La
Librería de El Sueño Igualitario
Un libro, editado por Anthropos
Editorial, desde la pluma de Andrés Piqueras y que trata sobre la destrucción
de la sociedad y la naturaleza por el capital.
Forma parte de la Colección Siglo Clave de
esta editorial que “presenta una selección de las mejores obras teóricas del
siglo XX dentro del campo de las humanidades: Filosofía, Antropología, Ciencias
Sociales, Historia, Artes, Literatura, Lingüística, Estilística, Psicología,
Pedagogía….
¿Qué es aquello que nos cuenta la editorial?
El libro explica que las tres categorías
fundamentales del capitalismo, el «trabajo asalariado», el «valor» y el
«capital», han entrado en una crisis con escasas posibilidades de retorno. Esto
hace al sistema emprender un camino de destrucción social y ecológica. De
hecho, en la actualidad el parco crecimiento de las economías centrales se debe
principalmente al proceso de «autofagocitación» o
colonización interna que emprende el capitalismo. En concreto, en el texto se
lleva a cabo una explicación histórica de cómo la tríada «automatización-financiarización-desposesión» está minando las formas de
sociedad heredadas del capitalismo maduro «regulado». Al destruir la sociedad y
sus bases de subsistencia energética este modo de producción se pone en peligro
a sí mismo.
Son parte de “Los Cuadernos A· que organizan y
centran su argumento en el proceso social de la comunicación del conocimiento
en sus diversos niveles de utilidad y verificación operativa, tanto en el
ámbito académico y universitario como en el profesional.
Quieren establecer un nexo continuo entre
investigación, formación y ejercicio social de la profesión, ofreciendo
instrumentos y materiles adecuados para una
renovación permanente de la información científica y cultural en sus ámbitos
conceptuales, teóricas y experienciales y asimismo
sugerir nuevas lecturas de los textos clásicos.
El autor, Andrés Piqueras:
Profesor Titular de Sociología de la
Universidad Jaume I de Castelló, donde fue director del Observatori
Permanent de la Inmigració.
Ha dirigido diversos cursos de doctorado y de máster sobre Desarrollo.
Actualmente es miembro del Observatorio Internacional de la Crisis. Autor de
numerosas publicaciones sobre identidad y sobre
la construcción de sujetos en las sociedades tardo capitalistas. Entre
ellas cabe destacar “La opción reformista: entre el despotismo y la revolución”
La firma contundente de Andrés Piqueras: http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Andr%E9s%20Piqueras&inicio=0
http://blogs.publico.es/dominiopublico/autor/andres-piqueras/
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=263075
Cazarabet
conversa con Andrés Piqueras:
-¿Qué es aquello que te inspiró o te hizo lanzarte a
escribir este libro analítico en torno a la “actualidad del capitalismo”?
-Simplemente dar continuidad a mi compromiso
académico con la realidad social, o dicho de otra forma, llevar mi militancia
social al terreno científico. En el caso concreto de este libro eso pasa por
continuar con el trabajo que llevo realizando los últimos 10 años. Saber que a
dos siglos del nacimiento de Marx que se cumplen este 2018, su método, su
ensamblaje de la tarea científica con la praxis política, sus enunciados
básicos (la caída de la tasa de ganancia, el disparadero del capital ficticio,
la sobre-explotación, la degradación ecológica y un capitalismo mafioso y de
casino, entre otros) están ya instalados en nuestro mundo cada vez más
dramáticamente.
-Social y sociológicamente hablando hemos ido de mal en peor, según se han
ido implantando las “doctrinas” neoliberales en el capitalismo, ¿no te parece?;
¿qué nos puedes reflexionar?
-Claro. Las llamadas “políticas neoliberales” no
son sino la reacción de un sistema a la deriva, para intentar recuperar su tasa
de beneficio a costa de una brutal represión de los salarios, que conlleva un
deterioro de las condiciones laborales y sociales y una exacerbación del
despotismo empresarial y de acelerada pérdida de democracia (esto se resume
diciendo que las condiciones de trabajo y de vida se deterioran drásticamente
para la mayor parte de la población).
Pero lejos de lograr con ello recuperar
sostenidamente la acumulación, más allá de algunos repuntes concretos y cada
vez más pasajeros -gracias sobre todo al desplazamiento de la inversión hacia
las “economías emergentes” donde los problemas críticos del capitalismo maduro
aún no se han manifestado en toda su crudeza (especialmente la sobreacumulación, pero he de remitir a
mis libros para la explicación de este punto dada la falta de espacio para
desarrollarlo aquí)-, lo que se está haciendo con ello es destruir el cuerpo
que sostiene al sistema: la sociedad.
-Aunque entre las gentes, mediante los lazos familiares y de amistad ha
aflorado mucho la solidaridad…pero la crisis abrió una brecha de la que no
se puede atisbar el cicatrizamiento, ¿no?
-No sé si el concepto y la praxis de
“solidaridad” son los mejores para utilizar en esta situación (la solidaridad se da entre quienes se
reconocen como iguales o quieren serlo, y requiere un compromiso social y
político: soldarse en y con las
situaciones de los otros, para intentar transformar la propia y las ajenas al
unísono). Digamos, en cambio, que lo
que está pasando es que las sociedades van descubriendo a la fuerza que tienen
que volver a algún tipo de cooperación y de mutua ayuda. El capitalismo
destruyó los lazos comunes, también los de dependencia personal o directa, por
una subordinación formal o real, pero abstracta, al capital como relación
social (la mayoría de la población depende de que otros “le den” trabajo para
sobrevivir; en realidad, de que alguien compre su fuerza de trabajo –su
capacidad física e intelectual de trabajar-, es decir les compren). Con ello,
como digo, el capitalismo destruyó las relaciones comunales y comunitarias,
vecinales, e incluso las de familia extensa, tanto más cuanto más avanzado está
este sistema. Nos convirtieron en individuos, en “gente” sin lazos sociales
fuertes, que con el tiempo, según se extendió el proceso de asalarización,
albergó la ilusión de ser (llegó a pensarse a sí misma como) independiente y
autosuficiente gracias a su salario.
Aquellas relaciones de cooperación y mutua ayuda
sobrevivieron más en las formaciones sociales periféricas del capitalismo
global (las que se llamaron “pobres” o “Tercer Mundo”). En la formación
española, como semiperiferia que ha sido históricamente
desde finales del siglo XVII, hemos estado en un nivel intermedio. Al golpear
la guerra de clase del Capital, la ofensiva que desata contra la sociedad para
intentar compensar su pérdida de ganancia “por vías normales” en la producción,
la “gente” se va dando cuenta de que necesita de los otros para mantenerse a
flote. Por ahí empiezan o podrían empezar procesos de reconstrucción de
comunidades no sólo micro, sino más amplias.
La reconstrucción de entes más políticos como fue
por ejemplo el pueblo (entendido como
conjunto de clases y sectores sociales subordinados pero que han alcanzado una
conciencia común), requeriría de pasos de más largo alcance, de los que hoy
estamos bastante lejos. Pero quizás de nuevo la propia presión del sistema empuje
a ello.
-Y yo lo he notado mucho entre gentes, ciudadanos y
ciudadanas que se han distanciando más o menos teniendo una misma renta. Un
distanciamiento para salvarse uno o una por encima de cualquier cosa. ¿Es
lo que genera la inseguridad de uno o una ante un sistema que para nada empatiza con nuestras necesidades básicas?, ¿cómo lo
podemos reflexionar?
-Si los procesos de solidaridad no se han dado,
ni las construcciones agenciales (esto es, la
formación de sujetos colectivos políticos de cualquier tipo) han tenido lugar,
los individuos (la “gente”) busca soluciones individuales. Lo que queda de las
clases integradas (que se pensaron a sí mismas como clases medias), por
ejemplo, busca en tiempos de crisis ante todo preservar sus privilegios,
blindar lo que queda del “Estado de Bienestar” para ellas, porque de una u otra
manera saben o intuyen que ya no hay para todos. En ese trance, hay que hacer
un proceso de negación de los otros (extrañamiento o cosificación), para
dejarles fuera del cada vez más reducido “nosotros”. Esto que se ve a escala de
todos los sectores sociales, es más acusado en las capas medias de la población
(porque los poderosos ya se blindaron y acaparan la mayor parte de la riqueza
social para sí, y porque las escalas más bajas de la fuerza de trabajo apenas
tienen donde agarrarse, como no sea a la re-invención de la nación como un supuesto nosotros que les uniría a los “ricos”
contra los otros, que se hacen ver
como cada vez más ajenos a nosotros y
todavía más parias. El capital siempre estuvo interesado en promover la nación en este sentido cutre y
excluyente, y más en tiempos de crisis permanente).
-¿Hay alternativa, desde la raíz de la educación en la que nos han formado,
para poder plantar cara a todo el rodillo del comportamiento del capitalismo en
la actualidad?
-Esta
pregunta, por sí misma, es fácil y corta de contestar: no.
Nos han hecho
individuos, “gente”. Para el Capital es vital que sigamos así. Con esas miras
precisa borrar la conciencia de clase (han llegado a hacernos creer que ya todo
el mundo es “clase media” o “sociedad civil”, es decir, una especie de amorfo
magma social en el que “todos somos iguales”), así como dificultar enormemente
la comprensión de los procesos que dan a este sistema su razón de ser. Es
decir, ha conseguido hacer de la sociedad una masa de analfabetos políticos. En
la formación social española con más éxito que en otras porque venimos de una
larguísima dictadura y post-dictadura donde el pensamiento social estaba
“prohibido” (antes), y descartado o entorpecido (ahora). De ahí el empeño de
nuestras oligarquías por dificultar también cualquier atisbo de Memoria
Histórica.
-Este capitalismo, creo, que ya nos está dejando claramente sus efectos
secundarios: de manera directa e indirecta…Hay gentes que se han dejado la vida
por el camino. hay gentes que han empeorado su
situación de salud o que han enfermado y esto social , y no socialmente, ya no
le tendría que salir a cuenta a cualquier sociedad…no lo entiendo, ayúdame.
-Se responde con la anterior. La destrucción
social es grande y los recortes sociales y robo o apropiación privada de los
bienes públicos están causando ya muchas muertes, pero estamos entrenados no
sólo para aceptar la desigualdad, sino para aplaudirla (véase si no cómo tanta
gente se emociona y aplaude a rabiar a jugadores de fútbol que ganan en un día
más que una persona asalariada media en 50 años de su vida laboral –y no
utilizo aquí ninguna hipérbole ni licencia lingüística-).
Además, hasta un porcentaje de pobreza se aguanta
bien. La ideología que justifica la fragmentación de la
sociedad en “elegidos” y “desafortunados”, es bastante aceptada en las fases de
“normalidad” sistémica, porque la acumulación no causa “apenas” víctimas en la
propia sociedad. Así, formaciones socio-estatales como la española han mostrado
que un porcentaje del 20% de pobreza puede digerirse sin sobresaltos en tiempos
de “bonanza” (las economías de escala, de los grandes números, permiten que
queden suficientes millones de personas para seguir trabajando y consumiendo).
Pero las cosas empiezan a cambiar cuando capas más acomodadas de la población
perciben en sus propias carnes la decadencia, cuando ésta se hace evidente para
los estratos medios y, en definitiva, para las grandes mayorías.
La sociedad se va minando y los seres humanos
transformados en individuos buscan
irse salvando como puedan, agarrados a los últimos tablones, mientras le piden
a los poderes que no dejen agarrarse a esos tablones a los demás, porque si no
se hunden todos: repito, es lo que está votando una parte importante de Europa,
que no vengan los inmigrantes, que se blinde (lo que queda de) el Estado de
Bienestar sólo para cada “nosotros” nacional.
-Pero es que estamos hablando de “capitalismo” y
quizás deberíamos estar hablando de un sistema que incluso va más allá del
neoliberalismo capitalista. ¿Qué te parece?; lo veo muy claro además detrás de
la primera parte de tu libro, Un capitalismo que se apaga… Que se apaga o que
de mano de según qué gobernantes ya está apagado, ¿no crees?
-El capitalismo se apaga porque cada vez es menos
capaz de generar valor y plusvalor. Y porque ya no
puede seguir tratando a la naturaleza como un supermercado de productos baratos
y un contenedor gratuito y despreciable de residuos. Por eso el neoliberalismo
hace tiempo que no tiene nada que decir en la práctica más allá de intentar
salvar a los capitalistas que pretenden mantener el beneficio a costa de la
rebaja del valor de la fuerza de trabajo: destrucción de los salarios directos,
indirectos y diferidos. A menudo no le servimos ya ni para ser explotados, que
es la mayor desposesión de los desposeídos: no poder contar ni con la propia
fuerza de trabajo que era lo único que nos habían dejado para vivir. Por eso,
cada vez más, este sistema nos hace gente sin valor. Cada vez más las
sociedades están llenas de individuos insubstanciales.
En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, no
sé si la he entendido bien. Te contesto con lo que interpreto. Puede que
quienes tienen un poquito de vista a largo plazo e independientemente de las
tonterías que continuamente repiten a la gente (ya salimos de la crisis, los
“brotes verdes”, la “luz al final del túnel”), saben que no tienen futuro como
capitalistas y se están preparando para otra cosa. Me parece que una parte de la
clase capitalista actual sí que está preparando el post-capitalismo (a
diferencia de la mayoría de la población, que sigue engañada, pensando –y
anhelando- en volver al capitalismo “bueno”, y a seguir comprando y teniendo
más mercancías, “pleno empleo” y servicios sociales a pleno rendimiento).
-Quizás nos equivocamos en este concepto de “capital productivo”…hay que
repensar lo de la palabra de “productivo” e ir más allá es que hay
reestructurarlo todo, me refiero al “sistema productivo” desde la base…
-El capital productivo es la base del
capitalismo, que pone a su servicio al capital comercial y al capital a
interés. Si te refieres a que se puede ser productivo sin “capital”, por
supuesto. Y si lo que quieres decir es que hay que cambiar el concepto de “productivo”,
también. Los capitalistas y sus economistas ortodoxos sólo consideran
“productivo” al trabajo que genera plusvalía, esto es, ganancia;
independientemente de si se dedica a fabricar bombas, sustancias químicas
destructoras de la naturaleza o a salvar vidas. Una sociedad sana sólo debería
considerar “productivo” aquello que contribuye al bien común, a mantener la
sociedad y no a procurar el beneficio de una ridícula parte de ella. Pero
entonces también deberíamos procurar la producción de “productos”, sean objetos
o servicios, y no “mercancías” sólo pensadas para destinarse al mercado, esto
es, a la ganancia.
-Y eso se debe de enseñar desde la enseñanza…desde intentar ser
autosuficientes en algunas muchas cosas o establecer canales de retroalimentación
en pueblo, aldeas, barrios—si se trata de ciudades—calles en donde se comparta
más y se intercambien habilidades, aptitudes frente a la competitividad…
-Lo que comentaba antes. La pérdida de
posibilidades de vida a que conduce el capitalismo ya para el conjunto de la
humanidad, nos forzará a redescubrir formas de cooperación y de construcción de
colectividad o comunidad, a
reinventar en general formas de existencia y de formar sociedad. Pero nada hay que garantice que podamos
hacerlo en un sentido emancipador. De
hecho, para la mayor parte de la humanidad las perspectivas no son muy
halagüeñas. Todo dependerá de cómo se den las luchas sociales, del resultado
dialéctico de las luchas de clase. Lo que quiere decir que cada vez es más
vital luchar colectivamente,
políticamente.
-Amigo ¿cuánto daño ha hecho el emplear mal la palabra “emprendedor”,
“emprendedora” de cara a las generaciones que se van formando? ¿O incluso de
cara a la gente que estamos o están en constante reciclaje?
-Por supuesto. No ha sido sino una ofensiva
ideológica del Capital, de aculturación social o de clase. Para intentar que la
población dejada al margen de los mercados laborales y abandonada a buscarse la
vida por sí misma, termine pensando que es “empresaria”. Con ello no sólo se
desorganiza para la lucha, se desconciencia de su
situación de clase, sino que se vuelve a menudo contra la población asalariada.
No importa que más del 80% de los que “emprenden” fracase al cabo de los dos
años. Y más del 90% a los cinco. Esos datos nos los ocultan sistemáticamente.
-Hay que prestar mucha más atención a las personas que a las empresas,…eso
parece que hay mucha gente que lo tiene claro, pero cómo...
-Tal enunciado no es sino un “wistful
thinking”, un buen deseo que el capitalismo y sus agentes
nunca realizarán, porque el capitalismo se basa en que una exigua minoría de la
sociedad (menos del 1%) detente el control del conjunto de los medios de vida
de la misma, y que el resto no tenga nada para vivir salvo su fuerza de
trabajo, que deben vender en un mercado muy especial que se llama “mercado
laboral”, en el que se compran y venden seres humanos a un precio que no ponen
los vendedores precisamente. Los que compran seres humanos (“fuerza de
trabajo”) son los capitalistas, que lo hacen para extraer una ganancia de ellos
a través de su explotación. Los capitalistas harán cualquier cosa por
garantizar esa ganancia a costa del trabajo ajeno. Esa es la base de este
sistema. Pensar que el mismo pueda tener más interés en las personas que en las
empresas es como pretender que el sol salga por el norte. Sólo en momentos en
que la fuerza de trabajo escasea o se ha hecho fuerte de verdad, los
capitalistas pueden sentirse inclinados a tratarla bien (para que les dure y
rinda), pero cuando hay exceso de ella, como viene sucediendo a partir de la
globalización y de la automatización, a los capitalistas les importa un
pimiento si la gente llega a fin de mes o no y si las nuevas generaciones
pueden o no independizarse y tener algún futuro.
-Es verdad con la metáfora que haces a los parásitos…hoy más que nunca unos
viven del trabajo y del latido de otros.
-Sí, en las sociedades desiguales, que son sólo
una parte de las que ha tenido la humanidad durante una fracción de tiempo muy
corta (apenas desde hace unos 7.500 años) ha venido siendo así, pero en el
capitalismo tal circunstancia se invisibiliza mucho
más porque parece que la relación laboral es un contrato “libre” entre partes
que lo aceptan mutuamente (empleador y empleado) y que cada quien recibe una
“recompensa” en función de su trabajo o de su inversión, cuando en realidad a
la parte trabajadora sólo se la paga una porción de su trabajo, el resto es lo
que se queda el capitalista en forma de ganancia; si no reportaras ganancia al
capitalista simplemente no te contrataría. Además la “libertad” es muy escasa
cuando a la parte asalariada no le queda más remedio que trabajar para otros
porque para eso el capitalismo (que alardea de declarar sacrosanta la propiedad
privada) se preocupó históricamente de que la gente no tuviera ninguna
propiedad realmente importante, la de medios de vida que nos permitieran no
tener que trabajar para terceros. En realidad la única propiedad “privada” que
les importa a los capitalistas es la suya propia.
Que se lo digan si no a quienes no pueden pagar
las hipotecas. Hoy están quitando hasta la casa a las familias. A un ritmo
trepidante: algún año más de 515 desahucios al día.
-Te diré más: nosotros sociedad humilde del llamado
primer mundo no sé si somos del todo conscientes de que vivimos en parte de
desangrar los recursos naturales de los países llamados del tercer mundo y de
sus ciudadanos y ciudadanas…
-El
capitalismo keynesiano, “de rostro amable”, en las formaciones centrales del
sistema mundial capitalista (las que se han llamado “sociedades ricas” o
“Primer Mundo”), fue posible por una concurrencia de factores, especialmente
tres: el acelerado aumento de la productividad y la enorme extracción de
recursos y plusvalía de las formaciones periféricas (mediante la colonización,
la neocolonización, la división internacional del
trabajo, el “libre comercio”, el control de las redes financieras, comerciales,
de tecnología, el monopolio de las armas de destrucción masiva, entre otras
condiciones), que permitieron en las formaciones centrales un mayor reparto de
la riqueza que se generaba y fluía a ellas. Esto posibilitó al tiempo salir de
la crisis estructural del capital a la que la propia productividad le abocaba
(por sobreacumulación del mismo) y emprender un nuevo ciclo de acumulación
gracias a la expansión del mercado.
El tercer factor precipitante, no obstante, fue
la URSS. Sin su existencia (el ejemplo de desarrollo social que ofrecía como
enemigo sistémico, al que había que eclipsar mejorando las condiciones de las
propias poblaciones) difícilmente se hubieran terminado de dar las condiciones
para hacer un capitalismo “social”, aun a pesar del incremento de la dificultad
para recuperar la tasa de ganancia que eso hubiera supuesto.
-Quizás un poco más de enseñanza humanitaria y menos interpretación del
IBEX…porque si lo que no queremos para nosotros se le impone al vecino…
-Pues sí, pero hay que partir del hecho de que
hoy el Ibex dirige buena parte de la política española. No sólo financia al Bipartido
(los partidos tradicionales), el PP-PSOE, sino que se saca partidos de la manga
para encauzar hacia sus intereses el descontento (Ciudadanos), e incluso
concede créditos (y condona deuda) a alguno de la izquierda clásica, o lanza
mediáticamente a una supuesta “nueva izquierda”.
Mientras, los que dirigen y deciden de verdad las
políticas sociales, económicas, fiscales, y el total de nuestras vidas, no son
elegidos por nadie. Hasta ellos no alcanza nuestra raquítica democracia. Entre
otros tanques de poder, cada mes de enero se reúne en Suiza bajo el nombre de
Foro de Davos (por la localidad alpina en la que se
encuentran) gran parte de esa oligarquía mundial para decidir qué políticas van
a marcar en el futuro inmediato a los gobiernos del planeta. Creo que este año
han invitado al rey de España.
- Así llegamos a tu segunda parte: no
es posible la economía sin las personas. Pero, ¿cómo reconstruimos a la
sociedad, cómo cosemos los descosidos?
-Al minar la sociedad que le sustenta, el
capitalismo socava las bases de su propia viabilidad. Quizás un medio de
producción automatizado-robotizado pueda existir sin personas, pero el
capitalismo no. El capitalismo necesita la extracción de plusvalía a través del
trabajo humano y convertir la ganancia así extraída en nuevo capital (el
capital, en realidad, no es sino trabajo no pagado). Mientras agoniza (y la
agonía puede ser muy larga), el capital irá destruyendo más y más las
condiciones de vida de la humanidad, sembrando más dolor, sufrimiento y muerte.
También destrozando la ecosfera hasta límites
enormemente peligrosos para el conjunto de la vida.
Rehacer la sociedad pasa cada vez más
perentoriamente por romper con la dinámica del capital. Ir preparando el
post-capitalismo, para que el colapso del presente orden sea lo menos
traumático posible, que lo será. Como
contesté varias preguntas atrás, se trata de reaprender la mutua ayuda, la
cooperación, la erección de nuevas comunidades. Cooperativas de producción y
consumo, de crédito, de enseñanza, de (contra)información,
formas de vida autogestionarias, “bancos de tiempo”, monedas sociales, forja de
bienes comunes, etc., son en el presente embriones de esa posible sociedad
futura, o cuanto menos de algunas posibles sociedades dentro del mundo futuro.
Pero la regeneración social pasa también,
indefectiblemente, por rehacer el medio natural, para que deje de estar
construido como una mercancía barata (“capital circulante”), porque de lo
contrario no tendremos vida nadie.
26403
La tragedia de
nuestro tiempo. La destrucción de la sociedad y la naturaleza por el capital.
Análisis de la fase actual del capitalismo. Andrés Piqueras
208 páginas 17 x 24 cms.
18.00 euros
Anthropos
El libro explica que las tres
categorías fundamentales del capitalismo, el «trabajo asalariado», el «valor» y
el «capital», han entrado en una crisis con escasas posibilidades de retorno.
Esto hace al sistema emprender un camino de destrucción social y ecológica. De
hecho, en la actualidad el parco crecimiento de las economías centrales se debe
principalmente al proceso de «autofagocitación» o
colonización interna que emprende el capitalismo. En concreto, en el texto se
lleva a cabo una explicación histórica de cómo la tríada «automatización-financiarización-desposesión» está minando las formas de
sociedad heredadas del capitalismo maduro «regulado». Al destruir la sociedad y
sus bases de subsistencia energética este modo de producción se pone en peligro
a sí mismo.
Andrés Piqueras
Profesor titular de Sociología en la Universitat Jaume I de Castellón, donde
fue director del Observatori Permanent
de la Immigració. Ha dirigido diversos cursos de
doctorado y de máster sobre Desarrollo. Actualmente es miembro del Observatorio
Internacional de la Crisis. Autor de numerosas publicaciones sobre identidad y
sobre la construcción de sujetos en las sociedades tardocapitalistas.
Entre ellas cabe destacar «La opción reformista: entre el despotismo y la
revolución» (Anthropos, 2014).
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