Cazarabet conversa con... Alfredo
Apilánez, autor de “Los ‘vicios’ del ecologismo. El abismo
entre el diagnóstico y las soluciones” (El Viejo Topo)
Una visión
crítica del ecologismo desde la pluma de Alfredo Apilánez
que es necesaria e interesante de leer….
La sinopsis del
libro:
“Estamos
condenados. El desenlace es la muerte, con el final de la mayor parte de la
vida en el planeta». La demoledora sentencia del científico social Mayer Hillman, acerca del funesto destino que aguarda a la
especie humana a medida que avanza de forma irreversible el proceso de volver
completamente “asqueroso” su propio nido, describe de forma descarnada la
dramática tesitura en la que nos hallamos actualmente. Y el responsable de la
catástrofe hacia la que nos encaminamos aceleradamente está además
perfectamente identificado: un modo de organización social completamente
irracional, basado en las frías aguas del interés egoísta en las que navegan
los poseedores del poder y el dinero.
El movimiento
ecologista debe, en base a lo anterior, asumir un protagonismo muy destacado en
la denuncia del Armagedón en ciernes y en el ejercicio del liderazgo en la
potenciación de todas las formas posibles de luchas sociales anticapitalistas
que pugnen por evitar in extremis el peor de los escenarios posibles.
La cuestión
capital sería pues la siguiente: ¿existe una correspondencia entre la dureza
del diagnóstico “terminal” del paciente y la radicalidad de las prácticas
sociopolíticas y de las propuestas transformadoras del movimiento ecologista en
pos de aunar la preservación del fracturado
metabolismo socio natural con la liberación del yugo del capital? Esta es la
pregunta decisiva de la que parte el presente libro.
El autor, Alfredo
Apilánez:
(Gijón, 1966) es
economista de formación y ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito
de la enseñanza como profesor de ciencias sociales. Desde hace aproximadamente
veinte años investiga y publica sus trabajos acerca de temas económicos,
principalmente en el ámbito financiero-monetario, y de actualidad
político-social, desde una perspectiva de izquierda transformadora que pugna
por integrar las tradiciones marxista y anarquista. La mayor parte de sus
escritos se han publicado en el blog “Trampantojos y Embelecos” y han gozado
asimismo de difusión a través de sitios web como Rebelión, Kaos
en la Red, Alainet, La Haine,
El Viejo Topo, etc. En diciembre de 2021 se publicó en Dado Ediciones su primer
libro: Las entrañas de la bestia. La fábrica de dinero en el
capitalismo desquiciado.
Cazarabet
conversa con Alfredo Apilánez:
-Alfredo, qué te llevó a escribir este
libro que, desde la lectura, me parece que es una reflexión crítica sobre la
posición del ecologismo y de su peso a lo largo de la historia en el que
comparto al 100% lo que nos explicas en las primeras páginas que es la hora del
planeta, ahora o nunca, solo cabe el saber cuándo acabará lo que tenga que
acabar y a ver si puede ser de la mejor manera posible para todos los
habitantes—humanos o no—del planeta porque lo que está claro es que a la
naturaleza le costará, más o menos, pero ella se reinventa regenerándose poco a
poco, pero a su ritmo.
-En primer lugar
quería agradeceros la entrevista y el interés que habéis mostrado en el libro,
todo un honor para mí.
En cuanto a la pregunta sobre el
origen del libro, os diría que se debió a una doble insatisfacción. Por un
lado, por supuesto, ante el decurso catastrófico del ecocidio acelerado en él
nos hallamos inmersos -la “carrera hacia el abismo” en la que estamos
embarcados como especie-, proceso que desde hace muchos años me ha llevado a
interesarme y a alarmarme por los certeros diagnósticos del movimiento
ecologista y, por otro lado, debido también a la insatisfacción ante las
propuestas y el análisis digamos sociopolítico desarrollado por la mayor parte
del movimiento ecologista para corregir el rumbo suicida del Titanic en el que vamos embarcados. Diría en fin que el
clic que dio pie al libro fue la pobreza y pusilanimidad de los planteamientos
del “decrecentismo”, el slogan que agrupa a la crème de la crème del ecologismo
llamémosle transformador.
-¿Crees que vale más la pena hacer la
crítica del movimiento ecologista que “buscar soluciones” o ya no hay
soluciones y a tu parecer el ecologismo se ha convertido en “parte del embudo
en el que hemos puesto al planeta y a la supervivencia”...?
-No, no creo que el ecologismo sea
“parte del problema”, al menos el ecologismo antagonista por supuesto, alejado
del ambientalismo estilo Green Peace o del reformismo
socialdemócrata de los adalides del Green New Deal. En mi opinión es indudable
que el ecologismo ha tenido un papel extraordinariamente positivo en la
integración de la destrucción ambiental en las problemáticas esenciales de la
izquierda transformadora en el último medio siglo. De eso no hay duda. Y
precisamente por este motivo, la crítica que yo emprendo es una crítica
fraterna -de ahí las comillas del título del libro- que parte de la
identificación absoluta con la extrema urgencia de la tesitura en la que nos
encontramos, denunciada contra viento y marea por los ecologistas consecuentes.
Sin embargo y como ya dije antes, la crítica siempre es legítima y necesaria,
además de contribuir también a la elaboración de propuestas y estrategias, y
por desgracia el ecologismo peca de endogamia y de falta de autocrítica debido
a su necesidad de “nadar entre dos aguas”: la denuncia de la insostenibilidad
de la situación en la que nos encontramos y la pertenencia a instituciones
académicas, organizaciones sociales y grupos mediáticos que obligan a atenuar
las aristas críticas en aras de preservar los proyectos, los cursos de posgrado
y las subvenciones. En fin, que creo que, como digo en el prólogo del libro, mi
condición de outsider me permite cierta libertad que los ecologistas con mando
en plaza académico-mediática no tienen. Pero en cualquier caso como digo siempre
he considerado que la crítica fraterna es enriquecedora y contribuye a mejorar
las organizaciones sociales y las propuestas y estrategias que nos acerquen a
esos cambios que no por menos radicales resultan más acuciantes.
-Habrá gente que pensará que sí hay
que hacer análisis reflexivos por algunas o muchas críticas que tendrá el
movimiento ecologista, como todo hijo de vecino, pero que en lo que hay que
centrarse es en encontrar soluciones, ¿eres consciente?; pero a veces desde las
críticas –en este caso al ecologismo--se pueden encontrar “soluciones”, ¿no?;
lo malo es cuando ya no hay soluciones que valgan porque quien tiene la manija
de la mayoría de ellas quieren “morir con las botas puestas” y con aquello de:
“por lo que queda en el convento...rapiño con todo lo que pueda mientras
pueda”. ¿Qué nos puedes decir?
-Pues sí, estoy muy de acuerdo como
acabo de decir en que desde la crítica constructiva y fraterna se pueden
encontrar sino soluciones -me parece que no existen a estas alturas varitas
mágicas de ninguna clase, es uno de los “vicios” que critico en el libro en los
que cae una parte del ecologismo- sí al menos pistas acerca de por dónde pueden
ir los tiros para mejorar y radicalizar los movimientos y las organizaciones
sociales. O también cuáles son los caminos o las estrategias que habría, en mi
opinión, que evitar. Léase sin ir más lejos la confianza en las instituciones
del estado o en varitas mágicas como la renta básica
por ejemplo. Es decir, hay que partir, como bien dices, de que el sistema es
irreformable y que por tanto las llamadas estrategias “duales” son un error
garrafal aparte de un foco de desilusión y cinismo político. Ese también es un
punto de partida en mi opinión irrenunciable que nos encamina hacia otro tipo
de estrategias populares desde abajo que son las que yo defiendo. Insisto en
que no es una solución ni mágica ni definitiva ni mucho menos, ni siquiera hay
garantía alguna de que estemos a tiempo de corregir el rumbo
pero al menos creo que es el camino correcto como demuestran muchas luchas y
comunidades organizadas contra el “capital y el mal gobierno” que siembran
nuestro mundo “grande y terrible”.
-Solo que ese ritmo se lo hemos roto
nosotros los humanos, pero no por ser humanos y la peor especie que habita el
planeta—que también--, aquí tiene mucho a ver el cómo nos comportamos y en cómo
convivimos con la naturaleza—con todos sus habitantes y nos establecemos en él
--que es lo que abordas en el primer capítulo “Antropoceno o capitaloceno”, ¿qué nos puedes decir?
-Sí, como bien dices, no se trata de
ninguna “mutación tumoral” que nos convierta necesariamente en la especie de la
hybris, la especie depredadora y suicida que
actualmente está destruyendo su propio hábitat, sino de un modo de organización
social aberrante basado en la acumulación de riqueza privada en base a la
depredación social y natural. Ese es quizás el mayor absurdo de nuestra acerba
realidad: la enorme cantidad de sufrimiento innecesario existente en un planeta
de miseria y destrucción ambiental. Ese contraste entre las posibilidades
enormes de la ciencia y la tecnología actuales de aliviar el sufrimiento masivo
imperante y la realidad de miseria y devastación que presenciamos a nuestro
alrededor sólo tiene un responsable: un modo de organización social aberrante
que tiene como eje neurálgico lo que Marx denominaba “las heladas aguas del
interés egoísta”. Ese es el nudo gordiano que habría que cortar para atisbar al
menos un horizonte de cierta esperanza de alcanzar un mínimo de bienestar
social no depredador de la naturaleza. Ni que decir tiene que por ahora la cosa
no pinta nada bien.
-Capitaloceno
y un “antropos” que vive encima de la propiedad y
narcotizado por el consumo más desaforado, más bestial, con una producción que
no para ni lo pretende...porque dile a un chaval que no tenga coche, moto, tablet, smartphone y si puede ser de última generación, que
renuncie a viajes o a gastar conforme va ganando desde su trabajo—si es que
tiene suerte de tener un trabajo con el que puede vivir--....
-Sí, totalmente de acuerdo en que
estamos en un momento histórico tremendamente paradójico en el que el abismo
existente entre la gravedad del destrozo ambiental y de la agresión del
capitalismo desquiciado contra las condiciones de vida de los pueblos del mundo
por un lado y, por el otro, la ignorancia o inconsciencia de la mayor parte de
la población acerca de tales tragedias no puede ser más profundo. En este
punto, si me permites, me gustaría remitirme a una reflexión de Manuel
Sacristán, que decía ante una pregunta similar que era necesaria una auténtica
“conversión casi religiosa” para cambiar el chip del individuo-mónada,
hedonista e individualista, actualmente hegemónico, y convertirlo en un sujeto
concernido por la catástrofe circundante y dispuesto a intervenir en la
realidad para tratar de detener la carrera hacia el abismo. Esa alienación
masiva es, como bien dices, una fuente recurrente de desaliento ya
caracterizada por ejemplo por Marcuse y por Pasolini
-que la caracterizaba como una “mutación antropológica”- en los años 60 cuando
hablaba del “hombre unidimensional” narcotizado por el consumo hedonista y la
falsa disipación represiva. En fin, que no pinta nada bien la cosa -sobre todo
en nuestras fortalezas del mundo “rico”- pero en
cualquier caso, y siguiendo de nuevo al maestro Sacristán, hay que dar siempre
la batalla, aunque la causa parezca perdida.
-Dices que el ecologismo está ante una
encrucijada—bueno, no utilizas esta palabra, pero lo entiendo así—o la acción
directa o el “meterse dentro de la gestión” por cambiar las cosas desde
dentro...esto recuerda a alguna decisión política que se ha tenido que tomar en
la historia contemporánea española desde el ideal libertario, ¿hay
paralelismos?
-Bueno, si te refieres a la entrada de
la CNT en el gobierno de Largo Caballero durante la primera fase de la guerra
civil no sé si es demasiado aventurado establecer ese paralelismo con unos
tiempos terribles en plena guerra contra el fascismo y además perdiéndola. En
cualquier caso, el ecologismo crítico, como trato de explicar en el libro, está
atravesado por las distintas líneas de demarcación que recorren como cesuras la
historia del movimiento obrero contemporáneo. Y lo cierto es que también
reproduce sus errores e interminables disputas internas. Volviendo a lo que
mencionas de “meterse dentro de la gestión” esa estrategia entrista
es la que caracteriza principalmente al ecosocialismo de estirpe marxista, el
denominado ecosocialismo. Ellos la denominan “estrategias duales”. En el libro
trato de explicar la futilidad de ese “querer estar a la vez en misa y
repicando” y de cómo siempre acaba decantándose por poner todos los huevos en
el cesto de la gestión y de las fatigas institucionales dejando totalmente
desamparado el lado activista de los movimientos de base. En cuanto al
ecologismo de cariz anarquista-libertario la desconfianza hacia las “poltronas”
sigue siendo, como no podría ser de otra forma, muy acusada y la crítica, en mi
opinión totalmente certera, a esa añeja ilusión de los herederos del barbudo de
Tréveris de utilizar el estado burgués contra los intereses del capital para
desarrollar una “transición verde” o atenuar el ecocidio, resulta unánime y
demoledora. En definitiva y por lo que yo sé, los ecos de los cantos de sirena
de la contemporización con el Estado del capital ante la urgencia por la
supervivencia que llevaron a los dirigentes de la CNT al gobierno de la
República no resuenan en el actual ecologismo de cariz anarquista-libertario.
-Amigo, eres economista y ya nos pones
en antecedentes y nos adviertes que no has estado nunca dentro de grupos
ecologistas...seguro, creo, que no habrá sido por no “ser consciente” y “tener
tu propia e individual consciencia para con el planeta y sus habitantes”.
Eso—lo de no haber estado dentro de ninguna organización ecologista--, también
adviertes que te ha ayudado y que no ...es verdad porque puedes hacer una
reflexión crítica y más objetiva y ver al ecologismo desde la distancia y la
perspectiva que ellos nunca podrán ,pero al mismo tiempo no sabrás las pequeñas
miserias de grupos ecologistas, teniendo en cuenta que nada tienen a ver los
grandes grupos ecologistas que se erigen como “El Séptimo de Caballería
en defensa del planeta” –y que sí merecen de muchas, muchas reflexiones--y los
“grupos más locales”, entre medio están los regionales o algunos que abarcan
algún Estado ....por no hablar de las plataformas ciudadanas que se forman en
defensa del territorio en donde viven ante la amenaza o amenazas a la que les
someten macro proyectos de todo tipo como: macroproyectos de renovables
tanto de aerogeneradores y campos fotovoltaicos que luego infestan más los
territorios para “sacar” esa energía con Líneas de Alta Tensión o de muy
Alta Tensión; macrogranjas de ganadería intensiva ; minerías
de extracción de arcillas y minerales que nos deshacen el territorio; macrovertederos
gestionados con más interrogantes que un examen de oposición, los abusos de
industrias que utilizan productos tóxicos o peligrosos que contaminan
nuestros suelos, aguas y el aire que respiramos...y sumemos aquí que no toda la
agricultura camina desde o hacia lo ecológico—o lo más ecológico que se pueda--
mucha usa todavía y abusa de pesticidas por poner un
ejemplo... pero coméntanoslo tú mismo: ¿por qué nunca te has visto dentro de un
colectivo ecologista?
-Sé que puede parecer un poco extemporáneo o
impúdico, pero creo que, en aras de la honestidad intelectual, era menester
poner las cartas boca arriba. Es decir, al advertir desde el principio al
lector de que no tengo ninguna cualificación académica ni profesional
relacionada con las ciencias biológicas o ambientales, y tampoco ninguna
vinculación de militante con el movimiento ecologista, sé que corro el riesgo
de ser tildado de advenedizo y acusado de carecer del perfil adecuado para
desarrollar la tarea que me propongo. Ni que decir tiene que me parece una
opinión legítima, así que sólo me cabe confiar en que el trabajo hable por sí
mismo. Por otro lado, y como digo en el prólogo, tal “desvalimiento curricular”
tiene una ventaja y un inconveniente. La ventaja es sin duda la libertad e
independencia que proporciona la condición de outsider a la hora de
tratar temas polémicos sin servidumbres de ninguna clase, y el principal
inconveniente es la ausencia de trabajo en equipo, de eso que ahora se llama
revisión por pares, en el proceso de gestación del trabajo.
Sí que considero pertinente señalar en
relación con lo anterior que, tras un exhaustivo trabajo de investigación, he
llegado a la conclusión de que dentro del ecologismo,
digamos con mando en plaza académico-mediática, las adscripciones grupales y
las servidumbres ideológico-políticas son notorias como bien señalas, aunque en
la mayoría de los casos, esas "pequeñas miserias" a las que te
refieres sean también inconfesables. Así pues, si tuviera que añadir un “vicio”
más del movimiento ecologista -si bien se trataría de un “vicio” ciertamente
menor- este sería muy probablemente su acusada endogamia. Así que quizás la
condición de outsider no sea una desventaja del todo.
De ahí quizás que nunca haya tenido la
intención de militar en ninguna asociación ecologista con mando en plaza en el
movimiento. Lo cual no quita para que me parezca por otro lado que hay
movimientos populares de cariz ecologista muy interesantes y valiosos en este
ámbito, por lo general los relacionados con luchas concretas como las que
mencionas que podrían encuadrarse en el marco de lo que el gran pensador
anarquista Miquel Amorós llama "antidesarrollismo"
y que trata de evitar contra viento y marea que las zonas rurales se vean
asaltadas por megaproyectos de infraestructuras -con las macroplantes
eólicas y solares en lugar destacado- mediante la autoorganización y la resistencia
popular. Muchas veces, por cierto, con la oposición, abierta o velada, de las
grandes organizaciones ecologistas. Por tanto no puedo
estar más de acuerdo contigo en que esos grupos populares de resistencia ante
las múltiples agresiones que sufre el territorio son un embrión de un tipo de
lucha que aúna la organización popular desde abajo contra las agresiones del
capital y la defensa de las "zonas de sacrificio" abandonadas a su
suerte frente a la destrucción sistemática practicada por los bulldozers del
desarrollismo depredador del capitalismo extractivista. Me parece que ese es el
camino de las organizaciones realmente antagonistas y no hipotecar los mejores
esfuerzos en la estéril tarea de interponer recursos judiciales, conseguir
financiación para profesionalizar el activismo o conquistar ministerios. En
fin, que en mi opinión, las subvenciones y el
antagonismo real son bastante incompatibles.
Obviamente, el juicio final acerca de si la
“osadía” que he cometido en el libro ha merecido la pena no me corresponde a mí
en ningún caso.
-Volviendo con una pregunta
anterior...te decía que las grandes organizaciones ecologistas siempre me han
tenido más en la reflexión porque sí han hecho labores y lo siguen haciendo,
siendo encomiables en la difusión de problemas, en dar a conocer y por
tanto, a su manera, en concienciarnos y educarnos..tan
solo por enseñar lo que hay, pero en cuanto les llamas porque a tu alrededor se
está produciendo un atropello lo primero que suelen hacen es excusarse con que
están con la campaña en “pro” del Océano Ártico, por el plancton en torno a la
Antártida...¿qué nos puedes decir....están desapegados de la realidad social y
que realmente preocupa al ciudadan@?
-Bueno como te digo no soy un insider sino un outsider y quizás sería demasiado osado por
mi parte dar una opinión más pormenorizada sobre el particular. Pero sin duda
coincido contigo en el papel esencial del ecologismo en la denuncia y
concienciación acerca del desastre en curso. Eso está fuera de toda duda. Sin
embargo, como bien dices, se echa en falta, como trato de desmenuzar
críticamente en el libro una correspondencia entre ese diagnóstico demoledor y
esa labor divulgativa tan neurálgica y por otro lado las estrategias o
propuestas concretas acerca de las formas de pararle los pies a la bestia. En
cuanto a ese escapismo que mencionas respecto de la implicación en las luchas
concretas -y sin meterme como digo en camisa de once varas- te remitiría a una carta
publicada recientemente por un número muy significativo de colectivos y
organizaciones en defensa del territorio contra los planes depredadores del extractivismo de los megaproyectos en la que se critica en
un tono bastante amargo esa falta de implicación de las grandes organizaciones
ecologistas en las luchas concretas de los de abajo. En fin, ahí lo dejo, pero
creo que estas cuestiones tienen bastante que ver con los dos defectos -podrían
ser dos “vicios” más- que antes comentábamos: la endogamia y la, en ocasiones
bastante incestuosa, dependencia de las subvenciones y prebendas producto de la
profesionalización de un activismo ecologista -también ocurre en otros ámbitos,
como en el de la vivienda- a tiempo completo.
-Demasiados intereses por ganar, ganar
y volver a ganar cuando están sepultados ya por el dólar, pero todavía los hay
que quieren más como si con ello les fuese la vida... ¿el peor cáncer del mundo
es el dinero y el poder que les da éste a muchos de los que más después directa
o indirectamente se están cargando el planeta?
-Bueno, la pregunta tiene un cierto
tono moral que no me agrada demasiado pero la verdad
es que estoy bastante de acuerdo con el trasfondo. Mi primer libro, titulado
“Las entrañas de la bestia. La fábrica de dinero en el capitalismo desquiciado”
-y perdón por el autobombo- trataba precisamente sobre ese “cáncer” del “objeto
por excelencia” de nuestra sociedad mercantilizada al que te refieres. Diría por tanto, matizando un poco tu enunciado, que el
“peor cáncer” es un modo de organización de la vida social basado en la
acumulación de riqueza monetaria a través de la explotación del trabajo humano.
Y añadiría inmediatamente que esa plétora del casino financiero global y del
capital ficticio que caracteriza a lo que yo denomino capitalismo desquiciado
es el síntoma paradigmático del agotamiento de ese modo aberrante de
organización social, del cual la destrucción ambiental desaforada es una prueba
irrefutable. Vivimos por tanto en una sociedad profundamente irracional basada
en la explotación de los trabajadores y en la destrucción del planeta que se
halla en una fase agonística que hace al capital aún más peligroso y
destructivo. Por tanto en el fondo no puedo estar por
desgracia más de acuerdo con el sombrío diagnóstico que se desprende de tu
pregunta. En nuestras manos está detener a tiempo la carrera hacia el abismo.
-Aunque la responsabilidad del planeta
es también de cualquiera de nosotr@s porque
deberíamos de renunciar a tanto consumismo o a saber consumir mejor, aunque
tengamos con ello que “tener y poseer” menos...sería como “matar a dos pájaros
de un tiro” al capitalismo y a la negra sombra que se cierne sobre nosotros...
-Sí claro, pero sin caer en la trampa
favorita del ambientalismo del capital de atribuir a “los humanos” o a los
consumidores individuales la responsabilidad de las inmensas transformaciones
necesarias para corregir el rumbo suicida que llevamos. Esa demagogia es pura propaganda
que por desgracia ha calado, gracias entre otras cosas a la labor de
intoxicación de los planes de estudios actuales, en amplias capas de la
población. Y no sólo, también en extensos sectores de la comunidad científica y
del activismo ecologista. De ahí que sea tan importante, y esta es una de mis
principales críticas al ecologismo consecuente, llamar a las cosas por su
nombre y señalar a este modo aberrante de organización social llamado
capitalismo como el culpable del desastre socioambiental que presenciamos en
tiempo real. De hecho
el tema fundamental de la introducción del libro -cuyo título, “El término
maldito”, ya es muy ilustrativo- es resaltar esa represión nada sutil que
realizan, más o menos conscientemente, del término maldito los científicos e
investigadores más reputados así como muchos prominentes ideólogos del
ecologismo con mando en plaza en las tribunas académico-mediáticas.
Así pues, por supuesto que hay que
cambiar radicalmente la vida cotidiana hacia hábitos compatibles con la preservación
de cierta homeostasis socioambiental, pero lo importante es poner el freno de
emergencia destruyendo un modo de organización social crecientemente ecocida
que se halla además en un proceso de degradación que lo hace aún más ecocida.
-Los medios, a los que veo y leo
también “les metes caña” se llenan mucho la boca hablando del “apocalipsis del
planeta” cuando al mismo tiempo viven gracias a patrocinadores y publicidades
que para nada contribuyen a la vida del planeta, suma y sigue... ¿qué nos puedes
decir?
-Claro, el llamado cuarto poder
-aunque es probable que se halle bastante más arriba en el escalafón- es una
herramienta muy poderosa de alienación colectiva al servicio del capital. Su
estrategia favorita, como bien dices, es dar una cierta visión más o menos real
del desastre en ciernes, casi siempre eso sí en tono sensacionalista y poco
riguroso, y por otro lado, vender la moto de que se
están poniendo los medios -ahí está la propaganda que hacen a bombo y platillo
de las mascaradas de las cumbres del clima como ejemplo paradigmático de ese greenwashing sistemático- para revertir y atajar la
situación. Esa es la gran falacia que tratan de inocular en la población para
conseguir su docilidad. Y por desgracia tienen bastante éxito en el intento.
Paralelamente, como decíamos antes, y para completar la tarea intoxicadora, machacan continuamente a la población con la
responsabilidad individual de introducir pequeños y cosméticos cambios -el
dichoso tema de los plásticos en lugar destacado- en los hábitos cotidianos
como si ello fuera la madre del cordero de la “sostenibilidad” en lugar de
denunciar por ejemplo sin ir más lejos la responsabilidad del Pentágono, la
institución más ecocida y criminal con diferencia de nuestro mundo grande y
terrible. Eso nunca aparece en la agenda de los mass
media como es natural. En fin, que sólo son la voz del amo que los mantiene
como bien dices y no se puede esperar otra cosa de unas empresas cuyos dueños
son nada menos que los más importantes fondos de inversión del capital
financiero. Eso es meter a la zorra en el gallinero, como digo en el libro.
Lo triste, y perdón por seguir
abonando un cierto desaliento, es que algunos -afortunadamente hay excepciones-
medios sedicentemente alternativos también le hacen el juego al poder haciendo
por ejemplo propaganda del Green New Deal, el último grito gatopardista
del ecologismo integrado para vender la ilusión de que se puede domar a la
bestia e introducir cambios en el engranaje que nos acerquen a un escenario
menos sombrío.
-Al mismo tiempo volvamos a poner a
examen al ecologismo , como lo podríamos hacer con otras causas que
movilizan a grandes masas por causas—valga la redundancia-- digamos “pérdidas”
reuniendo a grandes cantidades de gentes en eventos varios y variados:
carreras, andadas, concentraciones de todo tipo tod@s
con la misma camiseta y el mismo tipo de discurso casi monocorde...La mayoría
de las veces, esto termina con “mucho ruido y pocas nueces” y con muchas
energías perdidas...por no explicar que muchas de las camisetas, gorras,
pancartas las pagan los que quizás estén fastidiando a otra causa o jodiendo de
otra manera al planeta---he llegado a ver a marcas de alimentación y
cosméticos, por poner un ejemplo, más que dudosas patrocinar andadas en contra
del Cáncer de...---esto es del todo ridículo y hace que se añore el
verdadero asambleísmo, la discusión sobre temas y la búsqueda de la discusión,
¿cómo lo ves?
-Sí totalmente de acuerdo en que el
cinismo y la desfachatez del poder son inauditos. Curiosamente -o quizás no sea
tan extraño- se da una correspondencia entre la magnitud de la agresión y del
deterioro de las condiciones de vida humanas y de la salud de la biosfera y,
por otro lado, la intensificación del ecoblanqueo de
todas las instancias responsables del ecocidio. Por abundar un poco más en los
ejemplos que ponías, hace poco escribí un artículo que es una prolongación de un capítulo
del libro, en el que describo someramente la fortísima implicación -lo denomino
“la zorra en el gallinero”- de los bancos y los fondos de inversión en la
creación de instrumentos financieros -el mercado de las cuotas de emisiones de
CO2 por ejemplo- destinados a ser la panacea del ambientalismo del capital. Es
decir, los mismos que financian masivamente a las grandes corporaciones fosilistas, armamentistas y demás criminales ambientales
capitalistas son los que pretenden solucionar el destrozo mediante tales
entelequias. Por otro lado, los principales patrocinadores de las cumbres del
clima y de protección de la diversidad de la ONU son precisamente esos bancos y
gigantes del casino global que se están forrando con la destrucción acelerada
de nuestro crucificado planeta. Y como dices las campañas de greenwashing de las eléctricas, las aerolíneas e incluso
Ana Botín, dándoselas de amante de la naturaleza virgen, bombardean
continuamente al ciudadano de a pie con esta idea de que está todo bajo control
que se puede seguir con el Business as Usual ad eternum.
Se trata a fin de cuentas del negacionismo más peligroso del que hablábamos
antes: el que sin negar el problema totalmente, pretende mostrar que hay
solución sin cambiar un ápice de la estructura social que nos ha llevado al
borde del precipicio.
-La neoliberalización
de la que tú como economista sabrás mucho también ha afectado a la salud de
Gaia, ¿verdad? -Eres economista y la economía está en todo en el funcionamiento
del día a día como la política...todo es un todo porque todo afecta a
todo...como un plano holístico e integral...no habrás estado dentro de una
organización ecologista, pero como economista habrás tenido una visión
respecto a que el movimiento ecologista se ha visto afectado por el
devenir político económico, por un modelo en el que la sociedad ha viajado
narcotizada encima de una ola neoliberal, en donde todo y digo todo, puede
comprarse y venderse como en una subasta, ¿qué nos puedes decir?
-Bueno he de decir en primer lugar que
soy un poco crítico con el uso, cada vez más extendido del concepto de Gaia por
parte de amplios sectores del ecologismo. En el libro le dedico un capítulo de
los “vicios” calificándolo de impostura intelectual. Por resumirlo rápidamente
te diría que me parece ilegítimo trasladar lo que inicialmente fue una
hipótesis científica -la Gaia homeostática de Lovelock y Margulis- a una
concepción panteísta del planeta Tierra como una entidad supranatural.
Ese misticismo es el que critico en el libro dada su creciente presencia como
digo en todo tipo de ámbitos, desde los planes de estudio académicos hasta el
discurso pseuocientífico de algunos de los más
prestigiosos ecologistas patrios. Pido perdón por el inciso, espero que no haya
resultado intemperante, ni que decir tiene que me parece muy bien que cada cual
se exprese de la manera que considere conveniente, sólo faltaría.
Como dices soy economista
aunque reniego de mi formación: creo que la economía que se estudia en la
academia, se difunde machaconamente en los mass media
y que se aplica en nuestras infortunadas sociedades no es más que una
construcción pseudocientífica legitimadora del “orden” del capital. Y en cuanto
a la apisonadora de la hegemonía neoliberal del último medio siglo estoy
completamente de acuerdo con lo que dices, simplemente haría un matiz que me
parece importante. El llamado neoliberalismo no es más que otra fase en la
agudización de la degradación inexorable de la forma de organización social
capitalista. En esto si me permites te he de confesar que me considero muy
“marxiano” ya que me parece abrumadora la evidencia de que la trayectoria del
modo de organización social capitalista es profundamente degenerativa. Remito
simplemente para no extenderme a la teoría que explico en el libro del
ecologista norteamericano James O'Connor acerca de la dialéctica de las dos
contradicciones que van llevando progresivamente al reino del capital a su
agotamiento al chocar con límites endógenos -la pérdida de dinamismo de su
rentabilidad- y exógenos -la destrucción ambiental, el agotamiento de los
recursos y los costes de producción crecientes-. Por tanto y ya para terminar
te diría que el neoliberalismo no es más que el reconocimiento de un fracaso, a
saber, el fracaso del capital en mantener tasas de ganancia adecuadas. Ese es
en mi opinión todo el secreto de la ofensiva en toda la línea de las políticas
neoliberales contra las condiciones de vida de las clases trabajadoras y la
posibilidad, cada vez más remota, de preservar un planeta habitable para
nuestra especie “exagerada”.
-Si tuvieses que enumerar “esos vicios
de ecologismo”, ¿cómo y cuál sería la lista?
-Bueno si me permites, para no aburrir
en exceso a los lectores, haré un pequeño excurso previo y luego pasaré a
enumerarlos lo más someramente posible.
En primer lugar
te diría que la mayor parte de los que yo denomino “vicios” -siempre con comillas,
al tratarse como digo de una crítica constructiva y fraterna- del ecologismo se
derivan de la falta de comprensión de la naturaleza del organismo capitalista,
el causante primordial de la destrucción de la naturaleza. Ese desenfoque en la
comprensión de los engranajes del sistema de la mercancía es lo que provoca el
abismo que he comentado entre la contundencia del diagnóstico y la
pusilanimidad de las soluciones propuestas.
Y creo que el orden en el que expongo
los “vicios” en el libro explica bastante lo que quiero decir con esta
afirmación:
En primer lugar
analizo la llamada economía ecológica que es la base de las teorías decrecentistas y de muchas de las propuestas de reformas
desarrolladas por los más conspicuos autores y activistas ecologistas. Pues
bien, como trato de explicar en el libro, basándome sobre todo en autores
marxistas como Bellamy Foster, el problema fundamental reside en que la
economía ecológica al renegar del marxismo por el supuesto -y falso en mi
opinión- productivismo de la teoría de Marx, tira por la borda la posibilidad
de la comprensión profunda de la dinámica capitalista abonando el terreno de
los remedios mágicos y las reformas salvíficas.
Partiendo de esta premisa, en mi
opinión el “decrecentismo” -el segundo “vicio”- es
decir, la ilusión de “poner a dieta” al capitalismo sin cambiar su esencia
depredadora parte de ese sustrato teórico reformista para transmitir la
impresión de que es posible “contener a la bestia” mediante reformas y
correcciones, en general a través de la intervención institucional. Ese
“estatismo” de las “estrategias duales”, es decir, la creencia en que el Estado
neoliberal, totalmente desprovisto de herramientas capaces de revertir las
políticas privatizadoras y la agresión antiobrera de
las políticas neoliberales, puede ponerse al servicio de los intereses de las
clases populares y de la implantación de medidas que corrijan
significativamente el ecocidio sería el tercer “vicio” que ya hemos mencionado
antes. Y, además del misticismo de la metafísica de la ecoespiritualidad
-con el misticismo gaiano y la Ecología profunda en
lugares destacados- que ya hemos mencionado, el último “vicio”, que yo denomino
“curanderismo económico” es la conclusión lógica e idealista de todos los
anteriores, es decir, la confianza quimérica en la posibilidad de usar “el
dinero” para cosas buenas. El ejemplo de la Renta Básica, la medida estrella
del “decrecentismo” es para mí paradigmático de ese
idealismo que, por encima de cualquier análisis serio de la situación sociopolítica
trata de transmitir la vana ilusión de que el papá Estado puede implantar una
asignación monetaria universal. En fin, un dechado de realismo como puedes
fácilmente comprobar observando las tendencias políticas de nuestros aciagos
tiempos neoliberales.
Mil disculpas de nuevo por la
extensión. Me pedías sólo una enumeración pero he
querido explicar aunque fuera someramente la conexión entre los distintas
cuestiones y el fundamento último de todas ellas.
-¿Qué papel juega o puede jugar la Renta
Básica Universal en todo esto y en el ecologismo ,Renta Básica Universal a la
que ,creo por lo que leo, ves como una utopía “encantatoria”
?; ¿es que desde ciertos sectores de la izquierda se tema que esa “posible
utopía” rompa con la actividad de cierta clase obrera para con la lucha contra
el neoliberalismo ? -Pero el ecologismo y muchas causas se podrían beneficiar,
de la Renta Básica Universal para trabajar para con lo que ahora,simplemente por agotamiento, no pueden...la
gente activista estaría como “más liberalizada” para poder volcarse en “estas
causas”.....
-Lo cierto es que, como dije en otro lugar, sin duda sería maravilloso que una medida
como una asignación monetaria -un subsidio público- universal fuera algo
factible y realista. No creo que a nadie mínimamente concernido por las
sangrantes desigualdades que contemplamos en nuestras sociedades
“desarrolladas” le pudiera disgustar tal medida. Incluso sería mucho más
sencillo: el mediático exministro griego Varoufakis
propuso simplemente que el banco central ingresara una asignación mensual a
cada ciudadano, lo cual evitaría el engorro de tener que recaudar impuestos
para financiar la renta básica ya que el BCE es la fábrica de euros y los crea
a golpe de tecla. Pero la cuestión no es esa, se trata de tener los pies en la
tierra y no engañarse con cuentos de la lechera, por lo demás sumamente
reformistas, es decir que creen que el dinero, el núcleo de este sistema
alienante y opresor, se puede usar para cosas buenas. En fin, este es el motivo
de que como dices califique, siguiendo al economista recientemente fallecido
Michel Husson, este tipo de medidas de “utopías encantatorias”.
Pensar que en el actual contexto de
agudización de la agresión del capital -causada como decíamos antes por su
creciente incapacidad de mantener tasas de ganancia adecuadas- contra las
condiciones de vida de las clases populares una institución totalmente cooptada
por el gran capital y el poder corporativo como el actual estado burgués,
descabezado de cualquier capacidad de creación monetaria tras el golpe
neoliberal perpetrado en el Tratado de Maastricht, pueda siquiera soñar en
implementar una medida de este cariz es estar totalmente fuera de la realidad,
más allá de ignorar el ABC de la lucha de clases que se funda en la presión
sobre los salarios y el empleo a través de la sobreexplotación provocada por el
ejército de reserva de parados y precarios. En fin, reitero mi pesar y mis
disculpas quizás por ser un poco duro en el tono pero
no puedo por desgracia engañarme con este tipo de quimeras que en mi opinión
suponen la esencia de los “vicios” que describo en el libro, y no sólo del
ecologismo, sino también de otros movimientos sociales como el feminismo y de
la izquierda reformista en general.
-¿Por qué si no hay comunismo habrá
barbarie hablando como estamos hablando y reflexionando del ecologismo ...yo
soy más del comunismo libertario sin que el Estado mande por encima del o de
los individuos, pero no creo en la tesitura de comunismo libertario o
barbarie...creo que hay grises, mucho más que blancos y negros, ¿aquí qué nos
dirías?
-Sí claro que hay grises entre los dos
polos, pero la verdad es que son más bien oscuros. El intelectual marxista
libertario -sí, no es un oxímoron, creo que es posible conjugar ambos rasgos-
Anselm Jappe habla de “barbarie a fuego lento” que
sería un descenso paulatino hacia una especie de ecofascismo,
una lucha de todos contra todos como la que muestra la serie francesa -muy
meritoria en mi opinión- sobre el Colapso. Pero por
otro lado, como trato de explicar en el libro, también hay reductos, por
desgracia muy minoritarios, de resistencia contra las agresiones del capital y
de construcción de “grietas” en el muro de la mercantilización absoluta de las
relaciones sociales. Siempre pongo el ejemplo de la lucha, ejemplar en mi
opinión, de las comunidades zapatistas y del EZLN por construir desde abajo y
contra viento y marea otro tipo de relaciones sociales. Esas luchas siempre son
un motivo de esperanza que hace que los grises que mencionas no sean tan
oscuros. En cualquier caso lo que se quiere mostrar
con la dramática disyuntiva -parafraseando el eslogan clásico de Rosa
Luxemburgo- es la tremenda urgencia del momento histórico que vivimos y la
imposibilidad de realizar una transición tranquila como pretende el reformismo
pequeñoburgués, actualmente hegemónico en la izquierda institucional y por
desgracia también muy presente en muchos movimientos sociales como el
ecologismo y el feminismo. Que actualmente esa transformación radical de las
relaciones sociales hacia una organización racional de la vida, que haya
extirpado de raíz la hegemonía del reino del dinero y de la mercancía en pos de una sociedad sin explotación ni opresión, parezca
una quimera inalcanzable no justifica dejar de luchar por ella ni tampoco como
trato de explicar contentarse por un falso pragmatismo con medias tintas y
falsas soluciones que en última instancia sólo producen desaliento y mala
conciencia. Esa convicción de digamos la necesidad de “extirpar el mal de raíz”
es la que fundamenta la acuciante disyuntiva “Comunismo o barbarie”.
-¿Qué has aprendido del ecologismo como
positivo—que lo tiene y mucho—y qué le afeas más que nada...?
-Sí sin duda que lo tiene y mucho como
bien dices. Para resumir, destacaría dos rasgos muy relevantes del movimiento
ecologista que lo convierten en un ingrediente imprescindible de cualquier
proyecto emancipador: En primer lugar, como ya se ha mencionado, la
constatación, con abrumador fundamento científico de la incompatibilidad
absoluta entre el actual modo de organización social y la preservación de una
mínima posibilidad de una vida digna en un planeta habitable. Eso creo que hay
que ponerlo en el frontispicio de cualquier movimiento antagonista: la
tentación industrialista-productivista de la izquierda clásica -la dichosa
frase pseudomarxiana del desarrollo de las fuerzas
productivas como partero del socialismo hay que extirparla del imaginario y de
la praxis emancipadora-. Y en segundo lugar -aunque
habría indudablemente muchos más aspectos positivos- destacaría la profunda
implicación del movimiento ecologistas más genuino con la urgente necesidad de
transformación de la vida cotidiana. Es decir, el ecologismo no sólo denuncia
la aberración de la destrucción procurada por el capitalismo
sino que porta en embrión otro modo de vida alternativo, en las antípodas de la
depredación capitalista y del consumismo desaforado actualmente imperantes. Esa
digamos vocación austera y a la vez hedonista es en mi opinión una contribución
muy valiosa sobre todo frente al obrerismo más bien retrógrado del movimiento
comunista tradicional basado en la familia, en el sacrificio y en el culto al
trabajo duro y sacrificado. Esa visión de la “lucha de clases” como algo
redistributivo sin cuestionar el modo de vida y la crítica de la propia
actividad laboral como centro de la vida social ha sido eficazmente cuestionada
por movimientos como el ecologista. Y en
cuanto a lo negativo aquí si me permites, como ya me he extendido creo que
demasiado, seré telegráfico: mi crítica fundamental es que el ecologismo
consecuente tiene que reconocer que sólo tras una transformación radical del
reino del dinero y la mercancía podrá alcanzarse una relación no depredadora ni
destructiva con nuestra actualmente “crucificada” casa común. Es decir, que
como movimiento tiene que subordinarse e integrarse en todos los colectivos que
pugnen porque, como decía el antiguo eslogan antiglobalización, “otro mundo es
posible”. Ese es en mi opinión el punto de partida para un ecologismo
verdaderamente radical.
-Que la economía se toca como en un
abrazo con el ecologismo y lo social es tan cierto como que hace falta que
llueva urgentemente... así que supongo que desde este Los “vicios” del
ecologismo. El abismo entre el diagnóstico y las soluciones te surgirán
muchas más batallas que librar, muchas más ideas que poner en reflexiones negro
sobre blanco, ¿nos puedes avanzar algo?
-Claro, lo cierto es que uno no puede
cejar en dar la batalla aunque se vea casi perdida
pero al menos en mi caso tengo la intención, más allá de su “eficacia”, de
dejar testimonio de la devastación y de la urgencia de transformaciones
profundas que nos alejen de los terribles escenarios hacia los que ahora nos
dirigimos a toda máquina. Actualmente tengo entre manos un proyecto aún en
ciernes cuyos ejes fundamentales serían en primer lugar una crítica de la
sociedad del trabajo, es decir, de la organización social basada en la
producción mercantil y en el trabajo asalariado como ejes de la vida social. Es
decir, del trabajo como elemento neurálgico que da cohesión y sentido a la vida
en sociedad.
Tal
configuración resulta, a la luz de la evolución del desarrollo tecnológico y
científico de las últimas décadas, completamente aberrante. Es decir, el hecho
de que el trabajo “de sol a sol” siga siendo el eje fundamental de la vida
social y de la subsistencia de las clases populares en un contexto de
extraordinarios avances tecnológicos que permitirían, organizados racionalmente
y con criterios ecológicos, reducir enormemente el trabajo necesario para tener
unas condiciones de vida adecuadas para todos los seres humanos, es quizás la
principal aberración “antropológica” de nuestra vida social. Sé que todo esto
parece muy utópico pero en mi opinión -siguiendo
precisamente a los grandes utopistas clásicos como Thoreau o William Morris-
sólo una sociedad en la que el trabajo -y por tanto también lo económico, el
dinero, etc.- no sea el elemento cohesionador de la vida social será una
sociedad racional.
Y también, y ya para terminar, y en
base a lo anterior, estoy desarrollando una crítica de la izquierda
tradicional, de cariz principalmente marxista, que siempre se ha caracterizado
por un culto al trabajo proletario, a la lucha de clases y al aspecto más
político y redistributivo de la transformación social -la toma del poder
político por parte del proletariado a través de la revolución social- sin poner
en absoluto el acento -como sí por cierto hizo el viejo Marx- en la necesidad
de acabar con la esencia del capital que reside en la mercancía y el dinero y
en la supeditacion del valor al tiempo de trabajo. Es
decir, esa izquierda tradicional y también la mayor parte de los movimientos
sociales, feminismo y ecologismo en lugar destacado, hacen una crítica “desde
el trabajo” -sirva como ejemplo la reivindicación del trabajo doméstico o de
cuidados por parte de ciertos sectores feministas, en lugar de cuestionar en
primer lugar de raíz la institución familiar que lo ampara- para reclamar
mejoras redistributivas o tomar el control de los medios de producción pero lo
realmente transformador sería una crítica “del trabajo” en sí mismo, es decir
de lo económico como eje de la vida social, que es lo que en el fondo
caracteriza al reino de la mercancía.
Bueno mil disculpas de nuevo por la
extensión y veremos qué sale de ahí pero esto es a
grandes rasgos lo que ahora tengo entre manos.
No querría terminar sin agradeceros de
nuevo efusivamente vuestro interés en mi trabajo y la enorme fertilidad de las
preguntas. Me han parecido todas muy interesante y he disfrutado mucho tratando
de responderlas lo mejor posible. Espero haber conseguido explicarme mínimamente
y mil disculpas de nuevo por la extensión, espero que no aburra demasiado a los
lectores.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)