Cazarabet conversa con... Juan
José Oña Fernández, autor de “El Carmen, 1920. Una tragedia a la soviética en
Zaragoza” (Mira)
Juan José Oña
Fernández describe cómo fue la tragedia” a la soviética” que sacudió la ciudad
de Zaragoza en 1920.
Un suceso
político-social, a modo de insurrección “filoanarquista”,
vinculados con el ejército sobre el que se ha escrito muy poco…
¿De qué va el
libro?, una especie de insurrección:
El 9 de enero de
1920 se produjeron los sucesos conocidos como los del cuartel del Carmen, sede
del 9.º Regimiento de Artillería Ligera en Zaragoza, de los que resultaron
muertos un civil −alma de la acción subversiva─, dos mandos militares ─asesinados─
y un soldado ─suicidado─, más siete rebeldes de este empleo ─fusilados al día siguiente─. En febrero, un consejo de guerra ordinario
en esa capital condenó a prisión al máximo oficial presente en el
establecimiento, quien finalmente resultó expulsado del Ejército y,
posteriormente (julio), otro proceso revisó la actitud del resto de participantes,
para los que dictó un par de condenas a muerte ─luego
conmutadas─.
El suceso,
combinando subversión política y luctuosas consecuencias, surgió en la mitad
del sexenio delimitado por el revolucionario año 2017 (huelga general) y el
golpista 1923 (Primo de Rivera), y quedó enmarcado por la atmósfera de
agitación social violenta que se vivía en la España del último tercio de la
década 1910-1919, caracterizada por el enfrentamiento entre un sector de acción
izquierdista y un sistema sustentado en instituciones civiles y militares
alimentado por colectivos ideológicos, religiosos y económicos afines. La
materialización de lo sucedido conectó directamente con la agitadora y cruenta
experiencia aragonesa libertaria subsiguiente (asesinatos de funcionarios de
Comunicaciones en el verano del mismo año de la sublevación, 1920, y del
cardenal Soldevilla, 1923), e indirecta y lejanamente con la culminación de la
cadena político-subversiva militar contra el régimen (rebelión de Jaca
acaudillada por Fermín Galán, el 12 de diciembre de 1930). No obstante, y en
contraposición a esta, los sucesos del cuartel del Carmen pronto se
desvanecieron en la memoria colectiva pese a manifestar una identidad
exclusiva, caracterizada por la revolucionaria aspiración a implantar el «soviet republicano» y por el
exclusivo protagonismo de un núcleo de tropa animado por un minoritario núcleo
civil anarquista, encabezado por un popular intelectual libertario autodidacta
(Ángel Chueca), vendedor de prensa en el quiosco del Arco de San Roque. El
resultado fue el fracaso; la conclusión: once muertes ocasionadas bien durante
el desarrollo de los hechos, bien en actos inmediatamente posteriores a causa
de detenciones o de ejecuciones sumarias.
Desde el punto de
vista mediático, la noticia impactó en el entorno local y nacional y obtuvo una
fugaz repercusión hemerográfica para, más tarde, recibir atención tanto
literaria como audiovisual gracias a los textos del periodista Mariano Sánchez
Roca (La sublevación del cuartel del Carmen. Unas horas de gobierno
soviético en Zaragoza, publicada por Prensa Gráfica, con ilustraciones de
Roberto, el 24 de mayo de 1930, en la colección de «La novela política», cuya
edición facsímil se incluye escaneada en el anexo del trabajo de Juan José Oña
presentado a estas ayudas. Leemos en la prensa de la época el anuncio de la
aparición de esta novela que reproducimos a continuación: «Compre usted mañana
el tercer número de la Novela Política que publicará La sublevación del cuartel
del Carmen […] Páginas en las que la verdad desnuda de aquellos sucesos que
enlutaron a Zaragoza aparece con todo su horror trágico, con toda su dolorosa
intensidad. Cómo se preparó la sublevación. La dramática emoción de la lucha en
la noche. El cuadro siniestro del fusilamiento. Narración veraz e
interesantísima de uno de los más trágicos y menos conocidos capítulos de la
historia actual de España»); del jurista José Luis Galbe
Loshuertos (La justicia de la República. Memorias
de un fiscal del Tribunal Supremo en 1936); y, especialmente, de los
novelistas Benjamín Jarnés y Ramón J. Sender, quienes impresionaron sus
respectivas visiones en Lo rojo y lo azul (1932) y El mancebo y los
héroes, novela ésta de 1960 versionada cinematográficamente por Antonio
Betancor en 1983 (1919. Crónica del alba).
El autor, Juan
José Oña Fernández:
JUAN
JOSÉ OÑA FERNÁNDEZ (1963).
Las singularidades de este proyecto se complementan con el historial
investigador y productivo de su autor, especializado en la violencia política
contemporánea española con su tesis doctoral La subversión contra la
Dictadura de Primo de Rivera (Universidad de Zaragoza, 2003); el
libro Ciudad Real y su regimiento: la rebelión artillera de 1929
contra la Dictadura de Primo de Rivera (Biblioteca de Autores Manchegos,
2005); y Los años convulsos. El fotógrafo Alfonso y la sublevación de
Jaca, 1923-1936 (Pirineum, 2008). Ha publicado
artículos, entre otras, en las obras colectivas: Guerra civil. Aragón; Fermín
Galán Rodríguez, el capitán que sublevó Jaca; Guerra civil.
Madrid; Canfranc, el mito...; así como en prensa y en las
publicaciones periódicas Historia y vida, Revista de Historia
militar, Serrablo... Con su tesis doctoral obtuvo en 2003 el Premio
de la Real Academia de Doctores (Humanidades), así como el Premio Academia
General Militar (otorgado por la Comisión Mixta de la Cátedra Cervantes). En
los años 2005 y 2008 ganó el II y V Concurso Oretania
de investigación histórica de la Diputación Provincial de Ciudad Real. El libro
Los años convulsos. El fotógrafo Alfonso y la sublevación de Jaca
(1923-1936) obtuvo en el 2009 el Premio al mejor libro editado en Aragón
(Gobierno de Aragón). Las líneas de la actividad investigadora de Juan José Oña
se vertebran en estos cuatro campos: la subversión en la España contemporánea;
la guerra civil y la conflictividad; el patrimonio cultural y los conflictos
armados; y las relaciones históricas entre Rusia y España.
Cazarabet
conversa con Juan José Oña Fernández:
-¿Qué provocó que un cuartel se alzara
en rebelión…?
-En realidad no fue un cuartel (El Carmen), sino una parte muy
minoritaria (11 activistas) de entre 500 cabos y soldados que lo integraban, la
que inició y sostuvo -incluyendo deserciones- el suceso, para luego - en el
clímax del enfrentamiento: el tiroteo en el portón principal- a cuatro
protagonistas plenamente comprometidos. El motivo del estallido: el rechazo a
las condiciones del servicio militar.
-Pero
fue más bien todo más bien improvisado hasta plagado de cierta ingenuidad,
¿no?; ¿Por qué “esa ingenuidad y esa improvisación?
-El pretexto de la mala alimentación era el detonante de una situación
(servicio forzoso y sometimiento a órdenes) que, sumado a los ecos del exitoso
ambiente revolucionario ruso, llegados por la prensa, más el adoctrinamiento
socio-político proporcionada por un utópico y autodidacta vendedor de
periódicos (Ángel Chueca Ostolaza -el “Checa” de Ramón J. Sender en su “El
mancebo y los héroes”-), animó a aquella parte de tropa a emprender una acción
resolutiva carente de profunda planificación, de sentido “estratégico”
panorámico en cuanto a crear un ambiente irradiador desde en el entorno
inmediato (Zaragoza), y de previsión en relación a sus repercusiones. En otras
palabras, “esa ingenuidad y esa improvisación” eran producto de la combinación
de la desmotivación por el servicio forzoso, de la propuesta de resolución
taxativa, de la atmósfera revolucionaria internacional y de la impulsividad
hacia la transformación violenta de la atmósfera castrense en que vivían.
-Militares
que abrazaban el “ideal libertario y anarquista” … ¿a qué lo atribuyes?; ¿por
qué?
-Las utópicas ideas de libertad, de rompimiento de cadenas, de mejoras
colectivas, de cohesión grupal en torno a relaciones fraternales y de
autogestión política o social ajenas a la realidad cotidiana o incluso cultural
envolvente, llegaban a esos militares (tropa de reemplazo y por lo tanto
caracterizada por las condiciones temporal y forzada), mediante las
explicaciones de Ángel Chueca o los mensajes contenidos en proclamas
clandestinas. Sin embargo, sólo dos participantes (los cabos Godoy y Gálvez) disponían
una actitud analizadora y crítica razonada respecto a las exhortaciones
vindicativas; el resto eran jóvenes analfabetos con orígenes sociales humildes,
creyentes de un cambio sustancial en sus modelos de vida conforme escuchaban
aquellos principios o valores… sin distinguir si los éxitos revolucionarios
rusos eran comunistas, anarquistas o socialistas. Para ellos ese “ideal
libertario y anarquista” suponía, simplemente, una guía transformadora de la
realidad supuestamente injusta que les afectaba, y creadora de otra nueva más
cooperativa y redistributiva.
-Aunque el cabecilla de todo fue un
quiosquero anarquista que había, al parecer, convencido a unos cuántos soldados
del cuartel de artillería de la calle Bilbao-Soberanía Nacional (actualmente
Avenida César Augusto) … coméntanos sobre esto y cómo les logra “conquistar”
para abrazar la causa anarquista…
-Ángel Chueca es el inspirador y estimulador de ilusiones, el generador
de una atmósfera proactiva, el arquitecto de un momento tempestuoso y, también,
una víctima conscientemente voluntaria pero ejemplarizante, dada su demostrada
coherencia con el sentido vital -hasta las últimas consecuencias- que imprimió
a su mayor creación terrenal: la revolución armada.
Dentro de su claustro agitador de ideas (un pequeño entablado para
mezclar prensa, libros, papelería y artículos de bazar; un puesto de venta en
sí lugar referente de cultura popular, ubicado en pleno centro de Zaragoza), y
alimentado -a través de la lectura- por los contenidos que transmitían todos
esos medios escritos, se enriquecía intelectualmente aislada e internamente y
trasladaba después sus personales análisis y conclusiones a una miscelánea
humana, integrada por allegados, clientes o personas diversamente motivadas u
ociosas (retratadas por Ramón J. Sender en las visitas del personaje de Pepe
Garcés a aquel entramado), incluyendo soldados curiosos u oficialmente enviados
desde los organismos castrenses para adquirir la prensa del día.
-Todo
se precipitó hacia un enfrentamiento con quienes se opusieron a la sublevación,
¿cómo fue?
-En la reunión de la tarde del jueves 8 de enero, se acordó –desde luego
con poco detalle-, activar la revolución para la madrugada del viernes. El
núcleo civil, encabezado por Ángel Chueca, esperaría en los aledaños a que el
militar, repartido en dos células (la artillera dentro del cuartel del Carmen;
la pontonera dentro del cercano de San Genís), se hiciera cargo de los
respectivos establecimientos y dispusiera personal y armamento rebelde al
servicio de aquel instigador.
Pero en el cuartel ingeniero la situación no estalló, y en El Carmen
artillero el grupo activista minoritario que se lanzó sin contemplaciones a la
acción, asesinando sorpresiva y brutalmente -con un cuchillo de matacía- a los
dos mandos que se responsabilizaban de la guardia de seguridad, aunque tomó el
cuerpo de guardia y su retén no controló todo el poder físico y resolutivo del
cuartel que descansaba (toda la tropa) o se guardaba (cañones) en
naves-dormitorio y almacenes. Por lo tanto, debía de preparar estos y habría de
levantar a aquella y captarla o forzarla a la adhesión, y todo desconociendo
que el núcleo civil se disolvió ante la falta de comunicación positiva que
debería haber efectuado esa tropa rebelde.
Tras la toma de dicho punto clave del cuartel, una representación con
cinco comprometidos artilleros salió a buscar a la figura suprema –Ángel
Chueca-, para disponerse a sus directrices. Una vez contactado -con poca
discreción- en su domicilio, todos marcharon hacia San Genís y, al no encontrar
indicios de actividad, se dirigieron a las sedes de las rotativas de los tres
periódicos locales, a punto de cierre. A partir de las secuencias que siguieron
a este momento interventor de la libertad de prensa y de la anormalidad que
representaba el tránsito agitador de aquel grupúsculo cívico-militar, paralelas
al eco de tiros en El Carmen, el entramado oficial (gobernadores civil y
militar, y la Guardia Civil) tuvo conocimiento y la alteración tanto en
Artillería como en Zaragoza. Entonces, la actitud del coronel de la Benemérita,
quien se dispuso con escasos guardias a sitiar el cuartel, más la reacción de
los sargentos y de alguna tropa artillera en su interior manteniendo pasiva a
la soldadesca ante los revolucionarios, impidió la expansión de todo el
potencial desestabilizador del antiguo convento a la calle, y redujo a sus
entrañas el desarrollo cruento de los sucesos con su desenlace. A ese coronel
de la Benemérita auxilió su hijo, un joven teniente de Regulares quien luego,
en julio de 1936, habría de desempeñar un papel trascendental en el futuro del
poeta García Lorca, pues ejerció el mando del gobierno civil y militar
sublevado de Granada.
-¿Cómo es que se ve el periódico y la
sede de El Heraldo involucrado junto con “El Noticiero”…?
-La intuición y el ánimo de Ángel Chueca, inobservante de un planeamiento
operativo lógicamente eficiente (accesos a la población, comunicaciones
telegráficas y telefónicas, retención de autoridades), le llevó a clausurar
tales medios para impedir la salida de la prensa y demostrar el control
revolucionario sobre la libre información, lo cual otorgó a la tentativa un
plus de originalidad dentro de los episodios de la cadena histórica subversiva
española contra el poder constituido. Tales incursiones en los periódicos
fueron obviadas por Ramón J. Sender (precisamente él, que se forjó en ellos), a
cambio de fantasear aludiendo a las inexistentes tomas de las estaciones del
ferrocarril y de las sedes de Teléfonos y Telégrafos puntos de comunicaciones
telegráficas y telefónicas.
-Todo,
creo a mi entender estaba abocado al fracaso…
-Totalmente de acuerdo: era producto de una ilusionada
sustentación en el efecto de la acción consumada como imán remolcador de
voluntades, de una ligereza planificadora y de una improvisada conducción
operativa, pero acaba de estallar el mismo porque un redactor de El Heraldo,
Adolfo Gutiérrez, alerta a las autoridades….
En realidad,
actuaron diversos actores y voces en la propagación de la alarma ante lo que
estaba sucediendo en El Carmen, caso de otros periodistas locales, algunos
serenos municipales y varios agentes del Cuerpo de Vigilancia y Seguridad
(Policía), quienes difundieron por diversos canales y a distintos destinatarios
(Gobierno Civil y Militar, unidades castrenses) la existencia de turbulencias
violentas en la ciudad. Sin embargo, Adolfo Gutiérrez, en cuanto referente, fue
quien pagó las consecuencias.
-¿Qué hizo y hasta qué punto se involucró Adolfo
Gutiérrez para unos meses después fuese víctima de un atentado?
-Fue quien más resueltamente se opuso a Chueca y a la decisión de cerrar
rotativas, por lo cual fue señalado vengativamente en diciembre dentro del ya
notorio incremento de violencia ideológica zaragozana experimentada en 1920 a
partir del suceso subversivo. Las secuelas del atentado le mantendrían
agónicamente hasta febrero de 1921, en que falleció.
-Fue
una sublevación, pero de esto a decretar el “estado de guerra”, ¿cómo nos lo
puedes explicar?
-En realidad, el cuartel no se sublevó. El escasísimo número de
activistas no lo dominó y por ello no dispuso para el elemento civil un
establecimiento completamente resuelto a la operación revolucionaria. Pero las
autoridades castrenses, ante el sorpresivo conocimiento de la situación y las
dudas sobre su extensión y efectos, recurrieron al instrumento clave para
atajar tradicionalmente este entorno de crisis: el “bando de guerra”, mediante
el cual, el poder militar asumía todas las atribuciones del civil y sometía la
rutina ciudadana a las directrices de un mando único (el capitán general),
poseedor de toda la fuerza armada institucional (el Ejército y la Guardia
Civil) más la justicia (los tribunales militares en Zaragoza instruyendo
consejos de guerra).
-¿Qué fue del ideólogo de todo, Ángel Chueca?
-Murió, agitando un periódico y un revólver, de un certero disparo de la
Guardia Civil efectuado a través de la mirilla del portón de entrada desde el
exterior del cuartel.
-¿Qué les pasó a los soldados que
intentaron la sublevación?, ¿por qué fueron fusilados?
-Siete, que se mantuvieron hasta el final en El Carmen, fueron sumariados
y fusilados al amanecer del 10 de enero, jornada siguiente a la de los hechos.
Hubo pruebas irrefutables de sus participaciones en los asesinatos o en las
refriegas contra los mandos del cuartel que intentaban acceder desde la calle,
y a quienes negaron a tiros la entrada.
Oros seis desertaron y escaparon, y perseguidos por la Guardia Civil tres
fueron detenidos en la Venta de los Caballos – uno se suicidó en el momento de
la captura-, mientras que los otros pasaron definitivamente a Francia. Y en
julio de 1920, otros 28 –incluidos los dos capturados- y un paisano
comprometido (Gregorio San Agustín), no considerados en principio como
protagonistas subversivos principales, serían juzgados severamente, resultando
un par condenado a la pena de muerte (conmutada por el rey Alfonso XIII) y, en
conjunto, todos encarcelados con diversas vicisitudes en cuanto a castigo y
lugares de cumplimiento, Finalmente quedaron beneficiados por la amnistía de la
II República (mayo de 1931).
En esta represión promovida por los sucesos de enero, no habría que
olvidar la dirigida contra tres militares profesionales no comprometidos con
los rebeldes pero que mostraron negligencia durante los disturbios dentro de El
Carmen: dos sargentos como mandos directos de la tropa más el capitán de
servicio de día y suprema autoridad presente en la noche de autos (encausado,
encarcelado y expulsado del Ejército).
-¿Qué perfil presentaban éstos ?
-De entre los activistas, salvo el cabo Nicolás Godoy Beltrán (de vasta
cultura, con plaza ganada en Correos e hijo de un maestro que ejerció en Moyuela, y más limitadamente Pascual Gálvez (natural de Lécera), el resto era analfabeto y procedía de entornos
familiares humildes, de ambientes mayoritariamente rurales y de ámbitos
geográficos muy delimitados (aragoneses, asturianos, castellanos, catalanes y
valencianos).
-¿Qué objetivo tenía Chueca tras la toma del
cuartel…controlar la ciudad?
-En efecto. Una vez posicionados cañones frente a la Comandancia de la Guardia
Civil, al Gobierno Militar y al cuartel de Pontoneros (lugares muy próximos a
las esquinas de El Carmen), y sumada la tropa ingeniera y artillera, se
extendería la acción revolucionaria –en realidad sin precisar cómo- a otros
cuarteles y a la ciudad, y se entregaría la dirección del ya movimiento
revolucionario a un veterano socialista, Ángel Lacort.
-¿Se tomaban un poco las acciones sin
medir las consecuencias?
-Si, no hubo un planeamiento detallado ni una selección clasificada de
objetivos, ni tampoco se advirtieron las posibles repercusiones militares y
sociopolíticas ni las consecuencias terminantes que luego se darían.
Únicamente Chueca anunció su determinación para situarse en los aledaños
del cuartel, a la espera de ser contactado por el núcleo activista militar, y
previno a los conjurados para evitar las situaciones cruentas innecesarias, lo
cual no ocurrió dado que todo comenzó con el asesinato del alférez y del
sargento de la guardia de seguridad por cuatro soldados.
-La CNT, ¿apoyó esta sublevación?,
porque parece que no…
-Pues colectivamente, no. La acción revolucionaria fue obra de Ángel
Chueca y se circunscribió al núcleo de sus más íntimos afectos ligados a
aquella organización o corriente ideológica, puesto que ya desde mucho tiempo
atrás mantenía una actitud individualizada y desligada de las orientaciones
grupales anarquistas, además de que bebía de los ideales y ecos de la
revolución soviética. De ahí que, al igual que todo el entorno oficial civil y
militar, la CNT fuera sorprendida por el impacto de lo sucedido, cuestión que
reconoció en folletos clandestinos posteriores a los hechos en los que
reconocía y lamentaba la imposibilidad de ejercer una respuesta coordinada e
inmediata contra la condena a muerte de los artilleros rebeldes.
-De
todas formas, era una época convulsa y las sublevaciones y atentados estaban,
cómo decirlo, a la orden del día, ¿lo podemos calificar así?
-La violencia era un recurso más de la dialéctica política, se asumía con
tal significado y así pasó no solo en Zaragoza, Aragón o España, sino en el
entorno mundial, llegando, en el caso hispano, y como fenómeno sociológico
trascendental, a una guerra civil previas tentativas subversivas (diez años
después de El Carmen surgiría el movimiento revolucionario de Jaca y Cuatro
Vientos).
-Amigo,
explícanos ¿cómo fue el proceso de investigación y documentación para con la
escritura del libro?
-El primer paso,
localizar fuentes primarias y secundarias. El segundo, registrarlas,
clasificarlas, extractarlas y situarlas en función de criterios de validez y de
rigurosidad informativa. El tercero, apreciar las reflexiones, análisis y
creaciones precedentes sobre la cuestión, concluyendo sobre sus cualidades
también informativas. El cuarto, organizar la estructura del trabajo y
desarrollar una nueva aportación historiográfica sustentada en la confrontación
de los datos recabados en mi investigación con los expuestos hasta el momento
por otros autores, obteniendo conclusiones parciales que permitieran tanto
confirmar o rechazar sus interpretaciones y, también, señalar o distinguir las
fabulaciones escritas sobre el tema por testigos (corresponsales, participantes)
más artistas (literatos, ilustradores o autores cinematográficos). En
definitiva, bajo una determinación renovadora respecto a otros productos
anteriores, revisar, depurar, reconstruir y disponer para los lectores una
nueva aportación en forma de libro.
Tras este proceso
meramente investigador comenzó la fase descriptiva de los hechos, relatada en
estilo aséptico y con bisturí al objeto de constituir un texto de referencia
para historiadores o interesados.
Después, y ya en
una fase concluyente relacionada con el tema en sí (no sobre las fuentes como
ya he indicado), exponer mi propia reflexión y sumarla a todas las que han
conformado la historiografía sobre la rebelión de El Carmen hasta 2024: la
rebelión fue un suceso singular y referente en la historia subversiva española,
por ser protagonizada en exclusiva por
la tropa y lograr parcial éxito, no obstante algún precedente puntual aún más
efímero y reducido (el motín de la fraga Numancia, 1911), o las reacciones tras
el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Y, por último, entregar el producto
a Mira editores (Zaragoza) para la revisión estilística, y a La Central
(Huesca) para su maquetación gráfica, de lo que ha resultado una rica
miscelánea informativa, crítica, documental y gráfica, incluyendo no pocos
anexos desconocidos o mostrados por vez primera, el citado enlace al visual de Tramullas (Entierro
de las víctimas del cuartel de El Carmen),
y el facsímil completo de la embaucadora novela de Mariano Sánchez Roca
(más tarde un editorialista en la Cuba de la revolución comunista), titulada La sublevación del cuartel del Carmen. Unas
horas de gobierno soviético en Zaragoza
-Imagino que la hemeroteca es uno de
los principales instrumentos, es indiscutible ¿qué has encontrado? ¿Y qué
metodología de trabajo empleas?
-Desde luego es
fundamental pero no el único, máxime cuando hube de desarrollar un proceso de
cirugía verificadora sobre las editoriales de las distintas cabeceras y las
noticias difundidas por los corresponsales, tanto aragoneses como nacionales.
Se han añadido a ella otros instrumentos de carácter tan principal como los
periódicos: mapas, planos, proclamas y el excepcional documento visual (no
sonoro) compuesto por las tomas realizadas por José Antonio de Padua Tramullas titulado “Entierro de las víctimas del cuartel de
El Carmen”, al cual se puede acceder, gracias a las facilidades de la Filmoteca
de Zaragoza, mediante un código QR dentro del libro.
Por lo tanto, la
metodología de trabajo obedeció al propósito de recoger la mayoría de las
accesibles referencias primarias –fundamentalmente- y secundarias sobre la
temática. Estas, sustentadas en las reflexiones, investigaciones, análisis y
creaciones literarias y cinematográficas que trataban el asunto; aquellas,
recogidas en soportes audiovisuales, cartográficos, fotográficos,
hemerográficos y documentales depositados en archivos de Defensa y de la
Administración civil –incluyendo colegios notariales, registros civiles y
filmotecas, caso de las de Madrid y la citada de Zaragoza)-.
-Juan
José hace ya un tiempo de este libro, pero ¿nos puedes decir en qué estás
metido ahora…nos puedes dar alguna pista?
-Desde el punto
de vista de la “subversión” violenta contra el poder en España, la búsqueda de
otros episodios o la actualización de los ya tratados (por ejemplo, los
contemplados en mi tesis “La subversión contra la Dictadura de Primo de
Rivera”).
Desde el terreno
del patrimonio cultural, continuar con mi línea de divulgación y de
intervención para evitar que sea utilizado como una herramienta
desestabilizadora en los conflictos armados. Este año de 2024 se celebra,
precisamente, el 70º aniversario de la Convención de la Haya sobre la
protección de los bienes culturales.
Y desde el
historiador ligado a la cultura, la vindicación y la disección historiadora de
un suceso envuelto y deformado por mitos, leyendas y fantasías: la Armada
Invencible. Por cierto… ¿Mas de las Matas fue deforestado para aquellos barcos
que zarparon de Lisboa en 1588? No sería de extrañar si atendemos a la
recurrente fabulación, vigente en no pocos lugares, de que España quedó talada
para construir las galeazas, galeras, galeones, naos, zabras, filibotes y urcas
de aquella expedición naval que se enfrentó a otros barcos y tripulaciones en
el Canal de la Mancha pero, épica y excepcionalmente,
a las furias de los elementos en el Atlántico norte…
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)