Cazarabet conversa con...   Nuria Mendoza, autora de “Un pájaro bajo la cama. Historias médicas en Nueva York” (Jekyll & Jill)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro, excelente, de relatos cortos o muy cortos sobre las historias médicas en Nueva York, la llamada “gran manzana”, contadas desde la perspectiva de una intérprete.

La pluma de Núria Mendoza es sencilla, directa, valiente y nos expone de manera ,casi escurridiza, unas historias que bien pudiendo ser largas casi deja que se vayan amortizando por ellas mismas en un baile de propuestas e historias bien intencionadas porque , me da, que ,aunque ella sabe el final de algunas de estas historias…las ha querido abrir y cerrar ya empezadas y sin terminar para que nos imaginemos una vida ,con una pizca de esperanza o de bondad, algo mejor de lo que, muchas veces , presumiblemente fue.

Nuria Mendoza llega a nosotros por primera vez desde la Editorial Jekyll and Jill y lo hace por la puerta grande porque, desde sus breves propuestas, te atrapa hasta la saciedad y, a la vez te hace libre porque te hace sentir que somos afortunadas y afortunados por encima de cualquier otra consideración.

El libro, además, parte con cierta ventaja que a otras plumas les habría condicionado notándose cierta tensión en la escritura, no es el caso. Nos referimos a que ella escribe una especie de “recuerdos” de casos que le tocó, como médica, haciendo de traductora en la ciudad de “la gran manzana, New York” …pero lo hace sin que “ese trabajo” nos pese, ni se nos vuelva empalagoso…más bien lo contrario, tenemos la tranquilidad de estar en manos expertas y, se nota, porque no hace alarde de nada…tan solo que estamos leyendo tranquilos y tranquilas.

Un libro extraordinario de relatos breves o muy breves: contundente y lleno de humanidad que empatiza desde muchas perspectivas. Es fácil de leer y diría preciso en el día a día de hoy.

La sinopsis: Los relatos contenidos en este volumen están inspirados en el trabajo de la autora como intérprete en hospitales de la ciudad de Nueva York. Se han cambiado nombres y lugar de procedencia, pero todas las historias tienen un núcleo real. Luego la escritura las ha convertido en otra cosa. En ficción, quizás. No tienen un principio, una trama y un final, sino que se mimetizan con la labor de la intérprete: «Es como llegar a la sala de cine con la película ya empezada. Te quedas allí un rato, conoces al personaje principal, te haces una idea del argumento y luego sales rodeada de oscuridad, a tientas, sin saber cómo acaba». 

La autora: Estudió Medicina en Sevilla, donde trabajó como pediatra. En 2011 cursó un Máster de Escritura Creativa en la New York University y desde entonces vive en Nueva York. Los relatos de Un pájaro bajo la cama están inspirados en su experiencia como intérprete en los hospitales neoyorquinos. En la actualidad enseña Español Médico y Humanidades en la Facultad de Medicina de NYU. Sus cuentos han aparecido en la antología de microrrelatos Mar de pirañas y en diversas revistas literarias como Litoral, Sibila o Calle del Aire. Además de la escritura, le apasiona la fotografía y ha participado en exposiciones en Finlandia, México, Irán, Hong Kong y Nueva York.

 

 

 

Cazarabet conversa con Nuria Mendoza:

-Nuria, ¿nos puedes explicar qué hay detrás del propósito de este libro; si hay un por qué o algo que te haya incitado al mismo?

-“Un pájaro bajo la cama” está inspirado en las historias que oía como intérprete médica en Nueva York. Yo era pediatra en España y en 2011 vine a Nueva York para estudiar un Master de Escritura Creativa (en español). Al acabarlo, pensaba volver a Sevilla y a la pediatría, pero… me quedé. En Estados Unidos no podía trabajar como pediatra, pero la interpretación médica me pareció interesante, así que hice un curso y empecé a interpretar en hospitales de la ciudad. La posición del intérprete me resultó fascinante y comencé a escribir sobre mi trabajo y las personas que conocía. Al principio escribía para mí, para pensar en todo aquello, o para contar a mis alumnos situaciones de las que pudieran aprender.

-Enlazo un poco con la pregunta anterior para hacerla más directa o específica: ¿te vino como una necesidad imperativa de dar a conocer aquello que, de verlo y vivirlo, me da que te removía como por dentro?

-Siempre me ha interesado la comunicación entre el médico y el paciente. Como intérprete, tenía una voz que no era la mía: trasladaba lo que se decía en la consulta de una lengua a otra. Mi situación era peculiar porque yo también era médica, así que podía entender todos los puntos de vista, incluso adelantarme a lo que iba a ocurrir.

Algunos relatos surgen de la incomodidad que sentí cuando la conversación dejaba mucho que desear. Había encuentros más amables, por supuesto, y también momentos divertidos, porque no todo en un hospital es dolor o sufrimiento. Al principio solo anotaba frases, palabras, que me llamaban la atención, pero esas notas luego se fueron expandiendo y “ficcionalizando”: trabajé mucho los acentos, cambié datos personales, eché mano de la imaginación y así, poco a poco, se convirtieron en relatos.

-Y eliges los relatos cortos o muy cortos. Me parece, perfecto porque, además el ejercicio de relato corto o muy corto, sin más me agrada porque va directo a ese pasaje que, dentro de la historia humana, a ti más te llama la atención, ¿no?; pero coméntanos el porqué de la elección de relato corto.

-La brevedad le venía bien a lo que quería contar. Hay relatos de una página y otros de una o dos líneas, las “historias minúsculas”, que son reflexiones, observaciones. Me parecen una apuesta arriesgada, porque precisan de la imaginación y el esfuerzo de quien los lee. Pero confío mucho en la inteligencia del lector, en que sabrá rellenar el silencio después de mencionar que hay un asiento en el ascensor de una clínica para el tratamiento del cáncer, por ejemplo. Creo que no hay darlo todo desmenuzadito: los lectores van a entender que el asiento en el ascensor habla de la fragilidad de esos pacientes y también de los cuidados.

-El relato corto, además, lleva implícito un ejercicio de tener las cosas claras y el de ir directos o directas al corazón con aquello que te interesa dar a conocer, ¿verdad, pero, me da, que tienes querencia por el relato…

-Creo que mi mente está “diseñada” para el relato breve, ahí es donde me muevo mejor. Tiendo a lo breve cuando escribo y tengo predilección por la narrativa breve como lectora (aunque leo muchas novelas, y también poesía).

Y estos relatos tratan de mimetizarse con el trabajo del intérprete, que llega a la consulta sin tener información previa y se despide sin saber qué pasará luego, después de un encuentro muy intenso. Eso es también un reto para el lector, porque no son relatos al uso, pero me parece la forma más honesta de contar estas historias.

-¿Qué te ha supuesto, amiga, el dar a conocer estas historias, aunque muchas las camufles tan bien, como si le dejases deslizar una pluma al aire dentro del ojo de una tormenta…?

-Por un lado, era una forma de soltarlas, de sacarlas afuera. Y también ha sido muy interesante escuchar los comentarios de los lectores: me contaban historias que tenían que ver con la enfermedad, con su propia experiencia con intérpretes, con médicos, con la migración. Todo eso es emocionante y muy enriquecedor. Siento que ahora podría escribir una segunda parte del libro, con nuevos relatos.

-Me llama la atención esa evidente falta de empatía por parte de algún y alguna profesional de la salud---quizás sea porqué yo también lo haya sido y no concibo según qué tipo de “falta de tacto” y/o “empatía”—

-Hasta el profesional más amable y cuidadoso puede tener un mal día, soy consciente de eso. Pero algunas de las situaciones que se narran en el libro no pueden justificarse.

En mis clases de español médico hablo mucho con mis estudiantes sobre distintas formas de mostrar empatía. Les enseño frases y palabras en español, pero también les recuerdo el poder de una escucha atenta, de una mirada o un gesto. Pero hay un problema añadido: a menudo falta tiempo para un diálogo tranquilo en la consulta, y es una pena. No sé a quién se le ocurrió que basta con cinco minutos para ver a un paciente, como pasa en Atención Primaria, pero esa decisión deja al personal sanitario sin poder hacer bien su trabajo y repercute en el bienestar y en la satisfacción de los pacientes.

-¿Cómo fue el viaje escribiendo este libro de relatos de historias médicas de NY?

-Fue lento, pero muy gozoso. Tuvo varias fases porque al principio los relatos sonaban a mi “español de España”. Trabajé mucho la oralidad del libro, con distintos acentos. Tenía claro que los personajes tenían que sonar como suena el español en Nueva York: diverso y variado.

-Supongo que nos podrías acercar a la “comunidad de hispanos” en la “ciudad que nunca duerme” fruto a que los conoces porque vives, seguro por lo que dejas entre leer en alguno de tus relatos, cerca de ellos y ellas…

-Yo llegué a Nueva York hace doce años, para estudiar un Master de escritura creativa. Hice amigos de distintos países de Latinoamérica y sigo en contacto con algunos, aunque muchos ya no viven aquí. Ellos me ayudaron a revisar algunos relatos del libro, y me aconsejaron sobre algunos términos, como el que tiene que ver con el título.

Y luego he seguido conociendo a hispanohablantes que viven en Nueva York. Mi forma de hablar se va enriqueciendo con vocablos que antes no usaba, se incorporan a mi léxico y toda esa mezcla me resulta muy curiosa y apasionante.

-¿Por qué, amiga,  allí, a ti como dentro de qué comunidad se te engloba?

-Aquí hay todo un debate sobre qué es ser latino, quién es hispano. Yo no siento que pertenezco a ninguna comunidad específica, me relaciono con gente muy diversa. Podría decir soy parte de una comunidad amplia que habla (y escribe) en español en Nueva York, pero mi día a día tiene un poco de todo, y me gusta que sea así.

-¿Cómo te sientes tratada y cómo ves, y sientes hasta la raíz,  que tratan a los demás?

-Mi experiencia es, en general, positiva. Yo ya hablaba el idioma antes de venir a Estados Unidos y me siento bien acogida. Mi marido es neoyorquino, en casa hablamos en inglés.

Aquí me he hecho muy consciente de los acentos. En inglés tengo acento, porque no soy hablante nativa. Entre los hispanos, mi acento —por ejemplo, al decir mi apellido, Mendoza, con ese sonido de la “z” tan característico—, me ubica rápidamente como española. Pero si me reúno con españoles, mi acento andaluz es también distintivo (y alguna vez he notado cierto prejuicio por eso).

En este país, cualquier persona que no hable inglés tiene derecho a un intérprete en un hospital o en un juicio, y eso es muy positivo. Por otro lado, a menudo se contratan los servicios más baratos y no prima la calidad: hay anuncios en español en el metro que no hay quien los entienda, con errores gramaticales que ningún traductor cometería.

-¿Cómo es la vida de una hispana o un hispano en la “gran manzana”?

-La vida aquí es difícil para casi todos. Pero no es lo mismo llegar cruzando el río, solicitar asilo y no tener medios para subsistir, que venir a una universidad de élite con una visa de estudiante.

La ciudad es cara, es dura, con frecuencia te expulsa, pero también resulta fascinante. En los últimos meses, hay políticos republicanos que mandan autobuses llenos de inmigrantes para que la ciudad los acoja, porque Nueva York es una “ciudad santuario”.

-Amiga, ¿te has tenido que documentar o ya tenías suficiente con tus experiencias?

-Además de trabajar como intérprete, di clases de interpretación médica, así ya había estudiado mucho y me había documentado en profundidad. Esos conocimientos teóricos me resultaron muy útiles para deslizar aquí y allá información sobre las reglas que debe seguir un intérprete y crear un contexto.

Las historias de Un pájaro bajo la cama nacen de mi propia experiencia, o de historias que alguien me contó, aunque por supuesto he cambiado muchos detalles para que nadie pueda ser identificado.

-¿Qué has aprendido o qué experiencias tuyas se han visto reforzadas por las vivencias de la comunidad hispana que llega de Centroamérica, México y no pocos países del cono sur de América?

-He reflexionado y aprendido mucho sobre la inmigración. He oído relatos de todo tipo, en especial me afectaron los que hablan de amenazas (de pandillas o “gangas”, pero también de la policía), o sobre la violencia y la indefensión que muchas personas han sentido en su país. He escuchado esas historias con mucha atención y luego las he hecho mías, usando esa primera persona que lo cambia todo, porque te pone en la piel, por un momento, de alguien distinto a ti.

-Tu mirada sobre “esa tierra prometida” viendo cómo se trata a muchos de los que la anhelan ¿cuál es?, supongo que habrá evolucionado y no poco, ¿no? y no precisamente para bien ¿qué nos puedes decir?

-Soy bastante crítica con el “sueño americano”. Este país brinda oportunidades, pero los derechos del trabajador, de la mujer, del inmigrante, del paciente quedan a menudo muy limitados. Hay situaciones que serían impensables en Europa. Estar enfermo aquí significa tener un problema de salud y otro económico. El sistema capitalista es feroz y eso te hace vivir con incertidumbre y, a veces, incluso con miedo.

Por otro lado, hay movimientos admirables, marchas de apoyo, gente que dedica su tiempo altruistamente para que las cosas vayan mejor. Hay una dualidad tremenda, y no quiero olvidarme de destacar que también existen personas que luchan por conseguir avances y bienestar para aquellos que no siempre pueden protestar.

-Nuria, ¿en qué estás trabajando en la actualidad… nos puedes dar alguna pista?

-Tengo varias ideas para cuentos más largos y muchas ganas de sentarme a escribirlos. Pero de momento ando ocupada con las clases y necesito organizar mi tiempo. Ojalá pronto pueda empezar a escribir todo eso que me ronda la cabeza.

También quiero dedicar más tiempo a la fotografía: contar una historia, buscar un punto de vista original, elegir una mirada… todo eso me interesa mucho, ya sea en la escritura o en las imágenes.

 

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Cazarabet

Mas de las Matas (Teruel)

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