Microrrelato

Góngora y Quevedo caninos

 

 

 

como-pasear-a-dos-perros-a-la-vez.jpgCuando atardece en un día cálido se otea un horizonte tan diferente que se levanta una calima que estremece la mirada. No te deja ver a lo lejos, no te deja reconocer lugares despejados por el cierzo, no te deja inspirar y llenar los pulmones de una manera que casi te eleva a los cielos… pero qué cielos en estos días los cielos no están limpios están brumosos y casi ni podemos jugar con las nubes y su imaginario. No hay nubes esponjosas a las que mirar y con las que construir un mundo de castillos, juegos, laberintos…

Una ligera brisa empaña todavía más el ambiente porque levanta un polvillo que se mete ente los ojos y que hace que estos lloren de manera intermitente. Quevedo en esos días está más perezoso porque le cuesta más madrugar para ir a realizar su paseo matinal y tiene que ser Góngora quien con el hocico le huela los cojones para que Quevedo se levante… Góngora lo hace todas las mañanas y Quevedo al verlo venir ya se levanta… no recoge con mucha deportividad la mala costumbre, un tanto guarra (todo sea dicho de paso) de Góngora, pero lo sabe disimular porque intuye, con toda la razón del mundo, que Góngora se relamería el alma y el hocico viendo que Quevedo arrugase el morro y agachase la cola. Así que cuando  los dos perros llevan unos doscientos metros por el camino de La Vega es Quevedo quien ya lleva el trote elegante y quien va a morderle justo encima de la cola a Góngora para jugar a las persecuciones, sabiéndose más ágil y tieso… pocas veces Góngora lo alcanza, aún dejándose el alma en ello. El paseo es largo, pero aún lo es más el de la tarde… largo y relajado para que el calor que desprenda el suelo no les afecte demasiado. Terminan el día los dos, como íntimos amigos, en la canal refrescándose del paseo…compartiendo la amistad que nunca tuvieron los humanos que inspiraron sus nombres. Se dejan secar y acicalar como dos poetas del siglo de oro y cuando llegan a casa se ponen encima de sus camas de verano largos, cansados, pero recompensados…todo lo que vale la pena cuesta y todo lo que cuesta se hace de esperar… ya falta menos para que se repita la escena.