuvieron no pocos problemas durante el Macartismo, en el Reino Unido fueron menos estrictos con los excombatientes de la guerra de España. En el Reino Unido todos los efectivos eran pocos y participó en la II Guerra Mundial, sin aparente temor de sus mandos por su pertenencia previa al Partido comunista británico.

-Por cierto, ¿cómo es el paso por la II Guerra Mundial del brigadista que se enamoró?

-La claustrofobia que supuso la Guerra Fría, visible desde antes de que terminara la II Guerra Mundial, hizo que fuera discreto en su práctica como profesor de español. En sus publicaciones de los años 1950 se refiere a que había pasado un tiempo en España, sin decir que había estado en la guerra, por si acaso. Mantuvo su internacionalismo, entre otras cosas estudiando esperanto e introduciendo ese idioma en su escuela. Se sabe que tuvo alguna supervisión de sus superiores académicos, pero pudo ejercer bastante libremente su actividad de profesor, investigador, periodista y poeta.

-La vida parece, a veces que da giros o rodeos…los niños evacuados, las enfermeras y cuidadoras… enamorarse, separarse, encontrarse con “otra guerra”, combatirla…

-Creo que las memorias son una prueba palpable del papel que desempeña el azar en las vidas de unos y otros. El tramo del siglo XX que le tocó vivir coincide prácticamente con lo que Hobsbawm definió en su Age of Extremes como “el siglo XX corto” (de 1914 a 1991), de modo que vivió en primera persona acontecimientos muy significativos de nuestra historia, que supo surfear como mejor pudo y supo. Como nos sucede a todos, en buena medida de forma involuntaria, somos un poco hijos de nuestro tiempo.

-Y, me da, por lo que voy leyendo que aún con el resultado de la II Guerra Mundial---cuyo prefacio creo que el propio Jim Jump cree que se libra en España—que pensaba “que las guerras siempre terminan ganándola los mismos”, ¿qué nos puedes comentar?.- Le percibo como un “vencedor derrotado” como tantos otros---sin ir más lejos todos los españoles que combatieron en la II Guerra Mundial---

-Desde luego, los brigadistas voluntarios vieron en la Guerra Civil española el último reducto para poner coto al triunfo del nazismo y la derrota fue sin duda amarga. En cualquier caso, Jump siempre siguió fiel a sus ideales, que no eran los de un radical, sino más bien de un pacifista de cuño laborista (perteneció también al Partido Laborista) y se sirvió de lo aprendido durante la guerra de España para desarrollar su carrera de lexicógrafo de español, que es a lo que dedicó su vida. De hecho, publicó el Diccionario Penguin inglés-español-inglés el mismo año que falleció (1990). Pasó años viviendo en España y disfrutando de La Rioja, que era el lugar de procedencia de la familia de su esposa. Al final, vista en perspectiva, la Guerra Civil española la ganaron aquellos contra los que vino a combatir Jump, pero no fue más que una batalla – de consecuencias muy duraderas por las circunstancias que impuso la Guerra Fría después de la derrota del nazismo – porque lo cierto es que las democracias terminarían venciendo en los países que combatieron entre sí, aunque España tardara muchos años en incorporarse al tren que hoy constituyen los países de la Unión Europea y las instituciones internacionales.

-Si tuvieras delante a Jim Jump, ¿qué le preguntarías?

-Más que preguntarle, le hablaría de las casualidades asociadas con las guerras, porque durante los años que la familia Jump vivió en Logroño (se mudaron después de la muerte de Franco) también vivían allí mis padres. Mi padre era de la misma edad que Jump, pero le tocó – porque eso dependía del lugar en el que te llamaban a filas – combatir en el bando de Franco, pese a no ser franquista. Estoy seguro de que en una ciudad pequeña se cruzaron más de una vez y a lo mejor hasta coincidieron tomando vinos en los mismos bares. Jim tuvo sus hijos a causa de la guerra y mis padres nos tuvieron a mi hermana y a mí por la misma razón, porque mis padres se conocieron a través de un primo de mi madre que estaba en la misma unidad que mi padre. Esto también demuestra el carácter fratricida y absurdo de aquella guerra, porque en ella combatieron en bandos opuestos personas que tenían sus ideas pero que no eran enemigos, sino que podían ser parientes y amigos.

-Las lecturas y los trabajos sobre las mismas siempre nos dejan huella, ¿qué huella te ha dejado la lectura de este libro y qué has aprendido de Jim Jump como ser humano y como combatiente ya no solo de la guerra de España sino, también de la II Guerra Mundial?

-Creo que la Guerra Civil forjó en Jump una personalidad muy coherente y muy equilibrada, además de proporcionarle una formación lingüística y yo diría que también etnográfica que lo asimiló mucho a una persona híbrida, mitad británico mitad español. Creo que esos rasgos los mantuvo a lo largo de toda su vida.

-Todo un lujo, supongo, contar con el prólogo del hispanista y especialista en historia contemporánea Sir Paul Preston, ¿no?

-Creo que Sir Paul Preston ha dado en el clavo en su manera de interpretar el valor de la memoria, señalando la de Jim Jump como un ejemplo que se apoya en notas y no en los meros recuerdos, algo que añade valor historiográfico al relato, con aderezos de poeta, que Buero Vallejo recalcó en un prólogo a una de las obras de poesía de Jump.

-Las memorias de muchos brigadistas aportan pequeños halos de luz sobre los aspectos más íntimos de una guerra que, en principio, no les concernía, pero que a ellos les concernió y esto nos ayuda a entender muchas cosas, ¿verdad?

-Entre los voluntarios que vinieron a combatir a España del lado de la República hubo muchos tipos de personalidades, pero da la impresión de que buena parte de ellos vinieron imbuidos de un sentido de clase que servía de contrapunto al desarrollo del fascismo y del nazismo en Europa. Vinieron obreros desahuciados de países diversos, que a menudo acababan pasando por Francia como lugar de acogida, pero también intelectuales, poetas, pensadores, animados por la idea de que aquella era la única forma que tenían de salvar el mundo de ayer (por citar el título de la famosa obra de Stefan Zweig, que fue víctima indirecta del desmoronamiento del orden de cosas de los años 1920-1930). Entre los que han escrito memorias hay formas muy distintas de plasmar sus recuerdos, pero yo diría que en la mayor parte de los casos hay un fuerte componente de idealismo y de camaradería. También de orgullo de sentirse útiles en la defensa de una causa que consideraban justa.

-¿Qué te ha llevado a entender a ti Jim Jump? ¿qué te ha enseñado?

-Su conducta general desde su juventud me ha permitido entender a Jump como alguien muy coherente con unas ideas que, aunque canalizadas a través de lecturas relacionadas con el marxismo, distaban de ser radicales. Tal vez cabe definirlas como un intento genuino de poner coto a los extremismos de los fascismos, con la premonición de que, si no se atajaban, acabarían triunfando. Triunfaron en España, porque Franco duró decenios en el poder, pero no en los países que promovieron aquellas ideas y apoyaron el golpe de Franco.

Me ha enseñado que Jump fue una persona honrada desde su juventud y que siguió siéndolo toda su vida.

Me ha permitido entender el valor del tesón para aprender los idiomas y para usarlos como herramientas, no como objetos abstractos de estudio, sino como vehículos de comunicación y de asimilación de otras culturas.

Por fin, me ha enseñado a ver los momentos actuales, mientras escribo estas líneas, con un sentido de preocupación como el que pudo sentir él al ver el ascenso del nazismo y del fascismo, es decir, otra vez como una tesitura de mal augurio. Precisamente por eso es importante leer este tipo de memorias y otras, para no olvidar nuestro pasado, que es la mejor manera de caminar con pies de plomo hacia un futuro lleno de incertidumbres.

Salamanca 16 de abril de 2025

Jesús Baigorri Jalón

 

 

 

Cazarabet conversa con la traductora, Elena Rodríguez Murphy:

 

-Amiga, traducir a James Jump es fácil o ha sido fácil por su gran dominio de la lengua castellana---ostras no cualquiera es capaz por dominio que tenga de la lengua de escribir y de que le publiquen un diccionario español-inglés—

Sin duda, el dominio que tenía James R. Jump del español fue un aspecto muy importante que marcó su experiencia en las Brigadas Internacionales. No diría que su gran conocimiento de la lengua española haya facilitado la labor de traducción desde el inglés. Ahora bien, si es cierto que, al contrario de lo que he visto en otros textos en los que también he participado como traductora para la Colección Armas y Letras, no ha sido necesario corregir errores frecuentes en la trascripción de topónimos y otras palabras. Recuerdo, por ejemplo, que en uno de los textos en inglés que hemos traducido para la Colección se mencionaba el paso por el “Uganda Bridge”. Con toda seguridad, la autora quiso decir “el puente de Arganda” y no “el puente de Uganda”. Como es lógico, ya que no tenían conocimientos de la legua española cuando llegaron a España, es bastante común tanto entre los periodistas como entre los brigadistas equivocar topónimos a la hora de trascribirlos en sus textos. Esto es algo que la traductora debe tener en cuenta. En el caso de James R. Jump, dado su dominio del español, no hay este tipo de error recurrente.

-¿Qué características tiene la narrativa de Jim Jump?

Una de las características principales de El brigadista que se enamoró es que el relato está basado en un diario. El hecho de que James R. Jump incluya la información sobre el lugar y el día en el que ocurren los diferentes acontecimientos es de gran interés para el lector. Por otro lado, como menciona Sir Paul Preston en su prólogo, una característica peculiar de las memorias de James R. Jump es que no tratan las primeras etapas de la guerra ni abordan el papel que desem­peñaron las Brigadas Internacionales en la defensa de Madrid, en la batalla del Jarama o en la de Brunete. James R. Jump vino a España bastante tarde, en noviembre de 1937, momento en el que el des­tino de la República se tornaba cada vez más aciago.

-¿Qué te ha sido más fácil de traducir y qué lo más difícil?

Podría decir que los poemas han sido lo más difícil y, además, lo más fácil. Sin duda, traducir poemas es un reto interesante para los traductores. En el caso del libro de James R. Jump, los poemas que acompañan al relato han requerido una atención especial, pero, a su vez, el hecho de que varios ya estuviesen traducidos al español en el libro Poemas de guerra y de paz (2007) ha facilitado mucho el trabajo.

-Yo creo y más por lo que llevo de conversaciones con algunas traductoras y traductores que hay como una interacción entre el autor o autora y la traductora o traductor y que éste última siempre aprende algo… ¿qué nos puedes comentar?; ¿qué has aprendido desde esta traducción, El brigadista que se enamoró?

Sí, sin duda, cuando uno traduce siempre aprende algo nuevo, ya sea del propio texto o durante el proceso de documentación. En el caso específico de El brigadista que se enamoró, se trata de un relato que ofrece un punto de vista diferente a las otras memorias que he traducido. En este libro el autor se centra en la manera en que estaban organizadas las Brigadas Internacionales y describe su experiencia como intérprete y administrativo. Por poner un ejemplo, me pareció muy interesante el pasaje en el que se describe cómo siempre había escasez de monedas en Tarazona, especialmen­te los días de paga. El autor menciona que 500 hombres, cada uno con un billete de 100 pesetas, deambulaban por Tarazona buscando un bar en el que beberse un vaso de coñac por una peseta o un vaso de vino por 50 céntimos. Simplemente no había suficientes mone­das sueltas en circulación. Este problema se solucionó, en parte, gracias a que el gobierno permitió a los ayuntamientos imprimir una moneda “local”. De esta forma, el Ayuntamiento de Tarazo­na emitía billetes de una peseta, si bien no tenían valor alguno en otros lugares. Los dependientes aceptaban billetes emitidos en Madrigueras u otros pueblos cercanos, pero los que provenían de zonas más alejadas no eran aceptados. Este tipo de información resulta realmente interesante. Como indica Sir Paul Preston en el prólogo: “La valiosa recompensa para el lector es descubrir la historia, hasta ahora des­conocida, de la administración rutinaria de las Brigadas, de cómo se distribuía el correo, cómo se organizaban las pagas, cómo se llevaban los registros de personal ante el cúmulo de información que llegaba sobre los muertos, los heridos, los capturados y los pocos desertores. Lejos de ser aburridos, estos importantes deta­lles de la gestión del batallón se relatan con ingenio”.

-¿Traducir unas memorias qué tiene de particular es como sentir que te adentras en la vida de alguien, pero conducido por él?

Sí, en todos los casos en los que he participado como traductora en la publicación de las memorias de los Brigadistas ha sido muy interesante conocer sus experiencias. En el caso de Jump, como ya he mencionado, gran parte del valor que tiene El brigadista que se enamoró es que se basa en un diario muy revelador. En palabras de Sir Paul Preston: “Estas memorias autocríticas, de una honestidad y un realismo extremos, dejan traslucir a un escritor con sensibilidad poética para los detalles, con un sentido del humor sutil y, sobre todo, con la inteligencia de un buen hombre, en todos los sentidos”.

-Amiga, ¿cómo es el papel de una traductora en una obra como esta?

La Colección Armas y Letras surge con el objetivo de facilitar a los lectores españoles un abanico de obras de escritores-brigadistas, voluntarios y corresponsales de guerra de habla inglesa que nunca antes han sido publicadas en España. Por tanto, la labor de los traductores que han participado en la publicación de las diversas obras ha sido crucial. Como se indica en la página web del Grupo de Investigación “Los internacionales y la Guerra Civil española: literatura, compromiso y memoria”, que trabaja sobre estos textos, rescatarlos, traducirlos y revestirlos de aparato crítico es una tarea que es necesario abordar. En muchos casos, son libros de difícil localización en el mercado, incluso en inglés, y de los que hasta la fecha no existía traducción al español. El objetivo de la Colección no es solo darlos a conocer y ayudar a su difusión, sino también analizarlos bajo una óptica literaria, pero resaltando lo que allí hay de compromiso ético, de denuncia social y de herramienta historiográfica para tener una imagen más completa de la Guerra Civil.
Se trata de ediciones críticas muy completas. Cada texto va precedido de un estudio introductorio a cargo de un especialista, seguido de una traducción hecha expresamente para la Colección, y contiene suficiente aparato crítico y bibliográfico como para que el lector de hoy en día pueda captar el pleno sentido de la obra. 

-¿Cómo es el proceso de documentación de los traductores?; ¿cómo ha sido en esta ocasión?

Como he mencionado anteriormente, las obras de la Colección Armas y Letras incluyen una traducción especializada con aparato crítico. Dadas las características de dicha Colección, la traducción va acompañada de notas de la traductora, algo que no es siempre habitual. Por tanto, hay espacio para que la traductora incluya información aclaratoria sobre aspectos que pueden requerir un comentario aparte y que, obviamente, necesitan un trabajo de documentación en profundidad. Sin duda, la labor investigadora en este tipo de traducciones es necesaria. Por ejemplo, en el libro que nos ocupa, en relación con la canción Jarama Va­lley, es necesario aclarar en nota al pie para el lector español que fue compuesta a partir de la melodía de Red River Valley, una balada nostálgica irlandesa. Como se señala en la nota, a lo largo del tiempo, y tras diversos acontecimientos, se han ido creando varias versiones. La primera es de Alex McDade, que fue uno de los 67 irlandeses de la XV Brigada que sobrevivieron tras el enfrentamiento en Lopera (Jaén). A raíz de este suceso, se formó la unidad irlandesa “James Connolly”, de la que Alex era miembro. Esa unidad se integró en el Batallón Lincoln y se incorporó a la XVBrigada. Tras la batalla del Jarama, McDade puso letra a Red River Valley, que no tardó en convertirse en el himno de toda la brigada. Este tipo de información es útil para los lectores interesados en el tema. Además, habría que añadir que ha sido traducida de formas varias por grupos musicales diferentes y en otro título de la Colección, El libro de la XV Brigada, ofrecimos ya nosotros una versión de esta canción.

 

 

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Mas de las Matas (Teruel)

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