Cazarabet conversa con... Javier Alandes, autor de “Las
tres vidas del pintor de la luz”
(Sargantana)
Joaquín Sorolla,
de manera indiscutible, es el pintor de la luz...de una luz que veía y sentía
todos los días desde el rincón del mediterráneo.
Javier Alandes nos desvela, además un secreto interior
extendiéndose, a la vez, una leyenda de ciento cuarenta años...
Rescatamos este
libro desde Ediciones Sargantana
La sinopsis del
libro: Año 1879. Un joven Joaquín
Sorolla trata de buscar su estilo en la Real Academia de San Carlos de Valencia. La llegada de un
nuevo profesor a la escuela y la
rivalidad con Marcos Galarreta, otro de los alumnos, serán la semilla del genio con el que Sorolla
asombrará al mundo entero pocos años
después.
Año 2017. Augusto García acaba de fallecer y el
bien más preciado que deja a sus
herederos es un carboncillo de Sorolla adquirido cuarenta y dos años atrás. Un estudio del cuadro arroja una
sorpresa inesperada
para sus familiares, que se plantearán todo lo
que creían saber sobre su padre y abuelo.
¿Por qué Augusto tenía una obra de Sorolla? ¿Qué relación le unía al universal pintor? ¿Cuál es la historia de
ese cuadro?
Javier, el nieto mayor de Augusto, iniciará una
búsqueda para dar respuesta a todas esas
preguntas, tratando de enlazar la vida del joven Sorolla con la de su abuelo recién fallecido. Una búsqueda que
desenterrará
una vieja historia de la familia y cambiará su
existencia para siempre, descubriendo los
secretos que ocultaba la vida de su abuelo y la del propio Joaquín Sorolla, el pintor de la luz.
El autor, Javier Alandes: (Valencia,
1974). Es
licenciado en Economía por la Universidad de Valencia y desarrolla su carrera
profesional como docente de emprendimiento y competencias transversales.
También imparte conferencias sobre desarrollo profesional y colabora como
asesor en proyectos de innovación empresarial.
Las tres vidas del pintor de la luz es su
tercera novela publicada, tras Partido de vuelta (Amazon) y La balada de David
Crowe (The Force Books), para la cual ha tomado varios de sus temas
preferidos: Valencia, la obra de Joaquín Sorolla y el género de ficción
histórica. Lector y cinéfilo empedernido,
trabaja ya en su cuarta novela y en el guion de una producción cinematográfica.
Cazarabet
conversa con Javier Alandes:
-Javier, ¿por qué te dio
por escribir esta novela que tiene como protagonista e hilo conductor al pintor
de la luz, Joaquín Sorolla?
El
10 de agosto (precisamente el mismo día en que falleció Joaquín Sorolla) de 2016
falleció mi abuelo Augusto. Su posesión más preciada era un carboncillo de
Sorolla, de su época académica, que lucía en el recibidor de esa casa en la que
tantos días yo pasaba. Ese mismo día que falleció mi abuelo observé por primera
vez ese carboncillo. Lo había visto durante 42 años, pero nunca lo había
mirado. Y, ese mismo día en que falleció mi abuelo me di cuenta de que jamás le
había preguntado de dónde lo sacó, cómo lo consiguió. Y me puse a investigar
sobre ello.
Pregunté
a mi madre, a mis tíos, busqué amigos de él que todavía vivieran, y pude
reconstruir parte de la historia. El hecho de que fuera un carboncillo de
Joaquín Sorolla fue algo circunstancial. Podría haber sido de cualquier otro
artista, y mi interés por descubrir la historia hubiera sido el mismo. Pero lo
cierto es que, a medida que iba investigando, fue inevitable seguir los pasos
del propio Sorolla. Y pude comprobar que el universal pintor había tenido una
vida apasionante; un genio inabarcable e indómito que se hizo a sí mismo en
unos tiempos muy difíciles.
La
vida de mi abuelo Augusto y la de Sorolla tenían ciertos paralelismos, y pensé
que ahí había una buena historia que contar.
-Porque no siempre el protagonista es, a la vez, el hilo
conductor, pero aquí sí lo parece, aunque sea través de un cuadro, a
carboncillo, suyo...
Las
tres vidas del pintor de la luz no es una biografía de Joaquín Sorolla. Ya
tenemos grandes profesionales de la historia y el arte que han investigado su
vida y obra.
Ese
carboncillo es el eje sobre el que giran todos los protagonistas, cada uno en
su época. Sorolla cuando lo pinta, Augusto cuando lo adquiere, y su nieto
cuando investiga la historia de ese dibujo a carboncillo. Tres protagonistas,
tres vidas, tres historias. Pero siempre con el arte, Valencia y su luz como
telón de fondo.
-Porque es una historia que contiene otras pequeñas historias
dentro, muchas, ¿no?
-Toda
novela, película o serie se apoya en una trama central. Un objetivo que han de
perseguir los protagonistas, y el interés se centra en si lograrán ese objetivo
o no. Pero en cualquier historia, las tramas secundarias o subtramas son
vitales: nos ayudan a conocer más a los personajes, el porqué de sus reacciones
y acciones. Y de ese modo introducimos una profundidad mayor que da mucho más
sentido a la trama principal.
Las
pequeñas historias que hay dentro de una trama principal nos ayudan, como
lectores, a dar soporte a lo que se nos está contando, a apuntalarlo.
-Javier te agrada te gusta mucho el arte pictórico, ¿no?, lo
digo por haberte acercado esta vez a Sorolla como lo hiciste con tu novela que
pasea por el Prado con Los guardianes del Prado...
-Yo
no soy historiador, ni historiador del arte. Yo solo soy un humilde economista.
Pero me interesa mucho el arte desde su perspectiva social. Los pintores, a lo
largo de la historia, han sido un trasunto de periodistas, de cronistas de la
época que les tocó vivir. Gracias a ellos conocemos cómo eran los personajes
destacados de su época, las victorias, las derrotas, el sentir del pueblo.
Y
detrás de un cuadro también se esconden anécdotas y pequeñas historias que, una
vez las conocemos, nos hacen admirar más ese cuadro o a la persona que lo
pintó. Velázquez generó un maravilloso artificio de espejos en Las Meninas, Goya
introdujo la crítica social en Los Caprichos, y Sorolla puso en el centro de su
obra a personas anónimas que realizaban duros trabajos a orillas del
Mediterráneo.
Indagar
sobre esas innovaciones, sobre los riesgos que tomaron esos pintores te hace
ver que eran verdaderos emprendedores que se lo jugaban todo a la carta de que
el público, crítica y mecenas entendieran lo que habían pintado, la innovación
que habían introducido.
-Me da que eres un
escritor que tiene una idea y va a por ella... escribes con mucho dinamismo,
hasta con entusiasmo y que luego sacas la recortadora, ¿no?
-Cuando
escribes una novela de estas características —de amplia extensión, con una gran
cantidad de documentación, y con ese número de personajes— no se puede
improvisar. Yo no escribo una sola línea hasta que tengo la historia resumida
de principio a fin en diez folios, hasta que la tengo dividida en capítulos
sabiendo lo que va a ocurrir en cada uno de ellos, y habiendo pensado los giros
de trama y los momentos en los que se producen.
Solo
después de eso me puedo poner a escribir, centrando mi atención en el capítulo
que estoy ejecutando, como si fuera una historia en sí mismo, con su inicio,
nudo y desenlace.
Evidentemente,
una vez la novela está escrita, hay que dejarla en barbecho durante un mes,
olvidada en un cajón, y después volver a leerla. Y ahí te das cuenta de
redundancias, falta de descripción adecuada en algún pasaje, si los personajes
tienen verdadera vida. Y empieza un trabajo artesanal para llegar al objetivo
que tengo en la cabeza.
-¿Tienes que creer en la
historia, no?
-En
septiembre de 2023 va a salir mi séptima novela. Y en este tiempo me he dado
cuenta de algo que me parece vital: en la mente de una persona que escribe,
bullen doscientas o trescientas posibles novelas; el primer trabajo de alguien
que escribe es seleccionar solo aquellas de de verdad
merece la pena contar.
-¿Es esta una novela de
ficción en la que está muy, muy presente una figura del arte pictórico, Joaquín
Sorolla...es arriesgado “como fabular” con una figura humana tan trascendente?
-La
vida de los personajes históricos está muy documentada, sobre todo en lo que
atañe a esas actividades o hechos que son los que hicieron que pasara a la
historia. Pero esas personas también tenían años de sus vidas en los que
todavía no habían hecho nada por lo que ser recordados. Es en esos momentos
donde podemos ficcionar qué hechos pudieron
ocurrirles, qué personas pudieron conocer, y qué influencias e inspiraciones
pudieron encontrar. En Las tres vidas del pintor de la luz, los lectores se van
a encontrar con que la cronología de Joaquín Sorolla es totalmente verídica.
Sus obras, las ciudades que visitó, sus amistades. Pero también se van a
encontrar conversaciones ficcionadas —que perfectamente
podrían haber ocurrido— para conocer más a la persona y dejar un poco de lado
al personaje.
-Es que en esta especie de novelas en los que se mezcla el thriller
con la rigurosidad de un personaje de la trascendencia de Sorolla al que puedes
“tocar”, solamente, hasta un punto es como un poco “arriesgado”, ¿no?; a mí, me
daría vértigo...porque Sorolla da respeto...
La
ficción histórica no tiene que ser una distopía. La historia es la que es y
ocurrió como ocurrió, y eso no podemos olvidarlo. Lo mismo ocurre con Los
guardianes del Prado, novela en la que, a partir del hecho real de que los
cuadros más importantes del museo del Prado estuvieron ocultos en Valencia
durante el primer año de la Guerra Civil, le añado una trama de ficción en la
que narro un complot para robar Las Meninas en Valencia y entregar el cuadro a
Hitler. Pero la realidad es que Las Meninas sigue en el Prado. Por lo que mi
intención jamás es cambiar la historia. La dificultad
la encuentro en tomar hechos y personajes reales, adosarles una trama de
ficción, y empastar ambas de tal manera que la realidad no se mueva ni un
milímetro. Pero que los lectores hayan estado con el corazón en un puño. Pero
eso es algo que vemos a menudo en el cine y las series. Todos sabemos cómo
acaba el Titanic, pero no por ello dejamos de ir al
cine para ver qué nos quería contar James Cameron. Porque el verdadero interés
no está en si el Titanic se hunde o no; el verdadero
interés está en qué pasa con los personajes.
-¿El arte pictórico nos
aporta mucho más de lo que nos imaginamos sobre lo que somos, fuimos y casi,
casi nos da que ver lo que podremos ser?; ¿esto te ayuda o te encadena a la
hora de escribir una novela?
-Cualquier
expresión artística es la memoria de un pueblo. Cuando hay un conflicto armado,
los museos y las obras arquitectónicas son una de las primeras líneas de
flotación que el invasor trata de hundir. Porque si haces desaparecer la
cultura, borras la memoria de un pueblo. Es por ello que todos somos guardianes
de esa memoria, custodios de nuestra cultura. Yo deseo que, dentro de muchos
años, mis nietos y bisnietos puedan disfrutar de Sorolla y de cualquier otro
artista. De esa manera conocerán lo que fuimos. Y no se puede mirar hacia
adelante si no conocemos bien lo que tenemos detrás.
Ese
mensaje está presente en todas mis novelas y, lejos de encadenarme, me ayuda a
que todas ellas tengan un hilo conductor, un nexo de unión.
-Pones ficción en el alrededor de escenarios que son reales y de
un Sorolla muy real, ¿cómo lo haces para no pisar a nadie y mantener el
atractivo de la ficción que quieres?
-Trato
de aprender de mis referentes, que son tan diversos como Pérez-Reverte y
Tarantino; como Christopher Nolan y María Dueñas. Todos ellos tratan con
personajes como Quevedo, Sharon Tate, Oppenheimer o Franco. Y los sitúan en
tramas de ficción, tramas que podrían haber ocurrido. Creo que cuando esos personajes
aparecen en las historias que estamos leyendo o viendo, le dan un contexto y
una profundidad mayor a que si este tipo de personajes no aparecieran. Pero,
insisto, en ningún momento, en mis novelas, se cambia la historia. Como decía
antes, es una ficción histórica, y no una ucronía.
-Juegas con cierta ambigüedad con algunos de los personajes de
ficción, ¿por qué?; ¿puede que porque la vida no sea ni blanca ni negra, sino, más
bien, de tonalidades grises... y tú lo quieras mostrarlo en esta novela? Nadie
es “tan bueno como nadie es tan malo...” ¿verdad?
-Creo
en los buenos con dobleces, y en los malvados que creen que si cumplen una
misión estarán haciendo mejor al mundo. El propio Thanos, en el UCM, quiere
eliminar a la mitad de la población del universo para que no se consuman los
recursos y que la otra mitad tenga una vida mejor. Pero es que en las sombras
de las buenas personas está reflejada nuestra realidad, nuestras
contradicciones, nuestros dilemas morales. Todos somos buenas personas, o lo
intentamos, pero no creo que a muchos de nosotros nos santificaran.
-Porque, ¿qué es para ti la narración?
-Yo
soy lector antes que escritor. Cuando voy a empezar una novela, hago un pacto
imaginario con la escritora o el escritor: entretenme, diviérteme, hazme
disfrutar. Te voy a dar un tiempo que podría emplear en otra cosa, he
desembolsado un dinero con el que podría haber comprado otro libre, y te he
elegido a ti. Así que, hazme pasar buenos ratos de lectura.
Tan
sencillo y tan difícil a la vez. Yo siento que vivo en el siglo equivocado,
rodeado de facturas, cartas de hacienda y electrodomésticos a plazos. Cuando lo
que yo querría sería navegar en busca de la isla del tesoro o cabalgar hasta Ispahan para estudiar medicina. No solo escribo los libros
que a mí me gustaría leer; escribo las aventuras que a mí me gustaría vivir.
-En tus creaciones ¿qué
papel quieres darles a los personajes…? ¿prioritario frente a la trama y al
escenario?
-Una
historia es lo que es gracias a sus personajes. Da igual que se embarquen en un
ballenero de Nantucket, que viajen en el tiempo en un Delorean,
o que ayuden a otro a conquistar a la mujer a quien aman. Da igual. Lo
importante es que, si la historia nos la transmiten bien, queremos vivir todo
eso con ellos, queremos acompañarles a su destino.
Queremos celebrar si las cosas salen bien y llorar con ellos si no es así. Por
ello, es fundamental que los lectores nos identifiquemos con los personajes,
veamos cosas de nosotros en ellos. Y de ese modo, nos convertimos en ellos,
vivimos dentro de la historia. No hay nada emocionante si no lo vivimos a
través de los personajes.
-¿Cuál y cómo es el papel
que le otorgas al escenario de escenarios en el que se pasean los
personajes y se desarrolla la trama?
-La
lectura es una oportunidad de aprender mucho más amable que con los libros de
texto que nos daban en el colegio. Yo jamás he aprendido más sobre el Siglo de
Oro que con las novelas de Alatriste. Por eso, a los lectores les debemos una
información rigurosa y una ambientación lograda para que puedan llevarse unas
pequeñas gotas de conocimiento en cada novela que leen. Y yo, como lector,
quiero aprender de cada novela que leo. Quiero conocer mejor una época
anterior, o una ciudad que no he visitado, o un oficio que desconozco.
-Se nota que te lo has pasado muy bien escribiendo, creando e
imaginando esta historia, ¿no?
-Yo
no soy de esos escritores que se lo pasan genial escribiendo. Es como una
especie de disfrute como el que sientes cuando ves una película de miedo o
subes a una atracción de parque temático. Lo pasas bien y mal a la vez. Yo
tengo una idea clara de lo que quiero contar y lo que deseo que sientan los
lectores. Y no me resulta fácil encontrarlo, es una búsqueda que influye en el
estado emocional, en la conciliación de la vida diaria con el proceso creativo,
y en vivir más con personajes que con personas. Por ello, no puedo estar
siempre escribiendo. Me marco unos meses de proceso creativo intenso, y lo doy
todo en ese tiempo. Una vez me he documentado, he estructurado y guionizado la
novela, y tengo claros los capítulos, me doy cuatro meses para escribir la
novela. Pero es que son cuatro meses durísimo, donde casi tengo que poner mi
vida en suspenso porque no puedo parar hasta terminar la novela.
-¿Los personajes que
muestras y haces desfilar en tu historia y que han ido cambiando tal
como los pensaste ,en un inicio, lo hacen bajo el influjo de la
trama o es más bien algunos rasgos de la trama los que cambian bajo el influjo,
influencia o enamoramiento al que te someten, como escritor, algunos de los
personajes...?
-Machas
compañeras y compañeros que escriben me cuentan que los personajes les hablan,
toman el control, llevan el peso de la historia... A mí no me habla nadie.
Cuando escribo me siento el creador de un universo, y todos los personajes
están bajo el control de mis decisiones. Y siento la responsabilidad de que
esas decisiones sean las adecuadas. Por el bien de la historia y, por añadido,
buscando el disfrute de las personas que vayan a leerla.
-Amigo, ¿nos puedes hablar del proceso de documentación,
búsqueda de fuentes, lectura de libros y demás que hay detrás de este libro? Período
apasionante, pero muy afanoso y trabajoso que, a veces, incluso nos puede
sumergir en cierta ansiedad..
-A
la hora de documentarme, debido al tipo de historias que escribo, mi dificultad
no es la escasez de información. Es justamente lo contrario: tengo toneladas de
información. Toneladas de información sobre Sorolla, toneladas de información
sobre el traslado de los cuadros del Prado, toneladas de información sobre mi
última novela...La dificultad estriba en la capacidad de sintetizar esa
información y tomar solo las hebras que van a ser útiles para la historia que
voy a narrar. No escribo tratados históricos, escribo novelas para que las
personas lectoras disfruten. No puedo aburrirlas con excesos de datos, con
sobreinformación. Es por ello que el tiempo que me toma para documentarme y
sintetizar es muy extenso. Muchos libros, muchos documentales, visitar muchos
museos, y extraer solo los datos que van a ser influyentes en la novela.
-Y, ¿cómo ha sido el día a día de trabajo, tu metodología de
trabajo para construir este libro de ensayo / narración?
-No
solo para esta novela, para todas. Necesito una metodología en la que apoyarme,
en la que confiar. Guionización, división por capítulos, y abordar un capítulo
detrás de otro, uno a uno. Hoy me toca escribir el capítulo 7 de la segunda
parte de la novela que estoy escribiendo. Voy a mis fichas capitulares y leo
las tres líneas que me dicen lo que tiene que pasar en ese capítulo. Y a
escribir. Mis capítulos rondan las 3000 palabras. Un capítulo al día es el
objetivo que me marco. Por lo que, si lo cumpliera, en dos meses tendría
escrita la novela tras toda la preparación que he realizado. Como me imposible
cumplir eso, porque interfiere la vida, me voy a cuatro cinco meses. Y para mí
eso es muy importante. Hay personas que me dicen que llevan 2 o 3 años con una
novela. Entonces pienso que yo no soy la misma persona el mes pasado que hoy.
Pues imagínate hace dos o tres años.
-¿Cómo fue, en su día,
trabajar con Sargantana?
-El
equipo de Sargantana, encabezado por Paz Navarro, es maravilloso. Profesional,
muy atento con los escritores que publican —y con los que no publican, que esto
es casi más importante—, y realizando esfuerzos inmensos para dar voz a todas
sus novelas.
Si
alguien termina una novela, le recomiendo que Editorial Sargantana sea una de
sus opciones para publicarla.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)