Cazarabet conversa con...  Margarita M. Asencio López, autora de “Flavia Acosta: “Ni grande ni estrella”” (autoedición)

 

 

 

 

 

 

 

 

Flavia Acosta: “Ni grande ni estrella”

Margarita M. Asencio López, la investigadora puertorriqueña investiga sobre su vida.

Conocer más a Flavia Acosta:

Nació en el sector Las Delicias de Cabo Rojo, un poblado de familias campesinas cercano al pueblo. Su padre, jornalero, emigró en 1923 y trabajaba en Nueva York; y la madre se mudó allá con la niña en 1932 Estudió en las escuelas públicas hasta completar el 4to. año de escuela secundaria (bachillerato en España), trabajó como secretaria y cursó estudios privados de música En 1949, ganó el premio de la Asociación de Maestros de Música de Nueva York y debutó en una compañía de ópera para aficionados En 1951, se integró como cantante al grupo Euzkadi, fundado por el exiliado vasco Yon Oñatibia, con el que estuvo dos temporadas En 1954, se casó con el periodista Luis Montalvo Rivera, natural de Boquerón (barrio de Cabo Rojo), con quien tuvo a su única hija, Thais (1955) y del que se divorció en 1987, después de muchos años de separación

Visitó Puerto Rico en 1952 con Euzkadi, pero luego regresó a participar en eventos auspiciados por Pro Arte Musical, la Universidad de Puerto Rico, el Instituto de Cultura Puertorriqueña y el Ateneo de San Juan En 1957, participó en la inauguración del Ateneo de Ponce y, en 1959 en un recital por el centenario del líder político Luis Muñoz Rivera (padre del entonces gobernador Luis Muñoz Marín), en la misma ciudad Entre fines de 1959 y 1965, estudió y trabajó en instituciones de ópera en Austria y Alemania De regreso en Puerto Rico, integró el grupo coral Madrigalistas, cantó en el Festival Casals (1970 y 1971) y también con Ópera 68 .Se retiró de la ópera hacia 1973, pero volvió a trabajar como secretaria de la empresa desarrolladora Levitt & Sons  En 1977, se mudó al estado de Florida, donde estudiaba su hija Thais. En Orlando, trabajó 10 años como secretaria para la Policía. Se mudó a Sanford, en el mismo estado, donde murió a causa del cáncer

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Margarita M. Asencio:

-Amiga Margarita, ¿estamos ante la historia, otra, de una mujer que sale de Puerto Rico a buscar el “American Drean”?

- Flavia Acosta tenía apenas un año y tres meses cumplidos cuando llegó a Nueva York:  no “salió a buscar el American Dream”.  Su padre fue a trabajar allá y luego, su madre se la llevó consigo, al viajar a reunirse con su esposo.

-Por cierto, ¿cuántos puertorriqueños y puertorriqueñas se vieron atraídos o atraídas por la “aventura del American Dream”?

-Miles de puertorriqueños emigraron a otros lugares –Cuba, México, República Dominicana, Hawaii, entre otros– en las primeras décadas del siglo XX.  En el caso de los migrantes a los EE.UU., más que la atracción del “sueño americano”, salieron de una isla en la que gran parte de la tierra cultivable había sido acaparada por las corporaciones cañeras de ese país.  Los campesinos perdieron sus casas, sus tierras y sus oportunidades de vida; tenían que salir hacia las ciudades o al exterior.

-Bueno, es muy fácil hablarlo desde la perspectiva de los años, pero a veces los sueños están más cerca: aquí y ahora. La condición humana siempre buscamos superarnos, llevados por sueños o no… o quizás por necesidades. ¿Qué nos puedes decir?

-Los padres de Flavia eran campesinos pobres.  Su padre era un peón cañero, sin propiedades y con solo tres años de escolaridad.  Su madre era sombrerera (tejedora de “pavas”, el sombrero típico que ahora popularizó Bad Bunny).  Los EE.UU. ofrecían trabajos urbanos y mejor pagados, aunque la mayoría de los migrantes no sabían a qué se enfrentarían en cuanto a vivienda, transporte, etc.

-Puerto Rico mira con ansia a Nueva York, ¿por qué esa ciudad más que otra?, ¿no se planteaban una vez allí marchar a otro lugar de USA o encontrada allí “su tejido social para no ir más allá”?

-Nueva York era entonces el centro industrial y el mayor puerto comercial de este del país. Allí se encontraban, además, las casas matrices de las corporaciones azucareras y las empresas textiles que operaban en Puerto Rico.  Actualmente, la migración se concentra en el estado de Florida.

-Amiga, háblanos un poco de lo que mueve de Puerto Rico a Flavia Acosta Bonilla hasta Nueva York; ¿quería salir de un entorno dedicado mayoritariamente a la agricultura y ganadería… ¿qué sueños tenía?

-Como te indiqué antes:  no decidió mudarse, sino que la llevaron allí.

-¿Cómo fueron sus primeros días en territorio USA?

-Se sabe poco de sus primeros tiempos en Nueva York, excepto por algunos viajes de ida y vuelta de su madre entre 1926 y 1932.   Estudió en las escuelas de la ciudad, pero se desconoce cuáles, hasta terminar su escuela secundaria o High School (bachillerato para ustedes).

-¿Qué tejido social, de acogida, le esperó a ella?

-La familia vivió al principio al sur de Manhattan y luego en Harlem; ambos sectores de clase trabajadora.  Residían en apartamientos o pisos alquilados en los que, en distintos momentos, convivieron como inquilinos algunos familiares y conocidos que también emigraron del campo de Cabo Rojo para trabajar en fábricas en Nueva York.

-¿Cómo se va adentrando y absorbiendo, ella, de la sociedad USA donde además se toma la tarea de aprender, ¿no?, coméntanos por favor... - O preguntado de otra manera_:¿cómo se va adaptando?

-Ni siquiera su hija pudo hablarme de esos años de niñez y juventud temprana.  Flavia solo le contó que le gustaba escuchar música por la radio.

-¿Cómo empieza a ser o a mostrarse como cantante de ópera?

-Cuando terminó la escuela y empezó a trabajar, decidió pagarse los estudios de canto, con maestros privados.  Tuvo la suerte de que algunos de ellos la invitaron a cantar en sus actividades, como el pianista alemán Paul Meyer.

-¿A Flavia cuánto le fue de difícil ir haciéndose camino?

-Según su hija, sufrió rechazo como mujer; pero también era latina y mulata.  No obstante, pequeñas escuelas de música en el Nueva York de la época, con inmigrantes europeos y latinoamericanos como directores o maestros.  También hubo inmigrantes entre los patrocinadores de la ópera, como fue el caso del zapatero Michael Della Rocca, con el que Flavia tuvo su primera oportunidad como cantante en Aída (1949).

-Coméntanos esa relación con Euskadi…

-El fundador de Euzkadi!, Yon Oñatibia estudió y vivió en Nueva York en los años 40, y allí se relacionó con trabajadores y hasta con un abogado puertorriqueños.  La contratación de los integrantes del grupo la hizo el promotor, el inmigrante italiano Albert Morini, de entre los artistas que solicitaron.  Probablemente Flavia fue recomendada por alguno de sus maestros o era conocida ya como cantante de ópera.

-Flavia se hace un sitio, el suyo propio, en la Universidad de Puerto Rico, aunque no tenga título universitario, ¿verdad?

-La Universidad era entonces escenario de festivales musicales y de teatro.  Flavia actuó allí desde 1955, contratada en Nueva York para un festival operístico.  Luego, actuó en otras ocasiones, pero nunca fue artista “residente” o regular en actividades de la UPR.

-Por lo que leo era muy, muy tenaz y hasta diría perspicaz, ¿cómo lo ves? Y añade otras cualidades que han hecho que, personas como tu, te acerques a ella de una manera tan sugerente como incisiva…

-Me acerqué a la vida de Flavia intrigada porque casi nadie la conocía, ni siquiera en Cabo Rojo.  Descubrí a una persona extremadamente tímida, pero también muy dedicada a su profesión, disciplinada, responsable y respetuosa de sus compañeros de trabajo.  Hasta el final de su vida fue humilde; nunca una diva.

-¿Cómo son sus últimos tiempos fuera de Puerto Rico?

-Puerto Rico fue su residencia y punto de partida desde fines de 1955.  Estuvo varias temporadas en Viena (1959), Alemania (1961–1965) y Estados Unidos (1966), trabajando siempre. 

-¿Cómo se lo monta para volver al hogar y cómo es y qué significa ese regreso a la isla de Puerto Rico?

-Su regreso definitivo a Puerto Rico ocurrió en 1966; separada de su esposo, pero con su hija a cargo.  Regresaba con agrado:  era su patria y no le faltaba trabajo.

-Tu último capítulo es “Vivir de la ópera, vivir la ópera; ¿cómo conjugaba ella esas dos premisas?

-Según su hija, la ópera lo era todo para Flavia:  por eso, vivía para la ópera.  Y pudo vivir de la ópera por más de 20 años, desde su debut en 1949 (Aída, en Nueva York) hasta su última presentación en 1972 (Rigoletto, en Puerto Rico).

-¿Qué hizo cuando se retiró del “mundo del cante”?

-Se retiró de actos públicos en 1973, cuando su hija estaba por terminar su escuela secundaria.  Flavia regresó al trabajo secretarial en una empresa desarrolladora de hogares.  Cuando su hija decidió continuar estudios universitarios en Florida, Flavia se mudó a Orlando, donde trabajó como secretaria de la Policía.  Ocasionalmente, cantaba en iglesias, pero no como profesional, sino como una manera de atender su vida espiritual.  La humildad personificada…

 

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