La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Agustín
Guillamón, autor de “Insurrección. Las
sangrientas jornadas del 3 de mayo de 1937” y “Josep Rebull. La vía
revolucionaria” (Descontrol)
Conversamos con
Agustín Guillamón sobre sus dos libros Insurrección
(las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937) y sobre La Vía Revolucionaria. Josep Rebull sobre el POUM y “sus
corrientes”, así como “la crítica” de Josep Rebull ante las tesis de Andreu Nin.
Insurrección. Las sangrientas jornadas del 3
al 7 de mayo del 1931.
Este libro, se
acerca dentro de la colección, de Descontrol de Hambre y violencia en la
Barcelona Revolucionaria que, además, presenta estos títulos. La Revolución de
los Comités, La Guerra del Pan que se enmarca en el período del diciembre del
36 al mayo del 37 y La represión contra la CNT y los revolucionarios que se
mira los acontecimientos desde mayo a septiembre del 37.
Agustín Guillamón
nos acerca, mediante una muy buena edición por parte de Editorial Descontrol, a
una narración inédita de los hechos de Mayo del 37 en Barcelona bajo el hambre
y la violencia.
El libro ya no es
que aportad nuevos datos sobre los hechos de mayo del 37 sino que, además
aporta luz sobre algunos hechos que más bien se encontraban fríos y bajo muchos
interrogantes, así como carentes de testimonios e informaciones fehacientes ;
cuando no “trastocados” solamente por la versión oficial y oficiosa.
Se encontrarán
respuestas y novedosos datos sobre: La matanza del cuartel Carlos Marx, la
Correspondencia de Agustín Guillamón con José Quesada Suárez; el Papel de los
trotskistas en mayo de 1937; Asesinato y entierro de Camilo Berneri
y Francesco Barbieri, el Informe del Comité Local del POUM sobre mayo de 1937;
Companys ordenó el Bombardeo de Barcelona; reunión del Subsecretario
Internacional del POUM del 14 de mayo de 1937; las Jornadas de Mayo en La
Batalla, según las notas de Molins i Fàbrega, el artículo de Josep Rebull sobre las Jornadas de
Mayo, el Testimonio de Severino Campos y de Matías Suñer Vidal y la Biografía
de Julián Merino.
La sinopsis del
libro, según Descontrol:
Mayo del 37 fue
la derrota del proletariado revolucionario más avanzado, que la
contrarrevolución estalinista y el reformismo republicano necesitaban y
buscaban para desarmar la amenaza de los comités de defensa sobre las
instituciones burguesas y desencadenar una represión selectiva, que integrase a
los comités superiores en el aparato estatal y aniquilase a los
revolucionarios.
Por primera vez
en la historia, se dio el caso de una insurrección iniciada y sostenida contra
la voluntad de los líderes a que perteneció la inmensa mayoría de los insurrectos.
Pero aunque una insurrección puede improvisarse, una victoria no; y aún menos
cuando todas las organizaciones obreras antifascistas se mostraron hostiles al
proletariado revolucionario: desde la UGT hasta los comités superiores de la
CNT.
Esos comités
superiores llegaron a jugar con dos barajas, permitiendo la formación de un
Comité Revolucionario de la CNT (Merino, Ruano y Manzana), al mismo tiempo que
se formaba una delegación, encabezada por Santillán, para negociar en el Palau de la Generalitat. Pero muy pronto abandonaron la
carta insurreccional por los ases del alto al fuego, que aseguraban su futuro
de burócratas. Companys y Comorera sólo jugaban con
la baraja de la provocación a la CNT para destruirla y conseguir así un
gobierno fuerte. El presidente de la Generalitat llegó a ordenar a la aviación
el bombardeo de todos los cuarteles y edificios en poder de los cenetistas.
También nos
acercamos al libro en el que Agustín Guillamón mira muy de cerca las ideas de
Josep Rebull.
La Vía Revolucionaria. Josep Rebull.
Agustín Guillamón
nos expone en este libro, editado por Descontrol, las tesis “consejistas” de la izquierda del POUM y su crítica de
Andreu Nin y del Comité Ejecutivo entre 1937 y 1939.
Se trata de una
investigación documental, biográfica, con presentaciones, notas, entrevistas,
cuestionarios y conclusiones desde el trabajo investigador de este historiador
en estado puro, Agustí Guillamón.
La sinopsis del
libro:
Hay acontecimientos
que pesan como una losa sobre la acción y el pensamiento políticos de los
individuos, de las organizaciones e incluso de las generaciones.
El asesinato de Andreu Nin por el estalinismo fue uno
de esos hechos históricos preñados de consecuencias inesperadas que, en su
caso, amordazan críticas, hasta entonces duras y aceradas, a la acción y teoría
de un hombre que, asesinado brutalmente, deja de ser un igual, al que se puede
y debe discutir, para convertirse en un héroe santificado, un mito y una
bandera sacrosanta a la que sólo cabe defender.
Josep Rebull había expuesto ya antes de mayo de 1937 lo que él consideraba
los errores fundamentales del CE del POUM y de su secretario político Andreu Nin. Esos análisis de Rebull no sólo mantienen hoy su
validez, sino que los años han aumentado su interés y su importancia, teórica y
política.
El autor, Agustín
Guillamón:
Licenciado en
Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona, y desde 1993 director
de la revista “Balance. Cuadernos de historia”, una revista de historia del movimiento
obrero y revolucionario de carácter y vocación internacionalista. Ha publicado:
Documentación histórica del trosquismo español. De la
guerra civil a la ruptura con la IV Internacional. (1996); The
Friends of Durruti Group
(AK Press, 1996); Barricadas en Barcelona (2007),
traducido al francés (Spartacus, 2009); Los Comités
de Defensa de la CNT en Barcelona (Aldarull, 2011),
traducido al inglés, italiano y francés (Coquelicot,
2014); La revolución de los comités. Hambre y violencia en la Barcelona revolucionaria.
De julio a diciembre de 1936 (Aldarull/El grillo
libertario, 2012); El terror estalinista en Barcelona (1938) (Aldarull/Dskntrl, 2013); Los
Amigos de Durruti. Historia y antología de textos. (Aldarull/Dskntrl, 2013); Espagne 1937:
Josep Rebull, la voie révolutionnaire
(Spartacus 2014); La guerra del pan. Hambre y
violencia en la Barcelona revolucionaria. De diciembre de 1936 a mayo de 1937 (Aldarull/Dskntrl 2014)y La represión contra la CNT y los revolucionarios. Hambre
y violencia en la Barcelona revolucionaria. De mayo a septiembre de 1937
(Descontrol, 2015). Destaca su colaboración en la edición de las Obras
completas de Munis y su participación, como asesor
histórico, en el film “Munis. La Voz de la Memoria”
(2011); su papel como promotor del Manifiesto. Combate por la historia (1999);
la elaboración de varias entradas en los libros colectivos La Barcelona rebelde
(2003); Momentos insurreccionales. Revueltas, algaradas y procesos
revolucionarios (2006); Per canviar-ho tot. (Laberints, 2014), o el
prólogo al libro de Mary Low: Cuaderno rojo de
Barcelona (Alikornio, 2001), además de los numerosos
artículos publicados y una columna mensual, “Diccionari
militant”, en la revista Catalunya, publicada por
CGT. Siempre con el objetivo de arrebatar la historia a la incultura del
olvido, la falsificación política o el academicismo universitario, porque sin
una teorización de las experiencias históricas del proletariado no existiría
teoría revolucionaria
Enlaces sobre el autor:
http://kaosenlared.net/author/agustin-guillamon/
http://grupgerminal.org/?q=node/526
Lo que
encontramos en la wikipèdia: https://es.wikipedia.org/wiki/Jornadas_de_Mayo_de_1937
Cazarabet conversa con Agustín Guillamón:
P1. Amigo Agustín
Guillamón, si pones en el google (o en
una enciclopedia): “hechos de mayo 1937” o” la revolución de 1937”
sale lo que sale y el lector o lectora pues, tiende a creérselo…digamos que,
con todo la buena o mala voluntad se le cuenta la “versión” oficial que no
tiene por qué ser la verdad, ¿no?. Cuéntanos.
R1. Mayo de 1937 fue la necesaria derrota de los
revolucionarios que necesitaba el bloque contrarrevolucionario (estalinistas
del PSUC, ERC y gobierno de la Generalidad) para terminar con la amenaza que
pesaba sobre las instituciones burguesas desde hacía diez meses. No fue una
derrota militar, sino política.
P2. ¿Qué
hay de verdad o de hechos que sí o sí se produjeron y qué hay de “hechos
manipulados” a conveniencia de los que escribieron desde un primer momento la
historia y que suelen ser “los ganadores” y que, dicho sea de paso, la
escribirán a su mayor gloria y conveniencia?---sería de necios tirarse piedras
en el propio tejado—y nosotros lectores y lectoras, aunque nos hagamos
muchas preguntas---nos quedamos con aquella versión.
R2. La Sagrada Historia de la burguesía miente, oculta
y engaña. Los trabajos académicos y universitarios, subvencionados o no, son la
voz de su amo y/o los escalones de una carrera académica que conduce a la
domesticación y apoyo del estado de cosas existente. Los historiadores, salvo
muy escasas excepciones, que se cuentan con los dedos de una mano, mienten.
Mienten consciente o inconscientemente, pero mienten constantemente. La actual
narrativa histórica está estructurada, concebida y preparada para la
manipulación subjetiva, ideológica y partidista de los hechos. Antes que
historiador, que linda y rima con manipulador, yo prefiero que me consideren
coleccionista de papeles viejos. El coleccionismo es una manía y un
divertimento cercano al ilustre y honrado oficio de trapero, o exhibidor de
trapos sucios; pero muy lejano de la desprestigiada profesión de historiador,
vendedor de humo o trilero.
La documentación disponible certifica diversas
afirmaciones, que ya no son discutibles porque están suficientemente probadas.
A. los comités de defensa de la CNT durante la
insurrección del 19 y 20 de julio de 1936, al mismo tiempo que se llamaron a sí
mismos y los demás les llamaron milicianos, sufrieron una doble transformación: por una parte constituyeron las Milicias
Populares de trabajadores voluntarios, que definieron en la segunda quincena de
julio el frente de Aragón contra el fascismo, y en la ciudad de Barcelona
formaron los comités revolucionarios y de abastos de los distintos barrios
barceloneses. Esto es, los comités de
defensa se transformaron en Milicias Populares y en comités revolucionarios de
barrio
B. En Barcelona, en julio de 1936, se produjo una de
las revoluciones más profundas de la historia. Los comités revolucionarios de
barrio expropiaron fábricas, talleres, cuarteles, edificios. Esos comités de
barrio abastecieron y gestionaron una ciudad de un millón cien mil habitantes,
sustituyendo en todas sus funciones unas estructuras estatales que habían
desaparecido. Esos comités revolucionarios de barrio no hicieron o dejaron de
hacer la revolución, sino que su propia
existencia y su funcionamiento cotidiano eran en sí mismos la revolución social
en curso.
C.- Durante todo el mes de abril de 1937 el bloque
contrarrevolucionario (PSUC, ERC y gobierno de la Generalidad) preparó
metódicamente un golpe de fuerza que consiguiera debilitar o aniquilar a la
CNT, CON EL OBJETIVO PRECISO DE
CONSEGUIR UN ESTADO FUERTE CAPAZ DE GANAR LA GUERRA.
P3.Nada o casi
nada ni en la vida ni en casi nada es blanco o negro. Hay muchos matices y en
la historiografía hay muchos hechos históricos, que además son gigantescos, que
se nos han amputado. ¿Quiénes han sido los principales cirujanos que cogieron
aquí la sierra? Y ¿qué se llevaron por delante?
R3. Gerö, el hombre de Moscú
en el PSUC planteó, después de mayo, una política represiva SELECTIVA, que
cooptara a los comités superiores cenetistas en el aparato de Estado al mismo
tiempo que liquidaba, encarcelaba o situaba en la clandestinidad a los
elementos y sectores revolucionarios cenetistas. Esos comités superiores fueron
cómplices de estalinistas y republicanos en la represión de los
revolucionarios.
P4. ¿Qué
aporta esta investigación tuya en torno a los “hechos o la insurrección de mayo
del 37” en Barcelona que no aporte o sesgue una “versión oficial”?
R4. Las novedades de Insurrección son estas:
1. El papel decisivo de Escorza, como hombre fuerte de
la CNT en abril de 1937 en las negociaciones con Companys para resolver la
crisis gubernamental planteada desde los decretos del 4 de marzo, que disolvían
las Patrullas de control y creaban el Cuerpo Único de Seguridad, formado por la
guardia civil y la guardia de asalto que en julio de 1936 no sólo no habían
sido disueltas, sino que habían sido acuarteladas y concentradas en la ciudad
de Barcelona, armadas.
2. Manuel Escorza era el responsable del Servicio de
Investigación de la CNT-FAI, un organismo cenetista autónomo que había creado
un núcleo de poder fundamentado en las conexiones e influencia sobre las
Patrullas de Control, los comités de defensa de los barrios y la selección del
personal adecuado para desempeñar cargos en la administración y en la propia
Organización.
3. Escorza el 15 de abril, como hombre fuerte de la
CNT en ese momento, pactó directamente con Companys un nuevo gobierno en el que
entraba Aurelio Fernández del grupo Nosotros.
4. El asesinato de Antonio Martin el 27 de abril en
una emboscada en el puente de Bellver supuso que
Escorza considerase que Companys había roto el pacto del 15 de abril y que se
iniciaba una ofensiva contra la CNT. Puso en alerta a los comités de defensa,
desvelando los informes que disponía sobre el inminente inicio de un golpe de
fuerza contrarrevolucionario. Escorza encendió la chispa, pero cuando estalló
la insurrección valoró que esta no estaba bien preparada y carecía de objetivos
concretos.
5. La historiografía desconocía, hasta la publicación
de Insurrección, el hecho fundamental
de la formación en la mañana del 4 de mayo de un comité secreto revolucionario
de la CNT, constituido por Manzana, Ruano y Merino, que promovió dos comisiones
para coordinar y extender la lucha en las calles: una en Plaza de España y
otras en Paralelo-Pueblo Seco-Centro.
Es decir: la CNT jugó con dos barajas; por una parte ese comité revolucionario y por otra la
delegación negociadora en el Palacio de la Generalidad. Companys y Comorera, secretario del PSUC, sólo jugaron con una baraja:
el debilitamiento y aniquilación de la CNT.
6. El 5 de mayo Companys ordenó a Díaz Sandino que
bombardease los edificios y cuarteles de Barcelona en posesión de la CNT,
siguiendo un plan elaborado por José del Barrio del PSUC, y como represalia por
el asesinato de Sesé, secretario de la UGT, muerto en
un control cuando iba a tomar posesión de su recién nombrado cargo de consejero
de la Generalidad.
7. El anarquismo revolucionario no fue derrotado por
el gobierno de la Generalidad, ni por el PSUC o ERC, sino sobre todo por el
discurso del beso de García Oliver, ganado a la ideología de unidad
antifascista. Mayo fue una insurrección derrotada por la radio.
P5. ¿En qué
proceso de documentación te has tenido que zambullir para rescatar
los hechos de aquella primavera convulsa en Barcelona y en plena Guerra Civil?
R5. Muy sencillo: 50 años de trabajo de investigación
en archivos de todo el mundo, 5 años de selección de documentos y 5 meses de
redacción del texto.
P6. ¿Por
qué has optado, a mí me parece muy acertado como lectora, la opción de
presentarlo como una especie de diario?; ¿te ha sido más fácil como metodología
de trabajo?
R6. Insurrección
es el tercer libro de una tetralogía titulada “Hambre y violencia en la
Barcelona revolucionaria” que estudia y disecciona día a día el proceso
revolucionario y contrarrevolucionario vivido en la ciudad de Barcelona y
alrededores durante la Guerra civil, desde el 19 de julio de 1936 hasta el 1 de
octubre de 1937. Es una historia de carácter local sobre una de las
revoluciones más profundas de la historia, que alcanzó su máxima expresión y
profundidad en esa ciudad. Por esa razón es una historia local de ámbito
universal. La forma de dietario se impuso con fuerza en cuanto se quería
expresar documentalmente lo sucedido, evitando a toda costa la habitual figura
del historiador/narrador omnisciente/manipulador.
La labor del autor de la obra no debía ser otra que la
de investigar los documentos adecuados, seleccionarlos y explicarlos al lector
en el contexto histórico en que habían surgido. Cuando era indispensable que el
autor diera una opinión, para que el lector comprendiese los hechos, esta se
hace en cursivas para advertir al lector que caben otras interpretaciones. Es
prioritaria en todo momento la defensa de la autonomía del lector y de su
propia madurez y capacidad para interpretar los documentos que se le facilitan
y su contexto histórico.
No es el método histórico narrativo manipulador,
habitual en la Historia Sagrada de la burguesía, imperante entre académicos y
universitarios. ESTE NUEVO MÉTODO NARRATIVO (que priorizaba la documentación
sobre todo lo demás, excluía la manipulación y potenciaba la autonomía del
lector) IMPUSO UN RÍGIDO ORDEN CRONOLÓGICO: la forma de dietario se hizo
indispensable.
P7. Pero
los enfrentamientos ya venían como en estado de cocción, de incubación, desde
hacía tiempo. ¿Cuáles eran los ingredientes?
R7. Los decretos de la Generalidad del 4 de marzo de
1937, que pretendían la disolución de las Patrullas de Control y la formación
de un Cuerpo Único de Seguridad (formado
por la guaria de asalto y la guardia civil), brazo armado del inminente golpe
de fuerza de la contrarrevolución.
P8. ¿Qué
fue o cuáles fueron los detonantes, las gotas que colmaron el vaso,
para que la cosa derivase en una insurrección en toda regla?
R8. La emboscada y asesinato de Antonio Martin en Bellver de Cerdanya el 27 de abril de 1937. Antonio Martín en los
años veinte había sido miembro del grupo
Los Solidarios. Su asesinato
supuso que Manuel Escorza considerase que su pacto personal con Companys del 15
de abril había sido roto.
Y de forma inmediata, el asalto de la Telefónica por
el estalinista Rodríguez Sala, siguiendo las órdenes de Artemi
Aguadé. Pero no debe considerarse
que la respuesta obrera y popular fue de naturaleza y carácter espontáneo, sino
que fue fruto de la preparación y estado de alerta en el que estaban los
comités de defensa de los barrios, que en sólo dos horas fueron capaces de
declarar la huelga general y apoderarse de todos los barrios obreros y de casi
toda la ciudad, excepto algunos edificios en un pequeño triángulo del centro.
P9. ¿Qué
papel jugó en los hechos del 37 el POUM? Pero no todo el POUM compartía la
opinión de su “dirigente”, Andreu Nin…
R9. La mejor crítica de los errores de la política del
Comité Ejecutivo del POUM y de Nin fue realizada en
los debates previos al II Congreso del POUM por Josep Rebull, militante maurinista de ese partido. Véase mi libro titulado Josep Rebull. La vía revolucionaria (Descontrol,
2917).
Después de la victoria de la insurrección obrera del
19 y 20 de julio en la calle se planteaba el problema fundamental de toda
revolución: la cuestión del poder. El POUM, partido marxista revolucionario
heterodoxo (puesto que criticaba la Unión Soviética y el estalinismo), en lugar
de resolver ese punto esencial, planteó una plataforma de reivindicaciones
menores: aumento de los salarios, rebaja de alquileres, pago de las jornadas de
huelga, etcétera.
Según Rebull un auténtico partido revolucionario
hubiera trabajado desde julio de 1936 para convertir los comités, órganos
incompletos y descoordinados de poder obrero, en consejos obreros, capaces de
transformarse en auténticos órganos de poder obrero. Esa era la función que
debería haber asumido el POUM. Pero en lugar de eso, Nin
entró como conseller
(ministro) en un gobierno burgués.
En mayo de 1937 Rebull, con un plano de Barcelona en
las manos, demostró al CE del POUM que la victoria militar era posible. Pero el
CE (Nin, Andrade, Gorkin)
le respondió “que no se trataba de una cuestión militar sino política”.
El CE del POUM, en la práctica, hizo una política seguidista
respecto a la dirección del POUM, porque temía quedar aislado si impulsaba
decididamente la insurrección en curso.
La insurrección de mayo carecía de coordinación y de
objetivos revolucionarios. Sólo la SBLE y Los Amigos de Durruti intentaron dar
unos objeticos revolucionarios a la insurrección en curso. El más destacado fue
el concepto de Junta Revolucionaria
dado por Los Amigos de Durruti, en sustitución del gobierno de la Generalidad.
P 10. Da la
impresión que por parte de la República, la Generalitat, el PSUC fue una
confrontación por el control del poder…
R 10. El bloque contrarrevolucionario (PSUC, ERC y
gobierno de la Generalidad) consiguió que el fracaso político (que no militar)
de la insurrección de mayo se convirtiera en la necesaria derrota de los
revolucionarios que necesitaba urgentemente la contrarrevolución para terminar
con diez meses de amenaza de los comités revolucionarios sobre las
instituciones burguesas. La selectiva represión posterior, planificada por Gerö, consiguió aniquilar físicamente a los revolucionarios
de la CNT y el POUM e integrar en el Estado a los comités superiores
cenetistas.
P 11. Así, para
nada fue una confrontación por las ideas. ¿Qué nos puedes decir? Así, desde
fuera y ya me perdonarás, desde mi ignorancia, me queda impotencia y tristeza…
R 11. El 17 de diciembre de 1936 fueron echados del
gobierno de la Generalidad dos consejeros: Nin y
Fábregas. Nin por evidentes presiones de los
estalinistas del PSUC, que calificaban a Nin y el
POUM de trotskistas-fascistas. Joan Pau Fábregas era el economista cenetista
que había firmado el decreto de colectivizaciones y control obrero. Su salida
del gobierno significó que ese decreto sería desarrollado y orientado por Josep
Tarradellas que en enero de 1937, rodeado en S´Agaró
por un equipo de técnicos, emitió 58 decretos de carácter financiero y
tributario. Con esos decretos consiguió controlar a los comités locales
formados en julio del 36, que se disolvieron para constituirse en ayuntamientos
frentepopulistas, pues de otro modo se quedaban sin financiación. Del mismo
modo, a las empresas colectivizadas que no admitían la imposición de un
director por el gobierno de la Generalidad, y por lo tanto su control
gubernamental, se les negaba su financiación para comprar materias primas
o pagar los salarios. En la primavera de
1937 los trabajadores industriales de Barcelona, en asambleas de fábrica
rodeadas por la policía, votaron y lucharon por la socialización, lo cual
suponía el control de la economía por los Sindicatos de Industria y en contra
de la colectivización, porque significaban el control de las empresas y de toda
la economía catalana por parte de la Generalidad.
En la primavera de 1937 los trabajadores industriales
de Barcelona lucharon por la socialización y contra la colectivización.
Esto no tiene nada que ver con la colectivización de
Aragón o del País Valenciano, y sus formidables experiencias revolucionarias.
Pero es necesario entender que, en la Barcelona industrial de la primavera
de 1937, la colectivización significaba que la economía catalana era
controlada y dirigida sin cortapisas por el gobierno de la Generalidad. Y la
socialización era la apuesta revolucionaria de los trabajadores industriales,
porque significaba que la economía era controlada y dirigida por los Sindicatos
de Industria. Socialización versus
colectivización.
P 12. ¿Cuántas
vergüenzas, rencores arrastraban “los del sistema” desde los primeros días de
la guerra para enfrentarse de esa manera a los demás…cuando habían sido
particularmente los milicianos los que salvaron a Barcelona de caer bajo el
Golpe Militar?
R 12. No era un problema de rencores o de vergüenzas.
Tras una insurrección obrera victoriosa la cuestión que se planteaba en julio
de 1936 era la del poder. Mientras en la calle, en Barcelona, los comités
revolucionarios de barrio estaban desarrollando una de las revoluciones más
profundas de la historia, los comités superiores cenetistas se reunían con el
resto de organizaciones antifascistas para acordar la formación del CCMA, un
organismo de colaboración de clases que tenía por misión y objetivo la reconstrucción
de las estructuras estatales.
Mientras los comités superiores renunciaban a todo,
incluso a sus propios principios ácratas, para asumir plenamente la ideología de unidad antifascista con
el objetivo único de ganar la guerra, los comités revolucionarios de barrio no
renunciaban a nada, suplían todas las funciones estatales y gestionaban una
ciudad de un millón cien mil habitantes, sin
renunciar a nada.
La adopción por parte de los comités superiores
cenetistas de la ideología de unidad antifascista, con el objetivo único de
ganar la guerra suponía renunciar a los propios principios ácratas y
revolucionarios. Eso es lo que explica que en la insurrección de julio el
anarquista García Oliver actuara como un decidido revolucionario, y que sólo
diez meses después, durante la insurrección de mayo, el ministro García Oliver
obrase como un bombero, un contrarrevolucionario. García Oliver y los comités
superiores no habían traicionado a nada ni a nadie, se habían convertido en
demócratas antifascistas y funcionarios del Estado republicano.
P 13.Y por la otra
parte—CNT, FAI, FIJL, Los Amigos de Durruti, POUM…era más como una
confrontación por zafarse del poder y del control al que les querían someter
“los del sistema” que querían controlarlos a ellos, así como a la revolución,
¿no?
R 13. Esta divergencia inicial de la segunda quincena
de julio de 1936 entre comités superiores y comités de barrio se fue
incrementando de forma que a finales de noviembre de 1936 los comités de barrio
se negaron a entregar las armas que empuñaban en la retaguardia para enviarlas
al frente. Los comités de barrio se negaron a desarmarse y desobedecieron a los
comités superiores, argumentando que si se necesitaban armas que cogieran las
de los guardias de asalto y de la guardia civil, tropas que estaban
acuarteladas en Barcelona, armadas. ¡La insurrección de julio del 36 no había
disuelto a la guardia de asalto y a la guardia civil! Los comités revolucionarios de barrio decían
que las armas que habían conquistado al ejército en las luchas callejeras de
julio no las entregarían nunca, porque eran la única garantía de la revolución.
P 14. ¿Qué papel
tuvo en aquella primavera, antes y durante los “hechos del 37”, la
sección Bolchevique-Leninista?; ¿Eran estos, junto con el Grupo
Bolchevique -Leninista los que ocupaban en el tablero político ese rincón de
los Trotskistas?; ¿qué les diferenciaba?
R 14. En marzo de 1937 se formó el CUIRA o Centro
Único Internacional de Refugiados Antifascistas. Era una organización de
antifascistas, sobre todos italianos y alemanes, que se asociaban para defender
frente a la posible expulsión del país por parte de ñas
autoridades españolas. Pertenecían a todas las ideologías, aunque predominaban
los anarquistas alemanes y los trotskistas italianos. Los anarquistas alemanes
terminaron por organizarse en el DAS, que finalmente fue aceptado como un grupo
de afinidad de la FAI. El CUIRA se transformó en un centro de reclutamiento
internacional de milicianos, que constituyeron la Columna Internacional Lenin
del POUM (unos sesenta milicianos).
Los trotskistas extranjeros crearon el Grupo BL de
Barcelona, que entre noviembre de 1936 y enero de 1937 se diferenció en dos
grupos trotskistas rivales: el ortodoxo de la SBLE, dirigido por Munis Carlini y Kielso, y el molinierista de
Fosco y Sonia, llamado Grupo BL Le Soviet. El grupo de Munis
propugnaba el entrismo en la Agrupación de Los Amigos
de Durruti y en el POUM, mientras el de Fosco rechazaba esa táctica entrista.
Estamos hablando de grupúsculos con muy poca o nula influencia.
La SBLE, editaba La Voz Leninistas y tenía unos 30 militantes y el Grupo Le
Soviet unos 8, y su órgano de prensa se editaba en francés (no en castellano).
La SBLE entró en contacto con Josep Rebull y con Los Amigos de Durruti y en la
tarde del 4 de mayo lanzó una octavilla en las barricadas.
P 15. Y los
Trotskistas, perdona por favor mi ignorancia, ¿en qué se diferenciaban, en los
principales rasgos, respecto a los poumistas?
R 15. Para los trotskistas la revolución sólo podía
hacerla la IV Internacional y el único programa revolucionario válido era el de
la IV Internacional y su propuesta en España era la de constituir un Frente
Obrero Revolucionario.
El POUM no estaba adherido a la IV Internacional, sino
al Buró de Londres. No era pues un partido trotskista, sino de carácter
socialdemócrata. La estrategia política del CE del POUM en la práctica no fue otra (aunque se teorizaba la formación de un
Gobierno obrero y campesino) que la de entrar en un gobierno republicano
burgués, en el que Nin desempeñó el cargo de conseller (ministro) de Justicia.
P 16. Aunque dentro
del POUM había, también sus diferencias entre un Andreu Nin
como más conservador en sus tesis y una “ala” más a la izquierda…
R 16. Existían varios POUM, desde las posiciones del
CE hasta las ya comentadas de Josep Rebull, pero también las posiciones
derechistas o “estalinistas” de Sabadell y Valencia, o bien la corriente maurinista-izquierdista de los militantes procedentes del
BOC, o bien las casi trotskistas de los procedentes de la ICE. Pero más
importante que señalar las distintas corrientes existentes en el POUM lo
importante es constatar que en mayo su
práctica política fue el seguidismo
respecto a la dirección anarquista. El POUM falló como partido revolucionario.
P 17. Has afirmado
en tus exposiciones, en entrevistas y demás que Companys, en julio de 1936, no
facilitó armas a los Comités de Defensa de la CNT porque principalmente tenía
más miedo a una revuelta obrera revolucionaria que a un Golpe de Estado, pero
¿por qué?, ¿creía que un Golpe de Estado sería como más fácilmente sofocado? ¿O
veía y palpaba la fuerza, muy de veras, del obrerismo?
R 17. No era una cuestión de preferencias o de
afinidad ideológica; era una cuestión de lucha de clases.
La burguesía republicana, tanto en el gobierno central
como en el de la Generalidad de Cataluña, temía más una revolución obrera que
un golpe de Estado fascista, porque está en su naturaleza, en su ADN.
Democracia y
fascismo son dos formas de gobierno distintas y complementarias del
capitalismo. Una revolución obrera es el fin del mundo de la sociedad
capitalista. No hay duda posible para un gobierno burgués. De hecho el gobierno
republicano, en Madrid, favoreció la preparación militar del golpe de Estado
fascista, trasladando a los generales golpistas en lugar de cesarlos
fulminantemente y encarcelarlos. Franco fue trasladado a Canarias, a unas horas
de vuelo del ejército de Marruecos, Goded a las
Baleares…
Para un gobierno burgués siempre es preferible el
triunfo fascista que el de la revolución obrera.
P 18.
Acércanos a Josep Rebull y a sus tesis críticas con Andreu Nin.
¿En qué creía Rebull que se equivocaba Andreu Nin?
R 18. Ya lo he expuesto en la respuesta número 9. Pero
es importante entender que las notables e interesantes críticas de Rebull a Nin y el CE se hicieron en una etapa precongresual, cuando
el debate no sólo estaba permitido, sino que era un deber de cada militante. El
POUM como partido leninista no hubiera permitido esas críticas fuera del periodo
precongresual. Pero el II Congreso del POUM fue aplazado en sucesivas ocasiones
hasta que el partido fue ilegalizado y sus dirigentes encarcelados o
asesinados.
Después de la tortura y asesinato de Nin por los estalinistas rusos y españoles, las críticas de
Rebull carecían de sentido y era necesario arrinconarlas para cerrar filas en
el POUM.
A ochenta años vista quizás ha llegado el momento de
recuperarlas y señalar su validez e
importancia.
También ha llegado el momento de abandonar el incienso
debido a los mártires y especular que Nin en el II
Congreso del POUM, si este se hubiese llegado a celebrar, hubiese sido cesado
en su cargo de secretario político, porque la inmensa mayoría de militantes
(todo el sector maurinista) era muy crítica con su
estrategia política, y además Nin desde principios de
1937 se hallaba completamente aislado en el seno de su partido.
P 19.
Trotskistas, poumistas, anarquistas fueron los
perdedores y los represaliados entre los represaliados y los perdedores de la
contienda. ¿No?; en resumidas cuentas, tenían “enemigos” entre los
que luchaban en la misma trinchera, ¿no?
R 20. El bloque contrarrevolucionario estaba formado
por PSUC-UGT, ERC y gobierno de la Generalidad (y por supuesto por el
grupúsculo de Estat Catalá de carácter
fascista-catalanista). Frente a este bloque se establecía la alianza de CNT,
POUM y los dos grupúsculos trotskistas: la SBLE, dirigida por Munis, Kielso y Carlini y el Grupo BL dirigido por Fosco. La diferencia
entre los dos grupos trotskistas radicaba en la táctica entrista,
tanto en Los Amigos de Durruti como en el POUM, propugnada por la SBLE,
mientras el Grupo BL Le Soviet calificaba tal táctica de claudicación de las
posiciones de la IV frente al POUM o los anarquistas. ¡El grupo de Fosco
publicaba en Barcelona ocho copias de un diario en francés!
En el bloque contrarrevolucionario predominaba el
PSUC-UGT y en el revolucionario CNT. Había numerosas y diversas CNT, desde los
sindicalistas puros a los anarcosindicalistas y los anarquistas. La inteligente
táctica propuesta por Gerö para el PSUC fue una
represión selectiva de sus enemigos, que fuera capaz de integrar en el aparato
de Estado a los comités superiores al mismo tiempo que se liquidaba ferozmente
a los sectores revolucionarios como Los Amigos de Durruti, las Juventudes
Libertarias o los díscolos grupos de afinidad anarquistas.
Muchos de los carceleros de los miles de detenidos
anarquistas y de los centenares de presos poumistas
eran militantes confederales. No en vano, durante la guerra civil, las brutales
contradicciones de los libertarios hicieron realidad expresiones surrealistas
como “ministro anarquista”, “anarquismo de Estado” o “carcelero anarquista”.
P 20. Amigo Agustí creo, al releer sobre estos
hechos y circunstancias, como con otras de aquellos años, que ciertos
colectivos ya sean anarquistas, poumistas, cenetistas
estaban como muy etiquetados y como "apartados" por otros partidos
que defendieron la República o que se posicionaban a la izquierda del tablero
político. No sé, es como si encima de todos estos---me refiero a anarquista, poumistas, cenetistas... les pesase mucha más
responsabilidad sobre el devenir de los hechos...
R 20. No entiendo demasiado bien la pregunta, pero es
evidente que los campesinos y los trabajadores revolucionarios no lucharon por
la democracia burguesa o por la República, sino por un mundo nuevo “que crece
en nuestros corazones”, sin explotación y sin Estado. En ese sentido los
republicanos podían y debían etiquetar a los revolucionarios, como así se hizo
en diversos lugares, como “incontrolados”. Esa expresión confundía maliciosamente delincuente y revolucionario, con una
fórmula lo bastante despectiva como para desprestigiar indirectamente la obra
expropiadora revolucionaria de los primeros días de revolución, cuando esta era
aún festiva, salvaje y sacrílega, cuando aún necesitaba liberar las cadenas del
pensamiento con fuego y humo, con una delincuencia descontrolada que realmente
existió, pero que no tenía por qué confundirse con las acciones
revolucionarias.
P 21. La
ignorancia (aunque mucha gente detrás de la ignorancia esconde sus ansias más
perversas) es uno de los peores males que corroen a la ciudadanía y a la
sociedad en conjunto es por eso que me arranco la epidermis cuando la gente
afirma que “todos los anarquistas eran unos radicales, violentos, quema
Iglesia, violadores de monjas y mata curas…”. Por primera los llaman a todos
radicales cuando la utilización de ese término es harto “peligroso”…A veces hay
que ser radical en la vida, pero eso no significa tener que realizar todo lo
demás. ¿Qué nos puedes reflexionar en torno a esto?
R 21. El deber de un revolucionario no es otro que el
de hacer la revolución. Había varias CNT del mismo modo que había diferentes POUM.
En la CNT había sindicalistas, anarquistas, burócratas y revolucionarios. En el
POUM había socialdemócratas, estalinistas (secciones de Sabadell y de Valencia,
por ejemplo) y revolucionarios. La situación revolucionaria de julio de 1936
surgió como consecuencia de la victoria de los comités de defensa cenetistas
sobre el ejército y los fascistas sublevados contra el gobierno republicano.
La inmensa mayoría de los trabajadores no luchaba por
una abstracta democracia o por la República, sino por transformar el mundo, por
cambiar las condiciones de vida existentes, por un mundo mejor para sus hijos.
Y esa transformación, ese cambio, se encarnaba en la revolución, que no era
algo abstracto o retórico, sino que se encarnaba en unos comités
revolucionarios que ejercían todo el poder en la calle y en las fábricas
expropiadas y que con su mera presencia aseguraban la existencia y
funcionamiento de una sociedad sin Estado.
La insurrección de mayo tuvo la virtud de situar a las
distintas organizaciones de uno u otro lado de la barricada. Y tuvo además la
virtud de entregarnos un concepto teórico fundamental: el de la Junta Revolucionaria.
A finales de abril de 1937 (antes del inicio de las
sangrientas jornadas de mayo) la Agrupación de Los Amigos de Durruti llenó la
ciudad de Barcelona de unos pasquines en los que exponía su credo
revolucionario, que culminaba en la sustitución del gobierno de la Generalidad
por una Junta Revolucionaria. La Junta
Revolucionaria era un organismo unitario de la clase obrera, surgido al margen
de las estructuras estatales, que sólo estaba formado por los combatientes
revolucionarios (tanto marxistas del POUM como anarquistas), con exclusión de todos los partidos y
organizaciones antifascistas, estalinistas y burgueses.
No se trataba tanto de ser o no ser radical como de
ser o no ser coherente. La cuestión era
mantenerse en los propios principios ácratas y revolucionarios, y no
abandonarlos para adoptar la ideología de unidad antifascista, de defensa de la
democracia, de aceptación de un Estado fuerte capaz de ganar la guerra… y
aplastar la revolución social.
P 22. La
última, ya, amigo Guillamón: presumo que en estos libros el proceso de
documentación ha sido arduo, costoso, minucioso, pero, a la vez, apasionante,
¿no?; ¿cómo te lo haces? Aunque casi lo más angustiante es saber
aplicar la metodología de trabajo, una vez tienes los datos y sabes qué quieres
contar. ¿Qué nos puedes decir?
R 22. Los documentos a veces se complementan, otras se
contradicen, a veces se nota su ausencia. Pero si uno investiga y quiere
investigar la verdad, lo realmente sucedido sale un día u otro a la superficie.
Es infalible. A veces se trata de dos o tres o cuatro documentos que por sí
solos no significan nada, pero que juntos, leídos unos junto a otros hacen aflorar
lo realmente sucedido. Ese afloramiento puede ser lento, puede tardar años,
pero siempre surge, sorprendente o intuido, pero siempre brota de entre los
archivos.
Por ejemplo: lo del comité revolucionario secreto de la CNT.
Yo conocía el acta de los comités superiores de la CNT
del 4 de mayo. Pero ahora puedo comprender que esa acta, o su borrador, había
sido modificado, borrado o oscurecido porque era necesario diluir
responsabilidades ante una situación represiva en la que lo sucedido el día 4
podía comportar juicios, cárcel o la desaparición física de quienes habían
intervenido, además de una responsabilidad política y de un motivo de represión
contra la Organización.
El acta había sido manipulada para no comprometer a la
Organización ni a quienes habían expresado sus actividades o propuesto tareas
de lucha armada: era incomprensible para cualquier historiador.
Pero esa acta, junto con un artículo de Severino
Campos y el testimonio oral de Tomás Suñer al historiador César M Lorenzo,
permitían entender y certificar la existencia de ese comité secreto
revolucionario de la CNT.
Y luego sucede como con las cerezas, sacada una,
sacadas un montón: el documento del Comité Local del POUM sobre los Hechos de
Mayo hablaba de una entrevista de ese comité local con un comité secreto de la
CNT. Ese dato, suelto, no decía nada y podía entenderse como un error de
redacción, pero junto a los otros asegura firmemente la existencia de ese
comité secreto, porque es mencionado por gente ajena a la propia Organización
en el mismo momento en que se organizó tal comité. Es una especie de
confirmación indirecta. Pero lo formidable es que todo encaja. El puzle ha sido
resuelto. Hay más piezas que antes, pero no hay piezas sueltas. Todo encaja y
el dibujo aparece en su totalidad. El placer del trabajo artesano de un
coleccionista de papeles viejos queda muy lejos de ese despreciable oficio de
manipulador, tan extendido por desgracia entre la mayor parte (que no todos) de
los historiadores académicos y universitarios.
*
Si te parece, y para ofrecer una exposición coherente
de mis posiciones sobre la Guerra civil,
te expongo estos 25 puntos o conclusiones. Pero si te parece demasiado largo,
lo cortas sin más florituras ni explicaciones.
CONCLUSIONES
1
Del 17 al 19 de julio de 1936
se produjo un alzamiento militar contra el gobierno de la República, impulsado
por la Iglesia, la mayoría del Ejército, fascistas, burguesía, terratenientes y
derechistas. La preparación de ese golpe de estado había sido tolerada por el
gobierno republicano, que había ganado las elecciones de febrero de 1936
gracias a la coalición de Frente Popular. Los democráticos partidos
parlamentarios REPUBLICANOS o monárquicos, de izquierda y de derecha, hicieron
la política que más convenía a la burguesía española, y a su preparación de un
cruento golpe de Estado.
El alzamiento militar fracasó en las
principales ciudades y provocó, como reacción (en la zona republicana), un movimiento revolucionario, victorioso en su insurrección armada contra el
ejército. En esa victoria insurreccional jugaron un papel preponderante, en
Cataluña, los Cuadros y Comités de Defensa de la CNT-FAI, que habían sido
preparados desde 1931. El fracaso de Zaragoza se debía, entre otras razones, a
la falta de preparación y decisión de una dirección secreta, que había actuado
desde un escondrijo, en permanente negociación con las autoridades republicanas
y los militares "indecisos", en lugar de encuadrar y promover la
insurrección obrera desde los Cuadros de Defensa.
El movimiento revolucionario del 19 de julio de 1936 se produjo como
reacción a un alzamiento militar. Desde octubre de 1934, y durante toda la
campaña electoral de febrero de 1936, tanto la CNT-FAI, como el POUM,
consideraban inevitable un enfrentamiento con las fuerzas fascistas, de las que
conocían sus preparativos para un golpe de Estado, y contra las cuales
prepararon concienzudamente un enfrentamiento armado, en una estrecha alianza y
colaboración con los partidos republicanos, o con el Gobierno de la
Generalidad.
2
Esa insurrección armada victoriosa del proletariado, en la zona
republicana, supuso la inutilización de los aparatos coercitivos del Estado
capitalista, y por lo tanto su incapacidad represiva. Esa insurrección supuso
también una serie de "conquistas revolucionarias" de tipo social y
económico. El Estado republicano se fragmentó en una multiplicidad de poderes
locales o sectoriales, y muchas de sus funciones fueron "usurpadas"
por las organizaciones obreras.
SE PRODUJO UN VACÍO DE PODER
ESTATAL.
Perdida su capacidad
coercitiva, el Estado republicano vio como surgían poderes regionales
autónomos, totalmente independientes del Estado central, que a su vez (como el
Gobierno de la Generalidad en Cataluña) vieron cómo se desmoronaba su
autoridad. Los distintos comités revolucionarios, locales, sectoriales, de
barriada, de fábrica, de defensa, de abastos, sindicales y de partidos,
milicias populares y de retaguardia, desempeñaban aquellas funciones que el
gobierno no podía ejercer, a causa de la pérdida de su aparato de represión y
del armamento de las organizaciones obreras.
Los comités revolucionarios,
que Munis teorizó como comités-gobierno, ejercieron en muchos lugares todo el poder a nivel local, pero no existió ninguna coordinación
ni centralización de esos comités locales: hubo UN VACÍO DE PODER CENTRAL O
ESTATAL. NI EL ESTADO REPUBLICANO, NI LOS GOBIERNOS REGIONALES AUTÓNOMOS (como
el de la Generalidad) EJERCIERON UN PODER CENTRAL, pero tampoco lo ejercieron
esos comités locales.
Podía hablarse de una ATOMIZACIÓN DEL PODER.
3
La situación
revolucionaria surgida en Barcelona, después de la victoria de la insurrección
del 19 y 20 de julio, se asentó rápidamente sobre tres nuevos organismos: el CCMA, el CCA y el Consejo de Economía. Existían
otros, como el CENU y la Comisión de Industrias de Guerra, pero estos tres era
los más importantes y articulaban el nuevo “orden revolucionario”. El CCMA, sin duda el más decisivo de los
tres, ante su temprana renuncia a convertirse en un gobierno revolucionario y
sustituir al gobierno de la Generalidad, acabó especializándose en tareas
militares y de orden público. El CC de
Abastos apareció como complemento indispensable del CCMA.
El CC de Abastos desempeñó una labor
imprescindible para un ejército de trabajadores voluntarios: dar de comer a los familiares que dejaban
de percibir su salario.
Además de
abastecer al frente, asegurar el sustento de los familiares de los milicianos
voluntarios y atender a necesitados y parados, el CC de Abastos asumió tareas
de distribución y producción, que suplían las funciones que antes realizaba el
ahora desplomado comercio nacional e internacional.
Las primeras
medidas fueron precisamente las de armonizar y tranquilizar al pequeño
comercio, aunando esfuerzos y despejando alarmas infundadas.
El CC de Abastos
controlaba casi todo el comercio interior, no tanto como medida revolucionaria,
sino como animador de unas relaciones comerciales absolutamente colapsadas. Se
favoreció el intercambio o trueque, como medida extraordinaria para solucionar
ese derrumbe comercial.
El paso del CC de
Abastos a la Consejería de Abastos, ambos liderados por Doménech
y en manos de CNT, no supusieron ningún cambio traumático, sino una mera
continuidad, en la que la red de tiendas colectivizadas y los trece almacenes
de abastos de los comités de barrio, jugó en Barcelona un papel fundamental en
la distribución de alimentos y en el control de los precios de venta.
Los almacenes de abastos de los
comités de barrio controlaban qué, cómo, cuánto y a qué precio de venta al
público se aprovisionaba a los detallistas, una vez satisfechas las necesidades
“revolucionarias” del barrio, esto es, de enfermos, niños, parados, comedores populares,
etcétera. Comorera propugnaba la desaparición de
esos comités revolucionarios de barrio y el libre mercado. Sabía, además, que
una cosa implicaba la otra, y que, sin
la supresión de los comités de defensa, el libre mercado sería una quimera.
Tengamos además
en cuenta, que todo esto se encuadraba en el combate de Juan Pau Fábregas por
conseguir el monopolio del comercio exterior.
Toda la labor de Doménech, Fábregas y los comités de abastos de barriada (y
locales) fue dinamitada por Comorera, en cuanto ocupó
la Consejería de Abastos, imponiendo una política de libre mercado y de
destrucción de los comités de barriada.
La gran fuerza
del CC de Abastos se fundamentaba en la coordinación y cooperación de los
comités de barrio de la ciudad de Barcelona y de los comités locales catalanes.
El tercer
organismo fundamental era el Consejo de
Economía. Tenía como objetivo la transformación socialista de la economía
catalana. Dos miembros de ese consejo acabarían siendo dos de los primeros
ministros anarquistas de la historia en entrar en un gobierno: Antonio García Birlán y Joan Pau Fábregas. Su principal realización fue la
elaboración consensuada del Decreto de Colectivizaciones.
4
Los comités revolucionarios: de fábrica, de barrio, de control obrero,
locales, de defensa, de abastos, etcétera, fueron
el embrión de los órganos de poder de la clase obrera. Iniciaron una
metódica expropiación de las propiedades de la burguesía, pusieron en marcha la
colectivización industrial y campesina, organizaron las milicias populares que
definieron los frentes militares en los primeros días, organizaron patrullas de
control y milicias de retaguardia, que impusieron el nuevo orden revolucionario
mediante la represión violenta de la Iglesia, patronos, fascistas y antiguos
sindicalistas y pistoleros del Libre. Pero
fueron incapaces de coordinarse entre sí y crear un poder obrero centralizado.
Los comités revolucionarios desbordaron con sus iniciativas y sus acciones a
los dirigentes de las distintas organizaciones tradicionales del movimiento
obrero, incluida la CNT y la FAI. Había una revolución en la calle y en las
fábricas, y unos POTENCIALES órganos de poder del proletariado revolucionario:
LOS COMITÉS, que ningún partido, organización o vanguardia supo o quiso
COORDINAR, POTENCIAR y TRANSFORMAR EN AUTÉNTICOS ÓRGANOS DE PODER OBRERO.
La cúpula dirigente de la CNT
optó mayoritariamente por la colaboración con el Estado burgués para ganar la
guerra al fascismo. La consigna de García Oliver, el 21 de julio, de "ir a
por el todo" no era más que una propuesta leninista de toma del poder por
la burocracia cenetista; que además el propio García Oliver sabía que la hacía
inviable y absurda, cuando en el pleno cenetista planteó una falsa alternativa
entre "dictadura anarquista" o colaboración antifascista. Esta falsa
opción "extremista" de García Oliver, la temerosa advertencia de Abad
de Santillán y Federica Montseny del peligro de
aislamiento y de intervención extranjera, y la opción de Durruti, y otros
muchos, de esperar a la toma de Zaragoza, decidieron que el pleno optara por
una colaboración antifascista "provisional". Nunca se planteó la alternativa revolucionaria de destruir el Estado
republicano y convertir los comités en órganos de un poder obrero, y las
Milicias en el ejército único del proletariado.
No puede hablarse de situación
de doble poder entre el Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA) y el
gobierno de la Generalidad, porque en ningún momento existió un polo de
centralización del poder obrero; pero sí que puede hablarse de una posibilidad, fracasada ya en las primeras semanas
posteriores al 19 de julio, de establecer una situación de doble poder entre
esos comités revolucionarios y el CCMA. Algunos comités sindicales, locales
y de barriada expresaron, desde el principio, su desconfianza y temores frente
al CCMA, porque intuían el papel contrarrevolucionario que podía desempeñar.
Son muchos los protagonistas,
y también los historiadores, que hablan de una situación de doble poder entre
el CCMA y el gobierno de la Generalidad. Sin embargo es un profundo error creer
que el CCMA fue otra cosa que lo que realmente fue: un pacto de las
organizaciones obreras con las organizaciones burguesas y las instituciones del
Estado, un organismo de colaboración de
clases, un gobierno de Frente Popular en el que participaron representantes
del gobierno de la Generalidad, de los partidos republicanos burgueses, de los
estalinistas, del POUM y de los comités superiores de la CNT.
Los dirigentes de la CNT
fundamentaban su fuerza en la "proximidad" a esos comités
revolucionarios, aunque sólo fuera porque la mayoría de sus miembros eran
cenetistas, pero a la vez desconfiaban de los comités revolucionarios, porque
no entraban en sus esquemas organizativos y doctrinales, y al mismo tiempo,
como burocracia, se sentían desbordados y amenazados por sus realizaciones.
El CCMA, en Cataluña, se diferenció del resto de organismos similares,
aparecidos en otras regiones españolas, por el predominio de la CNT, y debido a
que la CNT debía su fuerza a esos comités revolucionarios, en la que la mayoría
de componentes eran afiliados cenetistas. Fue en Cataluña donde éstos tuvieron
mayor alcance y duración. En los organismos similares al CCMA, surgidos en el
resto de España, la repercusión, profundidad, importancia y duración de esos
comités revolucionarios fue mucho menor y/o duró sólo algunos días o semanas.
Los comités revolucionarios
fueron la autoorganización que se dio la clase obrera
en una situación revolucionaria, y
eran también el embrión de los órganos de poder del proletariado revolucionario
español. Pero hay que comprender sus debilidades, que fueron sobre todo la
incapacidad para coordinarse entre sí, con el objetivo de imponer su propio
poder y destruir el Estado de la burguesía. Faltó un grupo revolucionario, o
una minoría consciente, capaz de transformar esos comités en consejos obreros,
caracterizados por la elección democrática de sus delegados en asambleas,
revocables en todo momento, y capaces de coordinarse autónomamente a nivel
regional y nacional.
La CNT y la FAI NO DIERON
NINGUNA CONSIGNA A SUS MILITANTES, excepto la amenaza de fusilar en el acto a
los "incontrolados" que prosiguieran expropiando a la burguesía, y
"paseando" a fascistas, burgueses, curas y ex-miembros del Libre (los
pistoleros de la patronal). Los trabajadores, en julio de 1936, supieron actuar
sin sus dirigentes, y procedieron a
la expropiación de la burguesía y a la supresión de algunos aparatos de dominio
del Estado capitalista (ejército, Iglesia, policía), de tal forma que
desbordaron no sólo las estructuras estatales, sino también a sus propias
organizaciones políticas y sindicales; pero fueron incapaces de actuar contra sus dirigentes, respetaron el
aparato estatal y sus funcionarios, y toleraron la institucionalización de la
CNT-FAI.
Por otra parte, esos comités
revolucionarios, aunque potencialmente eran los órganos de poder obrero,
sufrieron la pesada influencia de la ideología de unidad antifascista, y muchos
de ellos se transformaron rápidamente en comités antifascistas, compuestos por
obreros y burgueses, al servicio del programa de la pequeña burguesía. La
entrada de ministros anarquistas en el gobierno de Madrid, y de anarquistas y poumistas en el gobierno de la Generalidad, permitió que en
octubre de 1936 se promulgara un decreto de disolución de los comités locales,
para dar paso a los ayuntamientos antifascistas. Los comités de defensa y de
fábrica, y algunos de los comités locales, se resistieron a su definitiva
disolución, aunque sólo consiguieron aplazarla.
5
El predominio aplastante del
movimiento anarquista en España no se explica por razones raciales,
psicológicas o de carácter. Ni tampoco por algunas características económicas
atrasadas, como la pervivencia de "relaciones feudales" en el campo
andaluz, o bien, el predominio de la pequeña industria en Cataluña. Y aún menos
por la mítica influencia evangelizadora de Fanelli en
1868, y su "imborrable" huella.
La evidente diferencia entre
el movimiento obrero español e internacional, referente al predominio de los
anarquistas en el movimiento obrero español, y de los socialdemócratas en el
europeo, se debe fundamentalmente a
que en el resto de Europa Occidental era posible la lucha parlamentaria,
democrática, sindical y reformista por conseguir mejoras sustanciales en el
nivel de vida y en la representación política de la clase obrera. De 1917 a
1923 la patronal fundó y financió un sindicato de pistoleros (el Sindicato
Libre), que con el apoyo de la policía y del gobierno procedieron a eliminar
físicamente a los dirigentes y militantes obreros. Esta desigual batalla, del terrorismo estatal y patronal contra
los anarcosindicalistas, se cerró con la implantación de la dictadura militar
de Primo de Rivera y la ilegalización de la CNT. La vía parlamentaria, o la
posibilidad de conseguir reformas sociales, no fueron posibles en España hasta
la proclamación de la Segunda República, en 1931. En los años treinta, la
fortísima tradición anarquista, la reciente y vacilante experiencia
parlamentaria española, y sobre todo la extremada lentitud y timidez de las
reformas sociales y políticas, hicieron que el movimiento anarcosindicalista
continuase siendo mayoritario, y muy fuerte, en España.
Los comités, surgidos espontáneamente
por doquier, en julio de 1936, eran órganos
imperfectos e incompletos de poder obrero. Se diferenciaban de los consejos
obreros en que los delegados no eran escogidos democráticamente en amplias
asambleas de fábrica, ante las que debían responder de su gestión. Los comités
dependían de las burocracias sindicales o políticas que los habían nombrado.
Esa dependencia impedía la coordinación de los comités entre sí, la posibilidad
de crear órganos superiores de decisión, caracterizados por la unidad de clase,
y por ejercer el poder obrero en la economía o las milicias. De este modo, los
comités se convirtieron en organismos dependientes de sindicatos o partidos, y
fue imposible la creación de órganos unificados y fuertes de poder obrero.
Así, en lugar de un ejército
revolucionario único de la clase obrera, centralizado y expresión del poder
obrero, surgió una federación de milicias en las que cada partido o sindicato
rivalizaba por crear su propio ejército, más o menos coordinado en el frente
con el resto de organizaciones obreras y republicanas. En lugar de una economía
socializada, dirigida por los sindicatos y los comités, se produjo una
colectivización que se enmarcaba en las coordenadas de un capitalismo sindical,
cuando no estaba intervenida o coordinada por el gobierno burgués de la
Generalidad, al servicio del programa de la pequeña burguesía catalanista.
La entrada de sindicatos y
partidos obreros en el gobierno autónomo de la Generalidad, y en el gobierno
estatal republicano de Valencia, supuso también la disolución de los comités, y
el fin de la amenaza de que pudieran transformarse en órganos de poder
obrero.
6
Sin destrucción del Estado capitalista no puede hablarse de revolución
proletaria.
Puede hablarse de una situación
revolucionaria, de movimiento
revolucionario, de insurrección triunfante, de pérdida "parcial" y/o
"provisional" de funciones del Estado burgués, de caos político, de
pérdida de autoridad real por parte de la administración republicana, de vacío de poder centralizado y atomización del poder, pero no de
revolución proletaria.
La situación revolucionaria de
julio de 1936 no planteó nunca la implantación de un poder obrero antagónico al Estado republicano: no hubo pues una revolución proletaria, si
hablamos con rigor y en sentido estricto.
Y, en ausencia de revolución proletaria, la situación revolucionaria
evolucionó rápidamente hacia la consolidación del Estado republicano, el
debilitamiento de las fuerzas revolucionarias y el triunfo definitivo de la
contrarrevolución tras las Jornadas de Mayo de 1937, con la ilegalización y
persecución política del POUM en junio de 1937, así como la clandestinidad de
la Sección Bolchevique-Leninista de España (SBLE) y de Los Amigos de Durruti,
amén de la neutralización y/o persecución de los militantes de las Juventudes
Libertarias y de los grupos anarquistas, críticos con el colaboracionismo.
Del mismo modo, no cabe hablar de una situación de DOBLE
PODER, puesto que no existió un polo de poder obrero que se propusiera
destruir el Estado capitalista: es más adecuado hablar, en el caso catalán, de
una duplicidad de poderes entre la Generalidad y el CCMA. El CCMA fue un
organismo de COLABORACIÓN DE CLASES, que actuó como amortiguador y mediador
entre la miríada de comités revolucionarios y el colapsado aparato estatal
capitalista.
Pero, sobre todo, el CCMA fue el único instrumento del frente
antifascista CAPAZ de esterilizar, encauzar, recortar y someter las iniciativas
revolucionarias populares que emanaron de los comités revolucionarios, mediante
su integración en ambiguos organismos (dependientes del CCMA), que se
caracterizaban por su SUMISIÓN al programa antifascista y al gobierno de la
Generalidad.
Así sucedió con organismos
como el Comité Central de Abastos, el Consejo de Economía, las Patrullas de
Control, la Oficina Jurídica, el Comité de Investigación, los Comités de
Control Obrero, los Consejos de Obreros y Soldados, etcétera, que se formaron
para REEMPLAZAR, QUEBRAR O CAMBIAR LA NATURALEZA DE CLASE de las iniciativas
populares y obreras de carácter revolucionario; pero que, tras un período
transitorio de dos o tres meses, durante el que funcionaron como organismos
dependientes del CCMA, fueron integrados en la órbita del gobierno de la
Generalidad, y más tarde disueltos o sustituidos por órganos del aparato
estatal republicano.
Por otra parte, los comités
superiores de la CNT-FAI pretendieron ser lo bastante hábiles y fuertes como
para manipular el Estado, como un instrumento técnico a su servicio; aunque, en
la práctica, su ingenuidad e impericia políticas los convirtió en peleles del
aparato estatal contra los comités revolucionarios.
El 11 de agosto CNT y POUM
formaron parte del Consejo de Economía de la Generalidad, que tenía por misión
la coordinación y planificación de la economía catalana, “en un sentido
socialista”.
La participación de la CNT (y
también del POUM y la FAI) en las instituciones burguesas, con su
correspondiente oferta de cargos públicos, unida a un masivo proceso de
afiliación sindical, paralelo a la marcha al frente de los mejores militantes,
los más bregados en la lucha social y los de formación teórica más avanzada,
favoreció un rápido proceso de
burocratización de la CNT.
Los militantes revolucionarios
se encontraron aislados en las asambleas y en una situación minoritaria
absolutamente insuperable. Los principios fundamentales del anarcosindicalismo
quebraron y cedieron el paso a un oportunismo enmascarado por la ideología de
unidad antifascista ("renunciar a la revolución para ganar la
guerra") y el pragmatismo de la fiel y leal colaboración con los partidos
y el gobierno de la burguesía republicana, con el objetivo exclusivo de
desarrollar el programa propio de esa burguesía. LA BUROCRACIA SINDICAL CENETISTA DEMOSTRÓ EN MAYO DE 1937 SU CARÁCTER
CONTRARREVOLUCIONARIO.
La lucha contra el fascismo
era la excusa que permitía renunciar a la destrucción del Estado burgués
republicano, defendido por las fuerzas contrarrevolucionarias del PSUC y ERC.
Era inevitable el enfrentamiento del
proletariado revolucionario con la burocracia cenetista, que estaba ya en
el campo de la contrarrevolución.
7
No existió una organización revolucionaria capaz de plantear la
destrucción del Estado capitalista, y por lo tanto no podía hablarse de una
situación de doble poder. Esto no significa que no existieran núcleos
revolucionarios organizados, o que quepa dudar de la "voluntad
revolucionaria" (subjetiva) de poumistas o
anarquistas. Significa que la lucha de clases en España, durante los años
treinta, no había generado un movimiento revolucionario capaz de plantear el
programa de la revolución proletaria y de su ANTAGONISMO con la existencia del
Estado capitalista. PORQUE ESE PODER ATOMIZADO, incapaz de centralizarse y coordinarse
en un PODER OBRERO, enfrentado al poder estatal republicano, suplantó funciones
del Estado capitalista, que fueron arrebatadas a las autoridades republicanas
en contra de su voluntad; pero que al fin y al cabo, AL NO TENER CAPACIDAD
PROPIA PARA COORDINARSE NI HALLAR EL IMPULSO DE NINGUNA ORGANIZACIÓN OBRERA
PARA HACERLO, algunas semanas después de la insurrección victoriosa, la
situación de VACÍO DE PODER CENTRAL hizo que todas las organizaciones obreras
se pusieran al servicio de ese Estado republicano.
El potencial revolucionario de
esos comités revolucionarios obreros se transformó en la sumisión de los
comités antifascistas, o bien fueron sustituidos, a nivel local, por los nuevos
ayuntamientos frentepopulistas desde octubre de 1936. NO EXISTIÓ UN PODER
OBRERO ANTAGÓNICO AL ESTADO CAPITALISTA. NO SE DIO LA LUCHA POR UN PODER
OBRERO, INCOMPATIBLE CON EL ESTADO CAPITALISTA. No hubo una situación de doble
poder, porque no existió nunca una lucha por un poder obrero, ni siquiera un
polo de atracción para la formación de ese poder obrero. En todo caso (en
Cataluña, y sólo durante dos o tres meses) hay que hablar de una SITUACIÓN
REVOLUCIONARIA polarizada entre dos alternativas antagónicas: los comités revolucionarios y el CCMA.
Ese antagonismo entre comités
y CCMA no puede definirse como una situación de doble poder, en cuanto no
existió nunca un poder obrero, ni siquiera un conato de coordinación y
centralización de esos comités para formar un polo de agrupación de ese poder
obrero. Su máxima expresión fueron los comités revolucionarios de los barrios
de la ciudad de Barcelona, organizados en las secciones de abastos y de defensa.
“Incontrolados” era el
despectivo nombre que se daba a los auténticos revolucionarios, en un momento
en que todo el mundo, desde Companys a los estalinistas, reivindicaba para sí
tal apelativo de revolucionario.
La CNT y el POUM, en lugar de
potenciar esos comités revolucionarios como órganos de un nuevo poder obrero,
se sintieron desbordadas y amenazadas por los "incontrolados", de tal
modo que no sólo no dieron consigna alguna para coordinarlos, sino que las
primeras consignas y medidas que tomaron fueron precisamente las de amenazar y
desautorizar a los "incontrolados". Amenazas que, existieran o no
actos de vandalismo, se materializaron en el fusilamiento sumario, siguiendo
esas consignas, "contra los incontrolados", dadas por los comités
superiores de la CNT, de José Gardeñas del sindicato
de la Construcción y de Fernández, presidente del sindicato de la Alimentación.
Meses después, avanzada ya la contrarrevolución, serían los estalinistas y
republicanos quienes darían ese inmerecido calificativo de
"incontrolados" al POUM y la CNT, con el objetivo de eliminarlos
física y políticamente.
¡La vigente historiografía no
sólo no contempla esta situación revolucionaria entre dos alternativas
antagónicas: comités revolucionarios y CCMA, sino que habla de una situación de
doble poder entre CCMA y gobierno de la Generalidad!
8
El Estado capitalista no fue
destruido y conservó (aunque fuese de forma "disminuida",
"nominal" o "parcial") sus funciones. Por otra parte los
aparatos represivos: guardia civil, de asalto y carabineros no fueron
disueltos, sino acuartelados en espera de tiempos mejores, que llegarían
algunos meses después. La internacionalización económica del capitalismo, desde
la primera guerra mundial, había cerrado la época de las revoluciones burguesas
e iniciaba la época de las revoluciones proletarias. En ausencia de una vanguardia revolucionaria, capaz de plantear el
antagonismo entre el proletariado y el Estado capitalista hasta llegar a la
DESTRUCCIÓN del Estado capitalista y la implantación del poder revolucionario
del proletariado, cualquier movimiento revolucionario, sea cual fuere su
componente proletaria, estaba destinado al fracaso. Dada la incapacidad de las organizaciones
obreras para tomar y ejercer el poder, dada su ineptitud parar coordinar y
centralizar el poder local de los distintos comités revolucionarios a escala
regional y nacional, para constituir un poder de los obreros, no se abrió otra
vía que la de la colaboración con otras organizaciones políticas burguesas y
con el ESTADO CAPITALISTA, que no podía tener otro objetivo que la restauración
y fortalecimiento del Estado republicano. Las bases de la contrarrevolución
eran lo bastante sólidas como para facilitar una rápida recuperación del Estado
capitalista, que pronto recuperó todas sus funciones y que, tras la
"inevitable y necesaria" derrota sangrienta del proletariado en mayo
de 1937, decapitó toda amenaza revolucionaria del movimiento obrero, mediante
una doble política de represión de los "incontrolados de siempre"
(revolucionarios), y de socialdemocratización e integración de las
organizaciones obreras en los aparatos del Estado capitalista, mediante la
cooptación de las burocracias sindicales y políticas en la burocracia del
Estado.
9
CNT y POUM fueron la extrema izquierda del Frente Popular. De hecho ninguna de ambas
organizaciones formaba parte del Frente Popular, pero ambas habían contribuido
decididamente a su éxito electoral en Febrero de 1936. Después del 19 de julio
de 1936 ambas organizaciones fueron desbordadas por los acontecimientos. En
plena euforia revolucionaria fueron incapaces de dar ninguna consigna hasta el
28 de julio ¡"para amenazar a los incontrolados"! El 20 de julio se
suspendió la emisión radiofónica de un "progresista" acuerdo laboral
conseguido por el ministro de Trabajo de Companys con la patronal catalana, que
concedía las 40 horas semanales, un aumento de los salarios del 15 por ciento y
una rebaja de los alquileres del 50 por ciento, porque varios de los eminentes
empresarios que elaboraban el acuerdo habían recibido el aviso de que no
regresaran a sus casas porque patrullas de hombres armados habían ido a buscarlos.
La revolución actúa por saltos, y la fase de las reclamaciones económicas había
sido superada. Los comités revolucionarios habían pasado espontáneamente a la
expropiación de la clase burguesa. La colectivización no se inició porque los
empresarios, técnicos y directores hubieran huido, y fuera necesario cobrar el
salario semanal, (como llegan a afirmar algunos protagonistas e historiadores),
sino porque los comités revolucionarios
procedieron a una metódica expropiación de la burguesía.
Los dirigentes de las
organizaciones obreras (CNT, POUM) sustituyeron PROVISIONALMENTE al Estado en
aquellas funciones que éste había perdido, y crearon organismos de colaboración
de clases, junto con organizaciones obreras reformistas y
contrarrevolucionarias (PSOE, PSUC, PCE) y organizaciones burguesas (ERC, Estat Català, Izquierda
Republicana) con el objetivo (consciente o no) de restaurar el Estado
capitalista en todas sus funciones, y
apuntalar el VACÍO DE PODER ESTATAL producido tras el triunfo de la
insurrección obrera.
El CCMA pudo haber ejercido
todas las funciones de un gobierno "revolucionario" provisional,
porque esos comités revolucionarios locales, que intentaban coordinarse y
centralizarse, acudieron a él en busca de ayuda, directrices, soluciones, orientación,
etcétera; pero el CCMA no realizó otra función que la de COMITÉ DE ENLACE de
esos comités locales con la Generalidad. Por otra parte, esos comités locales
revolucionarios, de acuerdo con la política y la naturaleza colaboracionista
del CCMA, se transformaron rápidamente en comités antifascistas, perdiendo su
origen y potencialidad revolucionaria y proletaria.
10
El CCMA fue fruto de la victoria insurreccional del 19 y 20 de julio y de la derrota política del 21
de julio. Por primera vez en la historia una insurrección obrera militarmente
victoriosa era derrotada políticamente al día siguiente, por su incapacidad
política y por su renuncia a la toma del poder. El CCMA no fue nunca una organización de poder obrero, o de doble
poder, sino de colaboración de clases. Y esto lo dijeron ya Munis, Nin, Molins,
Tarradellas, Companys, Azaña, Peiró, García Oliver, Montseny, Abad de Santillán, etcétera; y era fruto de su
propia naturaleza de organismo de unidad antifascista, de colaboración de todos
los partidos, incluidos los burgueses y de participación en las tareas
gubernamentales de las diversas organizaciones obreras, reformistas,
estalinistas y republicanas. Y no hubo ninguna organización revolucionaria
capaz de oponerse al CCMA, capaz de crear un organismo de coordinación y
centralización de esos comités locales, es decir, un órgano de PODER OBRERO
opuesto al gobierno de la Generalidad, a ese gobierno frentepopulista que fue
el CCMA, y al gobierno central de la República.
Paradójicamente, a posteriori,
la disolución del CCMA fue calificada, por muchos de quienes habían desvelado
el carácter de organismo de colaboración de clases del CCMA, como el fin de una
etapa de "doble poder". El avance de la contrarrevolución y la
pérdida del empuje revolucionario de las masas parecían reflejarse en la
debilidad del análisis teórico de algunos revolucionarios.
En realidad el poder real del
CCMA ha sido muy sobrevalorado. Pasado el primer mes de existencia del CCMA
éste se vio reducido, con el surgimiento de otros organismos como el Consejo de
Economía, Patrullas de Control, Comité de Abastos, etcétera, a un organismo más de colaboración técnica de la CNT con las instituciones
gubernamentales, un organismo de colaboración antifascista en la gestión de las
Milicias, perdiendo (si alguna vez la había tenido) su capacidad de ejercer
funciones "de gobierno". Por otra parte, la expedición militar a
Mallorca, realizada por la Generalidad, a mediados de agosto de 1936, en
colaboración con el Sindicato de Transportes Marítimos de la CNT, al margen del
CCMA y con su absoluto desconocimiento, era la prueba irrefutable de que el
CCMA ni siquiera controlaba totalmente la dirección de las Milicias.
Una vez que la CNT asumió que
la colaboración antifascista era definitiva e inevitable, las presiones
ejercidas por el aparato gubernamental (central y autonómico), de entre las que
destacaba muy especialmente la negativa a proporcionar armas (o divisas para
comprarlas) a las columnas confederales, hicieron que los dirigentes
anarcosindicalistas aceptaran, a mediados de agosto, la necesidad de disolver
el CCMA, los comités revolucionarios y las Milicias, y con éstos toda
potencialidad revolucionaria, para integrarse como cualquier otra organización
"antifascista" en el aparato gubernamental (autonómico y central).
A principios de septiembre de
1936 la CNT propuso la disolución del CCMA, que fue aceptada por el resto de
fuerzas antifascistas, que en las sucesivas reuniones aprobaron la formación de
un nuevo gobierno de la Generalidad con representantes de todas las
organizaciones antifascistas que componían el CCMA. No hubo más discusión que
el nombre y el programa a adoptar por ese gobierno. Se hizo una concesión
"verbal" a los principios de la CNT aceptando que el nuevo gobierno se
llamara "Consejo de la Generalidad", y en cuanto al programa se
aceptó que ya estaba determinado por el existente "Consejo de
Economía".
11
Una guerra en defensa de un
Estado democrático, por la victoria de éste frente a un Estado fascista, no
podía ser una guerra civil revolucionaria, era una guerra entre dos fracciones
de la burguesía: la fascista y la republicano-democrática, en la que el proletariado YA había sido derrotado.
No se trataba de que la insurrección de Julio hubiese sido aplastada
militarmente en la zona republicana (como lo había sido en la zona fascista),
sino que la naturaleza de la guerra AL SERVICIO DE UN ESTADO BURGUÉS
DEMOCRÁTICO había cambiado la naturaleza
de clase de la insurrección revolucionaria de Julio. Los métodos, objetivos
y programa de clase del proletariado habían sido sustituidos por los métodos,
objetivos y el programa de la burguesía. Es decir, el proletariado cuando
combate con los métodos y por el programa de la burguesía, aunque sea a favor de
la fracción democrática y en contra de la fracción fascista, YA HA SIDO
DERROTADO. El proletariado o es revolucionario o no es nada. El proletariado
combate con sus propios métodos de clase (huelga, insurrección, solidaridad
internacional, milicias revolucionarias, destrucción del Estado, etcétera) y
por su propia programa (supresión del trabajo asalariado, disolución de
ejércitos y policía, supresión de fronteras, dictadura del proletariado contra
la burguesía, organizado en consejos obreros, etcétera), o colabora con la burguesía, renunciando a sus métodos de clase y a
su programa, y entonces YA ha sido derrotado.
12
Joan Pau Fábregas, en sus ochenta
días como consejero de Economía, intentó planificar y alcanzar tres objetivos,
de los cuales sólo consiguió plasmar uno, y sólo en el papel: la legalización
de las expropiaciones de fábricas, empresas y talleres mediante un Decreto de
Colectivizaciones y Control obrero, que fue desarrollado posteriormente, en
enero de 1937, mediante órdenes y disposiciones elaboradas por Tarradellas y Comorera, a quienes se debe su aplicación en la práctica
real, absolutamente contradictoria con el espíritu y la letra del Decreto
redactado por Fábregas.
Los otros dos
objetivos quedaron en meros proyectos.
El proyecto de
movilización civil de la retaguardia
trabajadora, hondamente sentido y pedido por los trabajadores; y la Junta de
Comercio Exterior, que fue creada y empezó a operar, pero que no alcanzó la
meta que se había propuesto Fábregas, que era nada más y nada menos que el MONOPOLIO DEL COMERCIO EXTERIOR.
Fábregas fue
expulsado del gobierno al mismo tiempo que Nin, el 17
de diciembre de 1936, sin que nadie se opusiera a ello. La historiografía suele
destacar la importancia política de la salida de Nin,
pero silencia la de Fábregas, con mucho mayor contenido económico, político y
social.
Fábregas se había
creado demasiados enemigos, tanto en el seno del Gobierno: Companys y Comorera, como en el seno de la CNT: Santillán y el grupo
Nervio.
13
La pugna entre el PSUC y la
CNT, de diciembre de 1936 a mayo de 1937, fue un conflicto ideológico. Pero no
sólo de ideas, sino sobre todo práctico y político, en su sentido de gobierno
de la polis, del enfrentamiento de políticas opuestas de abastecimiento y
gestión económica de la gran urbe barcelonesa.
Comorera, desde la Consejería de Abastos, priorizaba el poder del PSUC al
abastecimiento del pan o la leche a la ciudad de Barcelona. No por maldad demoníaca,
sino porque el control del abastecimiento del pan o de la leche, por parte de
una industria alimenticia colectivizada, escapaba al control del PSUC y
menoscababa el poder estatal, esto es, del gobierno de la Generalidad. Mejor sin pan ni leche, que un pan y una
leche suministrados por sindicatos de la CNT. Hambre y penurias de los
barceloneses eran el precio a pagar por el incremento del poder del PSUC y de la Generalidad, en
detrimento de la CNT.
Los comités revolucionarios de
barrio tenían dos secciones fundamentales: los comités de defensa y los comités
de abastos. Comorera, el 20 de diciembre de 1936, a
los pocos días de su toma de posesión como Consejero de Abastos, declaró la guerra del pan a los comités de
barrio de la ciudad de Barcelona. Su objetivo principal era destruir el poder armado de los comités de defensa y el poder político de los comités de abastos.
Los comités de defensa habían
sido hibernados por los comités superiores libertarios, a primeros de
diciembre, con el doble objetivo de conseguir, por una parte, su sumisión
orgánica y la preeminencia de los
comités superiores cenetistas y, por otra parte, el de transferir el monopolio
de la violencia política a las Patrullas de Control.
A la guerra del pan de Comorera contra los comités de abastos, se sumaba una sorda
y feroz batalla, en el seno de las Patrullas de Control, con el objetivo de
dirimir la dualidad de poderes existente en Orden Público.
La guerra del pan derivó en un
declive y desmantelamiento de los comités de abastos, que tuvo como
consecuencia el desabastecimiento, la dictadura de precios de los tenderos y el
hambre de los trabajadores barceloneses. El libre comercio, impulsado por Comorera, destruyó el proyecto de implantar el monopolio
del comercio exterior, propugnado en su momento por Joan P. Fábregas. El hambre
popular era un precio que el PSUC estaba dispuesto a hacer pagar al pueblo de
Barcelona.
La batalla por el control del
orden público consiguió una victoria decisiva de los contrarrevolucionarios
(estalinistas y gobierno de la Generalidad) cuando se decretó la creación de un
Cuerpo Único de Seguridad, basado en la unificación de guardias de asalto y
ex-guardia civiles. Sin embargo, esa victoria propició la restauración y rearme
de los hibernados comités de defensa cenetistas. Las Jornadas de Mayo fueron
consecuencia de la respuesta armada de esos comités de defensa al asalto de la
Telefónica.
La consecuencia de la supresión y desmantelamiento de las secciones de
abastos de los comités de barrio fue el hambre popular; la consecuencia de la
hibernación de las secciones de defensa fue la restauración de las fuerzas
represivas burguesas. La reconstrucción y rearme de los comités de defensa explica las
Jornadas de Mayo como resistencia revolucionaria armada de los comités de
barrio, frente al imparable avance de la contrarrevolución.
El hambre de los trabajadores fue causada por
la maniobra consciente de los partidos burgueses y contrarrevolucionarios para
debilitar y derrotar a la revolución. A ese proceso le hemos denominado guerra del pan.
El desarme de los trabajadores era el objetivo
fundamental de esos mismos partidos para terminar con el potencial
revolucionario de los comités de barrio. También los comités superiores libertarios vieron en los comités de barrio a
sus peores enemigos cuando éstos se negaron a acatar los decretos de desarme.
Para conseguirlo fue necesario derrotarlos militarmente en la calle. Pero la
insurrección de los trabajadores en Mayo
de 1937 no fue derrotada militarmente, sino políticamente por los comités
superiores, cuando dieron la orden de alto el fuego.
El hambre y el
desarme eran los dos objetivos necesarios para el inicio del proceso
contrarrevolucionario, que desencadenó toda su fuerza represiva contra las
minorías revolucionarias en el verano de 1937.
14
La ideología antifascista, la unión sagrada entre todos los partidos
obreros y burgueses antifascistas, justificó el abandono de las fronteras de
clase por la práctica de la colaboración de clases. El antifascismo fue la continuidad de la política frentepopulista
electoral de febrero de 1936, en una situación de enfrentamiento bélico, tras
una insurrección obrera victoriosa. La necesidad de la unidad antifascista para
ganar la guerra al fascismo suponía YA
la derrota de la alternativa revolucionaria.
No reconocerlo así, y
prestarse a establecer diferencias, como hizo Trotsky,
entre un frentepopulismo rechazable y un antifascismo
"temporal", necesario hasta que hubiese sido derrotado el fascismo,
suponía objetivamente caer en las
redes de la unidad antifascista, en la misma medida y por idénticas razones que
el POUM y la CNT. EL FRENTE POPULAR (tras la depuración de los partidos
republicanos más derechistas después del 19 de Julio) Y EL FRENTE ANTIFASCISTA
NO ERAN TAN DISTINTOS, Y A MEDIDA QUE AVANZÓ LA GUERRA TENDIERON A CONFUNDIRSE.
De hecho la CNT y la FAI, después de mayo del 37 y la caída del gobierno de
Largo Caballero, impulsaron la formación de un FRENTE POPULAR ANTIFASCISTA,
como medio de presión para conseguir de nuevo la inclusión de los libertarios
en el gobierno republicano.
Se produjo, de hecho, un
acelerado proceso de socialdemocratización de todas las organizaciones obreras,
que se hizo rápidamente mayoritaria en todas ellas, consiguiendo la marginación
absoluta de las minorías revolucionarias, totalmente residuales, impotentes y
muy confusas; lo cual facilitó el ascenso y toma del poder estatal por parte de
los estalinistas, con su programa reaccionario, pero enormemente claro y
decidido, de fortalecimiento del Estado republicano: un Estado fuerte para ganar la guerra al fascismo.
15
Los comités revolucionarios:
de defensa, obreros, de empresa, locales, de abastos, de barriada, milicias de
retaguardia, etcétera, eran los órganos potenciales de poder obrero, que
ejercían muchas veces el único poder real, de carácter local o sectorial, en julio
de 1936.
Pero se transformaron
rápidamente en comités antifascistas, en comités de gestión sindical de las
empresas, o bien sufrieron una prolongada hibernación, como los comités de
defensa confederales desde finales de noviembre de 1936, o fueron transformados
en organismos del Estado, como las Patrullas de Control.
La ambigüedad y ambivalencia de las Patrullas de control, de las
colectivizaciones, de las Milicias, y en definitiva de la "Revolución del
19 de Julio", era consecuencia directa de la propia ambigüedad y
ambivalencia de las organizaciones de extrema izquierda del Frente Popular (CNT
y POUM),
que no sólo fueron incapaces de tomar el poder y de defender el programa
histórico de emancipación del proletariado contra las fuerzas contrarrevolucionarias,
sino que además optaron por la colaboración de clases con los partidos
burgueses y el Estado capitalista con el objetivo de derrotar al fascismo. Eran
ambiguas porque el CCMA era fruto de la victoria insurreccional PROLETARIA del 19
de julio, pero también del fracaso político del 21 de julio, CUANDO SE ACEPTO
LA COLABORACIÓN DE CLASES.
16
Del 26 de septiembre al 17 de
diciembre de 1936 se dio un avance de la contrarrevolución y un retroceso del
movimiento revolucionario, paralelo al progreso de la Generalidad en la reconquista de todas sus funciones
(asumiendo incluso poderes del Gobierno de Valencia).
Jalones de ese avance fueron
la disolución del CCMA, la entrada del POUM y de la CNT en el gobierno de la
Generalidad y el DECRETO DE DISOLUCIÓN DE LOS COMITÉS REVOLUCIONARIOS, así como
la consiguiente FORMACIÓN DE AYUNTAMIENTOS FRENTEPOPULISTAS.
Nin, consejero de Justicia,
suprimió la Oficina Jurídica. La CNT y el POUM facilitaron la disolución de los
comités revolucionarios y su sustitución por ayuntamientos frentepopulistas. Nin y Tarradellas se desplazaron a Lérida para someter al
comité local leridano, controlado por el POUM. El Decreto de militarización de
las Milicias Populares supuso el principio del fin de las Milicias Populares. A
partir de mediados de diciembre los estalinistas expulsaron a Fábregas y a Nin del Gobierno y establecieron una alianza entre ERC y el
PSUC para disminuir el poderío de la CNT y suprimir las "conquistas
revolucionarias" de Julio, consideradas ahora como cesiones y concesiones temporales
de las funciones estatales.
Mayo del 37 supuso la derrota
definitiva del movimiento revolucionario. PSUC y ERC habían encabezado la
contrarrevolución, pero POUM y CNT habían sido OBJETIVAMENTE colaboradores
indispensables de esa contrarrevolución, cuando el movimiento
revolucionario aún era lo bastante fuerte como para constituir un poder obrero
y destruir el Estado.
17
Del 17 de diciembre 1936 al 2
de mayo 1937 se produjo una creciente oposición de la socialización, propugnada
por los trabajadores, a la colectivización, gestionada y manipulada por la
Generalidad. Por una parte, el gobierno de la Generalidad, apoyado socialmente
en sectores pequeño burgueses: administrativos, técnicos, antiguos empresarios,
profesiones liberales e incluso obreros de ideología estalinista o derechista,
encuadrados muchas veces en la UGT, emprendió una ofensiva para incrementar su
control de las empresas, basándose en el Decreto de Colectivizaciones y en la
aplicación de la batería de decretos financieros, aprobados por Tarradellas en S'Agaró, en enero de 1937. De forma paralela el sector
radical de la militancia cenetista intentó SOCIALIZAR la producción, lo que
implicaba incrementar el poder de los Sindicatos de Industria en las empresas.
La SOCIALIZACIÓN, para ese sector radical de la CNT, suponía la dirección de la
economía catalana por los Sindicatos (de la CNT) y romper con la dinámica del
capitalismo sindical, estableciendo un reparto equitativo de la riqueza que
acabara con las escandalosas diferencias entre trabajadores de industrias
colectivizadas ricas o pobres, y de éstos con los parados. Esa dirección de UNA
ECONOMÍA catalana SOCIALIZADA exigía a su vez la creación de organismos
adecuados dentro de la CNT, esto es la sustitución de los Sindicatos Únicos
(apropiados para sostener una huelga, pero no para dirigir las empresas) por
Sindicatos de Industria (mejor preparados para gestionar los distintos sectores
económicos), que se realizó en los primeros meses de 1937. La SOCIALIZACIÓN de
la economía catalana suponía la dirección de la economía (y de la guerra) por
la CNT, y esto a su vez exigía suprimir el gobierno de la Generalidad.
Así, pues, la ofensiva
contrarrevolucionaria de la Generalidad por incrementar su control, extendiéndolo
a cada empresa, chocó frontalmente con el intento de socialización del sector
radical de la CNT. Durante la primavera de 1937, se entabló una lucha empresa a
empresa, en la que las asambleas que debían aprobar la socialización fueron
presionadas y manipuladas de formas muy distintas, desde la maniobra
politiquera más ruin a la utilización de las fuerzas de la policía. En este
duro enfrentamiento empresa a empresa, que los comités superiores de la CNT
nunca quisieron centralizar, porque hubiera supuesto romper el pacto de unidad
antifascista, se dio una separación cada vez más evidente y
"dolorosa" en la militancia sindical, entre el sector
colaboracionista y el sector radical de la CNT. En ese intento de socialización
de la economía catalana, la militancia radical cenetista intentó disputar a la
militancia colaboracionista el apoyo de la mayoría de la afiliación sindical.
Pero esa militancia radical casi siempre fue minoritaria en las asambleas de
fábrica, dado el aluvión de afiliaciones oportunistas posteriores al 19 de
julio y a la sangría que la propia revolución había causado entre los
revolucionarios, enrolados en las Milicias o aupados en cargos de
responsabilidad.
18
Las colectivizaciones no
podían tener ningún desarrollo futuro, si
el Estado capitalista no era destruido. De hecho las colectivizaciones
acabaron sirviendo las necesidades imperiosas de una economía de guerra. Las
situaciones evolucionaron de forma muy variada, rápida e inestable, desde la
gozosa expropiación revolucionaria de las fábricas a la burguesía, en Julio de
1936, hasta la militarización de la industria y del trabajo, predominante en
1938. Era y es imposible separar la revolución política de la revolución social
y económica. Las revoluciones, como concluyeron Los Amigos de Durruti, son
siempre TOTALITARIAS, en el doble significado de la palabra: total y
autoritaria. NO HAY NADA MÁS AUTORITARIO QUE UNA REVOLUCIÓN: expropiar una
fábrica a sus dueños, o un latifundio a su propietario será siempre una
imposición autoritaria. Y sólo puede hacerse cuando los cuerpos represivos de
la burguesía, ejército y policía, han sido derrotados por un ejército
revolucionario que impone AUTORITARIAMENTE la nueva legalidad revolucionaria.
El anarcosindicalismo y el POUM, por incapacidad teórica los primeros y por
debilidad numérica, verbalismo y falta de audacia, los segundos, no plantearon
nunca la cuestión del poder, que abandonaron en las manos de los políticos
profesionales de la burguesía republicana y de los socialistas: Azaña, Giral, Prieto, Largo Caballero, Companys, Tarradellas,
Negrín..., o que compartieron con ellos, cuando su participación era necesaria
para cerrar el paso a una alternativa revolucionaria.
En el campo económico el mito
historiográfico englobado en el concepto genérico de
"COLECTIVIZACIÓN" conoció (en Cataluña) cuatro etapas:
1.- La incautación obrera
(julio a septiembre 1936).
2.- La adaptación de las
incautaciones al Decreto de Colectivizaciones (octubre a diciembre de 1936).
3.- La lucha de la Generalidad
por dirigir la economía y controlar las colectivizaciones, enfrentada al
intento de socialización de la economía, impulsado por el sector radical de la
militancia cenetista (enero a mayo de 1937).
4.- El progresivo
intervencionismo y la centralización estatal (del gobierno central) impusieron
una economía de guerra y la MILITARIZACIÓN del trabajo (junio de 1937 a enero
de 1939).
19
La ideología
antifascista y la participación cenetista en distintos cargos municipales,
consejerías de la Generalidad e incluso ministerios del gobierno central, creó
una burocracia de comités superiores, con intereses distintos y opuestos a los
comités revolucionarios, surgidos en los barrios de Barcelona. Mientras los comités superiores lo subordinaban
todo a la victoria bélica sobre el fascismo, los comités de barrio seguían
abanderando el programa de una revolución obrera.
El proceso de institucionalización de esos comités
superiores de la CNT-FAI los convirtió en servidores del Estado, que tenían a los comités revolucionarios de
barrio como a sus peores enemigos, tal y como lo definió el CR en la reunión de comités superiores
libertarios del 25 de noviembre de 1936. La ingenua y simplista tesis, que
diferencia a los líderes anarcosindicalistas en traidores o héroes, como si la
masa militante fuese amorfa y abúlica, no explica nada. El enfrentamiento entre comités superiores y comités revolucionarios de
barriada fue un capítulo más de la lucha de clases, que estuvo a punto de
terminar en una escisión, que
finalmente la selectiva represión
estalinista resolvió con la aniquilación de los revolucionarios y la
integración en el aparato de Estado de los comités superiores.
La institucionalización
de la CNT tuvo importantes consecuencias, inevitables, en la
propia naturaleza organizativa e ideológica de la CNT.
El ingreso de los militantes más destacados en los distintos niveles de
la administración estatal, desde ayuntamientos hasta los Ministerios del
gobierno de la República, pasando por las Consejerías de la Generalidad o de
instituciones “revolucionarias” nuevas, más o menos autónomas, como el CCMA, el
CC de Abastos y el Consejo de Economía
crearon nuevas funciones y necesidades, que debían ser cubiertas por un número limitado de militantes
capacitados para desempeñar tales cargos de responsabilidad.
El nombramiento de esos militantes para cargos de responsabilidad,
además de su asesoramiento y control, fue realizado por unos comités
superiores, que a su vez generaban otros cargos internos de mando y decisión en
el seno de la Organización.
Fue así como se constituyeron los comités superiores, formados por el
CN de la CNT, el CR de la CRTC, la Federación Local de Sindicatos únicos, el
CP, el CR de la FAI, la Federación Local de GGAA de Barcelona, la FIJL, los
concejales, los consejeros en la Generalidad, los ministros de la República,
los delegados de las Columnas confederales, y determinadas personalidades de
prestigio.
Las funciones de dirección y de poder ejercidas por esos comités
superiores, que abarcaban una minoría muy limitada de elementos capaces de
ejercerlas, crearon una serie de intereses, métodos y objetivos distintos a los
de la base militante confederal. De ahí, por una parte, una desmovilización y
desencanto generalizado entre los afiliados y la militancia de base, que se
enfrentaba al hambre y la represión absolutamente desamparada por los comités
superiores. De ahí el surgimiento de una oposición
revolucionaria, encarnada fundamentalmente en Los Amigos de Durruti, las
Juventudes Libertarias de Cataluña, algunos grupos anarquistas de la Federación
Local de GGAA de Barcelona, sobre todo después de mayo de 1937, pero que ya se
había desarrollado muy tempranamente, en el verano de 1936, en los comités de
barrio y de defensa de las barriadas barcelonesas.
Surgió un nuevo fenómeno, muy velado y preocupante, como fue la
aparición, ya en julio de 1936, de un Comité
de comités, una especie de ejecutivo reducido de destacadísimos
responsables que, ante la importancia y urgencia de los problemas a resolver,
imposible de plantear mediante lentos procesos horizontales y asamblearios de
largas discusiones, sustituyeron a
la Organización en la toma de decisiones.
Ese Comité de comités, que los comités superiores mantuvieron en
secreto, se consolidó públicamente, en junio de 1937, bajo el nombre de
Comisión Asesora Política (CAP), y más tarde en el llamado Comité Ejecutivo del
Movimiento libertario.
Los comités superiores, a finales de noviembre de 1936, vieron a los
comités revolucionarios de barrio como a
sus peores enemigos, y decidieron reducir sus funciones y controlar
sindicalmente a sus secciones de defensa, hibernándolos en la práctica, hasta
que en marzo de 1937 la formación del Cuerpo único de Seguridad, constituido
por guardias de asalto y guardia civiles, y la amenaza de disolución de las
Patrullas de Control, hizo necesaria su revitalización y rearme como
preparación para un enfrentamiento inevitable que desembocó en las Jornadas de
Mayo.
La ideología de unidad antifascista, asumida e interiorizada por los comités
superiores creó una comunidad de intereses y de objetivos de esos comités con
el resto de organizaciones antifascistas, que renunciaron a todos los
principios anarcosindicalistas y revolucionarios, con el objetivo único de
ganar la guerra.
La institucionalización
de la CNT y la asunción de la ideología de unidad antifascista transformaron a los comités superiores en el peor enemigo de la
(minoritaria) oposición revolucionaria cenetista. Se estuvo muy cerca de una
escisión, que finalmente no se produjo, porque fue innecesaria, a causa de su
eliminación física, encarcelamiento o clandestinidad, promovida por la
represión estatal y estalinista. Represión que tuvo un carácter SELECTIVO, ya
que estaba dirigida contra la minoría revolucionaria, al mismo tiempo que se
intentaba asegurar la institucionalización de los comités superiores.
No debe hablarse de una TRAICIÓN DE LOS COMITÉS SUPERIORES, que no
explica nada, sino de un enfrentamiento DE CLASE entre unos comités superiores que eran ESTADO, y unas minorías
revolucionarias reprimidas y perseguidas, que tenían por objetivo la destrucción del Estado. No era una traición, era una lucha de clases entre
dirigentes y dirigidos, entre gobernantes (o aspirantes a serlo) y gobernados,
entre burócratas y trabajadores revolucionarios.
20
La violencia revolucionaria nace siempre como respuesta a la violencia
institucional del orden establecido, esto es, como enfrentamiento al Orden
Público.
Una de las características fundamentales e irrenunciables del Estado
capitalista es el monopolio de la
violencia política, en defensa del sistema capitalista y como opresión de
la clase explotada, aunque camuflada siempre como árbitro neutral entre
ciudadanos iguales ante la ley. Cualquier violencia, resistencia u oposición
que rompa ese monopolio es criminalizada.
En julio de 1936, en Barcelona, la violencia política revolucionaria
surgió como enfrentamiento a un intento de golpe de estado militar y fascista,
fomentado y alentado por la Iglesia y la gran burguesía. La insurrección obrera
estableció una situación revolucionaria. La renuncia anarcosindicalista a
destruir el Estado, y a un ambiguo “ir a por el todo”, abrió la vía al
colaboracionismo con el resto de fuerzas políticas, incluso las burguesas, y de
participación en las tareas gubernamentales de un Estado capitalista.
La violencia revolucionaria, y los métodos de lucha de clases puestos
en práctica por el proletariado durante las jornadas revolucionarias del 19-20
de julio (ausentes de la calle las fuerzas de represión burguesas, desde el
ejército hasta la guardia de asalto y la guardia civil, ambas guardias
convenientemente acuarteladas en espera
de mejores tiempos), sustituyeron el monopolio estatal de la violencia. Violencia y poder eran lo mismo, TANTO EN
EL FRENTE COMO EN LA CIUDAD DE BARCELONA.
La situación
excepcional de crisis institucional, violencia política y revolución social,
provocada por el alzamiento militar y la guerra civil, fueron el fértil terreno
donde arraigó ese caudillo de revolucionarios, difamados como “incontrolados”.
En una situación de quiebra de todas las instituciones, y de vacío de poder,
los comités revolucionarios se atribuyeron las facultades de perseguir, juzgar
y ejecutar al enemigo fascista, o incluso al sospechoso de serlo, sólo por ser
cura, propietario, derechista, rico o “antipático”. Y las armas que empuñaban
les dieron el poder y el “deber” de
exterminar a ese enemigo. Porque era la hora de dar muerte al fascismo
criminal, sin más alternativa que la de morir o matar, porque se estaba en
guerra con los fascistas.
En una guerra al
enemigo se le mata por serlo: no había otra ley, ni otra regla moral, ni más
filosofías ni complicaciones éticas.
El fenómeno de la
violencia revolucionaria de los milicianos, en la retaguardia aragonesa y catalana,
debe estudiarse en el contexto de una guerra de clases y de la lucha por el poder local: formación
del comité revolucionario, castigo y limpieza de curas y fascistas,
expropiación de las tierras, ganado y propiedades de los derechistas (en su
mayoría asesinados o huidos) y la Iglesia, que consolidaban económicamente la
Colectividad del pueblo. En este proceso jugaban un gran papel los conflictos
sociales anteriores, caldo de cultivo de venganzas y ajustes de cuentas en cada
pueblo, que explican la mayor o menor virulencia de la “limpieza”.
21
Con la entrada de la CNT en el gobierno de la Generalidad también se
dio un proceso de institucionalización
de la violencia, que por esa misma razón dejaba de ser revolucionaria para
convertirse en el nuevo “orden público revolucionario”.
En épocas de
revolución la violencia, mientras sea tan
destructiva (del antiguo orden) como
constructiva (del nuevo orden),
no puede dominarse, y encuentra siempre a sus ejecutores, anónimos o no. Pero
cuando esa violencia empezó a ser regulada (desde su nueva naturaleza de
violencia legítima y/o legal del “nuevo orden público”) por las nuevas
autoridades antifascistas, dejó de ser una violencia revolucionaria, colectiva,
popular, justiciera y clasista, festiva y espontánea, transformándose (a ojos
de esas autoridades) en un fenómeno cruel, ajeno e incomprensible al nuevo orden contrarrevolucionario, burgués y
republicano, que se instauraba precisamente sobre el control y extirpación de
la anterior situación revolucionaria.
Los comités
superiores libertarios, de común acuerdo con el resto de fuerzas antifascistas
y con el gobierno de la Generalidad, intentaron restablecer de nuevo el
monopolio de la violencia política, cediéndoselo a la Junta de Seguridad. Fue
un proceso lento y muy contradictorio, repleto de obstáculos y enfrentamientos,
que ha sido muy detallado en el texto de este libro.
La dualidad de
mando existente en la Junta de Seguridad, entre la CNT y el resto de fuerzas
antifascistas y el gobierno, no se resolvió hasta los enfrentamientos decisivos
de mayo de 1937.
Por otra parte,
el progresivo debilitamiento de las Patrullas de control, en favor de un Cuerpo
Único de Seguridad, construido sobre la revitalización y unificación de la
Guardia de Asalto y de la ex Guardia Civil, provocó, como reacción defensiva de
los sindicatos, el renacimiento y fortalecimiento de los hibernados comités de
defensa cenetistas.
22
El
fundamentalismo económico del mercado libre desembocó, a partir del 17 de
diciembre, en una guerra del pan de Comorera contra
los comités de barrio. El dogma del mercado libre iba acompañado del
clientelismo político de la burguesía y de los tenderos y comerciantes en favor
del PSUC. Pero la clave de la implantación del mercado libre radicaba en su
oposición a la instauración del monopolio
del comercio exterior, esto es, que en los mercados extranjeros se
presentase un único gran comprador, avalado por las divisas de las ventas al
extranjero.
Ese monopolio del comercio exterior fue el
caballo de batalla de Juan Pau Fábregas y de la CNT durante el primer gobierno
Tarradellas, encontrando la oposición del resto de
fuerzas, que en el segundo gobierno de Tarradellas, con Comorera
en Abastos, dio definitivamente al traste con ese intento de crear tal monopolio, instaurando precisamente su
política opuesta: el mercado libre. Y el mercado libre significaba, por una
parte, enriquecer a los tenderos y comerciantes, que especulaban con el hambre
popular, pero también convertir al PSUC en el partido-refugio de la burguesía y
en el campeón de la contrarrevolución, escudada en la consecución de un Estado
fuerte, la protección de la democracia burguesa y la salvaguarda de la
propiedad privada. El mercado libre, por otra parte, suponía el debilitamiento,
y la eliminación a medio plazo, de los comités de barrio, potenciales órganos
de poder de la clase obrera. El hambre de los trabajadores fue una consecuencia
inevitable en esta guerra del pan, declarada por Comorera
a los comités revolucionarios de barrio. Hambre que se convirtió muy pronto en
un arma terrible y eficaz de los contrarrevolucionarios.
La opción entre monopolio del comercio
exterior o mercado libre era una opción sobre la cual, para un país en
guerra, y desde un punto de vista puramente económico, no podía haber dudas
racionales. El monopolio del comercio exterior no era una medida
revolucionaria, era evidentemente una medida excepcional; pero necesaria, en
una situación bélica como la existente, para asegurar el abastecimiento
alimenticio popular (y también de armamento y materias primas para el
funcionamiento de la industria). Pero la opción escogida, el mercado libre, lo
fue por motivaciones exclusivamente políticas,
que aseguraban el debilitamiento de los comités de barrio y de la CNT y el
fortalecimiento de los intereses contrarrevolucionarios de algunos sectores
sociales, que incrementaron espectacularmente las afiliaciones al PSUC, ERC y
UGT.
Joan Pau Fábregas
fue excluido del gobierno de la Generalidad porque era un obstáculo a la
imposición del mercado libre, y porque de este modo el Decreto de
Colectivizaciones podría ser desarrollado legalmente y modificado en sentido
contrarrevolucionario, sin la fiscalización y oposición de su promotor.
23
La militarización de las Milicias Antifascistas, junto con el decreto de
Colectivizaciones y la disolución de los Comités locales marcaron el inicio y
el curso de la contrarrevolución burguesa y de la reconquista del aparato
estatal, que no había sido destruido.
La militarización de las Milicias, en el frente, no sólo suponía la
pérdida de la dirección de la guerra por los obreros y la pérdida de cualquier
objetivo revolucionario, sino que conllevaba además la militarización de la
retaguardia, esto es, del Orden Público.
Y esa militarización de la retaguardia transformaba todas las
relaciones sociales y políticas de
poder, porque violencia y poder eran lo mismo. La militarización del Orden Público implicaba, además, un proceso
de creciente desmovilización social, política y revolucionaria de los
trabajadores.
En la oposición a la militarización de las Milicias Populares
(decretada en octubre de 1936) destacó la cuarta agrupación de Gelsa de la Columna Durruti, que tras superar un conato de
enfrentamiento armado con otras fuerzas de la Columna, partidarias de la
militarización, decidió abandonar el frente (en febrero de 1937) y regresar a
Barcelona, llevándose las armas. Esos milicianos, junto con otros militantes
cenetistas radicales, empeñados en la lucha existente en las empresas por la
socialización, fundaron en marzo de 1937 la Agrupación de Los Amigos de
Durruti, que llegó a alcanzar de cuatro a cinco mil adherentes y se
constituyeron, en Cataluña, en una alternativa revolucionaria a los comités
superiores (colaboracionistas) de la CNT-FAI.
De la violencia
revolucionaria de los comités, considerada como desorden por la burguesía
catalana y los estalinistas, se pasó, tras una transición que duró algunos
meses, al orden burgués “de siempre”, en el que la violencia estaba
monopolizada por los cuerpos represivos y antiobreros
“de siempre”: guardia de asalto y guardia civil, unificados el 4 de marzo de
1937 en un Cuerpo único de Seguridad. Desde ese punto de vista, los Hechos de
Mayo de 1937 fueron el episodio necesario y decisivo para que el aparato
estatal consiguiera el absoluto monopolio de la violencia.
De la violencia
revolucionaria de los comités, contra la burguesía, curas y fascistas, se pasó
a la violencia represiva de las fuerzas burguesas del orden capitalista contra
las minorías revolucionarias. Esa represión de la oposición revolucionaria
cenetista (y de otras minorías revolucionarias) fue paralela y homóloga a la
integración de los comités superiores en el aparato estatal (estuviesen o no en
el gobierno). No se trataba de ninguna traición
de los dirigentes a las bases, sino de las dos vertientes necesarias de un
mismo proceso contrarrevolucionario:
persecución de los revolucionarios e institucionalización de los comités
superiores.
El orden público antifascista se fundamentaba en la unidad antifascista
de todas las organizaciones con el objetivo único de ganar la guerra. Esa
victoria militar implicaba y profundizaba la militarización de las Milicias, de
las fuerzas del orden, del trabajo, de las relaciones sociales y de la
política. La guerra devoró a la revolución.
24
La resistencia al desarme de los comités de barrio, había encontrado un
eficaz acicate en los sindicatos, cuando el 4 de marzo un decreto unificó a
guardias de asalto y guardias civiles, bajo el mando del gobierno de la
Generalidad. La ofensiva de estalinistas, catalanistas y Generalidad se había
solidificado y parecía imparable. El hambre popular había expresado su
descontento en las manifestaciones de mujeres del 14 de abril en distintos
mercados de Barcelona. Del 12 al 24 de abril, la Federación Local de Grupos
anarquistas, las JJLL y los comités de defensa de los barrios se prepararon
para una insurrección, capaz de enfrentarse al progresivo avance represivo de
la contrarrevolución. A mediados de abril Herrera y Escorza negociaron con
Companys un nuevo gobierno y una salida a la crisis gubernamental. Se iniciaron
los primeros sumarios por “cementerios clandestinos”, que culpaban y
encarcelaban a los miembros de los comités de las jornadas revolucionarias de
julio. El 27 de abril el gobierno de la Generalidad pagó a un francotirador
para que asesinara a Antonio Martín, desencadenando una ofensiva represiva
contra los anarquistas en la Cerdaña. Los comités superiores creían que
bastaría “con enseñar los dientes” al PSUC, ERC y la Generalidad, para detener
su ofensiva represiva. Los comités de defensa de las barriadas de Barcelona desbordaron a los comités superiores,
desencadenando una insurrección revolucionaria, que escapó a su control.
25
¿Qué lecciones
pueden extraerse de la Guerra civil?:
La cuestión, en
julio de 1936, no era tanto la toma del
poder (por una minoría de dirigentes anarquistas), como la destrucción del Estado por los comités.
Los comités
revolucionarios de barriada (y algunos de los comités locales) no hacían o
dejaban de hacer la revolución, eran
la revolución social.
La destrucción del Estado era un
proceso muy concreto, en el que los comités ejecutaban funciones arrebatadas a
las instituciones oficiales, porque el Estado era incapaz de asumirlas. Ese proceso de destrucción del Estado era
paralelo y simultáneo al de la consolidación, profundización y extensión de los
cometidos, tareas y actividades asumidos por los comités. El proceso
contrarrevolucionario consistió precisamente en reconstruir el Estado al mismo
tiempo que se destruían los comités, despojándolos de toda labor.
El
Estado capitalista, tanto en su modalidad fascista como en su modalidad
democrática, debe ser destruido. El proletariado no puede pactar con
la burguesía republicana (o democrática) para derrotar a la burguesía fascista,
porque ese pacto supone ya la derrota de la alternativa revolucionaria, y la
renuncia al programa revolucionario del proletariado (y a los métodos de lucha
que le son propios), para adoptar el programa de unidad antifascista con la
burguesía democrática, en aras de ganar la guerra al fascismo.
El programa revolucionario del proletariado pasa por la
internacionalización de la revolución, la socialización de la economía, sentar
las sólidas basas para la supresión del valor y del trabajo asalariado en un
ámbito mundial, dirección de la guerra y de las milicias obreras por el
proletariado, organización consumista y asamblearia de la sociedad, simultánea
a la destrucción de las relaciones sociales mercantilizadas del capitalismo, y
represión por el proletariado de las capas sociales burguesas y
pequeño-burguesas, para aplastar la segura respuesta armada de la
contrarrevolución.
La principal
conquista teórica de Los Amigos de Durruti afirmaba el carácter totalitario de la revolución proletaria. Totalitaria,
esto es, total, porque ha de darse en todos los campos: social, económico,
político, cultural..., y en todos los países, superando todas las fronteras
nacionales, y era además represiva, porque se enfrentaba militarmente al
enemigo de clase.
La ausencia de una organización, vanguardia o
plataforma, capaz de defender el programa histórico del proletariado, fue
determinante, porque permitió e impulsó que todas las organizaciones obreras
asumieran el programa burgués de unidad antifascista (unidad sagrada de la
clase obrera con la burguesía democrática y republicana), con el objetivo único
de ganar la guerra al fascismo. Las vanguardias revolucionarias que surgieron,
lo hicieron tarde y mal, y fueron aplastadas en su intento, apenas esbozado, de
presentar una alternativa revolucionaria, capaz de romper con la opción
burguesa entre fascismo y antifascismo.
El estalinismo fue una opción
contrarrevolucionaria, que defendía el
capitalismo de Estado y propugnaba la dictadura del partido estalinista
sobre el proletariado. El anarquismo de
Estado de los comités superiores libertarios fue una opción
contrarrevolucionaria, porque defendía
un capitalismo sindical y propugnaba el fortalecimiento del aparato de
Estado, la unidad antifascista y el objetivo único de ganar la guerra,
renunciando a la revolución.
Los comités revolucionarios de barrio, en la ciudad de
Barcelona, y diversos comités locales en el resto de Cataluña, fueron los potenciales órganos de poder de la clase obrera. Propugnaban la socialización de la economía y se
opusieron a la militarización de las Milicias y al colaboracionismo con el
gobierno y los partidos antifascistas. Estaban armados, eran el ejército clandestino de la revolución. Su principal
limitación fue su incapacidad de organizarse y coordinarse al margen del
aparato confederal. Los comités superiores ahogaron política y orgánicamente a
los comités revolucionarios, que se convirtieron en sus peores enemigos y en el
mayor obstáculo a su anhelada y necesaria integración en el aparato del Estado
burgués, como meta final de su proceso de institucionalización.
Durante la guerra
civil, el proyecto político del anarquismo
de Estado, constituido como partido antifascista, utilizando métodos de
colaboración de clases y de participación gubernamental, organizado
burocráticamente y con el objetivo principal de ganar la guerra al fascismo,
fracasó estrepitosamente en todos los terrenos; pero el movimiento social del anarquismo revolucionario, organizado en
comités revolucionarios de barrio, locales, de control obrero, de defensa,
etcétera, constituyó los embriones de un poder obrero que alcanzó cotas de
gestión económica, de iniciativas populares revolucionarias y de autonomía
proletaria, que aún hoy iluminan y anuncian un futuro radicalmente diferente a
la barbarie capitalista, el horror fascista o la esclavitud estalinista.
Y aunque ese
anarquismo revolucionario sucumbió finalmente a la represión coordinada y
cómplice del Estado, de los estalinistas y de los comités superiores, nos legó
el ejemplo y el combate de algunas minorías, como Los Amigos de Durruti, las
JJLL y determinados grupos anarquistas de la Federación Local de Barcelona, que
nos permiten teorizar hoy sus experiencias, aprender de sus errores y
reivindicar su lucha y su historia.
La conciencia procede del ser. Sin una
teorización de las experiencias históricas del proletariado no existiría teoría
revolucionaria, ni avance teórico alguno, y, en todo caso, sería mucho más
pobre, incompleta e ineficaz. Teoría anónima, callejera, colectiva, popular,
ateneísta, vivaz, profunda, internacional e internacionalista, que sólo puede
conseguirse como fruto maduro de un proceso histórico de preparación para la
intervención en las próximas batallas de la guerra de clases en curso.
25764
Insurrección. Las
sangrientas jornadas del 3 de mayo de 1937. Agustín Guillamón
512 páginas 15 x 23,5 cms.
15.00 euros
Descontrol
25607
Josep Rebull. La vía
revolucionaria.
Agustín Guillamón
259 páginas 14 x 21,5 cms.
10.00 euros
Descontrol
Insurrección.
Las sangrientas jornadas del 3 de mayo de 1937
Mayo del 37 fue la derrota del proletariado revolucionario más avanzado, que la
contrarrevolución estalinista y el reformismo republicano necesitaban y
buscaban para desarmar la amenaza de los comités de defensa sobre las
instituciones burguesas y desencadenar una represión selectiva, que integrase a
los comités superiores en el aparato estatal y aniquilase a los
revolucionarios.
Por primera vez en la historia, se dio el caso de una insurrección iniciada y
sostenida contra la voluntad de los líderes a que perteneció la inmensa mayoría
de los insurrectos. Pero aunque una insurrección puede improvisarse, una
victoria no; y aún menos cuando todas las organizaciones obreras antifascistas
se mostraron hostiles al proletariado revolucionario: desde la UGT hasta los
comités superiores de la CNT.
Esos comités superiores llegaron a jugar con dos barajas, permitiendo la
formación de un Comité Revolucionario de la CNT (Merino, Ruano y Manzana), al
mismo tiempo que se formaba una delegación, encabezada por Santillán, para
negociar en el Palau de la Generalitat. Pero muy
pronto abandonaron la carta insurreccional por los ases del alto al fuego, que
aseguraban su futuro de burócratas. Companys y Comorera
sólo jugaban con la baraja de la provocación a la CNT para destruirla y
conseguir así un gobierno fuerte. El presidente de la Generalitat llegó a
ordenar a la aviación el bombardeo de todos los cuarteles y edi
cios en poder de los cenetistas.
Josep Rebull. La vía
revolucionaria
Hay acontecimientos que pesan como una losa sobre la acción y el pensamiento
políticos de los individuos, de las organizaciones e incluso de las
generaciones.
El asesinato de Andreu Nin por el estalinismo fue uno
de esos hechos históricos preñados de consecuencias inesperadas que, en su
caso, amordazan críticas, hasta entonces duras y aceradas, a la acción y teoría
de un hombre que, asesinado brutalmente, deja de ser un igual, al que se puede
y debe discutir, para convertirse en un héroe santi
cado, un mito y una bandera sacrosanta a la que sólo cabe defender.
Josep Rebull había expuesto ya antes de mayo de 1937 lo que él consideraba los
errores fundamentales del CE del POUM y de su secretario político Andreu Nin. Esos análisis de Rebull no sólo mantienen hoy su
validez, sino que los años han aumentado su interés y su importancia, teórica y
política.
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