Cazarabet conversa con...   Suso Mourelo, autor de “Hiroshige y los caminos de Japón” (Quaterni)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Suso Mourelo escribe en Quaterni un libro delicioso que nos acerca a las andanzas y a las estampas que Hiroshige realizó en el Japón del conocido período Edo...

Quaterni es una editorial especializada en literatura oriental que implica países tan variados como variopintos como son Japón, China, La India, Vietnam, Corea del Sur....

Quaterni describe el libro de esta manera: La historia de las rutas y los viajeros japoneses en el periodo Edo, con las ilustraciones de un guía de excepción, Utagawa Hiroshige, el último gran maestro del ukiyo-e.

Con ellos ya estuvimos con el libro mítico: La historia del té:

La sinopsis del libro:

Durante dos siglos y medio, entre 1603 y 1868, en el tiempo conocido como periodo Edo, Japón estuvo cerrado a los viajeros y, prácticamente, a la influencia extranjera. Sin embargo, en vez de empobrecerse, el país se desarrolló económica, social, cultural y artísticamente. Este impulso fue posible, en gran medida, gracias a las rutas que el shogunato trazó o modernizó, dotándolas de una completa red de servicios, y normas, para el desplazamiento y control de viajeros: comerciantes, peregrinos, artistas y daimios.

Utagawa Hiroshige (1797–1858), el genio del cromatismo y gran ilustrador nipón junto a Hokusai, fue cronista inigualable de la sociedad y los cambios de su tiempo. En este libro, profusa y cuidadosamente ilustrado, viajamos al fascinante Japón de los shogunes, en vísperas de la restauración Meiji, de la mano de Hiroshige, a través de su vida y las estampas de sus principales series: Cincuenta y tres estaciones del Tôkaido y Sesenta y nueve estaciones del Kisokaidô.

Su autor, Suso Mourelo:

Suso Mourelo (Madrid, 1964) es autor de no ficción y periodista. Licenciado en Ciencias de la Información y máster en Relaciones Internacionales, es especialista en Asia. Tiene una larga trayectoria como reportero, guionista y director de programas divulgativos. Ha sido coordinador de exposiciones internacionales en el Indianapolis Museum of Art (Indiana, Estados Unidos) y es profesor universitario. Autor de diez títulos, la mitad dedicados a Japón, ha publicado en Quaterni El Japón de Hokusai.

Te irá bien documentarte y leer sobre:

https://es.wikipedia.org/wiki/Katsushika_Hokusai

https://es.wikipedia.org/wiki/Utagawa_Hiroshige

El estilo ukiyo-e: https://es.wikipedia.org/wiki/Ukiyo-e

Otros títulos de esta colección de Quaterni que deberías mirar:

El Japón de  Hokusai: https://quaterni.es/producto/el-japon-de-hokusai/

Mitos populares de Japón: https://quaterni.es/producto/mitos-populares-de-japon-leyendas-de-tono/

Los 47 Rónin : https://quaterni.es/producto/los-47-ronin-guia-ilustrada-de-samurais/

Proverbios japoneses: https://quaterni.es/producto/kotowaza-proverbios-japoneses/

 

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Suso Mourelo:

-Suso, me pedí este libro para entrevistarte porque me daba que con él podría llegar a conocer un poco más a Japón que en los últimos años tanto me atrae, sobre todo en lo cultural, en lo social...un poco en todo, ¿crees que di en el clavo?, porque me da que sí...lo que pasa es que tienes que ir documentándote a la vez y sí, claro aprender aprendes....

-Muchas gracias por la elección. Espero que sí, que este libro te ayude a conocer Japón, y los japoneses, un poco más. Efectivamente, con el libro voy abriendo ventanas y está en la voluntad de cada lector profundizar más en lo que se cuenta y anota. Japón es un país diferente, su cultura es única, en cierta medida es la oportunidad para conocer al otro, lo otro: sus más de dos siglos de aislamiento del resto del mundo -el periodo Edo que trato-, no solo de Occidente, hicieron que su desarrollo fuera único, que las artes, el pensamiento y lo cotidiano partieran de sus propias tradiciones, sin apenas influencias externas: el los siglos XVII, XVII y XIX, el mundo era bastante global, pero Japón siguió sus propias pautas y en una espiral única, fue desarrollando su creación a partir de su propia creación previa.

Hay algunos libros recomendables para conocer Japón, escritos por japoneses, y que recomiendo: Elogio de la sombra, de Tanizaki, y Gestualidad japonesa, de Michidarô Tada, muy por encima de libros que se suponen imprescindibles para conocer Japón, como El crisantemo y las espada, y El imperio de los signos, libros interesados, sobrevalorados y llenos de tópicos. 

-¿Qué te hizo o qué te llevó a ti a escribir Hiroshige y los caminos de Japón que te edita Quaterni con tanto esmero y delicadeza...puede que, además de tu “pasión” por Japón ,su cultura y tu anterior libro también sobre un referente en el arte Ukiyo-e,  El Japón de Hokusai ....

-Hace quince años trabajaba en un museo norteamericano, el Indianapolis Museum of Art, y allí conocí más el ukiyo-e gracias a su fondo y a una exposición; simultáneamente, casi todas mis lecturas aquellos años eran literatura japonesa, lo que me llevó más tarde a viajar a Japón siguiendo las novelas que más me habían emocionado. Después de escribir un libro sobre ese viaje de descubrimiento (En el barco de Ise. Viaje literario por Japón), comencé a estudiar la historia de Japón y su arte. Así decidí escribir el primer libro sobre el periodo Edo a través de uno de sus grandes artistas, Hokusai.

-¿Por qué se caracteriza este arte, el Ukiyo-e?

-Sería respuesta larga, pero hay algunas claves: nace como un arte popular, frente al arte oficial y tradicional; más que la pintura, utiliza el grabado y lo desarrolla hasta su máxima perfección; entronca con una nueva clase urbana que va apareciendo en el país, los comerciantes, que cobran un papel destacado en el día a día del país, en las ciudades que surgen alrededor de los castillos de los daimio, los señores feudales; y muestran a los personajes conocidos del presente -actores del kabuki, geishas, y luego gente corriente- frente a los modelos históricos de la pintura tradicional, que reflejaban héroes militares y nobles muy alejados de la gente corriente. Su uso del color, además, es una novedad en el arte del país.

-Pero en cuanto me puse con el libro, que me atrapó, me pareció que yo era mucho más ignorante en todo lo referente a este país y a esta cultura, que no sé por qué tanto me atrae, de lo que pensaba... ¡qué ingenuos somos! ¿Coincides con nosotros que desde la historia a la cultura del Japón son o pueden ser difíciles de entender por nosotr@s?

-Es difícil de entender, pero eso precisamente la hace más atractiva, más interesante. El problema es que, como no es sencilla, y con frecuencia se califica como exótica -cuando de exótica no tiene nada, por muy distinta que sea- se suele recurrir a todos los tópicos y estereotipos posibles: el otro día leí un reportaje en un periódico donde hablaban de la milenaria cultura de las geishas: las geishas surgieron en el periodo Edo, en el siglo XVII, así que son tan milenarias como Calderón de la Barca. 

-¿Qué consejos y/o sugerencias nos darías para entenderlo mejor…paciencia, dedicación, tiempo, lecturas….?

-Sí, lo primero, adentrase sin prejuicios, y sin simplificaciones, sabiendo que no sabemos casi nada y ante nosotros se abre un descubrimiento fascinante. Y lecturas: no solo sobre el país, sino novelas y relatos que nos muestran la vida cotidiana, a veces mejor que los libros de historia. Hoy, afortunadamente, hay muchas editoriales que están traduciendo literatura japonesa, desde autoras como Mieko Kawakami, Mitsuyo Kakuta o Yoko Ogawa, que nos cuentan el Japón en cambio de hoy hasta nombres conocidos como Kawabata, Dazai o Kobo Abe, y otros nombres, sobre todo de autoras ya desaparecidas y hasta ahora poco traducidas, como Takako Takahashi o Kanoko Okamoto. 

-Puede que es el tiempo y la manera que tienen de entenderlo, tradicionalmente hablando, el eje de entender o ponerse en el camino o senda de la vida y su latido ...el tiempo explica la manera de entender la vida, de hacer, de sentir…y puede que sea, porque el tiempo explica la calma y lo efímero de cada instante en ella, lo que más diferencia Japón---junto con otras culturas de Oriente—más de Occidente y de nuestras civilizaciones... ¿lo ves así?, ¿qué nos puedes añadir?

-Sí, la idea de lo efímero es uno de los pilares del pensamiento japonés. Su sentido de la vida bebe, entre otras cosas, del sintoísmo, esa creencia, engarzada en la mitología, que considera la naturaleza algo sagrado. El sintoísmo tiene cierta relación con el taoísmo que se originó en China, aunque tuvo menos influencia que el budismo, y todos los cambios políticos, sociales y económicos de China arrasaron en gran medida con su pensamiento y creación antigua, hasta convertirse en un país ajeno a su historia; no olvidemos que algunas de las artes y prácticas que consideramos netamente japonesas, como los jardines, el té, la poesía, la representación pictórica de la naturaleza o la cultura del incienso proceden de China, pero es en Japón donde se mantienen, evolucionan y alcanzan la categoría de arte. 

-Pero también soy persona de no de “caer en idealizaciones”, la vida enseña a que esto solamente te lleva a frustraciones. Japón con la “occidentalización de su cultura y de su manera de verse casi forzada a entender la vida y su trabajo” ha caído presa de un bucle que lleva a que muchos japoneses se vean inmersos en un bucle de vivir solamente para trabajar y producir de una manera insana que no pocas veces les aboca al suicidio, lo que se conoce, si no tengo mal entendido, por "Karoshi"... Nada que ver con la calma, el compás del tempo… y lo efímero que se manifiesta en sus artes y sus diferentes expresiones y/o manifestaciones... ¿no?; ¿qué nos puedes decir?

-Aunque Japón siempre ha sido un país de gente trabajadora, como nos muestran algunas novelas de los siglos XIX y anteriores, la tradición del trabajo casi como obsesión es reciente: os bombardeos de la Segunda Guerra Mundial aniquilaron el país, las ciudades, las fábricas; hubo que reconstruir todo desde cero y la población se entregó a algo así como una misión nacional, histórica, orgullosa, recuperarse y ser de nuevo una potencia: veinte años después de ser un país hambriento, destruido y miserable, llegó a ser la superpotencia que inventó el tren bala y que pronto se convirtió en la segunda economía mundial. Esto tuvo un precio: los hombres trabajaban seis o siete días a la semana, doce, catorce horas no para ganar más dinero, ni siquiera para que la empresa se enriqueciera, sino para que ese beneficio fuera al país; así, los hombres no conocían a sus hijos, las mujeres tenían toda la carga doméstica y familiar… Y esa cultura del trabajo se ha ido manteniendo. Las jornadas excesivas existen, las muertes por exceso de trabajo también, aunque no representan lo normal: cada vez que hay algo raruno en Japón, se destaca una y otra vez en os medios, se repite y se da por habitual, como hay quien piensa que en España nos pasamos la vida en los toros y en la siesta, los hombres somos como Curro Jiménez y las mujeres como Carmen. Sin duda, hay un problema con la cultura del trabajo, pero lo interesante es que las nuevas generaciones, sobre todo las mujeres, aunque no solo ellas, ya no están dispuestas a vivir, y padecer, como sus padres: este rechazo a trabajar en esas grandes empresas, a vivir así, es en parte lo que explica un fenómeno que si es cierto, y que en parte es un anuncio de lo que puede suceder en Occidente: la gente cada vez tiene más hijos y, en parte, no tiene pareja porque no quiere repetir la vida se su madre o su padre.    

-En unos primeros lances del libro nos adentras en la historia del Japón que llevó o que nos puede llevar a entender el porqué de la idiosincrasia que luego le lleva a establecer esa red de redes que empieza por ser los cinco principales caminos otros de secundarios...y sobre los que se establecieron relaciones sociales, de socialización, donde se seguían los “status” , donde se fueron asentando diferentes estaciones, establecimientos, lugares que servían de  alojamiento para unos u otros viajeros—según su escala social--,las “Casas de té” , los lugares en los que se podían adquirir desde recuerdos a estas estampas que retrataban el día a día...¿qué nos puedes explicar?

-Esos caminos los regularon los shogunes: su anchura, los árboles que había que plantar para que dieran sombra, la distancia a la que tenían que estar las postas… era una red que el shogunato Tokugawa organizó, a partir de caminos ya existentes,  para los señores feudales estuvieran controlados: se le exigía pasar la mitad del año en la capital, Edo (hoy Tokio) y la mitad en su dominio, en su castillo: cuando iban a su dominio, la esposa y los hijos tenían que quedarse en la capital, como rehenes, así se evitaban revueltas; además, esos viajes, que son los que narra Hiroshige en algunas de sus obras, implicaban el movimiento de miles de personas, entre soldados, criados y demás, cuyo gasto pagaba cada daimio, de forma que con el dinero que gastaba no tenía para comprar armas y samuráis con los que atentar contra el poder, contra el shogun de la familia Tokugawa que, después de unificar el país tras cientos de guerras, rigió Japón dos siglos y medio.

-Y así, fueron naciendo, incluso algunas ciudades y otras como Edo fueron atrayendo más poder hasta al emperador y a su corte...hasta convertirse en Tokio y en lo que es hoy, Tokio y su metrópoli...

-Sí, cada castillo de un señor feudal era el centro de una población, una ciudad, lógicamente no todas con la misma importancia.  Y Edo, que había sido un pueblo hasta el siglo XVI, se benefició de la nueva capitalidad gubernamental (aunque el emperador seguía residiendo en la vieja capital, Kioto). Como se creó allí el nuevo gobierno y, además, los señores feudales principales entre los dos centenares, los que poseían tierras y riquezas, tenían que tener residencia en Edo, la ciudad se convirtió en un polo de viajeros, comerciantes, artesanos y artistas. La actividad comercial fue lo que convirtió a Edo en el siglo XVIII una de las ciudades más pobladas y activas del mundo, a pesar de su aislamiento. Todas las pequeñas ciudades que rodeaban el núcleo de Edo dieron lugar al Tokio actual, una macrociudad con numerosas ciudades en su interior, todas en una urbanización continua, unidas por redes de tren y metro.

-Los viajes del antecesor de Hiroshige, por decirlo de alguna manera, de Hokusai no existieron porque apenas salió de Edo y vivió de manera pobre y por tanto humilde y frugal, pero supo inspirar una manera de retratar a Edo que casi necesitaríamos de un poco de descripción para entender a nuestro protagonista de hoy, Hiroshige... ¿no?

-Hiroshige era viajero, le gustaba ver la naturaleza y hablar con la gente en las tabernas, en los caminos, y luego lo reflejaba en sus obras. Hokusai era un artista puro, su obsesión desde niño fue el arte y siempre quiso legar algo nuevo y bueno al mundo: no hacía más que pintar, probar, investigar y pintar de nuevo. Murió a los 89 años y su producción más conocida de entre los muchos miles de obras, la hizo a partir de los 70 años de edad. Él abrió las puertas a Hiroshige, con sus investigaciones del color y la representación de la naturaleza. Hiroshige llegó después, en una época en la que el ukiyo-e se valoraba más, y pudo aprovechar el camino que Hokusai había abierto.   

-¿Y podemos decir, con certeza, que Hiroshige es el heredero de Hokusai?

-En parte sí, ambos hicieron series con motivos comunes, como el monte Fuji, y experimentaron los mismos temas: eso era habitual entre los artistas, pero solo ellos dos han alcanzado tal grado de reconocimiento no solo en el mundo del arte, sino en el conocimiento popular de sus obras.

-¿Y quiénes son los herederos de Hiroshige?

-Tras ellos el país cambió mucho, el shogunato desapareció tras la presión de Estados Unidos para comerciar, tas las crisis económicas, los terremotos y las hambrunas, que coincidieron a mediados del siglo XIX: en esa situación, ese arte parecía no tener ya sentido; era algo anticuado en un mundo en cambio, empobrecido. Con la restauración Meiji se produjo un tiempo de búsqueda, de descubrimiento de Occidente, y el arte japonés comenzó un proceso de experimentación de forma que ningún artista, ni los que siguieron el camino de Hiroshige ni los que optaron por modelos occidentales, alcanzaron la influencia o el nombre de los pioneros. 

-Pero Hiroshige-- al nacer en mejor familia e ir más desahogado económicamente—tuvo y encontró en los caminos y lo que pasaba en ellos, otra manera como una vuelta de tuerca más allá de “contar el Japón”, ¿no?;  ¿ y es por eso que se lo conoce más y de manera diferencial?

-Hiroshige no estaba obsesionado como Hokusai. No tenía mucho dinero, pero tenía un pequeño salario como hijo de un samurái urbano de bajo rango, y con el dinero de su mujer pudo permitirse algunos de esos viajes. Ambos descubrieron el valor y el esfuerzo de las clases populares, de los trabajadores manuales, de los seres al margen de la sociedad, de los que viajaban bajo la nieve y el frío… y su engarce en la naturaleza, igual que los seres vivos, sagrados para el sintoísmo. Su interés por el arte les hizo descubrir el valor del ser humano, y la espiritualidad. Hiroshige viajó más, pero Hokusai era un observador nato y, en los pocos viajes que hizo, como cuando un discípulo le invitó a su casa en Nagoya, tomó bocetos con los que llenó multitud de cuadernos y que le sirvieron de base para otras obras.

-Y desde su arte y después con los años con libros como el tuyo nosotr@s podemos llegar a conocer mejor al Japón d entonces y, por tanto, al de hoy ¿no?

-El arte, como las novelas, nos muestran retazos de realidad, nos permiten asomarnos por una ventana que se abre a las casas, a la gente, a la vida.

-¿Se les puede definir como paisajistas?, me refiero a Hokusai y a Hiroshige…

-Ambos, como los artistas de la época, empezaron haciendo retratos, que era lo que se demandaba, pero eso no era suficiente y pasaron a contar la naturaleza. Para ellos, la naturaleza es más que paisaje, es algo grandioso y, al tiempo, terrible; es algo bellísimo e intenso; y es la casa de los seres vivos, del ser humano, de los padecimientos y disfrutes de las personas: por eso a menudo algunos de los personajes que aparecen en sus obras están en actos cotidianos curiosos como una borrachera.

-Cuando su arte se conoce fuera de Japón, ¿cómo se percibe porque por lo que tengo entendido influye al propio Vincent Van Gogh?

-Van Gog tenía una colección de obras de Hiroshige, grabados que llegaron a Francia y que los artistas europeos comenzaron a copiar por el diferente tratamiento de la luz o la perspectiva; muchas de las obras de van Gogh son interpretaciones de grabados de Hiroshige y se ha escrito y hecho exposiciones que comparan las obras de ambos. Como siempre, cuando un artista ofrece algo nuevo y sincero, influye en quienes tienen la sensibilidad y la capacidad de crear.

-¿Cómo influía en todo esto que los extranjeros tampoco pudiesen entrar en Japón a excepción de la comunicación que retenían con la Compañía Holandesa de las Indias Orientales que tomaron la hegemonía una vez expulsados los demás, sobre todo españoles y portugueses que, en su tiempo, más que nada intentaron traer su religión cristiana…?

-Los portugueses y españoles intentaron llevar su religión, pero para los shogunes, esa religión que decía que solo había un dios, y que todos somos iguales representaba un peligro, porque socavaba los principios sobre los que se basaba la tradición. Además los shogunes desconfiaba de cualquier potencia, influencia o disonancia- no solo extranjera- que podía llevar el germen de una posterior influencia armada, que era lo que más temía el shogunato. Los barcos holandeses llegaban con cuentagotas, y estaban limitados a un puerto, en Nagasaki, alejado de la ciudad, y los comerciantes y marinos no podían acceder a las áreas japonesas, de forma que la influencia era escasa. Si supuso un mínimo intercambio comercial y entrada de algunos bienes y novedades, como algunas frutas, los grabados de Durero o el pigmento azul de Prusia que llegó un siglo después de su creación y uso en Europa, pero fue determinante porque es el que Hokusai utilizó para hacer su gran serie de las 36 vistas del monte Fuji, y entre ellas la famosa ola gigante, que es la obra de arte más reproducida de la historia universal.   

-Amigo, a ti ¿por qué te atrae tanto Japón y qué te llevó allí, tengo entendido que incluso has vivido?

-Me llevó esa búsqueda del país real tras las novelas que había leído y los grabados que había contemplado. Quería conocer cuánto se parecía, cuánto quedaba, cuánto había cambiado, que había de cierto, como era hoy Japón y su gente. Vivo aquí la mitad del año, el resto en España; ahora estoy en Tokio. Durante años, mi casa estuvo en Hiroshima.

-¿Cómo se zambulle un occidental en la cultural oriental?

-Con respeto, humildad y sin prejuicios.

-¿Qué crees que deberíamos de aprender, como si lo importásemos, desde el Japón hacia aquí?

-El silencio y el respeto a los demás. Me gusta estar en Japón porque la gente no grita en los cafés, no usa el móvil en el tren y no se cruza en la calle delante para atajar. Por supuesto, no es un país perfecto, afortunadamente.

 

 

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