Cazarabet conversa con...   Rafael Martín Calvo, traductor de “Leche materna” de Nora Ikstena (Vaso Roto)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una obra de narrativa pletórica y exquisita desde la pluma de Nora Ikstena editada por Vaso Roto.

La sinopsis del libro:

La narración desgrana el destino de tres mujeres ‒abuela, madre e hija‒, tres historias trenzadas entre sí, inseparables e imbuidas de renuncia a principios, trabajo, familia e ilusión misma de vivir. La historia trascurre en Letonia durante el periodo histórico comprendido entre el final de la Segunda Guerra y la caída del Muro de Berlín. La autora nos muestra con inusitada belleza narrativa lo que sucede en un país ocupado, donde ella refleja la inestabilidad emocional transmitida de una abuela a una madre, a una hija, que internaliza los impulsos autodestructivos de la represión política. La negativa de la madre a amamantar a su hija será el acto subversivo y compasivo a la vez, un intento de no transmitir el sufrimiento y la desesperanza de una generación a otra. Nora Ikstena entreteje las historias personales de cada una de estas mujeres en un hilo finísimo en donde el lector sentirá el reverso de cada cicatriz.

La autora, Nora Ikstena: (1969) se licenció en Filología por la Universidad de Letonia y estudió literatura inglesa en la Universidad de Columbia. Participa activamente en la vida cultural y política de su país; es cofundadora de la Casa Internacional de Escritores y Traductores de Ventspils. Además, ha sido prolífica en los géneros de ficción, biografía, ensayo, relato y guiones. Es considerada una de las prosistas más influyentes por su elaborado estilo, su detallado enfoque del lenguaje y reflexiones sobre el amor, la muerte y la fe. Cuenta con numerosos galardones, entre ellos el Asamblea Báltica (2006).

 

 

 

Cazarabet conversa con Rafael Martín Calvo, traductor del libro:

-Rafael, amigo, ¿cómo es el papel de un traductor en una obra como Leche materna, tan íntima, como casi coral, centrada en tres mujeres?

-Durante el trabajo de traducción de Leche materna tuve muy en cuenta que la narración estaba construida en torno a varias voces, con lo cual era necesario identificar qué carácter específico le imprimía cada personaje, y reflexionar acerca de cómo verter el tono y cadencia específico de cada una de ellas al español. También tuve muy presente que muchos de los temas que se abordan en la novela son bastante tremendos y conmovedores, con lo cual era importante no sólo mantenerse fiel al sentido original, sino también encontrar la forma adecuada de mantener la tensión a través de un estilo que resonara como natural a oídos del lector hispanohablante.

 

-¿Es más difícil traducir una obra escrita a “dos voces” o simplemente es diferente?. En el caso en que sea “simplemente diferente”, ¿en qué se diferencia”?

-Sí, sí que la traducción puede resultar algo más complicada cuando hay que dar forma a varias voces. Cada narrador tiene su forma de expresarse, el vocabulario propio de su generación, la sintaxis que revela algo de su temperamento o naturaleza (si lacónico, profuso en explicaciones, de articulación fácil, indeciso, etc.). Al intentar verter todos esos matices a otra lengua, hay que recrearlos, meterse un poco en la piel de la voz o voces narradoras. Por tanto, sí, resulta más fácil adoptar un cierto estilo y registro a lo largo de toda una novela que ir alternando entre voces diversas.

 

-Se nota como traductor que estás traduciendo una obra escrita por una mujer y sobre tres mujeres…no sé, hay como más fuerza…

-Vaya por adelantado el hecho de que atravesamos por una época en la que el clima político-cultural no siempre se muestra propicio a la interacción de individuos supuestamente pertenecientes a diferentes grupos socioculturales, sea por cuestión de género, raza, edad u otro factor cualquiera. Se me ocurre, por ejemplo, la controversia acerca de las abortadas traducciones al catalán y el neerlandés de la poeta afroamericana Amanda Gorman (https://www.elconfidencial.com/cultura/2021-03-13/amanda-gorman-traductores-espanoles-hablan_2990284/). Yo procuro encarar la traducción sin complejos de este tipo. Más allá de cómo escritor y traductor puedan identificarse, me parece mucho más importante el establecimiento de un vínculo de entendimiento y empatía para con los narradores de cada obra individual. Esto tiene mucha más base que la simple coincidencia azarosa con marcadores difusos de raza o género.

Toda la fibra emocional, todas las metáforas esenciales de Leche materna y todo el acierto de su estructura se encuentran ya en el original. El único mérito que podría corresponderme como traductor es el de haber dado forma en castellano a la fuerza inherente de las imágenes y las vivencias que Nora Ikstena había plasmado en su obra.

 

-Es una obra que se centra mucho en razones intrínsecas de las mujeres para las mujeres…por ejemplo, me llamó mucho la atención la descripción del hecho de que la madre no quisiese amamantar a su hija… Eso tú, como traductor, ¿cómo te llega y cómo lo trabajas? Habrá ciertas circunstancias, dentro de las tramas y demás, sobre las que deberás documentarte, investigar….

-Creo que más allá de los elementos narrativos que ciñen la historia a la Letonia de la segunda mitad del siglo XX y a las circunstancias de las mujeres que van dando forma a la narración de Leche materna, la novela es muy universal en cuanto a su capacidad para reflejar temas de gran calado con los que lectores de diversas culturas tienen la posibilidad de identificarse: el sufrimiento individual y familiar durante periodos de guerra y dictadura, el deseo de proteger del dolor a los seres queridos, la imposibilidad emocional para sobreponerse a ciertos traumas, etc. En ese sentido, me pareció siempre un gesto muy elemental y simbólico el hecho de que una madre no quisiese contaminar a su recién nacido con ese miedo y esa derrota que ella ya había asumido. Lo entiendo como un paradójico gesto de protección, un sacrificio propio en aras de un bien ulterior.

   

-¿Cómo te sitúas dentro de las Repúblicas Bálticas y en concreto dentro de Letonia… o  como traductor que eres de esta lengua estás dado a ello desde lo geográfico y lo geopolítico hasta lo culturo social?

-A decir verdad, tengo poco contacto con Lituania o Estonia a nivel cultural. Desconozco los idiomas de ambos países, lo cual me deja al margen de sus panoramas culturales respectivos. En cuanto a Letonia, me encuentro en la situación peculiar de ser una de las pocas personas que traducen del letón al español, sobre todo de forma más o menos constante. Desempeño, por tanto, un rol doble: no ya sólo el meramente literario, en tanto que traductor, sino también en tanto que, por así decirlo, embajador cultural. Al sugerir obras para su traducción al español, llevo a cabo un proceso previo de filtro o selección durante el que debo tomar en consideración, no sólo los valores intrínsecos de cada obra en cuanto a lo literario, sino qué aspectos pueden servir para dar a conocer en el ámbito hispanohablante la cultura, historia e idiosincrasia letona. Es un rol que ha ido tomando forma a través de los años, de forma un poco inesperada, pero que intento desempeñar de forma muy agradecida. Me enorgullece poder servir de intermediario a pequeña escala entre dos culturas europeas que, a pesar de estar alejadas, no tienen por qué serse indiferentes la una a la otra. 

 

-En un período, el que transcurre dentro de la obra narrativa, muy duro sobre todo para ciertos lugares geográficos como las Repúblicas Bálticas como es Letonia con la espada de Damocles de la URSS, de la que formaba parte hasta después de la caída del muro, cuando estos tres estados bálticos consiguen su independencia. Supongo que todo esto seguramente se deja ver en su narrativa. ¿Qué te parece; qué nos puedes decir?

-La caída del muro de Berlín en 1989 y la posterior obtención de la independencia de Letonia en 1991 marcaron un antes y después radical en lo relativo a toda la vida del país, desde los aspectos más nimios y cotidianos (como la compra en las tiendas o las relaciones entre vecinos) a los de mayor calado social (la economía, la composición demográfica, el sistema penal, etc.). Desde casi el momento mismo de la independencia, pero de forma más notable en el último par de décadas, la narrativa letona ha sentido la necesidad de exorcizar los fantasmas de los casi cincuenta años de ocupación soviética. Autores como Sandra Kalniete, Inga Gaile, Māra Zalīte, Knuts Skujinieks o la misma Nora Ikstena, han descrito desde diferentes perspectivas la traumática experiencia de vivir bajo el régimen dictatorial impuesto por el estado ruso. Quizá las nuevas voces en el panorama literario letón no estén tan apegadas a esos temas, ya que no han tenido contacto directo con ellas, pero las secuelas socioculturales del periodo de ocupación soviética siguen muy vivas en la Letonia de hoy día. Es algo que puede rastrearse en la relación bastante conflictiva entre la población nativa letona y los ciudadanos de origen ruso que se resisten a adaptarse al clima nacional en cuanto a lengua, tradiciones e intereses. Y, por supuesto, la agresión que viene sufriendo Ucrania a manos de Rusia durante el último año es algo que ha reabierto viejas heridas y a ratificar la desconfianza elemental que en este país se siente hacia Rusia. Esta vuelta de tuerca creo que va a verse reflejada en obras que surjan en el próximo par de años.

 

-¿Cómo es el estilo narrativo de Nora Ikstena?. ¿Qué particularidades tiene: en qué te ha sido más fácil traducirla y en qué más difícil?

-El estilo de Nora Ikstena tiende a las frases complejas, al empleo de un vocabulario riquísimo y a un empleo bastante idiosincrático de la puntuación, siguiendo muchas veces el ritmo del idioma hablado. En este último caso, sí que me he permitido ciertas licencias en la traducción, cuando consideraba que el ritmo no resultaría adecuado a un uso natural del castellano.

Sin embargo, los aspectos más difíciles de traducir fueron las referencias a elementos de la vida diaria que tienen son bien conocidos por los lectores letones, pero desconocidos, en general, para los lectores hispanohablantes. Cabe mencionar, por ejemplo, el nombre de setas y frutos muy comunes en Letonia (donde hay una gran tradición de recolectarlos en el bosque), los varios tipos de los sistemas de calefacción típicos de estas latitudes y las referencias a algunos elementos comunes de las culturas tanto letona como soviética: los uniformes escolares, los trabajos ‘voluntarios’ impuestos a los ciudadanos por el estado, etc.

 

-¿Cómo retrata Leche materna la inmediata posguerra, el período bajo la ocupación de la URSS, la Perestroika y la caída del Muro de Berlín…?

-La novela retrata todas estas etapas de forma bastante detallada, no desde una perspectiva estrictamente histórica, sino a través de cómo cada momento histórico afectaba a los ciudadanos en su vida diaria: los estudiantes obligados a la recolección de la remolacha en septiembre, los profesionales desterrados de sus lugares de trabajo por ideas no conformes al régimen, los pequeños abusos cotidianos de quienes detentaban el poder a cualquier nivel, por insignificante que fuera. Hay muchos momentos en la novela en que se ofrece una visión bastante directa de acontecimientos históricos, como es el caso de la defunción de los diferentes dirigentes del partido soviético o el episodio en que unos dos millones de habitantes de las repúblicas bálticas se unieron de las manos para formar una cadena humana ininterrumpida y reclamar con ese gesto la independencia de sus países. En cualquier caso, estos elementos históricos siempre sirven un determinado propósito a la narración, dando pie a una reacción por parte de los personajes. Es siempre el elemento personal, más que el histórico o el social, el que prima en Leche materna. Importan los acontecimientos en cuanto puede observarse su efecto sobre la vida de las personas.

 

-El mundo de la mujer en Letonia tenía muchas particularidades, pero una fuerza descomunal, ¿verdad?

-Sí, el elemento femenino en la cultura letona tiene una gran presencia, de mucho peso en la vida diaria. En muchos aspectos, puede decirse que Letonia cuenta con un carácter matriarcal muy marcado. Como anécdota, puedo apuntar que cuando le propuse diversas novelas para su traducción a Vaso Roto, todas ellas resultaron ser obras escritas por mujeres. No considero mera coincidencia que muchos de los relatos esenciales de la cultura letona contemporánea hayan salido de manos de autoras.

Es difícil hacer generalizaciones o explicar de forma cabal la presencia fundamental de la mujer en la cultura letona en un solo párrafo, pero creo que ésta viene dada a través de tres elementos clave.

En primer lugar, el sustrato de creencias de origen pagano que se encuentra en la base de gran parte de la cultura letona. Este elemento puede observarse en la celebración de los solsticios, los rituales centrados en los elementos del agua y el fuego, y la tradición muy viva de canciones y danzas populares.

En segundo lugar, el conocimiento íntimo y heredado que se tiene del mundo natural en lo referente al clima, la flora y la fauna, el empleo de los productos naturales, etc. Ambos aspectos mencionados no son, por supuesto, específicamente femeninos, pero sí es verdad que suelen darse a menudo en ámbitos más asociados tradicionalmente a las mujeres tales como como el huerto y el jardín, la cocina, la botica casera, las canciones asociadas al trabajo, etc.

Y en tercer lugar, también pesan mucho los imperativos de carácter histórico-social por los que las mujeres se han visto muchas veces impelidas a tomar las riendas de las familias y las comunidades. Como ejemplo se pueden citar las poblaciones diezmadas de hombres por guerras y deportaciones, una cultura que siempre ha exigido de las mujeres su integración total en el mercado laboral, así como la altísima variación en esperanza de vida entre sexos, con una diferencia de casi diez años a favor de las mujeres.

Todo esto podría, por supuesto, matizarse y explicarse más detalladamente, pero de lo que no cabe ninguna duda es que la mujer y lo femenino son elementos cardinales de la cultura letona, tanto tradicionalmente como en el panorama contemporáneo.

 

-Como traductor, ¿cómo percibes esos giros y miradas sobre el dolor, las cicatrices? ¿Por qué al leerlo se te levantan?

-Más que como traductor, es como lector que me afecta una historia tan cargada de sufrimiento y esperanza como es la de Leche materna. Y entiendo que es una historia no sólo verosímil, sino con un trasfondo verídico. Como la misma Nora Ikstena ha comentado a propósito del libro, en él hay muchos elementos autobiográficos, si bien novelados. No obstante, esa cercanía de la autora a los hechos, ese haberlos vivido en cierta manera y hasta cierto punto en carne propia es algo que se percibe de manera inmediata, orgánicamente. Creo que ese dolor que se describe en el libro, las dificultades de los varios personajes, encuentran eco en los lectores porque de algún modo tienen trasfondos universales: la indefensión frente a los abusos de poder, los desencuentros generacionales, la desesperanza, el precio a pagar por los ideales…

 

-Normalmente, ¿veis vuestro trabajo compensado, os sentís compensados por el colectivo de lectores? Cuando una persona se dedica a la traducción, ¿a qué se condena para bien y para mal?

-Pues el trabajo de traducción conlleva recompensas tanto intrínsecas como extrínsecas. La intrínseca proviene del trabajo de traducción en sí, la satisfacción de la tarea realizada con la ilusión de darle una voz a un autor en una lengua que no es la suya. En este aspecto, es una labor muy desinteresada, porque ciertamente los traductores no reciben tanta atención como debieran. En la mayoría de las ocasiones, el nombre del traductor ni siquiera aparece en la portada o las reseñas de un libro. Las recompensas extrínsecas, por su parte, vienen de la mano de la obra publicada, cuando los lectores y críticos, de una manera u otra, reconocen la labor llevada a cabo, cuando alguien entra por esa puerta que uno ha abierto.

Entonces, sí, el traductor está «condenado» a muchas horas de trabajo pegado al ordenador, escribiendo y reescribiendo, indagando, documentándose, dudando, etc.

Pero es muy reconfortante cuando el libro aparece en los escaparates y uno comprende que esa historia concreta está ahora al alcance de un gran número más de lectores. También es muy especial cuando en la presentación de un libro alguien pregunta por un detalle aparentemente insignificante de la traducción en el que uno ha empleado una considerable cantidad de tiempo: el término para una herramienta de granja, el nombre de un tipo de seta, un elemento arquitectónico, etc. 

 

-¿Una traductora o un traductor se especializa en temas y en determinadas plumas?, ¿cómo ha sido en el caso de Nora Ikstena?

-Sí, es posible que un traductor se comprometa a largo plazo con la obra de uno o varios autores determinados. Eso facilita que el traductor profundice en su conocimiento de las diferentes voces narrativas de un determinado autor. En el caso de Nora Ikstena, la editorial Vaso Roto tiene planeada la publicación de su nuevo libro, dando continuidad a su apuesta por esta escritora. Para mí, como traductor, es un placer haberme podido meter de nuevo en la piel de su narradora. 

Sin embargo, mi compromiso en tanto que traductor es con la literatura letona en general. Eso claro, no significa que no tenga preferencia por ciertos temas y autores. Sería estupendo si en futuro próximo se diesen las circunstancias para publicar en castellano a autores letones que ya han encontrado su hecho en otros idiomas, como Inga Gaile, Alberts Bels, Māra Zalīte o Jana Egle. En este sentido, hay ya en marcha algunos proyectos y, entre este año y el próximo, los lectores hispanohablantes van a tener la oportunidad de conocer a nuevas voces de este país. 

 

-¿Cómo es el proceso de documentación de los traductores?; ¿cómo ha sido en esta ocasión?

-El proceso de documentación para una novela como Leche materna es, por fuerza, bastante exhaustivo. Por una parte, la narración incluye muchas referencias implícitas que resultan conocidas para los lectores nativos, mientras que, para los no nativos éstas pueden resultar relativamente desconocidas. Sería el caso, por ejemplo, de canciones escolares del periodo soviético, de artistas populares de épocas pasadas o de referencias a eventos históricos muy específicos. Leche materna contiene asimismo buena cantidad de referencias intertextuales a obras de Orwell, de Nietzsche o Melville, y no siempre resultó fácil identificarlas inmediatamente. Por otra parte, como comentaba anteriormente, hay toda una serie de elementos (objetos, paisajes, frutos, etc.) que son muy de diario aquí, pero que en España por ejemplo no son tan bien conocidos a nivel general, como ciertos tipos de setas, de paisajes forestales o espacios que componen una casa. En ese caso, hay que echar mano de vocabulario especializado y, si es necesario, aclarar el término sin interferir demasiado con la narración en sí.   

 

-Háblanos de la relación con los editores, con Vaso Roto, porque son ellos los que te contratan, ¿no?

-El trato con Vaso Roto ha sido estupendo desde un primer momento. Desde nuestros primeros contactos, tanto Jeanette Clariond como María Fuentes y Ángeles Llamazares se interesaron y evaluaron la posibilidad de publicar diferentes obras letonas, decidiéndose en última instancia por Leche materna, una novela ya traducida a una treintena de idiomas.

El proceso de edición en sí también resultó muy grato, porque en todo momento trabajé con personas muy competentes. Se llevaron a cabo dos detalladísimas lecturas del manuscrito que ayudaron a que la traducción final estuviese muy pulida, cuidada hasta en sus más mínimos detalles. Además, tras la publicación, Vaso Roto también apoyó el libro con una presentación durante la Feria del Libro de Madrid, así como una presentación en línea para los lectores de Hispanoamérica y otras actividades para interesar al público lector. 

A título personal puedo decir que ha sido un placer trabajar con una editorial de tanto prestigio y presencia internacional como Vaso Roto. Me encantaría que fuese una colaboración que se prolongara en el tiempo, dando quizá también cabida a obras de poesía.

 

-¿Cómo es el día a día en el trabajo de un traductor?, -¿Qué manías tienes como traductor?

-El trabajo de traductor, como el proceso de traducción mismo, consta de varias etapas que requieren diferentes tareas, desde las primeras lecturas de la obra, marcando ya posibles dificultades, hasta la traducción propiamente dicha, las diferentes revisiones y, finalmente, la corrección ortográfica y estilística del manuscrito. Es un trabajo que requiere, amén del conocimiento del idioma, una buena capacidad de concentración y la capacidad de recrear un estilo literario.

Quizá mi única manía es la de trabajar con un manuscrito en multitud de colores. Suelo marcar frases y párrafos individuales con diferentes colores según lo «definitivo» que considere que estén: rojo para el vocabulario o frases para los cuales necesitaré asistencia del autor o de algún hablante nativo, azul para segmentos que creo que pueden mejorarse en una lectura posterior y verde para segmentos que doy por definitivos. También suelo trabajar con notas, muchas notas adjuntas al texto: tanto para mí mismo, como para los sucesivos lectores del manuscrito y los editores. De esta forma, a través de sucesivas versiones, puedo siempre rastrear el proceso de resolución de cada dificultad.  

 

-¿Cuál es el perfil de las y los que se dedican a la traducción? Sois en su mayoría filólogos, ¿no? Aunque cada día hay más gente salida de la escuela de traductores…

-Sí, el perfil general de los traductores es el de gente formada en Letras. Yo, en particular, soy licenciado en traducción por la Universidad de Granada y profesor de diferentes cursos en la carrera de Traducción e Interpretación de la Universidad de Ventspils. En general, también solemos ser gente que nos dedicamos a la escritura en alguna de sus modalidades (narrativa, ensayo, poesía, periodismo, etc.). El traductor literario tiene que ser también, en buena parte, escritor a secas. Para traducir una novela, en el sentido de recrearla en otro idioma, hay que manejar con soltura el lenguaje y ser conocedor del género.

No creo que la carrera de traducción sea estrictamente necesaria para dedicarse a la traducción literaria, ámbito en el que creo que pesa mucho más un conocimiento profundo tanto de la lengua como de la cultura de la que se traduce. Y, como apunto arriba, también una soltura notable en el ámbito de la escritura.

 

 

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