MemoriasDelbrio7.jpgCazarabet conversa con...   Ramón Grande del Brío, autor de “Por tierras del oeste ibérico. Memorias de un naturalista” (Tundra)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tundra Ediciones recoge en un interesante, esmerado y muy bien narrado libro la historia, en forma de memorias,  de una pasión, la de ser naturalista…

Naturalista en tierras del Oeste de la Península Ibérica.

El libro narra esas vivencias de la mano de Ramón Grande  del Brío.

La sinopsis del libro:

Prolífico autor e investigador que ha cultivado ampliamente sus estudios en varias disciplinas, en esta obra recoge las memorias de toda una vida como naturalista de campo en el área a la que ha dedicado tantos años: el extenso y agreste oeste ibérico. En estas páginas revisita sus inicios, sus andanzas con amigos y colegas naturalistas, la relación con Félix Rodríguez de la Fuente, sus vivencias con lobos, linces, osos y muchas otras especies, así como multitud de anécdotas. Una obra imprescindible para conocer una época y una forma de naturalismo apegado al terreno, de la mano de uno de nuestros pioneros.

El autor, Ramón Grande del Brío:

Es también Grande del Brío, el autor de otro libro editado por Tundra, Las bases ecológicas del comportamiento humano. Al autor estos temas y temáticas siempre le han apasionado: “El Ser Humano perteneciente a las llamadas sociedades civilizadas ha alcanzado altas cotas de confort y de desarrollo tecnológico, las cuales han contribuido a crear la falsa ilusión, desde un punto de vista superficial, de una relativa capacidad de aislamiento e independencia respecto de los condicionantes del medio. Además, estos logros se han obtenido, sin duda, a costa de un alto precio, tanto psicológico y cultural, como de desestructuración y deterioro de las relaciones sociales y de las interacciones con el entorno.

El autor señala que esa fractura comienza con el distanciamiento del Ser Humano respecto de la Naturaleza, ya desde los orígenes de la producción y almacenamiento de excedentes y el consiguiente asentamiento en ciudades, cuando el hombre troca la existencia en equilibro con su entorno por la creciente modificación del medio para adaptarlo a su antojo, en una loca y suicida carrera por la concentración de energía en forma de acumulo de poder y riquezas, bajo los falsos mitos de la productividad, la competitividad y el crecimiento ilimitado, lo cual conduce a la sobreexplotación y agotamiento de los recursos naturales, al incremento de la conflictividad social intragrupal y entre las distintas sociedades, así como a la exacerbación de la agresividad destructiva, incluyendo aquí tanto la desarrollada contra el propio Ser Humano en forma de guerras, invasiones, explotación y todo tipo de agresiones directas o veladas, como la violencia desatada contra el conjunto de la Naturaleza, mediante la destrucción del paisaje, las especies, los procesos ecológicos y los recursos naturales; todo lo cual constituye, en esencia, un problema de desequilibrio ecológico. Esta obra navega por los grandes temas de la etología y el comportamiento humano, desde los clásicos a los más actuales, contribuyendo a avivar un debate, tan de actualidad, como el destino de la Humanidad ante la disyuntiva de seguir por el camino que va o, por el contrario, cambiar de rumbo para tratar de garantizarse un futuro restituyendo sus relaciones internas y con la Naturaleza”

 

 

Cazarabet conversa con Ramón Grande del Brío:

tierrasoeste2.jpg-Ramón, explícanos ¿por qué sientes la necesidad de contar en este libro de memorias como de trabajo… como naturalista?

-Después de más de cuatro décadas trabajando como naturalista, he sentido la necesidad de narrar algunas de mis experiencias, recogiéndolas en un libro, precisamente, el titulado “Por tierras del oeste ibérico”. Además de un testimonio de mi actividad en ese terreno, dicha obra viene a ser, también, una especie de crónica de las observaciones y los métodos que yo mismo he utilizado para abordar el estudio de la naturaleza y, particularmente, del lobo. A los efectos del posible relevo generacional, en el campo del naturalismo, interesa el conocer las técnicas de investigación de quienes nos han precedido y, bajo ese punto de vista, mi intención, al publicar mi obra, ha sido la de dejar constancia, a manera de acta notarial, de las vicisitudes por las que he atravesado y la aplicación de mis propios métodos de trabajo, que yo iniciara bajo los auspicios de algunos de los más grandes conocedores de la fauna de la Península Ibérica.

-¿Qué significa tiene y retiene el ser naturalista en esas tierras que denominas “del Oeste de la Península Ibérica?; ¿Qué características especiales tiene y qué hechos diferenciales has encontrado en esos ecosistemas?

- Las tierras del oeste ibérico poseen unas características muy particulares, como biotopos que son, relativamente poco conocidos y, en ciertos aspectos, todavía vírgenes; sobre todo, las tierras que se hallan comprendidas en el centro-oeste peninsular, incluida la zona de Portugal. Así, entre otras cosas, he podido determinar la presencia de osos en las provincias de Zamora, sur de la de León y sur de la de de Orense, así como también en la región de los Tras-os-Montes de Portugal. Personalmente, mis primeras observaciones sobre el oso pardo en toda esa zona, se remonta al año 1976 y, diez años más tarde, asimismo, en compañía de Alberto Hernando Ayala, otros de los grandes naturalistas españoles, no por menos conocido, menos experimentado. De hecho, me inicié en el terreno del naturalismo, de la mano de Alberto, junto con Tono Valverde y Suso Garzón, a quienes debo mucho de lo que he aprendido en ese campo. Entre los años 1999 y 2019, Alberto Hernando y yo hemos llevado a cabo diversas observaciones sobre el oso pardo en el noroeste peninsular, en estrecha colaboración con  Julián Martín Garde, José Juan Álvarez Román y José Piñeiro Maceiras. Hasta que nosotros dimos a conocer la noticia, todo el mundo creía que el oso era una especie extinta desde finales del siglo XIX.

-En perspectiva, ¿cómo ves ahora tu trabajo como naturalista; se podría decir que en torno a tu generación fuisteis pioneros? Y ¿cómo lo has visto o lo has sentido evolucionar?

- Cuando yo me inicié en el estudio de la naturaleza, tan sólo Félix    Rodríguez de la Fuente, José Antonio Valverde, Tono, Joaquín Araujo, Jesús Garzón, Suso. Miguel Delibes de Castro, Josechu Lalanda y unos pocos naturalistas más, venían divulgando sus propios estudios sobre la fauna ibérica. Tendría yo unos doce años, cuando leí el primer artículo publicado por Félix Rodríguez de la Fuente sobre el arte de la cetrería. En los años siguientes, estuve inmerso en la observación de la fauna, en las provincias de Salamanca, Zamora, Cáceres y áreas limítrofes de Portugal, haciendo recorridos a pie, en coches de línea o en auto-stop, según los casos. Por otro lado, mis alegatos en defensa de ciertas especies, calificadas como alimañas por aquella época, eran consideradas como empresas poco menos que quijotescas y un tanto comprometidas; pero yo sabía que, en ese aspecto, me estaba ocurriendo lo mismo que a los naturalistas más arriba mencionados, en sus respectivas áreas de estudio y de defensa de la naturaleza.  

-¿Cómo empiezas en el mundo del naturismo?.-¿Qué referentes humanos te acompañan y te hacen crecen como ser humano y como divulgador?

- Yo viví de niño, grandes temporadas en dos pueblecitos del sur de la provincia de Salamanca, en las estribaciones de la sierra de Francia, donde habían nacido mis padres y donde aún sigue viviendo parte de mi familia. En aquel entonces, los lobos merodeaban por todo el territorio serrano. Después, a los quince años, pasé varias semanas, completamente solo, en uno de los parajes más intrincados de dicho espacio geográfico y allí vi mi primer lobo, el cual había sido capturado por unos cazadores, quienes se lo habían entregado a los monjes carmelitas de un convento cercano, los cuales cuidaban y alimentaban al animal. Ya tres años antes, yo había cambiado mi tirachinas por unos pequeños prismáticos y, en vez de cantear a los pájaros y las ranas, me dediqué a observar la naturaleza, en general. Como más arriba he señalado, comencé como autodidacta en el terreno del naturalismo; sin embargo, cuando yo había cumplido dieciocho años, comencé a saber de los naturalistas más arriba citados y, poco tiempo después, contacté con Félix Rodríguez de la Fuente, a raíz de mi estancia en Madrid, como guitarrista de un conjunto de música moderna. Mis compañeros y yo habíamos sido requeridos para acompañar al nuevo cantante de Los Canarios, Pedro Ruy Blas, mientras Teddy Bautista estuvo cumpliendo el servicio militar. Luego hicimos giras artísticas por diversos puntos de España, junto con Juan Pardo, cuyo representante asumió ser también el nuestro, después de que ganásemos el I Premio Nacional de Conjuntos Musicales. Posteriormente, actuaríamos en magnos eventos musicales, junto a Miguel Ríos, Julio Iglesias y otros artistas del mundo de la canción. Total, que, en uno de nuestros días de descanso, en Madrid, acudí a escuchar una intervención de Félix Rodríguez de la Fuente. Y, al hacer yo una observación sobre el lobo, le llamó tanto la atención, que me citó para el día siguiente en su propia casa y, una vez allí, tras mantener una larga conversación conmigo y habiendo sondeado mis posibles cualidades como naturalista, me propuso que trabajase en su equipo de colaboradores, una vez que yo me decidiera a abandonar mi grupo de música; lo cual no tardé mucho en hacerlo y, de ese modo, me encontré embarcado en lo que ha sido la gran aventura de mi vida.

hqdefault.jpg-Las tareas de divulgación y educación son más que imprescindibles, ¿no?; sobre todo te diría que en la educación está la “piedra angular” de todo…

- Hoy día, con mayor necesidad y mayor preocupación (he dicho bien: preocupación) que nunca, se impone la tarea o misión, si se prefiere decirlo así, de exponer el resultado de muchos años de trabajo de campo sobre la naturaleza. La exposición, en forma divulgativa, de dicho trabajo, por parte de los distintos estudiosos, debería despertar la conciencia de los mandatarios y dirigentes, que, en no pocos casos, cediendo a intereses particulares o hallándose ellos mismos, condicionados por la falta de verdadera preparación, son los que han venido permitiendo la comisión de toda clase de tropelías en los espacios naturales; de todo lo cual, deben estar debidamente informadas las nuevas generaciones, que, de pronto, se han encontrado con espacios profundamente transformados, por causa de funestas intervenciones oficiales.

-¿Qué especie animal te condicionó o influyó más…el lobo?

- Personal y particularmente, la especie que más me ha motivado y me ha fascinado, ha sido y sigue siendo el lobo; si bien, también he dedicado bastante tiempo al estudio del lince y el oso pardo. Sobre el lobo y el oso, he realizado, asimismo, investigaciones en otros países de Europa, como Italia, Portugal, Rumanía, la antigua Yugoslavia, Hungría y Albania. En materia de estudio del lobo, Manuel Gallego Rodríguez, Guarda Mayor de la Reserva de Caza de la Sierra de la Culebra, desde el año 1973,  fue mi primer maestro, antes de que yo entrara a formar parte del equipo de Félix Rodríguez de la Fuente. Como ya he apuntado, vi mi primer lobo cuando yo contaba con unos quince años de edad. Poco tiempo después, conocí a algunos loberos que capturaban camadas de lobos en los espacios salvajes de la sierra de Gata.

-Siempre abre brecha el hablar de la relación “lobo-- hombre”…aunque yo te diría que todo lo que mire a los ojos desde la avaricia del hombre tiende a correr grave peligro porque con diferencia somos la especie más agresiva y avariciosa…

- Se ha dicho que el hombre es un lobo para el hombre, y, ciertamente, esta frase encierra un significado cabal, que alude a la tremenda carga de agresividad intraespecífica del hombre; pero, además, este demuestra poseer un gran potencial de agresividad extraespecífica; lo cual le sitúa en la cumbre de la depredación más destructiva. En sus primeras etapas evolutivas, debido a la menguada capacidad de sus armas, el hombre no ideó sistemas diferenciados para depredar y para agredir a sus semejantes; pero, en etapas más evolucionadas, inventó sistemas específicos de mayor operatividad y versatilidad para atacar a otros seres humanos. Curiosa y trágicamente, es un hecho bien probado, el que, cualquier pueblo “primitivo” que, en un momento dado, se haga con un simple fusil moderno, abandona sus otras armas menos destructivas –arco, azagayas, etc.- y actúa conforme a la capacidad de la nueva arma, esto es, incrementando su potencia capacidad destructiva. Y si a ello, añadimos, por ejemplo, una motosierra y un bulldozer, al cabo de un mes, ya nadie conoce el medio ambiente en el que esa misma comunidad había estado viviendo. En numerosas ocasiones, he puesto de relieve el mito, difundido por diversos observadores y antropólogos y basado en el desconocimiento de la naturaleza humana, de que los pueblos que viven según regímenes económicos arcaicos, respetan la naturaleza. Lo cierto es que lo hacen así, mientras carezcan de una tecnología avanzada. Pero, toda comunidad humana que entre por los ritos de la civilización, tiende a devastar su propio entorno. Eso sí: después, aquella se preocupará de tratar de salvar algunos retazos de esa misma naturaleza degrada, cuando ya se vea abocada al desastre, que es, justamente, lo que viene ocurriendo en el resto de los países desarrollados. Sólo hay que ver, por ejemplo, que, en los últimos treinta años, la actividad humana ha hecho desaparecer el cincuenta por ciento de todos los leones africanos. Que ya es decir. Y el proceso, aún no se ha detenido.

ramongrandedelbrio.jpg-¿Qué tierras de ese Oeste Ibérico te han sorprendido de una manera especial?, seguramente que detrás de cada recodo, senda, camino hay paisajes, escenarios y habitantes tan diversos como imprescindibles, pero debe de haber lugares que sean impresionantes…

- Muy pocos espacios inmensurables quedan ya en Europa Occidental, que puedan compararse con algunos de los que están comprendidos en la región centro-oeste de la Península Ibérica. Hay que tener en cuenta que, en otras zonas del ámbito peninsular, la proliferación de caminos y carreteras, el trasiego humano y las alambradas de cerramiento de fincas y montes, constituyen algunos de los principales factores de perturbación de la fauna, en general, y de los grandes mamíferos en particular. No ocurre así en algunos de los grandes espacios salvajes del occidente ibérico, los cuales presentan, todavía, las condiciones idóneas de habitabilidad, que precisa la fauna silvestre para su normal desenvolvimiento, a saber: amplias extensiones, tranquilidad y libertad de movimientos.

-Enlazando con la pregunta anterior:”impresionantes y casi desconocidos”, y a decir verdad si no “se visitan” mucho, si no “se invaden” mucho correrán mejor suerte, ¿es así?

- La conservación de los espacios naturales implica su preservación contra uno de sus mayores enemigos, que no es otro que el de la curiosidad malsana, disfrazada bajo una apariencia de “culturización” y que constituye una de las principales trampas demagógicas de nuestro tiempo. Por desgracia, el “consumo” de naturaleza, viene depauperando ciertos espacios, supuestamente protegidos, y, desde luego, en algunos de estos, ya no es la caza furtiva la principal amenaza para la supervivencia de sus habitantes silvestres, sino la invasión de sus territorios, por parte de grandes contingentes humanos.

-¿Cómo fue tu relación con el naturalista por excelencia aquí , Félix Rodríguez de la fuente?.- Gracias a él muchas y muchos nos empezamos a enamorar de la naturaleza y de sus pequeños o no tan pequeños habitantes, ¿verdad?

- Mi relación personal con Félix Rodríguez de la Fuente, se enmarcó dentro de un amplio contexto de investigación y reflexión sobre el conjunto de las manifestaciones de la naturaleza. Con Félix, traté sobre antropología, arqueología, comportamiento humano y animal, filosofía y otras muchas cuestiones del humano saber. Félix tenía una mente “ecológica”, capaz de integrar conocimientos muy dispares y darles un sentido total. Precisamente, a Félix le confié las claves de uno de los experimentos y comprobaciones que llevé a cabo sobre una serie de pautas de conducta de los animales. Digo más: Félix fue la primera persona a la que expliqué mi idea de cómo resolver un tema para el que el propio Albert Einstein no encontró solución. Yo la encontré, observando el vuelo de los murciélagos y las aves. Años más tarde, lo publiqué, junto con otros experimentos y observaciones, en un libro titulado “La mixtificación científica”.

raul-garcia-del-brio-preseta-en-la-casa-lis-habla-si-quieres-que-te-conozca.-706x405.jpg-¿Qué recuerdas con especial sentimiento o emoción, de estos años de trabajo como naturalista, autor, divulgador e investigador?

- Mi gran pasión es la observación y el estudio del mundo que me rodea. Bajo tal perspectiva, yo entiendo la naturaleza como un todo, del que la fauna es solo una parte; sin embargo, a través del estudio de la fauna, se puede llegar a conocer las claves que rigen el comportamiento del conjunto de los seres vivientes.

-He mencionado “el sentimiento y la emoción” y es que pienso que sin esas pasiones no se puede palpitar mucho, ¿cómo lo ves?, ¿hay que sentir verdadera pasión en torno a la naturaleza y al oficio de naturalista, ¿verdad?

- Todo aquello que merezca la pena, requiere grandes dosis de pasión, por parte de quien se proponga conseguirlo. En este sentido, hay que decir que la naturaleza no es un simple paisaje, constituido en escenario de espectáculos más o menos impresionantes o sobresalientes, sino que aquella es una expresión de vida, en sus diferentes manifestaciones y, por lo tanto, hay que entender que absolutamente todos los elementos y sistemas, están interrelacionados. Por lo demás, los conocimientos más fructíferos de cualquier naturalista, no se reducen, solamente, a los adquiridos por él mismo, sino a los compartidos con sus maestros y con sus discípulos. Yo tengo a gala el haber conocido, de entre los primeros, a algunos de los mejores, a quienes ya he citado, y, entre mis discípulos, me honra el nombrar a José Antonio Hernández Blanco, actualmente, director del Proyecto Tigre en Siberia Oriental, quien, además, viene realizando investigaciones sobre el lobo, el oso y el leopardo de las nieves. El mismo Vladimir Putin, Presidente de Rusia, ha visitado el centro de investigación que José Antonio Hernández Blanco y el director de la Academia de Ciencias de Moscú dirigen en plena taiga.

-¿Cómo ha sido trabajar con Tundra en este libro que destila tus vivencias como naturalista?

- Para mí, el trabajar con la editorial Tundra, supone un doble motivo de satisfacción. En primer lugar, porque, desde un primer momento, se me ha ofrecido la oportunidad de publicar el resultado de una serie de trabajos, no restringidos al mundo del lobo y que comencé a pergeñar, siquiera mentalmente, desde el momento en que contacté con Konrad Lorentz, Premio Nobel de Medicina y padre de la Etología Comparada. En segundo lugar, porque sólo un editor comprensivo (y paciente), como el de Tundra, me ha permitido el dilatar la entrega del original definitivo de mi libro “Por tierras del oeste ibérico”. Ya que aquí se me presenta la ocasión de decirlo, dicho está.

 

 

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