Cazarabet conversa con...   José Antonio Hernández Latas, autor de “Historias mínimas de la fotografía (1839-1924). Ensayos sobre la fotografía histórica y sus pioneros, en relación con Aragón” (Rolde de Estudios Aragoneses)

 

 

 

 

 

 



 

Edita el libro Rolde de Estudios Aragoneses.

La sinopsis del libro: El presente libro ha sido concebido como una recopilación de ensayos breves, historias mínimas sobre la fotografía y sus pioneros, en relación con nuestro territorio, Aragón. Se trata de una sucesión de relatos cortos que se van encadenando para revelar un microcosmos de personajes que en algunos casos reaparecen en la trama de varios capítulos, pero otras veces solo pasan fugazmente por estas páginas volviendo en seguida a la oscuridad de un tiempo pretérito que ya nos queda muy remoto.

El autor les convierte en protagonistas de crónicas, en la que persuasivamente nos pone en la piel de sus personajes, víctimas de los burócratas, de altercados políticos o de la mala suerte, pero no pocas veces también del fatal sino de los perdedores. Como el excéntrico pintor de formación zaragozana que marchó pensionado a Roma donde inventó algo parecido al daguerrotipo aunque no llegó a patentarlo; o aquellos fotógrafos que tras «tocar el cielo», al establecerse en los pisos más altos del casco urbano de Zaragoza, sufrieron desafortunados avatares; o el ingenuo retratista arrestado en Barcelona por su complicidad con una banda de falsificadores, o el reportero del Heraldo de Aragón víctima de un crimen pasional y de un sistema judicial que todavía daba la razón al marido vengador. Son tramas rayanas en el género negro, contadas además con retórica detectivesca, pues el autor nos va desentrañando poco a poco la documentación que ha ido hallando en archivos, las pistas proporcionadas por sus entrevistados, u otro tipo de fuentes informativas que a veces han dado un giro a sus pesquisas.

El autor: José Antonio Hernández Latas. (Zaragoza, 1967) Personal investigador de la fundación Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID) en la Universidad de Zaragoza y miembro del Grupo de Investigación reconocido “Observatorio Aragonés de Arte en la Esfera Pública” (OAAEP) desde el año 2009. Doctor en Historia del Arte (2002), por su tesis doctoral Vida y obra del pintor Bernardino Montañés (1825-1893), dirigida por Manuel García Guatas. Ha sido becario de investigación del Ministerio de Asuntos Exteriores en la Academia de España en Roma (1996) e investigador del Programa Ramón y Cajal en la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Alcalá de Henares (2003-2008). Desde 2008 está acreditado por la ANECA como profesor titular de Universidad. Y el año 2010 obtuvo la Certificación favorable del Programa 13, concedido por el Ministerio de Ciencia e Innovación, que avala una trayectoria de investigación de excelencia. Entre 2015 y 2021 ha dirigido las Jornadas sobre Investigación en Historia de la Fotografía, encuentro internacional que se celebra bienalmente en la Institución «Fernando el Católico» (CSIC). Autor de numerosos libros, artículos y comisario de exposiciones, en la actualidad y desde hace unos años, dedica su labor investigadora a la recuperación, estudio y puesta en valor del patrimonio fotográfico histórico, 1839-1939.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con José Antonio Hernández Latas:

-Amigo, ¿qué es lo que te llevó a investigar sobre la historia de la fotografía, esas pequeñas, pero que por eso hacen grande el concepto de historia de la fotografía… desde esa perspectiva de ser “fotografía para la historia” aquí en Aragón?

-Lo que comúnmente conocemos como “fotografía antigua” ha sido siempre para mí una ventana abierta al pasado, una oportunidad única de realizar un viaje en el tiempo a partir de la contemplación de esas viejas imágenes que todos, en mayor o menor medida, conservamos en nuestras casas familiares. Desde siempre he sentido fascinación por el medio fotográfico… me recuerdo todavía adolescente escudriñando ya las colecciones fotográficas familiares que con tanto celo y cariño guardaba mi madre y que se remontaban hasta los primeros años del siglo XX, un tiempo que entonces se me antojaba lejano. Esa fascinación por las viejas imágenes en blanco y negro me provocaba ya entonces una curiosidad que me incitaba a querer saber más acerca de sus protagonistas, antepasados ya desaparecidos, pero todavía jóvenes y vigorosos en esas instantáneas congeladas en el tiempo. Recuerdo que comparecían sobre el papel satinado, desde exóticos paisajes africanos del Rif en los años inmediatamente posteriores al desastre de Annual, a retratos de militares italianos alojados “por decreto” en las casas de los vecinos de la cercana localidad zaragozana de Sobradiel durante la Guerra Civil o, por ejemplo, las imágenes del galán de cine de la familia, el tío abuelo Julio Morer, del que decían que “se llevaba a las chicas de calle” y que, al parecer, se fue a Francia para vivir el amor libre con una joven cupletista del Plata. Su historia, en realidad, fue mucho menos frívola y más dramática, como supimos posteriormente.

El caso es que si tuviera que buscar un origen en este libro, que es una suma de pequeñas historias sobre la fotografía y sus pioneros en relación a Aragón, creo que tengo que remontarme hasta mis años de la adolescencia y esos primeros contactos con los álbumes y fotografías antiguas familiares. Aunque por ser algo más preciso, aquí el foco de la investigación se centra especialmente en rescatar y evocar las biografías y peripecias de nuestros pioneros de la fotografía a lo largo del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, así como a poner en valor algunas piezas singulares de nuestro patrimonio fotográfico histórico.

 

-Y cómo era el perfil, el retrato de sus pioneros, ¿de esos fotógrafos que se lanzaron a hacer fotografía?    

-Por lo general el perfil de estos jóvenes pioneros de la fotografía procedía de dos ámbitos fundamentalmente, el mundo de las bellas artes, por un lado, y el mundo de la química, la botica, la medicina, por otro. Es curiosísimo que dos ámbitos profesionales aparentemente tan distantes, el ámbito de las artes (pintores, ilustradores, dibujantes, etc.) y el de las ciencias (farmacéuticos, médicos, etc.), se hermanaban del modo más natural ante el fenómeno de la fotografía.

En ese mundo tan competitivo de las bellas artes del siglo XIX, en el que la carrera artística dependía en gran medida del éxito obtenido en disputados certámenes de pintura de carácter regional y nacional o en la obtención de pensiones y becas para el perfeccionamiento de estudios artísticos en la capital del estado, Italia o Francia, no todos los jóvenes artistas encontraban su sitio. La fotografía que, en esencia, se basaba en reproducir los géneros de la pintura (retrato, paisaje, bodegones, etc.) mediante medios mecánicos, tenía por fuerza que resultar seductora para muchos de estos jóvenes que estaban intentando salir adelante. Un medio, el fotográfico, que especialmente en sus primeras décadas de existencia, les permitiría ganarse la vida sin estrecheces y, en algunos casos, incluso con cierta holgura. 

Del otro lado, no es extraño especialmente en los tiempos de la fotografía de aficionado o de amateur, que encontremos en el panorama aragonés la presencia de personajes con conocimientos en química, como los farmacéuticos Compairé y Dosset, o el médico e investigador Santiago Ramón y Cajal, entre otros. Justamente el primero de nuestros pioneros de la fotografía reunía en sí mismo ya estos dos perfiles aludidos, se trataba de José Zanetti, pintor formado en Zaragoza, que realizó sus primeras experiencias fotográficas en Roma entre 1839 y 1842, y al que se le conocía entre sus compañeros como “el nigromántico”, por su afición a los experimentos con sustancias químicas.

 

-Nos explicas ¿por qué te marcas esta horquilla que va del año 1839 a 1924, casi un siglo…?

-Claro. Responde en concreto a la cronología del primero y último de los breves artículos o ensayos que componen el relato histórico del libro. En el artículo que abre la publicación, como ya he comentado, refiero las primeras experiencias fotográficas del pionero Zanetti, que tuvieron lugar en Roma en torno al año 1839. Y, en el último de los ensayos breves, que sirve de colofón al libro, evoco el trágico episodio de la muerte del reportero gráfico de Heraldo de Aragón, Lucas Cepero, asesinado el año 1924 por un marido ultrajado.

 

-Hay o hubo algún incentivo que te ha hecho investigar sobre la historia de historias mínimas de la fotografía y de sus pioneros en Aragón….

-Aunque vengo investigando y trabajando sobre los fotógrafos y la fotografía en Aragón desde hace ya más de dos décadas, sin duda resultó decisiva mi incorporación como personal investigador a la Fundación Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID) en el año 2009. Ello me ha permitido, desde entonces, dedicarme a la investigación a tiempo completo y consolidar mi línea de trabajo sobre el “patrimonio fotográfico histórico, entre 1839 y 1939” dentro del grupo de investigación Observatorio Aragonés de Arte en la Esfera Pública (OAAEP) en la Universidad de Zaragoza. Este libro es fruto, en gran medida, del trabajo llevado a cabo desde entonces.

 

-Inicias tu ensayo de investigación quince años después de que Niépce, en 1824—que cinco años después asocia también a este procedimiento a Louis Jacques Mandé Daguerre---, y que inventasen el primer procedimiento fotográfico o heliográfico… ¿podemos afirmar, pues, que la fotografía llegó pronto relativamente pronto a querer descifrar el día a día de Aragón?

-En efecto, ya fuera por la cercanía de nuestro territorio a Francia, ya fuera por la ubicación geo-estratégica de Aragón en el camino desde los Pirineos hacia el centro y sur de la península, el caso es que tenemos constancia por la prensa local de la presencia en Zaragoza de los primeros daguerrotipistas ambulantes o itinerantes ya desde el año 1843. Es decir, tan solo cuatro años después de hacerse público el invento de Daguerre, que como es sabido tuvo lugar un histórico 19 de agosto del año 1839.

Durante las décadas de 1840 y 1850 he podido documentar la presencia en nuestro territorio de alrededor de una veintena de retratistas foráneos que, al modo de los feriantes, recalaban en nuestra capital con frecuencia coincidiendo con las festividades patronales. Por cierto, que en ese grupo de pioneros daguerrotipistas, se constata ya una más que significativa presencia de mujeres.

 

-¿Qué acontecimientos históricos procedieron estos pioneros a dejar fotografiados?

-Aunque en sus primeras experiencias fotográficas, tanto Niépce, como Daguerre abordaron diferentes géneros como el paisaje, las vistas urbanas o el bodegón, lo cierto es que el género por antonomasia que verdaderamente hizo de la fotografía un negocio solvente fue, sin duda, el retrato. De hecho, estos primeros daguerrotipistas itinerantes que he mencionado anteriormente, durante los primeros años no utilizaban la denominación de “fotógrafos” en sus respectivos anuncios comerciales, sino que expresamente se publicitaban como “retratistas”. Eso no quiere decir que en Aragón durante estas primeras décadas no se tomaran, por ejemplo, vistas urbanas o monumentales. De hecho, sabemos con toda certeza que Félix Oroz, el conocido escultor autor de las figuras de los cabezudos, llegó a tomar una vista de la Torre Nueva al daguerrotipo, allá por el año 1857. Aunque desgraciadamente por el momento, en el caso de que se haya conservado, no la hemos podido localizar.

 

-¿Cómo eran aquellos primeros artilugios que detenían una imagen para la posteridad…?

-Eran más bien algo aparatosos, se basaban en la adaptación de las conocidas “cámaras oscuras”, máquinas de dibujo que eran bien conocidas por los pintores paisajistas del siglo XIX, a las que se les añadiría una lente y un cajón deslizante, que permitía regular la distancia entre la placa y la lente. Además, para garantizar la inmovilidad obligada por los altos tiempos de exposición de estos primeros retratos, era necesario sustentar la cámara sobre un trípode suficientemente robusto y sólido. Con el tiempo, las lentes se irían haciendo más luminosas y del sistema de cajón se pasará a un sistema más ligero de fuelle plegable, entre otras mejoras que se irían adoptando sucesivamente.

 

-¿Podemos decir que lo que más “se llevaba” era la fotografía “de retratos”?

-Sí, verdaderamente el auge del retrato fotográfico se convirtió en la principal fuente de ingresos que permitió ganarse la vida a la mayor parte de estos primeros fotógrafos. No ya solo a los primeros daguerrotipistas ambulantes, sino también a los que abrieron sus primeros gabinetes estables en nuestras ciudades ya en la época del colodión húmedo y el reducido formato fotográfico de la “tarjeta de visita”. Hablamos de la década de 1860 y 1870. Fueron pocos los fotógrafos que en estas décadas se atrevieron a sacar sus cámaras de fuera de su gabinete o estudio, con todas las dificultades que ello conllevaba, para tomar vistas urbanas o de paisaje. Entre ellos podemos citar, por ejemplo, a Sabaté, Júdez, Hortet, Coyne o Beltrán, entre otros.

 

-En aquellos años, los fotógrafos se documentaban, procedían a investigar, planificar sus trabajos que los imagino, casi casi a modo de expedición…

-Hay que pensar que, por ejemplo, en los tiempos del colodión húmedo, para cada toma fotográfica había previamente que haber sensibilizado las placas de vidrio en un cuarto oscuro y, todavía húmeda la emulsión, cargar la placa en la cámara antes de hacer la toma. Eso obligaba, por ejemplo, a los primeros fotógrafos paisajistas a ir provistos de pequeños carromatos para este tipo de operaciones (es bien conocido el carromato-laboratorio que utilizó el fotógrafo Jean Laurent), o incluso de pequeñas tiendas de campañas. En las ciudades, lógicamente, había que ir localizando previamente, habitáculos cerrados próximos a la ubicación prevista para la realización de cada toma fotográfica. La planificación logística resultaba imprescindible.

 

-¿De dónde llega a Aragón llamémosle “el arte o casi la magia de hacer fotografías”?

-Indudablemente de Francia, tanto por esos primeros retratistas o daguerrotipistas itinerantes, como por los primeros pirineístas que, por cuestiones de logística, sustituyeron el daguerrotipo en cobre por los ligeros papeles a la sal (previamente preparados y encerados en seco). Entre ellos podemos citar a pioneros como el vizconde Joseph Vigier o al geógrafo Aimé Civiale, entre otros. Pero algunos de los mejores fotógrafos foráneos que visitaron Aragón fueron británicos, ahí están Charles Clifford, que vino a Zaragoza en 1860 con motivo de la visita de Isabel II, o Frank M. Good, que realizó una serie de vistas estereoscópicas de la capital del Ebro de una gran calidad. Y, tampoco debemos olvidarnos de Italia, donde el primer fotógrafo español documentado, José Zanetti -mal llamado Ramos Zapetti-, que se decía zaragozano, tuvo sus primeras experiencias fotográficas. Pero, además, también allí en Roma, pocos años después, otro pintor pensionado, el zaragozano Bernardino Montañés, trabó amistad con el grupo internacional de pioneros de la fotografía que se conoce como “círculo del café Greco” (Caneva, Flachéron, Robinson, etc.) y de retorno a Zaragoza, en 1852, se trajo consigo una importante colección de papeles a la sal o calotipos de vistas de Roma, así como algunos importantes retratos de la colonia artística española.

 

-¿Y quiénes eran l@s primer@s fotografiad@s?

-Aunque siempre un retrato fotográfico resultaba mucho más económico que un retrato pictórico o una miniatura, lo cierto es que sobre todo durante las primeras décadas de existencia del medio no todo el mundo se lo podía permitir. Así que inicialmente fueron las clases más acomodadas las que antes pudieron acceder a los retratos fotográficos. Me refiero fundamentalmente a la aristocracia, nobleza y profesiones liberales, así como algunos solventes comerciantes, terratenientes, etc. Pero, con el tiempo, el acceso a la fotografía se irá extendiendo a capas más amplias de la sociedad, especialmente con la proliferación de los primeros estudios fotográficos, ubicados generalmente en las azoteas de los edificios y la aparición del económico formato de la “tarjeta de visita”. La competencia establecida entre el creciente número de gabinetes fotográficos hizo que los precios fueran moderándose paulatinamente.

 

-¿Crees que se entendió rápido o relativamente rápido que la fotografía es parte de la historia y que puede servir a la misma y a su estudio, a la historiografía?

-Creo que sí, y sucedió de un modo muy natural. Por ejemplo, cuando Isabel II viene a Zaragoza en 1860, le acompaña un cronista literario, Antonio Flores, que dejará constancia por escrito de todo lo acontecido durante la visita regia, pero también lo hace un fotógrafo de cámara, Charles Clifford, que capturó con su cámara todos los monumentos efímeros que la ciudad levantó en homenaje a los monarcas. Así sucederá también con motivo de las diferentes visitas de Alfonso XIII a Aragón, o con actos de extraordinaria relevancia como la inauguración de la Exposición Hispano-Francesa de 1908 y, por supuesto, con la apertura de la línea ferroviaria del Canfranc en 1928, por citar solo algunos acontecimientos históricos de relieve.

 

-La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello…el aproximarse a testimonios más o menos directos sobre la historia de la fotografía que hizo historia…es una tarea que requiere de trabajo, minuciosidad, pero también de mucha gratificación al final del trayecto, ¿qué nos puedes decir?

-Pues sí, así es. Es un trabajo laborioso, pero a la vez apasionante, que en mi caso puede llegar a tener un punto de obsesivo en ocasiones, especialmente cuando andas detrás de alguna información, noticia o documento que no quiere aparecer por más que porfíes e insistas en su búsqueda. En esos casos puede llegar a resultar algo frustrante. Pero, por lo general, en una gran parte de las ocasiones, un trabajo riguroso, la experiencia y ¿por qué no? también la intuición y algo de olfato, acaban por dar sus frutos.

 

-Siempre se da o se descubre algo, ¿no?

-¡Ojalá! Yo diría que, sobre todo, en el proceso siempre se aprende algo, siempre es posible encontrar y rescatar elementos, documentos o materiales novedosos o de interés, que tal vez en ese momento no respondan al objetivo concreto de tu investigación o de tu búsqueda, pero que con el tiempo suelen encontrar su sitio en futuros proyectos y estudios. Y, en todo caso, van enriqueciendo el conocimiento adquirido por el propio investigador y se incorporan de modo natural a su bagaje y experiencia.

 

-¿Y qué metodología de trabajo sueles seguir o has seguido para este trabajo?

-Bueno yo me he formado como doctor en historia del arte, así que estoy familiarizado con la investigación de carácter histórico, que he venido llevando a cabo en archivos, bibliotecas, hemerotecas y en la visita frecuente a colecciones artísticas, tanto públicas, como privadas. Pero en el caso específico del trabajo con materiales fotográficos históricos, diría que resulta imprescindible tener además una cierta formación en los procesos y evolución de las técnicas fotográficas del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, que te permita identificarlos y datarlos con una cierta precisión. Y, desde luego, hoy en día resultan también de gran ayuda en nuestro trabajo las nuevas tecnologías de la imagen, para llevar a cabo los sucesivos procesos de digitalización, datación, sistematización y catalogación.

 

-¿Trabajas sobre un guion de cuestiones y/o preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?

-Seguramente después de varias décadas de trabajo en la investigación del patrimonio fotográfico histórico uno tiene ya, consciente o inconscientemente interiorizado, un guion o estructura del trabajo a realizar, que en muchas ocasiones se repite. Pero, en cualquier caso, yo diría que es el propio documento fotográfico (y su contexto) el que suele determinar y orientar los sucesivos pasos a dar a lo largo de la investigación.

 

-Amigo, por favor, ¿nos puedes dar alguna pista sobre aquello en que andas trabajando ahora…?

-Cómo no. Podemos decir que ahora tengo varios frentes abiertos, siempre referidos al ámbito del patrimonio fotográfico aragonés y de sus pioneros. Justamente hace poco tiempo he estado visitando en Madrid a los descendientes del fotógrafo establecido en Zaragoza durante el siglo XIX, Venancio Villas, y tuve la enorme satisfacción de ponerle por fin rostro, gracias a los retratos fotográficos y pictóricos que conserva la familia.

Y, por otra parte, próximamente en octubre, con motivo de las Jornadas de investigación sobre historia de la fotografía que vengo dirigiendo en la Institución Fernando el Católico, daré a conocer el fruto de una reciente investigación sobre los tres daguerrotipos aragoneses conocidos hasta la fecha y también compartiré una curiosa noticia referida a un presunto fraude o falsificación de un daguerrotipo que hemos podido detectar recientemente.

 

 

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Mas de las Matas (Teruel)

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