Cazarabet conversa con...   Javier Muñoz Soro, autor de “Morir lejos de casa. Las cartas de los soldados italianos en la Guerra Civil española” (Marcial Pons)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La colección Historia de Marcial Pons nos acerca a un libro sobre las cartas que muchos soldados italianos escribían a sus familias…

La Guerra Civil española vista por este historiador e investigador a través de las cartas

La sinopsis:

Este libro trata de la realidad terrible de la guerra desde la complejidad de unas experiencias vitales y de sus narrativas personales, las cartas de los soldados italianos que llegaron a España a combatir en la Guerra Civil (1936-1939). Se podría haber titulado 'Matar lejos de casa', al fin y al cabo, el acto característico de los hombres en la guerra no es morir, sino matar, y a eso vinieron a España aquellos miles de soldados más o menos forzados en una guerra de agresión fascista. Se ha titulado Morir lejos de casa porque el análisis se centra en una subjetividad mediada cultural e históricamente, una trama de sentimientos, emociones, motivaciones y expectativas tantas veces frustradas. En la vivencia intensamente despersonalizadora de la guerra, la propia identidad se resistía a su desaparición y lo hacía gracias a la escritura, único puente directo entre el frente y los afectos en la retaguardia, último refugio ante una situación hostil y precaria, válvula de escape ante el dolor y el miedo, porque solo el acto de escribir liberaba a los individuos de la tiranía del presente.

'Pese al heroísmo, a la retórica, a la inconsciencia o la temeridad, nadie quiere morir lejos de su casa' (prólogo de Javier Rodrigo).

El autor, Javier Muñoz Soro: es profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Sus estudios se han centrado en la historia cultural durante la dictadura franquista y la transición a la democracia, en particular sobre los medios de comunicación, el discurso político y los intelectuales, así como las relaciones entre España e Italia. Es autor de Cuadernos para el Diálogo. Una historia cultural del segundo franquismo (2006) y coautor de Culturas y políticas de la violencia. España siglo XX (2005), Patria, Pan... Amore e Fantasia. La España franquista y sus relaciones con Italia (2017), España en democracia, 1975-2011 (2017) y Una juventud en tiempos de dictadura. El Servicio Universitario del Trabajo (2021).

Este autor ya ha escrito en Marcial Pons:

https://www.marcialpons.es/libros/cuadernos-para-el-dialogo-1963-1976/9788496467149/

https://www.marcialpons.es/libros/los-intelectuales-en-la-transicion/9788492820412/

https://www.marcialpons.es/libros/patria-pan-amore-e-fantasia/9788490455203/

 

 

 

Cazarabet conversa con Javier Muñoz Soro

-Javier, ¿qué te hizo fijarte en las cartas que los soldados italianos enviaban o intentaban hacer llegar a sus seres queridos para escribir este libro que trata de explicar, mediante estas comunicaciones epistolares, lo que se encontraron los soldados italianos que vinieron a ayudar a los alzados contra la II República?

- No soy el primer historiador que se fija en estas fuentes, ni mucho menos. Hay una larga tradición de estudios sobre cartas en la historiografía europea. De hecho, las cartas y diarios se utilizaron desde muy pronto, sobre todo durante la Primera Guerra Mundial, cuando las autoridades políticas y militares se dieron cuenta del valor que podía tener su publicación como medio de propaganda (precisamente porque su naturaleza espontánea, íntima y en teoría no instrumental las hacía más creíbles que la propaganda oficial). Pero, claro, se trataba de cartas seleccionadas, ejemplares, henchidas de voluntarismo idealista, casi siempre escritas por oficiales de carrera o complemento con un nivel cultural elevado, lo que dejaba fuera la mayor parte de la correspondencia. Es decir, la de millones de soldados semianalfabetos o con un bajo nivel de instrucción, campesinos, jornaleros o artesanos que habían abandonado por primera vez sus pueblos de origen para ser enviados a la fuerza al frente.

Esas cartas no decían mucho, porque a menudo se autocensuraban para no preocupar a las familias o porque eran directamente censuradas por las autoridades militares al reflejar una experiencia muy distinta: la matanza absurda, el sufrimiento en las trincheras, el miedo a la muerte y el dolor, los abusos sobre la población civil, la corrupción y venalidad, el autoritarismo o la crueldad de sus jefes. Por eso llamaron la atención de los historiadores que, a partir de los años sesenta, abordaron el estudio de la guerra lejos de la mitificación de los discursos oficiales, influidos por las nuevas tendencias historiográficas, el marxismo y la historia social “desde abajo” de las clases subalternas.

- ¿Cómo llegaron esas cartas a ti y en qué momento y desde qué perspectiva te planteas escribir este libro?

- Al conocer esa historiografía europea, sobre todo italiana, con libros sobrecogedores como los de Giovanna Procacci sobre los soldados y prisioneros italianos en la Primera Guerra Mundial, me pregunté si existía algo semejante para la guerra civil española. Extrañamente (o no tanto, visto el destino de muchos archivos tras el final de la dictadura), en España no se conservan fondos de censura militar como los existentes en otros países, donde sí se han conservado gran parte de esas cartas y documentos. Solo conozco un pequeño fondo de correspondencia del Ejército del Centro republicano que hoy se guarda en el Archivo General Militar de Ávila y que estudió el historiador británico James Matthews en un libro magnífico, Voces de la trinchera.

Por supuesto hay muchas otras cartas que guardan los familiares o que se pueden encontrar en internet o en los mercadillos callejeros, censuradas o no, y que han sido utilizadas en trabajos menos sistemáticos, pero valiosos, como el de Javier Cervera. De ahí que se me ocurriera buscar en los archivos italianos, donde sí se han conservado ricos fondos de documentación relacionada con la censura y el servicio postal de las tropas italianas enviadas en ayuda de los sublevados contra la República. Además, una casualidad me condujo, cuando daba clases en la universidad de Cagliari (Cerdeña), a una de las correspondencias más interesantes del libro, la del teniente Grixoni con su familia.

- ¿Desde qué puntos de las cartas empiezas a tirar de los hilos para hacer un “retrato robot” de los soldados italianos en España, de sus ilusiones, desilusiones…? ¿Cómo era el perfil de los italianos que vinieron a combatir por la causa franquista? Porque no todos tenía por qué “comulgar” con las ideas fascistas de Mussolini, eran chicos que pasaron de vivir en paz, de callejear por las calles de cualquier ciudad italiana para ir a una guerra que fue la antesala de la II Guerra Mundial, ¿no?

- Sí, retomo en esta pregunta la segunda parte de la anterior sobre la perspectiva que he utilizado al escribir mi libro. Mi interés en las cartas y diarios no viene porque me guste especialmente la historia militar, aunque se ha producido en los últimos años una interesante renovación de sus estudios que pone mucho más el foco en lo que se ha llamado la “cultura de guerra”, es decir, sus percepciones y representaciones sociales tanto en el frente como en la retaguardia. De hecho, no solo no me dedico a la historia militar, sino que este es mi primer acercamiento a la historia de la guerra civil y el fascismo. Lo que me atraía de esas “egoescrituras” tiene más que ver con la historia de las emociones y con la experiencia de los combatientes. Sin olvidar lo que en el libro llamo “carácter estrábico” de esos documentos que, si por un lado son expresión privilegiada del yo, de una identidad individual, por otro están sujetos a las convenciones sociales, las de unas comunidades morales y emocionales además de políticas.

En ese sentido no existe un “retrato robot” de los combatientes encuadrados en el ejército –porque realmente tuvo esta entidad– enviado por el régimen fascista para ayudar a Franco. Como en todas las guerras, no todos los combatientes son iguales. Había voluntarios movidos por una fe absoluta en el ideal fascista y oficiales igualmente convencidos, pero no menos motivados por hacer carrera y obtener sustanciosos beneficios económicos y simbólicos de la guerra. Y había muchos, una mayoría, de voluntarios “relativos” en distinto grado y de soldados encuadrados en las unidades del Regio Esercito enviadas a España, en particular la División Littorio. Estos procedían del sur (mezzogiorno) y las islas, el territorio más pobre de la península italiana, abandonaron sus humildes trabajos como jornaleros u obreros manuales para mantener a sus familias con la buena paga recibida y su adhesión al fascismo fue variable: por momentos, según las circunstancias y hasta de manera contradictoria. Obviamente todos querían la victoria, pero al final una absoluta mayoría la deseaba para volver a casa cuanto antes.

- Los soldados llegan aquí… ¿con qué diferencias se encuentran con la soldadesca franquista y con los mandos franquistas…? ¿Hay controversias o diferentes maneras de entender algunas situaciones entre los mandos italianos y los españoles?

- Sí, claro, hay continuos conflictos, no solo por la manera de conducir la guerra entre los mandos italianos y españoles. Se produjo un choque cultural. Para muchos de esos hombres el desplazamiento a España era el primer viaje de su vida, aunque como suele ocurrir con los choques culturales, lo que al principio vivieron como una aventura exótica e iniciática, poco a poco fue derivando en cansancio, hastío y malentendidos. Es muy interesante comprobar en las cartas cómo seguían vigentes los estereotipos culturales de matriz romántica y cómo seguían siendo operativos a la hora de interpretar la realidad. Así, un cabo escribía a su esposa que tanto los mandos como la soldadesca española, por su “ineptitud, vagancia y suciedad”, demostraban “ser dignos descendientes de sus dominadores moros”. El pueblo español era como el canto flamenco, doloroso y trágico, y por supuesto sus mujeres tenían ojos negros y brillantes capaces de levantar las más violentas pasiones.

Por cierto, el tema de la mujer me parece especialmente relevante en el libro, a pesar de que el frente era un espacio antropológico reservado al hombre, donde las mujeres ocupaban un lugar subordinado. El ejército italiano poseía un modelo de masculinidad y entendía la guerra con un carácter profundamente sexuado. Solteras o viudas, jóvenes de familias burguesas que acogían a los oficiales en sus casas o conocidas en los cafés de las ciudades en la retaguardia, madrinas de guerra, voluntarias falangistas y margaritas o enfermeras del Auxilio Social, esposas o hijas de prisioneros haciendo cola ante las puertas de las cárceles o esperando repartos de comida, maestras, campesinas, prostitutas… aparecen una y otra vez en esas cartas, dirigidas a su vez a otras mujeres, a las propias madres, novias o esposas.

- ¿Y qué “notas” pudiste leer, sacando reflexiones después, que se encontraron estos soldados italianos y trataban de trasladar a sus familiares? Digo “trataban” porque estas cartas pasaban por el colador de la censura y, aunque los soldados daban la vida por la causa de los alzados, les privaba de la comunicación con sus seres más queridos, ¿qué nos puedes decir?

- En la introducción del libro explico cómo el acto de escribir ayudaba a los combatientes a recomponer la continuidad de la propia existencia, los sentimientos y vínculos familiares y comunitarios en el momento en que estos sufrían una violenta ruptura. Esta era la finalidad última de la carta o de la postal, no tanto contar lo que en muchos aspectos no podía ser contado, sino comunicar que se seguía vivo. También servía para preservar en lo posible una identidad amenazada, porque en tiempo de guerra el “nosotros” se impone al “yo”. La escritura liberaba a los individuos de la tiranía del presentismo total de la guerra, por más que la nostalgia del pasado, de los afectos y lugares lejanos pudiera ser triste y dolorosa. Además, como sabemos, la escritura puede cumplir una función de terapia y reparación psicológica después de eventos traumáticos. De ahí la necesidad casi obsesiva de recibir cartas y la práctica de escribir mantenida con una obstinación de otra manera difícil de explicar, o al contrario, la desesperación y la soledad inmensa cuando estas no llegaban.

Sin embargo, como señalas, las cartas pasaban por un doble filtro: el de la autocensura y el de la censura militar. La primera porque se evitaba contar a los seres queridos las experiencias más dolorosas o cruentas, las más sádicas o inmorales, aunque cosas que no se contaban a una madre sí podían contarse a un amigo. Por ejemplo, el recurso a la prostitución, no solo tolerado sino normalizado y hasta reglamentado por los ejércitos. Luego venía la censura militar, masiva y sistemática, que en un principio trató de ocultar las informaciones que revelaban la entidad de la intervención italiana en una flagrante violación del Acuerdo de No Intervención firmado por las grandes potencias, incluida Italia. Pero una vez desvelada y conocida en todo el mundo tras la derrota de Guadalajara, la censura fue utilizada para tomar el pulso moral de las tropas. Cuando se consideraba que las cartas podían propagar el desánimo y el derrotismo en la retaguardia eran retenidas y, en algunos casos, sus autores enviados a los tribunales militares.

- Los soldados italianos que vinieron a combatir en la Guerra de España, ¿qué se encontraron y qué decepciones o no, qué motivaciones se vieron frustradas? ¿En esas cartas de los soldados italianos qué emociones se dejan entrever que te hayan llamado más la atención?

- Te contesto retomando una pregunta anterior sobre el retrato de esos “voluntarios” y su grado de comunión con el fascismo. El libro no trata de los italianos llegados a España en los primeros meses de la guerra, sin duda auténticos voluntarios fascistas, como el famoso “Conde Rossi”, Arconovaldo Bonaccorsi, quien encabezó la violenta represión en Mallorca descrita por el escritor católico francés Georges Bernanos en su estremecedor testimonio Los grandes cementerios bajo la luna. Mi libro trata de la ayuda masiva enviada a partir de diciembre de 1936, con la aquiescencia británica y después de que Franco, candidato preferido por Mussolini, se hubiera hecho con todo el poder entre los militares sublevados. Hablo de unos cincuenta mil hombres motorizados con su artillería y aviación, que formaron el llamado Corpo Truppe Volontarie (CTV), un verdadero ejército con sus propios oficiales y autonomía orgánica, no tanto operativa (lo que dio lugar, como te he comentado antes, a un conflicto larvado con el mando franquista).

Entre ellos, como ya he señalado, había militares profesionales y voluntarios reales o supuestos, fascistas convencidos y no tanto. Es significativo que Carlo Rosselli, fundador de Giustizia y Libertà y militante antifascista en las Brigadas Internacionales, autor del conocido lema «Oggi in Spagna, domani in Italia» (Hoy en España, mañana en Italia), cuando recibió el encargo por parte de las autoridades republicanas de examinar las cartas de los prisioneros fascistas capturados en Guadalajara, se sorprendiera al constatar que la mayoría habían ido a España engañados u obligados a alistarse a la fuerza o por la fuerza de las circunstancias. Llegó a escribir que «la inmensa mayoría de estos jóvenes enviados a combatir en España contra la causa del pueblo no es responsable».

- Lo que pasa es que el fascismo italiano sí que se trabajaba también como cierta estética del poder, de la intimidación por la estética militar, de cierta escenografía….

- Sí, claro, la propaganda, las celebraciones colectivas, los desfiles y canciones, el culto a los caídos… todo ello era una maquinaria de generar sentido. Porque, como ocurre ahora con la invasión de Ucrania, las guerras “construyen” significado, un sentido humano que haga aceptable la matanza colectiva a las sociedades de los respectivos contendientes. Incluso suelen presentarse como una lucha civilizatoria, contra la barbarie, aunque a muchos nos puedan parecer solo una monstruosidad moral. Por eso las emociones de los soldados pueden ser tan contradictorias y pasar, en una misma carta, del fastidio por la disciplina militar al sentimiento de solidaridad y camaradería en las liturgias colectivas del batallón, del sufrimiento y el desánimo en la espera enervante de la vida en retaguardia al miedo o el dolor en el combate, de la tristeza y nostalgia por la lejanía de los seres queridos a la alienación respecto a la vida pasada.

Son emociones por supuesto inaprensibles al historiador, a quienes leemos esos documentos íntimos desde el presente, afortunadamente ajenos a esas experiencias, pero cuyas huellas podemos seguir. Tratando de entender que, en el momento terrible de la muerte, los soldados que morían a miles de kilómetros de casa buscaran algún sentido a su sacrificio, y lo hicieran usando las palabras y el relato de esa “bella muerte” ensalzada por el fascismo.

- Para la Italia fascista España fue un “tubo de ensayo”, pero ¿cuánto eran conscientes los soldados? Lo que se vive en una guerra que se hacía impensable y horrible… ¿qué hacen los hombres que nunca habrían hecho en su sano juicio?

- Los soldados no van a una guerra a morir, sino a matar, aunque obviamente también pongan en peligro su vida. Que yo focalice el estudio en su experiencia, para empezar porque de ella me hablan las fuentes (y cuando aparece el sufrimiento de sus víctimas es solo desde esa visión mediatizada), no quiere decir que su misión en España sea otra cosa distinta que una agresión fascista, dictada tanto por motivos geoestratégicos como ideológicos. La guerra fue un momento constructivo, performativo si queremos decirlo así, en la evolución del fascismo hacia sus metas totalitarias. Por eso el tema de la violencia es central en las cartas y, en consecuencia, en mi libro. No obstante, la violencia no es unívoca, porque además de unas ideas preconcebidas y de ser intrínseca al proyecto fascista, también era resultado de un aprendizaje, evolucionaba con el tiempo y respondía a unas circunstancias concretas.

Muchos de esos soldados y oficiales italianos venían de la campaña de Etiopía, un año antes, donde llevaron a cabo lo que solo puede ser definido como un genocidio sobre la población autóctona. Esta, empero, no tenía para los fascistas (de hecho, tampoco para las potencias democráticas coloniales) la misma consideración que la población “blanca” europea, más aún en un país que consideraban “hermano” por religión, tradición y relaciones culturales e históricas. Por eso la violencia en masa llevada a cabo por el franquismo pudo sorprenderles en un primer momento, tras la conquista de Málaga, y plantearles no únicamente un problema de imagen internacional, sino también de imagen hacia el pueblo español al que pretendidamente venían a “liberar” e incluso, aunque nos pueda parecer cínico, un obstáculo para la creación de una verdadera comunidad nacional fascista. Como escribía uno de ellos, al final Franco iba a “plantar su bandera victoriosa sobre un cementerio”.

Ese dilema se resolvió en pocas semanas, negativamente, es decir, a favor de la represión preventiva, y las cartas ofrecen numerosos testimonios de fusilamientos del CTV, en particular de prisioneros brigadistas y antifascistas italianos (aunque el ministro Ciano suspendió la orden de fusilarlos sin causa cuando casi cuatrocientos de sus combatientes cayeron prisioneros de los republicanos en Guadalajara en marzo de 1937). El mito del “buen italiano” no se sostiene, por tanto, pese a que no dejara de seguir sorprendiendo y desgradando todavía a muchos el encarnizamiento de la represión franquista contra los prisioneros y la población civil. Y además Mussolini apostó claramente por otra violencia menos visible, pero aún más mortífera, como fueron los bombardeos aéreos. No hay que olvidar que fue un militar italiano, Giulio Douhet, no un nazi, el primer teórico de la “guerra integral” con el objetivo de aterrorizar y desmoralizar en la retaguardia.

- El miedo a morir lejos de casa, la frustración de lo que pensaban que sería y no fue, esas frustraciones vuelven con ellos, si es que pudieron volver, a Italia y de alguna manera se dejan ver luego en la contienda que desembocó en la II Guerra Mundial dando apoyo a la Alemania de Hitler y a sus pretensiones… ¿La Guerra de España fue para los soldados italianos el principio del fin de su particular manera de entender y vivir el fascismo?

- Las tropas italianas volvieron a casa con una victoria bajo el brazo, y eso resolvió en gran medida la oposición de buena parte de la sociedad italiana a la intervención y los muchos problemas de reinserción social de los excombatientes. Son numerosos los testimonios de frustración por las promesas incumplidas por el régimen para los que volvía a casa después de dos años de ausencia. Aparte de los más de tres mil quinientos que nunca volvieron, o los muchos más que volvieron sin el brazo, mutilados o enfermos. Sin embargo, para la mayoría no había llegado aún el momento del desencanto con el fascismo y todavía apoyarían la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial. Pero creo que la intervención en la Guerra de España seguramente tuvo un elevado coste, no solo material, para el régimen fascista. Al final solo Franco se acabaría beneficiando.

.- ¿Cómo ha sido tu metodología de trabajo, el proceso de documentación e investigación para este libro de raíz epistolar? Me da que apasionante, pero, a la vez, muy trabajoso, ¿no?

- Lo primero fueron las palabras, las fuentes, las cartas. Muchas de ellas no decían nada, en apariencia. Así que tuve que hacerme preguntas y aprender a leerlas de otra manera. Es verdad que las cartas censuradas suponen una parte pequeña del total, las que más pueden interesarnos a los historiadores, porque recogen los comentarios más críticos, los hechos punibles, los intentos de deserción, la desmoralización y lo que en jerga militar se denomina “derrotismo”. Pero están también los informes de la censura sobre la totalidad del correo postal, señalando las tendencias desde su perspectiva subjetiva. Y algunos diarios personales y correspondencias epistolares íntegras, como la del teniente Grixoni, que dan esa continuidad que falta en la fragmentación de las cartas censuradas o retenidas.

.- Javier, por cierto, ¿qué es lo que te hace escribir y seguir investigando y reflexionando en las relaciones entre España e Italia?

- Trabajé y viví ocho años en Cagliari, donde nació mi hija, así que me manejo bastante bien con el idioma y los malentendidos culturales, porque somos tan parecidos… y tan distintos. Mi buen amigo Javier Rodrigo, colaborado habitual de Cazarabet y autor del excelente prólogo al libro, sabe de qué hablo. Y en 2017 coordiné junto a otro historiador italiano, Emanuele Treglia, otro libro sobre las relaciones entre ambos países titulado Patria, Pan… Amore e Fantasia. La España franquista y sus relaciones con Italia (1945-1975), que completa muchos aspectos de esta historia.

 

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