Cazarabet conversa con...   Chesús Yuste, autor de “Jaque al reino” (Doce Robles)

 

 

 

 

 

 



 

Chesús Yuste una de las plumas más incisivas del panorama narrativo aragonés se adentra en la truculenta época de Sancho Ramírez entre 1063 y 1094 en una novela llena de intrigas a un reino de reinos.

Una novela que lo tiene todo y que está muy bien narrada desde la intriga, sin estridencias: es directa y como muy bien sopesada, en su justa medida.

Muy, muy bien documentada y ambientada en los monasterios de la Corona de Aragón de la Edad Media…una época que da para mucho y por eso mismo hay que hilar muy, muy fino para conseguir una obra que guarde equilibrio entre la historia, aquello que ocurrió sí o sí y lo que el autor, en este caso Chesús Yuste, tiene que incorporar para hacer de la historia un argumento a manera de novela o, más bien, historia novelada.

Jaque al reino se encuentra dentro de la colección Historia de Aragón en Novela de la editorial zaragozana Doce Robles.

La sinopsis:

En abril de 1083, durante el reinado de Sancho Ramírez, el reputado escolástico fray Bernat de Artieda visita el monasterio de San Juan de la Peña para estudiar el Santo Grial que allí se conserva. Accidentalmente se ve implicado en una conspiración para asesinar a la condesa doña Sancha, hermana del rey. Con el ritmo de una novela policíaca y el tono divulgativo de una novela histórica, Jaque al reino acerca al lector a una etapa crucial en la historia de Aragón y, en especial, a un personaje muy poco conocido: la condesa doña Sancha, que, contradiciendo las normas canónicas, fue la máxima responsable del obispado de Pamplona y la administradora del monasterio masculino de San Pedro de Siresa, además de abadesa del monasterio de Santa María en Santa Cruz de la Serós. Sin duda, una mujer adelantada a su tiempo.

La novela se centra en la pugna, documentada historiográficamente, entre sectores inmovilistas y reformistas que caracterizó el último tercio del siglo XI en Aragón y que se personificó en el choque entre dos hermanos: el infante García, obispo de Jaca, y el propio rey. Renuentes a esos cambios, sectores de la nobleza y del clero aragoneses se movilizaron en defensa del rito tradicional y contra la presencia de extranjeros en cargos eclesiásticos relevantes; y conspiraron contra la hermana del rey acusándola de acumular mucho poder.

Mientras fray Bernat de Artieda intenta desvelar la identidad de los conjurados, Chesús Yuste repasa en esta novela la vida en los monasterios aragoneses, el crecimiento de Jaca como ciudad y capital, las relaciones internacionales con los territorios ultrapirenaicos, la expansión aragonesa hacia el sur o el enfrentamiento entre los reinos de Aragón y de Castilla.

El autor, Chesús Yuste: Licenciado en Geografía e Historia, Chesús Yuste Cabello (Zaragoza, 1963) ha sido parlamentario en las Cortes de Aragón (1995-2011) y en las Cortes Generales (2011-2014). Su actividad política nunca ocultó su pasión por la literatura, que se dio a conocer con su primera novela, La mirada del bosque (Paréntesis, 2010). A esta le siguieron Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses (2015), Asesinato en el Congreso (2017) y La memoria de la turba (2020), con Xordica. El amor que siente hacia Irlanda queda muy patente en su blog lnnisfree1916. Además, colabora en eldiario.es, en 20minutos y La Magia de Viajar por Aragón, a la vez que escribe libros divulgativos para Prames, entre otros medios. Su actividad actual se centra en las relaciones institucionales y la incidencia política en favor de los derechos humanos, la defensa del medio ambiente y los derechos de los animales. Ahora, tras una década caracterizada por la novela policíaca y los escenarios irlandeses, en Jaque al reino Yuste cambia de registro, de género, de país y hasta de siglo.

 

 

 

Cazarabet conversa con Chesús Yuste:

—Amigo, ¿qué te ha llevado a escribir esta obra narrativa en el que te adentras en el corazón de las intrigas del Reino de Aragón?

—Cuando descubres un personaje fascinante o un hecho interesante, el escritor tiene la necesidad imperiosa de narrarlo. Y eso es lo que me ocurrió cuando conocí a la condesa doña Sancha, la hermana del rey Sancho Ramírez que llegó a ser la máxima responsable del Obispado de Pamplona, hace mil años, en un momento histórico trascendental para la consolidación de Aragón como reino independiente. Sentí la obligación de contarlo, tenía que narrar su historia.

—Los monasterios dan para mucho, yo cada vez que pienso en ellos y en las intrigas, porque intrigas las debía haber de todo tipo, no puedo dejar de despegarme de la magia en la narrativa de Umberto Eco con El nombre de la rosa. ¿Pudiste no pensar en él y en este libro mientras escribías Jaque al reino?

—Ciertamente elegir un monasterio como escenario de la novela nos evoca directamente a la obra maestra de Eco, es inevitable. Las abadías tienen un atractivo especial, ofrecen un aroma de misterio. Entre los pasillos tenebrosos y las velas trémulas, cualquier cosa puede pasar. Pues imaginad si el escenario es San Juan de la Peña, un monasterio horadado en la roca, rebosante de leyendas. Resulta sobrecogedor, absolutamente mágico e inquietante. De alguna manera, puedo decir, permitidme la ironía, que San Juan de la Peña me salvó de perder en cualquier comparación con El nombre de la rosa. 

—Porque, ¿cómo se puso “en jaque” al Reino de Aragón?

—Cuando quise saber más sobre doña Sancha, descubrí que esa época se caracterizó por una pugna abierta entre quienes impulsaban las reformas en las que se basaba la alianza estratégica del rey de Aragón con el papa de Roma y quienes rechazaban esos cambios. Por eso los historiadores hablan de un pulso entre sectores reformistas o europeístas y sectores más conservadores o inmovilistas. La reforma cluniacense en los monasterios, la implantación del rito litúrgico romano común para toda la Cristiandad, la llegada de religiosos de más allá de los Pirineos para ocupar los principales cargos eclesiásticos aragoneses… convirtieron a Aragón en pionero de las reformas en la península ibérica, lo que le permitió a Sancho Ramírez legitimar su corona y afianzar la independencia del reino. Y en ese proceso doña Sancha fue una figura relevante, la más estrecha colaboradora de su hermano el rey, lo que le llevó a asumir cada vez mayores responsabilidades, administrando importantes monasterios y recursos hasta llegar a administrar un obispado como el de Pamplona. Estoy seguro de que esa pugna entre sectores reformistas e inmovilistas, que se ejemplifica en un cara a cara entre el rey y su hermano García, cabeza de los críticos, provocó conspiraciones más o menos soterradas. Una de esas conjuras que pudo haber ocurrido es el hilo argumental de esta novela.

—Amigo Chesús, ¿qué pretendías al sumergirnos en este ejercicio narrativo, quizás que vayamos a interesarnos más por la historia de aquellos tiempos tan pasados…?

—Tenemos a las nuevas generaciones empollándose la historia ficticia de los Siete Reinos de Poniente, que se narran en Juego de Tronos, y parecen ignorar que las tramas de esa fantasía épica están inspiradas en la Historia medieval europea, también en la aragonesa. En nuestros mil años de Historia hay situaciones, tramas y personajes absolutamente fascinantes que merecen ser conocidos y recordados. Mi intención cuando escribí Jaque al reino era difundir la figura de doña Sancha y ojalá despertar el interés en nuestra propia Historia, para así descubrir muchas cosas sobre nuestro presente. Por ejemplo, me resultó muy interesante comprobar que hace mil años la familia real aragonesa ya veía los Pirineos como un puente que nos unía a Europa y no como un muro infranqueable, igual que los aragoneses del siglo XXI obsesionados con reabrir el Canfranc.

—Se nota que te lo has pasado muy bien escribiendo, creando e imaginando, en lo que has podido, esta historia, ¿no?

—Me alegro de que se note. La verdad es que he disfrutado mucho. Yo soy historiador de formación, cursé la especialidad de Historia Contemporánea. Y reconozco que he gozado cada minuto no solo cuando la escribí, sino cuando me documenté para esta novela. Incluso ahora, cuando participo en jornadas de novela histórica, al escuchar a relevantes historiadores medievales, estoy aprendiendo mucho y estoy disfrutando como cuando estudiaba la carrera. Una auténtica gozada.

—¿Está esta historia muy lejos de otras obras tuyas, cómo se las arregla uno para, narrativamente hablando, ser tan camaleónico…

—Tal vez no haya tanta diferencia. En mis novelas policiacas anteriores también he dado mucha importancia a la documentación del contexto histórico, ya sea la Irlanda de los 1990 o la España de Rajoy, como en La memoria de la turba o en Asesinato en el Congreso. Se puede decir que ambas son novelas históricas también. Por otra parte, Jaque al reino, sin dejar de ser una novela histórica, mantiene una estructura policiaca. Se trata de un thriller medieval, con monje detective como narrador y protagonista. Esas conexiones me facilitan la transición de un género a otro. Quizá la clave esté en la combinación de géneros literarios.

—Porque te mueves muy bien en la intriga, metiéndote en pieles de personajes muy dispares, pero si a eso le añades “el más difícil todavía” de la historia y de los saltos temporales hay que tener capacidad de documentación y… ¿qué nos puedes decir?

—Para mí la intriga es fundamental. Me resultaría imposible escribir algo sin que hubiera un misterio, un enigma que desvelar. No quiero decir que solo pueda escribirse novelas policiacas, no es eso, sino que en toda novela debe haber una búsqueda, un conflicto, un proceso, una sorpresa, un hallazgo… Es imposible narrar una historia donde no pase nada. En este sentido, para mí, la intriga es un hilo conductor perfecto para cualquier novela. Te da la estructura, el punto de partida y el esqueleto de la historia. Un misterio planteado ya en la primera página puede atrapar al lector y el itinerario del investigador para desentrañar el misterio puede guiar al lector hasta el final, aunque no se trate de una obra canónica de género policiaco.

—En tus creaciones y en esta creación narrativa ¿qué papel les quisiste dar a los personajes…prioritario frente a la trama y al escenario de escenarios, la Edad Media y los monasterios?

—En mis novelas suelo darle mucha importancia a los personajes, incluso hasta llegar a un protagonismo coral en algunos libros. En este caso el personaje central es doña Sancha, por supuesto, que es la razón por la que escribí este libro. Ella misma nos cuenta su vida y su visión del mundo en torno a un tablero de ajedrez a lo largo de varios capítulos que se van intercalando. Pero el papel de narrador se lo reservé a fray Bernat de Artieda, el monje detective que servirá de hilo conductor a toda la trama, desvelando la conjura. A través de sus ojos y de sus conversaciones con otros personajes, como la propia doña Sancha, el abad de San Juan de la Peña, el obispo de Jaca don García o el mismísimo rey, irá presentándonos la realidad de Aragón en 1083 y las claves del conflicto entre reformistas e inmovilistas. Estos son personajes históricos reales, pero también aparecen otros personajes ficticios como Oria, la bruja de Santa Cruz, o doña Astrid, la dama de compañía de doña Sancha. Ambas van a desempeñar un papel fundamental en la novela.

—Porque parece que el papel de la trama siempre es el eje sobre el que gira todo lo demás---hasta la paciencia, satisfacciones e insatisfacciones del escritor o escritora--, pero a veces la ósmosis entre personajes y trama es tan fuerte que interaccionan de una manera…

—Es que no hay trama sin personajes. Los personajes condicionan absolutamente la trama. Borras un personaje y la trama cambia, probablemente se alteren los demás personajes. Y obviamente tampoco pueden existir personajes sin trama. No me imagino una novela en la que no pase absolutamente nada, en la que los personajes no se muevan ni actúen ni piensen siquiera. No creo que tuviera mucho éxito entre los lectores, la verdad. En Jaque al reino, primero existió doña Sancha y su país, el Aragón del siglo XI, con sus monasterios emblemáticos y su incipiente capital como escenarios; a continuación, imaginé la trama, la conspiración, en el marco de la pugna documentada entre sectores nobiliarios y eclesiásticos; luego creé a fray Bernat para que narrara la historia y contribuyera a la resolución del misterio; y finalmente todos esos ingredientes al interactuar entre ellos fueron alumbrando más piezas que encajaran y desplegaran todo el argumento: la partida de ajedrez, los monjes traidores, la elección del llamado fuego del infierno como veneno, la persecución a caballo, la pelea a espadas… Al final, los personajes dan forma a la trama y la trama termina de perfilar a los personajes. Así funciona esto.

—Pero aquí el escenario con la época de la Edad Media y recrear los monasterios…escena a escena tiene su dificultad, ¿verdad?

—Retroceder mil años supone un salto arriesgado lleno de dificultades. Debes cuidar el lenguaje para que resulte creíble, debes cuidar el lenguaje de respeto entre personajes de la élite social, debes buscar la palabra exacta para definir vestidos o armas de hace mil años… Pero, claro, tampoco puedes ser tan purista que el lector del siglo XXI no te entienda. El novelista histórico debe encontrar el equilibrio. También debes conocer cómo era Jaca entonces, y agradeces que se conserven planos de la época. Y debes conocer las siguientes fases de la obra de San Juan de la Peña. En abril de 1083, cuando tiene lugar la novela, el emblemático claustro del monasterio y la capilla superior estaban en obras, y el panteón real a punto de inaugurarse. La catedral de Jaca también estaba en obras. Hay que ser fiel a esos detalles. Por ejemplo, tuve que cambiar por completo una escena cuando descubrí que el dormitorio del monasterio se ubicaba en una sala distinta de la que yo creía inicialmente.

—Son personajes que muestras y haces desfilar en tu historia han ido cambiando tal como los pensaste en un inicio bajo el influjo de la trama?

—Es inevitable que los personajes vayan variando a medida que la trama va desarrollándose. Por ejemplo, fray Bernat inicialmente no estaba previsto que destilara esa fina ironía, pero está visto que la socarronería es una de mis características como autor y se me escapa incluso sin haberlo pretendido. Un personaje que ha crecido mucho a lo largo del libro es Oria, una campesina que atesora el conocimiento y que lo usa en apoyo de fray Bernat. Como doña Sancha, se trata de una mujer de poder, aunque en el otro extremo de la pirámide social. Cuando acabé la novela, tuve que añadir un capítulo más centrado en Oria, porque me lo estaba reclamando.

—Amigo, ¿nos puedes hablar del proceso de documentación, búsqueda de fuentes, lecturas de libros y demás que hay detrás de este libro? Período apasionante, pero muy afanoso y trabajoso que, a veces, incluso nos puede sumergir en cierta ansiedad… ¿cómo lo has llevado?

—En este caso la mayor parte del proceso de documentación y la primera redacción del libro coincidió con el confinamiento de la primavera de 2020. Imaginaos el problema: no podía consultar las bibliotecas, como hubiera deseado. Menos mal que pude repasar algunos libros sobre los primeros reyes de Aragón que tenía por casa. Encontré algunas pistas; a veces solo era una referencia en una nota al pie, que luego pude buscar en Internet. Milagrosamente di con algunas monografías en PDF que me permitieron hallar hechos absolutamente novelables, que me ayudaron a estructurar con cierta rapidez la trama de la novela. Por eso digo que doña Sancha y Jaque al reino me ayudaron a sobrevivir al estado de alarma.

—Y, ¿cómo ha sido el día a día de trabajo, tu metodología de trabajo para construir este libro de narrativa y novela histórica?

—La documentación historiográfica me da el perfil de los personajes, el contexto real del conflicto en el que voy a imaginar la trama e incluso la escena documentada del cara a cara brutal entre el rey y su hermano, que podría haber inspirado a los autores de Juego de Tronos y que me inspiró a mí. Luego en mi cabeza los personajes fluyen, se interrelacionan, mientras elaboro un índice de escenas hasta completar el esqueleto de la novela. A partir de ahí ya puedo empezar a escribir, poniéndome un horario bastante amplio, casi como de oficina. Entonces los personajes crecen, la trama se complica, es preciso intercalar nuevas escenas, buscar nueva información sobre detalles de la vida cotidiana en la Edad Media… Y de repente Jaque al reino cobra vida en la pantalla del ordenador.

—Este libro, ¿te ha abierto la mente y la curiosidad a indagar más sobre algunos de los aspectos tratados en el mismo?; ¿nos puedes hablar de trabajos en los que estás sumergido ahora?

—Sí, por supuesto. De hecho, durante la promoción de esta novela, sé más cosas de aquella época que las que sabía antes de escribirla. Y me ha despertado la curiosidad por algunos aspectos de la vida cotidiana en Jaca, la primera capital de Aragón, o los peligros de la vida en la frontera, y también por otros personajes, como los dos hijos de Sancho Ramírez que van a sucederle, Pedro I y Alfonso el Batallador, que completarán la expansión del reino hasta el río Ebro. Cuando más sabes, más ganas tienes de saber. Es probable que en mi próxima obra continúe el hilo narrativo que he abierto con Jaque al reino. Pero aún no lo he decidido.

Chesús, ¿qué es para ti la narración cuando “lo histórico” tiene tanto peso?

—La narración lo es todo. Por mucho que se trate de una novela histórica, no puedes acumular información como si fuera un ensayo, ni poner notas al pie con aclaraciones o citando fuentes bibliográficas. Una novela no es un ensayo. No puede ni debe serlo. Una novela nos cuenta una historia, pero en boca de sus propios personajes. Es más, el novelista puede llegar donde el historiador no lo hace. Por supuesto que debemos ser fieles a la Historia documentada. Y en este caso contamos con la investigación que han realizado los historiadores acerca de los numerosos memoriales de la época de Sancho Ramírez que se conservan en la catedral de Huesca. Tenemos base suficiente para narrar estas historias, por lo tanto. Pero el novelista además puede cubrir las zonas de sombra, puede rellenar los espacios en blanco, puede imaginar qué pudo haber ocurrido en esos momentos que no están documentados. Puede desarrollar la vida de los personajes a partir de los datos que conocemos sobre ellos. Por eso, el narrador puede ir más allá que el historiador.

 

 

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