Cazarabet conversa con...   Carlos Casas Nagore, autor de “Camineros, de la senda a la autovía. Carreteras de Teruel” (Instituto de Estudios Turolenses)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El mundo de las Carreteras de Teruel visto, sentido y descrito por Carlos Casas Nagore.

Lo edita el Instituto de Estudios Turolenses desde su colección Monografías Turolenses, 18.

La sinopsis, aquello que nos cuenta el Instituto de Estudios Turolenses:

Abandonados los excelentes caminos romanos, la senda fue durante siglos el lazo habitual que permitió la comunicación entre pueblos y ciudades y la mula el animal de carga típico en España. Los puentes eran un lujo que se reseñaba en las guías camineras. La evolución desde la senda hasta las modernas autopistas ha sido brutal, pero muy reciente. Hasta 1761 el Estado no asumió la construcción de carreteras y en la provincia de Teruel el proceso constructivo fue muy lento y tardío. Estas primeras carreteras se diseñaron pensando en sus usuarios, carros tirados por tracción animal. No importaba el radio de las curvas, siempre que la pendiente fuera pequeña. La revolución del automóvil lo cambió todo, ya en el siglo XX.

El presente libro trata sobre la historia de las carreteras en la provincia de Teruel. Recuerda a quienes recorrieron sus sendas y caminos durante siglos, a los peligros y penalidades que sufrieron y a sus lugares de descanso. Un capítulo está dedicado a los puentes de piedra, que aliviaron el paso por determinados lugares. También evoca a quienes conservaron históricamente sus carreteras, los sacrificados peones camineros. El resto es la historia de la construcción de la red viaria que estructura la provincia, desde el primer tramo de carretera finalizado hacia 1802 entre Teruel y el puerto de Escandón hasta la autovía Mudéjar, sin olvidar aquellas grandes obras que todavía están pendientes de construir a día de hoy. En el fondo, es una historia de esperanzas y de muchas decepciones.

 

El autor, Carlos Casas Nagore:

Nacido en Pamplona en 1954. Desde hace más de 60 años reside en Teruel.

Ingeniero de caminos, canales y puertos (Universidad Politécnica de Valencia).

Hasta mayo de 2019 ha sido jefe del Área de Conservación y Explotación de la Unidad de Carreteras de Teruel, del Ministerio de Fomento.

Ha participado como ponente en más de 50 congresos y jornadas técnicas. La mayor parte de las ponencias se han referido a la gestión del mantenimiento de carreteras. Hay que añadir numerosas conferencias relacionadas con el patrimonio e historia de las obras públicas.

Es miembro del Comité sobre el Valor Patrimonial e Histórico de Carreteras, de la Asociación Técnica de Carreteras.

Fue impulsor y creador de los contenidos del Museo de Carreteras de Teruel, del Ministerio de Transportes.

Museo de Carreteras de Teruel (1) | Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible

Museo de Carreteras de Teruel (2) | Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible

Ha publicado numerosos artículos en publicaciones técnicas de carreteras y en revistas relacionadas con la historia del patrimonio carretero. Mantiene el blog https://historiasdecarreteras.com/, con más de un centenar de artículos. Autor del libro “Camineros, de la senda a la autovía”, sobre la historia de las carreteras turolenses y de “Flor de Aliaga”, poemas breves sobre paisajes de Teruel.

Posee la Cruz de Oficial del Mérito Civil, la Medalla al Mérito Profesional del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, es socio de mérito de la Asociación Técnica de Carreteras y Medalla de Honor de la Carretera, de la Asociación Española de la Carretera.

 

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Carlos Casas Nagore:

 

-Carlos, aunque nos lo imaginemos, ¿nos puedes explicar el porqué de este libro? Me da la sensación de que este libro lo has ido escribiendo o elaborando, de una forma u otra, quizás pensando y reuniendo material desde tu lugar de trabajo, ¿no? ¿qué nos puedes decir al respecto?

 

-He trabajado durante 34 años en la conservación de la red de carreteras del Estado en la provincia de Teruel, provincia que llevo en el corazón pues vivo en ella desde que tenía siete años. El trabajo diario te hace querer especialmente esas infraestructuras y apreciar el valor patrimonial e histórico que algunas carreteras tienen. He coincidido con compañeros que sentían ese mismo aprecio y durante años hemos ido preservando y recuperando elementos de interés que se iban a perder e historias relacionadas con los caminos y carreteras. De hecho, la primera tarea que nos propusimos llevar a cabo fue intentar guardar la memoria de las ventas que salpicaban los principales caminos.

 

-Porque aquí se ve, se nota, se palpan muchas horas de trabajo, de documentación, de ir a lugares y de recorrerte nuestro territorio para, también, contrastar datos, los recopilados para construir un libro magnífico…

 

-Han sido muchas horas de trabajo. No obstante, el embrión del libro es el trabajo que una serie de personas, entre las que quiero destacar a Modesto Pascual, nos planteamos llevar a cabo para conseguir abrir en Teruel el único museo de carreteras que hoy existe en España. A mí me correspondió redactar los contenidos históricos de los numerosos paneles informativos que tiene. Ese objetivo me obligó a buscar mucha información, a visitar muchos lugares de la provincia y a bucear durante horas por la prensa histórica y la Gazeta de Madrid. Teruel tiene un problema añadido, y es que durante la última guerra civil se destruyeron todos los archivos de la Jefatura de Obras Públicas, perdiendo una información preciosa sobre el desarrollo de la red carretera de la provincia.

 

-En este libro el documento gráfico cobra una dimensión muy potencial e importante para entender aquello que nos cuentas, ¿verdad?

 

-En realidad, la idea original era casi la de un foto-libro. El primer original que entregué al Instituto de Estudios Turolenses tenía casi un millar de fotos comentadas. No obstante, posteriormente hubo que ceñirse a los condicionantes de la colección a la que el libro pertenece, por lo que fue obligado reducir esa cantidad inicial de fotos. Aún así, se mantienen las fundamentales.

 

-¿Ha sido muy difícil conseguir las fotografías?

 

-Soy aficionado a la fotografía, y casi siempre he llevado una máquina conmigo. Durante años de trabajo he obtenido numerosas fotografías de lo que me parecía interesante. Por otra parte, aunque su volumen gráfico es escaso, he tenido acceso a los expedientes de la Unidad de Carreteras de Teruel. Finalmente, en los últimos años, la digitalización de muchos archivos oficiales ha sido fundamental para poder acceder con mayor facilidad a los contenidos.

 

-¿Qué hay de las sendas a las autovías en esta provincia de Teruel…?

 

-Doscientos años. Puede parecer sorprendente, pero salvo alguna excepción, hasta la segunda mitad del siglo XIX no se construyeron las carreteras “modernas” en la provincia de Teruel. Los textos que nos han llegado de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX coinciden en la queja común por la inexistencia de caminos decentes en la provincia y porque la mayoría de comunicaciones entre poblaciones se hacía por sendas, muchas de ellas intransitables en invierno. No era un fenómeno único de esta provincia: lo sufrían casi todas las de España.

 

-Teruel es una provincia que esconde muchos lugares encantadores y exquisitos, pero muchas veces, estos se encuentran en los lugares intrincados, casi camuflados… ¿crees que Teruel ha sido una provincia difícil de comunicar desde sus sendas a las autovías pasando por caminos, carreteras secundarias, terciarias, carreteras nacionales…?

 

-Salvo los dos corredores históricos de la provincia (el del Jiloca-Mijares y el de Zaragoza al Bajo Aragón), el resto de la provincia tiene un relieve complicado, que efectivamente ofrece unos tesoros paisajísticos muchas veces ocultos. No obstante, para los ingenieros del siglo XIX no fue obstáculo para la construcción de las carreteras, la mayor parte de tercer orden. En el siglo XIX las carreteras se construyeron para sus usuarios (arrieros, valijeros, algunos ganaderos, militares y poco más). Estos usuarios necesitaban unas carreteras en las que no importaba si había curvas cerradas (su velocidad era de una legua por hora, como mucho), pero en cambio exigían unas pendientes limitadas. Daba igual que la carretera tuviera que dar un rodeo, pero era imprescindible que no tuviera inclinaciones por encima de un 6 o un 7 por ciento. No pensemos solo en las cuestas, penosas para animales de tiro: el problema real eran las bajadas, en las que se registraron muchos accidentes al no poder controlar a los animales. Por otra parte, en el siglo XIX era costosísimo el movimiento de tierras, de modo que la mayor parte de nuestras carreteras se construyeron “a media ladera” en las zonas complicadas, es decir, extendiendo en la misma sección lo excavado en su otra mitad. Basta observar el tramo entre Aliaga y Camarillas o entre Ejulve y el Cuarto Pelado para darse cuenta de la capacidad que tuvieron los ingenieros para trazar una carretera por lugares casi imposibles.

 

-Las sendas y caminos eran o fueron el principio, pero desde el principio éstas deberían de mantenerse y aquí aparece la importante figura de “los peones camineros” …esos que, aún ahora, con trajes reflectantes arreglan y van manteniendo en forma la red de carreteras…

 

-Hay que decir que hasta la construcción de las primeras carreteras “modernas” los que teóricamente se encargaban de mantener los caminos eran los propios ayuntamientos. En realidad, no se cuidaba ninguno, salvo en momentos puntuales coincidentes con algún viaje real o de personajes importantes.

El primer real decreto que ordenó construir carreteras en España a cargo del Estado fue de 1761 (Carlos III). Como es sabido, de este real decreto nació la red radial española. Solo seis años después apareció una primera norma de defensa de estas primeras carreteras y hacia 1781 se creó el Cuerpo de Camineros por parte del Conde de Floridablanca. La organización se basó en encargar a cada peón un tramo de carretera (en sus inicios, normalmente una legua), que recorría a pie y reparaba con unas pocas herramientas, eso sí, durante todos los días del año y de sol a sol.

En la década de 1960, a raíz de un informe para España a cargo del Banco Mundial, se exigió modernizar la conservación de las carreteras y se procedió a reunir a estos camineros aislados en brigadas, dotadas de maquinaria. Fue un avance tremendo y para los camineros supuso una mejora importante en sus vidas, ya que pasaron a ocupar viviendas junto a los nuevos parques de maquinaria, ubicados en localidades importantes.

A partir de la década de 1990 los camineros, propiamente dichos, desaparecieron. Sus tareas las asumieron otros trabajadores en régimen laboral. En el caso del Estado, el inicio del siglo XXI dio paso a la conservación contratada, la denominada “conservación integral”, a cargo de empresas más o menos especializadas. Son los trabajadores que ahora vemos en las carreteras, dotados cada vez con más medios de seguridad, como es lógico.

 

-La provincia de Teruel tiene, seguro, sus “puntos negros” en cuanto a los accidentes de tráfico, ¿cuáles son? Se pueden y deben prevenir, ¿qué papel aquí juegan los técnicos y responsables? . Coméntanos algunas de las correcciones que crees o sin creer sabes que han salvado vidas…

 

-Hoy día se habla más de “tramos de concentración de accidentes”, que son aquellos tramos de carretera que sufren más accidentes que otros con características similares. Teruel ha tenido alguno en su red, pero hay que decir que menos que la media. Normalmente se detectan mediante estadísticas de accidentes y suelen ser corregidos mediante obras de mediana importancia (mejora de intersecciones, supresión de algunas curvas, etc.).

La lucha contra la accidentalidad en carretera lleva ya mucho tiempo y los resultados han sido positivos durante muchos años, si bien, por desgracia, parece haberse estancado la disminución de accidentes. En ese buen trabajo han participado varios actores: una legislación más dura, el control de alcoholemia y de drogas, el buen trabajo de la guardia civil, la mejora de muchas carreteras, el mayor rigor de las normas técnicas, el avance tecnológico de los vehículos, etc. En lo que respecta a carreteras, siempre ha habido dos tipos de acciones. La primera ha sido la mejora general de la red y de los sistemas de contención, que está relacionada con inversiones importantes. No obstante, hay otro tipo de acciones muy relacionadas con la gestión en el propio territorio, como son un cúmulo de pequeñas actuaciones de bajo coste, obtenidas mediante una serie de inspecciones permanentes de la red y el análisis del comportamiento de los conductores y de los pequeños detalles que pueden agravar un accidente. Estas actuaciones de bajo coste son fundamentales. Recuerdo varias campañas de inspecciones que llevamos a cabo hace unos años en Teruel (en la red estatal), desde el estudio de todos los márgenes cada diez metros hasta el análisis de zonas concretas, amén de la revisión periódica del estado de todos los elementos de la carretera. Por ejemplo, en el caso de salida de la vía de un vehículo, el accidente puede ser gravísimo si se encuentra con la obra de drenaje de un simple paso de acceso a una finca. En la provincia de Teruel se idearon hace más de veinte años unos sistemas que evitaban ese choque frontal. Luego han sido copiados en el resto de España.

 

-Los caminos de Teruel en un principio eran habitados por diligencias, caballerías, galeras—transportes para mercancías tirados por la fuerza animal--… pero todo debía ser lento y tedioso, ¿no?

 

-El recorrido diario, salvo en los casos de la posta y la diligencia, era de unas siete leguas, a una velocidad de una legua, o menos, a la hora. Efectivamente, era tedioso. Ir de Mas de las Matas a Teruel era una aventura de cuatro días…

Por otra parte, las diligencias solo pudieron funcionar cuando hubo carreteras, y su periodo fue fugaz, pues el ferrocarril las desplazó pronto (en los privilegiados lugares donde llegó, claro). En la provincia de Teruel hubo pocos servicios de diligencia, y todos ellos en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX.

 

-Ahora el peligro o los peligros son la velocidad, las prisas, las drogas, el alcohol o el andar entretenidos con el móvil…pero antes en los caminos con qué “enemigos se encontraron”?

 

-Viajar antes de la aparición del automóvil era una aventura. Los caminos eran horribles, las cuestas eran penosas, se estaba muchas horas a la intemperie, en descampados, con peligro de insolación, de falta de agua, de lluvias y granizos, de la caída de rayos… Un caso especial eran las nevadas, en las que se perdía todo rastro del camino. Se narran muertes por congelación. A esto hay que añadir el riesgo, en muchos periodos de inestabilidad social, de encontrarte con cualquier malhechor… Existen muchos relatos de viajeros y todos coinciden en el riesgo de salir de casa.

 

-Hoy como ayer también estaban “esos puntos negros” que no dependían de lo citado en la anterior pregunta sino más bien del mal estado del firme…

 

-Antes de la llegada del automóvil se produjeron más accidentes de los que se piensa. De los casos que he estudiado, el origen de casi la tercera parte fue la espantada de la propia caballería y la dificultad para controlarla. En un sesenta por ciento de los casos el accidente grave tuvo que ver con el vuelco del carro o con un atropello. Es curioso que la tipología de atropello más común fue la causada por el propio carro, en la mayor parte de los casos previa caída del viajero o al apearse para intentar controlar a sus animales.

Tal era el temor a los tramos descendentes de aquellos penosos caminos que en varios relatos citan sus autores que, sistemáticamente, se bajaban del carro en ellos y los recorrían andando.

 

-¿Cómo se vencían los “accidentes” que afectan a una conducción segura: cuestas, peraltes, badenes, los vados…?

 

-Los ingenieros de comienzos del siglo XX se encontraron con que todas las carreteras se habían construido para carros, para circulación muy lenta. La velocidad creciente de los vehículos planteó modificaciones muy serias en las carreteras, que tardaron muchos años en conseguirse. Ahora ya no era tan importante controlar las pendientes, pero sí el trazado en planta de la carretera. Las curvas debían tener radios mucho mayores y ser peraltadas para evitar el deslizamiento del vehículo. Además, era necesario controlar la transición desde la recta a la curva, para evitar que la fuerza centrífuga propia del tramo curvo apareciera bruscamente. Los sistemas de contención tuvieron que modificarse. Apareció la necesidad de señalizar peligros, de regular la velocidad en las travesías y, especialmente, de mejorar el firme de las carreteras, que en el siglo XIX eran de macadán recebado. En la primera década del siglo XX se efectuaron los primeros tratamientos con asfalto, pero para llegar a que la rodadura de toda la red fuera bituminosa hubo que esperar más de setenta años…

 

-Teruel es una provincia dura climatológicamente hablando y eso, seguro, ha condicionado mucho al mejorar caminos y carreteras…- En invierno, ¿os echabais un poco a temblar?

 

-En tiempos sí; ahora parece que nieva menos y paradójicamente se tienen más medios. La evolución de la vialidad invernal ha sido espectacular, pero bastante reciente. En España, la utilización de vehículos quitanieves fue tardía. En la década de 1960 se adquirieron quitanieves para mantener el servicio en las principales carreteras y no solamente para los peores pasos de montaña, que contaban con alguna desde la posguerra. También se adquirieron máquinas auxiliares. En el museo de Carreteras de Teruel se exponen diversas cuñas y una antigua máquina dinámica, así como un curioso calentador de motores, tan necesario para arrancar los camiones que habían quedado a la intemperie después de una jornada de trabajo. Hubo que esperar hasta 1975 para que el ministerio organizara los servicios de vialidad invernal. Hacia 1990 la red de carreteras del Estado contaba con menos de diez camiones quitanieves en nuestra provincia. A partir de entonces fue creciendo la necesidad de actuar en tiempo real, incluso por la noche; aumentaron los medios y la disponibilidad de fundentes a lo largo de la red. También mejoraron los sistemas de información, y de hecho la autovía A-23 fue pionera en disponer cámaras en tiempo real a lo largo de todo su recorrido provincial.

 

-Además de las “casas de los peones camineros”, de las ventas, fondas, posadas, peirones, puntos kilométricos, algunos aljibes…todo esto son “edificaciones típicas” a encontrarse cerca de un camino, carretera, háblanos un poco, sobre todo de las casas de los peones.

 

-Antes de la llegada del automóvil, el viajero se podía alojar en fondas y posadas (en el interior de las poblaciones) y en las ventas. Estas últimas salpicaron los principales caminos y salvaron cientos de vidas. Muchas de ellas eran en la práctica masías, que podían dar servicio a arrieros y caminantes.

Respecto a las casillas de peones camineros, fueron construidas ya desde el siglo XVIII, a la par que se construían las carreteras que necesitaban ser conservadas. En la provincia de Teruel hubo que esperar más, ya que nuestras carreteras llevaron cierto retraso constructivo.

En su origen eran casillas dobles, es decir, para alojar a dos familias de camineros, y la mayor parte estuvieron ubicadas fuera de las poblaciones. Cada vivienda tenía un hogar y dos alcobas, y en la parte trasera la mitad del patio o corral. El modelo de casilla fue aprobado en 1859 y prácticamente todas se construyeron siguiendo ese diseño.

Cerca de Luco de Jiloca se mantuvo una casilla que acondicionamos hace unos años con muebles y paneles explicativos para que quien la visite pueda comprender el trabajo y la sufrida vida de los peones camineros. En la web del Ministerio de Transportes se reseña la manera de poder visitar esta casilla.

 

-Por cierto, siempre que veo las casas de los camineros o las ventas, me entra cierta tristeza…ya todo es, como mucho, recuerdo y con suerte, recuerdo documentado o físico y solitario, ¿no?

 

-Da mucha pena.

Respecto a las ventas, solo unas pocas se han convertido en restaurantes y mantienen el servicio al viajero; otras pocas se han rehabilitado como masías o casas particulares. Sin embargo, la mayor parte de las ventas se encuentran en ruinas o han desaparecido, engullidas al mejorar las propias carreteras que les habían dado vida. Entre esas ruinas hay un buen cúmulo de vivencias de nuestros antepasados. Además, algunas ventas fueron testigos de acontecimientos históricos. Sin ir más lejos, la venta de la Jaquesa fue aduana desde el siglo XIV, lazareto en algunos momentos del XIX y en ella se fraguó el golpe de Estado a favor del absolutismo por parte de Fernando VII. Semejante patrimonio histórico no ha servido para que cada día empeore su ruinoso estado.

Las casas de camineros quedaron deshabitadas en la década de 1960, cuando se crearon las brigadas de conservación que aglutinaron a todos los camineros. Con el tiempo se fueron degradando y el colmo llegó años después cuando el propio Estado ordenó su demolición. Solo se salvaron unas cuantas, con la excusa de que se utilizaban para guardar útiles o materiales para conservación.

 

-Las calzadas romanas, ¿qué importancia tienen en las actuales redes de caminos, carreteras…? ¿Bajo qué criterios actuaban los romanos para ir tejiendo su particular red de comunicaciones? ¿Qué ejemplo o ejemplos habría que ir a ver si queremos ver “restos romanos” que además impliquen a cómo concebían el comunicarse entre ellos?

 

-Ahora mismo, ninguna. En su día estructuraron un territorio con una distribución humana muy distinta de la actual.

A finales del siglo XVIII, en plena Ilustración, muchos ingenieros militares y arquitectos a los que se les encomendaba la construcción de las primeras carreteras “modernas” pusieron la vista en los restos de calzada que aún se podían identificar en España, y de hecho copiaron en parte su firme. Por cierto, es muy equivocada la imagen de una calzada romana con losas en su superficie en tramos no urbanos. Una calzada romana era lo más parecido a un buen camino rural de hoy día, y su firme (gran mérito de los romanos) se componía de varias capas de piedra más o menos gruesa y de zahorras naturales. Nadie aguantaría en un carro un buen trecho con losas…

Hoy día quedan pocos restos de calzadas en su estado más o menos original. La confusión histórica de buscar caminos con losas en la superficie ha causado la destrucción de muchos tramos de auténticas calzadas, por puro desconocimiento. Lo peor es que en los últimos años se ha incrementado el daño, causado por la construcción de nuevas infraestructuras y por parcelaciones agrarias.

Para ver un tramo, tal cual eran estas calzadas, recomiendo visitar el que se ha preservado y acondicionado para ser visitado en la provincia de Soria, junto a la autovía A-11 cerca de Calatañazor.

Por desgracia, en la provincia de Teruel no se ha descubierto por el momento ningún tramo original, aunque es muy probable que la esquiva calzada XXXI del Itinerario de Antonino pasara por ella.

 

-Lo de los “puentes romanos merece capítulo aparte, ¿no? ¿cómo eran esos puentes?

 

-Los puentes romanos estaban integrados en la calzada a la que pertenecían. Hay varias características que permiten distinguirlos, destacando las siguientes:

La anchura de puente es habitualmente superior a 4,50 metros; precisamente la anchura de los puentes es una de las principales características que distinguen a un puente romano de uno medieval e incluso moderno. Raramente los puentes medievales llegan a los 4 metros de anchura, todo lo contrario que los romanos.

La rasante era horizontal o ligeramente alomada de la plataforma; es otra característica fundamental para distinguir un puente romano de otro medieval o moderno. La pendiente de la rasante de los puentes romanos raramente supera el 3%, mientras que la tipología clásica de los puentes medievales presenta un acusado “lomo de asno”, con fuerte pendiente.

Normalmente la sillería es almohadillada, lo que ofrece una estética peculiar y distintiva de las obras romanas.

A lo anterior, se puede añadir la presencia de hiladas alternas de sillares a soga y tizón, que en algunos casos hay huellas de grapas en forma de cola de milano, los agujeros en los sillares para las pinzas de elevación y, en general, la uniformidad del espesor de la rosca de las bóvedas.

Por cierto, en la provincia de Teruel no quedan restos de ningún puente romano. De hecho, en la península ibérica no llegan a cuarenta los puentes que al menos conservan algo de su origen romano. No sucede lo mismo con los publicitados por motivos turísticos: los hay a cientos, aunque no sean romanos.

 

-La época medieval con sus caminos y puentes ¿qué copian o siguen aplicando del paso de los romanos?

 

-Prácticamente nada. Antes de finales del siglo XVIII pocos caminos fueron construidos o mantenidos. Sí que fue importante la construcción de puentes para salvar los “malos pasos”, aunque estos puentes eran aislados, a veces comunicados antes y después por simples sendas. En la provincia de Teruel hay más de setenta puentes de tipología medieval o moderna, muchos completamente aislados y alejados de la población más próxima. Tienen algo en común: están en parajes excepcionales y la mayor parte son preciosos. Son los denominados “puentes sin ingeniero”, y no en un sentido despectivo, sino porque fueron obras maestras construidas por la gente del lugar. No hay dos iguales.

 

-Siempre me ha llamado la atención el Camino de los Pilones entre Allepuz y Villarroya de los Pinares, ¿qué nos puedes decir?, porque tiene muchísima potencia y seguro que va más allá de “lo visual”, ¿no?

 

-Tenemos que remontarnos al mes de febrero de 1585. El rey Felipe II se dirige con toda su corte de Madrid a Zaragoza, por el antiguo camino real para carros, que pasaba por Alcolea del Pinar, Maranchón, Balbacil, Concha, Tartanedo, Tortuera, Embid, Used, Daroca, Mainar y por el puerto de San Martín llegaba a Cariñena. En Alcolea del Pinar les cae una gran nevada y pierden el camino. El cronista Cock relató que si no es por la gente de los pueblos se hubieran extraviado en medio del temporal (¡la Corte de todo un imperio!). Al año siguiente, Felipe II emitió una pragmática para que en los puertos y zonas montañosas se dispusieran pilares para guiar al indefenso caminante en épocas de nieve. Lo había sufrido en carne propia.

Esta pragmática se mantuvo durante varios siglos y de hecho fue incluida en las recopilaciones legislativas del XVIII, ya con los Borbones.

Los pilones del itinerario de la Lana es probable que pertenezcan al siglo XVIII y no se limitan al tramo entre Allepuz y Villarroya de los Pinares. Los hay también en el ascenso a Cabigordo desde Corbalán, en las inmediaciones de El Pobo, entre Fortanete y la Iglesuela del Cid y en el puerto de las Cabrillas, entre esta última localidad y Portell de Morella. Tienen una peculiaridad: su tipología es similar en todo su largo recorrido.

El tramo de pilones entre Allepuz y Villarroya de los Pinares es el más conocido porque es uno de los escasos BIC relacionados con caminos. Ahora bien, esta declaración debería extenderse al resto de pilones de este antiquísimo itinerario.

 

-¿Había antes de la construcción de carreteras como una legislación sobre la red de caminos? ; ¿cómo se trazaban los nuevos caminos o las modificaciones sobre los de otras épocas pretéritas?

 

-El primer libro técnico español sobre carreteras es de 1755. En esa época ya se había construido la primera carretera “moderna” española, entre Reinosa y Santander.

Con anterioridad hubo muy poca legislación, y casi toda estaba relacionada con la defensa de los caminos.

La realidad es que prácticamente no se construyeron caminos nuevos durante muchos siglos y que se mantenían a duras penas los existentes. Basta leer informes como el de Campomanes (finales del XVIII) para darnos cuenta del abandono de la red viaria, incluyendo los puentes, muchos en muy mal estado.

 

-¿Qué senda o sendas;¿camino o caminos y carreta o carreteras han marcado un antes y un después para que Teruel estuviese mejor comunicado? —seguramente que comunicar el Levante, Valencia y Sagunto con Teruel significó un antes y un después—

 

-En la provincia de Teruel ha habido históricamente dos corredores viarios importantes: el de Zaragoza a Valencia por Teruel y el de Zaragoza a Vinaroz por Alcañiz. Ambos fueron habitualmente frecuentados y figuran en todos los libros de itinerarios y de caminos publicados a partir del siglo XVI.

Ahora bien, ambos itinerarios tienen una desgracia: son transversales, en un Estado que ha implantado desde el XVIII una red radial. Es increíble, pero en los primeros planes de carreteras, ya en el siglo XIX, eran carreteras de segundo orden. Teruel solo tuvo dos carreteras de primer orden en ese siglo: la de Alcolea del Pinar a Tarragona y la de Tarancón a Teruel. El motivo era obvio: se trataba de carreteras de dirección radial.

La carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona levantó muchas ilusiones en la parte central de la provincia, pues tenía una vocación clara de comunicar Madrid con Barcelona por nuestra provincia. Ahora bien, la ilusión duró poco, pues para cuando se terminaron las obras ya existían la carretera y el ferrocarril por Calatayud y Zaragoza. De la de Cuenca a Teruel casi es mejor no hablar.

En general los retrasos fueron importantes. La carretera entre Teruel y Sagunto se inició en 1791 y terminó nada menos que 71 años después… La autovía A-23 se construyó cuando ya todas las provincias españolas disponían de este tipo de infraestructura… La autovía A-68 aún está sin construir en nuestra provincia…

 

-¿Qué comarca de Teruel ha dado o crees que ha ido dando siempre más quebraderos de cabeza  a la  hora de estar debidamente comunicada  y cuál ha sido más fácil a la hora de comunicar?

 

-En mi opinión la peor parada ha sido el Maestrazgo, donde se retrasó notablemente la construcción de sus carreteras de acceso y nos metimos en el siglo XX para su terminación. También en mi opinión, la más sencilla ha sido el Jiloca, corredor natural desde la antigüedad.

 

-¿La verdadera revolución en los caminos y carreteras se da a partir del siglo XIX y sobre todo en el XX? .-¿Cómo difieren las maneras de hacer en  las carreteras de aquellos tiempos a los actuales?

 

-Las carreteras del XIX se construyeron para tracción animal y bajas velocidades. En el libro cito algunas pistas para descubrir algún tramo de carretera construido antes de la aparición del automóvil. En resumen, las carreteras del XIX eran estrechas (normalmente, de seis metros de anchura contando los paseos), con curvas de pequeño radio en zonas montañosas, pendientes limitadas al 6% o el 7% y sus puentes suelen ser de piedra hasta la guerra civil. Además, tuvieron una característica propia: apenas tienen desmontes o terraplenes. Se construía a media ladera, huyendo del transporte de tierras, que era carísimo (se efectuaba mediante serones o en carretillos).

Precisamente el desarrollo de la maquinaria de obras públicas durante el siglo XX es lo que ha cambiado radicalmente la forma de construir las carreteras, permitiendo un mejor trazado (que por otra parte necesitan los automóviles) y perfeccionando las técnicas y el rendimiento de la construcción de firmes. Por su parte, el desarrollo del hormigón armado y del pretensado en el siglo XX ha cambiado radicalmente la tipología de los puentes y de las obras de drenaje.

 

-¿Se nota, demasiado y normalmente más para mal,  el “peso de la política” cuando se está al pie del cañón año tras año?

 

-En el caso de las carreteras del Estado no he vivido ese peso en la actividad diaria.

Sí que se ha notado, y mucho, en lo relativo a la planificación de las infraestructuras. Es probable que el último plan de carreteras bien redactado, con suficientes estudios técnicos previos, haya sido el de 1984 a 1991. Después han existido diversos planes de infraestructuras, pero nunca han estado consensuados por los principales grupos políticos y en su desarrollo práctico ha influido mucho el peso político del territorio. Así nos va en las provincias con menor población…

 

-A recordar, también, los míticos autobuses que comunicaban lugares y que han dejado en la memoria algo muy, muy marcado, ¿verdad? —el Caimán, por ejemplo, es recordado por esa comunicación entre Alcorisa con Cantavieja—

 

-Sorprende la prontitud con que se desarrolló el transporte en autobús. Aparecieron muy pronto diversas líneas que estructuraron las principales localidades de la provincia. Hoy día vemos las fotos de esos autobuses y el ambiente a su alrededor con mucha curiosidad y con la nostalgia de cuando un viaje era una aventura y un motivo de convivencia humana.

 

-Una vez pasada la guerra civil y el período más duro de la posguerra cuando llega el desarrollismo, también llega la modernización, fue como “un boom”, pero se tuvo en cuenta, lo suficiente, la seguridad?; pero lo más importante es, siempre, acondicionar y mantener, así como amoldarse a las nuevas exigencias…debe saberse hacer eso tanto o más que lo primero?

 

-La posguerra fue muy dura para todo, y también para las infraestructuras. La guerra civil se ensañó con las jóvenes carreteras de la provincia y en especial con sus puentes. Teruel está entre las cuatro primeras provincias en cuanto a destrucción de carreteras durante la contienda.

En los veinte años que siguieron a la guerra las actuaciones fueron puntuales, primero de reconstrucción y después con pequeñas obras muy limitadas.

El auténtico impulso se dio a partir de la década de 1960, después del informe del Banco Mundial para España. En esa década se desplazaron a Estados Unidos unos cuantos ingenieros españoles y gracias a su experiencia se aprobaron las primeras normas técnicas de muchas materias. Aumentó la calidad en la construcción, se reguló la señalización, se mejoró la norma de Trazado, se implantaron los primeros controles de calidad… Ahora bien, en esa época de mejoras la seguridad no llevó el desarrollo en paralelo. Fue a mediados de la década de 1990 cuando se convirtió en una obsesión y se mejoraron técnicas y sistemas de contención y se adecuaron intersecciones y puntos singulares.

A partir de la década de 1980 la conciencia sobre la seguridad de los propios trabajadores y de los conductores llegó a los tramos en obras. Se pasó de unas pocas señales y escaso balizamiento a todo lo que vemos hoy día, por pequeña que sea la obra.

 

 

_____________________________________________________________________

Cazarabet

Mas de las Matas (Teruel)

http://www.cazarabet.com

info@cazarabet.com