Cazarabet conversa con... Guillermo Barquero, autor de “Horca” (Punto de Vista)
Narrativa
contundente desde un entorno que podríamos considerar “decadente”, pero desde el
que el autor maneja una narrativa más que sugerente con un lenguaje narrativo
envolvente, bello y que nos hará, a la fuerza, reflexionar párrafo a párrafo...
como casi, casi si nos examinase a fondo desde nuestra conciencia más interna a
nuestra palabra más altiva o nuestro gesto más expresivo.
Guillermo
Barquero nos atrapa en una especie de maraña desde un desierto, quizás nuestro
propio desierto que anda deambulando ....
El libro se hizo
valedor hace dos años del «Premio Centroamericano Monteforte Toledo de novela
en 2021»
El crítico Carlos
Fonseca dice en La Nación sobre la narrativa de este autor: «Adentrarse en los
libros de Guillermo Barquero significa ingresar en un purgatorio espiritual en
el que el aprendizaje siempre va de la mano del despojo».
La sinopsis del
autor:
Extraviada en
medio del desierto, una mujer lucha contra el territorio descomunal que se
extiende ante ella. En una búsqueda continua por escapar de ese espacio
inexorable, reconstruye un pasado de viejos tormentos a través de los objetos
que va encontrando y que la ayudan a mantenerse con vida. El desierto, así, se
convierte en un territorio de soledad, pero también en un terreno donde los
recuerdos y las palabras se transforman en una posible salida.
Horca nos deleita con un lenguaje poético,
filosófico y cargado de metáforas mediante el cual no solo transitaremos por un
desierto implacable, sino que acompañaremos a la protagonista en su
autoexploración y en la revelación de su intimidad más trágica.
El autor,
Guillermo Barquero: (Costa Rica, 1979) es fotógrafo y escritor. Autor de los
libros de relatos Metales pesados (2009, Premio Áncora de cuento en
2010) y Anatomía comparada (2017, Premio Nacional Aquileo J. Echeverría
en la rama de cuento), así como de las novelas El diluvio universal
(2009, Premio Áncora de novela en 2010), Combustión humana espontánea
(2015), Tierras raras (2019) y Horca, con la que obtuvo el Premio
Centroamericano de Mario Monteforte Toledo, en 2021. Compiló, junto con Juan
Murillo, la antología Historias de nunca acabar: antología del nuevo relato
costarricense, en 2009. Codirige, con Murillo, Ediciones Lanzallamas.
Varios de sus cuentos han sido traducidos al francés, portugués y alemán.
Cazarabet conversa con Guillermo Barquero:
-Amigo
Guillermo, ¿desde qué necesidad surge Horca
o, preguntado de otra manera, por qué sientes la necesidad, casi diría que
intuyo imperativa, de escribir Horca?
-Bien lo decís: fue una necesidad, una imposición anímica.
Pero no una cualquiera, nació de la evolución de lo que he trabajado por
décadas y que quería decantar en el desierto como material precario. O sea,
quería escribir una narración que más que describir personajes o costumbres
lidiara con un paisaje sin elementos, o con elementos disgregados. Una
necesidad, entonces, convertida en reto.
-¿Es
Horca un conjunto de relatos,
microrrelatos, narrativa poética que constituyen como una especie de “oda a
todos y cada uno de los desiertos”?
-En realidad, si querés
verlo genéricamente, es una novela. Pero si me decís que son relatos porque
narran chispazos y momentos distintos te lo creo, no me opongo. Y pienso que no
hay narrativa que no sea poética; en toda la ficción en prosa debe haber
búsquedas metafóricas de primer orden, profundización muy por debajo (o
paradójicamente, por encima) de lo narrado, de la anécdota contada.
-Porque hay desiertos en lugares que, a priori, no son desérticos, ¿verdad?
-Totalmente. Los desiertos son paisajes, pero son
noches de soledad, o son estados de aridez máxima que encontrarás incluso entre
las paredes de tu casa o en tu relación con el mundo. El desierto se cierne en
todas partes, me gusta como lo planteáis.
-Y aunque tú si utilizas el desierto desértico
empezando desde el primer relato, luego todo el conjunto de la narración de
narraciones, que son como una “matriuska”, van tomado
el pulso de un mundo que es una metáfora humana, social...
-De hecho, claro que sí. Hacéis una lectura in
extenso, amplificando la que yo propuse en la novela, metiéndote por zonas
secretas que no consideré en la escritura. La metáfora social del aislamiento,
de la violencia de las fronteras, de la depresión están allí, y no las busqué
ni las pensé, pero las fui notando cuando revisaba los borradores consecutivos.
Al final, por más que quise que fuera una novela del desierto como único
personaje terminó infundiéndose del drama humano, incluso a pesar mío.
-Desierto versus soledad, también es un tema
recurrente en muchas narrativas... porque el desierto es eso, soledad y
silencio...
-Es soledad y silencio. Y una suerte de abundancia
decrépita, por llamarla de alguna forma. Fíjate que incluso traté de describir
cada grano de arena del desierto, sus geometrías, sus pesos, sus colores. Y eso
me llevaba a describir el mundo y su origen, el drama de la protagonista, su
sangre, su sequedad y su abandono. Terminó siendo fértil el desierto en su
ausencia de elementos, ¿no te parece?
-¿Quizás
sean los silencios más sinónimos de la soledad?
-Lo son. Y también se me fue mostrando en la escritura
de la novela. La soledad es contemplación, termina siendo silencio. La palabra
lo que hace y lo que fue haciendo en esta obra fue tomar el lugar de lo contemplado,
atiborrándolo de términos, de descripciones del mundo. Un silencio
ensordecedor, por usar un oxímoron que me robo de no sé dónde...
-Si la soledad es buscada o si “se necesita de ella”
de vez en cuando no veo nada negativo en ella, ¿verdad?, porque invita a la
reflexión de reflexiones....
-De acuerdo por completo, claro. La soledad de este
desierto es dolorosa, o terminó siéndolo. Pero la soledad cotidiana, la vital,
la de todos los días, puede dar grandes satisfacciones: observar, analizar con
cuidado, leer y escribir con más calma. Y otros muchos beneficios reflexivos...
-Hablando
de soledad, amigo Guillermo, ¿qué es estar solo?, porque uno puede estar solo,
muy dolorosamente solo, estando acompañado y esa soledad sí que es de las que
suelen doler y no poco….
-Estar solo, solo solo pues, es habitar un desierto
doloroso. Y para eso podéis estar rodeado de personas, de arquitecturas, de
ciudad, de vegetación. Eso duele profundamente. Cuando se cortan las amarras de
la comunicación y cuando no hay formas de comunión con el otro habitáis no solo
un desierto sino una isla. Imagínalo como una isla desértica, eso suena
tremendo y es duro minuto a minuto.
-Este libro invita a la reflexión desde muchas
perspectivas, desde muchos, digamos, incentivos. ¿Es un pequeño cuaderno de
trabajo filosófico?
-Eso me han dicho, aunque en la escritura no lo
hubiera pensado de esa forma. Sin embargo, cuando hay meditación profunda en
los orígenes de los fenómenos y las percepciones de ellos, se va haciendo una
libreta de anotaciones filosóficas, querámoslo o no. Nunca me he considerado un
escritor de profundo calado filosófico, como Camus por
ejemplo. Pero es inevitable en la hermenéutica el navegar por las variadas y
turbulentas aguas de la filosofía.
-¿La
protagonista más que huir, escapa... en qué lo diferencias —me refiero de lo de
huir y/o escapar—? ¿O utilizas más “el escape” porque te parece que hace que el
lector esté como intuyendo más salidas?
-No sé si escapa más que huye. Solo sé y solo pude
visualizarla como una caminante. Y fue apareciendo un pasado y fue dibujándose
un futuro espinoso, dadas las condiciones del paisaje en el que transitaba.
Terminó fugándose y hallando indicios que le decían qué hacer con ese maldito
desierto, con ese yermo sin trazos de vida (o con trazos apenas distinguibles);
tanto el lector como yo encontramos página a página los trabajos de la
protagonista con estos elementos, conforme leemos. Nunca supe qué iba a pasar
hasta que fue pasando en la escritura.
-Se puede huir y se puede ir escapando de algo, como
en un tercer espacio o persona, pero siempre lo llevamos como pegado a nuestra
piel, ¿no? y de lo que no podemos escapar, ¿por qué?
-Exactamente así es. En una peli que me encanta
(argentina, El secreto de sus ojos), un
amigo del protagonista le dice que las personas pueden escapar de todo,
renunciar a todo: su religión, sus dioses, sus comidas predilectas, su pasado,
pero que no pueden renunciar jamás a una pasión. Y se entiende que se refiere,
en la trama de la peli, a la pasión por un equipo de fútbol. Entonces así
encuentran al asesino que andan buscando, porque a pesar de que huye se anima a
ir al estadio a ver a su equipo. Es un apasionado tonto, un apasionado loco. Y
así somos: llevamos esa pasión en la sangre: los otros, los equipos, los
libros, los recuerdos. Ponedle el nombre que queráis: piel, arteria, hueso.
Esas pasiones nos determinan, no se nos despegan. Es algo fuertísimo...
-Horca es un
viaje casi a modo de un cuento de pruebas a superar o de aprendizaje sobre
nosotros, nuestras capacidades... me ha recordado, un poco —o un mucho a otras
lecturas—, a El Mago de Oz de Lyaman Frank Baum, El Principito de Antoine de
Saint-Exupéry, Alicia en el País de las
maravillas de Lewis Carroll o Charlie
y la fábrica de chocolate de Roald Dahl o muchas de las fábulas o cuentos
de los más tradicionales… porque todas y todos salimos como impregnados y/o
influenciados por anteriores lecturas, ¿qué me dices, amigo?
-Somos, en efecto, un lastre de lo leído. Cada párrafo
queda allí, desde los más disfrutados y releídos hasta los menos recordados,
apenas vistos por encima. Y no solo estamos hechos de los fragmentos
literarios, estoy convencido de que en la escritura vertemos todos los recursos
y todas las palabras anteriores, desde aquel librito de álgebra de los 12 años
hasta aquel manual de patología de los 18, pasando por las revistas de
videojuegos, las monografías de recursos naturales, los anuncios del
periódico... En fin, que la escritura es el mundo, pienso.
-Pero
me da que bebes, literariamente hablando, de escritores como Cortázar, Borges,
y que te miras en ellos o que has aprendido de ellos... háblanos de tus
influencias por favor...
-Esto se une con lo que acabo de decirte: todo queda.
Sin embargo, hablando de lo más literario, hay fuerzas menores y fuerzas
mayores. Las mayores mías se imbrican, se agitan, se mezclan, se repelen y
convergen. Hay de todo un poco: Samuel Beckett, Armonía Somers, Sara Gallardo, Rafael Alberti, Juan Carlos Onetti, por citarte solo
algunos nombres. Quedan en la escritura sus trozos y sus trazos, sus venenos,
sus vidas y sus manchas. Es hermoso ver como todo, según te dije, queda.
-Guillermo, ¿se documenta uno para escribir estos
relatos que luego constituyen como una narración coral? —coral por lo de las
situaciones, no por lo de los personajes—.
-Hay gente que se documenta profusamente y hace
bosquejos, mapas y todas esas cosas. Yo trabajo bastante distinto: arranco a
narrar in media res, sin saber mucho de dónde viene lo que sucede y menos hacia
dónde va. Voy buscando sobre temas que aparecen, pero para comprender el
basamento de la columna, no para dibujar el edificio completo. Prefiero
desarrollar sin hacer muchos planes y creo que eso se nota: lo escrito va
apareciendo de la nada, sin preconcepciones, sin planeamientos, sin pergeñar
resoluciones.
-Amigo, ¿cómo es el panorama de las letras y de la
narrativa en Costa Rica y en vuestros países vecinos que, no sé, me da, pero al
ser más pequeños —cuidado sin desmerecer a nada ni a nadie— os conozcáis todos
mejor y os podáis llegar a relacionar mejor desde el intercambio de los que
contáis historias narrativas... ¿qué nos puedes decir?
-Esa es una gran pregunta para la cual no tengo una
gran respuesta. Te cuento que tengo un proyecto editorial desde 2009, acá en
Costa Rica, y he publicado a autores de Centroamérica y en general de
Latinoamérica: de El Salvador, Chile, Argentina, República Dominicana, etc. Eso
me ha permitido leer alguna parte de nuestras literaturas y transitar en
nuestros territorios lingüísticos con cierta soltura, conociendo las
limitaciones. Y lo que sucede en nuestro continente hispanohablante no es muy
distinto de lo que sucede en mi país. Hay una eclosión de proyectos editoriales
pequeños y esforzados, hay gente creando con múltiples voces y, aunque las
valiosas sean la minoría, es grato constatar que hay variedad, emoción y mucho
trabajo en este país y en esta región.
-¿Nos
puedes explicar, amigo, en qué estás trabajando en estos momentos...nos puedes
dar alguna pista?
-Claro que sí. Tengo en periodo de reposo un libro de
relatos sobre animales. Vivo con dos gatos y ese hecho, el observarlos y tratar
de descifrar su misterio (que no es poco), leer el lenguaje arcano de su
especie, me fueron dictando ciertos cuentos cortos sobre sus formas de
comunicarse y nuestra relación, como testigos cercanos, con su mundo extraño y
a veces ilegible.
Y estoy escribiendo Hado, una novela que es parte de una trilogía relacionada con Horca, esta que nos convoca. Es una novela
del fuego, de las panteras, del cáncer. A ver cómo termina el asunto.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)