Cazarabet conversa con...   Juan José Oña Fernández, autor de “El Carmen, 1920. Una tragedia a la soviética en Zaragoza” (Mira) 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juan José Oña Fernández describe cómo fue la tragedia” a la soviética” que sacudió la ciudad de Zaragoza en 1920.

Un suceso político-social, a modo de insurrección “filoanarquista”, vinculados con el ejército sobre el que se ha escrito muy poco…

¿De qué va el libro?, una especie de insurrección:

 

El 9 de enero de 1920 se produjeron los sucesos conocidos como los del cuartel del Carmen, sede del 9.º Regimiento de Artillería Ligera en Zaragoza, de los que resultaron muertos un civil alma de la acción subversiva, dos mandos militares asesinados y un soldado suicidado, más siete rebeldes de este empleo fusilados al día siguiente. En febrero, un consejo de guerra ordinario en esa capital condenó a prisión al máximo oficial presente en el establecimiento, quien finalmente resultó expulsado del Ejército y, posteriormente (julio), otro proceso revisó la actitud del resto de participantes, para los que dictó un par de condenas a muerte luego conmutadas

El suceso, combinando subversión política y luctuosas consecuencias, surgió en la mitad del sexenio delimitado por el revolucionario año 2017 (huelga general) y el golpista 1923 (Primo de Rivera), y quedó enmarcado por la atmósfera de agitación social violenta que se vivía en la España del último tercio de la década 1910-1919, caracterizada por el enfrentamiento entre un sector de acción izquierdista y un sistema sustentado en instituciones civiles y militares alimentado por colectivos ideológicos, religiosos y económicos afines. La materialización de lo sucedido conectó directamente con la agitadora y cruenta experiencia aragonesa libertaria subsiguiente (asesinatos de funcionarios de Comunicaciones en el verano del mismo año de la sublevación, 1920, y del cardenal Soldevilla, 1923), e indirecta y lejanamente con la culminación de la cadena político-subversiva militar contra el régimen (rebelión de Jaca acaudillada por Fermín Galán, el 12 de diciembre de 1930). No obstante, y en contraposición a esta, los sucesos del cuartel del Carmen pronto se desvanecieron en la memoria colectiva pese a manifestar una identidad exclusiva, caracterizada por la revolucionaria aspiración a implantar el «soviet republicano» y por el exclusivo protagonismo de un núcleo de tropa animado por un minoritario núcleo civil anarquista, encabezado por un popular intelectual libertario autodidacta (Ángel Chueca), vendedor de prensa en el quiosco del Arco de San Roque. El resultado fue el fracaso; la conclusión: once muertes ocasionadas bien durante el desarrollo de los hechos, bien en actos inmediatamente posteriores a causa de detenciones o de ejecuciones sumarias.

Desde el punto de vista mediático, la noticia impactó en el entorno local y nacional y obtuvo una fugaz repercusión hemerográfica para, más tarde, recibir atención tanto literaria como audiovisual gracias a los textos del periodista Mariano Sánchez Roca (La sublevación del cuartel del Carmen. Unas horas de gobierno soviético en Zaragoza, publicada por Prensa Gráfica, con ilustraciones de Roberto, el 24 de mayo de 1930, en la colección de «La novela política», cuya edición facsímil se incluye escaneada en el anexo del trabajo de Juan José Oña presentado a estas ayudas. Leemos en la prensa de la época el anuncio de la aparición de esta novela que reproducimos a continuación: «Compre usted mañana el tercer número de la Novela Política que publicará La sublevación del cuartel del Carmen […] Páginas en las que la verdad desnuda de aquellos sucesos que enlutaron a Zaragoza aparece con todo su horror trágico, con toda su dolorosa intensidad. Cómo se preparó la sublevación. La dramática emoción de la lucha en la noche. El cuadro siniestro del fusilamiento. Narración veraz e interesantísima de uno de los más trágicos y menos conocidos capítulos de la historia actual de España»); del jurista José Luis Galbe Loshuertos (La justicia de la República. Memorias de un fiscal del Tribunal Supremo en 1936); y, especialmente, de los novelistas Benjamín Jarnés y Ramón J. Sender, quienes impresionaron sus respectivas visiones en Lo rojo y lo azul (1932) y El mancebo y los héroes, novela ésta de 1960 versionada cinematográficamente por Antonio Betancor en 1983 (1919. Crónica del alba).

 

El autor, Juan José Oña Fernández:

JUAN JOSÉ OÑA FERNÁNDEZ (1963). Las singularidades de este proyecto se complementan con el historial investigador y productivo de su autor, especializado en la violencia política contemporánea española con su tesis doctoral La subversión contra la Dictadura de Primo de Rivera (Universidad de Zaragoza, 2003); el libro Ciudad Real y su regimiento: la rebelión artillera de 1929 contra la Dictadura de Primo de Rivera (Biblioteca de Autores Manchegos, 2005); y Los años convulsos. El fotógrafo Alfonso y la sublevación de Jaca, 1923-1936 (Pirineum, 2008). Ha publicado artículos, entre otras, en las obras colectivas: Guerra civil. Aragón; Fermín Galán Rodríguez, el capitán que sublevó Jaca; Guerra civil. Madrid; Canfranc, el mito...; así como en prensa y en las publicaciones periódicas Historia y vida, Revista de Historia militar, Serrablo... Con su tesis doctoral obtuvo en 2003 el Premio de la Real Academia de Doctores (Humanidades), así como el Premio Academia General Militar (otorgado por la Comisión Mixta de la Cátedra Cervantes). En los años 2005 y 2008 ganó el II y V Concurso Oretania de investigación histórica de la Diputación Provincial de Ciudad Real. El libro Los años convulsos. El fotógrafo Alfonso y la sublevación de Jaca (1923-1936) obtuvo en el 2009 el Premio al mejor libro editado en Aragón (Gobierno de Aragón). Las líneas de la actividad investigadora de Juan José Oña se vertebran en estos cuatro campos: la subversión en la España contemporánea; la guerra civil y la conflictividad; el patrimonio cultural y los conflictos armados; y las relaciones históricas entre Rusia y España.

Enero de 1920: los sucesos del cuartel del Carmen desde Huesca”. Juan José Oña Fernández (Revista Argensola 131. 2022)

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Juan José Oña Fernández:

-¿Qué provocó que un cuartel se alzara en rebelión…?

-En realidad no fue un cuartel (El Carmen), sino una parte muy minoritaria (11 activistas) de entre 500 cabos y soldados que lo integraban, la que inició y sostuvo -incluyendo deserciones- el suceso, para luego - en el clímax del enfrentamiento: el tiroteo en el portón principal- a cuatro protagonistas plenamente comprometidos. El motivo del estallido: el rechazo a las condiciones del servicio militar.

-Pero fue más bien todo más bien improvisado hasta plagado de cierta ingenuidad, ¿no?; ¿Por qué “esa ingenuidad y esa improvisación?

-El pretexto de la mala alimentación era el detonante de una situación (servicio forzoso y sometimiento a órdenes) que, sumado a los ecos del exitoso ambiente revolucionario ruso, llegados por la prensa, más el adoctrinamiento socio-político proporcionada por un utópico y autodidacta vendedor de periódicos (Ángel Chueca Ostolaza -el “Checa” de Ramón J. Sender en su “El mancebo y los héroes”-), animó a aquella parte de tropa a emprender una acción resolutiva carente de profunda planificación, de sentido “estratégico” panorámico en cuanto a crear un ambiente irradiador desde en el entorno inmediato (Zaragoza), y de previsión en relación a sus repercusiones. En otras palabras, “esa ingenuidad y esa improvisación” eran producto de la combinación de la desmotivación por el servicio forzoso, de la propuesta de resolución taxativa, de la atmósfera revolucionaria internacional y de la impulsividad hacia la transformación violenta de la atmósfera castrense en que vivían.

-Militares que abrazaban el “ideal libertario y anarquista” … ¿a qué lo atribuyes?; ¿por qué?

-Las utópicas ideas de libertad, de rompimiento de cadenas, de mejoras colectivas, de cohesión grupal en torno a relaciones fraternales y de autogestión política o social ajenas a la realidad cotidiana o incluso cultural envolvente, llegaban a esos militares (tropa de reemplazo y por lo tanto caracterizada por las condiciones temporal y forzada), mediante las explicaciones de Ángel Chueca o los mensajes contenidos en proclamas clandestinas. Sin embargo, sólo dos participantes (los cabos Godoy y Gálvez) disponían una actitud analizadora y crítica razonada respecto a las exhortaciones vindicativas; el resto eran jóvenes analfabetos con orígenes sociales humildes, creyentes de un cambio sustancial en sus modelos de vida conforme escuchaban aquellos principios o valores… sin distinguir si los éxitos revolucionarios rusos eran comunistas, anarquistas o socialistas. Para ellos ese “ideal libertario y anarquista” suponía, simplemente, una guía transformadora de la realidad supuestamente injusta que les afectaba, y creadora de otra nueva más cooperativa y redistributiva.

-Aunque el cabecilla de todo fue un quiosquero anarquista que había, al parecer, convencido a unos cuántos soldados del cuartel de artillería de la calle Bilbao-Soberanía Nacional (actualmente Avenida César Augusto) … coméntanos sobre esto y cómo les logra “conquistar” para abrazar la causa anarquista…

-Ángel Chueca es el inspirador y estimulador de ilusiones, el generador de una atmósfera proactiva, el arquitecto de un momento tempestuoso y, también, una víctima conscientemente voluntaria pero ejemplarizante, dada su demostrada coherencia con el sentido vital -hasta las últimas consecuencias- que imprimió a su mayor creación terrenal: la revolución armada.

Dentro de su claustro agitador de ideas (un pequeño entablado para mezclar prensa, libros, papelería y artículos de bazar; un puesto de venta en sí lugar referente de cultura popular, ubicado en pleno centro de Zaragoza), y alimentado -a través de la lectura- por los contenidos que transmitían todos esos medios escritos, se enriquecía intelectualmente aislada e internamente y trasladaba después sus personales análisis y conclusiones a una miscelánea humana, integrada por allegados, clientes o personas diversamente motivadas u ociosas (retratadas por Ramón J. Sender en las visitas del personaje de Pepe Garcés a aquel entramado), incluyendo soldados curiosos u oficialmente enviados desde los organismos castrenses para adquirir la prensa del día.

-Todo se precipitó hacia un enfrentamiento con quienes se opusieron a la sublevación, ¿cómo fue?

-En la reunión de la tarde del jueves 8 de enero, se acordó –desde luego con poco detalle-, activar la revolución para la madrugada del viernes. El núcleo civil, encabezado por Ángel Chueca, esperaría en los aledaños a que el militar, repartido en dos células (la artillera dentro del cuartel del Carmen; la pontonera dentro del cercano de San Genís), se hiciera cargo de los respectivos establecimientos y dispusiera personal y armamento rebelde al servicio de aquel instigador.

Pero en el cuartel ingeniero la situación no estalló, y en El Carmen artillero el grupo activista minoritario que se lanzó sin contemplaciones a la acción, asesinando sorpresiva y brutalmente -con un cuchillo de matacía- a los dos mandos que se responsabilizaban de la guardia de seguridad, aunque tomó el cuerpo de guardia y su retén no controló todo el poder físico y resolutivo del cuartel que descansaba (toda la tropa) o se guardaba (cañones) en naves-dormitorio y almacenes. Por lo tanto, debía de preparar estos y habría de levantar a aquella y captarla o forzarla a la adhesión, y todo desconociendo que el núcleo civil se disolvió ante la falta de comunicación positiva que debería haber efectuado esa tropa rebelde.

Tras la toma de dicho punto clave del cuartel, una representación con cinco comprometidos artilleros salió a buscar a la figura suprema –Ángel Chueca-, para disponerse a sus directrices. Una vez contactado -con poca discreción- en su domicilio, todos marcharon hacia San Genís y, al no encontrar indicios de actividad, se dirigieron a las sedes de las rotativas de los tres periódicos locales, a punto de cierre. A partir de las secuencias que siguieron a este momento interventor de la libertad de prensa y de la anormalidad que representaba el tránsito agitador de aquel grupúsculo cívico-militar, paralelas al eco de tiros en El Carmen, el entramado oficial (gobernadores civil y militar, y la Guardia Civil) tuvo conocimiento y la alteración tanto en Artillería como en Zaragoza. Entonces, la actitud del coronel de la Benemérita, quien se dispuso con escasos guardias a sitiar el cuartel, más la reacción de los sargentos y de alguna tropa artillera en su interior manteniendo pasiva a la soldadesca ante los revolucionarios, impidió la expansión de todo el potencial desestabilizador del antiguo convento a la calle, y redujo a sus entrañas el desarrollo cruento de los sucesos con su desenlace. A ese coronel de la Benemérita auxilió su hijo, un joven teniente de Regulares quien luego, en julio de 1936, habría de desempeñar un papel trascendental en el futuro del poeta García Lorca, pues ejerció el mando del gobierno civil y militar sublevado de Granada.

-¿Cómo es que se ve el periódico y la sede de El Heraldo involucrado junto con “El Noticiero”…?

-La intuición y el ánimo de Ángel Chueca, inobservante de un planeamiento operativo lógicamente eficiente (accesos a la población, comunicaciones telegráficas y telefónicas, retención de autoridades), le llevó a clausurar tales medios para impedir la salida de la prensa y demostrar el control revolucionario sobre la libre información, lo cual otorgó a la tentativa un plus de originalidad dentro de los episodios de la cadena histórica subversiva española contra el poder constituido. Tales incursiones en los periódicos fueron obviadas por Ramón J. Sender (precisamente él, que se forjó en ellos), a cambio de fantasear aludiendo a las inexistentes tomas de las estaciones del ferrocarril y de las sedes de Teléfonos y Telégrafos puntos de comunicaciones telegráficas y telefónicas.

-Todo, creo a mi entender estaba abocado al fracaso…

 -Totalmente de acuerdo: era producto de una ilusionada sustentación en el efecto de la acción consumada como imán remolcador de voluntades, de una ligereza planificadora y de una improvisada conducción operativa, pero acaba de estallar el mismo porque un redactor de El Heraldo, Adolfo Gutiérrez, alerta a las autoridades….

En realidad, actuaron diversos actores y voces en la propagación de la alarma ante lo que estaba sucediendo en El Carmen, caso de otros periodistas locales, algunos serenos municipales y varios agentes del Cuerpo de Vigilancia y Seguridad (Policía), quienes difundieron por diversos canales y a distintos destinatarios (Gobierno Civil y Militar, unidades castrenses) la existencia de turbulencias violentas en la ciudad. Sin embargo, Adolfo Gutiérrez, en cuanto referente, fue quien pagó las consecuencias.

-¿Qué hizo y hasta qué punto se involucró Adolfo Gutiérrez para unos meses después fuese víctima de un atentado?

-Fue quien más resueltamente se opuso a Chueca y a la decisión de cerrar rotativas, por lo cual fue señalado vengativamente en diciembre dentro del ya notorio incremento de violencia ideológica zaragozana experimentada en 1920 a partir del suceso subversivo. Las secuelas del atentado le mantendrían agónicamente hasta febrero de 1921, en que falleció.

-Fue una sublevación, pero de esto a decretar el “estado de guerra”, ¿cómo nos lo puedes explicar?

-En realidad, el cuartel no se sublevó. El escasísimo número de activistas no lo dominó y por ello no dispuso para el elemento civil un establecimiento completamente resuelto a la operación revolucionaria. Pero las autoridades castrenses, ante el sorpresivo conocimiento de la situación y las dudas sobre su extensión y efectos, recurrieron al instrumento clave para atajar tradicionalmente este entorno de crisis: el “bando de guerra”, mediante el cual, el poder militar asumía todas las atribuciones del civil y sometía la rutina ciudadana a las directrices de un mando único (el capitán general), poseedor de toda la fuerza armada institucional (el Ejército y la Guardia Civil) más la justicia (los tribunales militares en Zaragoza instruyendo consejos de guerra).

-¿Qué fue del ideólogo de todo, Ángel Chueca?

-Murió, agitando un periódico y un revólver, de un certero disparo de la Guardia Civil efectuado a través de la mirilla del portón de entrada desde el exterior del cuartel.

-¿Qué les pasó a los soldados que intentaron la sublevación?, ¿por qué fueron fusilados?

-Siete, que se mantuvieron hasta el final en El Carmen, fueron sumariados y fusilados al amanecer del 10 de enero, jornada siguiente a la de los hechos. Hubo pruebas irrefutables de sus participaciones en los asesinatos o en las refriegas contra los mandos del cuartel que intentaban acceder desde la calle, y a quienes negaron a tiros la entrada.

Oros seis desertaron y escaparon, y perseguidos por la Guardia Civil tres fueron detenidos en la Venta de los Caballos – uno se suicidó en el momento de la captura-, mientras que los otros pasaron definitivamente a Francia. Y en julio de 1920, otros 28 –incluidos los dos capturados- y un paisano comprometido (Gregorio San Agustín), no considerados en principio como protagonistas subversivos principales, serían juzgados severamente, resultando un par condenado a la pena de muerte (conmutada por el rey Alfonso XIII) y, en conjunto, todos encarcelados con diversas vicisitudes en cuanto a castigo y lugares de cumplimiento, Finalmente quedaron beneficiados por la amnistía de la II República (mayo de 1931).

En esta represión promovida por los sucesos de enero, no habría que olvidar la dirigida contra tres militares profesionales no comprometidos con los rebeldes pero que mostraron negligencia durante los disturbios dentro de El Carmen: dos sargentos como mandos directos de la tropa más el capitán de servicio de día y suprema autoridad presente en la noche de autos (encausado, encarcelado y expulsado del Ejército).

-¿Qué perfil presentaban éstos ?

-De entre los activistas, salvo el cabo Nicolás Godoy Beltrán (de vasta cultura, con plaza ganada en Correos e hijo de un maestro que ejerció en Moyuela, y más limitadamente Pascual Gálvez (natural de Lécera), el resto era analfabeto y procedía de entornos familiares humildes, de ambientes mayoritariamente rurales y de ámbitos geográficos muy delimitados (aragoneses, asturianos, castellanos, catalanes y valencianos).

-¿Qué objetivo tenía Chueca tras la toma del cuartel…controlar la ciudad?

-En efecto. Una vez posicionados cañones frente a la Comandancia de la Guardia Civil, al Gobierno Militar y al cuartel de Pontoneros (lugares muy próximos a las esquinas de El Carmen), y sumada la tropa ingeniera y artillera, se extendería la acción revolucionaria –en realidad sin precisar cómo- a otros cuarteles y a la ciudad, y se entregaría la dirección del ya movimiento revolucionario a un veterano socialista, Ángel Lacort.

-¿Se tomaban un poco las  acciones sin medir las consecuencias?

-Si, no hubo un planeamiento detallado ni una selección clasificada de objetivos, ni tampoco se advirtieron las posibles repercusiones militares y sociopolíticas ni las consecuencias terminantes que luego se darían.

Únicamente Chueca anunció su determinación para situarse en los aledaños del cuartel, a la espera de ser contactado por el núcleo activista militar, y previno a los conjurados para evitar las situaciones cruentas innecesarias, lo cual no ocurrió dado que todo comenzó con el asesinato del alférez y del sargento de la guardia de seguridad por cuatro soldados.

-La CNT, ¿apoyó esta sublevación?, porque parece que no…

-Pues colectivamente, no. La acción revolucionaria fue obra de Ángel Chueca y se circunscribió al núcleo de sus más íntimos afectos ligados a aquella organización o corriente ideológica, puesto que ya desde mucho tiempo atrás mantenía una actitud individualizada y desligada de las orientaciones grupales anarquistas, además de que bebía de los ideales y ecos de la revolución soviética. De ahí que, al igual que todo el entorno oficial civil y militar, la CNT fuera sorprendida por el impacto de lo sucedido, cuestión que reconoció en folletos clandestinos posteriores a los hechos en los que reconocía y lamentaba la imposibilidad de ejercer una respuesta coordinada e inmediata contra la condena a muerte de los artilleros rebeldes.

-De todas formas, era una época convulsa y las sublevaciones y atentados estaban, cómo decirlo, a la orden del día, ¿lo podemos calificar así?

-La violencia era un recurso más de la dialéctica política, se asumía con tal significado y así pasó no solo en Zaragoza, Aragón o España, sino en el entorno mundial, llegando, en el caso hispano, y como fenómeno sociológico trascendental, a una guerra civil previas tentativas subversivas (diez años después de El Carmen surgiría el movimiento revolucionario de Jaca y Cuatro Vientos).

-Amigo, explícanos ¿cómo fue el proceso de investigación y documentación para con la escritura del libro?

-El primer paso, localizar fuentes primarias y secundarias. El segundo, registrarlas, clasificarlas, extractarlas y situarlas en función de criterios de validez y de rigurosidad informativa. El tercero, apreciar las reflexiones, análisis y creaciones precedentes sobre la cuestión, concluyendo sobre sus cualidades también informativas. El cuarto, organizar la estructura del trabajo y desarrollar una nueva aportación historiográfica sustentada en la confrontación de los datos recabados en mi investigación con los expuestos hasta el momento por otros autores, obteniendo conclusiones parciales que permitieran tanto confirmar o rechazar sus interpretaciones y, también, señalar o distinguir las fabulaciones escritas sobre el tema por testigos (corresponsales, participantes) más artistas (literatos, ilustradores o autores cinematográficos). En definitiva, bajo una determinación renovadora respecto a otros productos anteriores, revisar, depurar, reconstruir y disponer para los lectores una nueva aportación en forma de libro.

Tras este proceso meramente investigador comenzó la fase descriptiva de los hechos, relatada en estilo aséptico y con bisturí al objeto de constituir un texto de referencia para historiadores o interesados.

Después, y ya en una fase concluyente relacionada con el tema en sí (no sobre las fuentes como ya he indicado), exponer mi propia reflexión y sumarla a todas las que han conformado la historiografía sobre la rebelión de El Carmen hasta 2024: la rebelión fue un suceso singular y referente en la historia subversiva española, por ser protagonizada en  exclusiva por la tropa y lograr parcial éxito, no obstante algún precedente puntual aún más efímero y reducido (el motín de la fraga Numancia, 1911), o las reacciones tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Y, por último, entregar el producto a Mira editores (Zaragoza) para la revisión estilística, y a La Central (Huesca) para su maquetación gráfica, de lo que ha resultado una rica miscelánea informativa, crítica, documental y gráfica, incluyendo no pocos anexos desconocidos o mostrados por vez primera, el citado enlace al visual de Tramullas (Entierro de las víctimas del cuartel de El Carmen),  y el facsímil completo de la embaucadora novela de Mariano Sánchez Roca (más tarde un editorialista en la Cuba de la revolución comunista), titulada La sublevación del cuartel del Carmen. Unas horas de gobierno soviético en Zaragoza

-Imagino que la hemeroteca es uno de los principales instrumentos, es indiscutible ¿qué has encontrado? ¿Y qué metodología de trabajo empleas?

-Desde luego es fundamental pero no el único, máxime cuando hube de desarrollar un proceso de cirugía verificadora sobre las editoriales de las distintas cabeceras y las noticias difundidas por los corresponsales, tanto aragoneses como nacionales. Se han añadido a ella otros instrumentos de carácter tan principal como los periódicos: mapas, planos, proclamas y el excepcional documento visual (no sonoro) compuesto por las tomas realizadas por José Antonio de Padua Tramullas titulado “Entierro de las víctimas del cuartel de El Carmen”, al cual se puede acceder, gracias a las facilidades de la Filmoteca de Zaragoza, mediante un código QR dentro del libro.

Por lo tanto, la metodología de trabajo obedeció al propósito de recoger la mayoría de las accesibles referencias primarias –fundamentalmente- y secundarias sobre la temática. Estas, sustentadas en las reflexiones, investigaciones, análisis y creaciones literarias y cinematográficas que trataban el asunto; aquellas, recogidas en soportes audiovisuales, cartográficos, fotográficos, hemerográficos y documentales depositados en archivos de Defensa y de la Administración civil –incluyendo colegios notariales, registros civiles y filmotecas, caso de las de Madrid y la citada de Zaragoza)-.

-Juan José hace ya un tiempo de este libro, pero ¿nos puedes decir en qué estás metido ahora…nos puedes dar alguna pista?

-Desde el punto de vista de la “subversión” violenta contra el poder en España, la búsqueda de otros episodios o la actualización de los ya tratados (por ejemplo, los contemplados en mi tesis “La subversión contra la Dictadura de Primo de Rivera”).

Desde el terreno del patrimonio cultural, continuar con mi línea de divulgación y de intervención para evitar que sea utilizado como una herramienta desestabilizadora en los conflictos armados. Este año de 2024 se celebra, precisamente, el 70º aniversario de la Convención de la Haya sobre la protección de los bienes culturales.

Y desde el historiador ligado a la cultura, la vindicación y la disección historiadora de un suceso envuelto y deformado por mitos, leyendas y fantasías: la Armada Invencible. Por cierto… ¿Mas de las Matas fue deforestado para aquellos barcos que zarparon de Lisboa en 1588? No sería de extrañar si atendemos a la recurrente fabulación, vigente en no pocos lugares, de que España quedó talada para construir las galeazas, galeras, galeones, naos, zabras, filibotes y urcas de aquella expedición naval que se enfrentó a otros barcos y tripulaciones en el Canal de la Mancha pero, épica y excepcionalmente, a las furias de los elementos en el Atlántico norte… 

 

 

 

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Cazarabet

Mas de las Matas (Teruel)

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