Cazarabet conversa con... Antonio Cascales, autor de “El informe Mancini” (Posidonia)
Antonio Cascales nos acerca a una novela en el que la Iglesia y algunos
de sus religiosos se ven implicados en una mezcla de intriga, suspense, intriga
y una buena dosis de historia… lo que lo hace apetecible a muchos públicos,
gustos…
La historia
apunta alto, muy alto…
La sinopsis del
libro:
Una novela que
combina el suspense, la intriga y la historia, y que lleva al lector por los
oscuros secretos de la Iglesia, desde el pacto con Mussolini hasta la caída del
comunismo.
En los últimos meses, Barcelona se ha convertido en el escenario de una serie
de crímenes que tienen como víctimas a religiosos de distintas órdenes. La
policía no encuentra ninguna pista que le permita esclarecer si se trata de una
conspiración, una venganza o una simple casualidad.
Mario Fergó, un detective privado con experiencia en
casos difíciles, se siente atraído por el misterio
pero no tiene ninguna relación con la investigación oficial. Sin embargo, todo
cambia cuando una mujer misteriosa lo contrata para que busque a su esposo, el
director de un prestigioso colegio católico que ha desaparecido sin dejar
rastro. Al seguir las pistas, Fergó se da cuenta de
que su caso está relacionado con los asesinatos de los monjes, y que hay una
conexión con el Vaticano y su turbulenta historia.
El autor, Antonio
Cascales:
ANTONIO CASCALES, nació en Murcia el 6
de agosto de 1964. En los años ochenta, ingresó en las fuerzas y cuerpos de
seguridad del Estado e, inmediatamente, fue asignado a la lucha antiterrorista
dentro de los servicios de información del Estado, circunstancia que le llevó a
ser testigo de numerosos acontecimientos de la transición en diferentes lugares
de la geografía española: País Vasco, Cataluña o Madrid. En algunas de sus
novelas, refleja parte de ese pasado adaptándolo a la trama. Cuenta con varios premios
literarios: certamen de microcrímenes de Falsaria
2012; 2.º premio de relatos cortos organizado por el Ayuntamiento de Lorquí (Murcia), dentro de la celebración de la II Semana
Cultural 2013, y el Premio del Público del X Certamen de Narrativa Breve 2014
de la Asociación Canal Literatura.
Cazarabet
conversa con Antonio Cascales:
-Antonio,
estamos ante una novela negra que recuerdan a aquellas en las que los
detectives, de vida un tanto triste y lánguida, tratan de desenredar el nudo
marinero?
—Podríamos decir que sí. Este nudo con muchos cabos,
cada uno de ellos puede tener la clave para deshacerlo, pero el detective tiene
que recorrerlos todos hasta que comprueba que, aun habiendo desatado uno o
varios a la vez, el lazo sigue fuerte y él más lejos de la trama que nunca, lo
que le obliga a elegir otro y empezar de nuevo, mientras que el lector va
descubriendo aspectos históricos en los que quizá nunca reparó.
-¿Cómo nos la
presentarías con tus propias palabras?
—El informe Mancini es la tormenta en la que se adentra Mario Fergó, el detective, siguiendo el rumbo «por seguir
utilizando términos marineros» que debería llevarle al desenlace de una anodina
discusión matrimonial que termina con la ausencia inesperada de uno de ellos.
Los primeros rayos de esa tormenta que nuestro marinero empezará a divisar
desde muy lejos, sin pensar en ningún momento que tendrá que atravesarla, son
una serie de asesinatos que jamás podría investigar por tratarse de delitos
públicos y de los que solo sabrá por los periódicos.
-Una mujer contrata a un detective para que encuentre
a su marido desaparecido y vinculado a un colegio católico en medio de una ola
de asesinatos de religiosos… ¿cómo o qué te llevó a desarrollar esta trama; qué
interruptor se activó en tu mente para que eso se llevase a cabo?
—Otro libro. Durante la beatificación del Papa Juan Pablo I una
periodista autorizada por el Vaticano, Stefania Falasca, desmintió la noticia falsa de que Albino Luciani hubiera sido asesinado en el Vaticano. Yo recordaba
perfectamente aquellos días porque ya era grande, y siempre tuve la certeza de
que aquella muerte era el resultado de un homicidio doloso. Por lo que al oír su respuesta, volvieron a mi mente todos los
recuerdos del pasado. Stefania Falasca,
rechazó de plano el antiguo rumor de que el Papa Luciani
habría sido envenenado y precisó que los documentos médicos evidencian
que murió por causa natural. Esta fue la frase que me puso en el camino. La
espuela que me aguijoneo con el veneno de la curiosidad. Al papa Luciani, no se le hizo autopsia alguna, la curia vaticana
no la autorizó porque su legislación interna no la autorizaba, ¿A qué
documentos obedecía aquella respuesta? Después investigué sobre el tema y
descubrí que recientemente, en 2017, la periodista había escrito un libro: “El
Papa Luciani. Crónica de una muerte” a través del
cual la Fundación Vaticana Juan Pablo I, mecenas de la obra, intentaba
restablecer la verdad histórica aduciendo los informes y la documentación
elaborados por el doctor Renato Buzzonetti y el
arqueólogo papal profesor Fontana, y que hasta ahora habían permanecido
ocultos y cubiertos por el secreto profesional. Para reforzar la teoría, Falasca recurría al testimonio de renombrados profesores
del Instituto de Medicina Legal de la Universidad La Sapienza
de Roma que habían llevado a cabo el embalsamamiento del cadáver, y aseguraban
que Luciani había sufrido una “muerte repentina”
durante la tarde del 28 de septiembre. Pues según su criterio: una muerte
repentina o inesperada, siempre significa muerte natural. «Esa fue la espuela
de mi investigación posterior y la causa de esta novela» Y atribuía el
oscurantismo a que la Iglesia intentaba ocultar un pecado venial; que la
hermana Vincenza fue la que había descubierto el
cadáver a las cuatro de la mañana, lo que evidenciaba que la fémina entraba y
salía cuando quería, y con toda libertad, de la habitación del papa teniendo
ambos una historia en común que se remontaba a más de treinta años antes y una
edad en la que todavía el cuerpo pide algo más que orar.
-¿Tu experiencia
profesional, amigo Antonio, te ha ayudado con la escritura de este libro?
—Sí, mucho. Por experiencia sé que la primera pista que se debe de
seguir es aquella que la mayoría trata de bordear. Se crea entonces una niebla
en torno a un núcleo que la mayoría de las veces suele ser la verdad de lo
sucedido. La tormenta de la que hablaba antes.
-Poner en el
centro de la diana a la Iglesia y a Mussolini es escribir, directa o
indirectamente, de geopolítica, ¿es así?
—Es así. Durante el siglo XX el Vaticano tenía mucho poder específico,
aunque en los primeros años no tenía dinero. la extinción de los Estados
Pontificios en 1870 tras la toma de Roma por parte del rey Víctor Manuel II,
“la Brecha de Porta Pia”, puso fin a más de mil años
de control el papado sobre esos territorios hasta los Pactos de Letrán en 1929,
en los que Mussolini le devolvió la categoría de Estado. Evidentemente con los
territorios que hoy abarca el enclave no se iban a hacer millonarios, pero con el
reconocimiento llegó una cuantiosa indemnización que había que saber gestionar
para que la inflación no la devorara, y estuvo a punto de suceder, si el papa
Pablo VI no hubiera intervenido con la creación del IOR (Instituto para las
Obras de Religión), siglas que en realidad ocultaban al Banco Vaticano, a cuyo
frente situó a Michele Sindona, un banquero de la
mafia siciliana y miembro destacado de la logia masónica Propaganda Due, que se introdujo en el Vaticano hasta convertirlo en
el auténtico banco de la mafia, allí se blanqueaba dinero de negro de todas las
mafias que el lector pueda imaginarse. La situación duró hasta la muerte de
dicho papa y la llegada al trono de San Pedro de Juna Pablo I, el papa Luciani, que iba a desmantelarlo por completo, sin embargo,
la madrugada de la víspera de tal disolución le llegó la “muerte repentina”.
Una casualidad de la vida que su sucesor Juan Pablo II, supo aprovechar, y con
aquellos caudales subvencionó al sindicato polaco solidaridad y de la mano de
Reagan y Thatcher consiguieron derribar el telón de acero y a la propia URSS.
-¿En esta novela
la trama es la que manda incluso por delante de la poderosa presencia de los
personajes?
—Sí, pero no debemos olvidar que la trama es la historia de aquel
momento. El lector puede leer sucesos como la caída del banco Ambrosiano, o la
caída del telón del acero y del comunismo. Sucesos que vinieron un poco de
rebote. Juan Pablo I solo quería acabar con las prácticas mafiosas y los que
vinieron después culminaron su sueño, pero se metieron de lleno en las tácticas
geopolíticas y los acontecimientos posteriores, otra forma de poder más
potente.
-Me da, quizás es solamente una impresión, que tu
anterior trabajo te ha influenciado bastante en la manera de exponer la trama y
hasta en retratar a los personajes, ¿qué nos puedes decir?
—Que estoy completamente de acuerdo con tu
apreciación. Es una deformación profesional que ya difícilmente voy a curar.
Algo parecido les ocurre a los periodistas novelistas o a los espías que
escriben. Al final aquello que nos formó tutoriza nuestra vida posterior.
-¿Por qué eliges
como perseguir la trama desde la visión de un detective privado y no de un
policía?
—Un detective privado tiene mucha más libertad. Las pesquisas
policiales siempre están tuteladas por un juez de instrucción para que no
pierdan su validez procesal, sin embargo, las pesquisas de un detective raras
veces constituyen pruebas penales, siempre son inteligencias para terceros que
las usaran en sus negocios o en sus objetivos civiles: divorcios, estafas a
seguros, trabajadores que alargan sus bajas más de lo necesario, estrategias
empresariales de la competencia y cosas así. Eso les da una libertad de
actuación que nunca tendrá un policía.
-¿Qué te
proporcionaba que el protagonista fuese un detective privado que no te
proporcionaba el poner en el centro a un policía?
—Pues eso, una serie de grados de libertad. Un
detective puede beber, ser violento, mujeriego o drogadicto, no tiene un
procedimiento legislado, ni el soplo de la justicia en la nuca. El rigor
policial haría aburrida la novela, la acción desaparecería. Un policía judicial
no tiene una vida tan precipitada como nos pintan en las películas, y a mí, por
deformación profesional, me cuesta creársela. Por eso prefiero para mis tramas
que los protagonistas sean detectives o periodistas.
-¿Un policía te
daba menos libertad o tenía, a priori, las manos más atadas dentro de la trama
o …?
—Al final… A ver como lo digo sin herir
sensibilidades. Un policía está sometido a un juez, sus informes pasan siempre
el filtro judicial, y su modo de obtenerlos está siempre bajo la lupa de la
legalidad. Y eso, créeme, es muy aburrido.
-¿Cómo vas pasando desde la época de Mussolini a la
caída del comunismo?
—Como te he dicho antes, la potente iglesia de la edad
media calló en 1870 con la unificación de Italia, y por extensión la pérdida de
todo su territorio. Esta situación se alargó casi sesenta años, hasta que
Mussolini en 1929 le devolvió una parte ínfima del territorio, la actual ciudad
del Vaticano, pero una importante suma de dinero en concepto de indemnización.
En 1963 ese capital se había reducido en más del ochenta por ciento, la iglesia
como institución estaba quebrada, es algo que también les sucede a muchos
herederos o a los que alcanzan el dinero de forma rápida y con intervención de
la suerte. Pablo VI se propuso multiplicar el dinero y que la iglesia volviera
a ser poderosa, no políticamente, pero sí económicamente. Y ahí empezó la época
más oscura de la institución. Consiguió el dinero, pero financiando la
delincuencia organizada mundial y blanqueando sus tropelías.
-¿Cómo es que se
te ocurre la ambientación en la Guerra Fría que tiene como siempre a Europa en
el centro?
—No se me ocurrió a mí, es que todos los sucesos de la
trama tienen lugar en ese período, y no podía obviarlo.
-Como novelista, amigo Antonio, ¿cómo te ha ayudado el
haber escrito, ya, relatos---desde microrrelatos o más largos---
—Bueno, la experiencia siempre ayuda en cualquier cosa
que queramos hacer. Dice el refrán que sabe más del demonio por viejo que por
demonio. Y es así, aprendes a llegar mejor a la gente, al lector. Los
microrrelatos son una forma de empezar, ten en cuenta que yo soy completamente
autodidacta, o sea, analfabeto en estas lides, fuera de informes judiciales o
administrativos, nunca había escrito nada, mi campo semántico estaba limitado a
eso, y para ampliarlo necesité un recorrido que me proporcionó el microrrelato
primero y el relato corto después. También he hecho pinitos en artículos
periodísticos de opinión, pero eso es desnudarse ante el público y lo que se
expone no siempre agrada a todos.
-Conspiraciones, venganzas o “simples casualidades”,
pero el caso es que el escritor no suele utilizar, quizás porque no crea mucho,
en las casualidades, ¿verdad?; ¿qué nos puedes decir?
—La realidad siempre supera a la ficción. Y no se
corre el riesgo del plagio porque no tiene derechos de autor. Hay que
novelarla, por supuesto, pero ahí está para quién quiera aprovecharla.
-Te consideras más escritor de “novela negra” o de
“thriller” o la línea que las separa es francamente pequeña?
—Toda novela negra es un Thriller. No hay línea que
las separe porque un género está contenido en el otro y no los puedes separar.
El suspense es un recurso que constituye un amplio género: literatura, cine,
televisión, teatro… su objetivo principal es mantener al lector a la
expectativa, generalmente en un estado de tensión permanente por lo que pueda
ocurrirles a los personajes y, por ende, al desarrollo de la trama.
-Pasar del microrrelato al relato es un paso o a
viceversa, pero ir sumando páginas y páginas qué te supone a ti ¿más dificultad
o, por lo contrario, te sientes mejor?
—Me siento mejor, me permite guardarme sorpresa o
giros para momentos posteriores. Me da más sosiego, me permite estirar la
tensión.
-De todas formas, veo que no pasas de “cierto número
de páginas” ¿te sientes más cómodo en “lo breve”?
—Mira, yo antes que escritor soy lector. Y me encanta
que el suspense tenga el tiempo justo, a veces los escritores entran en bucle,
o al menos yo lo percibo así, y me aburro. Decía Baltasar Gracián que “lo bueno
si breve, dos veces bueno”, y yo estoy de acuerdo con él. Quizá por los
informes policiales que han copado mi vida, pero creo que la brevedad, en algo
de calidad o bueno, incrementa su valor, lo mejora. Aunque también creo que
todo tiene su tiempo, no hay que caer en la precocidad.
-Amigo, ¿nos puedes dar alguna pista en lo que te
encuentras trabajando ahora?
—No es bueno dar pista, sobre todo cuando empiezas a
tener muchos ojos sobre ti, pero para no negarte una respuesta, te diré que
estoy entretenido con la historia del terrorismo en España, especialmente el
islámico, que también está muy imbricado en la geopolítica… Y como decía Mayra
Gómez Kemp, hasta aquí puedo leer.
Muchas gracias por vuestro interés, os agradezco mucho
vuestra ayuda.
_____________________________________________________________________
Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)