Cazarabet conversa con...   Isabel Abenia, autora de “El Traductor” (Doce Robles)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Isabel Abenia se adentra en una novela que desde el presente retrocede en la historia convirtiéndose, todo a la vez, en un thriller del que al lector y lectora le será difícil desengancharse.

Edita esta inquietante novela, la editorial Doce Robles de Zaragoza.

La sinopsis de la novela: El historiador zaragozano Rafael Durán llega a un monasterio cisterciense del Pirineo aragonés para traducir un códice carolingio oculto durante siglos en una vieja arqueta. Para su sorpresa, se trata de una extensa carta del escritor Eginardo, biógrafo de Carlomagno, a su hijo, en la que narra asombrosos y desconocidos acontecimientos que se vivieron en los últimos años de vida del emperador, a comienzos del siglo IX. La aparición de un enmascarado caballero aragonés en la corte de Carlomagno va a alterar el curso de la Historia y el destino del propio Rafael, cada vez más obsesionado por esa enigmática figura. Lo que revela el códice parece imposible, pero el historiador lo va a experimentar muy pronto.

Su autora, Isabel Abenia: Escritora nacida en Zaragoza. Tras licenciarse en Derecho realizó los cursos de doctorado en Historia Medieval, estudios que siempre simultaneó con su formación pictórica y artística en la Escuela de Arte y otros centros de su ciudad natal. Es autora de novela histórica con obras como El alquimista holandés, una novela sobre la apasionante vida de el Bosco; Erik el Godo, el sabio de Cesaracosta; La última sibila y un ensayo novelado: Agripina. Además de cooperar con cuentos y relatos para publicaciones colectivas, es organizadora de diversos ciclos y festivales literarios aragoneses. En esta ocasión, con la novela El traductor, aúna el género histórico con el fantástico y el thriller, una enigmática fusión a través de distintos siglos.

En la propia web de la editorial se puede leer: “Isabel Abenia, una de las grandes figuras de la literatura histórica en Aragón, nos cautiva desde las primeras páginas con esta excelente novela de suspense. El traductor no solo es un soberbio retrato de la época carolingia, en el que mezcla con maestría la ficción y el rigor histórico; es también un thriller intenso que une de manera sorprendente el siglo IX con el actual”.

 

 

 

Cazarabet conversa con Isabel Abenia:

-Isabel, ¿qué te llevó a escribir El traductor?

-Fue un reto personal en el que me enfrasqué durante los dos años de pandemia. Me apetecía investigar sobre la vida del gran emperador Carlomagno, personaje muy desconocido en nuestro país, y sobre ciertos miembros de su corte palatina. Pero no quería escribir una novela histórica "al uso", mi propósito era unir géneros, conseguir una obra que, además, fuese fantástica y de enigma, un thriller histórico y fantástico, por lo que desarrollé el argumento en dos momentos muy separados en el tiempo, el siglo IX y el XXI.

-¿Es la historia , entre otras historias, de un investigador tan metódico que se transforma en una persona obsesionada con su trabajo….?

-Así es. Rafael es un paleógrafo obsesionado con el renacimiento carolingio, época que tuvo una enorme importancia en la civilización europea y parte de la Historia muy desconocida en nuestro país. Él no se limita a traducir textos, quiere conocer, profundizar, sumergirse hasta el fondo en cada párrafo que lee, sobre todo al encontrarse con un contenido tan sorprendente como el que se relata en la novela. En el fondo es un individuo al que le atrae más la Edad Media que la actualidad, por eso descuida su vida personal de habitante del siglo XXI.

-Cuando hablaba de historia de historias, me refería a que es una historia repleta de otras historias o modo de una muñeca rusa, una “matrushka”…

-Cierto, al igual que en la vida misma, donde todo está interconectado. La existencia es compleja y no se circunscribe a un asunto concreto, sino que se desarrolla en diversos planos y con diferentes trayectorias. Vivimos inmersos en nuestro ámbito laboral, en el sentimental, padecemos variaciones en la salud, nuestros cerebros están plagados de ideas y fantaseamos con proyectos e ilusiones... pero a la vez nos relacionamos con amigos, familia, parejas o simples conocidos que viven su propia realidad en esos mismos ámbitos, y a veces tan distinta que ni siquiera podemos imaginarla. Cada uno de nosotros somos el resultado de infinitas decisiones y actos mezclados entre sí, propios o ajenos y relevantes o nimios, así que nuestra existencia es una historia repleta de otras historias.

-Pero, aunque algunos personajes aparezcan entre archivos, pergaminos y polvo de biblioteca, digno de los ratones de las mismas, la obra, aún con el protagonista muy significado, parece “como coral” …

-Sin duda es una obra coral en la que no hay un solo protagonista. En cada capítulo aparecen los dos siglos mencionados, los personajes actuales y los de la novena centuria. Entre estos últimos destacaría personalidades de la talla cultural de Alcuino de York, Eginardo, Angilberto o Teodulfo de Orleans, oriundo de la Zaragoza visigoda, quienes fueron hombres con un carisma irresistible dentro de una época de cierta barbarie.  En el siglo XXI, aparte de Rafael Durán, destacan una serie de amigos y conocidos suyos, algunos de los cuales son personajes reales de nuestra comunidad. Además de unos y otros existe un caballero aragonés que va a ser el verdadero nexo entre ambos mundos, del que poco podemos decir para no destripar la trama, y que es el personaje principal.  

-En el transcurso de la investigación, Rafael Durán, se ve inmerso en una trama de geopolítica…

-La influencia de la geografía en las relaciones políticas y humanas es importantísima. A veces creemos que la situación europea es una creación reciente, pero a lo largo de las páginas de El traductor podemos darnos cuenta de que no. Europa y la extensa zona mediterránea estaba dividida en tres imperios:  el musulmán, el bizantino y el católico, y nuestra península era frontera entre dos de ellos, la zona norte de la misma pertenecía a Carlomagno o bien estaba aliada con el reino franco mediante tratados, el resto pertenecía al mundo musulmán. Las montañas y los mares eran barreras franqueables desde la antigüedad que no impedían las relaciones con el resto del continente. En esta novela puede verse que el europeo medieval se movía a sus anchas, no había territorio que Carlomagno no conquistase o con el que no estableciese alianzas, y los habitantes del sur de Francia estaban siempre en contacto con los del norte de España.

-Aparece, además la figura de la “carta epistolar”, siempre las cartas tienen “gancho”, aunque estén sometidas al paso de muchos, muchos siglos, ¿cómo lo ves?

-Se trata de un recurso literario antiguo, era usual que algunas obras comenzasen con el hallazgo de una carta, real o ficticia, a partir de la cual el autor va a basar su relato. Antes, las epístolas tenían una importancia única, su contenido explicativo o aclaratorio era una fuente de información sin parangón y en la antigüedad se recopilaban y conservaban como tesoros, gracias a esa costumbre tenemos mucha más información sobre nuestra Historia. Por ejemplo, en otra de mis novelas, fueron fuente documental de primer orden las del obispo Braulio de Zaragoza, redactadas durante el siglo VII pero que no se encontraron hasta el XVII en la catedral de León.

-Isabel, si te parece podemos conversar también de literatura… ¿qué encuentras tú en esta actividad; preguntado de otra manera qué significa para ti la literatura?

-La Literatura ha sido parte importantísima de mi vida desde la infancia, comencé a leer muy pronto y descubrí que era lo que más me entretenía. Ya con cierta edad era "el premio" tras hacer los deberes del colegio, mis padres me decían que primero hiciese las tareas de clase y, una vez finalizadas, la recompensa consistía en poder retomar la novela que estaba leyendo. Ahora es, además, una profesión que me apasiona, escribir significa evadirse de la rutina y viajar por otros mundos.

-¿Por qué eliges la Novela Histórica?

-Creo que es la mejor forma de aprender gozando o de gozar aprendiendo, no solo para el lector sino también para el escritor.

-La novela histórica, ¿de qué te deja margen y sobre qué aspectos narrativos sobre las que te sentirías más “encorsetada” en cualquier otro género narrativo?

-Con la novela histórica puedo jugar con el lenguaje, mis personajes hablan como se hacía en otras épocas y a la vez puedo utilizar el léxico actual si el narrador es omnisciente. Esto me encanta y en El traductor he sacado el máximo provecho de esta circunstancia al mezclar diferentes siglos.

-El escenario un monasterio cisterciense con una atmósfera un poco, o un mucho, según se mire asfixiante es muy importante en tu obra…

-Un monasterio siempre es signo de recogimiento espiritual e intelectual, tanto si el protagonista es un monje que se encuentra en un scriptorium como si se trata de un historiador actual en una moderna sala de traducción. La soledad, el encierro, la sensación de enclaustramiento lleva a una espiritualidad alejada de lo mundano. Los autores también vivimos esa soledad monástica durante largas temporadas y necesitamos silencio absoluto para trabajar, al menos yo.

-Pero los personajes, en especial Rafael Durán lo son más como el eje que mueve la trama…

-Suelo dar una enorme importancia a los personajes en todas mis novelas, huyo de protagonistas planos cuya personalidad no está bien definida y no aportan nada. He leído muchas obras con buen argumento que se pierden porque sus personajes no enganchan. Creo que un escritor debe cuidar todos los aspectos y ser perfeccionista al máximo. En la narrativa histórica es importantísimo el rigor histórico hasta en los detalles más insignificantes, así como el lenguaje utilizado, pero, al igual que en el resto del género novelesco, es fundamental cuidar de los personajes. El lector debe conocerlos íntimamente y sentirse atrapado por sus personalidades.

-Hablemos de la trama, creo que ahí tenías claro poner a Carlomagno en el centro de la ecuación fuese como fuese, ¿verdad?

-Cuando descubres un personaje histórico apasionante sientes que debes darlo a conocer, tienes la necesidad de hablar de su vida y sus hechos. Aunque no sé si Carlomagno es el centro de la ecuación, considero que en El traductor hay varias ecuaciones.

-Yo enseguida con lo del monasterio y demás…la investigación se me fue la mente a El nombre de la rosa … ¿a la hora de escribir El traductor te miraste en algo de esta emblemática novela de Umberto Eco?

-No hizo falta volver a mirar nada porque El nombre de la rosa marcó mi vida, de hecho, la cito en El traductor. Era una niña cuando la leí por primera vez y, aun reconociendo que en aquel momento no saqué todo su jugo (las veces siguientes sí), quedé fascinada. Su importancia para mí radica en que, tras su lectura, fantaseé con convertirme en escritora algún día. Es una obra mágica que ha influido en muchos autores actuales. 

-Normalmente las escritoras y los escritores de género histórico creo que deben de beber bastante de la literatura clásica, de los clásicos… ¿es este tu caso?, explícanos, en este caso, cuáles son tus obras de cabecera y sus plumas…

-Es fundamental y un placer "escuchar" lo que tienen que decirte. Cuando escribes sobre una época hay que conocer cómo vivían sus habitantes, cómo se expresaban, cuáles eran los asuntos que les inquietaban y mil cosas más. Y de dónde mejor puede sacarse toda esa información que de las páginas de una obra escrita en ese mismo periodo. Cuando escribo sobre Grecia o Roma me interesan las grecolatinas y las medievales cuando escribo sobre la Edad Media. En el caso concreto de El traductor, disfruté muchísimo al leer los poemas sarcásticos de Teodulfo de Orleans, el humor medieval era tremendo.

-La documentación en obras como la tuya, El traductor, es fundamental y, creo, que la investigación también, ¿verdad?; ¿cómo te lo haces?

-Cuando escribo sobre una época determinada me documento con cientos de ensayos y obras de divulgación histórica, nunca tengo bastante y debo obligarme a parar porque de otra forma jamás terminaría. Es fundamental para no caer en anacronismos o, por lo menos, en los menos posibles. Es muy complicado trasladarse a un mundo que no conoces y olvidar tu cerebro de habitante del siglo XXI para empezar a pensar como ellos. El deber del autor de novela histórica es plasmar una época con el mayor rigor posible, pero no solo las realidades tangibles, sino el alma colectiva. Hablando como lectora, para que una novela histórica me guste tengo que sentirme inmersa en un momento espaciotemporal concreto, pasearme por otro lugar y otra época comprendiendo lo que veo y palpando las grandes diferencias que hay con mi época. A veces leo cosas que no cuadran en un periodo, ideas actuales que el escritor traslada a una época en que eran impensables, y entonces abandono la novela porque no me la creo y no me ha transportado.

-¿Qué metodología de trabajo utilizas?

-Simultaneo escritura y documentación. Para escribir necesito silencio absoluto, por eso me levanto temprano y escribo encerrada en mi despacho.

-Amiga, ¿qué te fue más fácil y más difícil a la hora de escribir esta obra?

-Toda novela entraña dificultades, pero una vez terminada las olvidas. Llega un momento en la obra en que se produce la magia, todo fluye y son los personajes los que te cuentan qué están haciendo y cómo va a acabar todo.

Y, ya por último, amigo, ¿cómo te ha ido con Doce Robles?

-Quería publicar en una editorial aragonesa y algunos colegas me habían hablado muy bien de Doce Robles, así que me puse en contacto con ellos. Teresa y Javier son una pareja encantadora con la que se puede comentar cualquier asunto relacionado con la publicación, saben escuchar y ponerse en la piel del autor. Es una editorial muy recomendable.  

 

 

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