Cazarabet conversa con... José María Ballestín Miguel, autor de “Hubertus de Löwenstein y su viaje del verano de 1937. Un católico en la España republicana” (Instituto de Estudios Altoaragoneses)

 

 

 

 

 

 

 

José María Ballestín Miguel se adentra concienzudamente en la vida y el que le llevó a este aristócrata alemán a nuestro país durante la guerra de España.

Otros libros del IEA relacionados son: Denuncias y represión en años de posguerra de Elena Franco Lanao; Sangre de cruzada de Luisa Marco Sola; Por Huesca hacia el Imperio de Carlos Domper Lasús; “Por España y por el campo” de Sescún María Cadenas.

Lo que nos dice la sinopsis sobre este libro, qué nos encontraremos:

El príncipe Hubertus de Löwenstein (castillo de Schönwörth, Tirol austrohúngaro, 1906 – Bonn, 1984) fue un noble alemán liberal, católico y antinazi conocido como el Príncipe Rojo que tras el ascenso de Adolf Hitler a la cancillería del Reich se vio obligado a exiliarse.

En el verano de 1937 viajó a España para comprobar si la guerra civil iniciada en 1936 era esa cruzada en pro de la religión católica que pregonaban los sublevados respaldados por la Alemania nazi y la Italia fascista. Entre el 24 de agosto y el 8 de septiembre de 1937 Hubertus anduvo por diversos escenarios, tanto en la retaguardia republicana (Barcelona y Valencia) como en primera línea de guerra (cerco de Huesca, ofensiva de Zaragoza y frente de Madrid), recabando testimonios y entrevistándose con algunas personalidades.

Resultado de ello fue la publicación en Londres de la obra A Catholic in Republican Spain. El libro editado por el IEA incluye su primera traducción al español, una somera biografía del autor y una compilación de fotografías, la mayoría conservadas en el Arxiu Nacional de Catalunya, que ilustran su singular periplo.

Nos acercamos a la figura de este noble, católico y antinazi; https://es.wikipedia.org/wiki/Hubertus_Prinz_zu_L%C3%B6wenstein

El encargado de la edición desde el Instituto de Estudios Altoaragoneses es, como decíamos, José María Ballestín Miguel y será la persona que nos responderá el Conversa con…

 

 

 

Cazarabet conversa con José María Ballestín Miguel:

Amigo José María, ¿de dónde surge la idea de dedicarle un libro sobre el viaje y la estancia de Hubertus de Löwenstein en el verano del 37?

-Antes de comenzar, me gustaría agradecer a CAZARABET el interés mostrado en este libro y por la posibilidad de profundizar en él a través de esta entrevista. Respondiendo ya a la pregunta, mi encuentro con Hubertus de Löwenstein y A catholic in Republican Spain fue algo completamente aleatorio, resultado de la visualización y estudio de una de las interesantes fotografías realizadas durante ese viaje en la localidad Zaragoza de Codo y que hasta ahora estaba identificada erróneamente, ya que quien aparece en ella estaba presentado como “príncipe heredero de Liechtenstein”. De todas formas, el mero hecho de que un príncipe centroeuropeo, fuera del país que fuera, y bien poco sospechoso de simpatías izquierdistas visitase la España republicana en el verano de 1937, y que durante su estancia estuviera en diversas localidades de Huesca y Zaragoza, era ya de por sí un incentivo más que sustancioso para tratar de indagar algo más sobre el asunto.

 - ¿Cómo llegas a descubrir esta obra? ¿Cómo fue la primera traducción que aquí se reproduce?

-Llegué al libro A catholic in Republican Spain (Un católico en la España republicana) precisamente durante el proceso de investigación del sujeto que aparecía en la foto referida. Devoré las 112 páginas del libro, que me pareció lo suficientemente interesante como para profundizar en el asunto de forma adecuada, por lo que presenté en 2021 al Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA) una solicitud de ayuda a la investigación que me fue concedida, resultado de lo cual presenté meses después el preceptivo trabajo de investigación consistente en la primera traducción al español de A catholic in Republican Spain, acompañada de un cuerpo de notas a pie de página que ampliaba informaciones y comentarios aparecidos en el libro, una introducción biográfica de Hubertus de Löwenstein y su contexto histórico que abarca desde la Gran Guerra hasta su fallecimiento en 1984, y una relación de las fotografías realizadas en ese viaje que hasta ese momento estaban erróneamente identificadas y/o localizadas de forma harto vaga. Tras la presentación de este trabajo surgió además la posibilidad de convertirlo en el libro del que estamos conversando, que vio la luz a finales del mes de enero de este año 2025.

 - ¿Nos puedes “presentar” un poco a este noble y aristócrata alemán en la Guerra de España?

-Es un sujeto bien singular, porque por sus antecedentes familiares parecía predestinado a formar parte de la élite alemana que tras la derrota en la Gran Guerra de 1914-1918 tragó con el bulo de la puñalada por la espalda y se pasó toda la etapa de la República de Weimar apostando por una salida dictatorial que restaurara el orden previo a la derrota de 1918, y para la que la figura de Hitler como líder del partido nazi no era sino la propuesta más apropiada a sus intereses para solucionar los problemas de la Alemania de entreguerras. Sin embargo, Hubertus rompió con su familia y su clase social al apostarlo todo, literalmente incluso su vida, por la República de Weimar y su constitución, siempre desde un punto de vista católico, liberal y equidistante de posiciones nazi-fascistas y comunistas. Su animadversión por los nazis le llevó a significarse de una forma insólita en el escenario político de la Alemania de comienzos de la década de los años 30, de forma que fue por ello etiquetado despectivamente por los propios nazis como “El Príncipe Rojo”, algo que él aceptó dándole la vuelta al término como algo de lo que enorgullecerse, en la idea de que si los nazis me insultan, algo debo estar haciendo bien. Sin embargo, la violencia nazi pronto le señaló con algo más que adjetivos en la prensa, convirtiéndolo en objetivo político, de forma que tras sufrir en las carnes de su esposa una brutal agresión física por parte de bestias pardas de las SA, tuvo que abandonar Alemania en 1933 con su familia iniciando así un largo periplo en el exilio que le llevó por varios países de Europa, siempre denunciando los peligros del régimen nazi para la democracia europea, hasta llegar en 1936 a la costa oeste de los Estados Unidos de América, donde en Hollywood y en el verano de ese año le llegaron la primeras informaciones sobre la guerra desatada en España tras el fracaso del golpe de Estado del 18-19 de julio por parte de elementos militares y civiles ultras con el respaldo de los regímenes nazi-fascistas de Italia y Alemania. Precisamente, el hecho de que los sublevados contaran desde el principio con el apoyo explícito de la Italia fascista y de la Alemania nazi le llevaron a Hubertus a planear un viaje a la España republicana como forma de seguir su lucha contra el fascismo.

Además, tenía la peculiaridad de ser católico, ¿no?  e imagino que tenía muchas preguntas en cuanto a que se decía que en España se combatía, también, “una cruzada católica” ¿Qué nos puedes decir?

-Hubertus era un noble alemán liberal y profundamente católico por educación y convicción personal, tan personal que le llevó a distanciarse del oficialismo católico y criticar duramente a la jerarquía católica alemana cuando esta firmó un concordato con el régimen nazi, pues con ello blanqueaba a ese régimen ante la opinión pública mundial. Además, las principales noticias de la guerra de España, difundidas en el exterior por medios de prensa más que proclives a los golpistas y contrarios a los rojos españoles, siempre hacían referencia a numerosos ataques a la religión de forma que propalaban con naturalidad la versión propagandista de los sublevados de que la guerra no era sino una cruzada en defensa del orden y la religión ante los ataques de los comunistas, término despectivo donde se incluía sin distinción a quienes mantuvieron la fidelidad por la República española, apoyados por Moscú. El poder comprobar en primera persona la veracidad de tales informaciones fue lo que llevó a Hubertus a viajar a la España republicana por iniciativa propia, algo que sólo pudo realizar en el verano de 1937 cuando tuvo el dinero suficiente para acometerlo. Fue un viaje planeado por él para contactar con interlocutores liberales y católicos españoles que mantuvieron la fidelidad a la República y a través de sus testimonios poder hacerse de una idea más ajustada a la realidad de lo que estaba sucediendo en la retaguardia republicana.

 Además, venía desde una Alemania ya subida a la locomotora nazi que auspiciaba y ayudaba a los generales alzados desde mediados de julio del 36 después de un intento de Golpe de Estado que había fracasado.

-Hubertus conocía perfectamente, de primera mano, la realidad del régimen nazi desde antes incluso de su llegada al poder en enero de 1933 y de sus políticas represivas contra el catolicismo en Alemania, a pesar de que oficialmente su jerarquía apoyaba al régimen. Es por ello que el apoyo y respaldo nazi a la cruzada española le espoleó aún más en sus esfuerzos, que fueron muchos, para poder visitar la España republicana en el verano de 1937. Que la Alemania nazi respaldara política y militarmente a los sublevados era para Hubertus señal de que algo (o bastante) chirriaba en la propaganda de la cruzada y defensa de la civilización occidental.

 - ¿Cómo vive aquel verano teniendo en cuenta los sucesos de 1937?

-Que Hubertus llegara a España a finales de agosto de 1937 fue algo completamente aleatorio, ya que dependió del momento en que pudo reunir el dinero suficiente para costearse el viaje y estancia en España. Y ese momento llegó en el verano de ese año, y luego a través de la embajada de España en Londres consiguió los papeles, salvoconductos y recomendaciones necesarias para poder realizar el viaje. Por ello, desde mi punto de vista de una forma bastante ligera a Hubertus se le suele incluir en la despectiva categoría de los turistas de guerra que visitaron España durante la guerra civil, como si el hecho de viajar a un país en guerra fuera una remota categoría de turismo. En este libro intento desligar a Hubertus de tal categoría despectiva, porque Hubertus realizó este viaje de forma más que justificada y durante su aproximación al frente de guerra estuvo más que expuesto al fuego enemigo, algo que un simple turista no buscaría nunca. Respecto a los sucesos de mayo de 1937, en lo que fue una desastrosa guerra civil acontecida fatalmente en la retaguardia republicana que todavía perdura con un denso halo de irracional romanticismo, el conocimiento que tuvo de ellos Hubertus (que desconocía completamente el contexto social y político de España) fue a través de las informaciones que le dieron sus naturales interlocutores católicos de Unió Democràtica de Catalunya, cuya versión simplista e interesada de los hechos se centraba en la necesidad de restaurar el orden y acabar con los elementos irresponsables que fomentaban el desorden y la anarquía, muchos de los cuales además consideraban que eran elementos no catalanes, emigrantes provenientes del sur. Hubertus aceptó esta versión deformada de los hechos y no se cuestionó críticamente su veracidad.

¿Qué pretendía ver, observar Hubertus de Löwenstein en la Guerra de España?

-Como católico, quería entrevistarse con significados representantes católicos españoles republicanos, fundamentalmente el ministro de Justicia del Gobierno de la República, el católico vasco Manuel de Irujo Ollo, para preguntarles de primera mano por la realidad de la política republicana implementada en el caso de la religión católica y conocer así la versión republicana de lo que en el exterior se presentaba desde el minuto cero como una cruzada. El que su visita se derivara inmediatamente hacia el frente de Aragón fue algo imprevisto, pues dos días antes de su llegada había comenzado la ofensiva del Ejército Popular de la República iniciada el 24 de agosto y que tenía como objetivo la toma de Zaragoza. De esta forma no prevista y con el respaldo del Comisariado de Propaganda de la Generalitat catalana, Hubertus fue acompañado de un fotógrafo, un traductor y un chófer que le condujeron a varios pueblos de Huesca y Zaragoza donde estaba desarrollándose la referida ofensiva.

 -Desde finales de agosto del 37 al 8 de septiembre del mismo año, ¿en qué lugares estuvo este aristócrata alemán? ¿Las eligió deliberadamente?

-Hubertus llegó a España en avión que aterrizó en el aeropuerto Muntadas de El Prat de Llobregat de Barcelona, donde fue recibido por representantes de Unió Democràtica de Catalunya. El gobierno de la Generalitat, a través del Comisariado de Propaganda, le organizó una visita a las iglesias de la ciudad, al monasterio de Pedralbes y a la abadía de Montserrat. En Barcelona vive una alarma aérea, visita los hogares de la Generalitat para niños refugiados y se reúne con representantes católicos vascos y catalanes, con los que participa en una de las numerosas misas privadas que tenían lugar en la ciudad.

Su visita al frente de Aragón comenzó en la localidad de Bujaraloz, donde coincidió con Indalecio Prieto Tuero, ministro de Defensa Nacional, al que dice que conoció. De allí se dirigió al aeródromo militar de Sariñena donde estaba residenciada la escuadrilla Alas Rojas, donde pernoctó. Se encaminó luego hacia Siétamo y el cerco republicano de Huesca, llegando al castillo de Montearagón y pasando por la bombardeada localidad de Apiés hasta llegar a las trincheras de Estrecho Quinto, Tierz y Quicena, donde se acercó a pocas decenas de metros de las trincheras de los nacionalistas de Huesca. Tras esta experiencia oscense y por Bujaraloz se encaminó hacia el sector zaragozano del frente por Farlete, llegando a los montes de Villamayor de Gállego donde conoció al singular general Kléber, reputado brigadista internacional. De allí se dirigió a las localidades de Osera y Velilla de Ebro, lugar éste último donde fue informado de primera mano de la experiencia de la colectividad agrícola implantada en 1936. Desde allí se dirigió a la localidad de Quinto, recién reconquistada por el Ejército Popular de la República y donde Hubertus tuvo su experiencia más traumática del recorrido, pues todavía estaban tendidos en el suelo los muertos tras los últimos combates, y donde la visita a la iglesia del pueblo llena de cadáveres al haber sido convertida en la última fortaleza de los falangistas encargados de su defensa, le sacó literalmente de sus casillas por lo inconcebible de “hacer de la casa de Dios una fortaleza y disparar desde ella a las tropas del Gobierno legítimo”. Muy afectado por esa experiencia, prosiguió hacia Codo y el cerco republicano de Belchite, donde fue testigo de uno de los bombardeos de esta última localidad. En su camino hacia Valencia, Hubertus pasó por Alcañiz, donde le llamó mucho la atención de forma negativa la conversión de la iglesia colegial de Santa María la Mayor en almacén y mercado de la colectividad implantada, y su sacristía en fábrica de pastas alimenticias. Llegó luego a Tortosa justo después de uno de los numerosos bombardeos de la localidad por aparatos de la Aviazione Legionaria italiana con base en Mallorca. En Valencia, entonces sede del Gobierno de la República, no pudo entrevistarse con el ministro de Justicia como estaba previsto, de forma que tuvo que continuar viaje hasta Madrid, “meca de la democracia mundial”, donde fue testigo de los devastadores efectos de los constantes bombardeos sobre la ciudad por parte de la aviación y la artillería de los sublevados, grabó conferencias de respaldo a la República para ser radiadas al extranjero por la emisora La Voz de España, visitó las trincheras de la Ciudad Universitaria y se entrevistó con el alcalde de la ciudad, Rafael Henche de la Plata. A su regreso a Valencia pudo finalmente entrevistarse con el ministro de Justicia, Manuel de Irujo Ollo, en un encuentro al que Hubertus dedica muchas páginas del libro en lo que puede considerarse como una transcripción literal de la entrevista. En ella encontramos numerosos aspectos interesantes sobre la realidad de la propaganda que incidía en el ateísmo de la República, sus agresiones a la iglesia católica y la persecución de sacerdotes y monjas. De vuelta a Barcelona, Hubertus se entrevista con Lluís Companys i Jover, presidente de la Generalitat de Cataluña, donde se muestra muy orgulloso de la conversión de Cataluña en el pilar angular de la resistencia de la República española. Por la frontera de Port Bou abandona la España republicana, donde se despide emocionado deseándole “Salud y victoria”.

¿Qué conclusiones va sacando de los testimonios, conversaciones y entrevistas, así como de sus propias impresiones?

-En Barcelona, nada más llegar a España, fue conducido al monasterio de Pedralbes preservado de la devastación de julio-agosto de 1936 y convertido por la Generalitat en depósito de obras de arte salvadas de la destrucción. Luego visitó la abadía de Montserrat también preservada tras su confiscación pública. En ambos casos se trataba de ilustrar que independientemente de los desórdenes de julio-agosto de 1936, que ciertamente tuvieron unas graves afecciones sobre buena parte de las iglesias de la ciudad, la Generalitat no tuvo nunca una propensión a la destrucción del patrimonio eclesial ni a la persecución de religiosos. Poco después y durante su visita al frente de Aragón, Hubertus informa que nunca encontró muestras de la denominada “propaganda atea” de la que tanto se escribía en la prensa mundial proclive a los sublevados. Al mismo tiempo, en sus conversaciones con los soldados y oficiales del Ejército Popular de la República no encontró nunca actitudes anticatólicas o irrespetuosas con la religión católica. La propia presencia de numerosos soldados vascos profundamente católicos en el frente de Madrid era para Hubertus una muestra muy significativa de que la República no tenía en contra a todos los católicos de España, como la propaganda nacionalista se encargaba de difundir exitosamente en el extranjero. Pero es tal vez la entrevista con el ministro de Justicia Manuel de Irujo Ollo, donde encontramos el mejor intercambio de preguntas y respuestas sobre la realidad de la España republicana y su actitud oficial hacia la religión católica. Allí encontramos signos de la triste realidad de que, al margen de cuál fuera esa actitud oficial por parte del gobierno republicano, la mayoría absoluta de la jerarquía católica habían declarado la guerra a la República española y estaba totalmente embarcada desde el minuto cero en la proclamada cruzada contra los “españoles sin Dios”, y que ese combate sólo terminaría con el aplastamiento y destrucción de la República y la recuperación de los privilegios y prebendas perdidas en abril de 1931.

 - ¿Hay alguna cosa que te haya llamado la atención en la lectura de las impresiones de Hubertus de Löwenstein?

-Me gustaría remarcar que Hubertus nunca trata la guerra de España como un conflicto antropológicamente español y al margen de lo que sucedía en la Europa del momento, como la distorsión nacionalista española de los hechos propalaba en el exterior y luego en la literatura generada a este respecto durante más de cuarenta años después de los hechos. Hubertus consideraba que esta guerra era uno de los últimos episodios conflictivos en Europa antes del estallido de una nueva guerra mundial provocada por la expansión del fascismo y el nazismo. A este respecto comenta que tras la de España, tendría lugar la agresión a Checoslovaquia y otros países europeos e incluso vaticina que “tras la caída de Madrid seguirá la caída de París, y tras París le tocará a Londres”. Sin embargo, como ejemplificaba la política exterior inglesa y la actitud de los Estados Unidos de Norteamérica, desde 1917 el enemigo público número uno del menguante mundo libre capitalista, liberal y democrático era indiscutiblemente la URSS. Herr Hitler y el régimen nazi, a este respecto, no dejaban de ser un explícito y firme baluarte ante la posible expansión comunista en Europa. El anticomunismo siempre ha cotizado al alza en el mercado de la supuesta defensa del orden identificado primero con el sistema capitalista, en segundo lugar con el liberalismo y en tercer y último lugar con la democracia. Así fue entonces, y parece ser que todavía lo es sorprendentemente en 2025, en pleno siglo XXI y en boca y pluma de insignes representantes políticos de ciertas exitosas formaciones de la derecha más extrema y ultra.

Hubertus de Löwenstein luchó como pudo contra el nazismo. ¿Cómo lo hizo y cómo le influyó en ello, si es le influyó, su estancia en España?

-Hubertus, a pesar de su manifiesta equidistancia entre el fascismo-nazismo y el comunismo, siempre consideró que era el primero el más amenazante a la libertad en el mundo. Su visita a la España republicana en el verano de 1937 corroboró lo que opinaba a este respecto desde la llegada de los nazis al poder en enero de 1933. A su regreso al exilio en Inglaterra escribió casi de un tirón A catholic in the Republican Spain y Hubertus llevó consigo la reciente experiencia española muy interiorizada como demostró en los artículos de prensa publicados al respecto en diversos medios escritos, lo que le supuso la animadversión de la legión de afectos a los sublevados españoles en las democráticas y liberales Europa y América del norte, así como de quienes defendían la armonía natural entre el catolicismo y el nazi-fascismo. Las conferencias que Hubertus impartió poco después en diversas universidades norteamericanas encontraron un propicio caldo de cultivo pues “la mayoría de los estudiantes eran decididamente antifascistas y antinazis”, y porque además un significativo número de estudiantes y aun profesores estaban en España combatiendo en las Brigadas Internacionales. Hubertus mantuvo sus opiniones respecto a la guerra de España durante toda su vida, aun cuando la derrota de la Alemania nazi en 1945 propició en él un auténtico volantazo ideológico en el que profundizo en la segunda parte de su biografía que titulo “La dilución del Príncipe Rojo”, en la que Hubertus sustituyó radicalmente la militancia antinazi y antifascista por la explícitamente anticomunista, que incluyó una ardiente apología de la OTAN y la crítica de los regímenes comunistas surgidos en la segunda mitad del siglo en todo el mundo, de forma destacada en la Europa del Este, China, Cuba y Vietnam, alcanzando incluso a la Nicaragua de la Revolución Popular Sandinista triunfante en 1979. Sorprende, por ello, que tras su visita en 1967 a la España franquista Hubertus manifestara que no tenía “que cambiar ni una sola palabra de lo que escribí y dije” treinta años antes. Con motivo de su muerte en 1984, los principales obituarios publicados en la prensa mundial destacaron su decidida oposición al régimen nazi y en el hecho de que se podía ser orgullosamente alemán sin tener que caer en el nacionalismo ultraconservador. Esto, y su posición como católico, liberal y demócrata ante la guerra civil española de 1936-1939 siguen siendo tal vez el legado más destacable de Hubertus de Löwenstein.

 

 

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