Tras los pasos

El viaje de Labordeta hasta la última Thule

 

Nos envolvemos de nostalgia en este viaje, de viajes, de José Antonio Labordeta a Suecia, más concretamente a Ultima Thule.

¿Nos animamos a ir de viaje a Suecia tras los pasos de Labordeta verusus Mats Lundalhl en  Suecia?

Lo hacemos, de la mano, de Mats Lundalhl que es quien nos acompaña en este viaje de viajes, mediante una especie de Cuaderno de Viajes, editado, con mucho cariño, desde Rolde.

Viajes a Última Thule. José Antonio Labordeta en Suecia.



campaathuleencabezado.jpgCazarabet conversa con...   Mats Lundahl, autor de “Viajes a Última Thule. José Antonio Labordeta en Suecia” (Rolde de Estudios Aragoneses)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mats Lundahl, desde una extraordinaria y delicada edición de Rolde de Estudios Aragoneses,  observa detenida y minuciosamente a este poeta, músico, viajero errante, político y “reflexólogo” y lo hace desde el viaje de Suecia.

Es un libro, editado como si se tratase de unos Cuadernos de Viajes que, además, tiene y retiene las ilustraciones de Enrique Flores.

Rolde de Estudios Aragoneses nos explica qué nos encontraremos en este libro:

A partir de la historia tejida en torno a la generación juvenil de José Antonio Labordeta en la década de 1950, este libro nos hace viajar al primer concierto internacional del cantautor aragonés, celebrado en Lund, en el sur de Suecia, el 20 de noviembre de 1969, dentro de un acto de solidaridad de los estudiantes de esa ciudad con los presos políticos de la España franquista.

Mats Lundahl, profesor de Economía en la Universidad de Estocolmo, era entonces un joven estudiante que se había aproximado a la lengua y a la cultura españolas a través del amigo de la infancia de Labordeta José Antonio García Dils, establecido en el país escandinavo.

El autor relata el éxito del concierto, en un ambiente de radicalismo político y reivindicación, y la gira posterior por Suecia. Asoman las contradicciones de la izquierda sueca, el miedo ante posibles represalias a su retorno a España... También se narra una posterior visita de Labordeta a ese país en 1977.

Esa experiencia marcó la trayectoria posterior de José Antonio Labordeta.

El autor, Mats Lundahl:

Es Catedrático Emérito de Economía del Desarrollo en la Escuela Superior de Ciencias Económicas de Estocolmo. Es, además, autor de Bebo de Cuba: Bebo Valdés y su mundo e Issa El Saieh: Maëstro and Legend. A Portrait of My Pal His Times and His Music.

 

 

Cazarabet conversa con Mats Lundahl:

Mats-Lundahl3.jpg-Mats, amigo, ¿qué te ha llevado a escribir este libro sobre Labordeta, el cantautor que salió la primera vez de Aragón y del Estado Español para ir a dar un concierto en Suecia?

-La razón inmediata, concreta, fue la salida al mercado del disco Labordeta inédito en 2016. Este disco contiene siete de las diecisiete canciones que Labordeta cantó en Lund. Yo participaba un poco en el proyecto. Al principio no sabía que el concierto se hubiera grabado, pero hace no sé cuántos años, para mi cumpleaños, recibí de mi ex profesor de español, José Antonio García Dils, un casete que contenía toda la música. Fue él quien trajo a Labordeta, su  antiguo compañero de clase, a Lund. Yo le dije en seguida que había que sacar la música en un disco, ya que en el concierto de Lund Labordeta cantaba varios temas que no llegó a grabar nunca.

Pues, no pasó nada, porque García Dils es un poco lento. Volví a mencionar el asunto en algunas ocasiones, pero no fue que hasta hace unos pocos años que él trajo la grabación a Zaragoza, donde se escuchó entre los viejos amigos y los representantes de la Fundación José Antonio Labordeta. Causó la sensación debida y le pidieron que les cediera la música. La cinta original se depositó en casa de Emilio Gastón y al fin se decidió que se sacara un disco. En conexión con eso le sugerí a García Dils que escribiéramos un texto para acompañar el disco (que al principio estaba proyectado como disco-libro), ya que sin un texto explicativo no se entendería por qué Labordeta hizo su primer concierto internacional precisamente en Lund, en Suecia.

Por varias razones García Dils no pudo participar en la redacción del texto, sino que lo tuve que hacer yo solo. Cuando quedó claro que se iba a sacar el disco con solamente un texto cortito, Luis Ballabriga empezó a investigar la posibilidad de publicar el texto mío en forma de un libro pequeño. La redacción de Rolde, concretamente Carlos Serrano, se interesó, y lo sacó. He aquí la historia del por qué y del cómo se escribió el libro.          

-¿Qué es lo que te motivó, lo que te inspiró de Labordeta?

-Es que yo guardaba un recuerdo muy grato del concierto de Labordeta en Lund y de toda su estancia allí, los preparativos, el ambiente especial del año 1969, un año después de las revueltas estudiantiles en el oeste de Europa y en los Estados Unidos. Lund, que tiene la segunda universidad más antigua de Suecia, fundada en 1668, también formaba parte de eso, con manifestaciones estudiantiles, ocupación de edificios que pertenecían a la universidad, e interminables discusiones políticas. El ambiente radicalizado perduró el año siguiente también y Labordeta de repente se vio en medio de todo eso, en una ciudad universitaria, cuyos estudiantes estaban dispuestos a recibirle como una figura importante, aunque en realidad era completamente desconocido. Llegó a Lund como un símbolo de la resistencia contra la dictadura franquista, y eso bastaba. El franquismo era un tema que muchos suecos seguían con atención. Hay que tener en cuenta que en aquella época el turismo sueco en España estaba viviendo su primer momento de apogeo.

Lo que hizo Labordeta, y lo que me inspiró a mí concretamente, fue demostrar que había una España que la mayoría de los suecos desconocían, pero que valía la pena conocer, para llegar a una imagen más correcta de la situación allí. Lo hizo cantando, presentando temas relacionados con la dura realidad española del momento, y lo hizo de una manera que llegó a entusiasmar a los suecos que le escucharon en Lund también, aunque la mayoría no entendía nada de las letras. Lo hizo por su forma de actuar, por la fuerza de su interpretación de las canciones, y es obvio que a nosotros que entendíamos su mensaje nos causó una impresión aún más profunda.    

-El mundo de aquellos años–ten en cuenta que yo nací en 1974–estaba con los estudiantes y las gentes en la calle…París con los adoquines en las manos de los estudiantes. Había indignación con ciertas políticas y casi te diría que, sobre todo con las formas prepotentes de los políticos que actuaban con “puño de acero” dentro y fuera de sus fronteras…recordemos, también, las protestas contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos; la indignación de la gente de color en este país que acababa de perder a  Martin Luther King  (asesinado) defensor y abanderado de los derechos civiles. Centroeuropa también temblaba delante del muro de la URSS  y el ejemplo era la resaca de la Primavera de Praga. Lo que quiero decir es que  las masas civiles, “lo civil”, la gente de la calle estaba activada, ¿hasta qué punto lo estaban, en aquellos años en Suecia? Leo, con atención, que los estudiantes se habían movilizado contra la opresión política del Régimen de Franco y los presos políticos cuyo número había incrementado en 1969…

-La movilización en Suecia formaba parte de un movimiento que no abarcaba solamente a España, sino también, y sobre todo, a Vietnam y Palestina. Concretamente, en Lund había manifestaciones casi todas las semanas a favor de la causa de los vietnamitas y palestinos. Existían grupos y comités bien organizados, tanto localmente como a nivel más o menos nacional que se encargaban de eso. En realidad, la situación en España había sido relegada a un plano secundario. En el libro cuento cómo se constituyó el comité de Lund de solidaridad con los presos políticos españoles solamente en 1968, después de la visita de Marcos Ana. Es decir que tenía un año y pico, nada más. El movimiento de respaldo a Vietnam se había organizado un par de años antes y la situación en ese país era mucho más crítica que la de España: una situación de plena guerra. Sin embargo, las mismas personas que estaban en contra de la guerra de Vietnam también se oponían al franquismo. 

Sin-título-1.jpg-¿Cuéntanos cómo fue esa movilización, su idiosincrasia, orígenes y esa parte de “sueño” o “meta” que tiene toda reivindicación?

-Uf. Son palabras muy grandes que usas. Los orígenes de la movilización se debían en parte a la llegada  a Suecia de Marcos Ana y Carlos Álvarez. Los dos habían estado en las cárceles de Franco y se les dio bastante publicidad en los periódicos. La otra parte consistía en las noticias de lo que sucedió en España en 1969: el incremento de la violencia y la represión. También existían varios grupos de Amnistía Internacional que se dedicaban a la situación española. No sé si la palabra idiosincrasia se debe usar. El comité de España que existía en Lund consistía en su mayoría de gente de la izquierda política, pero no exclusivamente. Me acuerdo de una ocasión cuando tuve que recordar a los presentes que no había que ser comunista para estar contra el franquismo, y yo no era el único. Es decir, que los motivos concretos más bien tenían que ver con la simpatía por y la compasión de las víctimas que con algún motivo político. En esta perspectiva el “sueño” era la caída del Régimen y el establecimiento de la democracia en España. No sé si a eso se puede llamar “meta”. La “meta” más bien era el alivio a corto plazo de la situación de las familias de los presos políticos y la salida de estos últimos de la cárcel.

-Y entonces llega José Antonio Labordeta, un cantautor aragonés en Escandinavia, ¿cómo fue “el encuentro social” con este poeta y músico aragonés? ¿Qué fue, qué era aquello que os llamaba más la atención de él?

-El encuentro social tuvo lugar primero dentro del comité, y como cuento en el libro, fue un poco caótico, ya que Labordeta cayó en medio de un debate interno sin acabar, del que entendía muy poco. Y algunos de los suecos no entendían demasiado de la realidad española tampoco. Cuando se llegó al concierto fue diferente, porque allí mandó Labordeta y no las diferentes facciones políticas del comité. Tuvo la oportunidad de darnos a los espectadores la visión de su tierra de Aragón, de la situación política de España, disfrazada en términos más generales y universales, pero que aun así se entendían, y además su punto de vista más abierto y directo de lo que había pasado en Cuba después de la llegada al poder de Fidel Castro. Entendíamos bastante bien lo que quería decir. Luego, el impacto musical fue bien fuerte. Su voz, con toda la pujanza de la jota aragonesa, fue como un trueno: llena, bien articulada y potente. ¿Qué más se podía pedir? Bueno, Labordeta no era el mejor guitarrista del mundo–lejos de eso–pero su acompañamiento funcionaba.

-¿Y qué crees que más  llamó la atención de José Antonio Labordeta de Suecia?

-Varias cosas. Dependía de dónde y cómo. Cuenta él mismo el encuentro con la disensión entre los miembros el comité de solidaridad de Lund y de lo poco que entendieron los suecos. En Lindesberg, obviamente, lo que más le impresionó fue el viaje y la nieve. Una vez en Estocolmo podía relajar y respirar un poco ya que estaba entre los suyos, entre hispanos que hablaban su idioma y que comprendían la situación. Finalmente, en Gotemburgo tuvo un susto muy grande al ser entrevistado por un periodista totalmente confuso que inventó una historia que tenía poco que ver con él. No llega como una sorpresa aprender que Labordeta concluyó que los suecos representaban una mezcla de mala conciencia por la situación de España y una falta total de entendimiento de lo que en realidad estaba pasando allí. Tiene que haber pensado bastante en el por qué de esa situación de confusión y probablemente también de si se trataba de una situación generalizada en Europa. Luego, a nivel personal, me parece que lo pasó bien en Suecia, haciendo nuevas amistades.   

-Háblanos de esas contradicciones de la izquierda sueca, la socialdemocracia y el comunismo…

-No sé. Me parece que Labordeta cayó en una trampa política sectaria. Hay que tener en cuenta que muchas de las personas que encontró quedaban bien lejos del centro de la política sueca, lejos de los partidos que importaban. Los comunistas tenían representación en el parlamento, pero Labordeta se vio también con muchos extremistas, bien a la izquierda de ellos, que votaban por partidos que ni siquiera representaban a un solo por ciento de la población. Ellos–considerados como más o menos locos por la mayoría de los suecos–intentaron imponer sus puntos de vista idiosincrásicos. Tiene que haber sido muy difícil para Labordeta entender el peso que tenía sus argumentos, ya que muchos de ellos tenían una labia tremenda, agudizada en un sinnúmero de debates nocturnos impulsados por Vino Tinto Español, el tinto más barato que había en las tiendas del monopolio estatal de alcohol. No podía saber que en sus sueños mojados de la revolución inminente se encontraban bien lejos de la realidad sueca. Los años cincuenta y sesenta en Suecia son conocidos como los años “récord” de la economía moderna, los años cuando los ingresos de la gente común permitían la compra de neveras, televisores y coches, así como la salida al extranjero durante las vacaciones. Ese ambiente era un ambiente de bienestar. Entonces, ¿quién, además de los creyentes, pensaría en la revolución y la llegada ansiada de la dictadura del proletariado? Los socialdemócratas gobernaban, y lo hacían bien, sin interrupción desde hacía los años treinta. El único aporte posible del partido comunista fue no llegar nunca a derrocar un gobierno socialdemócrata.   

-¿Por qué el artículo sensacionalista, publicado en Gotemburgo, cobra tanta relevancia?

-Es muy simple. El artículo estaba formulado en términos muy categóricos, sobremanera torpes e ignorantes, y de una manera que señaló a Labordeta de forma directa como un activista de la resistencia política española. No fue una coincidencia que él se asustara y temiera que fuera a ser arrestado a su vuelta a España. Lo cuenta de forma muy elocuente en sus libros de memorias. El periodista exageró la importancia política de Labordeta en ese momento. Él estaba muy lejos todavía de ser una figura de primera categoría en la lucha contra el franquismo, pero ya había dado el primer paso y estaba muy sensible, exageradamente sensible, de lo que le podría pasar. 

-Más acá en el tiempo, recuerdo ya perfectamente la muerte, el asesinato, de Olof Palme. Un crimen nunca resuelto, pero que marcó, al parecer, a todo un país. ¿Qué nos puedes reflexionar al respecto?

-No sé qué tiene que ver con Labordeta, pero vamos, tienes razón. El asesinato tuvo lugar unos quince años más tarde, a finales de febrero de 1986, a pocas manzanas de la Escuela Superior de Ciencias Económicas de Estocolmo, donde yo trabajo. Palme y su esposa volvían del cine. Te aseguro que todos los suecos se acuerdan de dónde estaban y de qué hacían en el momento de oír la noticia. El asesinato sirvió de despertador para la nación entera. Creíamos encontrarnos muy lejos de la violencia política. Suecia había sido un país de reformas pacíficas y de política más o menos de consenso durante todo el siglo veinte. Hay que admitir que Palme era una persona arrogante en los debates, una persona capaz de despertar cierto odio en sus adversarios, pero también era una persona que tenía visiones, compartidas por muchos. Dividía a la nación, mucho más que sus dos antecesores que ambos proyectaban una imagen mucho más popular, de padres de la patria. Aun así, Palme se podía mover como cualquier otro ciudadano por las calles. Creíamos que el odio se limitaba al plano verbal. El asesinato lo cambió todo. Aprendimos de forma muy brusca que la violencia política es una realidad. Pero no terminó allí, en un incidente aislado. En 2003 fue apuñalada a muerte la ministra de asuntos exteriores, la probable futura primera ministra, Anna Lindh, en unos grandes almacenes en el centro de Estocolmo. Y en 2017 un terrorista logró matar a cinco personas en un atropello de camión en una calle peatonal, también en el centro de la capital. Los tiempos han cambiado, y no para mejor. Ya no somos la nación inocente de antaño. El mundo ha cambiado, y nosotros los suecos con él. 

-José Antonio Labordeta, ya lo sabrás, protagonizó un programa para la TVE en el que recorría a pie los diferentes lugares del Estado Español e iba narrando las costumbres de todo tipo, iba hablando y conversando con las gentes…se llamaba Un país en la mochila...de cada lugar que iba, todos pequeños, pero inmensos a la vez, se llevaba algún recuerdo que metía en esa mochila… ¿qué crees que se llevó y que le influyó para siempre desde Suecia?

-Es difícil saber. Cuenta que Suecia le impactó para el resto de su vida, y tuvo la oportunidad de viajar por tierra, viendo el paisaje invernal de cerca, pero eso habrá sido más bien una sensación inmediata, una sensación ocular. Creo que el impacto verdadero le llegó a través de las discusiones y actuaciones. Se dio cuenta de que en Suecia se podía hablar y expresar de forma completamente libre, fuera cual fuere el tema y la opinión que se tuviera. Lo aprendió ya la primera noche en Lund, en la discusión absurda dentro del comité de solidaridad. En España la sesión con toda seguridad habría sido interrumpida por las autoridades competentes. Ten en cuenta que una de las canciones que cantó en Lund era Canción de la libertad, la precursora de Canto a la libertad. Es decir que Labordeta estaba ya muy sensibilizado al tema y cuando llegó a Suecia en seguida se dio cuenta de que se encontraba en un país donde no solamente se hablaba de libertad sino que era una realidad que se practicaba. Creo que de allí sacó inspiración y provecho.

maxresdefault.jpg-En 1977 vuelve Labordeta, ¿qué impresión se llevó ocho años después?

- Creo que más o menos la misma. Tanto no había cambiado Suecia. La diferencia entre la primera y la segunda visita más bien consistía en que el grupo español en que se encontraba Labordeta podía hablar libremente de política. Incluso habló de una huelga en Zaragoza en un concierto y reunió dinero para los huelguistas. Se había vuelto abiertamente político y esa vez no temía ser arrestado a la vuelta.

-Si fuese posible, que no lo es, porque el destino no nos lo va a devolver y José Antonio Labordeta pudiese haber vuelto a Suecia en estos años… ¿la hubiese reconocido?; ¿qué cambios hubiese encontrado como más sustanciales?

-Claro que habría reconocido a Suecia, un poco diferente, por supuesto, más opulenta sobre todo, ya que el desarrollo económico había sido favorable, pero la habría reconocido. La mayor diferencia es que el país ya no es tan étnicamente homogéneo como en 1969. Suecia es uno de los países más abiertos a la inmigración que existe en este mundo. Cuando nos visitó Labordeta por primera vez, sí había inmigrantes, pero la magnitud de aquella inmigración no se puede comparar con la actual y los inmigrantes se dejaban integrar sin problemas. Habían llegado en busca de trabajo. Lo encontraron y se casaron con suecas o volvieron a su país al cabo de unos años. Luego vinieron los refugiados del Cono Sur de Sudamérica a principios de los años setenta. Labordeta se encontró con ellos en Umeå durante su segunda visita. Incluso participó en un acto de solidaridad con los chilenos oprimidos por el régimen de Pinochet. También se hicieron suecos, si se permite la expresión, o volvieron a sus países cuando se cambió la tortilla política allí. Lo que no podría haber sospechado (con los conocimientos reunidos durante sus dos visitas) sería encontrar una minoría fuerte de gente del Oriente Medio y de países como Somalia, gente mucho más difícil de asimilar, muchas veces ajena a la cultura y a las costumbres suecas, desgraciadamente también muchas veces aislada, o marginada, en lo que cada vez más tiene apariencia de guetos, con toda clase de problemas. Desafortunadamente estamos presenciando un proceso de separación que no tiene nada de grato y tenemos un partido xenófobo que es el tercero más grande en el parlamento. Es un reto tremendo. Estoy seguro de que Labordeta estaría de acuerdo.   

 

 

 

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Viajes a Última Thule. José Antonio Labordeta en Suecia. Mats Lundahl   
96 páginas
15.00 euros
Rolde de Estudios Aragoneses



Mats Lundahl relata la primera gira internacional de José Antonio Labordeta (Suecia, 1969), como testigo directo que fue.

A partir de la historia tejida en torno a la generación juvenil de José Antonio Labordeta en la década de 1950, este libro nos hace viajar al primer concierto internacional del cantautor aragonés, celebrado en Lund, en el sur de Suecia, el 20 de noviembre de 1969, dentro de un acto de solidaridad de los estudiantes de esa ciudad con los presos políticos de la España franquista.
 
Se relata el éxito del concierto, en un ambiente de radicalismo político y reivindicación, y la gira posterior por Suecia. Asoman las contradicciones de la izquierda sueca, el miedo ante posibles represalias a su retorno a España... También se narra una posterior visita de Labordeta a ese país en 1977.
Esa experiencia marcó la trayectoria posterior de José Antonio Labordeta.

 

 

 

 

 

 

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