Zaragozano, pero vinculado afectiva y familiarmente a Épila, Alberto Huerta Marín (1890-1969) fue uno de los arquitectos aragoneses más destacados de su época. Además de su obra en Épila (dirección de los trabajos de traída de agua y alcantarillado, proyecto del matadero y, probablemente, del grupo escolar “Mariano Gaspar Remiro”),[1] fue arquitecto municipal de Calatayud y de las delegaciones de Hacienda de Huesca y Zaragoza y, hasta su muerte, tesorero del Colegio de Arquitectos de Zaragoza. Entre el historicismo y el racionalismo, fue autor del grupo escolar de Tarazona y de un gran número de destacados edificios en las principales calles o plazas zaragozanas o de la pintoresca “casa del Duende”, en Gascón y Gotor; de proyectos no realizados (como el del SEPU de la calle Torrenueva); de fábricas (como la de Mariano Goñi, en la avenida de Cataluña); de reformas (cine Delicias, Salón Rojo del Casino Mercantil) y de parcelaciones (sector de Santa Inés, María Agustín, Conde de Aranda y Boggiero, en cooperación con Lorenzo Monclús). Huerta, de una gran curiosidad intelectual, fue, junto a Augusto Moisés Alcrudo, José María Sánchez Ventura o Emilio Ostalé Tudela, miembro de la redacción de Paraninfo.[2]

 



[1] Hay que precisar que buena parte de la dirección de la obra del matadero corrió a cargo de Regino Borobio, al sorprenderle la guerra a Huerta en el País Vasco.

[2] Sobre Huerta Marín, véanse Jesús Martínez Verón, Arquitectos en Aragón. Diccionario histórico, vol. II, Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, 2001, pp. 224 y 225; y dos artículos de Manuel Pérez Lizano en Heraldo de Aragón: “Alberto Huerta Marín” (4-8-1991), y “De nuevo Huerta Marín” (29-9-1991). Este mismo autor le dedica una breve semblanza en el apéndice V de la GEA, p. 319.